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1 de septiembre de 2023

PROPUESTA DE EXIGENCIAS AL POSIBLE PRÓXIMO GOBIERNO DE AMPLIAS ALIANZAS

 

Por Marat

Ya que la iniciativa reivindicativa nace de lo individual tiene todo el sentido que sea abierta a aportaciones ajenas.

No obstante, y dado que parte de necesidades vitales para la clase trabajadora, creo que dichas exigencias no debieran variar significativamente en contenidos. Aunque sí podrían hacerlo en extensión, entendiendo que fuera de un límite no memorizable perderían su eficacia como puntos asumidos y defendidos por amplias capas de trabajadores.

Por otro lado, si las reivindicaciones no fueran socialmente lo bastante comunes, se disolverían en un un espacio de particularidades sin fuerza de presión y movilización.

No nos toca a nosotros definir cómo deben satisfacerse nuestras demandas sino que nuestras reclamaciones sean cumplidas porque son nuestras vidas las que están en juego.

Allá donde sean ignoradas se verá que el capitalismo, y cualquiera de sus gobiernos que las nieguen son nuestros enemigos de clase:

1) Salarios reales actualizados a la inflación tradicional y la subyacente.

2) Control de los despidos colectivos, de los individuales, de los abusos en los contratos indefinidos discontínuos. Incremento del número de inspectores y de sus inspecciones.

3) Pensiones públicas reales actualizadas a la inflación tradicional y la subyacente. Blindaje constitucional de la actualización exclusivamente pública de las mismas. Cierre a cualquier entrada privada en su financiación. No a la mochila austriaca. Límite de edad de jubilación a los 65 años. Ninguna pensión por debajo del Salario Mínimo Interprofesional.

4).Sanidad pública ajena a intromisiones de la privada en ella, Recuperación de las áreas privatizadas para lo público. Fin de la cooperación público-privado. Eliminación de cualquier forma de copago sanitario o farmaceútico. Incremento de la inversión sanitaria en personal y recursos.

5) Legislación que impida las subvenciones a la enseñanza privada en sus distintas formas. Incremento de la inversión en enseñanza pública.

6) Legislación que limite las viviendas turísticas. Fin a la orgía de las agencias de alquiler vacacional como Airbnb y su competencia. Leyes estatales que impidan la gentrificación. Despenalización de la ocupación por familias de viviendas no habitadas. Políticas nacionales de protección del suelo público y que exijan a autonomías y ayuntamientos construcción de vivienda pública. Limitaciones al precio del alquiler a precios no superiores al 25%. Aval estatal para alquiler y compra de vivienda para familias pobres. Prohibición de los lanzamientos por parte de bancos de familias en situaciones de exclusión.

7) Fin de la colaboración de España con el FRONTEX y abandono del Espacio Schengen en cuestiones relacionadas con la inmigración. Convenio del Estado con los barcos de ONGs que recogen a personas en el mar y protocolo con ellos de puertos españoles seguros. Rol de sindicatos, iglesias y ONGs como valedores de sin papeles. Refuerzo de la seguridad laboral del inmigrante por sindicatos. Favorecimiento del asociacionismo inmigrante destinado a la mejora de sus vidas. Mejora y agilización de los procesos de asilo y refugio.

8) Elaboración de una ley contra el fascismo, el odio y el antisemitismo. Ilegalización de las organizaciones fascistas. Expulsión de individuos de las mismas en Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y en el Ejército. Control de estas cuestiones en la seguridad privada.

Todo lo anterior es inútil frente a un hipotético gobierno progre-liberal con derecha autonómica, que es reaccionaria, sin la organización de clase, la presión y la movilización permanente.

No debemos engañarnos. En el momento presente, y los progre-liberales lo saben, lo que podemos arrancarles es muy poco. Ya no hay comunistas. Pero también ellos son débiles. Quitémosles la careta y lo que podamos lograr para nuestra clase.  

Y, al fin y al cabo el comunismo es el movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual”. Pongámonos a ello.

22 de febrero de 2018

LOS PENSIONISTAS SALEN A LA CALLE EN TODA ESPAÑA. A LO MEJOR LOS VIEJOS NO SON DEL PP, NIÑATOS


Por Marat

Hoy jueves, 22 de Febrero de 2018 los pensionistas y los que van a serlo en unos años han salido a la calle a defender las pensiones públicas contra el ataque del capital y su gobierno actual, el del PP. Cualquier gobierno, de todo signo, que acepte las reglas del juego que el capitalismo español o internacional les marque, será un gobierno de la burguesía.

Algunos llevamos meses haciendo rogativas ateas a San José Obrero para que esto sucediese. Lo maravilloso no es que haya sucedido sino que la clase trabajadora, esa a la que los viejos no han renunciado porque vienen de una memoria real, no posmoderna sino del agobio, años de quitarse de todo para ahorrar y pagar un piso porque les dijeron que ahí estaba su refugió económico,; lo maravilloso es que esa generación haya salido a la calle masivamente en toda España y que se haya organizado como clase a través de las estructuras de coordinación de las que se ha dotado (Coordinadora Estatal por la Defensa del Sistema Público de Pensiones) y no haya dependido de las cúpulas sindicales ni de los vividores a costa de los trabajadores.

A lo largo de mi vida he defendido la organización de mi clase, la necesidad de su autodefensa y de la lucha contra el capitalismo, más allá de lo que los trabajadores pudieran captar como necesario en cada momento de sus luchas parciales.

Hoy, fundido con los míos en Madrid, he sentido un orgullo, que no necesito justificar, de pertenecer a una clase sin la cuál no sería posible el mundo hoy, sin la que nada de lo que conocemos existiría: la trabajadora.

Hoy, como en otras ocasiones luchadores distintos por su dignidad y derechos básicos, la ha representado el sector de los pensionistas; esos que desprecian los posmodernos, los progres, los interclasistas, los inclusivos y l@s intramusculares de las contradicciones que quieren dejar como antigua la contradicción trabajo-capital.

Bilbao, Madrid, Barcelona y más de 40 ciudades de toda España han dicho NO a la pérdida de todas las conquistas sociales. En primer lugar la de las pensiones, pero también la del salario digno, el empleo estable y, con todo ello, la sanidad, la educación pública y tantas cosas por las que un día peleamos.

Bilbao, como tantas veces, ha hecho la mejor de sus bilbainadas, que dicen ellos. Ha dado un do de pecho enorme. Más de 20.000 pensionistas han ocupado las calles. Una voz vasca me ha impresionado porque coincide con lo que pienso que debe de ser el momento actual de autoorganización de la clase trabajadora. Ha dicho algo muy básico:“Esta es una manifestación de pensionistas. Bienvenidos sean cualquier militante sindical o de partido de izquierdas pero no sus cúpulas”. Ver a Unai Sordo, secretario de CCOO, en Al Rojo Vivo demostraba la necesidad del sistema capitalista de dar portavocía a sus lacayos.

En Madrid se han saltado los cordones policiales frente al Congreso, sin necesidad de hacer el exaltado patético. Una voluntad enorme de lucha. Los portavoces de la Coordinadora expresaban su convicción en que el combate iría a más.

Tengo solo 10 años menos que el más joven de los pensionistas que han alcanzado por edad ese estado. Sé que ésta es mi batalla porque acabar con la conquista social de las pensiones significa el sueño húmedo del capital de devolvernos al siglo XIX del que Engels escribió en “la situación de la clase obrera en Inglaterra” y el logro del máximo de beneficio a partir de pensiones privadas, mayores acobardamientos laborales y aceptación de lo que nos echen.

En esta hora de la clase trabajadora creo que debemos abrir una reflexión acerca de cómo convencer a todas las generaciones anteriores para las que:
  • La lógica de los acontecimientos les lleva a entender que lo inmediato es lo relevante, sin darse cuenta de que, si no cotizas lo suficiente en este sistema de recortes progresivos que nos han montado, te vas a comer los mocos.
  • La generación que está entre los 40 y los 50 años y que aún aspira a un nivel de consumo que le “ayude” a olvidarse de su vejez. Idiota, ya no te queda tiempo para el maravilloso plan de pensiones privado que te ofrecen frente a las pensiones públicas.
Toca explicar a estos sectores, no tan desclasados como desinformados e inconscientes, de que su etapa laboral es más breve de lo que parece, sobre todo en tiempos de empleos temporales, de que la batalla por las pensiones es la suya.

Y toca dejar claras algunas cuestiones en la lucha en defensa de las pensiones:
  • Si ellas caen, ya solo nos queda la miseria, la vuelta a la misericordia.
  • La clase trabajadora no merece nada por ser clase. Lo que hemos conseguido no es parte de la benevolencia de los derechos humanos ni de lo que diga ninguna estúpida Constitución. Es obra de las batallas por nuestra dignidad.
  • Que no te vengan con estupideces sobre la hucha de nuestras pensiones. Lo que cobramos no viene de ahí sino de las cotizaciones que hacemos todos los trabajadores a lo largo de nuestras vidas laborales.
  • Para tener una pensión suficiente para sobrevivir, no te hablo de que sea digna o justa, necesitas un buen salario y un empleo estable que haga posible que cotices la cantidad necesaria para esa pensión.
  • Te traicionaron los que en 1995 firmaron el Pacto de Toledo. Mira quiénes fueron, los tuyos. Según ese pacto tu pensión no dependería de los Presupuestos Generales del Estado sino de tus cotizaciones y, como te iban a desregular, estaba pensado, acabaron por darte la tontuna de la hucha de las pensiones
¿Qué sabes tú sobre tu futura pensión, sobre tu derecho al paro, sobre tu vida laboral, sobre tu posibilidad de percibir el paro y sobre el acceso a la renta mínima de inserción, sobre las condiciones del contrato que firmas, sobre el sector al que pertenece ese contrato y sobre cómo todo eso te afecta?

Pues como todo eso te afecta, ORGÁNIZATE Súmate a las organizaciones de clase, no partidarias, ni sindicales pero no ciudananistas ni agitamanitas. LA CLASE SE ORGANIZA.

CODA FINAL:
Una cosita, neopijos, posmodermos, animalistas, sexoveganos, multigéneros,
coleópteros, y pedorros de todas clases: los viejos no son esa rémora que vota al PP sino los trabajadores que no han olvidado que deben defender sus derechos. Mientras, vosotros, niñatos, les ofendéis, ellos se agencian como reunirse y montarla. A ver si es que, mientras vais de exiliados porque habéis conseguido ser Erasmus, se os olvida que vuestras carreras no las paga papá sino los que abonamos impuestos.

Esos jubilados a los que despreciais son la generación que intentó acabar con el fascismo para lograr otra cosa. Llegaron hasta donde la correlación de fuerzas se lo permitió. Decía Gramsci, ese filósofo italiano al que los pobres politólogos (no entendéis la política de otro modo que bajo el título académico que suponéis que os faculta sobre el resto para la acción política) nunca habéis conocido, salvo bajo alguna pobre cita de Monedero, que

 Una generación que desprecia a la generación anterior, que no logra ver su grandeza y su significado necesario, no puede más que ser mezquina y carente de confianza en sí misma, aunque adopte poses combativas y exhiba ínfulas de grandeza.

Es la acostumbrada relación entre el gran hombre y el criado.

Hacer el desierto para sobresalir y distinguirse.


Una generación vital y fuerte, que se propone trabajar y afirmarse, tiende por el contrario a sobrevalorar a la generación anterior porque su propia energía le da la seguridad de que llegará aún más lejos; simplemente vegetar es ya una superación de lo que se pinta como muerto.

Se reprocha al pasado el no haber realizado la misión del presente; así como sería más cómodo que los padres hubiesen realizado ya el trabajo de los hijos.

En la devaluación del pasado se halla implícita una justificación de la nulidad del presente: Quien sabe qué habríamos hecho si nuestros padres hubieran hecho esto y aquello…, pero ellos no lo hicieron y por consiguiente nosotros no hemos hecho nada más.

¿El techo de un primer piso es menos techo que el del piso diez o el piso treinta?

Una generación que sólo sabe hacer techos se lamenta de que sus predecesores no hayan construido ya edificios de diez o treinta pisos.

Decís que sois capaces de construir catedrales, pero no sois capaces más que de construir techos.”

(Antonio Gramsci. "Pasado y presente")

No creo, pequeños candidatos a lo peor de la política, el parlamentarismo burgués, que deba explicaros mucho más acerca de la generación que estos días pelea sin necesitaros y a cuyas movilizaciones os sumáis de modo oportunista.

La clase trabajadora, aunque haya sido movilizada desde sectores progresistas que agotarán sus reivindicaciones en la defensa de lo que un día fue logrado, no entiende de derechas ni de izquierdas. Sabe lo que es, su papel en este mundo controlado por el capital. No se engaña. No tiene grandes utopías. Busca una vida digna. Pero va siendo consciente de que cada vez puede esperar menos del capitalismo. No le dará mucha más esperanza el mundo del progrerío y la izquierda. Sabe que, si le tratan bien, solo puede esperar algo más de tiempo. Lo que le queda por saber, que no podrá obtener esperanza en el capitalismo, lo aprenderá por sí sola.

Lo digo porque la progresía a la que representáis, Podemos, IU, PACMA, Mareas, Compromis y un montón de serviles, estáis acostumbrados a insultar a los viejos por lo que suponéis que votan, sin daros cuenta de que actúan y defienden a su clase. Vosotros tenéis cabeza de urna y de trepas y lo único que hacéis es el memo en las plazas y en los cargos en los que pilláis cacho, figuras.

12 de febrero de 2018

SOBRE EL CUENTO, QUE ALGUNOS COMPRAN COMO CIERTO, DEL MILAGRO ECONÓMICO PORTUGUÉS

Por Marat

Desde que llegó al gobierno el Partido Socialista Portugués (PSP), el 24 de Noviembre de 2015, con el apoyo externo del Partido Comunista Portugués (PCP) y del Bloco de Esquerda (BE), diferentes voceros del reformismo, como antes del fiasco de Syriza sucedió para los progres de Podemos e IU con el pretendido gobierno de la “izquierda radical” griega, parecen querer convencernos de las bondades progresistas de dicho gobierno en materia social, económica y laboral.

Es fácil mantener la ficción de una realidad inventada cuando se conoce muy poco o casi nada sobre ella. Sobre Portugal los españoles conocemos muy poco, mucho menos que los portugueses sobre España, fuera de que en ese país hubo una revolución de los claveles, que la capital está en Lisboa y que hay en él otras ciudades importantes como Oporto. Desafío a muchos de mis lectores a que me digan cómo se llama el Primer Ministro portugués actual sin consultarlo en la wikipedia, gran referente cultural de muchos internautas.

Poco parece importarles el hecho de gobierne ahora en Portugal el mismo PSP que traicionó la revolución del 25 de Abril. Que la historia no nos destroce una esperanza por poco fundamentada que esté ésta.

Las razones que esgrimen quienes consideran progresista al gobierno portugués son básicamente las siguientes:
  • Reducción de la jornada laboral semanal a 35 horas...en la administración pública. Precisamente donde no se producen choques con el capital empresarial.
  • Subida importante de los salarios tanto a funcionarios como en el caso del salario mínimo interprofesional en el sector privado
  • Subida de las pensiones
  • Reducción del desempleo desde el 17,3% registrado en 2013 a un 8,6% en 2017. Pero según un estudio del Observatorio de Crisis y Alternativas del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra, el 63,3% de los contratos que se han firmado en el país vecino desde finales de 2013 son a tiempo parcial, temporales, o de obra. Sólo un tercio de los nuevos contratos son indefinidos ¿Les suena esto? Y son los sectores del turismo y la construcción fundamentalmente los que crean empleo, los cuáles concentran los salarios más bajos. ¿Les sigue sonando?
  • Subida de impuestos de dos puntos porcentuales, del 7 al 9%, a las grandes empresas, lo que ha afectado a un número muy reducido de compañías. La subida ha logrado una recaudación de 70 millones de euros.
  • Descenso del IRPF a las familias con bajos salarios, no al tramo más inferior que cobra 7.091 €, en 12 pagas, y aumento del mismo a las rentas medias y altas.
  • Tarifa solidaria en gas y electricidad para las familias de bajos recursos, más libros gratuitos y mejoras en cuanto a la prestación del desempleo a los parados que lleven más de 6 meses cobrándola.
Un dato importante que debe ser tenido en consideración en relación con los éxitos del actual ejecutivo luso es el descenso de la desigualdad económica a niveles previos a la crisis, lo que contrasta con el caso español, en el que a pesar de la supuesta recuperación económica, ha seguido incrementándose esta desigualdad social.

Negar el impacto paliativo de dichas medidas respecto a a los efectos sociales provocados por la crisis capitalista sería estúpido, además de injusto. Hablar de milagro me parece, como poco, absolutamente fuera de la realidad. Voy a explicarme.

La inversión productiva por parte del capital luso no se ha reactivado, ya que no se crean apenas industrias portuguesas de capital propio y la inversión privada propia en I+D+i brilla por su ausencia. La Inversión en Capital Fijo de las empresas (equipos y maquinaria) cayó en el tercer trimestre de 2017 hasta un 16% de su PIB, situándose solo por encima de Grecia y Chipre.


Se asume, como en España, que el país debe vivir del turismo. Así El País del 27 de Febrero de 2017 informaba de cómo en el último año los jubilados extranjeros residentes en Portugal la mayor parte del año (fundamentalmente franceses, alemanes y nórdicos) había crecido un 44%, atraídos por la no tributación de sus pensiones ni en el país de acogida ni en el de origen. Lo curioso es que cuando se publicó la noticia hacía ya año y medio que gobernaba el actual equipo socialista, el cuál mantenía una ley de 2009 del gobierno socialista de José Sócrates que hacía posible este efecto llamada. Yo diría que esta no es una medida muy socialista sino más bien liberal.

La inversión pública fue en Portugal en 2016 del 1,5%, situándose como el último país de la UE (España solo le superó en 4 décimas, 1,9%) en este ratio, siendo la media de la zona el 2,7%. Si el conjunto del gasto público era en 2014 del 51,8%, con el gobierno de Costa se redujo hasta el 45,1% en 2016. En diciembre de 2017 el gobierno socialista portugués había gastado 4.400 millones de euros en rescatar a la banca; evidentemente mucho menor que el gasto realizado por el gobierno español del PP, más de 77.000 millones, de los que se han recuperado menos de 5.000 millones. No obstante, conviene considerar el diferente tamaño de la banca lusa y española. Los ajustes impuestos por La Troika sí que fueron obedecidos, no solo en España. Ninguna rebelión del gobierno de izquierda luso, como tampoco lo hizo Syriza. En diciembre de 2017 Portugal ya había reembolsado el 76% del rescate financiero del FMI. Si los recortes sociales durante el gobierno progresista luso han sido suaves y se han mejorado los ratios sociales, lo cierto es que Portugal los ha asumido en su tejido productivo nacional propio, en sus inversiones públicas, salvo las ligadas a la atracción de capital extranjero (construcción de polígonos industriales y logísticos en zonas fronterizas con Galicia, pero también con Andalucía, Castilla-León y Extremadura, y en nudos de comunicaciones y en proximidades a zonas portuarias, fundamentalmente en la zona norte).

En este sentido, las principales medidas expansivas del gobierno progresista portugués no se han diferenciado sustantivamente de las realizadas por los gobiernos conservadores y de centro de la República de Irlanda tras el rescate de su economía y los duros años de ajuste: atracción de capital extranjero, suelo empresarial casi gratuito, bajada drástica de impuestos de sociedades... El caso de la atracción masiva de empresas gallegas a hacia polígonos industriales al otro lado de la raya es paradigmático en este sentido, aunque se ha extendido también al capital europeo y norteamericano (atraídos por los bajos salarios comparativos portugueses frente a los de los países de origen, a pesar de varias subidas de los mismos) e incluso chinos. La práctica, de tipo liberal, es pan para hoy y hambre para mañana, como nos han enseñado las políticas de deslocalización industrial y de servicios a nivel mundial, sus capacidades de presión a medio plazo sobre los gobiernos, la evolución de los salarios a posteriori en casos de contracción de la demanda y la reversabilidad de los asentamientos de capital extranjero. Pero la clave no está en lo salarial, de momento, sino en la “flexibilidad” de las relaciones contractuales. Recuérdese el carácter de empleo a tiempo parcial, temporal o de obra del 63,3% de los contratos firmados en Portugal desde 2013.

La diferencia sustancial de Portugal con Irlanda es que, mientras Irlanda priorizó asentamientos de empresas tecnológicas (con alto nivel de I+D), fundamentalmente las ligadas a las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), éste no es el caso de Portugal, que aportan alto valor añadido y que pueden llegar a redundar en la potenciación, a medio plazo, en un desarrollo económico propio...siempre que existan políticas gubernamentales que impulsen esta estrategia.

Los procesos de gentrificación (elitización residencial) y turistificación que expulsan a los trabajadores y sectores populares de las grandes ciudades de Portugal, encabezados de forma galopante por Lisboa, se han acelerado con el gobierno de izquierda luso. La propia Municipalidad de Lisboa (Ayuntamiento), en manos del PSP-BE, es un elemento impulsor del fenómeno al actuar “más como un mero agente inmobiliario que como un gestor de barrios, vendiendo parte del patrimonio inmobiliario y guardando el resto sin usar para futuras ventas.” Las políticas de Estado del gobierno progresista, destinadas a paliar los efectos de sustitución de viviendas de clases populares por rehabilitaciones de edificios destinadas a clases medias y altas o para estudiantes anglosajones, de la concentración de comercio de lujo de grandes franquicias internacionales y de tiendas para turistas, son parches con más intención propagandística que real. Esto es algo que se inserta en una lógica concreta, que no es otra que la de atraer inversión extranjera y proyectar una imagen “moderna” e internacional de Portugal, al precio que sea. Ya saben..."No importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones, es un buen gato." Deng Xiao Ping, gran destructor del socialismo chino. En cualquier caso, no parece que expulsar a los jóvenes, los trabajadores y las clases populares del centro de las grandes ciudades portuguesas hacia los suburbios haga mucho por reducir la desigualdad. En esto, de Bairro Alto a la Alfama, pasando por Mouraria o Santa Catarina, las políticas del PSP no se diferencian de las de Lavapiés o Malasaña con Ahora Madrid o de Chueca con el PP en el pasado. Eso sí, en Lisboa y en Madrid, con mucha bici municipal y con mucha participación empoderadora ciudadana, que es el modo de pasarle la patata caliente a los vecinos para que sean ellos los que se parten la cara con plataformas como Airbnb o con la mafia inmobiliaria, mientras se pacta con ella o, en el mejor de los casos, se mira municipalmente para otro lado. Y el PP o el PSP, en sus respectivos gobiernos del Estado, se frotan las manos, vendiendo a parcelas sus  países a la inversión extranjera.

En paralelo a estos procesos de elitización residencial y turistificación de los centros de las grandes ciudades portuguesas, vemos cómo el mercado inmobiliario de lujo se expande espectacularmente en el país vecino, no solo en Lisboa, el Algarve y Oporto sino desde Sintra hasta la ría de Aveiro, la zona de Albufeira, Volamoura o Comporta. Grandes villas de lujos, complejos residenciales, casas de vacaciones, resorts conforman un entramado de residencial para ricos y grandes fortunas en las que los precios del metro cuadrado pueden oscilar entre los 2.000 y los 14.000 €. Mientras tanto, las clases populares son expulsadas cada vez más lejos de sus anteriores asentamientos por la brutal subida de los precios destinados a vivienda hacia suburbios con deficientes equipamientos y medios de transporte.


Si hasta no hace mucho tiempo Gibraltar y Andorra (éste ultimo ha dejado de serlo) eran los paraísos fiscales conocidos que teníamos más cerca de España, Portugal lo es de un modo discreto desde hace más de 20 años, por ejemplo en la isla de Madeira, aunque ésta queda algo lejos del continente. Más de 100 millonarios españoles emplean sociedades fantasma para gestionar sus territorios en esta zona. Muchas de esas sociedades carecen de empleados y no tienen gastos de explotación. Durante muchos años el impuesto de sociedades era el 0%, aunque actualmente ha io evolucionando hacia tipos impositivos del 1 al 5% tras una inspección llevada a cabo por la UE entre los años 2000 y 2002. En cualquier caso, muy por encima de los tipos impositivos medios de cualquier país. Esto se mantiene con el actual gobierno socialista luso.

Desde 2009 Portugal ofrece a los residentes no habituales el pago de un tipo único impositivo del 20% sobre todos sus ingresos obtenidos en el país. Según las autoridades monetarias portuguesas esto tiene el siguiente objetivo: «Mediante la aplicación de un régimen tributario ventajoso sobre el impuesto de las rentas de las personas físicas (IRPF) se pretende fomentar un nuevo espíritu de competitividad en Portugal, con el que se estimule la economía y el tejido empresarial, atrayendo a profesionales no residentes cualificados en actividades de valor añadido, inversores con elevados rendimientos o un patrimonio o poder adquisitivo elevados»

Aunque no estemos hablando de un paraíso fiscal puro, lo cierto es que hoy Portugal reúne un régimen fiscal para extranjeros, fortunas y empresas que tiene ciertas características de tal. No parece que el mantenimiento de estas políticas impositivas sea muy socialista, aunque quizá sí de izquierda, tal y como va actuando la izquierda desde hace decenios, al menos en el mundo capitalista más desarrollado.

Hay una diferencia evidente entre las políticas sociales del gobierno socialista portugués y del último gobierno del PSOE y los dos posteriores del PP que debe ser señalada.

Mientras Zapatero finalizó su gobierno con recortes y ataques a las pensiones (elevando los años para poder jubilarse) y unas reformas laborales absolutamente antiobreras y Rajoy apretó las tuercas del gasto público y las contrarreformas hasta lo inimaginable, el gobierno de Costa no ha repercutido directamente sobre la clase trabajadora las medidas de austeridad en la misma medida, si bien la reducción del gasto público y de la inversión pública algún efecto negativo han tenido que tener necesariamente. En cualquier caso, los recortes sociales fueron realizadas anteriormente por el gobierno conservador de Passos Coelho.

Hasta ahí los éxitos comparativos del gobierno socialista portugués con su predecesor y con el español.

Las debilidades del gobierno luso actual son harina de otro costal.

La primera de ellas es el no haber aprovechado la crisis para potenciar un desarrollo económico propio, tanto de sus servicios como de su industria, acometiendo una modernización de su infraestructura económica y un fuerte incremento del I+D+i.

La segunda es que sus éxitos no son tanto consecuencia de sus medidas sociales, posibles por estar experimentando un repunte de la acumulación capitalista mundial a partir de 2015, por mucho que la economía del país vecino haya confiado en parte su recuperación en la demanda interna, como de las medidas estabilizadoras de los bancos centrales europeo y norteamericano que han favorecido un repunte de la acumulación capitalista mundial a partir de 2015.

Ello ha facilitado tanto la ingente inversión extranjera que ha experimentado Portugal como sus exportaciones.

Por otro lado, el rescate portugués ha sido muchísimo menos doloroso que el griego, no solo por su diferente situación sino porque, una vez domesticado el gobierno de Syriza, no era necesario aplicar por parte del capitalismo internacional y sus instituciones de La Troika escarmiento posterior similar en otros países de la UE a supuestas veleidades izquierdistas (el doble juego de Tsipras, rebelde en casa, lacayuno en el exterior indicaba la tetralidad política de la llamada izquierda radical griega). Costa y su gobierno son “pragmáticos” (liberales en la macroeconomía, levemente socialdemócratas en sus políticas sociales).

La fortísima entrada de capital extranjero, el boom inmobiliario para residentes extranjeros de rentas altas y muy altas, las bajas políticas impositivas al capital nacional y foráneo van a tener a medio plazo un impacto sobre la situación de las clases populares.

No abundaré aquí en cómo la expulsión de las clases populares de los centros históricos de las ciudades portuguesas influirán en sus condiciones económicas y de vida pero sí creo necesario señalar el modo en el que la dependencia brutal del capital extranjero que se está instalando en la economía lusa y las bajas políticas impositivas sobre las empresas impactarán sobre la clase trabajadora de dicho país.

Por un lado, la recaudación fiscal se resentirá, afectando de lleno al gasto público, que ya se ha visto notablemente reducido.

Por otro lado, la dependencia del capital extranjero acabará por impactar negativamente más temprano que tarde sobre los salarios y la calidad del empleo , ya muy deteriorada, incluso más que la española. El chantaje de las empresas extranjeras sobre las políticas gubernamentales en estos dos ratios sociales no se hará esperar, amenazando con nuevas deslocalizaciones en cuanto se planteen subidas salariales o los hoy dormidos sindicatos portugueses amarrados ahora, como los españoles, al pacto social, presionen por la mejora de la estabilidad del empleo.

Nada diré del tamaño de la deuda portuguesa (un 271% del PIB la privada y un 130% la pública) porque la deuda mundial afecta a casi todas las principales economías del mundo y, por mucho que se empeñen los neoliberales, es evidente que la deuda mundial es impagable y que la economía global actúa como un zombie que desconoce este problema.

La economía portuguesa, como la española, vive en gran medida de la aparente bonanza del capitalismo mundial que, sin embargo, no ha encontrado nuevos segmentos de mercado que generen un auténtico crecimiento y que se ha limitado a poco más que una acumulación por desposesión. Cuando los vientos de la crisis amenacen con una nueva fase de contracción de una economía mundial que, recordemos, lleva en crisis desde 1973, y cuyas fases expansivas se hacen cada vez más cortas, veremos a dos países desmantelados, Portugal y España, con economías nacionales propias absolutamente raquíticas, sin sectores emergentes con suficiente valor añadido en I+D+i y escasamente competitivos y con fuerte huida de los capitales extranjeros hacia lugares en los que la inversión les resulte más estimulante.

La crisis capitalista, y las aparentes salidas a la misma han confirmado, que tanto Portugal como España son países enormemente dependientes de las economías centrales europeas y del papel que éstas les han conferido dentro del reparto de cada país en la estructura económica de la UE como entidades de destino turístico, con economías apenas apuntaladas por un inestable sector de la construcción, al socaire de las burbujas especulativas inmobiliarias.

No es objeto de este artículo señalar el qué hacer frente a situaciones como las descritas. Lo he hecho en un importante número de artículos. A muchos de ustedes no les gusta. Tienen prisa por los cambios, pocas ganas de hacer otra cosa que delegar sus necesidades, mediante el voto, en opciones políticas que les hacen creer que sin corrupción (cuando ésta es especialmente consustancial a la fase actual de acumulación capitalista), con voluntad parlamentaria, mucha fe en cada nuevo pastor político y redes sociales que hagan de muro de las lamentaciones, la clase trabajadora y las populares saldrán del lío en el que estamos. Pueden ustedes continuar no aceptando que, mientras exista el capitalismo, el sufrimiento social continuará, alternado con decrecientes períodos de cierta bonanza personal, paulatinamente menguante cada vez para más seres humanos. A mí tampoco me gusta la fe de ustedes en los milagros, sean económicos o de Fátima.