SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
PROPUESTA DE EXIGENCIAS AL POSIBLE PRÓXIMO GOBIERNO DE AMPLIAS ALIANZAS
HASTA LOS COJONES DEL ASUNTO LUIS RUBIALES Y DE TODO EL SHOW
TIEMPO DE PESIMISMO (NO EXAGERAR LOS ADJETIVOS), TIEMPO DE ESPERANZA
SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
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28 de noviembre de 2017
A QUIEN CONMIGO VA. A DISTINGUIR ME PARO LAS VOCES DE LOS ECOS (5)
Por Marat
405
muertos en los centros de trabajo en lo que va de año. Como l@s
trabajador@s no tienen lobbies subvencionados y su realidad no es
interclasista miráis para otro lado, identitarios postmodernos y
burgueses.
El
izquierdismo útil al sistema capitalista reivindica su democracia,
condena una represión contra los que no son sus explotados y
encuentra razones de combate ajenas siempre a los trabajadores.
Poneos una camiseta que diga NO AL GENOCIDIO DE LAS MUSARAÑAS.
Hoy
27 de Noviembre casi toda la prensa deja atisbar las intenciones del
capital y de su gobierno actual (todos los del parlamentarismo
burgués lo son) la liquidación de las pensiones públicas pero tú
prefieres hablar de fútbol, procés o postmoderneces. Pueden
permitirse el lujo de ser sinceros. Tú se lo permites con tu
indiferencia o con tu cruel estupidez de desclasado que siempre tira
en contra de quienes debieran ser los tuyos.
¿Sabéis
lo que significa «las kellys»? Las-kellys: “las-que-limpiamos”.
Son camareras de hotel, con dignidad de trabajadoras, al viejo estilo
que ya no se lleva, identidad de clase y no de vuestras horteradas
pijas y con un impresionante sentido de porqué luchan.
El
Black Friday de estos días es el mismo engaño de las rebajas de
antaño, que subían los precios antes de reducirlos. Pero en inglés
idiotiza tanto como el Halloween o la posibilidad de que un día
convirtamos en fiesta nacional, de vieja raigambre, el día de
“acción de gracias”. Para la clase trabajadora, el Black Friday
es la oportunidad de un jersey, que pronto se dará de sí y le
saldrán pelotillas, para los días de frío. Para los más
desclasados, el engaño de algo que no necesitan, por eso de lo que
un día muchos se tragaron el cuento de la “democracia de consumo”.
Cada
día mayor acoso al trabajador por parte de los empresarios, con la
complicidad de tu indiferencia de desclasado progre al que cualquier
identidad que no sea de clase le interesa mucho más. Espiar al
trabajador es algo tan antiguo como la relación contractual del
empresario con él pero ahora
ya se hace persiguiéndole por GPS y además es legal porque la
ley es siempre la del explotador que decide que servidores del Estado
son de su gusto.
¡Qué
viejos me resultáis los niñatos pequeñoburgueses que reclamáis
«democracia», siempre burguesa, en lugar de socialismo. Para ser
tan modernos y postmodernos volvéis a 1776 (Declaración de Independencia en la revolución americana) y
1789 (revolución francesa). La que tiene muchos menos años, la de
1917 (revolución socialista de octubre) os parce casposa. ¡Qué
despreciables sois!
En
el proceso hacia la Revolución de Octubre Lenin no se definió de
izquierdas. Sus lemas eran pan, paz y tierras. Su concepto del Estado
el de los sóviets, la única democracia que no era un sarcasmo. La
que nacía del poder de los trabajadores en las fábricas y de los
soldados por encima de sus oficiales zaristas, de la tierra para los
campesinos pobres y la fuerza de los kombéds. El socialismo no era
de izquierda. Ésta siempre fue una plañidera ante los crímenes del
capital.
Cuanto
más reivindiquéis unos y otros vuestras patrias más os
despreciaremos los trabajadores conscientes que sabemos que en su
defensa nos destináis a ser los que hemos de morir por ellas.
Huidas
al extranjero de quienes dicen ser exiliados, inventos de la teoría
de la masacre, aceptaciones del 155 para seguir en el machito indepe,
europeismo y antieuropeismo con un mes de diferencia, dinero empleado
en cuestiones ajenas a los servicios públicos,...suma y sigue.
Los
indepes y su troupe han logrado instalarse en una realidad tan
paralela que han conseguido que sus delirios burgueses nos importen a
quienes no lo somos un carajo.
Los
demócratas de una y otra tribu pactarán el reparto del botín que
obtienen de expoliar a la clase trabajadora y a muchos os parecerá un
logro de paz social.
31 de mayo de 2015
¿SE DESCOMPONE LA UE? ¿QUÉ HACER?
Por Marat
Ante el embate de los euroescépticos en Estados miembros de la Unión Europea, alguno de los cuáles, en países del Este, se encuentra en el gobierno; ante la posible salida de Grecia de la misma (no importa que suceda, lo relevante es que se plantee); ante la pregunta del referéndum en el Reino Unido en relación con su pertenencia a esta asociación que no deja lugar a dudas -"¿Debería el Reino Unido permanecer como miembro de la Unión Europea?"- es el momento de plantearse la viabilidad de este club de mercaderes, cuya unión política siempre estuvo en entredicho y sólo ha alcanzado un papel absolutamente subalterno frente a los intereses de los poderes capitalistas.
En mi opinión, la de alguien que suele equivocarse mucho, la pregunta no es tanto si sobrevivirá la UE sino hasta cuándo y, sobre todo, cuáles serán las consecuencias de la vuelta a la Europa de las naciones. Y digo naciones porque la fragmentación de los Estados es ya un hecho, primero en organizaciones territoriales que no pertenecían a lo que antes llamábamos Mercado Común (Yugoslavia, Checoslovaquía), después como tendencia en viejos Estados europeos (Gran Bretaña con Escocia, España con Cataluña, quizás antes que con Euskadi, flamencos en Bélgica, Véneto en Italia)
Si hubiera de reconocer algún aspecto positivo a la UE señalaría tres:
Por mucho que deseemos que una nueva era ilustrada y emancipadora llegue, no vendrá ni desde el confuso magma de los populismos desclasados ni desde unos reformismos que, bajo apariencias de "nuevos" presentan las viejas formas que se agarran a un mundo en descomposición sino desde la insurreción y la voz de los explotados y expulsados del derecho a vivir por la mano criminal del capital. Y su emancipación no será votada en los parlamentos sino conquistada a fuego y piedras en las calles.
Hoy, esto que parece una expresión de demencia para las víctimas que se han instalado en la aceptación del "status quo", deseando que pase el huracán, no está a la vista de lo inmediato pero los hechos vendrán como consecuencia de la agudización de las contradicciones de un sistema que prima el beneficio de una pequeña parte sobre la paulatina expulsión de una gran mayoría del derecho a existir. Las palabras escritas por Rosa Luxemburgo en la última noche de su vida, "¡Yo fui, yo soy, y yo seré!" volverán a cobrar todo su sentido revolucionario. No es una profecía desde ninguna nostalgia olvidada en el tiempo sino el inevitable hecho de que los esclavos volverán a exigir el pan, el trabajo y su libertad, más allá de los espejismos creados mientras tanto por el poder para entretenerlos.
La violencia revolucionaria, más allá de las consideraciones éticas de quienes odiamos las consecuencias dolorosas de la furia social, se impondrá como hecho que se exprese desde la realidad de su necesidad histórica. El capital ya aplica esa violencia en Europa de forma creciente y responderá con ella cuando vea en peligro su posición. Las cartas están echadas.
NI GUERRA ENTRE LOS PUEBLOS NI PAZ ENTRE LAS CLASES
Ante el embate de los euroescépticos en Estados miembros de la Unión Europea, alguno de los cuáles, en países del Este, se encuentra en el gobierno; ante la posible salida de Grecia de la misma (no importa que suceda, lo relevante es que se plantee); ante la pregunta del referéndum en el Reino Unido en relación con su pertenencia a esta asociación que no deja lugar a dudas -"¿Debería el Reino Unido permanecer como miembro de la Unión Europea?"- es el momento de plantearse la viabilidad de este club de mercaderes, cuya unión política siempre estuvo en entredicho y sólo ha alcanzado un papel absolutamente subalterno frente a los intereses de los poderes capitalistas.
En mi opinión, la de alguien que suele equivocarse mucho, la pregunta no es tanto si sobrevivirá la UE sino hasta cuándo y, sobre todo, cuáles serán las consecuencias de la vuelta a la Europa de las naciones. Y digo naciones porque la fragmentación de los Estados es ya un hecho, primero en organizaciones territoriales que no pertenecían a lo que antes llamábamos Mercado Común (Yugoslavia, Checoslovaquía), después como tendencia en viejos Estados europeos (Gran Bretaña con Escocia, España con Cataluña, quizás antes que con Euskadi, flamencos en Bélgica, Véneto en Italia)
Si hubiera de reconocer algún aspecto positivo a la UE señalaría tres:
- El primero, y más reciente, el de poner en evidencia la brillante afirmación de Marx y Engels de que "Hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa." ("El Manifiesto Comunista". 1848) Si a nivel nacional esta frase es muy cierta, imagínense hasta qué punto se hace verdad con instituciones como el BCE o el FMI que, aunque es transcontinental, interviene sobre las políticas de la UE de un modo decisivo.
- La evitación de una III G.M. durante 70 años en Europa, el período más largo que se ha producido de paz en el Continente que recordemos. Sin embargo, esto ya no es cierto. La guerra en Ucrania actual -en un impasse insostenible-, las guerras en la ex República Federal Socialista de Yugoslavia entre 1991 y 1999, potenciada por potencias como Alemania o USA, y la vuelta al viejo orden de la guerra fría, que se calienta progresivamente con tendencias mundiales de conflicto, apuestan por el fin de dicha paz.
- Un antiguo y ya acabado desde hace tiempo sentimiento de pertenencia a una comunidad supranacional que superase las tendencias nacionalistas europeas, que tan caras no resultaron a los habitantes del viejo Continente. Esto es algo que tiene acta de defunción con la aparición de partidos euroescépticos, populistas y abiertamente fascistas.
Si ésta es la realidad que hoy nos encontramos en una Europa que se blinda cobarde y criminalmente ante el deseo de los parias del Tercer Mundo de alcanzar un sueño que saben que ya no lo es pero que es infinitamente mejor que sus cotidianas pesadillas; si ésta es la realidad que hoy nos encontramos cuando alrededor de 23 millones de parados en el viejo continente se enfrentan a un desempleo crecientemente estructural; si ésta es la realidad que sufrimos en un territorio transnacional cada vez más desigual y menos libre y solidario; si ésta es la realidad que se impone en una Europa cada vez más cuestionada en relación con sus instituciones centrales; si ésta es la realidad que nos ahoga en una Europa que refleja que, desde la Europa de las dos y hasta tres velocidades, se ha vuelto sobre la competencia salvaje entre "capitalismos" y entre Estados; si ésta es la realidad que se nos viene encima en forma de amenaza fascista continental; si ésta es la realidad de una UE con dictadura de un país/capital nacional sobre el resto, cabe preguntarse qué puede hacerse desde una posición de paz entre los pueblos, que no entre las clases, de defensa de los derechos de la clase trabajadora, de alegato por las libertades que esa clase necesita para decir NO a su regreso a la esclavitud decimonónica, de búsqueda de alternativas de solidaridades internacionales entre los crecientemente desheredados.
En mi insuficiente pensamiento sólo cabe responder frente a la descomposición de un mercado continental, que nunca llegó a ser tierra de igualdad, justicia y solidaridad auténticas, desde la recomposición de un nuevo internacionalismo de clase, desde el reconocimiento y aplicación de los derechos de los pueblos a su soberanía por encima de sus Estados pero anteponiendo los intereses colectivos de todos los oprimidos bajo la dictadura internacional del capital. Y esa fraternidad internacional, no sólo europea, sino mundial, porque la crisis es sistémica y universal, requiere de una reconstrucción, bajo formas actualizadas pero perennes, de lo alumbrado en 1871 en París, en 1917 en Rusia, en 1919 en Alemania y, por supuesto, fuera de nuestro continente en otros pueblos de la tierra a lo largo del pasado siglo XX. Eso o el caos, la medievalización del capitalismo y la vuelta a la locura de los años 20 y 30 en nuestro continente,
Por mucho que deseemos que una nueva era ilustrada y emancipadora llegue, no vendrá ni desde el confuso magma de los populismos desclasados ni desde unos reformismos que, bajo apariencias de "nuevos" presentan las viejas formas que se agarran a un mundo en descomposición sino desde la insurreción y la voz de los explotados y expulsados del derecho a vivir por la mano criminal del capital. Y su emancipación no será votada en los parlamentos sino conquistada a fuego y piedras en las calles.
Hoy, esto que parece una expresión de demencia para las víctimas que se han instalado en la aceptación del "status quo", deseando que pase el huracán, no está a la vista de lo inmediato pero los hechos vendrán como consecuencia de la agudización de las contradicciones de un sistema que prima el beneficio de una pequeña parte sobre la paulatina expulsión de una gran mayoría del derecho a existir. Las palabras escritas por Rosa Luxemburgo en la última noche de su vida, "¡Yo fui, yo soy, y yo seré!" volverán a cobrar todo su sentido revolucionario. No es una profecía desde ninguna nostalgia olvidada en el tiempo sino el inevitable hecho de que los esclavos volverán a exigir el pan, el trabajo y su libertad, más allá de los espejismos creados mientras tanto por el poder para entretenerlos.
La violencia revolucionaria, más allá de las consideraciones éticas de quienes odiamos las consecuencias dolorosas de la furia social, se impondrá como hecho que se exprese desde la realidad de su necesidad histórica. El capital ya aplica esa violencia en Europa de forma creciente y responderá con ella cuando vea en peligro su posición. Las cartas están echadas.
NI GUERRA ENTRE LOS PUEBLOS NI PAZ ENTRE LAS CLASES
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