Por Marat
Basta ya de intentar convencernos de que de ésta saldremos. Ni vosotros mismos creéis en vuestra afirmación. Del “¿cuándo saldremos de esta crisis?” la población ha pasado al “¿saldremos alguna de ella?”
Basta ya de parches individuales que arreglan las vidas de vuestros amigos o que venden a otros la esperanza de escapar a su destino con la ilusión de ser “emprendedores”. Mezcláis al señorito subvencionado con el pobre hombre que espera escapar a las consecuencias de vuestro desastre y pretendéis adormecer nuestra rabia con las salidas personales.
Basta ya de repetir la espiral de vuestra violencia de clase contra quienes sólo podemos vendernos a nosotros mismos para sobrevivir. El engaño de más austeridad, más recortes, más sangrarnos ya no es creíble.
Basta de vendernos “revoluciones de colores” como si fueran el camino a seguir. Egipto es hoy cuna del islamismo, Túnez conoce la persecución de sindicalistas y militantes de izquierda, Siria sufre el ataque de miles de mercenarios de todos los países, incluido el Estado español, Libia padece un régimen de locura mil veces peor que el del loco Gadaffi. La revolución islandesa no ha sido otra cosa que el experimento de dar salida al capital a través de las protestas de unas clases medias antes accionistas de bolsa que no ha dejado un solo banquero en la cárcel y que ha eximido de culpas al Presidente al que atribuyó en el pasado su crisis.
Basta de performances. Los que entronizaron la plaza de Tahrir en capital de la insurrección mundial nos vendieron que era un revuelta popular lo que sólo ha sido una involución contra la laicidad, como antes lo fue la agresión y ocupación contra Irak. Las plazas sólo les servían como espacios de escenificación de la mascarada que usó el capital para darse una alternativa a sí mismo. Hoy gobierna en Egipto un partido islámico en lo político y liberal en lo económico y en las plazas de Europa, Latinoamérica e Israel sólo están los que pretenden la vuelta a Keynes, no para acabar con el capitalismo, pues Keynes siempre fue liberal, sino para resolver las necesidades de las burguesías de clase media a través de la vuelta a un Estado del Bienestar ya muerto.
Basta de negación de la lucha de clases. El ciudadanismo interclasista, transversal, negador de las diferencias izquierda-derecha y multiplicador de la mentira del “somos el 99%” sólo pretende que las clases medias resuelvan el “qué hay de lo mío”. La crisis capitalista ha supuesto la peor agresión de la historia moderna contra los asalariados, contra los trabajadores, contra las rentas bajas y contra aquellos que mientras a las clases medias les iba bien en los años 90 del crecimiento y el consumo enloquecido nunca recibieron su parte del pastel. Los trabajadores no tenemos porqué subordinarnos a esas clases medias que pretenden recuperar su papel social y traicionarnos. La clase trabajadora debe luchar autónomamente por su propia emancipación.
Basta ya de falsos profetas que pretenden erradicar de la reivindicación la identidad de clase. No necesitamos de ningún patético anciano mesiánico y cordobés que, con un pasado falangista, nos venda la conciliación entre trabajadores y clases medias de la burguesía con ridículos “programas de mínimos” que ya hemos soportado a través de los movimientos “indignados” en puestas en escena destinadas a conducirnos a ningún lugar. Él, como el “movimiento” naZional del que pretende ser “referente” ya tuvieron su momento y ambos demostraron que su proyecto se agota en la escenificación de la nada. Cuando los revolucionarios desnudemos su embuste estaremos acabando con la gran trampa de quienes lenta pero progresivamente nos condicen hacia el fascismo.
Basta ya de posibilismos y de reformismos vergonzantes que, cuanto más nos golpea el capital, más rebajan su programa de lucha. El cuento de la recuperación económica y de la vuelta a los felices años de consumo y simulacro de igualdad bajo el capitalismo que jamás nos alcanzó a los menestrales, a los descasimisados, a los menos que mileuristas, a los viejos que ya no servimos para enriquecer al capital y a los jóvenes eternas promesas no nos lo creemos. No lo queremos. Queremos acabar con el capitalismo y nos negamos a un nuevo escenario de mentiras, luces de neón y promesas que jamás alcanzarán a los explotados en el trabajo.
Basta ya de vendernos linchamientos contra políticos que carecen de capacidad para contener al capital o de hablarnos de corrupción política cuando la naturaleza del capital es corrupta para escamotearnos el derecho a levantar, en plaza pública, la cabeza del burgués y del patrón guillotinados.
Basta ya de ponernos la cara del banquero delante de los ojos para ocultar la de nuestro empresario que nos explota, abusa de nosotros, nos paga con salarios de miseria y tiene el derecho a despedirnos cuando le salga de sus gónadas. Basta de mentirnos diciendo que el único capitalismo malvado es el financiero cuando vivimos cada día el terror del capital en su conjunto.
Basta ya de tratar de convencernos de las bondades de las monjas y las damas de Aldeas Infantiles. Ninguna opresión nos es ajena a los trabajadores, pero cuando vemos que a los pequeñoburgueses os preocupan, antes que cualquier otra cosa, las cuestiones medioambientales, las transversales de “género”, las transculturales, las de alguna tribu del Alto Orinoco o las de los toros, tenemos que deciros: “obtendréis la misma solidaridad que sembréis y la que sembráis nos ignora a los hijos del agobio, a los explotados, a los débiles, a los oprimidos de clase”.
Basta ya de hablarnos de “ciudadanía” y del resto de vuestras chorradas. Cuando dejamos de ser niños a los hijos de los trabajadores nos dejaron claro que si no trabajábamos carecíamos de cualquier derecho y hemos descubierto que los desheredados de fortuna en esta crisis del capital carecemos del derecho al trabajo pero que otros “ciudadanos” se enriquecen a costa de nuestra creciente pobreza. Desde Botín hasta Amancio Ortega, pasando por Juan Roig o por el empresario que cada uno de nosotros soportamos.
Basta ya de hablarnos de ridiculeces como la “democracia participativa”, que no resolverá nuestra hambre física ni de justicia e igualdad. Queremos comunismo, que es lo del común, pero no de ese común de falsas igualdades entre poseedor y desposeído sino del común que nos da derecho a ser, a vivir, a decidir nuestro futuro a los que no tenemos mañana y a pensar y actuar sobre nuestra realidad como trabajadores.
Basta ya de pactos sindicales a nuestras espaldas, basta de componendas políticas, basta de izquierdas que son derechas, basta de justificaciones de gobiernos de progreso en ciertas regiones que pretenden vendernos que, si cambia nuestro carcelero, cambiará el espacio de paseo que nos dejen a los presos.
Basta ya de decirnos que “esto es cosa de todos, salvo de unos pocos” porque sabemos que, siendo mayoría no lo somos tanto que no tengamos que enfrentarnos a muchos que quieren vivir bien, sin conflicto social, haciendo de cortafuegos de nuestros derechos y de apuntaladores del poder económico que nos oprime.
Basta ya de decir que nuestros sueños están superados por la historia, que somos decimonónicos, anticuados o desfasados, cuando los canallas o los ignorantes que les sirven y nos insultan son mucho más caducos en la inmundicia que defienden.
Basta ya de burlaros de nosotros porque reivindiquemos el comunismo, sobre todo cuando lo que defendéis es tan inmoral como vuestros sueños.
Basta ya de decir que el partido que los comunistas construiremos, y que enterrará el de todos los falsos comunistas, está obsoleto porque sois vosotros los que no tenéis respuesta contra el dolor de la humanidad.