- Porque cosifica la realidad humana al reducirla a la voluntad del poder del Estado.
- Porque niega otros movimientos de la historia que no sean las dialécticas derivadas de los intereses de los Estados.
- Porque presenta una visión del mundo en la que la población de los Estados es una caja negra dentro de la que desaparecen las contradicciones y antagonismos entre las clases sociales.
SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
PROPUESTA DE EXIGENCIAS AL POSIBLE PRÓXIMO GOBIERNO DE AMPLIAS ALIANZAS
HASTA LOS COJONES DEL ASUNTO LUIS RUBIALES Y DE TODO EL SHOW
TIEMPO DE PESIMISMO (NO EXAGERAR LOS ADJETIVOS), TIEMPO DE ESPERANZA
SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
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4 de abril de 2020
CORONAVIRUS, INTERESES DE ESTADO Y CONSPIRATONTOS
Por Marat
1.-Si un Estado no tiene enemigo se
lo inventa
Conviene profundizar en este
axioma cínico para explicarlo.
Dentro de un sistema global
capitalista, o de cualquier otra formación económico-social dividida entre
dominantes y dominados, en el que la competencia sustituye casi siempre a la
cooperación, en la que la lógica del beneficio capitalista hace de conceptos
como igualdad o solidaridad un sarcasmo de las Relaciones Internacionales
(RR.II.), el ajuste a la dualidad amigo/enemigo es fundamental para los Estados
tanto a nivel interno (nacional) como externo (internacional).
Hacia el interior de la
comunidad, el enemigo facilita el cierre de filas, ayuda a imponer la ideología
dominante, legitima el orden social como defensa frente al ataque, real,
imaginario o inventado, favorece la creación de consensos y del consentimiento
ante las medidas para combatirlo y permite justificar la represión de la
disidencia como persecución a los supuestos agentes del enemigo dentro de la nación.
Hacia el exterior (la sociedad
internacional), la figura del enemigo ayuda a disfrazar la agresión como legítima
defensa, ofrece la opción de la guerra como salida a una competencia por los
mercados que ya no da más de sí, redefine las reglas morales del juego,
estableciendo tanto las normas escritas como no escritas en el escenario
internacional y, cuando todo ello lo lleva a cabo una potencia regional o mundial,
organiza las alianzas (enemigo común) y los bloques antagónicos de intereses en
litigio.
La escuela norteamericana del realismo político (Hans J. Morgenthau. “Política entre las naciones”), define a
los Estados como actores políticos principales, casi exclusivos, en el marco de
las RR.II., estableciendo como elemento nuclear de dicho enfoque el interés (antecedente en Hobbes)
centrado en la idea de poder (antecedente
en Maquiavelo).
De Maquiavelo y Hobbes a Von
Clausewitz (“De la Guerra”), Von
Bismarck como estadista o Karl Schmitt, fundamentador jurídico del
sistema nacionalsocialista, el realismo político ha estado presente como base
argumental o como práctica política casi desde el principio mismo de la
existencia del Estado, si bien sin llegar a fundamentar un “corpus teórico”,
como sí hace la escuela del realismo político norteamericano, no solo en las
RR.II. sino también en el interior de las naciones como ejercicio de poder.
Esta especie de sacralización del
poder del Estado tiende a ignorar, no solo la existencia de las luchas de
clases en su interior sino también la importancia que desde el siglo XIX van
adquiriendo otros agentes a nivel internacional como la opinión pública
mundial, los movimientos internacionales de masas, etc.
Pareciera que el señalado como
poder omnímodo de los Estados no pudiera admitir, o temiera, a otros actores
internacionales aparentemente menos poderosos.
La visión puramente estatista del
mundo es triplemente reaccionaria:
2.-Fabricantes de “conspiraciones” y conspiranoia
La primera acepción que da la RAE
sobre el verbo conspirar es la siguiente:
“Dicho de varias personas: Unirse contra
su superior o soberano”. Alude a una idea de jerarquía que puede pertenecer
a la vida civil o al Estado.
La segunda de las acepciones
posee un mayor grado de indeterminación: “Dicho
de varias personas: Unirse contra un particular para hacerle daño”. En este
caso el matiz puede ser más horizontal.
De cualquier modo, el verbo
conspirar implica una acción de varias personas unidas por un mismo fin en el
que hay un daño a un tercero, sea éste persona particular o institucional.
Las conspiraciones existen y han
existido a lo largo de la historia pero el movimiento histórico no se explica
por las conspiraciones sino por las relaciones sociales de producción entre las
clases sociales, sus luchas de intereses antagónicos, estamentos en el pasado,
dentro de unas formaciones económico-sociales concretas y por las
transformaciones que éstas experimentan hasta su sustitución por otras.
Una de las conspiraciones más
famosas de la historia es la que planeó y ejecutó el asesinato de Julio César, el general invicto en mil batallas bajo
cuya dirigencia fue derrotado el jefe galo Vercingétorix, el de Astérix. El
complot fue planeado y ejecutado por Marco Junio Bruto, Décimo Bruto
(imagínense cómo serían los otros nueve), Casio (no confundir con la marca de
relojes), en el que participaron unas 60 altas personalidades, entre senadores
y militares (a estos siempre les ha ido la marcha). Murió cosido con 23
puñaladas, lo que debía tocar a casi una por cada tres. Habiendo más de un
Bruto en el complot éste debiera haberse llamado “Una conjura brutal”
Según el historiador Plutarco,
César había sido advertido del complot por un adivino, lo que fue inmortalizado
por Shakespeare en su famosa frase “¡Cuídate de los idus de Marzo!” de su
obra “Julio César”. Dice Plutarco:
“Lo que es más extraordinario aún es que un vidente le había advertido
del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo, y ese día cuando iba
al Senado, Julio César encontró al vidente y riendo le dijo: “Los idus de marzo
ya han llegado”; a lo que el vidente contestó compasivamente: “Sí, pero aún no
han acabado””
Llamativamente los casos de
supuestas o pretendidas conspiraciones que más difusión tienen en Internet
actualmente, lugar privilegiado de los conspiranoicos, tienen como actor a uno
o varios Estados o a un conjunto de individuos que ocupan los lugares más altos
de la escala social, económica y política y conspiran para la dominación
mundial de la toda Humanidad y parte del extranjero.
Retengamos éste último hecho
porque volveremos sobre él más adelante para ver la estupidez astronómica que
hay detrás de los extravagantes delirios actuales sobre las conspiraciones.
No voy a perder ni un minuto en
responder a las “teorías” sobre el 11-S, la de la dominación mundial por una
élite vinculada con los extraterrestres o con las lagartijas, los Illuminati o
cualquiera otra bufonada, propia de idiotas conectados en vena a Internet las
24 horas del día los 365 días del año, pastoreados por gente sin escrúpulos que
busca dinero y notoriedad. Si estos majaderos tuvieran una vida social normal
–y sospecho que sexual. Ellos tienen el codo derecho de tenista y ellas son
devotas seguidoras de la tecnología digital, de dedo -, lo que excluye a la que
cultivan en la red, se dedicarían a cosas más productivas que buscar emociones
intensas en desenmascarar absurdas conspiraciones mundiales que descubren, ¡oh
casualidad de casualidades!, en Google, en Facebook o en Youtube. Para ser tan
oscuras esas conspiraciones bien que las encuentran en lugares de afluencia
online masivas. Son más gilipollas que los acumuladores de papel higiénico, más
preocupados por sus culos que por su salud física o mental.
Pero sí que me interesa la
porquería virtual sobre el coronavirus que estos días se difunde sobre
conspiraciones chinas o norteamericanas.
Cualquier persona que utilice su
cerebro al menos 10 minutos al día y posea algo más de una neurona, entenderá
que si hay una teoría que afirma que a los chinos se les escapó el COVID-Q9 de
un laboratorio en el que lo habían fabricado, y ello contaminó al resto del
mundo, y si hay otra que acusa a Estados Unidos de haber provocado la pandemia
para hundir a China, es que hay intereses de Estado detrás de ambas teorías.
“La guerra es la prolongación de la política por otros medios”,
decía Von Clausewitz y EEUU y China la están haciendo a bulazo (de bulo)
limpio.
Solo un breve inciso para preguntar
a todos esos ociosos dedicados a la teoría general de la conspiración como base
de sus pobres vidas cómo es posible que las dos superpotencias más grandes del
mundo hayan fabricado dos conspiraciones para un mismo virus y ambas hayan
descubierto que fue el otro el que lo fabricó y, aún más, como es posible que
hayan llegado a ser superpotencias y dominar el mundo, teniendo a gente tan poco inteligente para salvaguardar
sus secretos.
Desde la llegada de Trump a la
presidencia USA se ha acentuado el enfrentamiento económico que en el pasado
era soterrada, y se disfrazaba de cooperación, entre dicho país y China.
El discurso previo a su mandato y
el inicial de la Presidencia de Trump puso el énfasis en la decadencia del
papel de Estados Unidos en el mundo, en la emergencia de la amenaza china a la
dominación mundial de la superpotencia norteamericana y en la necesidad de que
ésta recuperase su papel hegemónico.
La lucha por los mercados mundiales,
por conservar o arrebatar áreas de influencia económica en Europa,
Latinoamérica o África, por conquistar la hegemonía tecnológica, clave para
mantener (USA) o arrancar la hegemonía mundial (China), se trasladó al comercio
mundial y ha sido desde entonces la explicación principal del ambiente de los
últimos años de la globalización mundial. Mientras la superpotencia emergente
se esforzaba por alcanzar su dominación, la declinante se debatía entre el
ensimismamiento interno o la amenaza constante a la estabilidad económica
capitalista mundial en la fase declinante de la débil recuperación de la crisis
iniciada a partir de 2013.
Reducir el imperialismo
capitalista a una sola potencia mundial significa no entender la naturaleza
capitalista de la otra gran potencia, reducir el imperialismo solo a la
característica belicosa de USA, sin comprender las características del
imperialismo señaladas por Lenin en “El
imperialismo, fase superior del capitalismo” e ignorar olímpicamente las
contradicciones interimperialistas de las que hablaba el mismo.
Es en este contexto, y con una
intención de uso tanto de consumo interno como externo, en el que hay que
entender los puntos de arranque de los cruces de acusaciones sobre cuál de los
dos Estados es el causante de la pandemia.
En el consumo interno, los
dirigentes de ambos países han de lidiar con sus opiniones públicas y las críticas
a sus actuaciones para frenar la pandemia del COVID-19.
Recordemos que las autoridades
chinas intentaron ocultar al principio la dimensión del problema durante el mes
de diciembre, desprestigiaron e intentaron acallar al doctor Li Wenliang, que
había intentado avisar a sus colegas médicos sobre un virus que creía que se
parecía al SARS, otro coronavirus mortal, y que finalmente dicho doctor murió
al contagiarse mientras trataba a pacientes de la por entonces epidemia.
Por su parte, el psicópata
genocida Presidente Trump se juega la elección al amagar con asumir el coste de
más de 250.000 vidas de norteamericanos, con tal de no confinar a toda la
población y paralizar la actividad económica, mientras su país es el que más
casos de infectados presenta. Necesita inventar un enemigo y nadie como el
gobierno Chino para jugar ese rol.
Llegados a este punto, lo de
menos es que la conspiración por parte de uno o de los dos países sea real o
bulo inventado por sus respectivos entornos políticos. Lo relevante es para qué
y a qué objetivos sirve.
Evidentemente ni el Presidente XI
Jinping ni el mafioso Trump se encargan de difundir personalmente el bulo
conspiranoico. El primero es la cara amable de la dictadura capitalista china,
el segundo es el malvado de ópera bufa del imperio más criminal de la historia
de la humanidad pero no es tan estúpido como el papel que representa.
De ello se encargan personajes de
segunda fila. En el caso chino, el portavoz del Ministerio de Relaciones
Exteriores, Zhao Lijian fue el encargado de lanzar la teoría de la culpabilidad
de Estados Unidos. En el de USA es el entorno de ultraderecha del Presidente.
No hay que rebuscar mucho para acabar dando con la cochambre panfletaria como la
que publican en Breitbart News e Infowars. Por cierto, no está de más recordar
como algunos sectores que actuaban en su día en torno al 15M en las redes
babeaban y difundían la mierda que soltaba por su boca en sus vídeos Alex Jones
(Infowars), que ahora se forra online vendiendo productos como suplementos
vitamínicos, alimentos de supervivencia para resistir al COVID-19, ropa y
accesorios para armas.
A nivel exterior, culpar desde
China a Estados Unidos de la propagación del virus es una forma de control de
daños a la imagen de un país al que la extrema derecha norteamericana señala
como responsable al hablar del “virus chino”, del “virus de Wuhan” o
directamente de que se les escapó de un laboratorio, cuando los principales
expertos en pandemias víricas están de acuerdo en que su origen está en elsalto de animal a humano, provocando reacciones de sinofobia (xenofobia contra
las personas chinas o de origen chino). Una y otra superpotencia tienen
intereses bastardos en fabricar sus respectivas teorías de la conspiración del
coronavirus
Los esbirros que propagan el bulo
conspiracionista por un salario sirven conscientemente al poder de ambos imperialismos.
Condenar moralmente a quien es amoral por definición es absurdo, lo mismo que a
la ultraderecha dedicada a la propagación del odio por los bulos que cada día
crea y elabora contra las políticas de confinamiento y protección de la
población, a fin de defender los intereses del capital. La única respuesta que
cabe frente a esa gentuza de estercolero es desenmascararla y acabar con ella.
Pero el idiota, el ignorante, el
que carece de sentido crítico, el que difunde el conspiracionismo porque otros
muchos lo han hecho antes, el que actúa frente a la realidad de forma
autoreferencial, seleccionando solo los datos que confirman lo que previamente
está empeñado en sostener, el que hace oídos sordos a los argumentos
racionales, es el bobo útil.
Conspira no solo contra los
intereses colectivos de las clases subalternas sino contra los suyos propios.
Es el correo de intereses de un capitalismo mundial, al que sirve como conspiratonto, que hará pagar, cuando
pase la pandemia del coronavirus, a la clase trabajadora la caída de su tasa de
ganancia en forma de recortes sociales mucho mayores de los hasta ahora
conocidos, pobreza, paro y austeridad. Su papel como difusor de teorías
interesadas de la conspiración en torno al coronavirus sirve para distraer a
las futuras víctimas de ese negro futuro que se nos viene encima.
Quien elige a uno de los
imperialismos (sea el yankee, el chino, el ruso, el alemán o cualesquiera otro)
como el bueno y al otro como el malo, siendo todos ellos partes del mismo
capitalismo mundial, es una sabandija despreciable, sea de modo consciente o
inconsciente, como esos idiotas que reenvían cualquier bulo, sin pensar en las
consecuencias de sus propios actos.
3.-Apéndice: nuevas oleadas de basura mediática con la excusa del
coronavirus
Vivimos tiempos en los que la
irracionalidad, la estupidez, las ideas reaccionarias, la vuelta al pensamiento
mágico, la expansión de las supersticiones, crecen de manera vertiginosa.
Hemos salido de la
modernidad, durante siglos marcada por la confianza en el conocimiento
científico, la razón humana, el progreso y el creciente laicismo para adentrarnos
en una nueva medievalización del pensamiento.
En el mismo escenario que el
regreso de los fascismos, el crédito del bulo por encima de la búsqueda de la
verdad de los hechos, el conspiracionismo y la conspiranoia como “método” de
interpretación del mundo, se encuentran otros fenómenos que están inaugurando
una nueva época de oscurantismo. No es casualidad. Obedecen a una misma causa.
La pérdida de confianza en la razón, la ciencia y el progreso de la humanidad
como mecanismos de la interpretación del mundo, de nuestras vidas y de
construcción de nuestra realidad colectiva.
La crisis capitalista, sin visos
de ser superada de modo igualitario por una nueva formación económico-social
más justa y a la medida del ser humano, la inestabilidad del mundo, la realidad
líquida, evocando a Bauman, el miedo difuso al futuro, los crecientes desafíos
y amenazas a los que nos enfrentamos como especie, está abriendo la puerta a
nuevos monstruos.
Pero a su vez hay una
intoxicación permanente e intencionada de la mente humana con el fin de
acentuar y acelerar este proceso.
En este punto, creo necesario
señalar que la difusión que se da a este tipo de contenidos en las redes sociales
no es imputable a estas mismas sino a los propios contenidos que se difunden, a
la intención de quienes los producen para consumo rápido e irreflexivo (y por
supuesto a los ignorantes que los comparten, como acto de fe o bien por curiosidad,
mero divertimento o aburrimiento), y al algoritmo con el que se prioriza lo
banal, el narcisismo, lo irracional, lo extravagante, lo reaccionario, lo
pseudocientífico frente a lo relevante, lo igualitario, lo democrático, lo
racional y lo científico.
Quienes culpan sin más a las
redes sociales sin tener en cuenta lo anterior actúan del mismo modo en el que
bobo mira el dedo del sabio mientras éste señala la luna. No es el medio el responsable
de toda la basura que hay en ella sino la manipulación del mismo por parte de
quienes controlan el medio y los intereses que hay detrás de dicha
manipulación.
Al fenómeno de la pandemia del
coronavirus se han adosado otros dos epifenómenos como los parásitos que se
fijan a la piel de un animal y sobre los que merece la pena que nos detengamos,
por mucho que no hayan adquirido la notoriedad del discurso conspiracionista o
conspiranoico pero que previsiblemente irán en aumento en los próximos tiempos.
Uno de ellos, estaba ya entre
nosotros. El otro ha acabado por emerger siguiendo la lógica de un discurso en
sí mismo patológico.
Me refiero al brote de ecofascismo, que sigue una línea de
discurso previo que lleva hasta sus últimas consecuencias, y a las supersticiones, esoterismos y
pseudociencias que ahora proliferan con más auge en Internet, movidas por
el negocio de gente sin escrúpulos y seguidas y difundidas por ignorantes.
En el caso del ecofascismo del que
ahora empiezan a hacerse eco algunos medios de comunicación que antes daban
alas a su desarrollo ideológico es necesario explicar de qué hablamos.
El ecofacismo actual, ligado a la
crisis del coronavirus, poco tiene que ver con los neofascistas que pueblan
Europa y gran parte del mundo, por mucho que ellos actúen con el oportunismo que
les es propio, fomentándolo a través de ideas como la conexión patria-naturaleza-paisaje,
del mismo modo que Edelweiss, por una pirueta histórica paso de ser un símbolo de
la resistencia pasiva frente al nazismo, a ser la flor de éste, al evocar el
clima agreste y las montañas en las que nace, tan queridas por esta ideología.
Viene de la mentalidad reaccionaria
de algunas corrientes ecologistas y del totalitarismo que irradia el veganismo
mayoritario.
Imágenes que estos días de
confinamiento nos mostraban vídeos y fotografías de jabalíes hozando en la
basura de los extrarradios de una ciudad, delfines saltando alegremente en
aguas de las que habían desaparecido hacía años, descensos meteóricos del CO2 en
grandes ciudades, cuyo aire era antes irrespirable, ríos muertos cuyas aguas ahora
cristalinas volvían a estar llenas de peces,…Imágenes idílicas que nos
mostraban al coronavirus como el gran salvador de Gaia, como la oportunidad
para la regeneración del Planeta mientras los seres humanos permanecían
confinados en casa, conectados a un tubo de respiración en las UCIs del mundo,
hacinados en las morgues de las ciudades. No, el virus no era el asesino sino
el ser humano el que destruía el Planeta. Según tan aberrante idea, la Tierra
se estaría “purgando” de la maldad destructiva del ser humano, salvándose al
eliminar a buena parte de la humanidad. Puro ultramaltusianismo nazi, no muy
alejado de las aberraciones de ese grupo de zumbados de origen estadounidense –de
donde provienen la mayoría de los grupos de tarados del mundo- que se hace
llamar Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria y que propugna que el ser
humano deje de reproducirse. Claro, mejor adoptar gatitos y perritos, dónde va
a parar.
Ese relato, aparentemente naif,
que había sido antes alimentado por los medios del sistema en su “bienintencionada”
intención de dar buenas noticias en medio del caos, el miedo y la muerte, tenía
sus precedentes.
Recordemos como tan solo un mes
antes de que estallara el coronavirus los veganos aún llamaban asesinos a los
omnívoros por comer carne, los antitaurinos brindaban por la cogida del torero,
deseando su muerte, o las corrientes más acríticas del ecologismo echaban sobre
las espaldas individuales a partes iguales culpa y responsabilidad de destruir
o salvar el Planeta, mientras esquivaban la condena al capitalismo como sistema
de explotación del ser humano, de empobrecimiento de gran parte del mundo y de
esquilmación de la naturaleza y de los recursos naturales. Y es que, genios de
la responsabilidad individual en la lucha contra el cambio climático, el
capitalismo al que evitáis criticar carece de sentido social o de sensibilidad
medioambiental. Para él, el ridículo e hipócrita término de “sostenibilidad” solo se refiere a la
de la tasa de ganancia y a la rentabilidad de la actividad económica. Y lo
demás, como siempre, mera propaganda.
En las redes sociales el
algoritmo selecciona y segmenta las opiniones y preferencias, que no siempre
son previas sino que pueden partir de contenidos compartidos sin ser consciente
de su significado pero que van creando una comunidad de pensamiento en el que
se va formando la opinión de grupo. La responsabilidad del individuo debiera
estar en tener criterio propio para discernir lo cierto de la basura, pero lo
cierto es que en los tiempos actuales en los que se produce una sobresaturación
de información, una sobreexposición a la misma y una velocidad de bombardeo de
los contenidos, la capacidad de reflexión es mínima en la mayoría de los
individuos que, en muchos casos, tienen una baja comprensión del significado de
lo que leen, escuchan o ven, frecuentemente de forma descontextualizada y sin
capacidad de reflexión. Compartir o no contenidos se convierte en un acto de
impulso, frecuentemente limitándose la motivación de hacerlo por el título de
la “noticia” o quien sea el emisor. Uno no siempre nace fascista, como no
siempre nace imbécil. Acabar siendo un fascista, o un memo que le da al botón
de compartir sin saber lo que hace, es un proceso.
El confinamiento, que en España
se prolongará previsiblemente bastante más allá de un mes, el miedo al virus y
la muerte, la sensación de una realidad que se nos escapa, convertida en pesadilla
de la que no podemos despertar, la percepción de fragilidad de cada ser humano,
la conciencia de que nos abocamos a un mundo cada vez más inseguro, golpean duramente
sobre la mente humana.
Mantener la capacidad de raciocinio,
cuando se ha impuesto el aislamiento social, la desmoralización colectiva está
ampliamente extendida y la posibilidad de interacción en la creación de discurso
social, desde hace mucho tiempo vertical, es casi un imposible. El discurso hoy
se ha convertido en una consigna nacional, repetida machaconamente por todos
los medios mayoritarios de la comunicación, salvo los de extrema derecha, que
hacen su guerra no contra la pandemia sino contra el gobierno.
En ese estado de cosas, cuando el
desánimo es la tónica general, la razón parece batirse en retirada, la
esperanza en la ciencia se tambalea y emergen de nuevo las sombras de las
supersticiones, los charlatanes de números 806, los esoterismos más
estrambóticos, los desaprensivos de las sanaciones espirituales, propagandistas
de las pseudociencias y pseudoterapeutas, tarotistas, etc.
En estos días, diferentes
instituciones y sociedades médicas se han visto obligadas a exigir, una vez
más, al Gobierno español que ponga coto a los desmanes de pseudociencias y
homeópatas por la gravedad para la vida humana del engaño con el que tratan de
convencer a los sectores más crédulos de la sociedad de que su chamanismo de
ocasión puede enfrentar al coronavirus.
Estos mercaderes del miedo, la
ignorancia y la reacción llevan mucho tiempo vendiendo su mercadería del engaño
pero, en medio de la pandemia del coronavirus, pueden añadir más letalidad con
su homeopatía de agua con azúcar para desesperados y necios y el timo de la
falsa esperanza en el resto de pseudociencias y demás inmundicia espiritualista.
Frente al asalto a la razón, que
denunció el filósofo marxista George Lukács, en estos tiempos oscuros de
confusión ideológica es necesario levantar de nuevo el pensamiento racional y el conocimiento
científico.
Frente al conspiracionismo y la
conspiranoia es necesario el análisis
concreto de la realidad concreta, la
explicación dialéctica de la historia con sus procesos sociales, económicos y
políticos, dentro del que los antagonismos
entre las clases sociales cobran una especial importancia para comprender
el mundo en el que vivimos, demostrando que la realidad no se mueve por fuerza
oscuras y secretas sino por una lucha de
clases que se produce cotidianamente a la vista de todos y que solo la
ignorancia, el cinismo o la falta de compromiso político pueden negarlo.
Frente al fascismo, con el ropaje
que se presente, solo la lucha
ideológica y la organización de
clase con una perspectiva anticapitalista
y socialista pueden dar la respuesta.
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15 de noviembre de 2015
ATENTADO CRIMINAL DE PARÍS E IDIOTIZACIÓN DE CIERTA "IZQUIERDA"
Por
Marat
Esa
idiotización, junto con las prácticas de renuncia permanente de sus
aparatos, es la que me hace sentirme más y más alejado cada día de
ese mundo que se reivindica tal.
Tranquilos, no me he hecho de
Podemos ni de Ciudadanos. Quienes me conocen saben de qué pie cojeo.
Estoy absolutamente
convencido de que la derecha existe y opera -¡vaya si opera!-, lo
que no creo es que exista ya la izquierda, salvo la sistémica, que
sólo en campaña alude a algún término de sus raíces, entreverada
de todo un neolenguaje que no proviene de su cosecha sino de la del
liberalismo más o menos declarado: ciudadanos
(de tanto llamarles, les hicieron partido), bien común, pobres y
ricos (escondiendo el origen de la riqueza y de la pobreza en la
explotación y en la propiedad privada de los medios de producción),
etc., etc.
Sencillamente,
como comunista, creo que ese magma en descomposición que se
autodenomina izquierda cada vez tiene menos que ver conmigo. Creo
firmemente que los mundos de lo que aún se llama la izquierda y los
de los comunistas, que buscamos la reconstrucción del discurso
emancipador en toda su necesaria radicalidad. se van separando
irremediable y necesariamente.
Si
algo ha caracterizado al pensamiento marxista ha sido el intento de
explicar mediante el método y el análisis la realidad para
transformarla. Cuando no ha sido así, cuando el discurso y el
análisis se han “despistado” por ciertos derroteros, se ha caído
en la estupidez, en la reducción al absurdo, o directamente en el
disparate
más ridículo.
Y
hablo de pensamiento marxista porque a la altura casi del 2016 y de
una crisis capitalista que, lejos de superarse, vuelve sobre sí
misma con renovados bríos -esperemos nuevas vueltas de tuerca en
Europa; muy pronto-, no veo que pueda existir otra posición crítica
de raíz contra el capital que la que contemple acabar con este
sistema de dominación, explotación y locura para construir una
sociedad socialista. Y eso, quiéranlo o no, pasa por el marxismo.
Desafortunadamente,
dos fenómenos históricos -la ausencia de extraordinarios pensadores
marxistas, tras Marx, Engels, Rosa Luxemburgo y Lenin y el
alejamiento del horizonte de la ola revolucionaria tras la revolución
sandinista, que coincidiría con la contrarrevolución ultraliberal
mundial- traerían por mucho tiempo un largo período de sequía
intelectual y de acción en el campo marxista, golpeado duramente
después por el fin del experimento soviético.
A
partir de ahí, toda una involución política habría de sucederse
en lo que se ha llamado “la izquierda”. La socialdemocracia se
hizo social-liberal, los comunistas se convirtieron en
socialdemócratas (perdón, eurocomunistas), renunciando en Europa a
ser tales y hablando de sí mismos como “la izquierda” (PIE, Die
Linke, IU y demás congéneres). Para ellos, el Estado dejó de tener
una naturaleza de clase y pasaron a contemplarlo como un aparato
neutral, la lucha de clases se quedó en sindicalismo de
concertación, mesa y mantel con la patronal y buena parte de los
trotskistas se apuntaron al cumbayá antiglobalización y comeflores.
No
quiero juzgar estos hechos desde términos simplistas como traición
o engaño. No niego que estos existan pero es una simpleza de mentes
perezosas explicar la historia sólo en base a estos argumentos. Lo
que sucedió es que faltó nervio en el pensamiento, que se fue
refugiando cada vez más en la academia, y en pensadores de menguante
talla en cada generación, sobraron kilos de grasa y aburguesamiento
en las “aristocracias obreras”, se desconectó teoría de una
praxis enormemente difícil y el capitalismo ganó la batalla
ideológica a través de un modelo de “libertad e igualdad”
referenciados en el acceso al consumo de masas de las clases
trabajadoras.
Ahí
es cuando la izquierda definitivamente se jodió. Para cuando quiso
reaccionar a la llegada de una crisis capitalista, incapaz de
distinguir el culo de las témporas, acabo por meterse en toda una
serie de fregados ajenos a su pensamiento: que si el crudivorismo,
que si el animalismo, que si el “especismo” y otros tontismos que
les compró a los neopijos de clase media, que la transversalidad y
el inclusivismo con esa pequeña y mediana burguesías que también
explotan a la clase trabajadora, a la que incluyeron en su rollo del
99% atacado por un único 1% de capitalistas (el INE da bastantes más
pero ellos les llamarían “compis”), que si “no es una crisis,
es una estafa”, con la que deducimos que si no hubiera habido
estafa en una crisis que SI existe, el capitalismo sería guay para
esta gente, que sí...tanta basura ideológica.
En
el fondo no es otra cosa que la caída de esas izquierdas en los
reaccionarios brazos de la postmodernidad. Dentro del pensamiento
postmoderno, la creación permanente de teorías conspirativas para
explicar la realidad de las grandes cuestiones económicas, sociales,
políticas es un rasgo distintivo.
En
esto sí que la cosa es transversal, el conspiracionismo es una
visión de los fenómenos que afectan a lo colectivo al que son muy
aficionados tanto un sector de las “izquierdas” moñas, new age y
amantes del sándalo -básicamente las que se identificaban con el
15Mayismo del “No es una crisis, es una estafa”-, como las
aparentemente más hard.
Entre
los primeros tenemos a los que buscan símbolos de los Illuminati en
los billetes de dólar, los obsesionados con las oscuras y secretas
-¡¡¡¡uuuuuuuuuuhhhh!!!- reuniones del Club Bilderberg, tan del
gusto de Iker Jiménez, el calvito exaltado Enrique de Vicente y el
chiflado profeta de los chemtrails, Rafapal. Como si no existieran ya
los G-20, los G-8, las Cumbres de Davos y 100 reuniones capitalistas
mundiales más, bastante públicas y publicadas y como si el
capitalismo temiera la reacción de la población mundial ante
cualquiera de los designios a los que pueda condenar a la humanidad,
cuando es sabido que ésta se traga una trirreme romana con los
galeotes en pie y los remos, con su paletada de mierda en ellos, en
punta.
A
estas alturas, con la indiferencia, el individualismo, el egoísmo y
el narcisismo de cada sujeto, unidos al aborregamiento colectivo,
producto de la sobreexposición informativa/performativa tanto de los
medios de embrutecimiento colectivo como de los de cada chalado que
cree tener algo que decir, apenas son necesarias las conspiraciones.
No digo que no las haya, las he denunciado cuando he creído que así
era pero no son ni tantas ni tan delirantes. Hoy basta con
desinformar o mentir al estilo del borracho y anormal hijo de George
Bush senior: “De acuerdo con las resoluciones 678 y 687, ambas
aún vigentes, Estados Unidos y nuestros aliados estamos autorizados
parar utilizar la fuerza y despojar a Irak de armas de destrucción
masiva”.
Distingamos
entre una conspiración y una mentira porque, si no lo hacemos, hasta
lo del “Luis sé fuerte” acabará por parecernos una
conspiración contra Marianico.
Tenemos
también a otros más hard en su crítica al imperialismo desde la
conspiranoia, lo que consigue el efecto de desactivar aquella cuando
más necesario es su ejercicio contra esta forma criminal de
dominación sobre los pueblos y sus clases populares.
Aún
colean afirmaciones de que el 11-S fue un autoatentado (ni el mago
David Coperfield habría logrado un efecto de desaparición tan
descomunal), que si las torres cayeron así o asao, que si los
aviones, que si...Tras la anterior, vino la insinuación, afirmación
en muchos casos, de que lo de Charlie Hebdo también lo fue, ahora
algunos insinúan y afirman que el atentado del pasado viernes 13 en
París también lo era. Y todo porque unen una acción a una reacción
y porque ha aparecido el pasaporte de uno de los terroristas. Pero de
las 3 que acabo de citar sólo hubo reacción directa tras el
atentado de las Torres Gemelas, con la invasión de Afganistán,
porque después del atentado de Charlie Hebdo no hubo reacción
directa ni inmediata sino que los países imperialistas (USA, la
propia Francia, sus títeres de Arabia Saudí, Israel y Turquía) han
seguido entrenando y alimentando a la bestia islamofascista, sí
islamofascista, con todas sus letras, de Al Nusra y del Daesh (ISIS).
Incluso los supuestos bombardeos de países de la OTAN, con USA al
frente, contra los terroristas han sido de rechifla. Lo han
reconocido hasta muchos de sus voceros mediáticos, aunque
disfrazándolo en un cuestionamiento de su eficacia. Ha sido tan
evidente que no han hecho nada que la simple intervención de Rusia
sólo por aire ha cambiado el curso de la guerra en Siria.
Y
está por ver que puedan plantearse dividir el país o derribar al
legítimo gobierno sirio, con una intervención que pudiera venir
“justificada” por ese supuesto autoatentado en Francia cuando
dicho gobierno
cuenta con el apoyo de Rusia y de Irán. En
esa situación Estados
Unidos y la OTAN podrían enfrentarse a una III G.M. cuyas
consecuencias serían
ser terribles también para sus propios Estados. ¿O nos hemos
olvidado ya de las armas nucleares? ¿Alguien cree de verdad,
sensatamente, que en la locura de enfrentamiento entre Rusia y USA,
sus presidentes serían
capaces de renunciar
al armamento nuclear? ¿Son ustedes conscientes de lo que
significaría una escalada de tal calibre en la que Rusia contaría
con el apoyo de China? ¿De
verdad creen que por muy criminal que sea el imperialismo USA es tan
estúpido de correr el riesgo de ser destruido? Francia,
Estados Unidos
y muy probablemente la OTAN incrementarán su intervención en Siria
pero sin colisionar militarmente con Rusia, sino muy probablemente
teniendo que
coordinarse, por mucho que no quieran,
con ésta. De hecho,
el atentado de Daesh refuerza la posición rusa en ayuda del gobierno
sirio porque evidencia que es el único que hasta ahora les ha
combatido y demuestra a
gran parte de las opiniones públicas del mundo que USA y la OTAN no
han hecho nada para combatirles, aunque la mayoría ignore que les
han armado y financiado.
En
cualquier caso, esto no debe hacernos olvidar una cuestión que desde
cierta posición de “izquierda” conspiracionista se ignora. Hoy
Rusia juegue un papel de progreso, y hay que decirlo con claridad y
sin rodeo alguno, en apoyo del pueblo sirio y de su gobierno contra
el terrorismo criminal. Pero
lo que se dirime en el tablero de Oriente Medio son también las
contradicciones interimperialistas porque no hay sólo
un imperialismo (el de
USA y sus adláteres de la OTAN) sino también el de Rusia (un
país capitalista dirigido por una oligarquía económica),
que busca proteger sus fronteras orientales del islamismo más
fanático, incrementar su influencia en esa zona de Asia y asegurar
su salida al Mar Negro a través del puerto de Tartus. Les
recomiendo a quienes
mis afirmaciones les
hayan escandalizado que
lean
la posición del Partido Comunista de Grecia (KKE) al respecto.
¿Saben
ustedes lo que significa su afirmación de que todo es conspiración
del imperialismo? Una postura absolutamente reaccionaria porque
supone afirmar que el capitalismo lo controla todo, que no puede ser
golpeado más que por sí mismo y desde dentro. Es reificar (tómese
la expresión en términos marxistas) el poder del Estado capitalista
hasta límites insospechados. Desde luego repudio el terrorismo como
instrumento de acción que golpea sobre inocentes, a menos que
neguemos tal condición a los parisinos porque muchos hipócritas se
la niegan al sufrido pueblo sirio, pero de eso a pretender que el
capitalismo y el imperialismo han cerrado todas las salidas es un
absurdo, y un acto de enamoramiento tácito de su fuerza.
Lo
que ha ocurrido simplemente, y con todo el respeto y afecto hacia las
víctimas, es que los monstruos del Daesh conocían bien el país
sobre el que atentaban, porque “Marsellesas” saliendo del campo
de fútbol aparte, saben que los franceses son un pueblo que sostiene
con dificultad su heroísmo, como demostró su lamentable papel
durante la ocupación nazi en la II G.M. Han golpeado a los más
débiles en su psicología colectiva como pueblo, de entre aquellos
que alardeaban de bombardearlos (mucho daño no les habían hecho
hasta el momento), sabiendo que serían mucho más impresionables que
los británicos, por nombrar otro país europeo. Y de paso, han
demostrado que aún mantienen una alta capacidad de atentar con una
precisión propia de profesionales.
No
quiero cerrar este texto sin referirme a la segunda cuestión de lo
que entiendo como idiotización de la “izquierda” en el contexto
de los gravísimos atentados de París.
El
discurso del “cuidado con la islamofobia” y de negar que la
religión tenga un peso concreto, desde luego no el principal, en mi
opinión, en los conflictos del terrorismo yihadista es tan estúpido
como afirmar que el yihadismo y lo que los sectores más
radicalizados del mismo entienden por yihad no tiene sus raíces en
la religión islámica o que son falsos islamistas o yihadistas.
No,
no señores, no se trata de islamofobia sino de reconocer el
componente identitario y cultural que para muchos jóvenes de países
europeos, hijos de inmigrantes que viven en barrios marginales, desarraigados, sin salidas
profesionales de futuro, con choques culturales entre la comunidad de
origen de sus padres y la de su nacimiento, representan determinadas
corrientes del islam que dan salida a su rabia y a su frustración,
que les fanatizan y que les llevan a situar al otro, al que no
pertenece a su identidad, como alguien que merece morir. ¿Acaso no
se parece ese odio al otro a lo que en su día practicaron los
cristianos en las cruzadas, acaso no es lo que practica el sionismo y
sus ramas más radicales con los jóvenes palestinos? ¿Acaso USA no
tiene en sus monedas, en sus billetes y hasta en su himno nacional la
expresión “in god we trust” (en dios confiamos)? ¿Acaso los
ejércitos no tienen a sus clérigos que bendicen a sus soldados para
que maten mejor? ¿Acaso la iglesia católica española no se puso de
lado de los sublevados contra un gobierno legítimo? ¿Acaso Pio XI
no bendijo los cañones italianos que partían para la guerra de
Abisinia, tras considerar a Mussolini como “un hombre de la
Providencia”? ¿Es que lo que vale para condenar unos
fundamentalismos no ha de valer para otros? ¿Hay un “opio del
pueblo” mejor que otro? Aclárenmelo, señores de cierta
“izquierda” porque yo de ese no quiero tomar, ni del de la
Biblia, ni del de la Torá, ni del de El Corán.
Hoy
el mundo sufre una involución fanática, anticientífica, iluminista
en palabras de Adorno, se medievaliza rápidamente en lo moral
mientras en lo científico se deshumaniza a marchas forzadas.
Volvemos al pensamiento mágico, a la superstición religiosa, a la
intolerancia con el que no comulga con las estupideces criminales de
los clérigos, me da igual de la religión que sean.
Sí,
se que me dirán que hay versiones del islamismo tolerantes pero
ninguna religión que afirme que hay un dios por encima del ser
humano me parece otra cosa que barbarie, la misma barbarie que enseña
en las escuelas o en las sinagogas o en las madrasas que el hombre
viene del barro, que sostiene teorías creacionistas o la más
moderna del diseño inteligente. Y no, no soy un anticlerical, aunque
a alguno se lo parezca. Me limito a ser un ateo que exige que la
religión no salga de las iglesias, deje de invadir aspectos de la
vida colectiva y que el Estado sea laico, no meramente aconfesional.
En
definitiva, que el atentado ha sido realizado por aquellos que han
sido armados por los países imperialistas de la OTAN, por la
satrapía criminal de Arabia Saudí y, a partes similares, por los
Estados semiteocráticos de Israel y de Turquía. Pero los jóvenes
fanatizados del Daesh y de Al Nusra martirizan y aceptan el martirio
en nombre de su dios, más o menos como vienen haciendo o hicieron
los que tienen otros idolillos inventados.
Señores
de la “izquierda”, émulos de Roger Garaudy, el intelectual
marxista que primero se convirtió al catolicismo y luego se hizo
islamista, dejen de hacer el canelo, abandonen su pereza intelectual
y pregúntense qué hacer para que las ideas laicas, de progreso, de
avance social y de revolución emancipadora del ser humano no
continúen retrocediendo y los hombres, mujeres y jóvenes encuentren
una esperanza humanista, sin dioses ni ridículos fetiches que les
alienan y esclavizan. Para empezar, dejen de involucionar ustedes
mismos hacia la defensa de la reacción bajo la disculpa de no
satanizar al islam porque mundo árabe no tiene porque ser lo mismo
que musulmán. De hecho, en otras épocas no lo ha sido. Vuelvan a
sus principios laicos y dejen de decir tonterías. No sea que acaben
por comportarse como los imperialistas que combatieron a los
gobiernos laicos y progresistas del mundo árabe como parte de su
lucha contra el comunismo. Por paradoja también se hace el imbécil.
¿O
es que a algunos se les ha olvidado ya la relación entre la base
material (infraestructura) sobre la que se edifican las sociedades y
las ideologías (superestructura) que las justifican?
NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Puede que también le interese:
"Basta
de mentiras y pasteleos contra los derechos del pueblo sirio":
http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2015/11/basta-de-mentiras-y-pasteleos-contra.html
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