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4 de abril de 2020

CORONAVIRUS, INTERESES DE ESTADO Y CONSPIRATONTOS

Atuendo y atrezzo obligados del conspiratonto: cucrucho de
plata, camiseta con inscripción "sex machine", gafas
culobotella, cajas de pizza y del Happy Meal de 
McDonald´s vacías, montones de latas de Coca-Cola 
por el suelo, 7 pantallas de ordenador, montones 
de frascos llenos de orines, un wc portatil, 3 cajas 
de condones DUREX caducadas,...
Por Marat

1.-Si un Estado no tiene enemigo se lo inventa

Conviene profundizar en este axioma cínico para explicarlo.

Dentro de un sistema global capitalista, o de cualquier otra formación económico-social dividida entre dominantes y dominados, en el que la competencia sustituye casi siempre a la cooperación, en la que la lógica del beneficio capitalista hace de conceptos como igualdad o solidaridad un sarcasmo de las Relaciones Internacionales (RR.II.), el ajuste a la dualidad amigo/enemigo es fundamental para los Estados tanto a nivel interno (nacional) como externo (internacional).

Hacia el interior de la comunidad, el enemigo facilita el cierre de filas, ayuda a imponer la ideología dominante, legitima el orden social como defensa frente al ataque, real, imaginario o inventado, favorece la creación de consensos y del consentimiento ante las medidas para combatirlo y permite justificar la represión de la disidencia como persecución a los supuestos agentes del enemigo dentro de la nación.

Hacia el exterior (la sociedad internacional), la figura del enemigo ayuda a disfrazar la agresión como legítima defensa, ofrece la opción de la guerra como salida a una competencia por los mercados que ya no da más de sí, redefine las reglas morales del juego, estableciendo tanto las normas escritas como no escritas en el escenario internacional y, cuando todo ello lo lleva a cabo una potencia regional o mundial, organiza las alianzas (enemigo común) y los bloques antagónicos de intereses en litigio.

La escuela norteamericana del realismo político (Hans J. Morgenthau. “Política entre las naciones”), define a los Estados como actores políticos principales, casi exclusivos, en el marco de las RR.II., estableciendo como elemento nuclear de dicho enfoque el interés (antecedente en Hobbes) centrado en la idea de poder (antecedente en Maquiavelo).

De Maquiavelo y Hobbes a Von Clausewitz (“De la Guerra”), Von Bismarck como estadista o Karl Schmitt, fundamentador jurídico del sistema nacionalsocialista, el realismo político ha estado presente como base argumental o como práctica política casi desde el principio mismo de la existencia del Estado, si bien sin llegar a fundamentar un “corpus teórico”, como sí hace la escuela del realismo político norteamericano, no solo en las RR.II. sino también en el interior de las naciones como ejercicio de poder.

Esta especie de sacralización del poder del Estado tiende a ignorar, no solo la existencia de las luchas de clases en su interior sino también la importancia que desde el siglo XIX van adquiriendo otros agentes a nivel internacional como la opinión pública mundial, los movimientos internacionales de masas, etc.

Pareciera que el señalado como poder omnímodo de los Estados no pudiera admitir, o temiera, a otros actores internacionales aparentemente menos poderosos. 
La visión puramente estatista del mundo es triplemente reaccionaria:
  •          Porque cosifica la realidad humana al reducirla a la voluntad del poder del Estado.
  •      Porque niega otros movimientos de la historia que no sean las dialécticas derivadas de los intereses de los Estados.
  •      Porque presenta una visión del mundo en la que la población de los Estados es una caja negra dentro de la que desaparecen las contradicciones y antagonismos entre las clases sociales.

2.-Fabricantes de “conspiraciones” y conspiranoia
La primera acepción que da la RAE sobre el verbo conspirar es la siguiente: “Dicho de varias personas: Unirse contra su superior o soberano”. Alude a una idea de jerarquía que puede pertenecer a la vida civil o al Estado.

La segunda de las acepciones posee un mayor grado de indeterminación: “Dicho de varias personas: Unirse contra un particular para hacerle daño”. En este caso el matiz puede ser más horizontal.

De cualquier modo, el verbo conspirar implica una acción de varias personas unidas por un mismo fin en el que hay un daño a un tercero, sea éste persona particular o institucional.
Las conspiraciones existen y han existido a lo largo de la historia pero el movimiento histórico no se explica por las conspiraciones sino por las relaciones sociales de producción entre las clases sociales, sus luchas de intereses antagónicos, estamentos en el pasado, dentro de unas formaciones económico-sociales concretas y por las transformaciones que éstas experimentan hasta su sustitución por otras.

Una de las conspiraciones más famosas de la historia es la que planeó y ejecutó el asesinato de Julio César, el general invicto en mil batallas bajo cuya dirigencia fue derrotado el jefe galo Vercingétorix, el de Astérix. El complot fue planeado y ejecutado por Marco Junio Bruto, Décimo Bruto (imagínense cómo serían los otros nueve), Casio (no confundir con la marca de relojes), en el que participaron unas 60 altas personalidades, entre senadores y militares (a estos siempre les ha ido la marcha). Murió cosido con 23 puñaladas, lo que debía tocar a casi una por cada tres. Habiendo más de un Bruto en el complot éste debiera haberse llamado “Una conjura brutal”

Según el historiador Plutarco, César había sido advertido del complot por un adivino, lo que fue inmortalizado por Shakespeare en su famosa frase  “¡Cuídate de los idus de Marzo!” de su obra “Julio César”. Dice Plutarco:

“Lo que es más extraordinario aún es que un vidente le había advertido del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo, y ese día cuando iba al Senado, Julio César encontró al vidente y riendo le dijo: “Los idus de marzo ya han llegado”; a lo que el vidente contestó compasivamente: “Sí, pero aún no han acabado””

Llamativamente los casos de supuestas o pretendidas conspiraciones que más difusión tienen en Internet actualmente, lugar privilegiado de los conspiranoicos, tienen como actor a uno o varios Estados o a un conjunto de individuos que ocupan los lugares más altos de la escala social, económica y política y conspiran para la dominación mundial de la toda Humanidad y parte del extranjero. 

Retengamos éste último hecho porque volveremos sobre él más adelante para ver la estupidez astronómica que hay detrás de los extravagantes delirios actuales sobre las conspiraciones.

No voy a perder ni un minuto en responder a las “teorías” sobre el 11-S, la de la dominación mundial por una élite vinculada con los extraterrestres o con las lagartijas, los Illuminati o cualquiera otra bufonada, propia de idiotas conectados en vena a Internet las 24 horas del día los 365 días del año, pastoreados por gente sin escrúpulos que busca dinero y notoriedad. Si estos majaderos tuvieran una vida social normal –y sospecho que sexual. Ellos tienen el codo derecho de tenista y ellas son devotas seguidoras de la tecnología digital, de dedo -, lo que excluye a la que cultivan en la red, se dedicarían a cosas más productivas que buscar emociones intensas en desenmascarar absurdas conspiraciones mundiales que descubren, ¡oh casualidad de casualidades!, en Google, en Facebook o en Youtube. Para ser tan oscuras esas conspiraciones bien que las encuentran en lugares de afluencia online masivas. Son más gilipollas que los acumuladores de papel higiénico, más preocupados por sus culos que por su salud física o mental.

Pero sí que me interesa la porquería virtual sobre el coronavirus que estos días se difunde sobre conspiraciones chinas o norteamericanas.

Cualquier persona que utilice su cerebro al menos 10 minutos al día y posea algo más de una neurona, entenderá que si hay una teoría que afirma que a los chinos se les escapó el COVID-Q9 de un laboratorio en el que lo habían fabricado, y ello contaminó al resto del mundo, y si hay otra que acusa a Estados Unidos de haber provocado la pandemia para hundir a China, es que hay intereses de Estado detrás de ambas teorías.

“La guerra es la prolongación de la política por otros medios”, decía Von Clausewitz y EEUU y China la están haciendo a bulazo (de bulo) limpio.

Solo un breve inciso para preguntar a todos esos ociosos dedicados a la teoría general de la conspiración como base de sus pobres vidas cómo es posible que las dos superpotencias más grandes del mundo hayan fabricado dos conspiraciones para un mismo virus y ambas hayan descubierto que fue el otro el que lo fabricó y, aún más, como es posible que hayan llegado a ser superpotencias y dominar el mundo, teniendo a gente tan poco inteligente para salvaguardar sus secretos.

Desde la llegada de Trump a la presidencia USA se ha acentuado el enfrentamiento económico que en el pasado era soterrada, y se disfrazaba de cooperación, entre dicho país y China.

El discurso previo a su mandato y el inicial de la Presidencia de Trump puso el énfasis en la decadencia del papel de Estados Unidos en el mundo, en la emergencia de la amenaza china a la dominación mundial de la superpotencia norteamericana y en la necesidad de que ésta recuperase su papel hegemónico.

La lucha por los mercados mundiales, por conservar o arrebatar áreas de influencia económica en Europa, Latinoamérica o África, por conquistar la hegemonía tecnológica, clave para mantener (USA) o arrancar la hegemonía mundial (China), se trasladó al comercio mundial y ha sido desde entonces la explicación principal del ambiente de los últimos años de la globalización mundial. Mientras la superpotencia emergente se esforzaba por alcanzar su dominación, la declinante se debatía entre el ensimismamiento interno o la amenaza constante a la estabilidad económica capitalista mundial en la fase declinante de la débil recuperación de la crisis iniciada a partir de 2013.

Reducir el imperialismo capitalista a una sola potencia mundial significa no entender la naturaleza capitalista de la otra gran potencia, reducir el imperialismo solo a la característica belicosa de USA, sin comprender las características del imperialismo señaladas por Lenin en “El imperialismo, fase superior del capitalismo” e ignorar olímpicamente las contradicciones interimperialistas de las que hablaba el mismo.

Es en este contexto, y con una intención de uso tanto de consumo interno como externo, en el que hay que entender los puntos de arranque de los cruces de acusaciones sobre cuál de los dos Estados es el causante de la pandemia.

En el consumo interno, los dirigentes de ambos países han de lidiar con sus opiniones públicas y las críticas a sus actuaciones para frenar la pandemia del COVID-19.

Recordemos que las autoridades chinas intentaron ocultar al principio la dimensión del problema durante el mes de diciembre, desprestigiaron e intentaron acallar al doctor Li Wenliang, que había intentado avisar a sus colegas médicos sobre un virus que creía que se parecía al SARS, otro coronavirus mortal, y que finalmente dicho doctor murió al contagiarse mientras trataba a pacientes de la por entonces epidemia.   

Por su parte, el psicópata genocida Presidente Trump se juega la elección al amagar con asumir el coste de más de 250.000 vidas de norteamericanos, con tal de no confinar a toda la población y paralizar la actividad económica, mientras su país es el que más casos de infectados presenta. Necesita inventar un enemigo y nadie como el gobierno Chino para jugar ese rol.

Llegados a este punto, lo de menos es que la conspiración por parte de uno o de los dos países sea real o bulo inventado por sus respectivos entornos políticos. Lo relevante es para qué y a qué objetivos sirve.  

Evidentemente ni el Presidente XI Jinping ni el mafioso Trump se encargan de difundir personalmente el bulo conspiranoico. El primero es la cara amable de la dictadura capitalista china, el segundo es el malvado de ópera bufa del imperio más criminal de la historia de la humanidad pero no es tan estúpido como el papel que representa.

De ello se encargan personajes de segunda fila. En el caso chino, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Zhao Lijian fue el encargado de lanzar la teoría de la culpabilidad de Estados Unidos. En el de USA es el entorno de ultraderecha del Presidente. No hay que rebuscar mucho para acabar dando con la cochambre panfletaria como la que publican en Breitbart News e Infowars. Por cierto, no está de más recordar como algunos sectores que actuaban en su día en torno al 15M en las redes babeaban y difundían la mierda que soltaba por su boca en sus vídeos Alex Jones (Infowars), que ahora se forra online vendiendo productos como suplementos vitamínicos, alimentos de supervivencia para resistir al COVID-19, ropa y accesorios para armas.

A nivel exterior, culpar desde China a Estados Unidos de la propagación del virus es una forma de control de daños a la imagen de un país al que la extrema derecha norteamericana señala como responsable al hablar del “virus chino”, del “virus de Wuhan” o directamente de que se les escapó de un laboratorio, cuando los principales expertos en pandemias víricas están de acuerdo en que su origen está en elsalto de animal a humano, provocando reacciones de sinofobia (xenofobia contra las personas chinas o de origen chino). Una y otra superpotencia tienen intereses bastardos en fabricar sus respectivas teorías de la conspiración del coronavirus

Los esbirros que propagan el bulo conspiracionista por un salario sirven conscientemente al poder de ambos imperialismos. Condenar moralmente a quien es amoral por definición es absurdo, lo mismo que a la ultraderecha dedicada a la propagación del odio por los bulos que cada día crea y elabora contra las políticas de confinamiento y protección de la población, a fin de defender los intereses del capital. La única respuesta que cabe frente a esa gentuza de estercolero es desenmascararla y acabar con ella.

Pero el idiota, el ignorante, el que carece de sentido crítico, el que difunde el conspiracionismo porque otros muchos lo han hecho antes, el que actúa frente a la realidad de forma autoreferencial, seleccionando solo los datos que confirman lo que previamente está empeñado en sostener, el que hace oídos sordos a los argumentos racionales, es el bobo útil.

Conspira no solo contra los intereses colectivos de las clases subalternas sino contra los suyos propios. Es el correo de intereses de un capitalismo mundial, al que sirve como conspiratonto, que hará pagar, cuando pase la pandemia del coronavirus, a la clase trabajadora la caída de su tasa de ganancia en forma de recortes sociales mucho mayores de los hasta ahora conocidos, pobreza, paro y austeridad. Su papel como difusor de teorías interesadas de la conspiración en torno al coronavirus sirve para distraer a las futuras víctimas de ese negro futuro que se nos viene encima.

Quien elige a uno de los imperialismos (sea el yankee, el chino, el ruso, el alemán o cualesquiera otro) como el bueno y al otro como el malo, siendo todos ellos partes del mismo capitalismo mundial, es una sabandija despreciable, sea de modo consciente o inconsciente, como esos idiotas que reenvían cualquier bulo, sin pensar en las consecuencias de sus propios actos.  

3.-Apéndice: nuevas oleadas de basura mediática con la excusa del coronavirus
Vivimos tiempos en los que la irracionalidad, la estupidez, las ideas reaccionarias, la vuelta al pensamiento mágico, la expansión de las supersticiones, crecen de manera vertiginosa.

Hemos salido de la modernidad, durante siglos marcada por la confianza en el conocimiento científico, la razón humana, el progreso y el creciente laicismo para adentrarnos en una nueva medievalización del pensamiento.

En el mismo escenario que el regreso de los fascismos, el crédito del bulo por encima de la búsqueda de la verdad de los hechos, el conspiracionismo y la conspiranoia como “método” de interpretación del mundo, se encuentran otros fenómenos que están inaugurando una nueva época de oscurantismo. No es casualidad. Obedecen a una misma causa. La pérdida de confianza en la razón, la ciencia y el progreso de la humanidad como mecanismos de la interpretación del mundo, de nuestras vidas y de construcción de nuestra realidad colectiva. 

La crisis capitalista, sin visos de ser superada de modo igualitario por una nueva formación económico-social más justa y a la medida del ser humano, la inestabilidad del mundo, la realidad líquida, evocando a Bauman, el miedo difuso al futuro, los crecientes desafíos y amenazas a los que nos enfrentamos como especie, está abriendo la puerta a nuevos monstruos.

Pero a su vez hay una intoxicación permanente e intencionada de la mente humana con el fin de acentuar y acelerar este proceso.

En este punto, creo necesario señalar que la difusión que se da a este tipo de contenidos en las redes sociales no es imputable a estas mismas sino a los propios contenidos que se difunden, a la intención de quienes los producen para consumo rápido e irreflexivo (y por supuesto a los ignorantes que los comparten, como acto de fe o bien por curiosidad, mero divertimento o aburrimiento), y al algoritmo con el que se prioriza lo banal, el narcisismo, lo irracional, lo extravagante, lo reaccionario, lo pseudocientífico frente a lo relevante, lo igualitario, lo democrático, lo racional y lo científico.

Quienes culpan sin más a las redes sociales sin tener en cuenta lo anterior actúan del mismo modo en el que bobo mira el dedo del sabio mientras éste señala la luna. No es el medio el responsable de toda la basura que hay en ella sino la manipulación del mismo por parte de quienes controlan el medio y los intereses que hay detrás de dicha manipulación.

Al fenómeno de la pandemia del coronavirus se han adosado otros dos epifenómenos como los parásitos que se fijan a la piel de un animal y sobre los que merece la pena que nos detengamos, por mucho que no hayan adquirido la notoriedad del discurso conspiracionista o conspiranoico pero que previsiblemente irán en aumento en los próximos tiempos.

Uno de ellos, estaba ya entre nosotros. El otro ha acabado por emerger siguiendo la lógica de un discurso en sí mismo patológico.

Me refiero al brote de ecofascismo, que sigue una línea de discurso previo que lleva hasta sus últimas consecuencias, y a las supersticiones, esoterismos y pseudociencias que ahora proliferan con más auge en Internet, movidas por el negocio de gente sin escrúpulos y seguidas y difundidas por ignorantes.

En el caso del ecofascismo del que ahora empiezan a hacerse eco algunos medios de comunicación que antes daban alas a su desarrollo ideológico es necesario explicar de qué hablamos.

El ecofacismo actual, ligado a la crisis del coronavirus, poco tiene que ver con los neofascistas que pueblan Europa y gran parte del mundo, por mucho que ellos actúen con el oportunismo que les es propio, fomentándolo a través de ideas como la conexión patria-naturaleza-paisaje, del mismo modo que Edelweiss, por una pirueta histórica paso de ser un símbolo de la resistencia pasiva frente al nazismo, a ser la flor de éste, al evocar el clima agreste y las montañas en las que nace, tan queridas por esta ideología.
Viene de la mentalidad reaccionaria de algunas corrientes ecologistas y del totalitarismo que irradia el veganismo mayoritario.  

Imágenes que estos días de confinamiento nos mostraban vídeos y fotografías de jabalíes hozando en la basura de los extrarradios de una ciudad, delfines saltando alegremente en aguas de las que habían desaparecido hacía años, descensos meteóricos del CO2 en grandes ciudades, cuyo aire era antes irrespirable, ríos muertos cuyas aguas ahora cristalinas volvían a estar llenas de peces,…Imágenes idílicas que nos mostraban al coronavirus como el gran salvador de Gaia, como la oportunidad para la regeneración del Planeta mientras los seres humanos permanecían confinados en casa, conectados a un tubo de respiración en las UCIs del mundo, hacinados en las morgues de las ciudades. No, el virus no era el asesino sino el ser humano el que destruía el Planeta. Según tan aberrante idea, la Tierra se estaría “purgando” de la maldad destructiva del ser humano, salvándose al eliminar a buena parte de la humanidad. Puro ultramaltusianismo nazi, no muy alejado de las aberraciones de ese grupo de zumbados de origen estadounidense –de donde provienen la mayoría de los grupos de tarados del mundo- que se hace llamar Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria y que propugna que el ser humano deje de reproducirse. Claro, mejor adoptar gatitos y perritos, dónde va a parar.

Ese relato, aparentemente naif, que había sido antes alimentado por los medios del sistema en su “bienintencionada” intención de dar buenas noticias en medio del caos, el miedo y la muerte, tenía sus precedentes.

Recordemos como tan solo un mes antes de que estallara el coronavirus los veganos aún llamaban asesinos a los omnívoros por comer carne, los antitaurinos brindaban por la cogida del torero, deseando su muerte, o las corrientes más acríticas del ecologismo echaban sobre las espaldas individuales a partes iguales culpa y responsabilidad de destruir o salvar el Planeta, mientras esquivaban la condena al capitalismo como sistema de explotación del ser humano, de empobrecimiento de gran parte del mundo y de esquilmación de la naturaleza y de los recursos naturales. Y es que, genios de la responsabilidad individual en la lucha contra el cambio climático, el capitalismo al que evitáis criticar carece de sentido social o de sensibilidad medioambiental. Para él, el ridículo e hipócrita término de “sostenibilidad” solo se refiere a la de la tasa de ganancia y a la rentabilidad de la actividad económica. Y lo demás, como siempre, mera propaganda.      

En las redes sociales el algoritmo selecciona y segmenta las opiniones y preferencias, que no siempre son previas sino que pueden partir de contenidos compartidos sin ser consciente de su significado pero que van creando una comunidad de pensamiento en el que se va formando la opinión de grupo. La responsabilidad del individuo debiera estar en tener criterio propio para discernir lo cierto de la basura, pero lo cierto es que en los tiempos actuales en los que se produce una sobresaturación de información, una sobreexposición a la misma y una velocidad de bombardeo de los contenidos, la capacidad de reflexión es mínima en la mayoría de los individuos que, en muchos casos, tienen una baja comprensión del significado de lo que leen, escuchan o ven, frecuentemente de forma descontextualizada y sin capacidad de reflexión. Compartir o no contenidos se convierte en un acto de impulso, frecuentemente limitándose la motivación de hacerlo por el título de la “noticia” o quien sea el emisor. Uno no siempre nace fascista, como no siempre nace imbécil. Acabar siendo un fascista, o un memo que le da al botón de compartir sin saber lo que hace, es un proceso.

El confinamiento, que en España se prolongará previsiblemente bastante más allá de un mes, el miedo al virus y la muerte, la sensación de una realidad que se nos escapa, convertida en pesadilla de la que no podemos despertar, la percepción de fragilidad de cada ser humano, la conciencia de que nos abocamos a un mundo cada vez más inseguro, golpean duramente sobre la mente humana.

Mantener la capacidad de raciocinio, cuando se ha impuesto el aislamiento social, la desmoralización colectiva está ampliamente extendida y la posibilidad de interacción en la creación de discurso social, desde hace mucho tiempo vertical, es casi un imposible. El discurso hoy se ha convertido en una consigna nacional, repetida machaconamente por todos los medios mayoritarios de la comunicación, salvo los de extrema derecha, que hacen su guerra no contra la pandemia sino contra el gobierno.   

En ese estado de cosas, cuando el desánimo es la tónica general, la razón parece batirse en retirada, la esperanza en la ciencia se tambalea y emergen de nuevo las sombras de las supersticiones, los charlatanes de números 806, los esoterismos más estrambóticos, los desaprensivos de las sanaciones espirituales, propagandistas de las pseudociencias y pseudoterapeutas, tarotistas, etc.

En estos días, diferentes instituciones y sociedades médicas se han visto obligadas a exigir, una vez más, al Gobierno español que ponga coto a los desmanes de pseudociencias y homeópatas por la gravedad para la vida humana del engaño con el que tratan de convencer a los sectores más crédulos de la sociedad de que su chamanismo de ocasión puede enfrentar al coronavirus.

Estos mercaderes del miedo, la ignorancia y la reacción llevan mucho tiempo vendiendo su mercadería del engaño pero, en medio de la pandemia del coronavirus, pueden añadir más letalidad con su homeopatía de agua con azúcar para desesperados y necios y el timo de la falsa esperanza en el resto de pseudociencias y demás inmundicia espiritualista.   

Frente al asalto a la razón, que denunció el filósofo marxista George Lukács, en estos tiempos oscuros de confusión ideológica es necesario levantar de nuevo el pensamiento racional y el conocimiento científico.  

Frente al conspiracionismo y la conspiranoia es necesario el análisis concreto de la realidad concreta,  la explicación dialéctica de la historia con sus procesos sociales, económicos y políticos, dentro del que los antagonismos entre las clases sociales cobran una especial importancia para comprender el mundo en el que vivimos, demostrando que la realidad no se mueve por fuerza oscuras y secretas sino por una lucha de clases que se produce cotidianamente a la vista de todos y que solo la ignorancia, el cinismo o la falta de compromiso político pueden negarlo.

Frente al fascismo, con el ropaje que se presente, solo la lucha ideológica y la organización de clase con una perspectiva anticapitalista y socialista pueden dar la respuesta.

15 de noviembre de 2015

ATENTADO CRIMINAL DE PARÍS E IDIOTIZACIÓN DE CIERTA "IZQUIERDA"

Por Marat

Esa idiotización, junto con las prácticas de renuncia permanente de sus aparatos, es la que me hace sentirme más y más alejado cada día de ese mundo que se reivindica tal. 

Tranquilos, no me he hecho de Podemos ni de Ciudadanos. Quienes me conocen saben de qué pie cojeo. Estoy absolutamente convencido de que la derecha existe y opera -¡vaya si opera!-, lo que no creo es que exista ya la izquierda, salvo la sistémica, que sólo en campaña alude a algún término de sus raíces, entreverada de todo un neolenguaje que no proviene de su cosecha sino de la del liberalismo más o menos declarado: ciudadanos (de tanto llamarles, les hicieron partido), bien común, pobres y ricos (escondiendo el origen de la riqueza y de la pobreza en la explotación y en la propiedad privada de los medios de producción), etc., etc.

Sencillamente, como comunista, creo que ese magma en descomposición que se autodenomina izquierda cada vez tiene menos que ver conmigo. Creo firmemente que los mundos de lo que aún se llama la izquierda y los de los comunistas, que buscamos la reconstrucción del discurso emancipador en toda su necesaria radicalidad. se van separando irremediable y necesariamente.

Si algo ha caracterizado al pensamiento marxista ha sido el intento de explicar mediante el método y el análisis la realidad para transformarla. Cuando no ha sido así, cuando el discurso y el análisis se han “despistado” por ciertos derroteros, se ha caído en la estupidez, en la reducción al absurdo, o directamente en el disparate más ridículo.

Y hablo de pensamiento marxista porque a la altura casi del 2016 y de una crisis capitalista que, lejos de superarse, vuelve sobre sí misma con renovados bríos -esperemos nuevas vueltas de tuerca en Europa; muy pronto-, no veo que pueda existir otra posición crítica de raíz contra el capital que la que contemple acabar con este sistema de dominación, explotación y locura para construir una sociedad socialista. Y eso, quiéranlo o no, pasa por el marxismo.

Desafortunadamente, dos fenómenos históricos -la ausencia de extraordinarios pensadores marxistas, tras Marx, Engels, Rosa Luxemburgo y Lenin y el alejamiento del horizonte de la ola revolucionaria tras la revolución sandinista, que coincidiría con la contrarrevolución ultraliberal mundial- traerían por mucho tiempo un largo período de sequía intelectual y de acción en el campo marxista, golpeado duramente después por el fin del experimento soviético.

A partir de ahí, toda una involución política habría de sucederse en lo que se ha llamado “la izquierda”. La socialdemocracia se hizo social-liberal, los comunistas se convirtieron en socialdemócratas (perdón, eurocomunistas), renunciando en Europa a ser tales y hablando de sí mismos como “la izquierda” (PIE, Die Linke, IU y demás congéneres). Para ellos, el Estado dejó de tener una naturaleza de clase y pasaron a contemplarlo como un aparato neutral, la lucha de clases se quedó en sindicalismo de concertación, mesa y mantel con la patronal y buena parte de los trotskistas se apuntaron al cumbayá antiglobalización y comeflores.

No quiero juzgar estos hechos desde términos simplistas como traición o engaño. No niego que estos existan pero es una simpleza de mentes perezosas explicar la historia sólo en base a estos argumentos. Lo que sucedió es que faltó nervio en el pensamiento, que se fue refugiando cada vez más en la academia, y en pensadores de menguante talla en cada generación, sobraron kilos de grasa y aburguesamiento en las “aristocracias obreras”, se desconectó teoría de una praxis enormemente difícil y el capitalismo ganó la batalla ideológica a través de un modelo de “libertad e igualdad” referenciados en el acceso al consumo de masas de las clases trabajadoras.

Ahí es cuando la izquierda definitivamente se jodió. Para cuando quiso reaccionar a la llegada de una crisis capitalista, incapaz de distinguir el culo de las témporas, acabo por meterse en toda una serie de fregados ajenos a su pensamiento: que si el crudivorismo, que si el animalismo, que si el “especismo” y otros tontismos que les compró a los neopijos de clase media, que la transversalidad y el inclusivismo con esa pequeña y mediana burguesías que también explotan a la clase trabajadora, a la que incluyeron en su rollo del 99% atacado por un único 1% de capitalistas (el INE da bastantes más pero ellos les llamarían “compis”), que si “no es una crisis, es una estafa”, con la que deducimos que si no hubiera habido estafa en una crisis que SI existe, el capitalismo sería guay para esta gente, que sí...tanta basura ideológica.

En el fondo no es otra cosa que la caída de esas izquierdas en los reaccionarios brazos de la postmodernidad. Dentro del pensamiento postmoderno, la creación permanente de teorías conspirativas para explicar la realidad de las grandes cuestiones económicas, sociales, políticas es un rasgo distintivo.

En esto sí que la cosa es transversal, el conspiracionismo es una visión de los fenómenos que afectan a lo colectivo al que son muy aficionados tanto un sector de las “izquierdas” moñas, new age y amantes del sándalo -básicamente las que se identificaban con el 15Mayismo del “No es una crisis, es una estafa”-, como las aparentemente más hard.

Entre los primeros tenemos a los que buscan símbolos de los Illuminati en los billetes de dólar, los obsesionados con las oscuras y secretas -¡¡¡¡uuuuuuuuuuhhhh!!!- reuniones del Club Bilderberg, tan del gusto de Iker Jiménez, el calvito exaltado Enrique de Vicente y el chiflado profeta de los chemtrails, Rafapal. Como si no existieran ya los G-20, los G-8, las Cumbres de Davos y 100 reuniones capitalistas mundiales más, bastante públicas y publicadas y como si el capitalismo temiera la reacción de la población mundial ante cualquiera de los designios a los que pueda condenar a la humanidad, cuando es sabido que ésta se traga una trirreme romana con los galeotes en pie y los remos, con su paletada de mierda en ellos, en punta.

A estas alturas, con la indiferencia, el individualismo, el egoísmo y el narcisismo de cada sujeto, unidos al aborregamiento colectivo, producto de la sobreexposición informativa/performativa tanto de los medios de embrutecimiento colectivo como de los de cada chalado que cree tener algo que decir, apenas son necesarias las conspiraciones. No digo que no las haya, las he denunciado cuando he creído que así era pero no son ni tantas ni tan delirantes. Hoy basta con desinformar o mentir al estilo del borracho y anormal hijo de George Bush senior: “De acuerdo con las resoluciones 678 y 687, ambas aún vigentes, Estados Unidos y nuestros aliados estamos autorizados parar utilizar la fuerza y despojar a Irak de armas de destrucción masiva”.

Distingamos entre una conspiración y una mentira porque, si no lo hacemos, hasta lo del “Luis sé fuerte” acabará por parecernos una conspiración contra Marianico.

Tenemos también a otros más hard en su crítica al imperialismo desde la conspiranoia, lo que consigue el efecto de desactivar aquella cuando más necesario es su ejercicio contra esta forma criminal de dominación sobre los pueblos y sus clases populares.

Aún colean afirmaciones de que el 11-S fue un autoatentado (ni el mago David Coperfield habría logrado un efecto de desaparición tan descomunal), que si las torres cayeron así o asao, que si los aviones, que si...Tras la anterior, vino la insinuación, afirmación en muchos casos, de que lo de Charlie Hebdo también lo fue, ahora algunos insinúan y afirman que el atentado del pasado viernes 13 en París también lo era. Y todo porque unen una acción a una reacción y porque ha aparecido el pasaporte de uno de los terroristas. Pero de las 3 que acabo de citar sólo hubo reacción directa tras el atentado de las Torres Gemelas, con la invasión de Afganistán, porque después del atentado de Charlie Hebdo no hubo reacción directa ni inmediata sino que los países imperialistas (USA, la propia Francia, sus títeres de Arabia Saudí, Israel y Turquía) han seguido entrenando y alimentando a la bestia islamofascista, sí islamofascista, con todas sus letras, de Al Nusra y del Daesh (ISIS). Incluso los supuestos bombardeos de países de la OTAN, con USA al frente, contra los terroristas han sido de rechifla. Lo han reconocido hasta muchos de sus voceros mediáticos, aunque disfrazándolo en un cuestionamiento de su eficacia. Ha sido tan evidente que no han hecho nada que la simple intervención de Rusia sólo por aire ha cambiado el curso de la guerra en Siria.

Y está por ver que puedan plantearse dividir el país o derribar al legítimo gobierno sirio, con una intervención que pudiera venir “justificada” por ese supuesto autoatentado en Francia cuando dicho gobierno cuenta con el apoyo de Rusia y de Irán. En esa situación Estados Unidos y la OTAN podrían enfrentarse a una III G.M. cuyas consecuencias serían ser terribles también para sus propios Estados. ¿O nos hemos olvidado ya de las armas nucleares? ¿Alguien cree de verdad, sensatamente, que en la locura de enfrentamiento entre Rusia y USA, sus presidentes serían capaces de renunciar al armamento nuclear? ¿Son ustedes conscientes de lo que significaría una escalada de tal calibre en la que Rusia contaría con el apoyo de China? ¿De verdad creen que por muy criminal que sea el imperialismo USA es tan estúpido de correr el riesgo de ser destruido? Francia, Estados Unidos y muy probablemente la OTAN incrementarán su intervención en Siria pero sin colisionar militarmente con Rusia, sino muy probablemente teniendo que coordinarse, por mucho que no quieran, con ésta. De hecho, el atentado de Daesh refuerza la posición rusa en ayuda del gobierno sirio porque evidencia que es el único que hasta ahora les ha combatido y demuestra a gran parte de las opiniones públicas del mundo que USA y la OTAN no han hecho nada para combatirles, aunque la mayoría ignore que les han armado y financiado.

En cualquier caso, esto no debe hacernos olvidar una cuestión que desde cierta posición de “izquierda” conspiracionista se ignora. Hoy Rusia juegue un papel de progreso, y hay que decirlo con claridad y sin rodeo alguno, en apoyo del pueblo sirio y de su gobierno contra el terrorismo criminal. Pero lo que se dirime en el tablero de Oriente Medio son también las contradicciones interimperialistas porque no hay sólo un imperialismo (el de USA y sus adláteres de la OTAN) sino también el de Rusia (un país capitalista dirigido por una oligarquía económica), que busca proteger sus fronteras orientales del islamismo más fanático, incrementar su influencia en esa zona de Asia y asegurar su salida al Mar Negro a través del puerto de Tartus. Les recomiendo a quienes mis afirmaciones les hayan escandalizado que lean la posición del Partido Comunista de Grecia (KKE) al respecto.

¿Saben ustedes lo que significa su afirmación de que todo es conspiración del imperialismo? Una postura absolutamente reaccionaria porque supone afirmar que el capitalismo lo controla todo, que no puede ser golpeado más que por sí mismo y desde dentro. Es reificar (tómese la expresión en términos marxistas) el poder del Estado capitalista hasta límites insospechados. Desde luego repudio el terrorismo como instrumento de acción que golpea sobre inocentes, a menos que neguemos tal condición a los parisinos porque muchos hipócritas se la niegan al sufrido pueblo sirio, pero de eso a pretender que el capitalismo y el imperialismo han cerrado todas las salidas es un absurdo, y un acto de enamoramiento tácito de su fuerza.

Lo que ha ocurrido simplemente, y con todo el respeto y afecto hacia las víctimas, es que los monstruos del Daesh conocían bien el país sobre el que atentaban, porque “Marsellesas” saliendo del campo de fútbol aparte, saben que los franceses son un pueblo que sostiene con dificultad su heroísmo, como demostró su lamentable papel durante la ocupación nazi en la II G.M. Han golpeado a los más débiles en su psicología colectiva como pueblo, de entre aquellos que alardeaban de bombardearlos (mucho daño no les habían hecho hasta el momento), sabiendo que serían mucho más impresionables que los británicos, por nombrar otro país europeo. Y de paso, han demostrado que aún mantienen una alta capacidad de atentar con una precisión propia de profesionales.

No quiero cerrar este texto sin referirme a la segunda cuestión de lo que entiendo como idiotización de la “izquierda” en el contexto de los gravísimos atentados de París.

El discurso del “cuidado con la islamofobia” y de negar que la religión tenga un peso concreto, desde luego no el principal, en mi opinión, en los conflictos del terrorismo yihadista es tan estúpido como afirmar que el yihadismo y lo que los sectores más radicalizados del mismo entienden por yihad no tiene sus raíces en la religión islámica o que son falsos islamistas o yihadistas.

No, no señores, no se trata de islamofobia sino de reconocer el componente identitario y cultural que para muchos jóvenes de países europeos, hijos de inmigrantes que viven en barrios marginales, desarraigados, sin salidas profesionales de futuro, con choques culturales entre la comunidad de origen de sus padres y la de su nacimiento, representan determinadas corrientes del islam que dan salida a su rabia y a su frustración, que les fanatizan y que les llevan a situar al otro, al que no pertenece a su identidad, como alguien que merece morir. ¿Acaso no se parece ese odio al otro a lo que en su día practicaron los cristianos en las cruzadas, acaso no es lo que practica el sionismo y sus ramas más radicales con los jóvenes palestinos? ¿Acaso USA no tiene en sus monedas, en sus billetes y hasta en su himno nacional la expresión “in god we trust” (en dios confiamos)? ¿Acaso los ejércitos no tienen a sus clérigos que bendicen a sus soldados para que maten mejor? ¿Acaso la iglesia católica española no se puso de lado de los sublevados contra un gobierno legítimo? ¿Acaso Pio XI no bendijo los cañones italianos que partían para la guerra de Abisinia, tras considerar a Mussolini como “un hombre de la Providencia”? ¿Es que lo que vale para condenar unos fundamentalismos no ha de valer para otros? ¿Hay un “opio del pueblo” mejor que otro? Aclárenmelo, señores de cierta “izquierda” porque yo de ese no quiero tomar, ni del de la Biblia, ni del de la Torá, ni del de El Corán.

Hoy el mundo sufre una involución fanática, anticientífica, iluminista en palabras de Adorno, se medievaliza rápidamente en lo moral mientras en lo científico se deshumaniza a marchas forzadas. Volvemos al pensamiento mágico, a la superstición religiosa, a la intolerancia con el que no comulga con las estupideces criminales de los clérigos, me da igual de la religión que sean.

Sí, se que me dirán que hay versiones del islamismo tolerantes pero ninguna religión que afirme que hay un dios por encima del ser humano me parece otra cosa que barbarie, la misma barbarie que enseña en las escuelas o en las sinagogas o en las madrasas que el hombre viene del barro, que sostiene teorías creacionistas o la más moderna del diseño inteligente. Y no, no soy un anticlerical, aunque a alguno se lo parezca. Me limito a ser un ateo que exige que la religión no salga de las iglesias, deje de invadir aspectos de la vida colectiva y que el Estado sea laico, no meramente aconfesional.

En definitiva, que el atentado ha sido realizado por aquellos que han sido armados por los países imperialistas de la OTAN, por la satrapía criminal de Arabia Saudí y, a partes similares, por los Estados semiteocráticos de Israel y de Turquía. Pero los jóvenes fanatizados del Daesh y de Al Nusra martirizan y aceptan el martirio en nombre de su dios, más o menos como vienen haciendo o hicieron los que tienen otros idolillos inventados.

Señores de la “izquierda”, émulos de Roger Garaudy, el intelectual marxista que primero se convirtió al catolicismo y luego se hizo islamista, dejen de hacer el canelo, abandonen su pereza intelectual y pregúntense qué hacer para que las ideas laicas, de progreso, de avance social y de revolución emancipadora del ser humano no continúen retrocediendo y los hombres, mujeres y jóvenes encuentren una esperanza humanista, sin dioses ni ridículos fetiches que les alienan y esclavizan. Para empezar, dejen de involucionar ustedes mismos hacia la defensa de la reacción bajo la disculpa de no satanizar al islam porque mundo árabe no tiene porque ser lo mismo que musulmán. De hecho, en otras épocas no lo ha sido. Vuelvan a sus principios laicos y dejen de decir tonterías. No sea que acaben por comportarse como los imperialistas que combatieron a los gobiernos laicos y progresistas del mundo árabe como parte de su lucha contra el comunismo. Por paradoja también se hace el imbécil.

¿O es que a algunos se les ha olvidado ya la relación entre la base material (infraestructura) sobre la que se edifican las sociedades y las ideologías (superestructura) que las justifican?

Creo que muchos necesitan un curso acelerado de marxismo porque, lo que hasta ahora conocen de él, no es ni siquiera el de Groucho sino el más desbocado de Harpo.

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"Basta de mentiras y pasteleos contra los derechos del pueblo sirio": http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2015/11/basta-de-mentiras-y-pasteleos-contra.html