SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
PROPUESTA DE EXIGENCIAS AL POSIBLE PRÓXIMO GOBIERNO DE AMPLIAS ALIANZAS
HASTA LOS COJONES DEL ASUNTO LUIS RUBIALES Y DE TODO EL SHOW
TIEMPO DE PESIMISMO (NO EXAGERAR LOS ADJETIVOS), TIEMPO DE ESPERANZA
SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
10 de diciembre de 2016
TRUMP AL GOBIERNO, GOLDMAN SACHS AL PODER
Página12
El
presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ofreció al
presidente de Goldman Sachs, Gary Cohn, hacerse cargo del Consejo
Económico Nacional de la Casa Blanca, según informó ayer, sin
citar fuentes, el canal de televisión NBC News.
Cohn
es un veterano directivo de Goldman Sachs que dirige en la actualidad
las operaciones del banco de inversiones. La propuesta ya está
encima de la mesa pero todavía no está claro que Cohn vaya a
aceptarla, según las mismas fuentes, que añadieron que a finales de
noviembre pasado el presidente de Goldman Sachs empezó a barajar la
posibilidad de abandonar el banco. El Consejo Económico Nacional es
el principal órgano económico del presidente de Estados Unidos que
se encarga de coordinar la política económica de la administración,
un puesto con gran influencia dentro de la Casa Blanca.
Cohn,
de 56 años, fue presidente y director de operaciones de Goldman
Sachs durante diez años. Comenzó su carrera en Wall Street en 1983
en la Bolsa Mercantil de Nueva York, donde vendía acciones. En 1990,
se unió al grupo de Renta Fija, Divisas y Materias Primas de Goldman
Sachs y siguió a Lloyd Blankfein (Director General de Goldman Sachs)
en posiciones gerenciales en la División de Valores de la compañía.
Cohn se reporta con Blankfein y ha sido un candidato claro para
sucederle, aunque Blankfein no ha dado indicios de que planea
renunciar y finalmente no padece cáncer tras someterse el año
pasado a quimioterapia por un linfoma.
El
nuevo papel de Cohn en el gobierno vendría con un gran beneficio,
más allá de ocupar uno de los dos papeles más importantes de la
política económica en la administración entrante de Trump. Bajo
una regla de 1989, Cohn puede vender sus 190 millones de dólares en
acciones de Goldman Sachs, lo que, gracias a un aumento en las
acciones de los bancos después de las elecciones, está en su punto
más alto. En la tasa más alta de impuestos, es un beneficio por
valor de 38 millones de dólares en pagos atrasados a la hacienda. En 2013,
Susana Craig del diario The New York Times, describió a Cohn como
“El Príncipe Carlos de Wall Street”, un hombre para quien la
corona parece estar más allá de su alcance. De aceptar finalmente
la oferta, Cohn se convertiría en otro hombre de Goldman Sachs en
entrar en la próxima administración, después de que Trump
propusiera a Steven Mnuchin, ex directivo del banco, para el
cargo de secretario del Tesoro. También trabajó durante años en
Goldman Sachs Stephen Bannon, que fue elegido por el presidente
electo como estratega jefe y consejero principal de su administración
unos días después de su victorias en las elecciones del 8 de
noviembre.
A
su vez nombró al inversor privado multimillonario, Wilbur Ross, como
Secretario de Comercio. Ross es propietario de una mina de carbón
que tenía citaciones por más de 200 violaciones de seguridad, antes
de que un accidente matase una docena de trabajadores. Además, es
miembro de una fraternidad secreta de Wall Street, en la cual vestido
con zapatillas de terciopelo, cantaba canciones de teatro burlándose
de la gente pobre. Al mismo tiempo, Trump eligió a una millonaria
para dirigir el Departamento de Educación, Betsy DeVos, y a un
multimillonario con casi ninguna cualificación más allá de ser un
multimillonario como subsecretario de comercio, Todd Ricketts, un
hombre de negocios que es dueño del equipo de béisbol Chicago Cubs.
La
decisión de Trump de invitar a varios empleados de Goldman Sachs a
unirse a su administración, ciertamente desafía la imagen populista
que cultivó mientras se postulaba para el cargo presidencial. El
presidente electo cerró su campaña con un anuncio que golpeó el
establishment político y financiero, emparejando clásicamente
frases antisemitas con imágenes del presidente y CEO de Goldman
Sachs, Lloyd Blankfein, el multimillonario George Soros, la
presidenta de la Reserva Federal Janet Yellen y otras figuras
financieras.
Cohn
es el último de una larga lista de ex ejecutivos de Goldman Sachs
para asumir cargos gubernamentales en materia de política económica
y regulación financiera y se convertirá en el tercer socio de
Goldman Sachs en liderar el Consejo Económico Nacional. Robert Rubin
y Stephen Friedman, que sirvieron juntos como co-jefes de Goldman a
principios de la década de 1990, también tuvieron el mismo trabajo.
Rubin sirvió a la administración de Clinton de 1993 a 1995 y
Friedman sirvió a la administración de George W. Bush de 2002 a
2004. Rubin dejó el Consejo Económico Nacional para convertirse en
secretario del tesoro, un papel que tuvo otro presidente anterior de
Goldman Sachs, Hank Paulson, llenado durante el Presidencia de George
W. Bush.
Fuera
de la rama ejecutiva, la Reserva Federal está llena de banqueros
Goldman. Cuatro de las 12 sucursales regionales del banco central
están dirigidas por ex ejecutivos de Goldman. La Reserva Federal es
responsable de elaborar la política monetaria estadounidense y tiene
importantes obligaciones regulatorias.
NOTA
DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Los
sectores que despreciaron la orientación ideológica y de clase tras
el conglomerado que ha proyectado a Donald Trump a la Casa Blanca, y
se centraron en sus declaraciones geopolíticas y geoestratégicas,
empiezan a sentirse decepcionados, una vez que comprueban que las
intenciones del futuro nuevo Presidente son las de romper el tándem
China-Rusia, atrayéndose al segundo y combatiendo, en un primer
momento, comercialmente al primero.
Los
de la “multipolaridad” aún creen que hay potencias mundiales
buenas y malas.
Al
carácter imperialista del capitalismo le liman toda su condición
económico-financiera, la principal, y priman de modo absoluto su
condición belicista, que es absolutamente dependiente de la primera.
Soslayan
que el imperialismo es un sistema mundial, a la vez que una forma de
competencia entre las grandes potencias mundiales, por lo que limitan
aquél a una sola potencia, salvando de tal carácter a cualquier
otra que no sea solo Estados Unidos. Y lo hacen en función de
cuestiones que son de tipo coyuntural, “olvidando” cómo se
disputan en el tablero económico y geoestratégico mundial sus
repartos de influencias.
En
cualquier caso, el desprecio que hicieron al carácter ideológico y
de clase de Trump, que no es muy distinto del de Obama, salvo en los
aspectos relativos a las minorías, merece el consecuente repudio desde una posición marxista y de clase.
LIBIA: UN PUZLE SANGRIENTO
Guadi
Calvo. alainet.org
Estado
Islámico, al igual que en Raqqa, su capital en Siria, y en Mosul, la
capital en Irak, está dando los últimos estertores de resistencia
en Sirte, capital de Estado Islámico en Libia. Esta situación, de
ningún modo, como en los dos primeros casos, significa la derrota de
la organización del Califa Ibrahim. Y habrá que preparase, tal cual
lo practica el EI en Irak, para atentados contra lugares de alta
concentración de civiles y que comenzarán a ser mucho más
frecuentes, ya no solo en los territorios perdidos, sino en cualquier
geografía en que las condiciones le sean propicias.
Sirte,
desde junio de 2015, se convirtió en el epicentro de la actividad
salafista en la patria del Coronel Gadaffi, donde llegaron después
de haber sido expulsados de la ciudad de Derna, 600 km al este,
próxima a la frontera con Egipto.
Desde
entonces diferentes fuerzas que componen el complejo entramado de
organizaciones armadas en la Libia post Gadaffi, han intentado
desplazar a los califados de Ibrahim, de la ciudad de Sirte, plaza
comandada por el libio Usama Karama.
Desde
mayo, un conjunto de fuerzas pro occidental, entre las que destaca el
Congreso Nacional General (GNA), que es uno de los tantos
pretendidos embriones de ejército, que se han intentado generar
desde 2011.
Todos
estos grupos armados han mantenido un cerco sobre el Daesh en Sirte y
se han encontrado con una férrea resistencia, que en casi nueve
meses no han podido vulnerar.
Como
prueba de ello el hospital central de Misrata, a unos 350 km de
Sirte, se encuentra desbordado por la permanente llegada de
sitiadores heridos en la dura batalla.
El
número de bajas solo de los combatientes del GNA, sobrepasarían los
mil, mientras que los heridos se estiman en más de 4.000.
Desde
este último lunes 5, han corrido serios rumores que las fuerzas GNA,
habrían tomado las últimas posiciones salafistas en el barrio de
Giza en el corazón de Sirte, donde un puñado de fieles combatientes
del Califa, seguían resistiendo, ya sin ninguna posibilidad de
escapar. Aunque en este tiempo fueron varias las oportunidades en las
que se afirmó la toma de Sirte, en esta ocasión pareciera ser
cierta.
Desde
agosto, los sitiadores contaron con el apoyo de la aviación
norteamericana que, a solicitud de Fayez Serraj, el seudo Primer
Ministro, impuesto la Unión Europea y los Estados Unidos, con el
obvio beneplácito de Naciones Unidas, atacaron posiciones del Daesh,
sin nunca precisar el número de víctimas civiles. Es, por lo menos
curioso que en el caso de los bombardeos de la aviación rusa en
Siria, las ONG y los medios de información occidentales, cuentan con
listados de víctimas civiles llamativamente precisos.
De
ser real la caída de Sirte, el Primer Ministro Serraj, tendrá un
trabajo homérico a la hora de rearmar Libia, si eso fuera de algún
modo posible.
Tras
el ataque e invasión de la OTAN y sus mercenarios a comienzo de
2011, y tras seis años de guerra, Occidente ha sabido una vez más
construir un estado fallido en un país que tuvo los más altos
índices de calidad de vida del continente. Ahora Libia es un país
sin instituciones, sin economía, sin nada parecido a un sistema de
salud o de educación, sin fuerzas armadas, y con una única
producción, el petróleo, monopolizado por empresas occidentales que
están sacando excelentes dividendos como la Eni de Italia, la
austríaca OMV, la francesa Total, la británica BP, la
estadounidense ExxonMobil o la griega Hellenic Petroleum, entre otra
veintena.
En
Libia, hoy lo único que cuenta es el poder de fuego de cada una de
las 1700 bandas que operan por la libre y son contratadas por
organizaciones de contrabandistas (cigarrillos y medicamentos, nafta
y gasoil) y tráfico de personas (más de 110 mil personas salieron
de las costas libias en lo que va del año, lo que produjo que
Estado Islámico se embolsaran casi 90 millones de dólares, solo por
ese rubro, mientras que la totalidad de lo “facturado” por las
organizaciones de traficantes redondearían unos 300 millones de
dólares) armas y obviamente droga.
Grupos
de al-Qaeda y Estado Islámico, operan en todo el territorio libio y
en todos los países limítrofes. Estas bandas salafistas han entrado
y salido del Libia cada vez que lo ha necesitado sin ningún tipo de
obstáculos, ya que los controles fronterizos han desaparecido desde
el derrocamiento de Gadafi en 2011.
A
Fayez Serraj, en las proximidades de Misrata, han llegado por las
rutas transaharianas cerca de un millón de refugiados, provenientes
de todos los rincones de África, en espera de poder embarcarse hacia
el sur de Italia.
Estas
bandas mafiosas siguen generado verdaderas fortunas fletando
refugiados hacia Europa o hasta donde las embarcaciones naufraguen, a 2.000 dólares por plaza.
Quien
quiera rearmar este puzzle sangriento, en que se ha convertido Libia,
tras el derrocamiento y martirio del Coronel Mohammad Gadafi, tendrá
que pugnar con las fuerzas internas que podrían pretender
independizarse de Trípoli.
No
solo era el petróleo
Las
exigencias de los muchos centros de poder que tiene Libia harán
prácticamente imposible el trabajo del pseudo Primer Ministro
Serraj, de convertir ese terreno desvastado en una nación. Los
deseos de Occidente chocarán con el mismo muro que han chocado en
Afganistán y en Somalia.
Los
analistas del Pentágono, quienes han diseñado este caos en Libia,
parecen no haber entendido que la fórmula que les sirvió para
horadar el poder de Gadafi, la de enfrentar a las tribus (cerca de
140, aunque son 30 las que han tenido peso político) entre si, que
fueron la base de sustentación de Gadafi durante sus cuarenta y dos
años en el poder, ahora están enfrentadas irremediablemente. El
complejo equilibrio tribal ha sido definitivamente roto, y ese fue el
único poder histórico y constante en Libia, por lo que, atomizado,
no tiene posibilidades de estructurar el país como se conoció hasta
el 2011.
La
reconstrucción del tejido de confianza entre las tribus, tardará
décadas en realizarse, y no podrá hacerlo justamente un hombre como
Fayez Serraj, colocado con fórceps por los extranjeros.
No
es casual que la sublevación contra Gadafi, se haya iniciado en
Benghazi, capital de la provincia de Cirenaica, rival histórica de
Trípoli. Benghazi, que ha declarado su autonomía, en agosto de
2013, cuenta con grupos armados propios y negocia por separado “su”
petróleo con las empresas occidentales. Tobruk, donde rige un
parlamento autónomo desde 2014, es la base de sustentación del
controvertido general Khalifa Hafner, quien se auto postuló como el
hombre fuerte de Libia, tras haber traicionado a Gadafi. Cansado de
que sus pedidos de apoyo nunca hayan sido escuchados por Washington,
más allá de haberle prestado grandes servicios al Pentágono y la
CIA, Hafner ha cambiado de estrategia y ha iniciado una serie de
reuniones con altas autoridades rusas y chinas, buscando apoyo
militar y financiero.
La
sureña provincia de Fezzan, desde septiembre de 2013 ha declarado su
autonomía. Históricamente Fezzan, han manejado el tráfico de
personas y el contrabando, actividad que diferentes tribus que se
afincan en el territorio como los tuareg y los toubou siguen
explotando.
En
1953, en búsqueda de yacimientos petroleros en la provincia de
Fezzan, se descubrieron grandes acuíferos, estimándose que cada
cuenca tiene entre los 4800 y 20000 kilómetros cúbicos de agua, lo
que lo convierte en el tercer acuífero del mundo.
En
1984, el coronel Gadafi comenzó quizás su proyecto más ambicioso,
el Gran Río Artificial, el proyecto de riego más grande del mundo,
que proveería de agua a todo el país. Para eso fueron cavados 1300
pozos algunos de hasta 500 metros de profundidad, para bombear agua
de las reservas de agua subterráneas, que era distribuida a casi
siete millones de personas, llegando a Trípoli, Benghazi, Sirte y a
otros puntos a través de una red de tuberías subterráneas de 4 mil
kilómetros de extensión y que permitían abastecer de agua a más
de 150 mil hectáreas para cultivo.
En
julio de 2011, la OTAN, atacó el suministro de agua, cerca de la
ciudad de Brega, e incluso destruyó la fábrica que producía las
tuberías. Estos ataques dejaron sin agua al 70% de la población,
que no solo la utilizaba de manera personal, sino también para el
riego.
Occidente
ha hecho sin duda las cosas demasiado “bien” en Libia,
como que para alguien alguna vez pueda volver a armar ese puzle
sangriento.
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