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29 de diciembre de 2017

DE 2017 A 2018: LA POLÍTICA-FICCIÓN EN BUCLE PERMANENTE

Por Marat

1.-Hiperrealismo, máscara que esconde el mundo de lo real
Seguramente muchos de ustedes habrán pasado alguna vez delante de la fachada de un edificio en rehabilitación, cubierto por una lona que representa una escena, generalmente muy marcadamente “realista”, cuyo objetivo es engañar a la vista, creando efectos ópticos de una realidad intensificada, que sustituye la fealdad de la obra de construcción en proceso que se oculta tras ella. Es lo que se conoce como trampantojo.

El simulacro, la creación de una ilusión a través de una realidad virtual que sustituya a la real es hoy la práctica generalizada de las redes sociales, los medios de íncomunicación y aislamiento estanco de las opiniones, según se atienda a una audiencia de derechas o de “izquierdas”, “facha” (hoy es fascista todo el que no piensa y jalea lo que uno mismo cotorrea) o “progre”, “indepe” o “unionista” -cada lector/espectador parece pensar “mi medio me engaña muy bien”-. Hace tiempo que lo importante ya no es la realidad; es decir, las condiciones materiales que afectan a la vida de los seres humanos y que determinan sus vidas, sino la opinión publicada por el periodista mercenario de turno o por el “cuñao” más falsario de cualquier red social de enajenación colectiva.

Lo que los cursis llaman el imperio de la “posverdad”, o de las noticias falsas, no necesita atiborrar de mentiras a una audiencia cada vez más inerme para distinguir ficción de realidad sino que basta con esconder ésta bajo montañas de “información” más o menos veraz o distorsionada. La mentira más eficaz es la que no se basa en un dato falso sino la que es capaz de esconder otras realidades que al poder, siempre económico y siempre origen y superior de todos los demás “pseudopoderes” que le son vicarios, le interesa encubrir o reordenar dentro de la jerarquía de importancias que construyen la percepción social de un mundo de “realidades virtuales”.

2.-Antecedentes de la política-ficción
Hace ya unos cuantos años, el mundo entró en el escenario de la representación virtual, del como si, del cosmorama. El primer ejemplo que alcanza mi recuerdo es el del debut de la guerrilla zapatista. Un hijo universitario de la burguesía mejicana, enfundado en un pasamontañas, lanzó a un grupo de guerrilleros, más virtuales que reales, aunque el sacrificio mortal de una parte de dicho grupo no lo fue en absoluto, a las noticias de alcance mundial. El llamado “relato posmoderno” se había hecho carne y empezó a habitar entre nosotros. En lugar de las explosiones revolucionarias, se hizo teatro, mientras los esclavos modernos eran bautizados bajo el fuego de artillería del neocapitalismo, ahora sin frenos ni temores a la esperanza de los desheredados de la tierra, una vez destruido a manos de sus dirigentes el principal enemigo del capitalismo mundial en 1991. Fukuyama parecía tener razón con aquello del “fin de la historia”.

El conflicto, la barricada, la representación del clase contra clase en el cuerpo a cuerpo de un proletariado organizado y consciente sería sustituida, a partir de entonces, por la flashmob, y la propia representación, televisada, guionizada, filmada e incluso grabada en vídeos de móviles por los propios participantes, que se habían convertido, a sabiendas, en “rebeldes empotrados” en los medios de comunicación.

La pretendida resistencia mundializada vivió su Thermidor al pasar de Seattle, con sus bloques negros, al Porto Alegre de un Lula colaborador del capital mundial, donde los “antiglobalización” debatían abierta y amigablemente con Fundaciones como la Open Society Foundations o la Ford. Entonces, quienes tuvimos cierta sensación de que había algo que no era como nos decían, que el concepto de explotación había sido escamoteado para ocultarlo bajo el de cien mil menores opresiones y con antídotos “empoderadores” y  “economías colaborativas”, empezamos a sospechar que la revolución, si lo era de verdad, no iba a ser televisada.

Y llegaron, más tarde, las revoluciones árabes, que luego darían lugar a los inviernos yihadistas, con sus community manager financiados por fundaciones globalistas. Y aún después un 15M y un Podemos convertidos en grandes platós de televisión. Cuando estos últimos empezaron a fallarles a ambos, el soufflé se vino abajo.

Toda forma de protesta o de rebelión que no cuestiona la dominación capitalista, allí donde ésta y su plusvalía se producen, perpetúa y legitima a la misma como expresión de la democracia burguesa ligada a su orden, aún cuando se vea más o menos reprimida. Son válvulas de escape y, casi siempre, luchas entre fracciones de la propia burguesía.

3.-Danza espectral de simulacros en cascada
Es demasiado tedioso hacer un resumen de todo este año que acaba para dar paso a uno nuevo aún más vacío pero, contradiciendo a Machado, solo “pasajero” porque, con cada cambio de fecha, nuestra realidad colectiva se hará aún más estomagante, dando vueltas sobre sí mismo en un contínuo sin fin.

Debiera bastar con un análisis somero de algunas de las últimas noticias-trampantojo de estos días últimos para contraponer luego las realidades que en la agenda política y mediática y el cacareo de los tontos amplifican.

Si hace casi 3 meses la República catalana se declaró de forma “simbólica”, proclamándose y desproclámandose - “levantándose y sentándose”, que dijo cierto político de cuyo nombre no quiero acordarme-, dejando incólume la bandera española en el Palau de la Generalitat, yéndose de fin de semana buena parte del Govern y la otra al dorado turismo belga, todo el resto de lo que ha protagonizado la política del corral de comedias ibérico con posterioridad, salvo el encarcelamiento de un grupo de Consellers y de los Jordis, ha sido pura y simplemente una performance dentro de un mundo virtual, de ficción y pose.

En torno a la convocatoria del 1-O vino el delirio del diario El País con los hacker rusos que interferirían en el recuento de las votaciones, y su correlato “indepe” de que habría pucharazo, a pesar de que en varias ocasiones los gobiernos nacionalistas catalanes habían  recurrido a la empresa Indra, sobre la que ahora lanzaban sus sospechas. La frase de Mao de que “cuando un Estado no tiene enemigos, se los crea” se hacía realidad en sentido bidireccional. O al menos, demostraba que los necesita, imaginarios o reales.

En ese proceso, como afirmé en un anterior artículo, la clase trabajadora había carecido de representación política, toda vez que el debate electoral y previo, durante los últimos meses del procés, había sido ocultado y hasta rechazado tanto por los partidos burgueses (de las dos formaciones nacionalistas catalanas, de las tres españolas, así como de la progre de la CUP y de la transversal de los Comunes-Podemos, en cuyos programas los intereses de la clase trabajadora estaban absolutamente ocultados por el debate sobre el procés porque “esto va de democracia”. Y en relación a ese discurso en el que la pequeña burguesía catalana llevaba la voz cantante, tomaron postura todos los partidos parlamentarios españoles y catalanes.

Otra cosa es que el procés fuera o no, de verdad, “de democracia” y no de los intereses de una fracción de la pequeña y mediana burguesía catalana en afirmarse sobre su idea del “mercado único” de su territorio. Y sobre todo, otra cosa muy distinta es cómo empieza a pintarles, por encima de la aritmética parlamentaria, en la partida que juegan frente al Estado español.

Pero el demócrata, como representa a la pequeña burguesía, es decir, a una clase de transición, en la que los intereses de dos clases se embotan el uno contra el otro, cree estar por encima del antagonismo de clases en general. Los demócratas reconocen que tienen que enfrente a una clase privilegiada, pero ello, con todo el resto de la nación que los circunda, forman el pueblo. Lo que ellos representan es el interés del pueblo. Por eso, cuando se prepara una lucha, no necesitan examinar los intereses y las oposiciones de las distintas clases. No necesitan ponderar con demasiada escrupulosidad sus propios medios. No tienen más que dar la señal, para que el pueblo, con todos sus recursos inagotables, caiga sobre los opresores. Y si, al poner en práctica la cosa, sus intereses resultan no interesar y su poder ser impotencia, la culpa la tienen los sofistas perniciosos, que escinden al pueblo indivisible en varios campos enemigos, o el ejército, demasiado embrutecido y cegado para ver en los fines puros de la democracia lo mejor para él, o bien ha fracasado por un detalle de ejecución, o ha surgido una casualidad imprevista que ha malogrado la partida por esta vez. En todo caso, el demócrata sale de la derrota más ignominiosa tan inmaculado como inocente entró en ella, con la convicción readquirida de que tiene necesariamente que vencer, no de que él mismo y su partido tienen que abandonar la vieja posición, sino de que, por el contrario, son las condiciones las que tienen que madurar para ponerse a tono con él”. (“El 18 Brumario de Luis Bonaparte”. Karl Marx)

Luego vendría la resaca posterior, en la que todo lo virtual se precipitó. Casi todos los actores principales se lanzaron como posesos a emitir gestos, por aquello de que la democracia burguesa es no solo representación en cuanto a simbolización de un supuesto pueblo-universo, del que se esconden los antagonismos de clase, por una muestra de diputados, sino porque es pura escenificación y apariencia.

Así el PP, casi desaparecido del Parlament exigía a Arrimadas que se postulase para Presidenta del Govern, a sabiendas de que a ésta solo le quedaba “hacer un Rajoy”, al estilo de cómo éste hizo tras las elecciones del 20 de Diciembre del 2015, dada la imposibilidad de que los constitucionalistas sumaran los votos suficientes para formar gobierno.

El ex President Puigdemont, con poco cuerpo de mártir, pero mucho de turista de lujo, que había mantenido curiosos rifirrafes con su ex vicepresident Junqueras, que ocupaba una celda en la cárcel de Estremera, acerca de la dignidad con la que cada uno afrontaba las consecuencias del 1-O y de quién debía ser President tras las elecciones del 21-D, a pesar de ser el más votado de las candidaturas independentistas demostraba una querencia por su “exilio” de pegote digna de mejor causa.

El ex portavoz del Govern, Jordi Turull, manifestaba recientemente la posibilidad de que el candidato de los independentistas, Carles Puigdemont fuera ungido “urbi (a la ciudad sagrada de la patria catalana) et orbe” (y al mundo, en Bruselas) President de forma telemática o, en palabras de desaprobación de tal despropósito del Lehendakari Urkullu, “por Internet”. Con un Iphone de última generación, siempre se podrían hacer Consells de Govern por whatsapp. Al fin y al cabo, la wikidemocracia o democracia 2.0 creó la frikada del Partido X y permite disponer de una app para saber dónde hay bolsas para recoger excrementos caninos. Las Carmenadas del cambio nunca defraudan… a las extravagancias de los pijoprogres y animalistas.

Pero como todo lo que degenera tiende a empeorar aún más, el efecto Arrimadas, asociado a la tendencia del independentismo catalán a no respetar su propio sentido del ridículo, dio alas a una iniciativa que, partiendo de lo estrambótico, ha alcanzado altas cotas de popularidad. Me refiero a la iniciativa Tabarnia (Tarragona y Barcelona).

Ésta, nacida años atrás, encontró, ante las vacaciones de los políticos y la menor generación de ridiculeces mediáticas propias de ellos, su oportunidad en las redes sociales. Sin duda, el triunfo de Ciudadanos en Cataluña dio alas a los sectores españolistas para relanzar la idea. Con la complicidad del renacido patriotismo español fuera de la República Simbólica de Catalunya, la operación Tabarnia alcanzó rápidamente una difusión inconcebible en otras fechas.

A través del simétrico juego de las ideas fuerza y los conceptos que el propio independentismo catalán había acuñado a lo largo de años: Barcelona is not Catalonia/ Catalunya is not Spanish, Catalunya ens roba/Espanya ens roba, Tabarnia da a Cataluña mucho más de lo que recibe/Cataluña da a España mucho más de lo que recibe, etc., los tabarneses plantearon una reivindicación autonómica al margen de Cataluña y dentro del Estado español tan real como la República catalana, han puesto el dedo en la llaga del soberanismo catalán y le ha dejado sin discurso, hasta el punto de que algunos de ellos les acusan de insolidarios, de ricos y privilegiados contra el resto de Cataluña y de secesionistas ¿Quien iba a decir a los “indepes” que iban a españolear tanto en sus argumentos?

Sea como sea, Tabarnia contra Cataluña, Cataluña contra Tabarnia, constituyen la expresión más evidente de que un discurso identitario en términos de pueblo y de patria conducen al absurdo de olvidar que hay otras realidades no nacionales, constituidas por las clases sociales, siempre antagónicas entre sí. Cuando las organizaciones políticas “progres” (esa cosa que hoy siguen reclamando muchos como la izquierda) abandonan la defensa de la clase trabajadora, lo que encontramos es el discurso de una gran burguesía que no quiere perder un mercado más amplio, el español y el internacional asociado al mismo a través de la UE), que dan eco a Tabarnia, contra una pequeña y mediana burguesías, potenciadas al calor del dinero público de la Generalitat. Sus enfrentamientos solo los puede pagar la clase trabajadora silenciada en dicha confrontación.

Y mientras tanto, si Ferreras, el reportero más dicharachero de toda La Sexta, que se cayó de pequeño en el plató de Al Rojo Vivo, se va a de vacaciones y no puede retransmitir la política del circo parlamentario en plan “atención: minuto y resultado” del “furbo”, siempre nos quedará el diputado de guardia “indepe”, superRufián, haciendo honor a su nombre y, desde la máquina de escribir a las esposas de sexo divertido (pudo haber sacado un pollo de plástico de un maletín, ¿porqué no?), involucionar ahora hacia la adolescencia de un “niño rata” de los videojuegos


Pero no hay culebrón que no sea eterno. Antes de brindar con cava, la señora Colau seguirá poniendo en aprietos a sus socios podemitas, que culparon a los indepes de romper el consenso del 78, poniendo un lazo marillo gigante en el balcón del Ayuntamiento de Barcelona por la libertad de los Jordis. Tampoco es cosa de encadenarse o convocar una mani, que al fin y al cabo otros le han descubierto que es más cómodo y sencillo, en lugar de salir a las calles frías y llenas de gente que va en masa a terminar de hacer las compras para Nochevieja, firmar en change.org la petición del premio Nobel de la Paz a los dirigentes de dos entidades supersubvencionadas por la Generalitat, como si fueran Nelson Mandela.

En fin, puedo imaginarme todo lo que no ha sucedido, a partir de este mundo de política virtual, incluido a Puigdemont dando las campanadas de las 12 de la última noche del año para TV3.

4.-La realidad que oculta el trampantojo catalán
Estoy convencido de que ustedes me van a disculpar de que, llegados a este punto, sea algo más parco en su extensión.

El catalán que no haya leído La Vanguardia, El Periódico (impuesta o no la austeridad de la que se habla en en este segundo enlace por Montoro. Esto último importaba poco a los patriotas pequeñoburgueses) a comprobar como el Govern de Catalunya ha liderado los recortes sociales en el Estado español, dato que también pueden encontrar en otros medios, debe de pensar, sobre todo si va a colegios privados y utiliza una sanidad de pago, que tiene el mejor de los sistemas de protección pública posibles. Los trabajadores catalanes no son de esa opinión.

Y ahora hablemos de cómo el gobierno español ha usado el asunto de la “amenaza independentista”, que veremos que acaba como rosario de la aurora, para tapar golpe tras golpe contra la clase trabajadora. Y solo me voy a referir a cuestiones muy cercanas en el tiempo.

Noticia de hoy mismo: el gobierno español endosa el pago de 96,38 millones de € a Castor, la empresa de Florentino Pérez, a los consumidores a través del recibo del gas. Si piensas  que, porque "el Barça es mes que un club", lo que está haciendo el gobierno español es apoyar al Real Madrid y no al capitalismo, como hizo a Generalitat con Aguas de Barcelona, el Banco de Sabadell, o La Caixa es que eres muy, muy parcial, amigo.

Seguimos: Quinto año en el que las pensiones suben el mínimo legal establecido, el 0,25%. Así van a quedar sus porquerías de pensiones, si ustedes no ganaron lo suficiente para aspirar a una vejez digna. Culpa suya les dirán. Ustedes saben que no y conocen a quienes señalar como culpables: sus empresarios. Esos a los que los políticos protegen ¿No será hora de ir por el poder real a reclamar lo nuestro?

Continuamos: La subida del salario mínimo en 2018 será de 29 €. La de la luz al inicio de 2018 se estima en un 2,6% (unos 10 euros) y la del 6,2%, según la OCU entre un 7,1 y un 8,2%, Vean ustedes en qué se les queda esos 29 euros.

CCOO y UGT dicen que esto abre el camino a un cambio de tendencia, el de ir subiendo el resto de los salarios. Están convencidos de que el interés de las empresas porque consumamos justificará los ascensos salariales que necesitamos y merecemos ¿Sin luchas? ¿Dijeron algo de las horas que nos obligaban a trabajar gratis? ¿Han planteado alguna lucha, fuera de las que imponen sus afiliados en alguna empresa porque les va la vida en ello? ¿Creéis que no han merecido estos años de silencio del sindicalismo vertical algo más que la esperanza de que caigan las migajas que necesita repartir el patrón para mantener el consumo sin movilizarnos?

5.-¿Y ahora qué?
Si no eres un tonto a las tres, de los que siguen creyéndose lo de que va a caer “el régimen del 78”, pasando de cuestiones como correlación de fuerzas, organización política, compromiso militante y cuestiones que no atañen al mero cambio de cosmética política sino que van al fondo de la dominación de una clase por otra, creo que es el momento de plantearse qué hacer.  
En realidad, proponer esto es muy cansado en medio de tanto Che Guevara del twitter y de tanto niñato desclasado que cree que meterse con Carrero Blanco o con Franco, hoy 40 y tantos años después de que uno de ellos reventará en la cama y el otro alcanzase altos vuelos, es revolucionario.

Tú, que sustituyes los gritos del bar de antaño por tus tonterías en las redes sociales, ¿qué has hecho para comprometerte? ¿Cuándo has dicho a la empresa que te estaban escamitando incluso el salario de convenio? ¿Qué has hecho, más allá de ir a una de esas manis “ciudadanistas” que pedían democracia, sin mayor riesgo; desde luego no para organizar un grupo sindical alternativo y de clase a las porquerías de CCOO y UGT?

Si lo has hecho: gracias tovarich, eres de los míos.

No pido imposibles. Solo la coherencia necesaria para no subir los decibelios si eres un puñetero cuñao desclasado o un cibercapullo de los que se pasa el día tomando el poder o perdiendo su vida en un mundo virtual que no cambiará jamás nada.

COMPROMISO COTIDIANO EN EL MUNDO REAL. 

15 de noviembre de 2017

GATOPARDISMO Y PASTELEO EN EL REINO DE ESPAÑA Y EN LA REPÚBLICA SIMBÓLICA DE CATALUÑA.

Por Marat

El exPresident Puigdemont de la República virtual, perdón, proclamada simbólica de Catalunya, en la que no dejó de ondear ni un segundo la bandera rojigualda española, creada a partir de una bandera de señales marítimas de la antigua Corona de Aragón, ha declarado al diario belga Le Soir que “otra relación con España es posible”. De modo más concreto afirmó: "Estoy dispuesto y siempre lo he estado a aceptar la realidad de otra relación con España". En palabras propias dejó claro que él ha trabajado durante décadas para lograr otro "anclaje" de Cataluña en España.

Unos días antes, el Ministro de Asuntos Exteriores del gobierno español Alfonso Dastis había expresado la posibilidad de que el Estado modifique la Carta Magna con el fin de que en un futuro se pueda llegar a celebrar un referéndum sobre la independencia de Cataluña. "Hemos creado un comité en el parlamento para explorar las posibilidades que existen de reformar la Constitución para poder amoldarla mejor a las aspiraciones de algunos catalanes".

Las manifestaciones del gobierno español, expresando una voluntad benévola respecto a los “insurrectos” catalanes, en la semana de la declaración de los miembros del la Mesa del Parlament ante el Supremo, indicaban la voluntad del pasteleo que ahora empieza a configurarse entre los partidos de la mediana y pequeña burguesía catalana, en un bloque, y del gran capital catalán y español, en el otro.

La declaración de Carme Forcadell en su comparecencia ante un Tribunal Supremo que había manifestado sus intenciones - “Tranquilos, esto no es la Audiencia Nacional”, en palabras del magistrado de este órgano Pablo Llaneras-, allanó el camino hacia el reconocimiento de una proclamación de independencia inexistente por parte de la Presidenta de la Mesa del Parlament, Forcadell, para la cuál aquella fue puramente “simbólica”. Y era muy cierto: en ningún momento el Diari Oficial de la Generalitat de Catalunya recogió que se hubiera producido dicha independencia. Y, vamos al detalle, veremos que la parte resolutiva del acuerdo del 27 de Octubre, en el que supuestamente se declaraba la independencia de Cataluña respecto al Estado español, se limitó a pedir a Puigdemont que buscase la manera de implementar la ley de transitoriedad jurídica. Es ahí donde debemos entender la carta de Puigdemont a Rajoy, tras la exigencia del segundo de retractación al primero, tan reacia a admitir sus propias limitaciones, tan poco enunciativa respecto a la declaración, y tan sobrada de soberbia.

La vía Forcadell ha sido anunciada por los voceros mediáticos del gobierno español como la idónea para la salida de la cárcel de los consellers y el vicepresident encarcelado e incluso para los “solidarios” con los presos huidos a Bélgica, Puigdemont y su cuarteto de la tocata y fuga. Tanta manga ancha presenta esta vía que ni Puigdemont ni Junqueras, ni ninguno de los consellers, encarcelados, huidos o en libertad provisional, ni ninguno de los miembros de la Mesa del Parlament han sido inhabilitados hasta el momento para presentarse a las elecciones catalanas del 21D.

Llama la atención que PP y PSOE hayan rechazado la propuesta de Ciudadanos de multar a los miembros del PDeCat y de ERC por su incomparecencia a las sesiones del Parlamento español, los cuáles por coherencia política y decencia personal debieran haber abandonado dichas instituciones, toda vez que, una vez declarada la República catalana, no tenía sentido sentarse en los escaños de representación de otro parlamento nacional distinto al suyo. Claro que, tanto a ellos como al gobierno español les cabe argumentar que dicha proclamación fue puramente simbólica y no ejecutiva. Si el partido del gobierno español y el PSOE hubiesen esgrimido este argumento habrían admitido tácitamente que tanto ellos como los independentistas jugaron a una performance, algo tan común en tiempos de política virtual, guerrillas digitales y hasta manifestaciones de hologramas. La política convertida en la cultura del simulacro muestra ya que la mentira se ha instalado en una especie de reino de Matrix.

Entre tanto, los dos “paros país”, en el que el primero fue convocado por más sindicatos que el segundo, contaron con el beneplácito de una Omnium Cultural y de una ANC, de las que algún día sabremos todas sus conexiones con la burguesía catalana, todas sus subvenciones y sus vínculos con sectores ultracatólicos, de algunas asociaciones de PyMEs y de sectores altos funcionarios de la Generalitat, junto con el pequeño y mediano comercios. Pero por más que se empeñe el diputado del PDeCat, Lluis Llach, estas dos veces no le compró la clase trabajadora catalana su “estaca”. No paró porque, en ambos casos, supo que la fiesta no iba con ella y que no tenía que nada que ganar en una lucha entre burguesías.

Llamativamente, no hubo ni un solo detenido en el llamado “paro país” porque no podían llamar huelga, ya que el ordenamiento jurídico lo limita a la reivindicación de derechos laborales, que la burguesía catalana ha destruido tanto o más que la española, ni general porque ni lo era ni tenía legalidad, por la falta de representación de los convocantes, para serlo. En las huelgas generales de los últimos años en España ha habido cargas policiales (también de mossos), heridos, detenidos, tiros de la policía, represión salvaje y más de 200 amenazados con cárcel, alguno de ellos llevado preso (Alfon, entre ellos).

Tiene sentido preguntarse por los motivos reales y no declarados del procés. Distinguir entre catalanismo, soberanismo, independentismo e identidad nacional o colectiva es académicamente sugerente pero, en el contexto de una globalización que debilita a los Estados, y que encuentra su terreno abonado en países que, como España, no han resuelto satisfactoriamente el encaje de buena parte de los territorios que integran su Estado, la lógica de las patrias, con discursos sobre naciones que exigen sus propias soberanías estatales, se irá imponiendo progresivamente con componentes identitarios cada vez más reaccionarios y excluyentes. En cualquier caso, y más allá de este análisis de urgencia, la clave de las razones por las que hoy determinados partidos nacionalistas e independentistas se han lanzado a este simulacro de independencia se me escapa por el momento y está en algún lugar que hoy por hoy nadie está en condiciones de explicar porque su complejidad tiene forma de ovillo sin un hilo suelto único que deshaga la madeja. El argumento de que pretenden tapar sus propios asuntos de corrupción o de que intentan chantajear al Estado me parece insuficiente para explicar tanto la polvareda como los lodos actuales.

Es evidente que el catalanismo necesitaba su propio clientelismo o masa social. Omnium Cultural y la ANC eran una parte de esa base pero esa base ya existía sin ellos. Estaba en la iglesia católica, la cultura popular, las tradiciones, los casals, el asociacionismo catalanista, la educación. Lo obtuvo también en la administración autonómica.

Es evidente que el catalanismo siempre ha buscado una intervención en relación al Estado español claramente interesada en lo económico y que la redistribución del poder entre una y otra burguesías era uno de sus objetivos más deseados. Pero fue el propio Govern de la Generalitat el que renunció a una forma de financiación similar al cupo vasco. No obstante, conviene no ignorar que Artur Mas lanzó en 2012, en un momento especial de la crisis económica su exigencia al gobierno del PP de un pacto fiscal para Cataluña para no sacar los pies del tiesto constitucional.

Es evidente que la corrupción de CiU (3%) y de su patriarca (Pujol) desestabilizaba su futuro pero cuesta entender que un partido aparentemente limpio como ERC aceptase unirse en su proyecto político, siquiera tácticamente, con dicho partido.

Es evidente desde la aparición de la coalición CiU que existía una competencia brutal entre una pequeña y mediana burguesías más pactistas, representadas por aquella, y la de ERC, aparentemente más radical. Y que hemos conocido el abrazo del oso de ésta sobre la heredera de la primera, el PdCat.

Es evidente que la suma de Junts x Sí (PDeCat y ERC) era insuficiente parlamentariamente para el proyecto independentista y que eso les entregó en parte a la dependencia de las CUP pero éstas se rindieron en términos de sometimiento a un proyecto burgués mucho más que al de uno rupturista en términos socializantes.

Y, sin embargo, algo me hace pensar que faltan algunas claves, que aún no se han desvelado, y que tienen que ver con la posición de determinados estratos de la pequeña y la mediana burguesías catalanas respecto a las expectativas de futuro que éstas esperaban en el juego de un órdago a la grande que, sin embargo, no era realmente independentista.

Mi tesis es la siguiente:
  • La lucha entre los diferentes intereses y estratos de las burguesías busca una permanente recomposición en la correlación de fuerzas de los sectores que la componen.
  • La afirmación de Marx y Engels en “El Manifiesto Comunista” de que Hoy, el poder público viene a ser, pura y simplemente, el consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa” nunca ha sido más cierto que en el presente. En ese sentido se entiende el uso de los mecanismos institucionales de las administraciones políticas para sus propios objetivos tanto de las burguesías que sostuvieron y pactaron después con el nuevo poder triunfante tras la guerra civil española sus hegemonías dentro del bloque del capital como de las periféricas, reforzadas al calor de las administraciones autonómicas posteriores a 1978.
  • Durante cerca de 40 años la administración de la CAV (Comunidad Autónoma Vasca) o Gobierno de Euskadi fue conformando un nuevo sujeto burgués, nacido de las oportunidades que creaba la reconversión industrial de las grandes empresas del INI, las Kutxas (Cajas de Ahorro vascas), la Universidad de Deusto y las apuestas milmillonarias del Gobierno Vasco hacia una I+D+i en proyectos de innovación y desarrollo industrial dentro de los cuáles los parques tecnológicos fueron su punta de lanza. El capital de Neguri, franquista y pactista con el franquismo fue arrollado.
  • En su lugar, la economía catalana, ha pasado por una tensión entre los intereses del antiguo INI y del modelo de supercajas de ahorro actuando como grandes bancos de empresas industriales y de servicios privatizados y convertidos en punta de lanza del capitalismo español y los de una pequeña y mediana burguesías amamantadas por el clientelismo institucional, al modo en el que sucedió en el franquismo con las grandes fortunas, y de un modo también “estufero” y dependiente pero con la diferencia de que los tiempos han cambiado. Hoy el capitalismo necesita una mundialización creciente y el catalán de la pequeña y mediana burguesías intenta su supervivencia, ya que ha llegado tarde a su consolidación. Es desde aquí desde donde quizá podríamos entender la revuelta burguesa de las clases medias catalanas, su conexión con los estratos de la burguesía que representan la ANC, Omnium Cultural y ERC antes que un PDeCat que ha dejado de ser el referente de los Brufau, los Carceller o los Vilarasau, por citar solo tres ejemplos. Es la hora de los condotieri (capitanes de mercenarios) y los aventureros, tipo Oriol Soler, hombre clave en la sombra del procés (recomiendo la lectura del artículo que enlazo) y de sujetos como Jaume Roures (Público), un personaje que haría las delicias de Marx al describir al perfil de ambiciones que entronizaron a Luis Bonaparte.
Tras la imposición por el gobierno español, sin auténtica resistencia, del artículo 155, el encarcelamiento de algunos consellers, la convocatoria electoral por parte del citado gobierno, el acatamiento de todos los partidos independentistas de dicha convocatoria (la actuación de la CUP decidiendo participar en unas elecciones que considera “ilegítimas” es digna de mención), la admisión de que Cataluña no estaba preparada para la independencia (Mas y el resto), vemos cuál es la fase actual del esperpento catalán.

La reciente rehabilitación de la propuesta de la “interdependencia”, esbozada por Puigdemont en Enero del presente año, y relanzada ahora por el mismo, no deja de ser una variante de la teoría del Estado vasco asociado al español, o plan Ibarretxe. Todos sabemos el recorrido que tuvo. No deja de ser una pose hacia el posibilismo y la retirada táctica hacia aguas menos turbulentas para el independentismo.

El intento de portavoces y del entorno social y mediático independentista de esconder que sus instituciones y los líderes del procés habían engañado al pueblo catalán, al admitir hace unas semanas que Cataluña no estaba preparada para la independencia, con la nueva teoría de que no es que no estuvieran preparados para la independencia sino que no estaban preparados para desarrollar la república catalana “haciendo frente a un Estado autoritario sin límites para aplicar la violencia”, en palabras del portavoz de ERC Sergi Sabrià, les devuelve la imagen de su indignidad y de la estupidez de sus propios argumentos. Si durante años el entorno soberanista e independentista ha estado difundiendo la idea del “déficit democrático” del Estado español, de su carácter franquista y fascista, no cabe la salida de la ingenuidad respecto al comportamiento del aparato represivo del Estado español. Y tampoco vale acudir a que esperasen que las instituciones de la UE limitasen su actuación represora, por cuanto sus demandas independentistas no tuvieron eco alguno que no fuese el de determinados sectores identitarios de algunos grupos políticos europeos ligados a la extrema derecha.


Las declaraciones del portavoz de ERC en el Congreso, Joan Tardá, admitiendo que en Cataluña no hay aún una mayoría social que quiera independizarse de España (todavía no somos independientes porque no ha existido una mayoría de catalanes que así lo hubieran querido”), cuando con un 47% quisieron imponerse a un 53% de la sociedad catalana y entonces no ser mayoría no era un problema para las aspiraciones independentistas, remachan la evidencia del engaño. Y lo ha dicho sin despeinarse ni soltar el brazo del cabestrillo, con el que seguirá en campaña hasta pasado el 21-D, cual manco de Ciutadella.


Pero lo cierto es que ha habido una rendición indigna de los promotores del procés, que estamos ante una fase de pasteleo que pronto se volverá empalagoso entre los representantes políticos de una y otra parte (el catalán y el español) de la burguesía, que ésta es que la impone los acuerdos, que vamos a conocer un quinto pacto de ambas élites políticas (la primera la de Cambó, la segunda la de Compayns, la tercera la de Tarradellas y la cuarta la de Pujol) y que la frustración catalana es sólo parangonable al comportamiento históricamente posibilista de sus élites políticas, como lo fue tras la guerra civil con un franquismo al que su burguesía se entregó, como agradecimiento al aplastamiento fascista de una revolución proletaria que temió su burguesía desde finales del siglo XIX y el primer tercio del XX.

Esto no acabará ni con las demandas de una Cataluña que 5 siglos después no ha logrado un acomodamiento satisfactorio dentro del Estado español, ni con los objetivos de su burguesía que ha dejado en pañales a los impugnadores de un “régimen del 78” pero no de un sistema capitalista al que burgueses y pseudoradicales acatan, unos por convicción, otros por incapacidad política de oponerlo.

La derrota actual y sin paliativos del independentismo puede incluso encontrarse con una vuelta a la casilla de salida tras unas elecciones que pudieran ser ganadas por los hoy derrotados pero, en ese caso, veremos, con sorpresa de muchos a un Junqueras actuar como un hombre con visión de Estado (burgués), quizá como un Íñigo Urkullu, con altura de miras y capacidad de aunar voluntades en pro del bien común...del capital catalán y español ¿Quién se lo iba a decir a él, ex Conseller d'Economia i Hisenda de la Generalitat de Catalunya? Al fin y al cabo, él es un hombre que cree necesario que haya misas por televisión. Casi estoy por llamarle Jordi...Pujol. Quien tenía el objetivo primero y fundamental, antes que cualquier otro, de sobrepasar a un partido concreto del catalanismo y de abrir camino a la burguesía pequeña y mediana era él, quien más responsabilidades tuvo en que fuera posible poner en marcha los procedimientos del día siguiente a la declaración que nunca se implementaron era él, quien siempre aparecía en las fotos del procés con cara de distancia y hasta de cierto disgusto también era él.

En el presente, esas burguesías ya no tienen nada que temer. La clase trabajadora ha vuelto a ser solo clase en sí. Sobrevive en su cotidianedad como puede, ha dejado de ser peligrosa hace mucho tiempo, se ha vuelto descreída. No tiene hacia dónde volverse, ni banderas que la representen, ni esperanza futura a la que agarrarse, ni quien eleve su voz desde dentro de ella,...ni siquiera desde fuera. Eso sí, de momento, miren ustedes donde están las esteladas y las rojiguldas en los balcones y verán que los que lo pasan mal no les compran esa película que ustedes los patriotas de cada tribu intentan imponer. Y ahí están, desde luego, muy por encima y lejos de sus supuestos voceros, hasta ahora y afortunadamente.

Pero, a pesar de todo este pasteleo, apaño y arreglo y entre las burguesías de uno y otro lado del Ebro, hay un hecho positivo que nace de su dominio del escenario político e ideológico. Se trata de la derrota de las izquierdas. Sin ella la clase trabajadora podría empezar a crear su propio relato autónomo y a generar sus propias organizaciones porque lo que hoy se llama izquierda no responde ni a sus necesidades ni a sus demandas.

Solo quien cree en la quimera de que la II República fue revolución y que una III sería socialismo, solo quien cree en que una revuelta democrático-burguesa pueda abrir camino a una revolución obrera, sin querer ver la realidad del poder absoluto que hoy tiene la burguesía, solo quien cree que democracia equivale a igualdad, cuando la primera es siempre burguesa, solo quien cree que cambiar las figuras políticas del parlamentarismo puede cambiar la realidad social de verdad, puede esperar otra cosa que la que hay.

Las “izquierdas” podemitas y las más soberanistas de los Comunes se han enredado en la miseria del catalanismo independentista.

El papel de Ada Calau, cada vez más próxima al independentismo catalán, tendrá su respuesta en un buen sector de sus votantes. No es que sea una política que ha abandonado una posición social, que nunca de clase, en beneficio del soberanismo. Es que para un demócrata burgués progresista y bienintencionado empieza a no ser demasiado confiable, tras cada uno de sus juegos que empezaron por la ambivalente equidistancia y han acabado en un discurso del gusto de ERC e incluso del PDeCat.

Su partido, En Común, con sus constantes juegos de una cosa y la contraria, ha acabado por jugar en el terreno de la burguesía catalanista, con un perfil progre cada vez menos definido y una capacidad de interlocución en España cada vez más débil. Sus alianzas con Podemos se resistirán en un futuro próximo pues sus intereses electorales van a ir difiriendo cada vez más claramente. 

Si Iglesias intenta ahora desligarse, no lo logrará sin perder pelos en la gatera y sin la consecuencia en Cataluña de las contradicciones entre lo que dejó hacer y lo que ahora intenta reconducir. En el resto del Estado, el precio que pagará Podemos, al intentar restañar las heridas catalanas, le irá conduciendo hacia la evidencia de que ni es un partido de clase ni tampoco es ya siquiera un partido democrático radical burgués sino un grupo cuyas contradicciones internas le harán saltar en pedazos o le conducirán a una IU bis pero con una base más inestable.

Su alianza con la IU actual está comprometida a medio plazo. El intento de Garzón de marcar diferencias en relación a Cataluña es un paso más en lo que ya se observa en cuestiones como la la gestión municipal en Madrid y otras cuestiones que se irán marcando con el tiempo. Los restos de IU se irán disolviendo en un piélago de miserias cada vez más contradictorio, reformista y agotado.

El PSC podría cosechar a muy corto plazo algunos réditos en el marasmo del catalanismo no radical pero, a medio plazo, generará muevas contradicciones con el PSOE, por la diferencia de intereses espuriamente electorales y tácticos dentro de la dinámica contradictoria Cataluña-España.

El resto, la llamada izquierda radical o izquierda a la izquierda de la izquierda, es nada hoy. Mañana será menos aún. Su incapacidad teórica, su sectarismo, su naftalina ideológica, su tendencia al coyunturalismo oportunista, dispuesta a encontrar crisis de legitimidad del Estado burgués desde los propios agitadores burgueses, antes que construcción de organización autónoma de clase, desde la clase y para la clase trabajadora, les ha convertido en prisioneros de Zenda del soberanismo independentista, primero del idealizado vasco, luego del catalán. Atrapados entre la teoría de un febrero que conduce a un octubre, hace ya muchos años que habían demostrado ser inoperantes desde una teoría del antiimperialismo incapaz de operar en terreno propio contra el capitalismo más inmediato y de acercarse a la realidad de la clase trabajadora realmente existente y no fantaseada en sus ritualizadas conceptualizaciones.

La izquierda reformista y la que se autodenomina revolucionaria serán un deshecho a medio plazo, por muchos más motivos, y quizá, más profundos que el hecho catalán. Desde hace decenios ni tienen función transformadora ni poseen utilidad real para una clase a la que o han sustituido por “la gente” o solo ritualizan. Son “izquierdas morralla”. Su vacío no dejará necesidad de la misma sino oportunidad de un nuevo comienzo absolutamente distinto.

Pero esa, como dijo Kipling, es otra historia.

30 de octubre de 2017

DECLARACIÓN DE LA REPÚBLICA CATALANA Y 155: ANATOMÍA DE UN INSTANTE

La paradoja del momento presente la resume la imagen
de hoy mismo de la cúpula del Palau de la Generalitat
Por Marat

Pretender hacer una radiografía de duración permanente sobre el momento político catalán y español, sería una fantasía de locos. Los acontecimientos se suceden a velocidad frenética entre simulacros, mentideros, desmentidos, amagos y acciones contradictorias en apenas minutos, recaderos interpalaciegos, y movimientos tácticos permanentes. Es imposible esperar que lo que hoy se presenta con una coyuntura concreta lo haga mañana del mismo modo.

Pero no hay error en reafirmar la eternamente joven expresión de Marx de que “la historia se repite siempre dos veces. La primera como tragedia. La segunda como farsa”. Entre la proclamación de la República catalana durante la II República Española y la errática y dubitativa declaración del pasado 27 de Octubre dista mucho más que 86 años. Si el pronunciamiento de entonces ayudó a traer la II República (que no dejó de ser burguesa nunca, por otra parte) el actual, lejos de “provocar la crisis del régimen del 78”, lo refuerza porque abre una dinámica de enfrentamiento entre pueblos, ni siquiera entre derechas e izquierdas, puesto que liga al progresismo reformista a una dinámica en la que es la derecha la que marca la pauta, la temática y el campo de juego. Una lectura inteligente y honesta de la obra “El 18 Brumario de Luis Bonaparte” nos daría algunos retratos del momento, sin que necesitemos obtener de la misma todas las conclusiones sino solo las relativas a nuestro momento.

No deseo hacer un análisis de largo recorrido. No quisiera estar demasiado despegado del momento. Me limitaré a presentar algunos fotogramas del instante preciso en el que vivimos. Los acontecimientos que han de producirse solo dentro de unas horas devorarán cualquier predicción respecto a lo que ocurra media hora después. La aceleración histórica bajo cuya tiranía mediática vivimos -esa que hace que cada político esté sometido a la dictadura de los informativos- hace que solo quienes adoptan la distancia necesaria sobre los hechos del momento y conocen la historia puedan anticipar la historia futura.

Pero sí quisiera quedarme con algunos hechos últimos, ahorrándoles el tener que seguir una gran parte de un relato previo que ustedes ya conocen. Sabrán cómo interpretar los últimos.

Un molt honorable President de la Generalitat que amaga, para desbloquear la situación a la que puede conducir a su Govern la aplicación del artículo 155 de la Constitución española, con convocar elecciones autonómicas el jueves 26 de Octubre que, finalmente no convoca.

Ese mismo molt honorable President de la Generalitat que al día siguiente, decide que vuelve por sus fueros y proclama una República catalana que sabe que no tendrá recorrido alguno.

Un Gobierno central del Estado español que aplica un artículo 155 de la Constitución cuya eficacia podría ser disuasoria pero, si no lo es, carece de capacidad y resortes suficientes para imponer a la administración autónoma catalana el acatamiento constitucional. Finalmente será el propio capital con sus presiones empresariales, incluso de capitalistas independentistas, y el poder de la Hacienda central del Estado español los que dispongan del poder suficiente para generar acatamiento.

Un molt honorable President de la Generalitat Puigdemont que llama a la resistencia frente al Estado español y su artículo 155 mientras el director general de los Mossos, Pere Soler, ha acatado disciplinadamente su cese. Si eso sucede en el aparato represor de la administración catalana, seleccionado y diseñado en sus mandos de acuerdo a los objetivos nacionalistas, imaginen cómo irá el resto. Lo mismo ha hecho el Mayor Trapero acatando su destitución y sustitución por su número dos y pidiendo lealtad a las nuevas a autoridades del artículo 155. Ferrán López, el citado número 2, ha aceptado su nombramiento por parte de quienes se están ocupando de desmontar la República catalana.

Una política exterior catalana, Diplocat, financiada en el pasado por el promotor de “revoluciones naranjas” y “de colores”, George Soros, que ha visto sus embajadas en el extranjero cerradas por el Gobierno español y, en consecuencia, con una pérdida más que evidente de proyección internacional y de influencia sobre ámbitos de decisión y de presión internacionales.

Unos sectores progresistas, que no revolucionarios, que en Cataluña han asumido la hegemonía dirigente de la pequeña y mediana burguesías catalanas y en el resto del Estado español han caído en la “ilusión democrática” de esperar que una crisis institucional abra camino a un cambio en la correlación de fuerzas políticas, que no sociales, porque la que tiene que ver con la lucha de clases hace tiempo que han abandonado en la práctica. En Cataluña cayeron en la alianza con sus burguesías en un “paro (al que se avergonzaron de llamar huelga) país” que no reivindicaba derechos de la clase trabajadora sino demandas nacionales y que era convocado por sindicatos, Govern (¿dónde vieron antes a un gobierno burgués apoyar un “paro”?) y asociaciones de la pequeña y mediana empresa. A ello hemos de unir la actuación de una pseudorevolucionaria CUP que no llamó a tomar el poder para la clase trabajadora sino a defender las instituciones catalanas y al molt honorable y no demasiado bolchevique President Puigdemont. En el resto del territorio del Estado español hemos visto a unas “izquierdas” que basculaban entre una mayor comprensión hacia una de las dos burguesías nacionalistas instigadoras del enfrentamiento (la catalana) o que caían directamente en la fantasía de un febrero (analogía de la revolución “democrática” del reformismo ruso de 1917) de revolución burguesa que podría abrir pasó a un octubre posterior. Difícil de entender abandonando las posiciones de clase en sus prácticas durante la crisis política, apoyando a los sectores que explotan a la clase trabajadora catalana, y favoreciendo que se divida a l@s trabajador@s en patrias.

Una convocatoria electoral autonómica para Cataluña para el 21 de Diciembre por parte del Estado español que sitúa al soberanismo en la disyuntiva de participar en las elecciones, y ver cómo les va en ellas, o boicotearlas y enajenarse la posibilidad de gobernar en el territorio. Si el PdCat, o lo que quede de él, se apresta a presentarse a las elecciones convocadas desde la legalidad española contra la catalana, Junqueras (ERC) pide, junto con el molt honorable President Puigdemont, aceptar la convocatoria, realizada por el gobierno central, que no posee las competencias para hacerlo, sino el President de la Generalitat destituida. Parece que la CUP mientras defiende la legitimidad del President se va abriendo a las próximas autonómicas, abandonando su peregrina propuesta de “paella insumisa” (Mireia Boya y Anna Gabriel). Habrá que ver de qué modo afectarán unas condiciones que le han sido impuestas desde fuera a una República proclamada, pero inexistente, y cómo todo ello impactará sobre la credibilidad del propio proyecto independentista y a sus promotores.

Un comportamiento de PdCat y de ERC que les lleva a mantener al día siguiente de la proclamación de la República catalana sus escaños en el Congreso y en el Senado españoles y a votar previamente en contra un artículo, el 155, cuando su desacato al mismo debiera haberles conducido, en coherencia, a abandonar el pleno del Senado. El argumento de que dejar sus escaños en Congreso y Senado “sería solo un gesto estético” parece sostenerse mal desde la una posición que, en realidad, no es meramente “estética” sino moral y de congruencia.

Una realidad opuesta en los gobiernos, parlamentos y bloques políticos hegemónicos de España y de Cataluña. En la primera el gobierno, el senado y el bloque constitucionalista de PP, PSOE y Ciudadanos actúan unidos, aprueban el artículo 155 y el gobierno va aprobando un desarrollo y aplicación del mismo, día tras día, en el BOE. En la segunda, el bloque independentista presenta fisuras más que notables, el PdCat ha tenido ya dimisiones tanto en el partido como en la Generalitat y, tras una noche de fuegos artificiales y fiesta en la Plaza de San Jaume, el Govern se va a dormir y de fin de semana, sin tomar auténticas decisiones que viabilicen y muestran la voluntad ejecutiva de puesta en marcha de la República catalana. Decisiones imparables frente a pasividad.

Una economía muy interrelacionada en la que la inestabilidad política y social que tanto asusta al inversor capitalista golpeará sobre Cataluña y sobre el resto del Estado español.

La continuación de la luz de gas sobre los conflictos sociales de clase que afectan a trabajadoras y trabajadores tanto de Cataluña como del resto del territorio español, ahogados por una dinámica de patrias que es dirigida por el discurso burgués a uno y otro lado del Ebro. Si cabe extraer una conclusión sobre dicha dinámica es la de que ambas burguesías mantienen un acuerdo quizá más que tácito para ocultar la realidad de una clase trabajadora a la que ambas explotan y desposeen.

Cabe aventurar algunas conclusiones acerca de la recién proclamada República catalana y sobre la crisis a la que ha conducido el choque de trenes entre el nacionalismo español y el catalán.

El procés y la declaración unilateral de independencia han sido, para un sector importante de la población catalana que ha acompañado al mismo, más una afirmación de soberanía que un camino que realmente creyesen posible. Han vivido una especie de catarsis colectiva, un psicodrama social que les ha permitido vivir "un como si", como si el sueño fuera posible. Ahora empiezan a despertar del mismo y a comprender sus límites. La República catalana ha sido tan virtual como los falsos reconocimientos de la misma en redes sociales por parte de supuestos gobiernos nórdicos y de repúblicas bálticas. Al menos les quedará el consuelo de que Osetia del Sur ha afirmado que va a estudiar si reconocerá a la nueva república o no.

El procés no ha acabado, aunque la independencia de Cataluña ha quedado postergada “sine die”. A tenor de la aceptación de la convocatoria electoral, que empieza a ser aceptado por los partidos independentistas, la permanencia de sus representantes en el Parlamento español y el acatamiento de sectores funcionariales (cargos de los mossos) del control de la situación por las autoridades españolas, cabe pensar que el procés ha entrado en una fase de realismo posibilista y que la estrategia de largo plazo del independentismo está empezando a ser sustituida por giros tacticistas rápidos que dejarán descolgados y con un sentimiento de frustración a gran parte de los sectores soberanistas de la población catalana, como apunté en anteriores artículos. El despertador de ese sueño es a 30 de Octubre la bandera rojigualda ondeando en el Palau de Sant Jordi, junto a la señera y un despacho vacío del molt honorable President de la Generalitat a la que éste hoy no ha acudido hasta el momento, mientras algún Conseller como Josep Rull va a ser desalojado del suyo por los mossos d´esquadra y el resto de ellos han obtenido un breve permiso del gobierno ocupante para recoger sus pertenencias de sus, hasta el pasado viernes, despachos de los que  las fotografías del ya cesado President han ido desapareciendo.

Por su parte, la Presidenta del Parlament, Carme Forcadell, acaba de desconvocar la reunión de la ;esa de la institución, asumiendo de hecho que el la misma está disuelta, lo que no es sino el reconocimiento de la fuerza del Estado como ley de hecho.

Las declaraciones del diputado de la CUP del Parlament de la República catalana, Benet Salellas, cuestionando la capacidad de materializarse dicha república indica la abismal distancia entre deseo y realidad: "No hay estructuras de estado preparadas ni medidas de efectividad republicana que estén empezando a desarrollarse. El Govern no estaba preparado para un escenario de unilateralidad pura". En el mismo sentido, el diputado cupaire señalaba que su partido "no comprende por qué después de la proclamación de la República el Gobierno no está promulgando los decretos que la misma resolución".

Las posibilidades que se plasmen o frustren de una candidatura unitaria del independentismo catalán serán la piedra de toque de su capacidad para mantener un bloque más o menos unido que hoy vive tensiones internas, y que hace muy pocos días se fracturaba entre acusaciones de traición. En cualquier caso, la participación de candidaturas independentistas en las elecciones del 21-D será la deslegitimación absoluta de un procés por parte de sus promotores, al asumir como legales unas elecciones que solo Puigdemont hubiera podido convocar de continuar en el cargo.

Del grado de extensión y la intensidad de la aplicación del artículo 155 por parte del gobierno español y del comportamiento revachista o de perfil bajo de una posible nueva mayoría unionista en la sociedad catalana dependerá que la situación de crisis social y política se vaya atemperando o se incrementen la tensión y la fractura sociales.

El denominado “régimen del 78”, lejos de entrar en crisis, se verá notablemente fortalecido por varios factores.

El primero, la reacción españolista y el incremento del nacionalismo español.

El segundo, la unidad de la que han dado muestra tanto PSOE como PP y el heredero actualizado de dicho régimen del 78 en torno a legalidad española y la unidad territorial, Ciudadanos. Enfrente, tienen a partidos que no han demostrado una claridad en su proyecto reformista de corte meramente institucional ni una unidad suficiente respecto al mismo, según los escollos en su camino hacia la independencia iban mostrando los límites del proceso.

El tercero el consenso social que están siendo capaces de generar dichos partidos entre sectores mayoritarios de la sociedad española, y muy significativos dentro de la catalana, que se han visto asustados ante las consecuencias que la crisis institucional y la amenaza de la económica, sobre Cataluña en particular y España en general, por la desconfianza de inversores y empresas ante la inestabilidad política y social que ha provocado el proceso. Una parte muy amplia de dichos sectores justifica ya la aplicación de medidas de fuerza más o menos limitadas.

La auténtica derrota del independentismo la ha ejecutado la gran y mediana empresa que, más allá de sus filias o fobias hacia el procés, ha sufrido un ataque de patriotismo del bolsillo, presionando con sus exilios de sedes sociales fuera de Cataluña. El artículo 155 ha sido la puntilla legal que ha empleado el Estado español. Las posibilidades de éxito de las imposiciones coactivas para la aplicación del mismo dependerán fundamentalmente de la poderosísima capacidad de intervención del Ministerio de Hacienda español sobre la catalana y del grado de realismo y acatamiento de los altos funcionarios de la administración de Cataluña y de las clases medias sostenedoras del procés.

Coger las de Villadiego, exiliarse en Bélgica, tras acogerse a santuario de un aliado, que tiene amistades con organizaciones fascistas de Bruselas, y verse a sí mismo como una mezcla de De Gaulle en el exilio, hablando al pueblo desde la BBC, y de MacArthur en plan "volveré", mientras te comportas como alguien que deja tirados a quienes se sacrificaron por ti, significa que el esperpento catalán huye hacia donde los aventureros políticos han perdido su norte. Quizá un día descubramos un nuevo significado de la palabra "resistencia". La idea de patria huele tan mal como el agujero en el que se esconden quienes pretendieron hacernos creer que serían mártires y se comportan como ratas en su escapada.  

Que la ANC, con su máximo dirigente en la cárcel avale presentarse a una elecciones que ha convocado Rajoy y no el "exiliado" Puigdemont, probablemente no sea un motivo para bajarse del burro aquellos cuya deshonestidad intelectual les impide toda reflexión que pueda crearles duda alguna sobre aquello que defienden.

La izquierda, o lo que la opinión pública y la publicada entienden por tal, y el republicanismo español entrarán en una grave crisis cuyas consecuencias y efectos se irán dilucidando en los próximos tiempos.

De momento, el reconocimiento por parte de Anticapitalistas, grupo integrante de Podemos, ha sido desautorizado por el Consejo Ciudadano Estatal de este partido y En Podem (Cataluña) ha sido intervenido por dicho Consejo, en aplicación de su particular 155 sobre su filial catalana, tras las graves diferencias de ésta con su organización española, sobre todo por parte de su líder Albano Dante Fachín. Veremos en qué acaba esta cuestión.

En los restos de IU ya se están produciendo tensiones internas cuyas repercusiones pueden incrementarse por un efecto rebote o dominó de la crisis de Podemos, visibilizada por las declaraciones españolistas de Carolina Bescansa, sobre su socio político.

El caso del PSC, organización hermana del PSOE, ha vivido estos días fuertes tensiones internas entre su realidad catalana -buena parte de su dirección- y española, la que se concentra en el cinturón industrial de las ciudades que constituyen la conurbación barcelonesa (el gran Barcelona y otras localidades de tamaño considerable). A pesar de sus enfrentamientos internos es previsible que una parte del voto nacionalista moderado que ya no se reconoce en el PdCat y de En Podem y los Comunes, cuyas inclinaciones hacia el soberanismo han sido muy marcadas, gire hacia el PSC.

El republicanismo español se ha visto atrapado en su contradicción de reivindicación de un Estado federal para todo el territorio, nunca concretado como propuesta, y una delegación del sostenimiento de la reivindicación de III República española en una República catalana cuyo proyecto es en gran medida ajeno, desligado del federalismo y que no se reconoce en ella.

Las organizaciones “a la izquierda de la izquierda”, muy atomizadas, de muy reducidas dimensiones y carentes prácticamente de influencia política alguna respecto a la gran mayoría de la clase trabajadora, ahondarán en su marginalidad como consecuencia de su desvinculación práctica y real de una posición de clase. Su enfeudamiento a los nacionalismos burgueses y pequeñoburgueses vasco y catalán y su aceptación de la estrategia de exportación de nacionalismos promovidos en los distintos territorios del Estado español, siguiendo el modelo de Izquierda Castellana, que grupos autodenominados comunistas asumen como forma de acabar con el denominado régimen del 78 y con la monarquía española, están actuando como mecanismos de refuerzo de ambos, por la reacción de un nacionalismo español y de una extrema derecha que no habían detonado hasta el momento con la fuerza con la que ahora se presentan.

En la práctica, un reformismo moderado, con formas y lenguaje aparentemente radicales, y un radicalismo democrático, a su izquierda, vienen a cubrir el papel y los objetivos que en el siglo XIX representaban facciones de la pequeña y mediana burguesías a través de los "partidos democráticos", aspirantes a reformas que cambiasen la configuración institucional de los Estados capitalistas y sus formas de representación pero sin alterar nada de sustancial de la base material y económica en la que se sustentaban. Apelan, como entonces, a la clase trabajadora, de la que buscan el apoyo a sus causas pero supeditando los intereses de ésta a los objetivos reformistas que constituyen el programa político de ciertos estratos de las clases medias urbanas. No son partidos de clase, por mucho que una parte de ellos lo proclame o, al menos, no de la clase trabajadora, entendido dicho carácter como el propio de organizaciones que defienden los intereses de los asalariados de forma autónoma a los del resto de clases sociales. La ausencia de una centralidad en el discurso y la práctica de clasista es evidente en todos ellos.

La clase trabajadora seguirá sin tener quién la escriba desde las organizaciones políticas en el sentido de la defensa de unos intereses específicos e independientes de los de cualquier otra clase social y otra causa que no sea la suya, la de sus propias reivindicaciones sociales y objetivos de emancipación.

Pero como decía Lenin, emulando las palabras de Goethe, «la teoría es gris amigo mío, pero el árbol de la vida es eternamente verde». La realidad es que los problemas de la clase trabajadora, los despidos, los bajos salarios, los desahucios, la pobreza de amplias capas de la clase trabajadora... volverán más pronto que tarde a hacerse presentes en un escenario en el que fueron opacadas por una confrontación que a las burguesías de un lado y otro del Ebro venía muy bien. Y entonces puede que sea el momento de pedir cuentas a los partidos “progresistas” por el juego practicado en la promoción por acción y reacción, respectivamente, de los nacionalismos catalán y español. Con la esperanza de pasar pronto página a esta estrambótica farsa...hasta la próxima charlotada tan del gusto de los habitantes de este extremo de Europa.