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15 de noviembre de 2017

GATOPARDISMO Y PASTELEO EN EL REINO DE ESPAÑA Y EN LA REPÚBLICA SIMBÓLICA DE CATALUÑA.

Por Marat

El exPresident Puigdemont de la República virtual, perdón, proclamada simbólica de Catalunya, en la que no dejó de ondear ni un segundo la bandera rojigualda española, creada a partir de una bandera de señales marítimas de la antigua Corona de Aragón, ha declarado al diario belga Le Soir que “otra relación con España es posible”. De modo más concreto afirmó: "Estoy dispuesto y siempre lo he estado a aceptar la realidad de otra relación con España". En palabras propias dejó claro que él ha trabajado durante décadas para lograr otro "anclaje" de Cataluña en España.

Unos días antes, el Ministro de Asuntos Exteriores del gobierno español Alfonso Dastis había expresado la posibilidad de que el Estado modifique la Carta Magna con el fin de que en un futuro se pueda llegar a celebrar un referéndum sobre la independencia de Cataluña. "Hemos creado un comité en el parlamento para explorar las posibilidades que existen de reformar la Constitución para poder amoldarla mejor a las aspiraciones de algunos catalanes".

Las manifestaciones del gobierno español, expresando una voluntad benévola respecto a los “insurrectos” catalanes, en la semana de la declaración de los miembros del la Mesa del Parlament ante el Supremo, indicaban la voluntad del pasteleo que ahora empieza a configurarse entre los partidos de la mediana y pequeña burguesía catalana, en un bloque, y del gran capital catalán y español, en el otro.

La declaración de Carme Forcadell en su comparecencia ante un Tribunal Supremo que había manifestado sus intenciones - “Tranquilos, esto no es la Audiencia Nacional”, en palabras del magistrado de este órgano Pablo Llaneras-, allanó el camino hacia el reconocimiento de una proclamación de independencia inexistente por parte de la Presidenta de la Mesa del Parlament, Forcadell, para la cuál aquella fue puramente “simbólica”. Y era muy cierto: en ningún momento el Diari Oficial de la Generalitat de Catalunya recogió que se hubiera producido dicha independencia. Y, vamos al detalle, veremos que la parte resolutiva del acuerdo del 27 de Octubre, en el que supuestamente se declaraba la independencia de Cataluña respecto al Estado español, se limitó a pedir a Puigdemont que buscase la manera de implementar la ley de transitoriedad jurídica. Es ahí donde debemos entender la carta de Puigdemont a Rajoy, tras la exigencia del segundo de retractación al primero, tan reacia a admitir sus propias limitaciones, tan poco enunciativa respecto a la declaración, y tan sobrada de soberbia.

La vía Forcadell ha sido anunciada por los voceros mediáticos del gobierno español como la idónea para la salida de la cárcel de los consellers y el vicepresident encarcelado e incluso para los “solidarios” con los presos huidos a Bélgica, Puigdemont y su cuarteto de la tocata y fuga. Tanta manga ancha presenta esta vía que ni Puigdemont ni Junqueras, ni ninguno de los consellers, encarcelados, huidos o en libertad provisional, ni ninguno de los miembros de la Mesa del Parlament han sido inhabilitados hasta el momento para presentarse a las elecciones catalanas del 21D.

Llama la atención que PP y PSOE hayan rechazado la propuesta de Ciudadanos de multar a los miembros del PDeCat y de ERC por su incomparecencia a las sesiones del Parlamento español, los cuáles por coherencia política y decencia personal debieran haber abandonado dichas instituciones, toda vez que, una vez declarada la República catalana, no tenía sentido sentarse en los escaños de representación de otro parlamento nacional distinto al suyo. Claro que, tanto a ellos como al gobierno español les cabe argumentar que dicha proclamación fue puramente simbólica y no ejecutiva. Si el partido del gobierno español y el PSOE hubiesen esgrimido este argumento habrían admitido tácitamente que tanto ellos como los independentistas jugaron a una performance, algo tan común en tiempos de política virtual, guerrillas digitales y hasta manifestaciones de hologramas. La política convertida en la cultura del simulacro muestra ya que la mentira se ha instalado en una especie de reino de Matrix.

Entre tanto, los dos “paros país”, en el que el primero fue convocado por más sindicatos que el segundo, contaron con el beneplácito de una Omnium Cultural y de una ANC, de las que algún día sabremos todas sus conexiones con la burguesía catalana, todas sus subvenciones y sus vínculos con sectores ultracatólicos, de algunas asociaciones de PyMEs y de sectores altos funcionarios de la Generalitat, junto con el pequeño y mediano comercios. Pero por más que se empeñe el diputado del PDeCat, Lluis Llach, estas dos veces no le compró la clase trabajadora catalana su “estaca”. No paró porque, en ambos casos, supo que la fiesta no iba con ella y que no tenía que nada que ganar en una lucha entre burguesías.

Llamativamente, no hubo ni un solo detenido en el llamado “paro país” porque no podían llamar huelga, ya que el ordenamiento jurídico lo limita a la reivindicación de derechos laborales, que la burguesía catalana ha destruido tanto o más que la española, ni general porque ni lo era ni tenía legalidad, por la falta de representación de los convocantes, para serlo. En las huelgas generales de los últimos años en España ha habido cargas policiales (también de mossos), heridos, detenidos, tiros de la policía, represión salvaje y más de 200 amenazados con cárcel, alguno de ellos llevado preso (Alfon, entre ellos).

Tiene sentido preguntarse por los motivos reales y no declarados del procés. Distinguir entre catalanismo, soberanismo, independentismo e identidad nacional o colectiva es académicamente sugerente pero, en el contexto de una globalización que debilita a los Estados, y que encuentra su terreno abonado en países que, como España, no han resuelto satisfactoriamente el encaje de buena parte de los territorios que integran su Estado, la lógica de las patrias, con discursos sobre naciones que exigen sus propias soberanías estatales, se irá imponiendo progresivamente con componentes identitarios cada vez más reaccionarios y excluyentes. En cualquier caso, y más allá de este análisis de urgencia, la clave de las razones por las que hoy determinados partidos nacionalistas e independentistas se han lanzado a este simulacro de independencia se me escapa por el momento y está en algún lugar que hoy por hoy nadie está en condiciones de explicar porque su complejidad tiene forma de ovillo sin un hilo suelto único que deshaga la madeja. El argumento de que pretenden tapar sus propios asuntos de corrupción o de que intentan chantajear al Estado me parece insuficiente para explicar tanto la polvareda como los lodos actuales.

Es evidente que el catalanismo necesitaba su propio clientelismo o masa social. Omnium Cultural y la ANC eran una parte de esa base pero esa base ya existía sin ellos. Estaba en la iglesia católica, la cultura popular, las tradiciones, los casals, el asociacionismo catalanista, la educación. Lo obtuvo también en la administración autonómica.

Es evidente que el catalanismo siempre ha buscado una intervención en relación al Estado español claramente interesada en lo económico y que la redistribución del poder entre una y otra burguesías era uno de sus objetivos más deseados. Pero fue el propio Govern de la Generalitat el que renunció a una forma de financiación similar al cupo vasco. No obstante, conviene no ignorar que Artur Mas lanzó en 2012, en un momento especial de la crisis económica su exigencia al gobierno del PP de un pacto fiscal para Cataluña para no sacar los pies del tiesto constitucional.

Es evidente que la corrupción de CiU (3%) y de su patriarca (Pujol) desestabilizaba su futuro pero cuesta entender que un partido aparentemente limpio como ERC aceptase unirse en su proyecto político, siquiera tácticamente, con dicho partido.

Es evidente desde la aparición de la coalición CiU que existía una competencia brutal entre una pequeña y mediana burguesías más pactistas, representadas por aquella, y la de ERC, aparentemente más radical. Y que hemos conocido el abrazo del oso de ésta sobre la heredera de la primera, el PdCat.

Es evidente que la suma de Junts x Sí (PDeCat y ERC) era insuficiente parlamentariamente para el proyecto independentista y que eso les entregó en parte a la dependencia de las CUP pero éstas se rindieron en términos de sometimiento a un proyecto burgués mucho más que al de uno rupturista en términos socializantes.

Y, sin embargo, algo me hace pensar que faltan algunas claves, que aún no se han desvelado, y que tienen que ver con la posición de determinados estratos de la pequeña y la mediana burguesías catalanas respecto a las expectativas de futuro que éstas esperaban en el juego de un órdago a la grande que, sin embargo, no era realmente independentista.

Mi tesis es la siguiente:
  • La lucha entre los diferentes intereses y estratos de las burguesías busca una permanente recomposición en la correlación de fuerzas de los sectores que la componen.
  • La afirmación de Marx y Engels en “El Manifiesto Comunista” de que Hoy, el poder público viene a ser, pura y simplemente, el consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa” nunca ha sido más cierto que en el presente. En ese sentido se entiende el uso de los mecanismos institucionales de las administraciones políticas para sus propios objetivos tanto de las burguesías que sostuvieron y pactaron después con el nuevo poder triunfante tras la guerra civil española sus hegemonías dentro del bloque del capital como de las periféricas, reforzadas al calor de las administraciones autonómicas posteriores a 1978.
  • Durante cerca de 40 años la administración de la CAV (Comunidad Autónoma Vasca) o Gobierno de Euskadi fue conformando un nuevo sujeto burgués, nacido de las oportunidades que creaba la reconversión industrial de las grandes empresas del INI, las Kutxas (Cajas de Ahorro vascas), la Universidad de Deusto y las apuestas milmillonarias del Gobierno Vasco hacia una I+D+i en proyectos de innovación y desarrollo industrial dentro de los cuáles los parques tecnológicos fueron su punta de lanza. El capital de Neguri, franquista y pactista con el franquismo fue arrollado.
  • En su lugar, la economía catalana, ha pasado por una tensión entre los intereses del antiguo INI y del modelo de supercajas de ahorro actuando como grandes bancos de empresas industriales y de servicios privatizados y convertidos en punta de lanza del capitalismo español y los de una pequeña y mediana burguesías amamantadas por el clientelismo institucional, al modo en el que sucedió en el franquismo con las grandes fortunas, y de un modo también “estufero” y dependiente pero con la diferencia de que los tiempos han cambiado. Hoy el capitalismo necesita una mundialización creciente y el catalán de la pequeña y mediana burguesías intenta su supervivencia, ya que ha llegado tarde a su consolidación. Es desde aquí desde donde quizá podríamos entender la revuelta burguesa de las clases medias catalanas, su conexión con los estratos de la burguesía que representan la ANC, Omnium Cultural y ERC antes que un PDeCat que ha dejado de ser el referente de los Brufau, los Carceller o los Vilarasau, por citar solo tres ejemplos. Es la hora de los condotieri (capitanes de mercenarios) y los aventureros, tipo Oriol Soler, hombre clave en la sombra del procés (recomiendo la lectura del artículo que enlazo) y de sujetos como Jaume Roures (Público), un personaje que haría las delicias de Marx al describir al perfil de ambiciones que entronizaron a Luis Bonaparte.
Tras la imposición por el gobierno español, sin auténtica resistencia, del artículo 155, el encarcelamiento de algunos consellers, la convocatoria electoral por parte del citado gobierno, el acatamiento de todos los partidos independentistas de dicha convocatoria (la actuación de la CUP decidiendo participar en unas elecciones que considera “ilegítimas” es digna de mención), la admisión de que Cataluña no estaba preparada para la independencia (Mas y el resto), vemos cuál es la fase actual del esperpento catalán.

La reciente rehabilitación de la propuesta de la “interdependencia”, esbozada por Puigdemont en Enero del presente año, y relanzada ahora por el mismo, no deja de ser una variante de la teoría del Estado vasco asociado al español, o plan Ibarretxe. Todos sabemos el recorrido que tuvo. No deja de ser una pose hacia el posibilismo y la retirada táctica hacia aguas menos turbulentas para el independentismo.

El intento de portavoces y del entorno social y mediático independentista de esconder que sus instituciones y los líderes del procés habían engañado al pueblo catalán, al admitir hace unas semanas que Cataluña no estaba preparada para la independencia, con la nueva teoría de que no es que no estuvieran preparados para la independencia sino que no estaban preparados para desarrollar la república catalana “haciendo frente a un Estado autoritario sin límites para aplicar la violencia”, en palabras del portavoz de ERC Sergi Sabrià, les devuelve la imagen de su indignidad y de la estupidez de sus propios argumentos. Si durante años el entorno soberanista e independentista ha estado difundiendo la idea del “déficit democrático” del Estado español, de su carácter franquista y fascista, no cabe la salida de la ingenuidad respecto al comportamiento del aparato represivo del Estado español. Y tampoco vale acudir a que esperasen que las instituciones de la UE limitasen su actuación represora, por cuanto sus demandas independentistas no tuvieron eco alguno que no fuese el de determinados sectores identitarios de algunos grupos políticos europeos ligados a la extrema derecha.


Las declaraciones del portavoz de ERC en el Congreso, Joan Tardá, admitiendo que en Cataluña no hay aún una mayoría social que quiera independizarse de España (todavía no somos independientes porque no ha existido una mayoría de catalanes que así lo hubieran querido”), cuando con un 47% quisieron imponerse a un 53% de la sociedad catalana y entonces no ser mayoría no era un problema para las aspiraciones independentistas, remachan la evidencia del engaño. Y lo ha dicho sin despeinarse ni soltar el brazo del cabestrillo, con el que seguirá en campaña hasta pasado el 21-D, cual manco de Ciutadella.


Pero lo cierto es que ha habido una rendición indigna de los promotores del procés, que estamos ante una fase de pasteleo que pronto se volverá empalagoso entre los representantes políticos de una y otra parte (el catalán y el español) de la burguesía, que ésta es que la impone los acuerdos, que vamos a conocer un quinto pacto de ambas élites políticas (la primera la de Cambó, la segunda la de Compayns, la tercera la de Tarradellas y la cuarta la de Pujol) y que la frustración catalana es sólo parangonable al comportamiento históricamente posibilista de sus élites políticas, como lo fue tras la guerra civil con un franquismo al que su burguesía se entregó, como agradecimiento al aplastamiento fascista de una revolución proletaria que temió su burguesía desde finales del siglo XIX y el primer tercio del XX.

Esto no acabará ni con las demandas de una Cataluña que 5 siglos después no ha logrado un acomodamiento satisfactorio dentro del Estado español, ni con los objetivos de su burguesía que ha dejado en pañales a los impugnadores de un “régimen del 78” pero no de un sistema capitalista al que burgueses y pseudoradicales acatan, unos por convicción, otros por incapacidad política de oponerlo.

La derrota actual y sin paliativos del independentismo puede incluso encontrarse con una vuelta a la casilla de salida tras unas elecciones que pudieran ser ganadas por los hoy derrotados pero, en ese caso, veremos, con sorpresa de muchos a un Junqueras actuar como un hombre con visión de Estado (burgués), quizá como un Íñigo Urkullu, con altura de miras y capacidad de aunar voluntades en pro del bien común...del capital catalán y español ¿Quién se lo iba a decir a él, ex Conseller d'Economia i Hisenda de la Generalitat de Catalunya? Al fin y al cabo, él es un hombre que cree necesario que haya misas por televisión. Casi estoy por llamarle Jordi...Pujol. Quien tenía el objetivo primero y fundamental, antes que cualquier otro, de sobrepasar a un partido concreto del catalanismo y de abrir camino a la burguesía pequeña y mediana era él, quien más responsabilidades tuvo en que fuera posible poner en marcha los procedimientos del día siguiente a la declaración que nunca se implementaron era él, quien siempre aparecía en las fotos del procés con cara de distancia y hasta de cierto disgusto también era él.

En el presente, esas burguesías ya no tienen nada que temer. La clase trabajadora ha vuelto a ser solo clase en sí. Sobrevive en su cotidianedad como puede, ha dejado de ser peligrosa hace mucho tiempo, se ha vuelto descreída. No tiene hacia dónde volverse, ni banderas que la representen, ni esperanza futura a la que agarrarse, ni quien eleve su voz desde dentro de ella,...ni siquiera desde fuera. Eso sí, de momento, miren ustedes donde están las esteladas y las rojiguldas en los balcones y verán que los que lo pasan mal no les compran esa película que ustedes los patriotas de cada tribu intentan imponer. Y ahí están, desde luego, muy por encima y lejos de sus supuestos voceros, hasta ahora y afortunadamente.

Pero, a pesar de todo este pasteleo, apaño y arreglo y entre las burguesías de uno y otro lado del Ebro, hay un hecho positivo que nace de su dominio del escenario político e ideológico. Se trata de la derrota de las izquierdas. Sin ella la clase trabajadora podría empezar a crear su propio relato autónomo y a generar sus propias organizaciones porque lo que hoy se llama izquierda no responde ni a sus necesidades ni a sus demandas.

Solo quien cree en la quimera de que la II República fue revolución y que una III sería socialismo, solo quien cree en que una revuelta democrático-burguesa pueda abrir camino a una revolución obrera, sin querer ver la realidad del poder absoluto que hoy tiene la burguesía, solo quien cree que democracia equivale a igualdad, cuando la primera es siempre burguesa, solo quien cree que cambiar las figuras políticas del parlamentarismo puede cambiar la realidad social de verdad, puede esperar otra cosa que la que hay.

Las “izquierdas” podemitas y las más soberanistas de los Comunes se han enredado en la miseria del catalanismo independentista.

El papel de Ada Calau, cada vez más próxima al independentismo catalán, tendrá su respuesta en un buen sector de sus votantes. No es que sea una política que ha abandonado una posición social, que nunca de clase, en beneficio del soberanismo. Es que para un demócrata burgués progresista y bienintencionado empieza a no ser demasiado confiable, tras cada uno de sus juegos que empezaron por la ambivalente equidistancia y han acabado en un discurso del gusto de ERC e incluso del PDeCat.

Su partido, En Común, con sus constantes juegos de una cosa y la contraria, ha acabado por jugar en el terreno de la burguesía catalanista, con un perfil progre cada vez menos definido y una capacidad de interlocución en España cada vez más débil. Sus alianzas con Podemos se resistirán en un futuro próximo pues sus intereses electorales van a ir difiriendo cada vez más claramente. 

Si Iglesias intenta ahora desligarse, no lo logrará sin perder pelos en la gatera y sin la consecuencia en Cataluña de las contradicciones entre lo que dejó hacer y lo que ahora intenta reconducir. En el resto del Estado, el precio que pagará Podemos, al intentar restañar las heridas catalanas, le irá conduciendo hacia la evidencia de que ni es un partido de clase ni tampoco es ya siquiera un partido democrático radical burgués sino un grupo cuyas contradicciones internas le harán saltar en pedazos o le conducirán a una IU bis pero con una base más inestable.

Su alianza con la IU actual está comprometida a medio plazo. El intento de Garzón de marcar diferencias en relación a Cataluña es un paso más en lo que ya se observa en cuestiones como la la gestión municipal en Madrid y otras cuestiones que se irán marcando con el tiempo. Los restos de IU se irán disolviendo en un piélago de miserias cada vez más contradictorio, reformista y agotado.

El PSC podría cosechar a muy corto plazo algunos réditos en el marasmo del catalanismo no radical pero, a medio plazo, generará muevas contradicciones con el PSOE, por la diferencia de intereses espuriamente electorales y tácticos dentro de la dinámica contradictoria Cataluña-España.

El resto, la llamada izquierda radical o izquierda a la izquierda de la izquierda, es nada hoy. Mañana será menos aún. Su incapacidad teórica, su sectarismo, su naftalina ideológica, su tendencia al coyunturalismo oportunista, dispuesta a encontrar crisis de legitimidad del Estado burgués desde los propios agitadores burgueses, antes que construcción de organización autónoma de clase, desde la clase y para la clase trabajadora, les ha convertido en prisioneros de Zenda del soberanismo independentista, primero del idealizado vasco, luego del catalán. Atrapados entre la teoría de un febrero que conduce a un octubre, hace ya muchos años que habían demostrado ser inoperantes desde una teoría del antiimperialismo incapaz de operar en terreno propio contra el capitalismo más inmediato y de acercarse a la realidad de la clase trabajadora realmente existente y no fantaseada en sus ritualizadas conceptualizaciones.

La izquierda reformista y la que se autodenomina revolucionaria serán un deshecho a medio plazo, por muchos más motivos, y quizá, más profundos que el hecho catalán. Desde hace decenios ni tienen función transformadora ni poseen utilidad real para una clase a la que o han sustituido por “la gente” o solo ritualizan. Son “izquierdas morralla”. Su vacío no dejará necesidad de la misma sino oportunidad de un nuevo comienzo absolutamente distinto.

Pero esa, como dijo Kipling, es otra historia.