- Porque cosifica la realidad humana al reducirla a la voluntad del poder del Estado.
- Porque niega otros movimientos de la historia que no sean las dialécticas derivadas de los intereses de los Estados.
- Porque presenta una visión del mundo en la que la población de los Estados es una caja negra dentro de la que desaparecen las contradicciones y antagonismos entre las clases sociales.
SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
PROPUESTA DE EXIGENCIAS AL POSIBLE PRÓXIMO GOBIERNO DE AMPLIAS ALIANZAS
HASTA LOS COJONES DEL ASUNTO LUIS RUBIALES Y DE TODO EL SHOW
TIEMPO DE PESIMISMO (NO EXAGERAR LOS ADJETIVOS), TIEMPO DE ESPERANZA
SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
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4 de abril de 2020
CORONAVIRUS, INTERESES DE ESTADO Y CONSPIRATONTOS
Por Marat
1.-Si un Estado no tiene enemigo se
lo inventa
Conviene profundizar en este
axioma cínico para explicarlo.
Dentro de un sistema global
capitalista, o de cualquier otra formación económico-social dividida entre
dominantes y dominados, en el que la competencia sustituye casi siempre a la
cooperación, en la que la lógica del beneficio capitalista hace de conceptos
como igualdad o solidaridad un sarcasmo de las Relaciones Internacionales
(RR.II.), el ajuste a la dualidad amigo/enemigo es fundamental para los Estados
tanto a nivel interno (nacional) como externo (internacional).
Hacia el interior de la
comunidad, el enemigo facilita el cierre de filas, ayuda a imponer la ideología
dominante, legitima el orden social como defensa frente al ataque, real,
imaginario o inventado, favorece la creación de consensos y del consentimiento
ante las medidas para combatirlo y permite justificar la represión de la
disidencia como persecución a los supuestos agentes del enemigo dentro de la nación.
Hacia el exterior (la sociedad
internacional), la figura del enemigo ayuda a disfrazar la agresión como legítima
defensa, ofrece la opción de la guerra como salida a una competencia por los
mercados que ya no da más de sí, redefine las reglas morales del juego,
estableciendo tanto las normas escritas como no escritas en el escenario
internacional y, cuando todo ello lo lleva a cabo una potencia regional o mundial,
organiza las alianzas (enemigo común) y los bloques antagónicos de intereses en
litigio.
La escuela norteamericana del realismo político (Hans J. Morgenthau. “Política entre las naciones”), define a
los Estados como actores políticos principales, casi exclusivos, en el marco de
las RR.II., estableciendo como elemento nuclear de dicho enfoque el interés (antecedente en Hobbes)
centrado en la idea de poder (antecedente
en Maquiavelo).
De Maquiavelo y Hobbes a Von
Clausewitz (“De la Guerra”), Von
Bismarck como estadista o Karl Schmitt, fundamentador jurídico del
sistema nacionalsocialista, el realismo político ha estado presente como base
argumental o como práctica política casi desde el principio mismo de la
existencia del Estado, si bien sin llegar a fundamentar un “corpus teórico”,
como sí hace la escuela del realismo político norteamericano, no solo en las
RR.II. sino también en el interior de las naciones como ejercicio de poder.
Esta especie de sacralización del
poder del Estado tiende a ignorar, no solo la existencia de las luchas de
clases en su interior sino también la importancia que desde el siglo XIX van
adquiriendo otros agentes a nivel internacional como la opinión pública
mundial, los movimientos internacionales de masas, etc.
Pareciera que el señalado como
poder omnímodo de los Estados no pudiera admitir, o temiera, a otros actores
internacionales aparentemente menos poderosos.
La visión puramente estatista del
mundo es triplemente reaccionaria:
2.-Fabricantes de “conspiraciones” y conspiranoia
La primera acepción que da la RAE
sobre el verbo conspirar es la siguiente:
“Dicho de varias personas: Unirse contra
su superior o soberano”. Alude a una idea de jerarquía que puede pertenecer
a la vida civil o al Estado.
La segunda de las acepciones
posee un mayor grado de indeterminación: “Dicho
de varias personas: Unirse contra un particular para hacerle daño”. En este
caso el matiz puede ser más horizontal.
De cualquier modo, el verbo
conspirar implica una acción de varias personas unidas por un mismo fin en el
que hay un daño a un tercero, sea éste persona particular o institucional.
Las conspiraciones existen y han
existido a lo largo de la historia pero el movimiento histórico no se explica
por las conspiraciones sino por las relaciones sociales de producción entre las
clases sociales, sus luchas de intereses antagónicos, estamentos en el pasado,
dentro de unas formaciones económico-sociales concretas y por las
transformaciones que éstas experimentan hasta su sustitución por otras.
Una de las conspiraciones más
famosas de la historia es la que planeó y ejecutó el asesinato de Julio César, el general invicto en mil batallas bajo
cuya dirigencia fue derrotado el jefe galo Vercingétorix, el de Astérix. El
complot fue planeado y ejecutado por Marco Junio Bruto, Décimo Bruto
(imagínense cómo serían los otros nueve), Casio (no confundir con la marca de
relojes), en el que participaron unas 60 altas personalidades, entre senadores
y militares (a estos siempre les ha ido la marcha). Murió cosido con 23
puñaladas, lo que debía tocar a casi una por cada tres. Habiendo más de un
Bruto en el complot éste debiera haberse llamado “Una conjura brutal”
Según el historiador Plutarco,
César había sido advertido del complot por un adivino, lo que fue inmortalizado
por Shakespeare en su famosa frase “¡Cuídate de los idus de Marzo!” de su
obra “Julio César”. Dice Plutarco:
“Lo que es más extraordinario aún es que un vidente le había advertido
del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo, y ese día cuando iba
al Senado, Julio César encontró al vidente y riendo le dijo: “Los idus de marzo
ya han llegado”; a lo que el vidente contestó compasivamente: “Sí, pero aún no
han acabado””
Llamativamente los casos de
supuestas o pretendidas conspiraciones que más difusión tienen en Internet
actualmente, lugar privilegiado de los conspiranoicos, tienen como actor a uno
o varios Estados o a un conjunto de individuos que ocupan los lugares más altos
de la escala social, económica y política y conspiran para la dominación
mundial de la toda Humanidad y parte del extranjero.
Retengamos éste último hecho
porque volveremos sobre él más adelante para ver la estupidez astronómica que
hay detrás de los extravagantes delirios actuales sobre las conspiraciones.
No voy a perder ni un minuto en
responder a las “teorías” sobre el 11-S, la de la dominación mundial por una
élite vinculada con los extraterrestres o con las lagartijas, los Illuminati o
cualquiera otra bufonada, propia de idiotas conectados en vena a Internet las
24 horas del día los 365 días del año, pastoreados por gente sin escrúpulos que
busca dinero y notoriedad. Si estos majaderos tuvieran una vida social normal
–y sospecho que sexual. Ellos tienen el codo derecho de tenista y ellas son
devotas seguidoras de la tecnología digital, de dedo -, lo que excluye a la que
cultivan en la red, se dedicarían a cosas más productivas que buscar emociones
intensas en desenmascarar absurdas conspiraciones mundiales que descubren, ¡oh
casualidad de casualidades!, en Google, en Facebook o en Youtube. Para ser tan
oscuras esas conspiraciones bien que las encuentran en lugares de afluencia
online masivas. Son más gilipollas que los acumuladores de papel higiénico, más
preocupados por sus culos que por su salud física o mental.
Pero sí que me interesa la
porquería virtual sobre el coronavirus que estos días se difunde sobre
conspiraciones chinas o norteamericanas.
Cualquier persona que utilice su
cerebro al menos 10 minutos al día y posea algo más de una neurona, entenderá
que si hay una teoría que afirma que a los chinos se les escapó el COVID-Q9 de
un laboratorio en el que lo habían fabricado, y ello contaminó al resto del
mundo, y si hay otra que acusa a Estados Unidos de haber provocado la pandemia
para hundir a China, es que hay intereses de Estado detrás de ambas teorías.
“La guerra es la prolongación de la política por otros medios”,
decía Von Clausewitz y EEUU y China la están haciendo a bulazo (de bulo)
limpio.
Solo un breve inciso para preguntar
a todos esos ociosos dedicados a la teoría general de la conspiración como base
de sus pobres vidas cómo es posible que las dos superpotencias más grandes del
mundo hayan fabricado dos conspiraciones para un mismo virus y ambas hayan
descubierto que fue el otro el que lo fabricó y, aún más, como es posible que
hayan llegado a ser superpotencias y dominar el mundo, teniendo a gente tan poco inteligente para salvaguardar
sus secretos.
Desde la llegada de Trump a la
presidencia USA se ha acentuado el enfrentamiento económico que en el pasado
era soterrada, y se disfrazaba de cooperación, entre dicho país y China.
El discurso previo a su mandato y
el inicial de la Presidencia de Trump puso el énfasis en la decadencia del
papel de Estados Unidos en el mundo, en la emergencia de la amenaza china a la
dominación mundial de la superpotencia norteamericana y en la necesidad de que
ésta recuperase su papel hegemónico.
La lucha por los mercados mundiales,
por conservar o arrebatar áreas de influencia económica en Europa,
Latinoamérica o África, por conquistar la hegemonía tecnológica, clave para
mantener (USA) o arrancar la hegemonía mundial (China), se trasladó al comercio
mundial y ha sido desde entonces la explicación principal del ambiente de los
últimos años de la globalización mundial. Mientras la superpotencia emergente
se esforzaba por alcanzar su dominación, la declinante se debatía entre el
ensimismamiento interno o la amenaza constante a la estabilidad económica
capitalista mundial en la fase declinante de la débil recuperación de la crisis
iniciada a partir de 2013.
Reducir el imperialismo
capitalista a una sola potencia mundial significa no entender la naturaleza
capitalista de la otra gran potencia, reducir el imperialismo solo a la
característica belicosa de USA, sin comprender las características del
imperialismo señaladas por Lenin en “El
imperialismo, fase superior del capitalismo” e ignorar olímpicamente las
contradicciones interimperialistas de las que hablaba el mismo.
Es en este contexto, y con una
intención de uso tanto de consumo interno como externo, en el que hay que
entender los puntos de arranque de los cruces de acusaciones sobre cuál de los
dos Estados es el causante de la pandemia.
En el consumo interno, los
dirigentes de ambos países han de lidiar con sus opiniones públicas y las críticas
a sus actuaciones para frenar la pandemia del COVID-19.
Recordemos que las autoridades
chinas intentaron ocultar al principio la dimensión del problema durante el mes
de diciembre, desprestigiaron e intentaron acallar al doctor Li Wenliang, que
había intentado avisar a sus colegas médicos sobre un virus que creía que se
parecía al SARS, otro coronavirus mortal, y que finalmente dicho doctor murió
al contagiarse mientras trataba a pacientes de la por entonces epidemia.
Por su parte, el psicópata
genocida Presidente Trump se juega la elección al amagar con asumir el coste de
más de 250.000 vidas de norteamericanos, con tal de no confinar a toda la
población y paralizar la actividad económica, mientras su país es el que más
casos de infectados presenta. Necesita inventar un enemigo y nadie como el
gobierno Chino para jugar ese rol.
Llegados a este punto, lo de
menos es que la conspiración por parte de uno o de los dos países sea real o
bulo inventado por sus respectivos entornos políticos. Lo relevante es para qué
y a qué objetivos sirve.
Evidentemente ni el Presidente XI
Jinping ni el mafioso Trump se encargan de difundir personalmente el bulo
conspiranoico. El primero es la cara amable de la dictadura capitalista china,
el segundo es el malvado de ópera bufa del imperio más criminal de la historia
de la humanidad pero no es tan estúpido como el papel que representa.
De ello se encargan personajes de
segunda fila. En el caso chino, el portavoz del Ministerio de Relaciones
Exteriores, Zhao Lijian fue el encargado de lanzar la teoría de la culpabilidad
de Estados Unidos. En el de USA es el entorno de ultraderecha del Presidente.
No hay que rebuscar mucho para acabar dando con la cochambre panfletaria como la
que publican en Breitbart News e Infowars. Por cierto, no está de más recordar
como algunos sectores que actuaban en su día en torno al 15M en las redes
babeaban y difundían la mierda que soltaba por su boca en sus vídeos Alex Jones
(Infowars), que ahora se forra online vendiendo productos como suplementos
vitamínicos, alimentos de supervivencia para resistir al COVID-19, ropa y
accesorios para armas.
A nivel exterior, culpar desde
China a Estados Unidos de la propagación del virus es una forma de control de
daños a la imagen de un país al que la extrema derecha norteamericana señala
como responsable al hablar del “virus chino”, del “virus de Wuhan” o
directamente de que se les escapó de un laboratorio, cuando los principales
expertos en pandemias víricas están de acuerdo en que su origen está en elsalto de animal a humano, provocando reacciones de sinofobia (xenofobia contra
las personas chinas o de origen chino). Una y otra superpotencia tienen
intereses bastardos en fabricar sus respectivas teorías de la conspiración del
coronavirus
Los esbirros que propagan el bulo
conspiracionista por un salario sirven conscientemente al poder de ambos imperialismos.
Condenar moralmente a quien es amoral por definición es absurdo, lo mismo que a
la ultraderecha dedicada a la propagación del odio por los bulos que cada día
crea y elabora contra las políticas de confinamiento y protección de la
población, a fin de defender los intereses del capital. La única respuesta que
cabe frente a esa gentuza de estercolero es desenmascararla y acabar con ella.
Pero el idiota, el ignorante, el
que carece de sentido crítico, el que difunde el conspiracionismo porque otros
muchos lo han hecho antes, el que actúa frente a la realidad de forma
autoreferencial, seleccionando solo los datos que confirman lo que previamente
está empeñado en sostener, el que hace oídos sordos a los argumentos
racionales, es el bobo útil.
Conspira no solo contra los
intereses colectivos de las clases subalternas sino contra los suyos propios.
Es el correo de intereses de un capitalismo mundial, al que sirve como conspiratonto, que hará pagar, cuando
pase la pandemia del coronavirus, a la clase trabajadora la caída de su tasa de
ganancia en forma de recortes sociales mucho mayores de los hasta ahora
conocidos, pobreza, paro y austeridad. Su papel como difusor de teorías
interesadas de la conspiración en torno al coronavirus sirve para distraer a
las futuras víctimas de ese negro futuro que se nos viene encima.
Quien elige a uno de los
imperialismos (sea el yankee, el chino, el ruso, el alemán o cualesquiera otro)
como el bueno y al otro como el malo, siendo todos ellos partes del mismo
capitalismo mundial, es una sabandija despreciable, sea de modo consciente o
inconsciente, como esos idiotas que reenvían cualquier bulo, sin pensar en las
consecuencias de sus propios actos.
3.-Apéndice: nuevas oleadas de basura mediática con la excusa del
coronavirus
Vivimos tiempos en los que la
irracionalidad, la estupidez, las ideas reaccionarias, la vuelta al pensamiento
mágico, la expansión de las supersticiones, crecen de manera vertiginosa.
Hemos salido de la
modernidad, durante siglos marcada por la confianza en el conocimiento
científico, la razón humana, el progreso y el creciente laicismo para adentrarnos
en una nueva medievalización del pensamiento.
En el mismo escenario que el
regreso de los fascismos, el crédito del bulo por encima de la búsqueda de la
verdad de los hechos, el conspiracionismo y la conspiranoia como “método” de
interpretación del mundo, se encuentran otros fenómenos que están inaugurando
una nueva época de oscurantismo. No es casualidad. Obedecen a una misma causa.
La pérdida de confianza en la razón, la ciencia y el progreso de la humanidad
como mecanismos de la interpretación del mundo, de nuestras vidas y de
construcción de nuestra realidad colectiva.
La crisis capitalista, sin visos
de ser superada de modo igualitario por una nueva formación económico-social
más justa y a la medida del ser humano, la inestabilidad del mundo, la realidad
líquida, evocando a Bauman, el miedo difuso al futuro, los crecientes desafíos
y amenazas a los que nos enfrentamos como especie, está abriendo la puerta a
nuevos monstruos.
Pero a su vez hay una
intoxicación permanente e intencionada de la mente humana con el fin de
acentuar y acelerar este proceso.
En este punto, creo necesario
señalar que la difusión que se da a este tipo de contenidos en las redes sociales
no es imputable a estas mismas sino a los propios contenidos que se difunden, a
la intención de quienes los producen para consumo rápido e irreflexivo (y por
supuesto a los ignorantes que los comparten, como acto de fe o bien por curiosidad,
mero divertimento o aburrimiento), y al algoritmo con el que se prioriza lo
banal, el narcisismo, lo irracional, lo extravagante, lo reaccionario, lo
pseudocientífico frente a lo relevante, lo igualitario, lo democrático, lo
racional y lo científico.
Quienes culpan sin más a las
redes sociales sin tener en cuenta lo anterior actúan del mismo modo en el que
bobo mira el dedo del sabio mientras éste señala la luna. No es el medio el responsable
de toda la basura que hay en ella sino la manipulación del mismo por parte de
quienes controlan el medio y los intereses que hay detrás de dicha
manipulación.
Al fenómeno de la pandemia del
coronavirus se han adosado otros dos epifenómenos como los parásitos que se
fijan a la piel de un animal y sobre los que merece la pena que nos detengamos,
por mucho que no hayan adquirido la notoriedad del discurso conspiracionista o
conspiranoico pero que previsiblemente irán en aumento en los próximos tiempos.
Uno de ellos, estaba ya entre
nosotros. El otro ha acabado por emerger siguiendo la lógica de un discurso en
sí mismo patológico.
Me refiero al brote de ecofascismo, que sigue una línea de
discurso previo que lleva hasta sus últimas consecuencias, y a las supersticiones, esoterismos y
pseudociencias que ahora proliferan con más auge en Internet, movidas por
el negocio de gente sin escrúpulos y seguidas y difundidas por ignorantes.
En el caso del ecofascismo del que
ahora empiezan a hacerse eco algunos medios de comunicación que antes daban
alas a su desarrollo ideológico es necesario explicar de qué hablamos.
El ecofacismo actual, ligado a la
crisis del coronavirus, poco tiene que ver con los neofascistas que pueblan
Europa y gran parte del mundo, por mucho que ellos actúen con el oportunismo que
les es propio, fomentándolo a través de ideas como la conexión patria-naturaleza-paisaje,
del mismo modo que Edelweiss, por una pirueta histórica paso de ser un símbolo de
la resistencia pasiva frente al nazismo, a ser la flor de éste, al evocar el
clima agreste y las montañas en las que nace, tan queridas por esta ideología.
Viene de la mentalidad reaccionaria
de algunas corrientes ecologistas y del totalitarismo que irradia el veganismo
mayoritario.
Imágenes que estos días de
confinamiento nos mostraban vídeos y fotografías de jabalíes hozando en la
basura de los extrarradios de una ciudad, delfines saltando alegremente en
aguas de las que habían desaparecido hacía años, descensos meteóricos del CO2 en
grandes ciudades, cuyo aire era antes irrespirable, ríos muertos cuyas aguas ahora
cristalinas volvían a estar llenas de peces,…Imágenes idílicas que nos
mostraban al coronavirus como el gran salvador de Gaia, como la oportunidad
para la regeneración del Planeta mientras los seres humanos permanecían
confinados en casa, conectados a un tubo de respiración en las UCIs del mundo,
hacinados en las morgues de las ciudades. No, el virus no era el asesino sino
el ser humano el que destruía el Planeta. Según tan aberrante idea, la Tierra
se estaría “purgando” de la maldad destructiva del ser humano, salvándose al
eliminar a buena parte de la humanidad. Puro ultramaltusianismo nazi, no muy
alejado de las aberraciones de ese grupo de zumbados de origen estadounidense –de
donde provienen la mayoría de los grupos de tarados del mundo- que se hace
llamar Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria y que propugna que el ser
humano deje de reproducirse. Claro, mejor adoptar gatitos y perritos, dónde va
a parar.
Ese relato, aparentemente naif,
que había sido antes alimentado por los medios del sistema en su “bienintencionada”
intención de dar buenas noticias en medio del caos, el miedo y la muerte, tenía
sus precedentes.
Recordemos como tan solo un mes
antes de que estallara el coronavirus los veganos aún llamaban asesinos a los
omnívoros por comer carne, los antitaurinos brindaban por la cogida del torero,
deseando su muerte, o las corrientes más acríticas del ecologismo echaban sobre
las espaldas individuales a partes iguales culpa y responsabilidad de destruir
o salvar el Planeta, mientras esquivaban la condena al capitalismo como sistema
de explotación del ser humano, de empobrecimiento de gran parte del mundo y de
esquilmación de la naturaleza y de los recursos naturales. Y es que, genios de
la responsabilidad individual en la lucha contra el cambio climático, el
capitalismo al que evitáis criticar carece de sentido social o de sensibilidad
medioambiental. Para él, el ridículo e hipócrita término de “sostenibilidad” solo se refiere a la
de la tasa de ganancia y a la rentabilidad de la actividad económica. Y lo
demás, como siempre, mera propaganda.
En las redes sociales el
algoritmo selecciona y segmenta las opiniones y preferencias, que no siempre
son previas sino que pueden partir de contenidos compartidos sin ser consciente
de su significado pero que van creando una comunidad de pensamiento en el que
se va formando la opinión de grupo. La responsabilidad del individuo debiera
estar en tener criterio propio para discernir lo cierto de la basura, pero lo
cierto es que en los tiempos actuales en los que se produce una sobresaturación
de información, una sobreexposición a la misma y una velocidad de bombardeo de
los contenidos, la capacidad de reflexión es mínima en la mayoría de los
individuos que, en muchos casos, tienen una baja comprensión del significado de
lo que leen, escuchan o ven, frecuentemente de forma descontextualizada y sin
capacidad de reflexión. Compartir o no contenidos se convierte en un acto de
impulso, frecuentemente limitándose la motivación de hacerlo por el título de
la “noticia” o quien sea el emisor. Uno no siempre nace fascista, como no
siempre nace imbécil. Acabar siendo un fascista, o un memo que le da al botón
de compartir sin saber lo que hace, es un proceso.
El confinamiento, que en España
se prolongará previsiblemente bastante más allá de un mes, el miedo al virus y
la muerte, la sensación de una realidad que se nos escapa, convertida en pesadilla
de la que no podemos despertar, la percepción de fragilidad de cada ser humano,
la conciencia de que nos abocamos a un mundo cada vez más inseguro, golpean duramente
sobre la mente humana.
Mantener la capacidad de raciocinio,
cuando se ha impuesto el aislamiento social, la desmoralización colectiva está
ampliamente extendida y la posibilidad de interacción en la creación de discurso
social, desde hace mucho tiempo vertical, es casi un imposible. El discurso hoy
se ha convertido en una consigna nacional, repetida machaconamente por todos
los medios mayoritarios de la comunicación, salvo los de extrema derecha, que
hacen su guerra no contra la pandemia sino contra el gobierno.
En ese estado de cosas, cuando el
desánimo es la tónica general, la razón parece batirse en retirada, la
esperanza en la ciencia se tambalea y emergen de nuevo las sombras de las
supersticiones, los charlatanes de números 806, los esoterismos más
estrambóticos, los desaprensivos de las sanaciones espirituales, propagandistas
de las pseudociencias y pseudoterapeutas, tarotistas, etc.
En estos días, diferentes
instituciones y sociedades médicas se han visto obligadas a exigir, una vez
más, al Gobierno español que ponga coto a los desmanes de pseudociencias y
homeópatas por la gravedad para la vida humana del engaño con el que tratan de
convencer a los sectores más crédulos de la sociedad de que su chamanismo de
ocasión puede enfrentar al coronavirus.
Estos mercaderes del miedo, la
ignorancia y la reacción llevan mucho tiempo vendiendo su mercadería del engaño
pero, en medio de la pandemia del coronavirus, pueden añadir más letalidad con
su homeopatía de agua con azúcar para desesperados y necios y el timo de la
falsa esperanza en el resto de pseudociencias y demás inmundicia espiritualista.
Frente al asalto a la razón, que
denunció el filósofo marxista George Lukács, en estos tiempos oscuros de
confusión ideológica es necesario levantar de nuevo el pensamiento racional y el conocimiento
científico.
Frente al conspiracionismo y la
conspiranoia es necesario el análisis
concreto de la realidad concreta, la
explicación dialéctica de la historia con sus procesos sociales, económicos y
políticos, dentro del que los antagonismos
entre las clases sociales cobran una especial importancia para comprender
el mundo en el que vivimos, demostrando que la realidad no se mueve por fuerza
oscuras y secretas sino por una lucha de
clases que se produce cotidianamente a la vista de todos y que solo la
ignorancia, el cinismo o la falta de compromiso político pueden negarlo.
Frente al fascismo, con el ropaje
que se presente, solo la lucha
ideológica y la organización de
clase con una perspectiva anticapitalista
y socialista pueden dar la respuesta.
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15 de noviembre de 2016
SE TE HA PUESTO CARA DE TRUMP
Por
Marat
Situemos
la cuestión
Hace
unos días escribí un
artículo en el que señalaba que el discurso y la práctica del
mundo progre-liberal, que defendían a los “demócratas” de Obama
y de
Hillary Clinton más recientemente,
como el menor de los males, habían traído al ultrareaccionario
Trump como mal mayor. Para quien desee seguir el hilo argumental de
aquél texto y el que desarrollaré en éste sugiero que lea el
primero. Insisto en que
lo hagan, no sea que, al no hacerlo, pretendan luego extraer
conclusiones sobre lo que he pretendido decir que en ningún caso he
dicho ni sugerido.
La
derrota de la señora Clinton
y la consiguiente
victoria de Trump ha dividido a gran parte de eso que se hace llamar
a sí misma “la izquierda”, un
concepto en descomposición en el que muchos
de sus adscritos chapotean entre la confusión, el aturdimiento, la
perplejidad y su acelerada involución ideológica.
Los
sectores más moderados de esa llamada “izquierda”, los
“progres”, se alinearon con las tesis de los demócratas
norteamericanos que, recordemos han sido grandes neoliberales, a la
vez que salvajemente belicistas. Un
sector de los
supuestamente más radicales se han inclinado, especialmente tras su
victoria electoral, con Trump, más que con los republicanos. Ambas
posturas indican
hasta que punto el
conjunto de esa llamada
“izquierda” carece de proyecto, posiciones ideológicas y relato
político propios.
Hoy
lo que muchos se empeñan en llamar “la izquierda” no existe,
está muerta.
Una
parte de ella se
encarga en los gobiernos
o en los reductos de institucionalidad que ocupa de cumplir las
exigencias del capital y de arrebatar derechos, condiciones de vida y
dignidad a la clase trabajadora. Es la tarea de la vieja y nueva
socialdemocracia, los partidos
social-liberales,
progresistas y de los emergentes “populismos de izquierda”
europeos, además de justificar y/o entregarse a las intervenciones
humanitarias (violencia bélica y terrorista) de los Estados
capitalistas. Sobre este
segmento ya hemos hablado en un artículo anterior relativo a la
victoria de Trump en las elecciones en EEUU
Un
sector creciente de la otra izquierda, de
la autodenominada
revolucionaria, presenta
graves signos de
involución
ideológica, ubicándose en
posiciones de apoyo a los
sectores más reaccionarios y prefascistas, como es el caso de Donald
Trump.
Es
necesario diferenciar entre lo que es una celebración más o menos
explícita por el triunfo del candidato republicano y lo que es un
desenmascaramiento de lo que han representado las posiciones de los
demócratas y de los progres en general, así como del hecho de que
las políticas realizadas por estos han traído a aquellos.
Esta
última postura conlleva un análisis correcto porque cualquier
interpretación no sesgada, en el sentido que dan los progres al
resultado electoral, destacará el aspecto de cómo la clase
trabajadora y la pérdida de su nivel de vida, consecuencia de la
globalización capitalista, fue ignorada en la campaña de Hillary
Clinton por candidatos, analistas, medios de comunicación, artistas,
supuestos “intelectuales” y otros sectores del establishment que
la despreciaron, manifestando actitudes claramente elitistas hacia
ella tras los resultados electorales.
Pero
ello nada tiene que ver con alegrarse del triunfo de Trump. Es
tan indecente como alegrarse de que un criminal de guerra como Obama
renovase mandato en el
pasado o que lo hubiese
hecho su cómplice belicista, Hillary Clinton. Poner
en la victoria del republicano grandes esperanzas y destacar las
buenas nuevas que ello puede traer es,
además, estúpido. Lo
mismo sucede cuando se da un voto de confianza, en espera de lo que
haga en su futuro
mandato, bajo el argumento de que ya sabemos lo que hicieron los
demócratas ¿Acaso la tarea de un revolucionario es situarse en
medio del dilema de uno u otro?
Los
argumentos que esos
“revolucionarios” esgrimen
en defensa de Trump es que puede acabar con o
frenar la globalización,
enfrentarse al establishment y frenar las agresiones del
imperialismo.
Vayamos
con esos “argumentos”
De
momento, Trump ha hecho algo más que matizar sus promesas
electorales y sus fanfarronadas de campaña, empezando por lo de
meter a la cárcel a Hyllary, a la que ha acabado por elogiar.
Su
imagen antiestablishment, al menos en lo que se refiere al aparato de
su partido, ha quedado en evidencia al designar a Reince Priebus,
presidente del Comité
Nacional Republicano, el máximo cargo del partido, como su jefe de
gabinete.
En
cuanto a la reforma sanitaria, el Obamacare, de Clinton, ha anunciado
ya que no la derogará sino que dejará buena parte de la misma.
Aclaro para quienes vean en ello un signo de menor derechismo en el
nuevo presidente de EEUU que el Omabacare no es una Seguridad Social,
o al menos no lo es como la hemos conocido en el el pasado en Europa,
sino un convenio entre el Estado e instituciones sanitarias privadas,
que hacen grandes negocios con la salud de las personas, lo que ahora
se está haciendo en Europa.
Respecto
a los lobbys, a los que dijo que iba a enfrentarse, vamos viendo que
ya los incluye en su equipo de
transición, con figuras
como Michael Torrey, del
sector agroalimentario, Jeffrey Eisenach, proveniente del mundo de
las telecomunicaciones o Michael Catanzaro, del petrolero. Estos
tres colaboradores de Trump no están muy lejos de la globalización
sino que son parte esencial de la misma. ¿O es que hay alguien tan
estúpido como para limitar la globalización neoliberal
al capital financiero?
Habría
que recordar los intereses internacionales del imperio Trump
en países como Escocia y
Méjico por citar sólo dos ejemplos. En cuanto a sus declaraciones
sobre frenar el libre comercio de China hacia EEUU convendría
aclarar que el capital chino es socio del próximo presidente en una
parte de sus negocios inmobiliarios. Veremos cómo cabalga esas
contradicciones en relación con sus posiciones sobre la
globalización.
Donald
Trump está haciendo el recorrido contrario a lo que se supone que
debe quien intenta poner patas arriba el sistema de poder político,
económico y lobbista en EEUU. Empezó como
pirómano y pronto veremos que acaba de apagafuegos
sistémico.
A
los progres les lanza
sus mensajes sobre mantener los matrimonios homosexuales - “yo
no tengo problemas con eso”,
ha afirmado-, señalando que es ley porque la Corte Suprema lo
ratificó en su día. Del mismo modo matiza la cuestión de la
expulsión de 10 millones de sin papeles, limitándola ahora a entre
2 y 3 millones de inmigrantes que hayan delinquido. Veremos cómo
pronto lanza sus redes de neo-amabilidad al lobby feminista.
Por
lo que se refiere a la agenda imperialista de Trump, la preferida de
ciertos sectores “revolucionarios” es
llamativo que no
encuentren contradicción entre las esperanzas que Trump les
despierta y la actitud beligerante de éste respecto
a Cuba, Venezuela, Corea del Norte e Irán.
Entiendo
que esas esperanzas provienen en
en buena medida de las
declaraciones de Trump
de ayudar al gobierno sirio a derrotar al ISIS, promesa que sería
muy deseable que sí cumpliera.
Pero
con ser esa una baza muy importante para ganarse la simpatía de una
parte de esos sectores de la “izquierda revolucionaria”, la
principal son sus declaraciones de simpatía hacia y de voluntad de
colaboración con el presidente ruso Putin, al que los mencionados
consideran un factor de progreso mundial por hacer de contrapeso de
EEUU y por su proyecto de los BRICS.
Sería
muy positivo que ambos mandatarios encontrasen vías de cooperación
para rebajar la tensión belicista mundial.
Pero
me creo sólo a medias que el futuro presidente de EEUU vaya a acabar
con el ISIS porque el complejo militar-industrial en ese país y a
nivel mundial es extraordinariamente poderoso y porque fue un neocon
republicano, Ronald Reagan, quien dio
un fuerte impulso al apoyo iniciado por Jimmy Carter con la
“Operación Ciclón”,
armando a grupos yihadistas en Afganistán (talibanes); labor que
luego siguieron haciendo los
sucesivos gobiernos tanto republicanos como demócratas en otros
países, incluido Barak Obama, con la colaboración entusiasta de
Hillary
Clinton, aunque nadie
llegó tan lejos como la sin par pareja Obama-Clinton.
Por
otro lado, en el contexto de lucha de las superpotencias por hacerse
con el control del petróleo y el gas sirios, como antes EEUU luchó
por hacerse con el iraquí, parece poco probable que Trump fuera a
abandonar ese objetivo, de no mediar un pacto de reparto del botín
entre quienes deciden la continuidad o no de la guerra.
Y
me creo menos aún que la hipotética destrucción del ISIS, que
anuncia Trump, no fuera acompañada de su sustitución por otros
terroristas “moderados” con el fin de acabar con el gobierno
laico del presidente al
Ássad.
Respecto
a las positivas relaciones con Putin que dice querer establecer Trump
es evidente que ello daría un severo golpe al lobby armamentista de
EEUU, lo que parece poco probable.
A
ello debe añadirse que
la alianza geoestratégica y económica Rusia-China no va a romperse,
por lo que los posibles intentos de Trump de separar a ambos,
adulando a Putin y frenando la expansión económica del gigante
asiático no funcionará.
Trump
es un neocon disfrazado, no un mero populista reaccionario que les ha
derrotado
En
cualquier caso, los neocons, que han estado muy callados en los últimos tiempos,
irán acercándose al futuro inquilino de la Casa Blanca, y colocando
sus peones. Sostener, como hace Heinz Dieterich, que Trump les ha
derrotado es de una ignorancia supina. Sus halcones han sobrevivido
durante la administración Obama, colocaron sus huevos tanto en el
partido republicano como en el demócrata y vienen marcando la agenda
neoliberal, globalista y belicista desde hace décadas, sencillamente
porque no son un grupo de presión más, ni unos cuantos asesores y
cabilderos políticos, sino la clave de la estrategia imperialista en
lo económico, cosa que la supuesta “izquierda revolucionaria”
olvida cuando tiende a reducir el imperialismo al militarismo de EEUU
sin entender que éste es la consecuencia de la fase mundial actual
del capitalismo.
Los neocons (neconservadores) conforman un cuerpo difuso con gran capacidad de
adaptación, donde lo central es la defensa de la globalización, la
deslocalización de empresas allá donde ello pueda incrementar los
beneficios de las grandes corporaciones, el mantenimiento de las
desregulación del sistema financiero y comercial, el detraimiento de
las herramientas de control de la economía a favor del poder
económico de la hiperclase y la toma de posiciones ventajosas en la
lucha geoestratégica por apoderarse de unos recursos energéticos
cada vez más escasos, entre los que el agua será cada vez más un
elemento central.
El
resto, las posiciones sobre la familia, la homosexualidad, la
religión, los inmigrantes, las mujeres, el nacionalismo o el cambio
climático, por citar sólo algunos ejemplos, son puro excipiente
ideológico destinado a disfrazar que la lucha es por mantener y
ampliar el poder económico internacional de las grandes
corporaciones mundiales y el control de los recursos naturales y
energéticos allá donde se encuentren. Dicho esto, no pretendo
minusvalorar la importancia de dicho “excipiente”, sobre todo
cuando cuesta vidas, pero creo que es necesario resituarlo donde
corresponde realmente dentro de la estrategia de los neocons.
En
el aspecto relativo al poder económico de las grandes corporaciones
mundiales quiero hacer un hincapié especial porque los vínculos
territoriales son difusos. La casa matriz puede ser norteamericana
pero tener grandes vinculaciones con el capitalismo británico, de
Singapur o chino, por ejemplo. De ahí que sea muy difícil la
imposición de un proteccionismo por parte de Trump cuando los flujos
de capitales se mueven a velocidades siderales por la red y China es
el primer tenedor de deuda estadounidense.
Hablemos
del imperialismo pero en serio
El
imperialismo es, como decía Lenin, la fase superior del capitalismo.
Para este pensador y hombre de acción revolucionario el imperialismo
se caracteriza por varios rasgos que lo definen:
1)
Concentración de la producción y el capital, que da origen a los
monopolios.
2)
Formación del capital financiero, resultado de la alianza del
capital bancario con el industrial.
3)
Predominio de exportación de capital sobre exportación de
mercancías.
4)
Reparto económico de los mercados mundiales entre corporaciones
monopolistas.
5)
Nuevo reparto territorial del mundo entre las grandes potencias,
razón por la cual se han producido las conflagraciones mundiales y
está latente el peligro de nuevas guerras.
Fíjense
en que entre los factores que definen al imperialismo, los factores
financieros y corporativos son los principales. Fíjense también en
otros dos que los simplificadores y tergiversadores de la teoría
imperialista de Lenin intentan ocultarnos:
-
El imperialismo es un sistema global mundial en el que no hay una única superpotencia imperialista que domine el mundo sino varias que se lo reparten.
-
La guerra es una consecuencia de esa lucha entre las superpotencias por imponer la hegemonía de las poderes económicos de los que son sus defensoras y no el único, ni siquiera el principal rasgo que define al imperialismo como tal.
Quienes
hacen abstracción del punto 4 y quienes reducen el imperialismo al
militarismo tienden a “olvidar” que junto a EEUU Rusia y China
son también potencias imperialistas que en los espacios geográficos
de su influencia desarrollan políticas destinadas a acrecentar el
poder de sus corporaciones y capital financiero.
Sobre
ésta cuestión a quienes le hacen la ola al futuro presidente
estadounidense porque ha mostrado sus simpatías hacia Putin,
presidente de un país capitalista e imperialista, les vendría bien
conocer el discurso de George Marinos dirigente del KKE (Partido
Comunista de Grecia) en el 18º Encuentro Internacional de Partidos
Comunistas y Obreros en Vietnam sobre el tema “La
crisis capitalista y la ofensiva imperialista - Tácticas y
estrategia de los Partidos Comunistas y Obreros en la lucha por la
paz, los derechos obreros y populares, por el socialismo”.
Por
si las cuestiones no les quedan suficientemente
claras, pueden leer la posición
del Partido Comunista de Méjico, a través de su secretario
general, Pavel Blanco, que expone la misma opinión que George
Marinos al respecto.
Si
no les convencen, con acusarles de “ni-nis” y trotskistas ya
resuelven ustedes sus propias contradicciones políticas que
básicamente consisten en:
-
Carecer de una posición propia y marxista basada en el análisis de clase del capitalismo y del imperialismo y en la práctica política correspondiente.
-
Sustituir ésta por un mal sucedáneo de la teoría leninista sobre el imperialismo, la geoestrategia.
-
Situarse en campo ideológico ajeno al optar en EEUU y a nivel planetario por la tesis del “menos malo” (en el caso de Trump está por ver que finalmente no sea el suyo el tercer gobierno de Obama), algo no muy distinto a lo que hicieron los “progres” con Killary desde su perspectiva.En el plano internacional, por mucho menos belicistas que sean los imperialismos ruso o chino, lo cierto es que sus ayudas internacionales no están basadas en ningún “internacionalismo proletario” sino que, como países capitalistas que son, lo hacen por los intereses económicos de sus oligarquías. Otra cosa es que eso beneficie a países con gobiernos progresistas pero no les sale gratis.
Conviene
recordar que, frente a la guerra imperialista del 14 y a su
preparación, Lenin no se alió a una fracción concreta de las
burguesías internacionales, representadas por Alemania o Inglaterra,
por citar dos ejemplos, sino que rechazó la guerra y, cuando se
produjo, desde una posición de clase autónoma de cualquiera de
los intereses capitalistas, optó por la revolución; algo muy lejano
a la tesis de que haya un solo imperialismo y, de otro lado,
potencias capitalistas “buenas”.
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5 de agosto de 2014
1914-1945, DESTELLOS DEL PASADO EN EL FUTURO
Por Marat
“Al sueño americano,
se le han ido las manos
y ya no tiene nada que ofrecer,
sólo esperar y ver si cede
la gran bola de nieve
que se levanta por doquier.”
(“Hay que vivir”. Joan Baptista Humet)
Parece existir un amplio consenso entre los historiadores de las dos Guerras Mundiales en considerar a la II como una continuación de la I, hasta el punto de que con frecuencia se alude a la última como Guerra de Continuación. Se evidencia esta realidad tanto desde los aspectos y causas comunes de las dos como desde las derivadas de la I guerra en la II:
Desempolvando los viejos tambores de guerra:
Seguramente existan muchos otros factores comunes, causas y consecuencias que arrastran la transición desde la I conflagración mundial hasta la II pero creo que las expuestas son lo bastante poderosas para explicar dicha continuidad.
Posiblemente más de un lector, al repasar los puntos anteriores, haya sentido la inquietante desazón de comprobar que muchos de ellos vuelven a aparecer, tras la espesa bruma de la Historia, en la perspectiva presente.
Hoy, el declinante imperio mundial USA, trae la tensión a Europa a través de las distintas fases de la “revolución naranja” ucraniana, que en otros lugares del mundo han sido sus “revoluciones de colores” -especialmente en el mundo árabe/ musulmán- y que en dicho país han traído como últimas consecuencias un Maidan nazi y el genocidio contra los antifascistas del Donbass. Su objetivo no es otro que el del chantaje de la violencia, la amenaza y la guerra, potenciando el incremento de la tensión en las relaciones internacionales (RR.II.), el realineamiento de sus satélites en una nueva política de bloques que ha resucitado la guerra fría que ocupó desde 1947 hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991.
El fracaso de la política imperial USA en Afganistán, Irak, Libia -tres Estados fallidos por la guerra-, en su agresión a Siria, armando a grupos terroristas yihadistas, derrotados una y otra vez por el ejército de este país, se ha visto acompañado de una pérdida del peso económico relativo de la que está dejando de ser primera potencia mundial ante el empuje de China y del resto de los BRICS, que cooperan hacia la desdolarización de las relaciones económicas mundiales, lo que impedirá a USA continuar exportando su inflación, la mayor del mundo, en medio de la más grande crisis económica en la historia del capitalismo.
La política de presión y amenazas contra Cuba, Venezuela, Bolivia y en menor medida Ecuador, el chantaje financiero contra Argentina están fracasando y previsiblemente lo seguirán haciendo, a pesar de la virulencia con la que se practican -incluso mediante atentados de falsa bandera, “guerras de baja intensidad”, "guerras de cuarta generación" o revueltas bien programadas de las franquicias “indignadas” de las clases medias argentinas, brasileñas o venezolanas- porque los gobiernos de dichos países han establecido con sus clases populares sólidas alianzas basadas en políticas sociales y resistentes a la hegemonía imperialista, que en algunos casos han abierto procesos de avance hacia el socialismo.
Ante el evidente fracaso del imperialismo USA en Oriente Medio y en América Latina, la cuál ha dejado de ser su patio trasero, el gendarme se vuelve hacia una Europa dócil, siempre dispuesta a recibir las patadas del amigo americano a Rusia en su propio culo.
El papel de los gobiernos europeos y de la gran mayoría de los medios de desinformación de los países de la UE en la crisis ucraniana desatada desde el Maidan nazí ha sido tan complaciente con los intereses USA que las sucesivas provocaciones contra Rusia, que se han plasmado no sólo en el atentado de falsa bandera contra el avión de pasajeros MH17 de Malaysia Arlines del que se intenta culpar alternativamente a los antifascistas del Donbass como al gobierno ruso, sino también tras las sanciones económicas a Rusia resultantes de la adhesión por referéndum de Crimea a este país o del tímido apoyo de ésta a los antifascistas del Este de Ucrania.
Pues bien, los principales expertos económicos europeos y grandes dirigentes empresariales ya reconocen abiertamente que las sanciones a Rusia tendrán un efecto rebote sobre la economía de los países miembros de la UE, y específicamente de Alemania, hasta el punto de que reducirán a la mitad el crecimiento esperado, con anterioridad a dichas sanciones, de la zona euro para 2015. Y es que el entrelazamiento financiero y empresarial de las economías de estos países con la rusa en un marco mundial globalizado trae este tipo de consecuencias que pueden dar incluso al traste con la prevista pero muy débil recuperación europea.
Para USA este riesgo, lejos de ser un freno al sacrificio de los intereses europeos por parte USA, actuará como acicate, ya que ello puede, mediante una combinación de propaganda belicista y antirusa de la guerra fría que vuelve, presiones sobre las cancillerías europeas, militarismo OTAN y claudicante subordinación de los países de la UE a los intereses del imperialismo, exacerbar las tensiones UE-Rusia y acabar con las veleidades alemanas de buscar en dicho país un socio económico que permita al gobierno Merkel un acercamiento al gran mercado postsoviético.
Actualmente la OTAN trata de cercar a Rusia, una vez satanizada la figura de su Presidente como causante de todos los males de Occidente. En Polonia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Estonia, Ucrania, Azerbaiyán, Tayikistán, Armenia y Georgia se realizan operaciones, entrenamientos y maniobras de la OTAN, con el fin de amenazar a Rusia y mostrarle el poder de aislamiento de la organización armada al servicio del Imperio.
En paralelo la OTAN chantajea a China, un país que a pesar de su gran crecimiento económico, no exento de riesgos de burbujas, apenas ha incrementado su gasto militar en los últimos años, a través de la operación Rimpac 2014, la mayor maniobra militar del mundo, con más de 50 buques de guerra, unos 200 aviones y 25.000 soldados de 22 países. Este objetivo, que no es el otro que el de disuadir a China de su colaboración militar y económica recientemente establecida con Rusia, complementa a las tensiones militaristas que USA anima en la disputa de Japón -su gran aliado en el Pacífico- con China sobre los islotes Senkaku-Diaoyu.
Provocación tras provocación, el imperialismo USA busca, por un lado, lograr que el Kremlin dé un traspiés en su política internacional al sentirse acorralado. Hasta ahora la diplomacia y los estrategas moscovitas han demostrado ser infinitamente más sensatos y mesurados que los expertos y asesores de la Casa Blanca y el Pentágono que recuerdan al demente y desproporcionado doctor Strangelove de la magnífica película de Stanley Kubrick “¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú”. Del mismo modo, el Ministro de Exteriores ruso Serguéi Lavrov es claramente más conciliador que su homólogo norteamericano John Kerry o que su predecesora Hilary Clinton.
El efecto de una presión constante y creciente del Imperialismo norteamericano sobre Rusia es el de exacerbar sus tendencias nacionalistas, ya muy marcadas en el Kremlin, pero que están reforzando a los sectores de extrema derecha de la sociedad rusa, como los representados por Alexander Duguin y Eduard Limonov, lo que abre vías a un posible descontrol futuro de la situación interna, algo por el momento evitado, dado el auge de popularidad de Putin, y, consecuentemente, de una tensión internacional que si hasta ahora no se ha incrementado más es precisamente por la templanza rusa.
Asistimos a una reedición de la Nueva Jerusalén, como forma física de una visión espiritual de la Ciudad de Dios, representada en la figura de pueblo elegido o, en su versión laica, en la vieja doctrina del Destino Manifiesto, que ahora no puede aplastar a los pueblos de América Latina sino que trata de sojuzgar a un mundo (Europa, Rusia, Sudeste Asiático, Oriente Medio) que rechaza y se muestra cada vez más insumiso a la unipolaridad impuesta por el gendarme norteamericano.
El riesgo de esta escalada belicista es no sólo la patologización de las RR.II sino también la creciente fascistización de la política interior y exterior USA, u riesgo para el resto de las potencias mundiales, que se ven sometidas al albur de la paranoia de una Casa Blanca y un Pentágono que perciben el mundo con la aguda desconfianza de quien sólo ve enemigos a su alrededor -incapaz de aceptar el nuevo mundo que está naciendo en el que Norteamérica ya no será más la primera potencia mundial y tendrá que compartir con otras potencias emergentes el protagonismo internacional-, la posibilidad de establecer estrategias diplomáticas sólidas, racionales, previsibles y duraderas.
Hoy ya no es necesario que la paz mundial sea amenazada por el ascenso a los gobiernos de psicópatas tipo Hitler, Hirohito o Mussolini. La institucionalización de esa psicopatología como vía de acción política internacional a través de la amenaza de la guerra, empleada para intentar revertir la decadencia de un Imperio es, en sí, cien veces más peligrosa que la figura de un político loco y genocida, por mucho que no falten personajes así entre los asesores y políticos norteamericanos o entre la extrema derecha del Tea Party, todos ellos alimentados por el complejo militar-industrial norteamericano. Ahora es el sistema político USA el que se ha instalado en la locura, sin necesidad de que la acción carismática de ningún dirigente lo transforme con posterioridad. La demencia es sistémica en origen.
Los herederos de los teóricos del realismo político en las RR.II. (Morgenthau, Carr, Kennan,...), para los que los Estados son las entidades supremas y actores cuasi únicos de las mismas, son hoy los halcones de Washington que conciben un mundo en el que el respeto a los derechos humanos, a la soberanía de los pueblos, a la cooperación internacional entre las naciones y a la opinión pública internacional son obstáculos que han de ser abatidos para desplegar, sin oposición alguna, su voluntad de poder; algo muy parecido a la concepción de prusiana y nacionalsocialista del oponente como enemigo.
Por otro lado, la guerra aparece hoy como la gran tentación capitalista para unas élites políticas y económicas que saben que la actual crisis del sistema económico mundial puede encontrar alguna onda corta de recuperación pero que, a largo plazo, es irresoluble porque no es sólo financiera, económica y de sobreproducción sino también alimentaria, energética, ecológica y de civilización y por tanto irresoluble dentro del marco capitalista.
Es algo que el imperialismo comprende muy bien. Algunos teóricos sobre el origen de los Estados, vinculan la formación de estos al control de los recursos hídricos, del agua. Seguramente la última guerra de la humanidad pudiera ser por el control de los últimos humedales, si no lo impedimos. De momento, las agresiones USA a Irak, porque ha habido varias, han tenido las mismas motivaciones que la destrucción de Libia, el petroleo, y las provocaciones a Rusia a través de Kiev tienen que ver con el interés por hacerse con parte del gas ruso que atraviesa Ucrania o de las formidables reservas del gas del lignito, de metano, de petróleo o de uranio que se encuentran en su subsuelo.
Como tras el inicio de la crisis del 29, con un New Deal que fracasó, la guerra mundial aparece hoy en el horizonte como una tentación deseable para unos poderes sistémicos que no piensan sino en su propia supervivencia, aunque ello pueda suponer el riesgo de la devastación total y de la desaparición de la especie humana, dentro de un tablero de ajedrez en el que las piezas principales son ojivas nucleares y misiles de largo alcance. La destrucción del excedente mediante el negocio de la carrera armamentista y de la conflagración bélica de grandes dimensiones primero, y de la reconstrucción después, es la visión enloquecida de quienes ven en la guerra su oportunidad para la supervivencia de un sistema que está revelando toda la perversión que lleva en sus entrañas.
Como si del gran potlatch pirómano de los kwakiult se tratara, la orgía destructora sería el gran festín ceremonial del derroche y el impulso irracional de la manifestación de poder.
Necesidad de un poderoso movimiento mundial por la paz:
“Ara que som junts
diré el que tu i jo sabem
i que sovint oblidem:
Hem vist la por
ser llei per a tots.
Hem vist la sang
—que sols fa sang—
ser llei del món.”
(“Digem no”. Raimon)
100 años después del inicio de la I Guerra Mundial y 75 del comienzo de la II, éste es el retrato de la nueva amenaza que se yergue sobre los seres humanos y las naciones.
Seguramente serán muchos quienes consideren mis palabras exageradas y el cuadro que les he pintado un tanto fantasioso. Así debió parecerles en el inicio de aquel verano de 1914 a muchos más pero apenas un mes más tarde los campos de Europa se llenaban de muertos. Seguramente también en el verano de 1939 fuesen muchos los que desestimasen como muy improbable una nueva conflagración pero el 1 de Septiembre de ese mismo año las tropas de la Wehrmacht entraban en Polonia y Francia e Inglaterra, como consecuencia de ello, declaraban la guerra al Tercer Reich.
Las sociedades humanas a menudo actúan demasiado tarde frente a los desafíos que se les vienen encima, rara vez muestran su capacidad de anticipación y, cuando responden, muchas veces es ya demasiado tarde para evitar las consecuencias de esa imprevisibilidad.
Una de las razones de ello es la desinformación tan hábilmente practicada por los medios de adocenamiento y desinformación actuales. Otra es la más diversa oferta de opio narcotizante en forma de entretenimiento.
No podemos olvidar tampoco la mal entendida forma de autoprotegerse el ser humano de aquello que le produce miedo, pesar o dolor y que no es otra cosa que la de mirar para otro lado o hacer como el avestruz que entierra su cabeza en un hoyo.
Sea como sea, y sin ánimo de pontificar o adoctrinar, creo imprescindible y urgente ponerse manos a la obra para levantar un poderoso movimiento por la paz a nivel mundial; un poderoso movimiento por la paz capaz de desenmascarar las políticas guerreras a las que el imperialismo pretende conducir a la humanidad para salvar su poder mundial y al sistema económico de muerte, explotación y depredación al que lleva siglos condenándonos; un movimiento por la paz que informe, denuncie, organice y movilice a la inmensa mayoría de la sociedad humana del horror bélico al que los tambores de guerra capitalistas pretenden arrastrarnos.
Quizá sólo dos agresiones armadas del imperialismo -la de Vietnam y la de Irak- en los últimos 40 años hayan generado tanta solidaridad antibelicista internacional pero ellas fueron en mucho mayor medida una reacción “ex post” frente a una iniciativa militarista que ya había tomado sus decisiones por anticipado. Ni siquiera el genocidio sionista de Israel contra el pueblo palestino, perpetrado estos días en Gaza por el gran amigo del inquilino de la Casa Blanca, moviliza hoy las conciencias en un movimiento tan activo e insurgente como lo hicieron aquellas luchas contra la guerra.
En 1914 el movimiento obrero socialista fue derrotado bien por ponerse del lado de los señores de la guerra desde el primer momento, bien por oponerse inicialmente a ellos para acabar claudicando después.
Hace demasiado tiempo que los exaltadores de la irracionalidad de la muerte y las patrias armadas hasta los dientes llevan la iniciativa y lo hacen quizá porque quienes amamos la paz entre los pueblos no hemos sido capaces de construir una cultura de la misma; una cultura y unos valores de la paz capaces de imponerse a la pulsión destructora de Thánatos, con la inteligencia suficiente para no ir a la zaga de los acontecimientos que los halcones marcan en cada una de sus arremetidas sino de condicionar decisivamente las relaciones entre los países y los Estados.
Pero ello no significa caer en la ingenuidad del aséptico “ni-nismo” político o de un gandhismo reaccionario en el fondo porque ambos pretenden hacernos ignorar que a las guerras las alimentan, junto a la demagogia patriotera de los mercaderes de la muerte y de los gobernantes criminales, la injusticia, la desigualdad, la opresión, la pobreza o el temor a ella y, en consecuencia, un capitalismo que ve en la guerra un medio “alternativo” para la realización de su beneficio. Y que, en tanto que el capitalismo sea el modo bajo el que los seres humanos “organicen” sus vidas, no existirá una auténtica oportunidad para la paz.
Esa cultura de la paz debe ser ante todo una visión de cómo deben regirse las relaciones entre los pueblos y entre los Estados. Pretender extenderla hacia una cooperación desigual entre explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos sería una lectura interesada de conciliación de intereses entre clases sociales que son antagónicas por definición, como hoy pretenden hacernos creer discursos supuestamente transideológicos y que son, en realidad, cómplices del mismo capitalismo que nos lleva a las guerras. Paz entre los pueblos no significa en absoluto concordia entre las clases.
Ese movimiento por la paz debiera afirmar también su carácter antifascista porque el fascismo es hoy una de las banderas del capitalismo que conducen hacia la guerra, como queda más que patente con el actual gobierno ucraniano o el lenguaje matonesco de los "recuperados" fascismos europeos, y un enemigo declarado de la razón y la humanidad.
Tampoco significa alinearse con los intereses específicos de Estado de ningún país, por justas que puedan parecer o ser sus posiciones. Una cosa es denunciar el acoso belicista del imperialismo a otras naciones o su furor guerrero y algo muy distinto reproducir errores, hoy afortunadamente superados por la propia historia, como aquellos en los que en su momento cayeron organizaciones como el Consejo Mundial por la Paz.
Es necesario, frente al creciente nacionalismo reaccionario y de confrontación que amenaza la convivencia de las gentes que habitan Europa, recuperar una conciencia de pertenencia universal al único pueblo al que merece la pena pertenecer, el de la especie humana, esa idea que estaba tras la frase de Samuel Johnson para quién “el patriotismo es el último refugio de los canallas”. El derecho a la soberanía de los pueblos no puede legitimar el “ius belli” como razón fundacional y última de los Estados.
Del mismo modo que en el ejército sionista israelí ha crecido la objeción de conciencia ante la barbarie criminal contra el pueblo palestino, es necesario que la cultura de la paz penetre en los cuarteles de las potencias agresoras, especialmente de los ejércitos de la OTAN, empapando las conciencias de los militares hasta el punto de que, en caso de riesgo de confrontación bélica, la insumisión a coger las armas y la deserción sean auténticas opciones incluso entre los militares profesionales. Ello exige permeabilizar las relaciones entre civiles y soldados, haciendo que estos últimos se vean cada vez más influidos por una nueva sensibilidad antibelicista.
Sólo la creación de una conciencia de que habitamos un único mundo, al que no podemos sustituir porque no tenemos otro, y que debemos hacerlo mejor para nosotros y para las generaciones venideras, puede llegar a sobreponerse frente a una visión de las patrias y las naciones concebida como oposición y antagonismo al otro, algo tan absurdo e idiota como que cada ejército reza a su dios para que le dé la victoria en las batallas.
No hay honor ni gloria en la muerte. Sólo muerte definitiva...para siempre.
“Al sueño americano,
se le han ido las manos
y ya no tiene nada que ofrecer,
sólo esperar y ver si cede
la gran bola de nieve
que se levanta por doquier.”
(“Hay que vivir”. Joan Baptista Humet)
Parece existir un amplio consenso entre los historiadores de las dos Guerras Mundiales en considerar a la II como una continuación de la I, hasta el punto de que con frecuencia se alude a la última como Guerra de Continuación. Se evidencia esta realidad tanto desde los aspectos y causas comunes de las dos como desde las derivadas de la I guerra en la II:
- En ambas guerras intereses de tipo económico, financiero y de dominación mundial tienen un peso decisivo en la participación de determinadas potencias: Inglaterra, USA, que siempre interviene cuando el enfrentamiento bélico ha debilitado a los contendientes (con el objetivo de avanzar hacia una posición imperial mundial, en medio de una Europa y un mundo con otras potencias debilitadas en su peso relativo), Alemania, Francia, Rusia/URSS.
- El factor de lucha por el reparto territorial de áreas de influencia está muy presente. Si en la de 1914 el débil papel alemán en el reparto colonial de África tiene su importancia, en la que se inicia en 1939 la “necesidad” de expansión de Alemania en Europa es una motivación evidente como desencadenante de la misma. Es lo que subyace en los principios del “anschluss” alemán (Austria, Sudetes checoslovacos, parte de Polonia,...).
- La búsqueda de materias primas y fuentes de energía que permitiesen mantener en funcionamiento y desarrollar los nuevos sectores productivos y estratégicos del capitalismo (industria química, automoción, bélica, naval,...)
- La existencia de una oligarquía financiera y de grandes monopolios que confluirán en una alianza entre capital financiero e industrial.
- El sentimiento de orgullo herido que supuso el tratado de Versalles tras la derrota de Alemania en la I G.M. para muchos ciudadanos de aquel país explicaría, en parte, el ascenso del nazismo y la entrada de este país en una nueva conflagración mundial con el objetivo de tomarse la revancha por las humillaciones sufridas a manos de otras potencias europeas.
- La guerra como fenómeno que se mueve alrededor de las crisis capitalistas. En 1913 se inicia la crisis derivada del abandono del patrón oro (USA concentrará a partir de entonces un creciente monto de la reserva mundial de oro) que durará oficialmente hasta 1936. En realidad la II G.M. no será sino una estrategia de salida mundial de la crisis mediante un intervencionismo económico de guerra, que en lo civil había fracasado como solución a dicha crisis de onda larga. La más conocida del 29 es un hito álgido del largo período de depresión económica.
- Una visión cínica y dura de las Relaciones Internacionales (RR.II) basada casi exclusivamente en la geopolítica, la geoestrategia y en el viejo principio del escritor romano Vegecio “Si vis pacem, para bellum”
- El militarismo creciente de los principales países posteriormente contendientes, que representa un rearme brutal tanto en inversión para la defensa, como en ingenios bélicos y, por supuesto, en dimensiones de los ejércitos, es una constante en ambas conflagraciones.
- El fracaso de la Sociedad de Naciones, nacida tras la I G.M., y de la diplomacia para resolver los conflictos de intereses entre las grandes potencias, lo que reforzaría una política de alianza de bloques, precursora del clima previo a ambas guerras. Frente a la carrera armamentista previa a la II G.M. la Sociedad de Naciones se mostraría especialmente ineficaz
- El elemento étnico, muy visible en los Balcanes en la guerra del 14, lo estará también en la que se inicia en el 39.
Desempolvando los viejos tambores de guerra:
Seguramente existan muchos otros factores comunes, causas y consecuencias que arrastran la transición desde la I conflagración mundial hasta la II pero creo que las expuestas son lo bastante poderosas para explicar dicha continuidad.
Posiblemente más de un lector, al repasar los puntos anteriores, haya sentido la inquietante desazón de comprobar que muchos de ellos vuelven a aparecer, tras la espesa bruma de la Historia, en la perspectiva presente.
Hoy, el declinante imperio mundial USA, trae la tensión a Europa a través de las distintas fases de la “revolución naranja” ucraniana, que en otros lugares del mundo han sido sus “revoluciones de colores” -especialmente en el mundo árabe/ musulmán- y que en dicho país han traído como últimas consecuencias un Maidan nazi y el genocidio contra los antifascistas del Donbass. Su objetivo no es otro que el del chantaje de la violencia, la amenaza y la guerra, potenciando el incremento de la tensión en las relaciones internacionales (RR.II.), el realineamiento de sus satélites en una nueva política de bloques que ha resucitado la guerra fría que ocupó desde 1947 hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991.
El fracaso de la política imperial USA en Afganistán, Irak, Libia -tres Estados fallidos por la guerra-, en su agresión a Siria, armando a grupos terroristas yihadistas, derrotados una y otra vez por el ejército de este país, se ha visto acompañado de una pérdida del peso económico relativo de la que está dejando de ser primera potencia mundial ante el empuje de China y del resto de los BRICS, que cooperan hacia la desdolarización de las relaciones económicas mundiales, lo que impedirá a USA continuar exportando su inflación, la mayor del mundo, en medio de la más grande crisis económica en la historia del capitalismo.
La política de presión y amenazas contra Cuba, Venezuela, Bolivia y en menor medida Ecuador, el chantaje financiero contra Argentina están fracasando y previsiblemente lo seguirán haciendo, a pesar de la virulencia con la que se practican -incluso mediante atentados de falsa bandera, “guerras de baja intensidad”, "guerras de cuarta generación" o revueltas bien programadas de las franquicias “indignadas” de las clases medias argentinas, brasileñas o venezolanas- porque los gobiernos de dichos países han establecido con sus clases populares sólidas alianzas basadas en políticas sociales y resistentes a la hegemonía imperialista, que en algunos casos han abierto procesos de avance hacia el socialismo.
Ante el evidente fracaso del imperialismo USA en Oriente Medio y en América Latina, la cuál ha dejado de ser su patio trasero, el gendarme se vuelve hacia una Europa dócil, siempre dispuesta a recibir las patadas del amigo americano a Rusia en su propio culo.
El papel de los gobiernos europeos y de la gran mayoría de los medios de desinformación de los países de la UE en la crisis ucraniana desatada desde el Maidan nazí ha sido tan complaciente con los intereses USA que las sucesivas provocaciones contra Rusia, que se han plasmado no sólo en el atentado de falsa bandera contra el avión de pasajeros MH17 de Malaysia Arlines del que se intenta culpar alternativamente a los antifascistas del Donbass como al gobierno ruso, sino también tras las sanciones económicas a Rusia resultantes de la adhesión por referéndum de Crimea a este país o del tímido apoyo de ésta a los antifascistas del Este de Ucrania.
Pues bien, los principales expertos económicos europeos y grandes dirigentes empresariales ya reconocen abiertamente que las sanciones a Rusia tendrán un efecto rebote sobre la economía de los países miembros de la UE, y específicamente de Alemania, hasta el punto de que reducirán a la mitad el crecimiento esperado, con anterioridad a dichas sanciones, de la zona euro para 2015. Y es que el entrelazamiento financiero y empresarial de las economías de estos países con la rusa en un marco mundial globalizado trae este tipo de consecuencias que pueden dar incluso al traste con la prevista pero muy débil recuperación europea.
Para USA este riesgo, lejos de ser un freno al sacrificio de los intereses europeos por parte USA, actuará como acicate, ya que ello puede, mediante una combinación de propaganda belicista y antirusa de la guerra fría que vuelve, presiones sobre las cancillerías europeas, militarismo OTAN y claudicante subordinación de los países de la UE a los intereses del imperialismo, exacerbar las tensiones UE-Rusia y acabar con las veleidades alemanas de buscar en dicho país un socio económico que permita al gobierno Merkel un acercamiento al gran mercado postsoviético.
Actualmente la OTAN trata de cercar a Rusia, una vez satanizada la figura de su Presidente como causante de todos los males de Occidente. En Polonia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Estonia, Ucrania, Azerbaiyán, Tayikistán, Armenia y Georgia se realizan operaciones, entrenamientos y maniobras de la OTAN, con el fin de amenazar a Rusia y mostrarle el poder de aislamiento de la organización armada al servicio del Imperio.
En paralelo la OTAN chantajea a China, un país que a pesar de su gran crecimiento económico, no exento de riesgos de burbujas, apenas ha incrementado su gasto militar en los últimos años, a través de la operación Rimpac 2014, la mayor maniobra militar del mundo, con más de 50 buques de guerra, unos 200 aviones y 25.000 soldados de 22 países. Este objetivo, que no es el otro que el de disuadir a China de su colaboración militar y económica recientemente establecida con Rusia, complementa a las tensiones militaristas que USA anima en la disputa de Japón -su gran aliado en el Pacífico- con China sobre los islotes Senkaku-Diaoyu.
Provocación tras provocación, el imperialismo USA busca, por un lado, lograr que el Kremlin dé un traspiés en su política internacional al sentirse acorralado. Hasta ahora la diplomacia y los estrategas moscovitas han demostrado ser infinitamente más sensatos y mesurados que los expertos y asesores de la Casa Blanca y el Pentágono que recuerdan al demente y desproporcionado doctor Strangelove de la magnífica película de Stanley Kubrick “¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú”. Del mismo modo, el Ministro de Exteriores ruso Serguéi Lavrov es claramente más conciliador que su homólogo norteamericano John Kerry o que su predecesora Hilary Clinton.
El efecto de una presión constante y creciente del Imperialismo norteamericano sobre Rusia es el de exacerbar sus tendencias nacionalistas, ya muy marcadas en el Kremlin, pero que están reforzando a los sectores de extrema derecha de la sociedad rusa, como los representados por Alexander Duguin y Eduard Limonov, lo que abre vías a un posible descontrol futuro de la situación interna, algo por el momento evitado, dado el auge de popularidad de Putin, y, consecuentemente, de una tensión internacional que si hasta ahora no se ha incrementado más es precisamente por la templanza rusa.
Asistimos a una reedición de la Nueva Jerusalén, como forma física de una visión espiritual de la Ciudad de Dios, representada en la figura de pueblo elegido o, en su versión laica, en la vieja doctrina del Destino Manifiesto, que ahora no puede aplastar a los pueblos de América Latina sino que trata de sojuzgar a un mundo (Europa, Rusia, Sudeste Asiático, Oriente Medio) que rechaza y se muestra cada vez más insumiso a la unipolaridad impuesta por el gendarme norteamericano.
El riesgo de esta escalada belicista es no sólo la patologización de las RR.II sino también la creciente fascistización de la política interior y exterior USA, u riesgo para el resto de las potencias mundiales, que se ven sometidas al albur de la paranoia de una Casa Blanca y un Pentágono que perciben el mundo con la aguda desconfianza de quien sólo ve enemigos a su alrededor -incapaz de aceptar el nuevo mundo que está naciendo en el que Norteamérica ya no será más la primera potencia mundial y tendrá que compartir con otras potencias emergentes el protagonismo internacional-, la posibilidad de establecer estrategias diplomáticas sólidas, racionales, previsibles y duraderas.
Hoy ya no es necesario que la paz mundial sea amenazada por el ascenso a los gobiernos de psicópatas tipo Hitler, Hirohito o Mussolini. La institucionalización de esa psicopatología como vía de acción política internacional a través de la amenaza de la guerra, empleada para intentar revertir la decadencia de un Imperio es, en sí, cien veces más peligrosa que la figura de un político loco y genocida, por mucho que no falten personajes así entre los asesores y políticos norteamericanos o entre la extrema derecha del Tea Party, todos ellos alimentados por el complejo militar-industrial norteamericano. Ahora es el sistema político USA el que se ha instalado en la locura, sin necesidad de que la acción carismática de ningún dirigente lo transforme con posterioridad. La demencia es sistémica en origen.
Los herederos de los teóricos del realismo político en las RR.II. (Morgenthau, Carr, Kennan,...), para los que los Estados son las entidades supremas y actores cuasi únicos de las mismas, son hoy los halcones de Washington que conciben un mundo en el que el respeto a los derechos humanos, a la soberanía de los pueblos, a la cooperación internacional entre las naciones y a la opinión pública internacional son obstáculos que han de ser abatidos para desplegar, sin oposición alguna, su voluntad de poder; algo muy parecido a la concepción de prusiana y nacionalsocialista del oponente como enemigo.
Por otro lado, la guerra aparece hoy como la gran tentación capitalista para unas élites políticas y económicas que saben que la actual crisis del sistema económico mundial puede encontrar alguna onda corta de recuperación pero que, a largo plazo, es irresoluble porque no es sólo financiera, económica y de sobreproducción sino también alimentaria, energética, ecológica y de civilización y por tanto irresoluble dentro del marco capitalista.
Es algo que el imperialismo comprende muy bien. Algunos teóricos sobre el origen de los Estados, vinculan la formación de estos al control de los recursos hídricos, del agua. Seguramente la última guerra de la humanidad pudiera ser por el control de los últimos humedales, si no lo impedimos. De momento, las agresiones USA a Irak, porque ha habido varias, han tenido las mismas motivaciones que la destrucción de Libia, el petroleo, y las provocaciones a Rusia a través de Kiev tienen que ver con el interés por hacerse con parte del gas ruso que atraviesa Ucrania o de las formidables reservas del gas del lignito, de metano, de petróleo o de uranio que se encuentran en su subsuelo.
Como tras el inicio de la crisis del 29, con un New Deal que fracasó, la guerra mundial aparece hoy en el horizonte como una tentación deseable para unos poderes sistémicos que no piensan sino en su propia supervivencia, aunque ello pueda suponer el riesgo de la devastación total y de la desaparición de la especie humana, dentro de un tablero de ajedrez en el que las piezas principales son ojivas nucleares y misiles de largo alcance. La destrucción del excedente mediante el negocio de la carrera armamentista y de la conflagración bélica de grandes dimensiones primero, y de la reconstrucción después, es la visión enloquecida de quienes ven en la guerra su oportunidad para la supervivencia de un sistema que está revelando toda la perversión que lleva en sus entrañas.
Como si del gran potlatch pirómano de los kwakiult se tratara, la orgía destructora sería el gran festín ceremonial del derroche y el impulso irracional de la manifestación de poder.
Necesidad de un poderoso movimiento mundial por la paz:
“Ara que som junts
diré el que tu i jo sabem
i que sovint oblidem:
Hem vist la por
ser llei per a tots.
Hem vist la sang
—que sols fa sang—
ser llei del món.”
(“Digem no”. Raimon)
100 años después del inicio de la I Guerra Mundial y 75 del comienzo de la II, éste es el retrato de la nueva amenaza que se yergue sobre los seres humanos y las naciones.
Seguramente serán muchos quienes consideren mis palabras exageradas y el cuadro que les he pintado un tanto fantasioso. Así debió parecerles en el inicio de aquel verano de 1914 a muchos más pero apenas un mes más tarde los campos de Europa se llenaban de muertos. Seguramente también en el verano de 1939 fuesen muchos los que desestimasen como muy improbable una nueva conflagración pero el 1 de Septiembre de ese mismo año las tropas de la Wehrmacht entraban en Polonia y Francia e Inglaterra, como consecuencia de ello, declaraban la guerra al Tercer Reich.
Las sociedades humanas a menudo actúan demasiado tarde frente a los desafíos que se les vienen encima, rara vez muestran su capacidad de anticipación y, cuando responden, muchas veces es ya demasiado tarde para evitar las consecuencias de esa imprevisibilidad.
Una de las razones de ello es la desinformación tan hábilmente practicada por los medios de adocenamiento y desinformación actuales. Otra es la más diversa oferta de opio narcotizante en forma de entretenimiento.
No podemos olvidar tampoco la mal entendida forma de autoprotegerse el ser humano de aquello que le produce miedo, pesar o dolor y que no es otra cosa que la de mirar para otro lado o hacer como el avestruz que entierra su cabeza en un hoyo.
Sea como sea, y sin ánimo de pontificar o adoctrinar, creo imprescindible y urgente ponerse manos a la obra para levantar un poderoso movimiento por la paz a nivel mundial; un poderoso movimiento por la paz capaz de desenmascarar las políticas guerreras a las que el imperialismo pretende conducir a la humanidad para salvar su poder mundial y al sistema económico de muerte, explotación y depredación al que lleva siglos condenándonos; un movimiento por la paz que informe, denuncie, organice y movilice a la inmensa mayoría de la sociedad humana del horror bélico al que los tambores de guerra capitalistas pretenden arrastrarnos.
Quizá sólo dos agresiones armadas del imperialismo -la de Vietnam y la de Irak- en los últimos 40 años hayan generado tanta solidaridad antibelicista internacional pero ellas fueron en mucho mayor medida una reacción “ex post” frente a una iniciativa militarista que ya había tomado sus decisiones por anticipado. Ni siquiera el genocidio sionista de Israel contra el pueblo palestino, perpetrado estos días en Gaza por el gran amigo del inquilino de la Casa Blanca, moviliza hoy las conciencias en un movimiento tan activo e insurgente como lo hicieron aquellas luchas contra la guerra.
En 1914 el movimiento obrero socialista fue derrotado bien por ponerse del lado de los señores de la guerra desde el primer momento, bien por oponerse inicialmente a ellos para acabar claudicando después.
Hace demasiado tiempo que los exaltadores de la irracionalidad de la muerte y las patrias armadas hasta los dientes llevan la iniciativa y lo hacen quizá porque quienes amamos la paz entre los pueblos no hemos sido capaces de construir una cultura de la misma; una cultura y unos valores de la paz capaces de imponerse a la pulsión destructora de Thánatos, con la inteligencia suficiente para no ir a la zaga de los acontecimientos que los halcones marcan en cada una de sus arremetidas sino de condicionar decisivamente las relaciones entre los países y los Estados.
Pero ello no significa caer en la ingenuidad del aséptico “ni-nismo” político o de un gandhismo reaccionario en el fondo porque ambos pretenden hacernos ignorar que a las guerras las alimentan, junto a la demagogia patriotera de los mercaderes de la muerte y de los gobernantes criminales, la injusticia, la desigualdad, la opresión, la pobreza o el temor a ella y, en consecuencia, un capitalismo que ve en la guerra un medio “alternativo” para la realización de su beneficio. Y que, en tanto que el capitalismo sea el modo bajo el que los seres humanos “organicen” sus vidas, no existirá una auténtica oportunidad para la paz.
Esa cultura de la paz debe ser ante todo una visión de cómo deben regirse las relaciones entre los pueblos y entre los Estados. Pretender extenderla hacia una cooperación desigual entre explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos sería una lectura interesada de conciliación de intereses entre clases sociales que son antagónicas por definición, como hoy pretenden hacernos creer discursos supuestamente transideológicos y que son, en realidad, cómplices del mismo capitalismo que nos lleva a las guerras. Paz entre los pueblos no significa en absoluto concordia entre las clases.
Ese movimiento por la paz debiera afirmar también su carácter antifascista porque el fascismo es hoy una de las banderas del capitalismo que conducen hacia la guerra, como queda más que patente con el actual gobierno ucraniano o el lenguaje matonesco de los "recuperados" fascismos europeos, y un enemigo declarado de la razón y la humanidad.
Tampoco significa alinearse con los intereses específicos de Estado de ningún país, por justas que puedan parecer o ser sus posiciones. Una cosa es denunciar el acoso belicista del imperialismo a otras naciones o su furor guerrero y algo muy distinto reproducir errores, hoy afortunadamente superados por la propia historia, como aquellos en los que en su momento cayeron organizaciones como el Consejo Mundial por la Paz.
Es necesario, frente al creciente nacionalismo reaccionario y de confrontación que amenaza la convivencia de las gentes que habitan Europa, recuperar una conciencia de pertenencia universal al único pueblo al que merece la pena pertenecer, el de la especie humana, esa idea que estaba tras la frase de Samuel Johnson para quién “el patriotismo es el último refugio de los canallas”. El derecho a la soberanía de los pueblos no puede legitimar el “ius belli” como razón fundacional y última de los Estados.
Del mismo modo que en el ejército sionista israelí ha crecido la objeción de conciencia ante la barbarie criminal contra el pueblo palestino, es necesario que la cultura de la paz penetre en los cuarteles de las potencias agresoras, especialmente de los ejércitos de la OTAN, empapando las conciencias de los militares hasta el punto de que, en caso de riesgo de confrontación bélica, la insumisión a coger las armas y la deserción sean auténticas opciones incluso entre los militares profesionales. Ello exige permeabilizar las relaciones entre civiles y soldados, haciendo que estos últimos se vean cada vez más influidos por una nueva sensibilidad antibelicista.
Sólo la creación de una conciencia de que habitamos un único mundo, al que no podemos sustituir porque no tenemos otro, y que debemos hacerlo mejor para nosotros y para las generaciones venideras, puede llegar a sobreponerse frente a una visión de las patrias y las naciones concebida como oposición y antagonismo al otro, algo tan absurdo e idiota como que cada ejército reza a su dios para que le dé la victoria en las batallas.
No hay honor ni gloria en la muerte. Sólo muerte definitiva...para siempre.
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