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9 de abril de 2021

LA DISTOPÍA NO ESTÁ EN NETFLIX SINO AQUÍ Y AHORA

Por Marat

62.400 repeticiones hacen una verdad.”

(Un Mundo Feliz”. Aldoux Husley)

Nada hay que temer de los proletarios. Dejados aparte, continuarán, de generación en generación y de siglo en siglo, trabajando, procreando y muriendo, no sólo sin sentir impulsos de rebelarse, sino sin la facultad de comprender que el mundo podría ser diferente de lo que es.”

(“1984”. George Orwell)

La vida social ya se ha transformado en una vida electrónica o cibervida.”

(“Vida de consumo”. Zigmunt Bauman)

El truco del contrato de trabajo estaba claro. No sales nunca de deudas. Los créditos fáciles forman parte del sistema y había estímulos suficientes para forzarte a emplearlos”.

(“Los mercaderes del espacio”. Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth)

Para Glovo, por ejemplo, en las últimas dos semanas he hecho solo un pedido. El problema es que el 90% de los pedidos en su caso son de McDonalds y desde que hicieron el ERTE y cerraron no hay pedidos apenas; que los sitios de comida rápida cierren condiciona absolutamente el trabajo.”

(Repartidor, rider para gilipollas que desprecian a la nueva clase trabajadora, como antes a la vieja, según entrevista en xataka)

(No han transcurrido ni 40 años en que hayamos pasado primero de la discoteca y el coche para echar un polvo a la masturbación de hombres y mujeres, sea por Internet o mediante la ortopedia electrónica. En 5 años con robots nos saldrá barato y sin tener que insinuar interés a medio plazo. Lo de seducirnos quedó atrás

(Conversación en la barra de un bar con un borracho inteligente)

Sí, se que me he pasado con tanta cita, de las que uso últimamente pero venían a cuento.

De lo que yo quería hablarles a ustedes es de que algo está fallando en este tiempo en el que menos es más y lo inmediato es mejor, para algunos, que pararse unos instantes y pensar algo más que lo que hacemos por instinto.

Suelo plantear estos textos, cuando no nacen de la rabia inmediata, esa que te ciega a cualquier escucha – de ella me sobra- como la posibilidad de un diálogo que no tiene porqué expresarse por escrito pero sí en el silencio de quienes piensan y reflexionan.

Esta vez todo es mucho más complicado para mí. No voy a hablarles de “la verdad”. La dejo para los fanáticos de cualquier religión deista o laica.

Me limitaré a hablarles, si me hacen compañía, de cómo veo el presente y de hasta qué punto creo que a los horrores del mundo no hay que esperarlos porque ya están aquí.

Vivimos un tiempo en el que las mentiras habituales de los medios de comunicación del capital que de verdad tienen peso han encontrado a su competencia, las fake news.

Si en 2003 los medios globales de comunicación reprodujeron las mentiras de G. Bush jr., de Aznar y de Blair para justificar una invasión de Irak, que 18 años después no ha traído la paz a ese país, basándose en la mentira de las armas de destrucción masivas, hoy frente a lo que ha sido la presidencia de un salvaje ultraderechista como Trump, el nuevo presidente Biden mantiene campos de concentración de niños venidos de América Central.

Sí, los criminales antivacunas, los racistas que lanzan la asquerosa mierda en sus podridos cerebros contra todo niño que viene de la miseria a cualquier costa, los provocadores que van a los barrios obreros a ofender la memoria de la clase trabajadora para provocar a la izquierda, esa que debió hacerles frente hace muchos años pero que se conforma con lanzarle un bote de cerveza a un gandul con vocación de asesino.

Por lo que parece, salvo unos 600 trabajadores con conciencia de lo que son en uno de los dos distritos que componen Vallecas -allá donde es imposible esperar ser lo que no se es -, en Madrid no hemos aprendido a ser antifascistas. No tengo nada contra los antifas de otros barrios, todo lo contrario, pero sí espero respuestas que sean colectivas, de clase y barrio, y no de tribu. Hay que darle una pensada a eso.

Si algo está caracterizando este momento que vivImos los trabajadores es la falta de respuesta colectiva ante lo que nos ocurre.

Que el goberno de Sánchez sea más decente que el de los últimos meses de Zapatero y los años de Rajoy no le hace mejor. Sólo significa que nos pone delante de los ojos mentiras como la del Ingreso Mínimo Vital o los ERES -los segundos hay que declararlos a Hacienda porque tocar a las grandes fortunas y a las grandes empresas es negativo para la economía nacionaly de los primeros sabemos que ni un 20% lo han recibido. ¡ Qué gran papel el del Ministro de Seguridad Social, Inclusión y Migraciones! Niega los tres cargos en su persona. Para algo le habían traído desde la AIREF. Su función entonces, y ahora, era la de acabar con quienes no hubieran cotizado suficientes años a la SS y pasarlos a la categoría de pobres de misericordia, perdón, no contribuyentes Pagar el IVA en cada producto no cuenta, aunque vaya a la Hacienda capitalista. Quienes ya solo podemos pagar el IVA y las declaraciones anuales no salen a devolver, de momento, pronto no podremos ni pasar por el IVA.

De esto saben mucho aquellos a los que les empezó a ir mal después de los años 70 y también de los 90 del siglo pasado – esto de cambiar de siglo es cojonudo para la amnesia- Lo del feliz cambio de milenio puede que no lo sea tanto.

Lo de la otra parte, de la que considerabáis que iba a hablar fuera de lo que siempre hablo, debo deciros que es un tema del que nunca hablo -una treta- , salvo con quienes son mis afectos. Pero esa es otra historia.

Pero lo haré. No por no defraudarles sino por no faltar a mi palabra.

Creo que les he puesto alguna cita sobre la comunicación y, sospecho, que no es disonante con la que les puse sobre el ciberse

Desde que somos homínidos hay una querencia humana hacia el otro. Sin la comunidad y la sociedad no somos, no existimos como seres reales. Sólo la locura puede hacerse dueña de los espacios vacíos sin los demás.

Esa es una realidad comunista ante la que cualquier liberal pediría más datos porque esos no se ajustan a sus embustes ideológicos.

Segun el INE, en España viven solas 4,8 millones de personas - qué gran oportunidad de mercado para los hijos de puta de Securitas Direct. De hecho esta semana han acertado 2 veces en mi casa. Ya saben hasta cuando estoy en ella

La soledad ante un mundo tan oscuro solo puede conducirles a la depresión, el abandono y la autodestrucción.

Busque en sus vecinos, en sus amigos, incluso los perdidos, en quienes están peor que ustedes. Trate de organizar desde lo barrios tejidos de solidaridad básica y luego, si lo hace, se olvidará de sus problema psicológicos.

Así se empieza a construir un mundo alternativo.

Las viejas sociedades de ayuda mutua tienen mucho que enseñarnos en un tiempo en el que el individualismo nos ha dividido en individuos que se buscan a vida, casi siempre contra otros tan débiles como nosotros. 

En cuanto a la soledad sexual poco que decirles. No soy sexólogo pero sí que les recomiendo que dejen las redes y experimenten la posibilidad del encuentro. He dedicado muchas paginas a hablar de cómo escapar a nuestros fantasmas personales. Sin los demás no hay mundo posible.

22 de marzo de 2021

RUIDO

Por Marat

A mitad del camino de mi vida,

en una selva oscura me encontraba

porque mi ruta había extraviado


¡Cuán dura cosa es decir cuál era

esta salvaje selva, áspera y fuerte

que me vuelve el temor al pensamiento!”

(“La Divina Comedia”. Infierno. Canto I. Dante Alighieri)

Posiblemente uno de los hechos más necesarios para los seres humanos que reflexionan sobre el presente en el que viven como colectividad - una rara virtud en tiempos de inmediateces, banales simplificaciones sobre el mundo y gritos airados, interesadamente insuflados sobre los espectadores envenenados del mundo de la política – sea el de sentirse perdidos entre tanto ruido mediáticamente propagado.

Solo desde la perplejidad que causa la cacofonía vociferante de la falsa política, de los envenenadores de la opinión publicada que inducen a la sinrazón de las emociones más primarias y salvajes, es posible comprender las intenciones que subyacen a los fabricantes de odio social, a los manipuladores de las conciencias. Y llegar a tomar distancia de toda esa patraña.

Frente a la gentuza reaccionaria y fascista, propagadora del enfrentamiento civil y el odio en la calle, las tabernas, los medios de comunicación e Internet, solo nos encontramos a una izquierda vociferante cuyos hechos son incapaces de sustentar las bravuconadas de sus palabras; una izquierda inútil que apela a las emociones blandas antes que a las prácticas políticas que golpeen a la caverna donde más le duele: educar políticamente y organizar a la clase trabajadora y a los sectores populares y tomar medidas económicas que rompan la iniciativa del fascio-liberalismo y mejoren realmente las condiciones de vida de dichas clases.

Cuando se toma distancia del cacareo de la vulgar politiquería es posible detectar que hay una evidente asimetría entre el matonismo amenazante y crecientemente violento de la derecha extrema y de la extrema derecha y la oscilación entre la frívola ridiculización de las mismas por parte de la izquierda y las fanfarronadas de un aparente hacerles frente pero solo de palabra.

Qué mejor ejemplo que las dos últimas estrofas del soneto de Cervantes, Al túmulo del rey Felipe II en Sevilla para definir el falso enfrentamiento desde una de las partes:

Esto oyó un valentón y dijo: "Es cierto

cuanto dice voacé, seor soldado,

Y el que dijere lo contrario, miente."


Y luego, incontinente,

caló el chapeo, requirió la espada

miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

La derecha extrema y la extrema derecha tienen muy bien tomadas las medidas a la izquierda. Saben que en cuanto le acusen de socialista o de comunista y contrapongan ambos términos a la sacrosanta libertad de empresa, que siempre ha de estar por encima del derecho a la protección de la vida y de no ser sobreexplotado, se achantará. Quien se jacta de lo que no es, en cuanto le acusan de serlo, tiembla.

Cuánto más digno hubiera sido por parte de la izquierda responder a esos indecentes eslóganes de marketing electorero del fascio-liberalismo de socialismo o libertady de comunismo o libertad con algo parecido a esto Tienen ustedes mucha suerte de que no seamos socialistas sino social-liberales ni comunistas sino socialdemócratas porque, si fuésemos una u otra cosa, ustedes encontrarían en nuestros hechos la respuesta que merecen”. La realidad es que ni unos, los fascio-liberales, ni otros, los progres de izquierda, se engañan. Ambos saben que juegan con mentiras pero, mientras los primeros amenazan en serio, los segundos practican juegos de artificio.

Creo que no somos pocos quienes sabiendo quiénes y qué somos, sin negarnos a nosotros mismos ni a nuestras convicciones, asistimos al simulacro de un enfrentamiento asimétrico del que nos sentimos totalmente ajenos porque percibimos el tufo de la mentira y nos negamos a ser parte de tan denigrante espectáculo.

En mi caso puedo decir que hace mucho que no me reconozco en la categoría izquierda”, nacida de la ubicación de dónde se sentaron una parte de los representantes de la Asamblea Nacional, al inicio de la Revolución Francesa, cuyas aspiraciones eran fundamentalmente las de impedir el derecho de veto legislativo del monarca y dar paso a una nueva clase, la burguesía. Hay quienes creemos que la cuestión fundamental de cualquier proceso político se encuentra en lo social -qué clases serán las hegemónicas– y en lo económico - bajo qué sistema de propiedad de los medios de producción, las empresas para entendernos, vivirán los seres humanos- . Y eso no lo representa la izquierda.

Concretando, que es gerundio, en medio del griterío, la propagación del odio, el enfrentamiento entre siglas, que no proyectos realmente diferentes de sociedad, y el seguidismo acrítico, no creo ni en la ideología de los charcuteros y dueños de bares, que hacen como que no se enteran de que sus enemigos son las grandes cadenas de la distribución y de la hostelería, a los que apoyan los políticos a quienes ellos votan, ni en la de los progres universitarios de clase media, que temen ser desalojados de las instituciones burguesas y que defienden la política de la izquierda asentada en el sindicalismo de concertación,como tampoco la de cierta ministra del diálogo social, bien apreciada por los grandes empresarios.

Así que si ustedes creen que a la derecha extrema y a su infantería fascista se les para con el voto, no seré yo quien critique las decisiones que tomen. Pero creo que no está de más decirles que no les pararán con ello, porque hace tiempo que muchos de los desesperados saben que la izquierda no cambiará sus vidas sino que les abandonará a una frustración que les conduzca a entregarse a los representantes políticos de sus enemigos. En el mejor de los casos, solo retrasarán en un par de años el triunfo de los que dicen combatir. Nadar, nadar y ahogarse en la orilla.

Yo, en su caso, me plantearía si lo que toca hacer es otra cosa. No me gusta ser cargante a fuer de repetirme. Lo he explicado unos párrafos más arriba. Cada uno ha de cabalgar sus propias contradicciones.

EPÍLOGO: Mi más merecido aplauso que resume las miserias del parlamentarismo burgués y del oportunismo actual. a la serie Vamos Juan”. Aplausos a Javier Cámara al representar al político oportunista.

Ustedes verán cuál es el nivel de sus tragaderas.

30 de septiembre de 2020

ANTE EL CAOS DE LA PANDEMIA, UNA EXIGENCIA UNITARIA: VIDA Y TRABAJO

 


Por Marat

El Espacio de Encuentro Comunista (EEC) ha publicado recientemente un documento político titulado “Por la vida y el trabajo, unifiquemos las luchas” que, creo absoluta  y pertinentemente necesario en el aquí y el ahora, por lo que recomiendo encarecidamente su lectura a quienes no lo hayan hecho aún.

El pasado sábado 19 de septiembre –a veces me gusta datar los momentos que me marcan, aunque mi memoria acabe por destruir esos recuerdos- en una tienda de Puente de Vallecas, zona que iba a ser confinada dos días después, el 21, escuché a una mujer mayor decir algo muy directo y claro: “la gente trabajadora les importamos una mierda a los políticos. Lo único que quieren es que sigamos trabajando para el beneficio de los ricos”. Aquella mujer comprendía lo esencial del concepto de explotación y de la lucha de clases.

Conozco a desesperados que llevan 6 meses esperando el Ingreso Mínimo Vital, una fórmula de asistencia laica del Estado que les ha excluido de los derechos ligados al trabajo, que deben escoger entre morirse de hambre o ir al trabajo sin querer saber si están enfermos porque no pueden permitírselo.

Para el capital y sus esbirros políticos, sean la derecha extrema, los fascistas de VOX o el gobierno de progreso, la clase trabajadora es un mero dato estadístico, formado por individuos a los que tratan como carne de cañón. Todas las invocaciones  con apariencia humanitaria que hacen unos y otros respecto a los más débiles ante el tsunami de la pandemia y sus efectos económicos, así como las supuestas medidas paliativas tomadas, son mera propaganda que no se concreta en otra cosa que tirar balones hacia adelante, intentando que el sistema capitalista salga de ésta lo menos damnificado, mientras confían en nuestra capacidad de resignación y aguante ante las consecuencias de sus dos crisis, la del bicho y la acumulada, tras la anterior, y consecuencia de una economía zombie tras la eclosión de la pandemia.

La imagen de Sánchez y Ayuso en su comparecencia ante los medios, arropados por 26 banderas de “España” y de la Comunidad de Madrid, son la evidencia de la demagogia política que pretende unificar lo que está fragmentado desde siempre en clases sociales con realidades inconciliables bajo el manto de lo nacional y patriótico, lo mismo que están haciendo otros nacionalismos, incluidos los locales. Aquello empezó cuando desde los primeros días del Estado de Alarma compararon la situación de la pandemia con una guerra o cuando esgrimieron el slogan emocional de “este virus lo paramos unidos”, el clásico instrumento con el que se ataja la posibilidad de comprender la realidad mediante el obsceno trampantojo de apelar a los sentimientos inmediatos con el objetivo de cegarnos respecto a quienes serían los perdedores de esta historia.

Luego gobierno y oposición podrán jugar a enfrentarse, desdiciendo su supuesta “unidad nacional” ante el desastre, tratando de sumar fuerzas y “razones” a cada lado de sus supuestas trincheras pero lo cierto es que toman como rehenes a la clase que soporta todas sus inacciones, su ausencia de medidas que protejan nuestra salud y de actuaciones que nos protejan ante el crecimiento del desempleo, la pobreza y la desesperación individual y social: la trabajadora.

A las colas del hambre delante los locales de las asociaciones de vecinos, los bancos de alimentos o las oficinas de Cáritas les han sustituido las colas de los receptores de los ingresos de los ERTE ante los bancos, que tampoco es que cobren unos estipendios precisamente jugosos. El cambio de protagonistas en las filas se debe a que el final del Estado de Alarma permitió “respirar” a quienes deben buscarse la vida dentro de la economía sumergida, ahora con menos ingresos aún que en el pasado porque la demanda laboral de empresarios “emprendedores”, negocios variopintos, legales e ilegales, y “ciudadanos ejemplares” que aprovechan su necesidad de trabajo es menor, dada la situación económica y la situación ventajosa del empleador, que ahora puede pedir más por menos ¿Quién dijo que el capitalismo era un fracaso? No para quienes tienen los resortes para que el viento sople a su favor.

El estigma social en cualquiera de esas colas es evidente porque te señala, lo mismo que la tarjeta para familias vulnerables, creada a partir de la pandemia en Madrid, para comprar alimentos y productos de higiene, un  chivato público de la condición de pobre (ahora se dice vulnerable) cuando tengas que mostrarla en la caja del supermercado. Seguramente temían sus promotores que, de no utilizar este medio de señalamiento social, e ingresar en la cuenta bancaria del “beneficiario” la cantidad que cubre dicha tarjeta, un procedimiento mucho más discreto, el personal se lo gastara en coñac y marihuana, que ya se sabe cómo son estos menestorosos. Hay que aplaudir que tan edificante idea del Ayuntamiento de Madrid se haya hecho contando con el apoyo de los grupos progres, perdón, de izquierdas, representados en él. Otro éxito incontestable del alcalde Almeida, popularmente conocido como “carapolla”.

La selección de los barrios y pueblos del sur de Madrid como territorios para exhibir algún tipo de acción autonómica ante el persistente y dilatado descontrol por las autoridades locales  frente a la  proliferación de la COVID-19 es un insulto a las clases trabajadoras y populares de las zonas afectadas. Permitir que los trabajadores de ellas salgan a realizar sus trabajos y pedirles que se confinen a su vuelta, sin inversión en recursos sanitarios humanos, técnicos, preventivos y diagnósticos, con unos centros de salud sobresaturados y sin medios, dejando pudrirse durante meses la situación en la región y sin financiación de la protección social que favorezca el autoconfinamiento, es una declaración de guerra de clases desde los representantes políticos oficiales del capital.

Hay una cierta zombificación del estado mental individual y colectivo, una conmoción que se une con un estado de malestar y rabia que, de no expresarse socialmente en forma de protesta organizada y con unas demandas concretas, puede dar lugar bien a la resignación, bien a estallidos sociales, sin destino ni dirección concretas, que sirvan para incrementar la represión política de clase.

De hecho, la oferta del gobierno español a la Comunidad de Madrid de desplegar policía nacional y guardia civil allí donde pueda ser necesario para la “paz social” y el objetivo de “colaboración ciudadana” ante la pandemia y la intención del Ayuntamiento de Madrid de dotar de pistolas Taser a la policía municipal indica que la “democracia” burguesa ya prevé que el descontento social pueda llegar a expresarse.

A pesar de la conmoción social hay indicios, aún débiles y dispersos de la manifestación del descontento social. De los trabajadores metalúrgicos de Puerto Real, que ven amenazado su futuro laboral, a los de Alcoa, cuya amenaza de cierre cae sobre sus cabezas, de los enseñantes a los sanitarios, de los estudiantes a los trabajadores de la cultura y el espectáculo, la ira social va tomando lentamente forma, en unos casos reivindicando la protección de la salud, en otros del trabajo y de medidas del desempleo.

Separar la exigencia de protección de nuestras vidas y de nuestra salud, mediante los medios que el Estado capitalista debe poner en marcha, de las demandas de empleo y de protección al desempleo es condenarnos a que debamos jugarnos la vida para salir a trabajar y ganarnos el sustento, ya sea en el transporte público, en los centros de trabajo, públicos o privados, en las escuelas o en los centros sanitarios.

Las luchas parciales, sectoriales, de categorías profesionales dentro un sector (médicos dentro de la sanidad), de sectores concretos (enseñantes), de empresas, etc., en el contexto de una crisis sistémica y sanitaria de estas dimensiones están destinadas a fracasar. Si se pertenece a un colectivo laboral o sector, antaño con gran capacidad de presión, como el de enseñantes o sanitarios, en las circunstancias actuales, basta con que se les apliquen servicios mínimos del 90 ó100% para que sus huelgas no existan. Si las movilizaciones afectan a empresas concretas o sectores no esenciales, en el contexto de la cuestión social, política y económica que lo domina todo, carecen de capacidad de presión. Si las peleas de un barrio o pueblo estigmatizado socialmente se quedan en su localidad, sin vincularse mucho más allá a otros territorios o a lo que pasa en el centro de salud, la escuela o las empresas próximas, solo serán anécdotas de 3 tuits y un día. 

Pero exigir la protección de nuestras vidas y vincularlas a la exigencia de que no estamos dispuestos a jugárnoslas para mantener su maquinaria productiva de beneficios y unir el conjunto de las reivindicaciones laborales y de los barrios, de la enseñanza y la sanidad, eso es mucho más difícil de ignorar porque ellos, derecha e izquierda al servicio del capital, han apostado porque, con o sin pandemia, la inversión en proteger nuestras vidas, nuestros empleos y las coberturas de nuestro paro no cuestionen la ganancia empresarial.

Ahí está nuestra fuerza, nuestra capacidad de parar los próximos golpes contra nuestra clase y de revertir la correlación de fuerzas en la que ellos están ganando por goleada.

Que no les entretengan con que si los Borbones tal o cuál, con la unidad de la patria, con bolivarianos o fachas o con delirios que ciertos extraterrestres expresan cuando hablan de nacionalizar la banca -las necesidades inmediatas de la clase trabajadora hoy pasan por tener ingresos mensuales, llenar la nevera, pagar los libros del colegio de sus hijos, la hipoteca o el alquiler mensual. No están para milongas- o la autodeterminación de los pueblos. Lo que el capital y su trupe circense de 350 parlamentarios no podrán soportar es que exijamos gasto social en proteger nuestras vidas y nuestros empleos y que unamos todas las luchas que afectan a nuestra clase en ese mismo objetivo común. Para ellos es gasto sin beneficio. Se les quiebra el negocio. Y si no, pregúntense porqué han dejado pudrirse la situación sanitaria del país y la económico-social de nuestra clase.

Si les queda alguna duda de hasta qué punto defender las necesidades inmediatas de la clase trabajadora es hoy incompatible con los intereses de acumulación del capital, les sugiero que lean las reivindicaciones del Espacio de Encuentro Comunista (EEC) –van en la parte final del documento- en el enlace que les señale al principio del texto.

24 de mayo de 2020

EL FASCISMO AMENAZA LA VIDA PARA RECUPERAR EL BENEFICIO DEL CAPITAL. LA ÚNICA RESPUESTA POSIBLE ES DE CLASE


Por Marat

Las caceroladas y las manifestaciones en los barrios burgueses contra el Estado de Alarma son un síntoma de descontento social entre los sectores de las clases medias reales (pequeños y medianos propietarios) y autopercibidas (de segmentos minoritarios de la aristocracia asalariada) que señalan el efecto del largo período de confinamiento en la economía nacional, que se ha deteriorado, tanto en sectores básicos y de grandes empresas de la producción como en los pequeños negocios (fundamentalmente de servicios) y, con ello, las de los hogares y, en consecuencia, en el consumo, que se ha limitado a fundamentalmente a las necesidades básicas y a otras secundarias, ligadas fundamentalmente al entretenimiento en casa.

El acierto de los fascistas y de la derecha reaccionaria del PP ha sido la de haber sabido conectar con el miedo al futuro de esos sectores de las clases medias reales y autopercibida, como consecuencia de la destrucción del tejido productivo que ha traído la combinación del agotamiento del período de recuperación tras la última crisis del capitalismo y de la paralización de gran parte de la actividad económica como consecuencia de las medidas sanitarias para parar la COVID-19.

No es un fenómeno español. En mayor o menor medida que en nuestro país ha sucedido en la práctica totalidad del mundo, por lo que la nueva fase de la crisis capitalista es, de nuevo, también global. Éste es un factor que debe esgrimirse desde una posición de clase: el capitalismo acelera su crisis general y no hay salidas nacionales a la misma.   

Tampoco es un fenómeno local la respuesta fascista contra el confinamiento. En Italia, en Alemania, en los estados USA no controlados por Trump en los que se da alguna forma de este tipo de medidas, las protestas organizadas por la extrema derecha se suceden, siempre en nombre de la libertad y con banderas patrias. La libertad es la del mantener abiertos los negocios por encima de los riesgos de los trabajadores que hay en ellos. Y la bandera patria es siempre el manto de la mentira protectora con el que el capital quiere cubrir lo que antes era contradicción de intereses trabajo-capital bajo la forma nueva de “más mata el hambre”, planteado por quien no lo padece y está lejos de padecerlo. La burguesía siempre ha  vendido desde la revolución francesa lo que son sus intereses de clase como interés general de todas las clases.   

Conviene entender la relación subalterna de las clases medias, justo las que auparon el fascismo en el pasado y lo están elevando en el presente, con la clase rectora del sistema capitalista, la gran burguesía. La clase media propietaria de medios de producción, e incluso los segmentos sociales de la aristocracia asalariada, están ligadas al capitalismo como sistema y a las grandes corporaciones de las que son empresas proveedoras y subcontratadas y de las que obtienen sus elevados salarios un sector de los directivos no claves en la toma de decisiones empresariales.

Establecida esta cuestión hay una relación compleja entre pequeña y mediana burguesías y gran capital.

La pequeña y mediana burguesías han comprendido que su futuro está comprometido y que necesitan de la recuperación del consumo, por lo que es imprescindible para ellos la vuelta a las terrazas y al negocio de las tiendas.

El gran capital, el que mueve el porcentaje del PIB que, de verdad, será afectado por la crisis, turismo, automoción, construcción y banca, crea a través de sus medios de “comunicación” económicos y generalistas el estado de opinión social, el llamado “estado del malestar” que, curiosamente, remite a ciertas anticipaciones del 15-M. De ahí que en la prensa más conservadora se haga un paralelismo entre los objetivos de VOX de creación de “ambiente de protesta social” con la aparición de los indignados y la posterior eclosión de Podemos. Para la clase media se proyectó en su día una articulación política progre y ahora otra fascista. En cualquier caso, ambas tuvieron un discurso explícito no de clase, sino de “gente” y nacionalista.

Afortunadamente los fascistas están llegando tarde varios países. En Italia y en España es más que evidente. Las curvas de la pandemia acabarán por aplanarse

En Estados Unidos no hay sanidad pública, porque el Obacamare nunca fue público, que absorba el brutal número de contagiados, vemos como el fascismo exige violentamiente  el fin de las cuarentenas. En  Brasil,  con un Presidente tan eloqucido como las cifras de la enfermedad, se produce un tipo de respuesta desde el Estado muy similar al que se da en Estados Unidos. La elección de recuperación de la tasa de beneficio empresarial en lugar de vida puede que se convierta en caos económico.

El acuerdo de Alemania y Francia para intentar que la UE apruebe un superbazooka financiero de ayudas más “generosas” que en la anterior fase de la crisis capitalista para los países afectados por la pandemia (fundamentalmente pensando en el sur) tiene mucho que ver con la necesidad de Francia de salir adelante porque está agotada económicamente y con la situacion de Alemania porque, si se hunde el sur, es el fin de la UE y, con ello, Alemania tendría que comerse su producción al no poder colocarla fuera de sus fronteras.   

Si esa opción falla, muy posiblemente lo hará, dado que las inversiones se acabarán destinando mucho más a las necesidades de financiación de las grandes empresas capitalistas de la UE que a supervivencia de las clases trabajadoras que mantengan el consumo, lo que queda es el odio organizado políticamente. Es decir, la salida fascista.

Con todo, el verdadero riesgo del fascismo es que, el deterioro de la situación económica favorezca la captación por la ultraderecha de una parte de los sectores menos conscientes de la clase trabajaddora que, ante la desesperación por su depauperación económica, vean en el fascismo una forma de expresar su rabia social. 

En las situaciones de desesperación social en las que brota el fascismo el antifascismo no puede ser la clásica respuesta antifacha del enfrentamiento físico. Hay que desnudar sus argumentos, visibles si se quiere ver de qué hemos estado hablando, dejar claro a la pequeña burguesía que puede condenarse a desaparecer, deglutida por el gran capital, o sumarse a la cola, y sin pretensiones de dirigir lo que no le corresponde, y ser parte de la solución.   

Es necesario impulsar un tipo de lucha que conecte con las necesidades inmediatas, vitales y sentidas de nuestra clase porque, de no ir por ahí la respuesta, la que dará el fascismo será la que canalice la frustración y le malestar sociales hacia el odio y la demanda de un caudillismo que el capital acabará por emplear, cuando se le acaben todas las demás opciones para imponer por la fuerza la recuperación de sus ganancia a costa de nuestra miseria. No hay muchas vueltas que dar a los argumentos. Basta con hacer memoria de ellos y señalarlos.

Es necesario romper con el sectarismo propio del cuanto peor mejor y de que el peor enemigo es siempre aquel del que intentamos diferenciarnos para ser nosotros mismos y es necesario también asumir que el actual gobierno de los progres en España ha defendido la protección de la vida antes que el beneficio del capital, frente a todo el capital organizado, el fascismo evidente y el “conservador” y su Brunete mediática sin carta de navegación, que ningún país tenía ante una pandemia desconocida. Nada más y nada menos. Y hasta ahí porque luego de ciertas medidas sociales de choque y de una austeridad y unos recortes más atenuados, vendrán otros más brutales y, si no han conseguido sacarles del gobierno las fuerzas de la reacción, harán la misma política contra los trabajadores que haría la derecha más ultraliberal porque, al igual que a Zapatero no le tembló el pulso a la hora de aplicar nuevas legislaciones laborales y de pensiones absolutamente antisociales, tampoco les pasará a ellos.

Hay que decirles a los trabajadores que si no se organizan para defender lo conquistado ayer y para exigir lo que corresponde a las nuevas necesidades con las que se van encontrar, lo que les queda es a qué capataz del sistema elegir y cuánta represión de clase van a estar dispuestos a asumir.

Es el momento de explicarle a los trabajadores que frente a los intereses del capital para recuperar sus beneficios amenazos por el confinamiento, en una sociedad socialista la opción determinante sería siempre la de proteger la vida de la gente de nuestra clase, que es la más expuesta ante cualquier pandemia:
  • En el socialismo la vida no estaría amenazada por la demanda de beneficio
  • En el socialismo, la protección de la vida sería el más sagrado principio a defender.
  • En el socialismo el ser humano no se enfrentaría a la necesidad de trabajar durante una pandemia, jugándose la vida para poder comer.  
  • En el socialismo, el principal problema al que se enfrentaría la humanidad sería cómo acabar con una enfermedad extendida.
  • En el socialismo, los trabajadores que hubieran de trabajar, para satisfacer las necesidades básicas de la población en caso de pandemia, estarían adecuadamente protegidos y el coste de protegerlos no sería el problema sino el de la capacidad científica para responder ante la amenaza.

9 de diciembre de 2019

El MERCADO DEL MIEDO ¿POR QUÉ Y A QUIÉN BENEFICIA?


Por Marat

¿Qué tienen en común noticias como el llamado apocalipsis antropocénico, que nos advierte de la extinción de la vida sobre la tierra y el de humanidad en particular, la amenaza recurrente del fin de las pensiones públicas, la enumeración del sinfín de males que traería la desmembración de España, el supuesto fin de la civilización occidental a manos de una supuesta invasión de inmigrantes de grupos étnicos “exóticos”, en el que un adolescente mena es, más o menos, un yihadista del DAESH, el choque de civilizaciones, la interesada promoción mediática de cualquier noticia relacionada con la extrema derecha y el fascismo nacional e internacional, la insistencia en una previsible descomposición de la UE como antesala de un momento previo al verano de 1914 (instantes antes de la I GM), las noticias que insisten en la insostenibilidad del Estado del Bienestar o el creciente peso de las secciones o páginas de sucesos en la información de los “telediarios” y la prensa?

Antes de darles una respuesta directa, imagínense que conducen ustedes un vehículo por una carretera comarcal o local en medio de una noche cerrada, sin iluminación en el arcén y con la luna oculta tras unas nubes que apenas atisba.

De repente, un obstáculo aparece a apenas dos metros de su coche. Usted frena en seco, sintiendo toda la presión de la desaceleración sobre su cuerpo. Es un venado cruzado en mitad de la carretera, que le mira con los característicos ojos rojos que provocan los faros de su vehículo incidiendo sobre los vasos sanguíneos de su retina. Usted logra frenar a sólo unos centímetros del animal y contempla ese momento en el que la muerte y la vida se funden en la parálisis del animal que ha sido incapaz de reaccionar ante el peligro de morir aplastado. Afortunadamente, el cérvido reacciona y, de un salto, salva la distancia entre el centro de la calzada y la otra orilla de la misma ¡Ufffff!

Quisiera que usted se detuviese en la idea de “la parálisis del animal”. Es un asunto central en la exposición de lo que intento contarle.

Cuando a un ser humano o a una sociedad se les aturde con más problemas de los que pueden digerir y a los que les es posible hacerles frente, todos y a la vez, la parálisis es la respuesta esperable ¿Va entendiendo usted de qué le hablo?

¿Acaso los problemas que les describí en el primer párrafo son una invención? ¿No hay en ellos siquiera un punto, por pequeño que sea, de realidad? No seré yo quien lo niegue.

La cuestión no es siquiera el grado de verdad que haya en ellos (es sabido que la verdad es un concepto casi teológico del que hay prácticamente tantos sacerdotes como fieles. Otra cosa distinta es la realidad y cómo se analiza) sino para qué sirve, con qué fines y a quién/es beneficia y, sobre todo, en contra de quiénes.

La humanidad, a lo largo de su historia, jamás se ha planteado desafíos que no pudiera afrontar. El riesgo de los problemas actuales no está tanto en su importancia real y en el cómo pueden afectar a la sociedad como en que se asuman como insuperables. 

Si en todo el alarmismo social, político, económico y civilizatorio con el que se nos condena a las puertas del infierno tuviese una víctima sería la de los eludidos en él; las víctimas de un sistema capitalista que no logra levantar cabeza tras el inicio de la última fase de su crisis, la iniciada en 2007.

Las clases subalternas, trabajadores asalariados, autónomos en lucha por su propia supervivencia, nuevos sectores salarizados de los antiguos sectores profesionales, empobrecidos por la recesión, mujeres de sectores en los que la sobreexplotación es su única salida laboral, trabajadores desfasados de los nuevos sistemas de producción, víctimas de los procesos de reestructuración de plantillas que ya no logran prejubilaciones ni despidos ventajosos, personas caídas en la mendicidad, serán las que paguen los conflictos identitarios entre banderas nacionales ¿Cuándo se convirtió aquello de no dividir a los trabajadores en patrias, desde una posición internacionalista, en España la única nación o Cataluña, una grande y libre? ¿Por qué se enfrentan banderas dentro de la UE del capital entre norte rico y supuestamente trabajador y sur dependiente y supuestamente vago? ¿Durante cuánto tiempo servirá la satanización del sin papeles a la ausencia de reivindicaciones de derechos por parte de quienes prefieren culparles a ellos de sus desgracias que enfrentarse el sistema económico que salva beneficios empresariales y condena a unos y a otros a la una vida de sobreexplotación, subsidios y precariedad?

En paralelo, las necesidades de acumulación del capital se llevarán a cabo reduciendo salarios, pensiones o despidos, empobreciendo mediante austeridades impuestas y adaptaciones a la vida cotidiana las renovaciones tecnológicas en beneficio del medio ambiente y de sistemas de ahorro energético y de descarbonización , poniendo en pie una quinta revolución industrial y de servicios en la que la emergencia planetaria anulará la cobertura de  necesidades sociales, mientras las clases subalternas sufragarán los costes de la transición ecológica hacia una renacida reproducción ampliada del capital, que vendrá del cambio de sistema tecnológico y productivo, energético y de los transportes y que será impuesta, vía fiscal, por una “democracia” crecientemente autoritaria.   

¿Reflexionamos por un momento sobre el por qué y el para qué del mercado del miedo y de sus mercaderes? ¿Nos preguntamos por la función de los medios de des-información, oficiales y de las fake news, competidores por el poder del discurso finalmente hegemónico entre las distintas facciones del capital?

¿Ustedes qué son? ¿Cervatillos cegados por los focos del vehículo mediático, en el que su y juicio libertad se limita a elegir la cabecera del medio que ha de intoxicarles? ¿Borrachos de la taberna física o de las redes sociales, en las que depositan la rabia impotente de las frustraciones que les causa tanto miedo inducido?

¿Son conscientes de que pertenecen a la clase social perdedora y que seguir siéndolo depende de que acepten o no su destino y se organicen en el mundo real, abandonando el llanto tanguista de las redes sociales, que les condena a la impotencia como objetos sin conciencia de sujetos?

¿Continuarán culpando al político, que pinta menos ante la posibilidad de cambiar la realidad que Harry el Sucio en la Comisión de Amor y Espiritualidad del 15-M, de sus males en lugar de al poder real, el económico, que es el que dicta al político lo que tiene que hacer (nos vamos a reír con las medidas sociales del futuro gobierno de coalición, al que ya han apretado las tuercas los grandes empresarios), al que si no se enfrentan les devolverá a las condiciones de vida de sus abuelos?

¿Seguirán creyendo aún que las revoluciones se hacen en el Facebook o Twitter en lugar de viéndose las caras y reuniéndose con sus iguales o que ser militante de una organización de clase es lo mismo que ser un adscrito 2.0 a Podemos o al PACMA o a los defensores de la última extravagancia surgida del frikimundo paralelo de las multidivididas y enfrentadas "diversidades"?

Ustedes mismos.