15 de octubre de 2015

¿QUÉ SERÁ ESO DE BIPOLAR?

Joaquín Robledo. joaquinrobledo.blogspot.com

Por más que -bien leyendo, bien escuchando- trato de estar al tanto de los devenires de aquello que en su día todo el mundo llamaba izquierda, me siento tan desalentado como mi hijo cuando, con apenas seis años, tuvo que escribir una redacción en el colegio sobre el trabajo de su madre. Mientras todas las criaturillas dedicaron sus líneas a ensalzar la labor de sus respectivas, él escribía: “Mi madre es psicóloga y por eso utiliza palabras que no entiendo, como bipolar. Después, intenta explicarme lo que significan, pero yo sigo sin enterarme”.  Leo, escucho y tampoco entiendo. Pregunto, me responden y sigo sin enterarme de qué quiere decir confluencia o centralidad cuando dicen confluencia o centralidad. Tengo la sensación de haberme perdido en algún punto de la trayectoria. 

Para más desasosiego, cuando una palabra me suena, veo que su uso es el opuesto al que conocía. Unidad, sea como ejemplo, es ahora un chantaje, la catapulta que despide al que no acata los deseos de los machos alfa.

Los mensajes, de esta manera, se vuelven difusos; lo que era parece que, súbitamente, envejeció. Una horda de politólogos de nuevo cuño se ha adueñado de los espacios por medio de propuestas tan llenas de palabros como vacías de vida, de discursos sofistas elaborados para ver quién es más guapo. Cada cual planta su semillita, eso sí, en nombre de una pretendida unidad y bautiza a la planta con tres palabras elegidas entre media docena que apuntan más a la emoción que a la cabeza. 

Eufemismos, palabras medidas, circunloquios, que envuelven un drama. No hay nada detrás. La sociedad de las dos últimas décadas ha asumido con tal naturalidad los postulados de la derecha política, que cualquier minucia que asumiría sin más la socialdemocracia clásica hoy parece de un revolucionario irreverente.

Para captar votos, único objetivo de este sainete, solo cabe arrimarse a ese monocultivo ideológico y prometer que el olmo dará peras. Lo demás, la resistencia ideológica, el arte de la coherencia en el análisis, queda para cuatro amargados que, según ellos, se niegan a ganar. Más que nada porque cuando les definen ganar, como mi hijo, siguen sin entender a qué se refieren.