SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
PROPUESTA DE EXIGENCIAS AL POSIBLE PRÓXIMO GOBIERNO DE AMPLIAS ALIANZAS
HASTA LOS COJONES DEL ASUNTO LUIS RUBIALES Y DE TODO EL SHOW
TIEMPO DE PESIMISMO (NO EXAGERAR LOS ADJETIVOS), TIEMPO DE ESPERANZA
SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
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12 de abril de 2018
UN LARGO INVIERNO
Por Marat
A mediados de Abril aún andan
acobardados los cerezos en flor del Valle del Jerte.
El 14 de Abril ya está aquí y será
una de tantas de tantas fechas sin nada que reseñar, salvo alguna
manifestación uniformemente decreciente en su seguimiento e interés,
unos pocos carteles y pegatinas nostálgicas hasta el vacío de su
significado actual y nada más.
Hay quienes están convencidos de que
el gato chino que golpea con un puño a la pared cambiará algo en
cualquier momento, por mucho de que la observación nos haya enseñado
que no hay cambios en ese movimiento.
El momento político actual español es
una mezcla de componentes turbios, y que van de la gran ficción del
embrollo catalán al republicanismo soberbio de una reina actuante
frente a una cesante o al artificio y entretenimiento de una política
política travesti pillada en un máster ficticio; una política de
quien ya nadie quiere recordar su afán represor cuando era Delegada
del Gobierno en Madrid. Vivimos tiempos de amnesia y cinismo
ciudadanos a la altura de sus políticos. Pero sosiega mucho
descansar en otras responsabilidades las propias, como si los seres
humanos fuesen seres irresponsables que nunca tuvieran que rendir
cuentas con sus propias conciencias por aquello de que el dominio del
poder elude toda responsabilidad personal.
En el marco del marxismo es esto algo
que solemos obviar porque nos estropea el discurso de que en la
dominación de clase no solo hay represión e ideología dominante
sino también, y es ahí donde no hemos avanzado en casi 200 años,
consentimiento del explotado y oprimido. El psicólogo marxista
Wilheim Reich intentó avanzar en el plano teórico en esa cuestión
pero el estalinismo se encargó de ser uno de ser inquisidores,
considerándole un hereje.
Frente a ello la resistencia y la lucha
intentan abrirse paso porque la primavera que pugna tardíamente
por nacer es parte del “árbol de la vida eternamente verde”.
Desde
las denuncias de la CNT contra sus militantes Jorge Merino y Pablo
Alberdi, para los que la justicia del capital pide penas de prisión
por su participación en la huelga general del 14N del 2012 hasta las
movilizaciones de los trabajadores de Deliveroo, pasando por las
huelgas de los empleados de Amazon, o las grandes manifestaciones de
los pensionistas en defensa de sus jubilaciones algo se mueve, sin
embargo.
No
podía ser de otro modo. Hay un punto en el que decir NO se convierte
en un imperativo necesario e inevitable para los trabajadores.
Sin
embargo, estas luchas, con ser necesarias y positivas son limitadas y
de corto alcance si no existe una organización desde la clase y al
margen de los 350 miembros del circo parlamentario. Hay un serio
peligro de que el sector pijo-progre de la burguesía parlamentaria
utilice las movilizaciones y luchas obreras en beneficio de sus
objetivos de perpetuación de la dictadura del capital y de su
carcasa política. Y hay señales de que hay sectores implicados en
estas luchas tentados de sucumbir al posibilismo de ver qué se puede
obtener a corto plazo, por mucho que ello signifique perder mucho más
a medio y largo, dada la complicidad de los ya ni siquiera
reformistas con los objetivos del capital y su conformidad con una
apariencia de cambio tan solo cosmética; es decir meramente
institucional. En este sentido no soy en absoluto optimista. El
enorme peso de los sectores menos conscientes de la clase trabajadora
en su papel de comparsas del ruido mediático sobre cuestiones
carentes de interés para nuestra clase, la absoluta degeneración de
las hiperdebilitadas organizaciones comunistas y la carencia de
organización autónoma de la clase no permiten grandes ilusiones.
Por un
largo tiempo, la lucha de clases desde el lado de los trabajadores
estará marcada por una mera resistencia, una gran inmadurez del
movimiento obrero combativo al margen de los burócratas del
sindicalismo amarillo de CCOO y UGT, que ahora se emponzoña en los
objetivos de la burguesía catalana, y una ausencia de tejido
organizativo propio y de construcción.
En
todo caso, y con la contradicción entre la ausencia de proyecto y la
necesidad del mismo, entre una clase que hoy es solo en sí y no para
sí, entre el hecho de que una casa no se construye desde el tejado
sino desde los cimientos y que es necesario arrimar el hombro para
ponerlos, yo participaré en las movilizaciones que convoca la
Coordinadora Estatal en Defensa del Sistema Público de Pensiones del 16 de
Abril.
Otros
quizá prefieran ser parte del carnaval montado para la dimisión de
Cifuentes por aquello del quítate tú para ponerme yo porque, por
mucho que indigne la mentira de la futura ex Presidenta de la
Comunidad de Madrid, no cambiarán nada sustancial que merezca ser
cambiado o quizá prefieran construir techos en lugar de cimientos
pero para hacerse sus propias casitas, como algún ex portavoz del
15M, que los tenía, ahora profesional
del #paseociudadano a 35.000 €. Carmenadas del Cambio y
Democracia Real Ya.
22 de diciembre de 2017
CATALUÑA GIRA AÚN MÁS A LA DERECHA Y EL “RÉGIMEN DEL 78” HA INICIADO SU RECAMBIO
Por
Marat
Los
resultados electorales del 21-D arrojan en Cataluña un claro giro a
la derecha en una sociedad que políticamente no se venía expresando
en términos electorales desde el antagonismo capital-trabajo
(tampoco en España) desde hace ya muchos años.
Pero
al menos, durante buena parte de los años previos a la crisis
capitalista, se había mantenido la ficción de un eje
derecha-izquierda como sucedáneo o eco cada vez más apagado, en el
mejor de los casos, del citado antagonismo. Lo cierto es que en la
práctica, independientemente de a quién apelasen como sujeto social, ambas corrientes políticas lo hacían pensando en captar un voto
desclasado que se identificaba con el concepto ideológico de clases
medias. Eso vale para Cataluña y para España, como también para el
mundo capitalista occidental.
Más
allá del antagonismo nacionalismo catalán-nacionalismo español o,
si lo prefieren independentismo catalán vs.
unionismo/constitucionalismo, los resultados
electorales arrojan una mayoría aritmética de 74 diputados electos
en el Parlament abiertamente liberales en sus políticas económicas
(37 de Ciudadanos, 34 de Junts per Catalunya y 3 del PP) de un total
de 135; una mayoría absoluta que no se configurará como tal para la
formación del Govern pero sí para aprobar medidas contra la clase
trabajadora. No duden ustedes que, si los independentistas forman
gobierno (Junts per Catalunya, ERC y CUP) y llegan a legislar, si no
se produce la continuación del artículo 155 de la Constitución que
imposibilite el funcionamiento del Govern de la Generalitat, habrá
entendimiento entre indepes y españolistas en las políticas de
recortes y contención del gasto social.
Descontados
esos 74 diputados, abiertamente liberales, tenemos dos grupos
políticos no muy alejados de políticas de derechas,
independientemente de cuál sea su autodefinición política, que
suman 49 diputados arrojando, como saldo provisional junto a los
anteriores, la suma de 123 diputados:
-
32 diputados de ERC que representan a la pequeña burguesía catalana y que han sido coautores dentro de la anterior formación con los ex convergentes (Partido Demócrata Europeo Catalán, PDeCat) de las políticas antisociales llevadas a cabo por el Govern.
-
17 diputados del PSC, partido de orientación social-liberal, al igual que su hermano a nivel estatal, el PSOE.
Nos
quedan, hasta alcanzar la cifra total de 135 parlamentarios, 12
diputados de “izquierdas”, formados por:
-
8 diputados de Catalunya en Comú-Podem (antes Catalunya Sí que es Pot), cuyo mensaje ha sido percibido confuso respecto a la dinámica de oposición entre banderas y patrias (creo que no es muy necesario perder el tiempo en explicaciones sobre las ambivalentes y oportunistas posturas de Ada Colau o las idas y venidas de Pablo Iglesias respecto al caso catalán). No se molesten en justificarlas ni en dar explicaciones sobre la dificultad de disponer de un perfil propio en medio de la polarización de discursos nacionalistas de unos y otros. El caso es que los trabajadores catalanes las han rechazado.
-
4 diputados de las CUP, partido clave para sostener al anterior Govern de los recortes sociales y cuyas objetivos electorales han fracasado con rotundidad al perder 6 de sus 10 diputados anteriores. Su propósito de reorientar la hegemonía de “izquierdas” dentro del bloque independentista ha fracaso estrepitosamente, toda vez que ERC, partido al que generosamente tildan de izquierda, ya ha asumido que votará a Puigdemont como Presidente, el cuál ha salido reforzado dentro de las pugnas internas del tripartito.
Ésta
es la radiografía de la composición del parlamento catalán
entrante desde el eje derecha-izquierda. No haré perder el
tiempo a los lectores con lo que gana o pierde cada fuerza política
con representación en el mismo ni con los votos que ha obtenido cada opción y las pérdidas o ganancias de ellas en relación con las
anteriores elecciones autonómicas. Con los cambios de nombre en el caso de la coalición Junts per Sí, ahora Junts per
Cataluña y ERC-Cat Sí por separado, y de Catalunya Sí que es Pot,
ahora Catalunya en Comú-Podem, disponen ustedes de los resultados
provisionales en este
enlace.
En
cualquier caso, las autodenominadas izquierdas han
dejado de lado dicha categoría para subordinarse a la agenda
nacionalista en términos de independencia sí/independencia no. Da
igual los aspectos sociales que llevasen en su programa porque:
-
Catalunya en Comú-Podem tenía por objetivo fundamental defender una salida al atolladero catalán en clave de un referéndum pactado con el Estado español, lo que subordinaba todos los demás aspectos a los “derechos democráticos de Cataluña”, quedando oscurecida cualquier otra cuestión. Como partido que no era de clase sino de “la gente” era incapaz de conectar con el hilo rojo de las luchas históricas de los trabajadores, de disponer de una propuesta propia y ajena a la centralidad de la cuestión nacional catalana y vinculaba la defensa de lo público a derechos humanos y no a las conquistas logradas por dichas luchas. Al no sentirse representados los trabajadores en esa supeditación a la hegemonía del discurso nacionalista que impregnaba toda la campaña, no solo no ganó votos sino que los perdió respecto a las anteriores autonómicas, si bien no de forma muy acentuada, en sus propios feudos. A ello se añade el fracaso de que presentándose como una candidatura “fresca” no conectó con los nuevos votantes jóvenes de clase trabajadora.
- Su único consuelo es que no serán la llave para la formación de un gobierno independentista burgués que no les necesita, ni se verán en la disyuntiva de apoyar al sector unionista, al que la aritmética parlamentaria no le da para proponer un gobierno alternativo. Pero las tensiones internas que se le acumulan al Podemos nacional, entre otras muchas razones también por el tema catalán, acabarán abriendo unas heridas en la coalición con “los comunes”, por las posiciones de Ada Colau, que tensarán las relaciones internas de la misma y pueden acabar, con el tiempo, por hacer saltar su unidad.
-
En cuanto a la CUP, su adscripción a la categoría izquierda es la del izquierdismo pequeñoburgués, en el sentido que Lenin da a este tipo de posiciones, un radicalismo de formas antes que de fondo. La absoluta claudicación de sus demandas sociales y económicas al objetivo de la independencia, como mostró en el pasado sosteniendo al gobierno independentista de los recortes, le ha pasado factura y sus posibilidades de presión, más allá de que sean necesarios para sostener al futuro Govern, serán menores porque ya no pueden desandar su estrategia, so pena de incrementar los enfrentamientos entre sus distintas corrientes hasta acabar con este grupo político.
El
éxito de Ciudadanos, logrado especialmente en el llamado “cinturón
rojo”, nada ha tenido que ver con el falso relato sobre el supuesto
españolismo fascista de los sectores obreros inmigrantes sino con que
los trabajadores de esas ciudades han sentido el vértigo de la
desestabilización económica y el enfrentamiento entre comunidades
al que le abocaba la aventura independentista.
La
sociedad abomina del vacío. Cuando una posición es abandonada, no
queda desierta sino que es ocupada por otros. Si la izquierda no ha
puesto por delante la unidad de los trabajadores a un lado y otro del
Ebro, desde la identidad de clase que abandonó hace ya muchos años,
no debe sorprender que en las ciudades con mayoría de trabajadores
esa unidad haya sido sustituida por la de permanencia dentro del
Estado, sobre la base de la memoria de a dónde conducen los
enfrentamientos “nacionales”. No obstante, pronto veremos a
ciertos grupúsculos pseudorevolucionarios tildar de fascistas a los
trabajadores que han votado Ciudadanos, lo que indica la distancia de
una posición clasista en su delirante discurso y su absoluta
desconexión con la realidad de la clase a la que estigmatizarán.
Lo importante del resultado electoral no es la correlación de fuerzas en el circo parlamentario catalán, como tampoco lo sería dentro del español, sino lo que representa como plasmación de las corrientes ideológicas dominantes en la sociedad o, como dirían los progres postmodernos, el relato que se impone.
Lo importante del resultado electoral no es la correlación de fuerzas en el circo parlamentario catalán, como tampoco lo sería dentro del español, sino lo que representa como plasmación de las corrientes ideológicas dominantes en la sociedad o, como dirían los progres postmodernos, el relato que se impone.
En
cuanto a correlación de fuerzas entre las derechas del Estado
español es de prever una reorientación de las preferencias
políticas por parte del capital y de sus medios de comunicación
hacia Ciudadanos, en la medida en que el Partido Popular pudiera ser
ya una opción políticamente amortizada.
La
posibilidad de condena de la cúpula del PP por su entramado mafioso,
unida a la eventualidad de que la estrategia de este partido abra una
crisis interna en su liderazgo, si éste no es capaz de impulsar un
patriotismo españolista que actué de revulsivo ante el rebrote de
la crisis catalana o de encontrar fórmulas de pacto entre la
burguesía independentista catalana y la española, podría
precipitar la necesidad del capital de encontrar un nuevo “juguete”
político de sustitución.
Si.
hasta el momento, Ciudadanos ha sido una opción en barbecho en la
estrategia del capitalismo dentro de su supermercado electoral de
marcas parlamentarias, la emergencia de los acontecimientos y la
necesidad de estabilidad política para mantener la confianza
empresarial e inversora, bien podría ser éste el momento para el
recambio dentro de la derecha política española.
Podríamos
asistir entonces a una versión más o menos controlada en el tiempo
de una operación Macron, en este caso Rivera, a la española. Cierto
que el factor sorpresa ya no existe en cuanto al joven político
catalán, ya que no es un recién llegado a la política nacional,
que ha deteriorado un tanto su imagen en sus pactos con el gobierno
del PP y que su carisma es limitado pero, si fue posible con un
mediocre empáticamente plano como Aznar, porqué no con Albert
Rivera.
Si
éste es el nuevo caballo de refresco, como antes lo fue Podemos
frente a un PSOE absolutamente en la UCI tras el agotamiento del
zapaterismo, pronto veremos una intensiva labor mediática de
maquillaje de Ciudadanos que atenúe su liberalismo mediante
“imaginativas” propuestas sociales y que acentúe su liberalismo
político en cuanto a libertades personales (sexuales, de género,
etc.) para modernizarlo con tintes progres, al igual que la llamada
izquierda hizo en el pasado con el invento podemita.
Por lo que respecta a Podemos cabe esperar que su crisis se acentúe no solo por
los factores “nacionales” (Bescansa frente a Iglesias) sino por
su derechización progresiva (Ayuntamiento de Madrid, elección del
ex JEMAD Julio Rodríguez como secretario general de Madrid), sus
divisiones internas (anticapitalistas, errejonistas, pablistas),
tensiones crecientes en sus confluencias estatales (con IU),
autonómicas (Mareas) y locales (cese de Sánchez Mato y posibilidad
de salida del grupo Madrid-129 de Ahora Madrid), sino por el carácter
de lastre de Pablo Iglesias dentro de la coalición, derivado de su
liderazgo bonapartista y sus zigzagueantes cambios tácticos.
Dicha
crisis, podría facilitar que un PSOE que no acaba de recuperarse con
suficientes bríos, pero que empieza a invertir a su favor el saldo
de votantes que antes migró hacia Podemos, encuentre un balón de
oxígeno que refuerce el liderazgo de Pedro Sánchez.
En
este caso, y con los retoques constitucionales que sean necesarios,
veremos que el llamado “régimen del 78” empieza a resolver su crisis, si encuentra un acomodo a la cuestión catalana que, a pesar
de la euforia con la que los líderes independentistas han recibido
su triunfo electoral requiere, para sus burguesías, de una solución
que impida el deterioro inversor y económico que incluso puede
acentuarse en los próximos días. Si ello es así, en
las próximas semanas se incrementará la presión del gran capital
catalán y español para un entendimiento y racionalización del
conflicto sobre la pequeña burguesía catalana y los partidos
independentistas y unionistas en pro del “bien común” porque con
las cosas del beneficio empresarial no se juega (léase en modo
ironía).
Si
la hipótesis del aggiornamento del “régimen del 78” se cumple, es probable que volvamos a una segunda transición política en la que
un partido de la derecha clásica (PP) es sustituido por otro
remozado de los denominados emergentes (Ciudadanos) y que la otra
pata del “régimen” (PSOE), que estuvo en la UCI, vaya pasando a
convaleciente y se vea paulatinamente recuperado. Ese será el fin de la
izquierda, hace tiempo reconvertida en progre. Su apuesta por una
reforma exclusiva del sistema político, fuera de la lucha de clases,
la ha ido enajenando de los trabajadores desde mucho antes de la
crisis catalana.
En
cuanto a los sectores pseudoradicales en lo político, que esperaban
de una crisis de la legitimación institucional su transformación en
revolución social, mediante la subordinación a todo independentismo
burgués habido y por haber que procurase la destrucción del Estado
español, su línea política los ha alejado absolutamente de la
clase trabajadora respecto a la que históricamente han sido
inoperantes frente al reformismo oficial. Son absolutamente ajenos a los trabajadores y a sus necesidades reales. Ésta les percibe
como sectores con vocación marginal que intentan utilizarla sin
atender a su propia realidad.
Sea
en la versión del reformismo oficial o del marginalismo
izquierdista, lo cierto es que izquierda no es igual a socialismo,
que el camino de ambas pasa por limitarse a cambiar la forma de
Estado, sin luchar por acabar con la base social y económica del poder capitalista, y que cualquier intento de recuperar la idea de izquierda es baldío
porque la expresión política no es equivalente a la realidad social y solo desde la realidad de ésta puede abordarse un proyecto
revolucionario.
Merece una mención muy de pasada, pues su peso político real en España es progresivamente decreciente, la situación de ese republicanismo pequeñoburgués, defendido por unas izquierdas que ven en la República el curalotodo de nuestra realidad nacional y de la situación de la clase trabajadora, que ahora cree ver un acelerador para una República Federal española, tras la reincidencia de Puigdemont en la República catalana. Un mínimo repaso de las hemerotecas demuestra palmariamente que Convergencia Democrática de Cataluña, lo mismo que Unió Democrática en su momento, fueron vireyes representantes del monarquísmo en Cataluña. La República catalana sería tan oportunista y tan burguesa como lo fue el republicanismo de las derechas españolas en 1931 porque la correlación política e ideológica de fuerzas del momento se lo permite.
Merece una mención muy de pasada, pues su peso político real en España es progresivamente decreciente, la situación de ese republicanismo pequeñoburgués, defendido por unas izquierdas que ven en la República el curalotodo de nuestra realidad nacional y de la situación de la clase trabajadora, que ahora cree ver un acelerador para una República Federal española, tras la reincidencia de Puigdemont en la República catalana. Un mínimo repaso de las hemerotecas demuestra palmariamente que Convergencia Democrática de Cataluña, lo mismo que Unió Democrática en su momento, fueron vireyes representantes del monarquísmo en Cataluña. La República catalana sería tan oportunista y tan burguesa como lo fue el republicanismo de las derechas españolas en 1931 porque la correlación política e ideológica de fuerzas del momento se lo permite.
Apelar
tercamente a una recuperación del concepto izquierda es tan inútil
como hacerlo a la conciencia de clase de los trabajadores, pensando en
el innatismo de la misma. Consuela a quienes hacen tales proclamas
pero es absolutamente inútil porque parte de deseos que carecen
de relación con el análisis concreto de la realidad concreta. La
izquierda es lo que es. Su degradación en todos los sentidos la hace
irrecuperable. Para los sectores subalternos carece de otro significado que no sea la del “todos son iguales” y, en
consecuencia, no funcionará por más que uno se empeñe en repetir
fórmulas mágicas.
Solo
desde la vuelta a lo social, desde el descenso al escalón de lo
material, no al idealismo, a la realidad concreta de la clase, a la
escucha activa y respetuosa de sus voces múltiples y contradictorias, pero vividas desde la inmediatez de su existencia, desde el ejemplo
del compromiso no oportunista, desde el compartir sus propias
experiencias y desde el ser uno más entre muchos, se puede ganar la
dirección política de la clase. Quienes hablan de izquierda
debieran saber que Lenin no se movió en sus términos, como Marx
tampoco lo hizo, y que Octubre se construyó desde las necesidades
concretas del pan, paz y tierras. Solo sobre ello se pudo asentar la revolución socialista.
En
mi opinión, eso ya no se construye desde la idea de partido porque
el parlamentarismo burgués está en crisis (crisis del reformismo) y
porque la idea de partido como guía o como hacedor de los cambios
sociales es falsa. Son los trabajadores quienes cambian el mundo y
no las organizaciones como algo externo y superior a ella.
Esto requiere organizarse fuera de la política entendida como aceptación de las
formas de representación burguesa, y desde la democracia de base, no como
transversalidad interclasista al estilo del asambleismo de las
plazas, sino frente a los intereses de otras oposiciones intermedias incapaces de expresarla. Se trata de volver a recuperar la idea de clase contra clase.
El
tiempo pasa, los acontecimientos no se repiten más que en la
apariencia de sus formas. Repetir la misma fórmula que se ha
demostrado errónea solo conduce al fracaso. Pero, si todo vacío
tiende a ser rellenado, quienes han abandonado una acción pegada a
los trabajadores están dando en toda Europa, también en España,
una baza preciosa a un fascismo que está aprendiendo de un modo muy
inteligente a conectar con lo que les afecta en su día a
día.
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15 de noviembre de 2017
GATOPARDISMO Y PASTELEO EN EL REINO DE ESPAÑA Y EN LA REPÚBLICA SIMBÓLICA DE CATALUÑA.
Por
Marat
El
exPresident Puigdemont de la República virtual, perdón, proclamada
simbólica de Catalunya, en la que no dejó de ondear ni un segundo
la bandera rojigualda española, creada a partir de una bandera de
señales marítimas de la antigua Corona de Aragón, ha declarado al
diario belga Le Soir que “otra relación con España es
posible”. De modo más concreto afirmó: "Estoy
dispuesto y siempre lo he estado a aceptar la realidad de otra
relación con España". En palabras propias dejó claro que
él ha trabajado durante décadas para lograr otro "anclaje"
de Cataluña en España.
Unos
días antes, el Ministro de Asuntos Exteriores del gobierno español
Alfonso Dastis había expresado la posibilidad de que el Estado
modifique la Carta Magna con el fin de que en un futuro se pueda
llegar a celebrar un referéndum sobre la independencia de Cataluña.
"Hemos creado un comité en el parlamento para explorar las
posibilidades que existen de reformar la Constitución para poder
amoldarla mejor a las aspiraciones de algunos catalanes".
Las
manifestaciones del gobierno español, expresando una voluntad
benévola respecto a los “insurrectos” catalanes, en la semana de
la declaración de los miembros del la Mesa del Parlament ante el
Supremo, indicaban la voluntad del pasteleo que ahora empieza a
configurarse entre los partidos de la mediana y pequeña burguesía
catalana, en un bloque, y del gran capital catalán y español, en el
otro.
La
declaración de Carme Forcadell en su comparecencia ante un Tribunal
Supremo que había manifestado sus intenciones - “Tranquilos,
esto no es la Audiencia Nacional”, en palabras del magistrado
de este órgano Pablo Llaneras-, allanó el camino hacia el
reconocimiento de una proclamación de independencia inexistente por
parte de la Presidenta de la Mesa del Parlament, Forcadell, para la
cuál aquella fue puramente “simbólica”. Y era muy cierto: en
ningún momento el Diari Oficial de la Generalitat de Catalunya
recogió que se hubiera producido dicha independencia. Y, vamos al
detalle, veremos que la parte resolutiva del acuerdo del 27 de
Octubre, en el que supuestamente se declaraba la independencia de
Cataluña respecto al Estado español, se limitó a pedir a
Puigdemont que buscase la manera de implementar la ley de
transitoriedad jurídica. Es ahí donde debemos entender la carta de
Puigdemont a Rajoy, tras la exigencia del segundo de retractación al
primero, tan reacia a admitir sus propias limitaciones, tan poco
enunciativa respecto a la declaración, y tan sobrada de soberbia.
La
vía Forcadell ha sido anunciada por los voceros mediáticos del
gobierno español como la idónea para la salida de la cárcel de
los consellers y el vicepresident encarcelado e incluso para los
“solidarios” con los presos huidos a Bélgica, Puigdemont y su
cuarteto de la tocata y fuga. Tanta manga ancha presenta esta vía
que ni Puigdemont ni Junqueras, ni ninguno de los consellers,
encarcelados, huidos o en libertad provisional, ni ninguno de los
miembros de la Mesa del Parlament han sido inhabilitados hasta el
momento para presentarse a las elecciones catalanas del 21D.
Llama
la atención que PP y PSOE hayan rechazado la propuesta de Ciudadanos
de multar a
los miembros del PDeCat y de ERC por
su incomparecencia a las sesiones del Parlamento español,
los cuáles por coherencia política y decencia personal debieran
haber abandonado dichas instituciones, toda vez que, una vez
declarada la República catalana, no tenía sentido sentarse en los
escaños de representación de otro parlamento nacional distinto al
suyo. Claro que, tanto a ellos como al gobierno español les cabe
argumentar que dicha
proclamación fue puramente simbólica y no ejecutiva. Si el partido
del gobierno español y el PSOE hubiesen
esgrimido este argumento
habrían admitido
tácitamente que tanto ellos como los independentistas jugaron a
una performance, algo
tan común en tiempos de política virtual, guerrillas digitales y
hasta manifestaciones
de hologramas. La
política convertida en la cultura del simulacro muestra ya que la
mentira se ha instalado en una especie de reino de Matrix.
Entre
tanto, los dos “paros país”, en el que el primero fue convocado
por más sindicatos que el segundo, contaron con el beneplácito de
una Omnium Cultural y de una ANC, de las que algún día sabremos
todas sus conexiones con la burguesía catalana, todas sus
subvenciones y sus vínculos con sectores ultracatólicos, de algunas
asociaciones de PyMEs y de sectores altos funcionarios de la
Generalitat, junto con el pequeño y mediano comercios. Pero por más
que se empeñe el diputado del PDeCat, Lluis Llach, estas dos veces no
le compró la clase trabajadora catalana su “estaca”. No paró
porque, en ambos casos, supo que la fiesta no iba con ella y que no
tenía que nada que ganar en una lucha entre burguesías.
Llamativamente,
no hubo ni un solo detenido en el llamado “paro país” porque no
podían llamar huelga, ya que el ordenamiento jurídico lo limita a
la reivindicación de derechos laborales, que la burguesía catalana
ha destruido tanto o más que la española, ni general porque ni lo
era ni tenía legalidad, por la falta de representación de los
convocantes, para serlo. En las huelgas generales de los últimos
años en España ha habido cargas policiales (también de mossos),
heridos, detenidos, tiros de la policía, represión salvaje y más
de 200 amenazados con cárcel, alguno de ellos llevado preso (Alfon,
entre ellos).
Tiene
sentido preguntarse por los motivos reales y no declarados del
procés. Distinguir entre catalanismo, soberanismo, independentismo e
identidad nacional o colectiva es académicamente sugerente pero, en
el contexto de una globalización que debilita a los Estados, y que
encuentra su terreno abonado en países que, como España, no han
resuelto satisfactoriamente el encaje de buena parte de los
territorios que integran su Estado, la lógica de las patrias, con
discursos sobre naciones que exigen sus propias soberanías
estatales, se irá imponiendo progresivamente con componentes
identitarios cada vez más reaccionarios y excluyentes. En cualquier
caso, y más allá de este análisis de urgencia, la clave de las
razones por las que hoy determinados partidos nacionalistas e
independentistas se han lanzado a este simulacro de independencia se
me escapa por el momento y está en algún lugar que hoy por hoy
nadie está en condiciones de explicar porque su complejidad tiene
forma de ovillo sin un hilo suelto único que deshaga la madeja. El
argumento de que pretenden tapar sus propios asuntos de corrupción o
de que intentan chantajear al Estado me parece insuficiente para
explicar tanto la polvareda como los lodos actuales.
Es
evidente que el catalanismo necesitaba su propio clientelismo o masa
social. Omnium Cultural y la ANC eran una parte de esa base pero esa
base ya existía sin ellos. Estaba en la iglesia católica, la
cultura popular, las tradiciones, los casals, el asociacionismo
catalanista, la educación. Lo obtuvo también en la administración
autonómica.
Es
evidente que el catalanismo siempre ha buscado una intervención en
relación al Estado español claramente interesada en lo económico y
que la redistribución del poder entre una y otra burguesías era uno
de sus objetivos más deseados. Pero fue el propio Govern de la
Generalitat el que renunció a una forma de financiación similar al
cupo vasco. No obstante, conviene no ignorar que Artur Mas lanzó en
2012, en un momento especial de la crisis económica su exigencia al
gobierno del PP de un pacto fiscal para Cataluña para no sacar los
pies del tiesto constitucional.
Es
evidente que la corrupción de CiU (3%) y de su patriarca (Pujol)
desestabilizaba su futuro pero cuesta entender que un partido
aparentemente limpio como ERC aceptase unirse en su proyecto
político, siquiera tácticamente, con dicho partido.
Es
evidente desde la aparición de la coalición CiU que existía una
competencia brutal entre una pequeña y mediana burguesías más
pactistas, representadas por aquella, y la de ERC, aparentemente más
radical. Y que hemos conocido el abrazo del oso de ésta sobre la
heredera de la primera, el PdCat.
Es
evidente que la suma de Junts x Sí (PDeCat y ERC) era insuficiente
parlamentariamente para el proyecto independentista y que eso les
entregó en parte a la dependencia de las CUP pero éstas se
rindieron en términos de sometimiento a un proyecto burgués mucho
más que al de uno rupturista en términos socializantes.
Y,
sin embargo, algo me hace pensar que faltan algunas claves, que aún
no se han desvelado, y que tienen que ver con la posición de
determinados estratos de la pequeña y la mediana burguesías
catalanas respecto a las expectativas de futuro que éstas esperaban
en el juego de un órdago a la grande que, sin embargo, no era
realmente independentista.
Mi
tesis es la siguiente:
-
La lucha entre los diferentes intereses y estratos de las burguesías busca una permanente recomposición en la correlación de fuerzas de los sectores que la componen.
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La afirmación de Marx y Engels en “El Manifiesto Comunista” de que “Hoy, el poder público viene a ser, pura y simplemente, el consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa” nunca ha sido más cierto que en el presente. En ese sentido se entiende el uso de los mecanismos institucionales de las administraciones políticas para sus propios objetivos tanto de las burguesías que sostuvieron y pactaron después con el nuevo poder triunfante tras la guerra civil española sus hegemonías dentro del bloque del capital como de las periféricas, reforzadas al calor de las administraciones autonómicas posteriores a 1978.
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Durante cerca de 40 años la administración de la CAV (Comunidad Autónoma Vasca) o Gobierno de Euskadi fue conformando un nuevo sujeto burgués, nacido de las oportunidades que creaba la reconversión industrial de las grandes empresas del INI, las Kutxas (Cajas de Ahorro vascas), la Universidad de Deusto y las apuestas milmillonarias del Gobierno Vasco hacia una I+D+i en proyectos de innovación y desarrollo industrial dentro de los cuáles los parques tecnológicos fueron su punta de lanza. El capital de Neguri, franquista y pactista con el franquismo fue arrollado.
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En su lugar, la economía catalana, ha pasado por una tensión entre los intereses del antiguo INI y del modelo de supercajas de ahorro actuando como grandes bancos de empresas industriales y de servicios privatizados y convertidos en punta de lanza del capitalismo español y los de una pequeña y mediana burguesías amamantadas por el clientelismo institucional, al modo en el que sucedió en el franquismo con las grandes fortunas, y de un modo también “estufero” y dependiente pero con la diferencia de que los tiempos han cambiado. Hoy el capitalismo necesita una mundialización creciente y el catalán de la pequeña y mediana burguesías intenta su supervivencia, ya que ha llegado tarde a su consolidación. Es desde aquí desde donde quizá podríamos entender la revuelta burguesa de las clases medias catalanas, su conexión con los estratos de la burguesía que representan la ANC, Omnium Cultural y ERC antes que un PDeCat que ha dejado de ser el referente de los Brufau, los Carceller o los Vilarasau, por citar solo tres ejemplos. Es la hora de los condotieri (capitanes de mercenarios) y los aventureros, tipo Oriol Soler, hombre clave en la sombra del procés (recomiendo la lectura del artículo que enlazo) y de sujetos como Jaume Roures (Público), un personaje que haría las delicias de Marx al describir al perfil de ambiciones que entronizaron a Luis Bonaparte.
Tras
la imposición por el gobierno español, sin auténtica resistencia,
del artículo 155, el encarcelamiento de algunos consellers, la
convocatoria electoral por parte del citado gobierno, el acatamiento
de todos los partidos independentistas de dicha convocatoria (la
actuación de la CUP decidiendo participar en unas elecciones que
considera “ilegítimas” es digna de mención), la admisión de
que Cataluña no estaba preparada para la independencia (Mas y el
resto), vemos cuál es la fase actual del esperpento catalán.
La
reciente rehabilitación de la propuesta de la “interdependencia”,
esbozada por Puigdemont en Enero del presente año, y relanzada ahora
por el mismo, no deja de ser una variante de la teoría del Estado
vasco asociado al español, o plan Ibarretxe. Todos sabemos el
recorrido que tuvo. No deja de ser una pose hacia el posibilismo y la
retirada táctica hacia aguas menos turbulentas para el
independentismo.
El
intento de portavoces y del entorno social y mediático
independentista de esconder que sus instituciones y los líderes del
procés habían engañado al pueblo catalán, al admitir hace unas
semanas que Cataluña no estaba preparada para la independencia, con
la nueva teoría de que no es que no estuvieran preparados para la
independencia sino que no estaban preparados para desarrollar la
república catalana “haciendo frente a un Estado autoritario sin
límites para aplicar la violencia”, en
palabras del portavoz de ERC Sergi Sabrià, les devuelve la imagen de
su indignidad y de la estupidez de sus propios argumentos. Si durante
años el entorno soberanista e independentista ha estado difundiendo
la idea del “déficit democrático” del Estado español, de su
carácter franquista y fascista, no
cabe la salida de la ingenuidad respecto al comportamiento
del aparato represivo del Estado español. Y tampoco vale acudir a
que esperasen que las instituciones de la UE limitasen su actuación
represora, por cuanto sus demandas independentistas no tuvieron eco
alguno que no fuese el de determinados sectores identitarios de
algunos grupos políticos europeos ligados a la extrema derecha.
Las
declaraciones del portavoz de
ERC en el Congreso, Joan Tardá, admitiendo
que en Cataluña no hay aún una mayoría social que quiera
independizarse de España (“todavía
no somos independientes porque no ha existido una mayoría de
catalanes que así lo hubieran querido”),
cuando con un 47% quisieron imponerse a un 53% de la sociedad
catalana y entonces no ser mayoría no era un problema para las
aspiraciones independentistas, remachan la evidencia del engaño. Y
lo ha dicho sin despeinarse ni soltar el brazo del cabestrillo, con
el que seguirá en campaña hasta pasado el 21-D, cual manco de
Ciutadella.
Pero
lo cierto es que ha habido una rendición indigna de los promotores
del procés, que estamos ante una fase de pasteleo que pronto se
volverá empalagoso entre los representantes políticos de una y otra
parte (el catalán y el español) de la burguesía, que ésta es que
la impone los acuerdos, que vamos a conocer un quinto pacto de ambas
élites políticas (la primera la de Cambó, la segunda la de
Compayns, la tercera la de Tarradellas y la cuarta la de Pujol) y que
la frustración catalana es sólo parangonable al comportamiento
históricamente posibilista de sus élites políticas, como lo fue
tras la guerra civil con un franquismo al que su burguesía se
entregó, como agradecimiento al aplastamiento fascista de una
revolución proletaria que temió su burguesía desde finales del
siglo XIX y el primer tercio del XX.
Esto
no acabará ni con las demandas de una Cataluña que 5 siglos después
no ha logrado un acomodamiento satisfactorio dentro del Estado
español, ni con los objetivos de su burguesía que ha dejado en
pañales a los impugnadores de un “régimen del 78” pero no de un
sistema capitalista al que burgueses y pseudoradicales acatan, unos
por convicción, otros por incapacidad política de oponerlo.
La
derrota actual y sin paliativos del independentismo puede incluso
encontrarse con una vuelta a la casilla de salida tras unas
elecciones que pudieran ser ganadas por los hoy derrotados pero, en
ese caso, veremos, con sorpresa de muchos a un Junqueras actuar como
un hombre con visión de Estado (burgués), quizá como un Íñigo
Urkullu, con altura de miras y capacidad de aunar voluntades en pro
del bien común...del capital catalán y español ¿Quién se lo iba
a decir a él, ex Conseller d'Economia i Hisenda de la Generalitat de
Catalunya? Al fin y al cabo, él
es un hombre que cree necesario que haya misas por televisión.
Casi estoy por llamarle Jordi...Pujol. Quien tenía el objetivo primero y fundamental, antes que cualquier otro, de sobrepasar a un partido concreto del catalanismo y de abrir camino a la burguesía pequeña y mediana era él, quien más responsabilidades tuvo en que fuera posible poner en marcha los procedimientos del día siguiente a la declaración que nunca se implementaron era él, quien siempre aparecía en las fotos del procés con cara de distancia y hasta de cierto disgusto también era él.
En
el presente, esas burguesías ya no tienen nada que temer. La clase
trabajadora ha vuelto a ser solo clase en sí. Sobrevive en su
cotidianedad como puede, ha dejado de ser peligrosa hace mucho
tiempo, se ha vuelto descreída. No tiene hacia dónde volverse, ni
banderas que la representen, ni esperanza futura a la que agarrarse,
ni quien eleve su voz desde dentro de ella,...ni siquiera desde
fuera. Eso sí, de momento, miren ustedes donde están las esteladas
y las rojiguldas en los balcones y verán que los que lo pasan mal no
les compran esa película que ustedes los patriotas de cada tribu
intentan imponer. Y ahí están, desde luego, muy por encima y lejos
de sus supuestos voceros, hasta ahora y afortunadamente.
Pero,
a pesar de todo este pasteleo, apaño y arreglo y entre las
burguesías de uno y otro lado del Ebro, hay un hecho positivo que
nace de su dominio del escenario político e ideológico. Se trata de
la derrota de las izquierdas. Sin ella la clase trabajadora podría
empezar a crear su propio relato autónomo y a generar sus propias
organizaciones porque lo que hoy se llama izquierda no responde ni a
sus necesidades ni a sus demandas.
Solo
quien cree en la quimera de que la II República fue revolución y
que una III sería socialismo, solo quien cree en que una revuelta
democrático-burguesa pueda abrir camino a una revolución obrera,
sin querer ver la realidad del poder absoluto que hoy tiene la
burguesía, solo quien cree que democracia equivale a igualdad,
cuando la primera es siempre burguesa, solo quien cree que cambiar
las figuras políticas del parlamentarismo puede cambiar la realidad
social de verdad, puede esperar otra cosa que la que hay.
Las
“izquierdas” podemitas y las más soberanistas de los Comunes se
han enredado en la miseria del catalanismo independentista.
El
papel de Ada Calau, cada vez más próxima al independentismo
catalán, tendrá su respuesta en un buen sector de sus votantes. No
es que sea una política que ha abandonado una posición social,
que nunca de clase, en beneficio del soberanismo. Es que para un
demócrata burgués progresista y bienintencionado empieza a no ser
demasiado confiable, tras cada uno de sus juegos que empezaron por la
ambivalente equidistancia y han acabado en un discurso del gusto de
ERC e incluso del PDeCat.
Su partido, En Común, con sus constantes juegos de una cosa y la contraria, ha acabado por jugar en el terreno de la burguesía catalanista, con un perfil progre cada vez menos definido y una capacidad de interlocución en España cada vez más débil. Sus alianzas con Podemos se resistirán en un futuro próximo pues sus intereses electorales van a ir difiriendo cada vez más claramente.
Su partido, En Común, con sus constantes juegos de una cosa y la contraria, ha acabado por jugar en el terreno de la burguesía catalanista, con un perfil progre cada vez menos definido y una capacidad de interlocución en España cada vez más débil. Sus alianzas con Podemos se resistirán en un futuro próximo pues sus intereses electorales van a ir difiriendo cada vez más claramente.
Si
Iglesias intenta ahora desligarse, no lo logrará sin perder pelos en
la gatera y sin la consecuencia en Cataluña de las contradicciones
entre lo que dejó hacer y lo que ahora intenta reconducir. En el
resto del Estado, el precio que pagará Podemos, al intentar restañar
las heridas catalanas, le irá conduciendo hacia la evidencia de que
ni es un partido de clase ni tampoco es ya siquiera un partido
democrático radical burgués sino un grupo cuyas contradicciones
internas le harán saltar en pedazos o le conducirán a una IU bis
pero con una base más inestable.
Su
alianza con la IU actual está comprometida a medio plazo. El intento
de Garzón de marcar diferencias en relación a Cataluña es un paso
más en lo que ya se observa en cuestiones como la la gestión
municipal en Madrid y otras cuestiones que se irán marcando con el
tiempo. Los restos de IU se irán disolviendo en un piélago de
miserias cada vez más contradictorio, reformista y agotado.
El
PSC podría cosechar a muy corto plazo algunos réditos en el marasmo
del catalanismo no radical pero, a medio plazo, generará muevas
contradicciones con el PSOE, por la diferencia de intereses
espuriamente electorales y tácticos dentro de la dinámica
contradictoria Cataluña-España.
El
resto, la llamada izquierda radical o izquierda a la izquierda de la
izquierda, es nada hoy. Mañana será menos aún. Su incapacidad
teórica, su sectarismo, su naftalina ideológica, su tendencia al
coyunturalismo oportunista, dispuesta a encontrar crisis de
legitimidad del Estado burgués desde los propios agitadores
burgueses, antes que construcción de organización autónoma de
clase, desde la clase y para la clase trabajadora, les ha convertido
en prisioneros de Zenda del soberanismo independentista, primero del
idealizado vasco, luego del catalán. Atrapados entre la teoría de
un febrero que conduce a un octubre, hace ya muchos años que habían
demostrado ser inoperantes desde una teoría del antiimperialismo
incapaz de operar en terreno propio contra el capitalismo más
inmediato y de acercarse a la realidad de la clase trabajadora
realmente existente y no fantaseada en sus ritualizadas
conceptualizaciones.
La
izquierda reformista y la que se autodenomina revolucionaria serán un deshecho a medio plazo, por muchos más motivos, y quizá, más profundos
que el hecho catalán. Desde hace decenios ni tienen función
transformadora ni poseen utilidad real para una clase a la que o han sustituido por “la gente” o solo ritualizan. Son “izquierdas morralla”. Su vacío no dejará necesidad de la misma sino
oportunidad de un nuevo comienzo absolutamente distinto.
Pero esa,
como dijo Kipling, es otra historia.
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