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29 de julio de 2020

DIARIO DEL AÑO 1 DE LA PANDEMIA (1)


Por Marat

¿Se han fijado ustedes que ya no decimos coronavirus, que el término COVID-19 está en retirada y que ahora todos hablamos de “pandemia”?

El ser humano destaca por muchas cosas. Una de ellas es la estupidez gregaria de repetir los términos que se emiten desde el poder. El mediático, que es un poder eco del empresarial (los medios de comunicación y los emisores de bulos son empresas), ha fijado ya el término, al que los políticos del sistema capitalista (todos los que tienen representación electoral porque no la alcanzarían de otro modo) se han unido en Santa Alianza.  

Decir pandemia es ir normalizando la excepción que nace del nombre concreto y específico de un tipo de epidemia concreto: el coronavirus SARS-CoV-2 (COVID-19). Cuando la anomalía emerge hay una necesidad de nombrarla. Es la manera de acercarse a lo que es, a su naturaleza, de indagar en su etiología, buscando el modo de combatirla.

Cuando esto no es posible porque no se disponen de los recursos económicos, aunque hayan miles de millones dispuestos para salvar, pongamos por caso al sector del automóvil (3.750 millones), ni de los técnicos, como la Comunidad de Madrid para incorporar rastreadores de la COVID-19, cuando bastaría no más de 800 encuestadores, como siempre mal pagados, pero bien formados mediante un correcto briefing técnico para hacer el seguimiento de los contactos de un infectado pero se duda durante más de un mes si se debe imponer la obligación de llevar mascarilla, que no palía lo que no se haga en inversión preventiva en equipos y medios técnicos, para no afectar negativamente al sector de la hostelería y el ocio madrileños, es mejor hablar de pandemia que de coronavirus o de COVID-19. Son fieles seguidores de lo que se ocultaba bajo la expresión “nueva normalidad” que inventó el gobierno de la nación, sugiriendo lo que éste acabaría haciendo después: la doctrina Sinatra del “My way”  (a mi manera) para cada autonomía, sabiendo que cada una de ellas buscaría el beneficio economico de su clase empresarial (no importa quién gobierne. Todo gobierno bajo el capitalismo responde a la máxima de servir a la ganancia del capital) antes que la protección de la vida.

Hay quien pretende que la inacción del gobierno español, que tan bien respondió durante el Estado de Alarma, protegiendo antes la vida que el beneficio empresarial, es un modo de demostrar que la dirección del Estado contra “el bicho” era eficaz y que los que tanto le criticaron desde la oposición política en sus gobiernos autónomos iba a mostrarse ineficaz. Seguro que hay algo de eso pero no deja de ser un comportamiento criminal por pasividad.

Sin embargo, no es esa la razón profunda de la “nueva normalidad”, consistente en mezclar preocupación en los nuevos datos de rebrote de la COVID-19 con esta especie de “laissez faire” de la descoordinación. La real es que estamos ante la peor crisis económica, que pronto será social (ya aparecen signos de protesta de sectores de trabajadores afectados por los despidos y la nueva miseria que se les viene encima), del capitalismo que hayamos conocido desde el final la II Guerra Mundial. Y hay que levantar la economía, mueran los que mueran.

Hay que agradecer al Presidente Trump su sinceridad cuando afirmó que “hay que tomar una decisión. Perdemos miles y miles de personas todos los años por la gripe, pero no apagamos el país por eso. [Hoy, 29 de Julio de 2020, Estados Unidos suma ya 148.066 muertos por el coronavirus COVID-19]. En promedio mueren 37.000 personas al año. ¿Pueden creerlo? Perdemos muchas más personas por accidentes de tránsito, pero no llamamos a las compañías a decirles que dejen de hacer autos por eso. Tenemos que volver a trabajar”.

La derecha capitalista es siempre más cruda pero más sincera sobre los intereses que defiende que la izquierda, que siempre es capitalista desde su origen en la Revolución Francesa, cuando su marca su diferencial fue cuestionar el poder del rey de vetar las decisiones de la Asamblea Nacional, no rechazar el régimen de propiedad burgués que entonces emergía. Pero explicar que comunismo e izquierda son antagónicos es como intentar destruir un acorazado con un tenedor. Los conceptos pueden contener tal nivel de ceguera emocional que impiden cualquier reflexión histórica.

La izquierda europea se inclinará por Biden, como antes lo hizo con Obama, dejando de lado lo que ya sabe: que en el circo político del capital todos responden a su mismo credo, se llamen Trump, Biden, Obama, Casado, Abascal, Sánchez o Iglesias, que se traga una trirreme romana con los galeotes en pie y los remos en alto, con tal de seguir manteniendo su estatus de representante público del capital.

Nos están vendiendo una mentira indecente de “ayudas”, que no defensa de las necesidades vitales de la clase trabajadora ni de sus derechos, con la basura de 462 € (come, paga tu hipoteca o tu alquiler y el agua, luz y gas de tu hogar, sin hablar del resto de necesidades, con eso) del Ingreso Mínimo Vital y resulta que de los 600.000 que dice el Ministro de la Seguridad Social (SS), el que decía que había que separar las prestaciones no contributivas de las contributivas de la SS para asegurar su futuro, que lo han pedido se han quitado a la mitad de candidatos a cobrarlo de encima. Rechazos, personas que desisten por dificultad de comprender o llevar a cabo el proceso de petición de la ayuda, imposibilidad de ser atendido por el teléfono de contacto, negativa al anunciado derecho a cita previa,…. que ha dejado de ser un derecho ligado al trabajo y a las conquistas de la clase trabajadora. Sugiero, para entender lo que significa esta mentira que sustituye derechos por asistencialismo el siguiente enlace: https://encuentrocomunista.org/articles/comprender-el-ingreso-minimo-vital/

¿Les atienden en el SEPE? La oficina del paro, para entendernos. En Madrid ya están negando las citas previas para cualquier demanda, incluida la Renta Activa de Inserción (RAI) de la Comunidad de Madrid, como estará sucediendo en otras Comunidades Autónomas. Eso sí, si vuelves a pedir cita porque la negativa a tus derechos no aparece justificada en el correo electrónico que los funcionarios del SEPE te envían, te dejan claro que el medio para reclamar es pedir la cita que te impiden tener con ellos. Y son muy amables: acaban el correo con “un saludo”.

Quizá haya que seguir hablando de ello y seguramente este post no lo lea casi nadie y, si lo lee, se conforme con decir ¡qué cabrones!, en lugar de organizarse en defensa de los derechos que son pisoteados a muchos de nosotros que no queremos saber que somos parte de la clase que se traga lo que haga falta con tal de no tener problemas, la clase trabajadora.

De los trabajos que no están asegurados, no de los que son fundamentales para la continuidad de la actividad de las grandes empresas y de la administración, los que aparezcan como nuevas oportunidades, serán aún más crueles con tu necesidad de supervivencia y de respeto a tu dignidad. Entiendo por lo que pasas. Sé de ello. Pero no podría entender tu resignación.

No voy a hablar de los desgraciados, con o sin papeles, sobre los que hace una semana se cargaba la prueba de los nuevos infectados. Es gente que solo quiere sobrevivir. Lo indecente es que, atribuyendo al hacinamiento en su pernoctación, tras sus horas de sobreexplotados (sin contrato legal, mal pagados, con horas excesivas de trabajo, sin protección en sus condiciones de trabajo,…), esa gente que ha asegurado que tendríamos alimentos durante el confinamiento, sean ahora la oportunidad de abaratamiento de sus condiciones de vida para el empresario que los sobreexplota cuando se propone que ayuntamientos, comunidades autónomas , Estado y empresarios se repartan el coste de sus habitáculos. En Francia, incluso con Franco, nos trataban mejor a los españoles durante la vendimia.   

Ningún organismo les va a dar una cifra real de parados. Ya se han encargado desde el SEPE en impedir la cita para apuntarse al desempleo pero sospecho que estamos entre 4 y 5 millones parados reales, no de adscrit@s por aburrimiento. Entre ellos, muchos desesperados que tienen sus cuentas a cero.

Vivimos en un tiempo de propaganda. Quizá sea necesario que usted mire sobre su propia realidad y deje aparte sus simpatías políticas electorales, hoy tan pobres. Tal vez deba empezar a pensar por sí mismo sobre lo que se nos viene encima y sobre si ello tiene algo que ver con el sistema económico en el que vive.

Elige si prefieres ser un esclavo que llora y se queja en el bar o alguien que se da cuenta de que comparte con muchos su rabia social y cree, con ellos, que ya basta. Es hora de organizarse.

24 de mayo de 2020

EL FASCISMO AMENAZA LA VIDA PARA RECUPERAR EL BENEFICIO DEL CAPITAL. LA ÚNICA RESPUESTA POSIBLE ES DE CLASE


Por Marat

Las caceroladas y las manifestaciones en los barrios burgueses contra el Estado de Alarma son un síntoma de descontento social entre los sectores de las clases medias reales (pequeños y medianos propietarios) y autopercibidas (de segmentos minoritarios de la aristocracia asalariada) que señalan el efecto del largo período de confinamiento en la economía nacional, que se ha deteriorado, tanto en sectores básicos y de grandes empresas de la producción como en los pequeños negocios (fundamentalmente de servicios) y, con ello, las de los hogares y, en consecuencia, en el consumo, que se ha limitado a fundamentalmente a las necesidades básicas y a otras secundarias, ligadas fundamentalmente al entretenimiento en casa.

El acierto de los fascistas y de la derecha reaccionaria del PP ha sido la de haber sabido conectar con el miedo al futuro de esos sectores de las clases medias reales y autopercibida, como consecuencia de la destrucción del tejido productivo que ha traído la combinación del agotamiento del período de recuperación tras la última crisis del capitalismo y de la paralización de gran parte de la actividad económica como consecuencia de las medidas sanitarias para parar la COVID-19.

No es un fenómeno español. En mayor o menor medida que en nuestro país ha sucedido en la práctica totalidad del mundo, por lo que la nueva fase de la crisis capitalista es, de nuevo, también global. Éste es un factor que debe esgrimirse desde una posición de clase: el capitalismo acelera su crisis general y no hay salidas nacionales a la misma.   

Tampoco es un fenómeno local la respuesta fascista contra el confinamiento. En Italia, en Alemania, en los estados USA no controlados por Trump en los que se da alguna forma de este tipo de medidas, las protestas organizadas por la extrema derecha se suceden, siempre en nombre de la libertad y con banderas patrias. La libertad es la del mantener abiertos los negocios por encima de los riesgos de los trabajadores que hay en ellos. Y la bandera patria es siempre el manto de la mentira protectora con el que el capital quiere cubrir lo que antes era contradicción de intereses trabajo-capital bajo la forma nueva de “más mata el hambre”, planteado por quien no lo padece y está lejos de padecerlo. La burguesía siempre ha  vendido desde la revolución francesa lo que son sus intereses de clase como interés general de todas las clases.   

Conviene entender la relación subalterna de las clases medias, justo las que auparon el fascismo en el pasado y lo están elevando en el presente, con la clase rectora del sistema capitalista, la gran burguesía. La clase media propietaria de medios de producción, e incluso los segmentos sociales de la aristocracia asalariada, están ligadas al capitalismo como sistema y a las grandes corporaciones de las que son empresas proveedoras y subcontratadas y de las que obtienen sus elevados salarios un sector de los directivos no claves en la toma de decisiones empresariales.

Establecida esta cuestión hay una relación compleja entre pequeña y mediana burguesías y gran capital.

La pequeña y mediana burguesías han comprendido que su futuro está comprometido y que necesitan de la recuperación del consumo, por lo que es imprescindible para ellos la vuelta a las terrazas y al negocio de las tiendas.

El gran capital, el que mueve el porcentaje del PIB que, de verdad, será afectado por la crisis, turismo, automoción, construcción y banca, crea a través de sus medios de “comunicación” económicos y generalistas el estado de opinión social, el llamado “estado del malestar” que, curiosamente, remite a ciertas anticipaciones del 15-M. De ahí que en la prensa más conservadora se haga un paralelismo entre los objetivos de VOX de creación de “ambiente de protesta social” con la aparición de los indignados y la posterior eclosión de Podemos. Para la clase media se proyectó en su día una articulación política progre y ahora otra fascista. En cualquier caso, ambas tuvieron un discurso explícito no de clase, sino de “gente” y nacionalista.

Afortunadamente los fascistas están llegando tarde varios países. En Italia y en España es más que evidente. Las curvas de la pandemia acabarán por aplanarse

En Estados Unidos no hay sanidad pública, porque el Obacamare nunca fue público, que absorba el brutal número de contagiados, vemos como el fascismo exige violentamiente  el fin de las cuarentenas. En  Brasil,  con un Presidente tan eloqucido como las cifras de la enfermedad, se produce un tipo de respuesta desde el Estado muy similar al que se da en Estados Unidos. La elección de recuperación de la tasa de beneficio empresarial en lugar de vida puede que se convierta en caos económico.

El acuerdo de Alemania y Francia para intentar que la UE apruebe un superbazooka financiero de ayudas más “generosas” que en la anterior fase de la crisis capitalista para los países afectados por la pandemia (fundamentalmente pensando en el sur) tiene mucho que ver con la necesidad de Francia de salir adelante porque está agotada económicamente y con la situacion de Alemania porque, si se hunde el sur, es el fin de la UE y, con ello, Alemania tendría que comerse su producción al no poder colocarla fuera de sus fronteras.   

Si esa opción falla, muy posiblemente lo hará, dado que las inversiones se acabarán destinando mucho más a las necesidades de financiación de las grandes empresas capitalistas de la UE que a supervivencia de las clases trabajadoras que mantengan el consumo, lo que queda es el odio organizado políticamente. Es decir, la salida fascista.

Con todo, el verdadero riesgo del fascismo es que, el deterioro de la situación económica favorezca la captación por la ultraderecha de una parte de los sectores menos conscientes de la clase trabajaddora que, ante la desesperación por su depauperación económica, vean en el fascismo una forma de expresar su rabia social. 

En las situaciones de desesperación social en las que brota el fascismo el antifascismo no puede ser la clásica respuesta antifacha del enfrentamiento físico. Hay que desnudar sus argumentos, visibles si se quiere ver de qué hemos estado hablando, dejar claro a la pequeña burguesía que puede condenarse a desaparecer, deglutida por el gran capital, o sumarse a la cola, y sin pretensiones de dirigir lo que no le corresponde, y ser parte de la solución.   

Es necesario impulsar un tipo de lucha que conecte con las necesidades inmediatas, vitales y sentidas de nuestra clase porque, de no ir por ahí la respuesta, la que dará el fascismo será la que canalice la frustración y le malestar sociales hacia el odio y la demanda de un caudillismo que el capital acabará por emplear, cuando se le acaben todas las demás opciones para imponer por la fuerza la recuperación de sus ganancia a costa de nuestra miseria. No hay muchas vueltas que dar a los argumentos. Basta con hacer memoria de ellos y señalarlos.

Es necesario romper con el sectarismo propio del cuanto peor mejor y de que el peor enemigo es siempre aquel del que intentamos diferenciarnos para ser nosotros mismos y es necesario también asumir que el actual gobierno de los progres en España ha defendido la protección de la vida antes que el beneficio del capital, frente a todo el capital organizado, el fascismo evidente y el “conservador” y su Brunete mediática sin carta de navegación, que ningún país tenía ante una pandemia desconocida. Nada más y nada menos. Y hasta ahí porque luego de ciertas medidas sociales de choque y de una austeridad y unos recortes más atenuados, vendrán otros más brutales y, si no han conseguido sacarles del gobierno las fuerzas de la reacción, harán la misma política contra los trabajadores que haría la derecha más ultraliberal porque, al igual que a Zapatero no le tembló el pulso a la hora de aplicar nuevas legislaciones laborales y de pensiones absolutamente antisociales, tampoco les pasará a ellos.

Hay que decirles a los trabajadores que si no se organizan para defender lo conquistado ayer y para exigir lo que corresponde a las nuevas necesidades con las que se van encontrar, lo que les queda es a qué capataz del sistema elegir y cuánta represión de clase van a estar dispuestos a asumir.

Es el momento de explicarle a los trabajadores que frente a los intereses del capital para recuperar sus beneficios amenazos por el confinamiento, en una sociedad socialista la opción determinante sería siempre la de proteger la vida de la gente de nuestra clase, que es la más expuesta ante cualquier pandemia:
  • En el socialismo la vida no estaría amenazada por la demanda de beneficio
  • En el socialismo, la protección de la vida sería el más sagrado principio a defender.
  • En el socialismo el ser humano no se enfrentaría a la necesidad de trabajar durante una pandemia, jugándose la vida para poder comer.  
  • En el socialismo, el principal problema al que se enfrentaría la humanidad sería cómo acabar con una enfermedad extendida.
  • En el socialismo, los trabajadores que hubieran de trabajar, para satisfacer las necesidades básicas de la población en caso de pandemia, estarían adecuadamente protegidos y el coste de protegerlos no sería el problema sino el de la capacidad científica para responder ante la amenaza.

17 de mayo de 2020

CORONAVIRUS, QUIMERA, DISTOPÍA Y UTOPÍA


Por Marat

Cuando a uno no le pagan por escribir, a tanto la pieza o por palabras y tampoco escribe al dictado de la “línea editorial”, lo hace cuando puede o cuando cree que tiene algo que decir y es capaz de ponerse ante el ordenador y decir lo que quiere expresar. Éste es el caso, como siempre.

Antes de que la estampida del desconfinamiento produzca la amnesia colectiva, quienes se hayan detenido en los contenidos que las formas de entretenimiento del vacío mental que se han difundido para rellenar el tiempo de reclusión –en mi opinión necesaria frente a la pandemia- en cantidades y calidades obscenas, quizá hayan reparado en que hay tiempos de mentira, tiempos que nos educan en terrores futuros y tiempos del deseo necesario.

En el mismo orden en que acabo de señalarlos los nombro como quimera, distopía y utopía.

1.-Quimera
En la segunda acepción, que es la que me interesa, del diccionario de la real academia de la lengua española se define a este término como  “aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo”. En plata, mentira.

Hablemos de quimera en tiempos de coronavirus durante el desconfinamiento.

Quimera es que necesites pedir una ayuda al SEPE (Servicio Público de Ayuda Estatal) y no dispongas de ninguno de los sistemas de certificación electrónica -certificado digital, DNI electrónico, CL@VEPIN (para un solo uso, por lo que hay que pedir una nueva clave para cada uso nuevo) y CL@VE permanente-. La odisea que te espera para conseguirlo está a la altura de la de Ulises. Tanto que acabas teniendo que recurrir a tutoriales en vídeo para ver cómo conseguir ese sistema de certificación electrónica. Todo ello para descubrir que no puedes pedir cita online con el SEPE o encuentres que tu situación para solicitar un subsidio no está  dentro de los supuestos de los que te informa la web de este servicio.

No soy un conspiranoico, lo primero porque aún me funciona la cabeza moderadamente bien, lo segundo porque no entiendo los procesos históricos como explicados por una sucesión de conspiraciones sino marcados por la lucha de clases dentro de un formación económica y social dada y lo tercero, y no menos importante, porque no soy un reaccionario, pues se es un reaccionario cuando se recurre a la conspiración para “explicar” cómo funciona la economía bajo el capitalismo y está claro que para un capitalista, que se rige por la máxima de la rentabilidad, el gasto social no es rentable. Conviene no olvidar que los Estados son Estados capitalistas gobierne quien gobierne. Y en el caso español actual también.

Cuando no hay modo posible de hacer gestiones personales por razones higiénico-sanitarias justificadas, tampoco telefónicas “por saturación” del servicio y la posibilidad de llevarlas a cabo mediante el medio online, es harto dificultosa, por las trabas laberínticas ya descritas, no hace falta ser muy inteligente para saber que se está jugando a ganar tiempo (para disponer de la liquidez necesaria para los distintos tipos de parados  afectados o no por el COVID-19) y a generar desestimiento entre una parte de los candidatos a demandantes. Esperar que el servicio del SEPE piense en las necesidades y angustias personales de quienes se ven sin un euro para pagar su alquiler, la comida o las necesidades más elementales es pura quimera. Es decir que, al menos de momento, aquello de no dejar a nade en el camino es una mentira bastante indecente. Las colas de las bolsas vacías ante las asociaciones civiles laicas o religiosas no tienen otra explicación.

Quimera es que aparezcan nuevas compañías eléctricas en televisión comparándose con Luther King, Gandhi o quien se supone que se plantó delante de un tanque en Tiananmén, diciendo que “por algo se empieza”.  Cuando uno se preocupa en saber quién está detrás de esta operadora energética de la “tarifa justa” y de la “energía 100% verde” se entera de que la gestora de fondos de capital riesgo española Axon controla el 27% de sus acciones y de que sus principales impulsores y caras públicas son gente sin aparente gran procedencia empresarial, aunque bien conectados con Forbes España, el IESE, el Deutsche Bank o inversores en energías renovables como  Special Credit Situations Group o han estado presentes en la dirección financiera de Novacaixagalicia, la consultoría de McKinsey & Co. o el Boston Consulting Group.

Esta compañía energética que se propone absorber otras menores para hacerse un sitio en la minipecera de los depredadores energéticos tiene un estilo 15M de “capitalismo colaborativo” interesante por su capacidad de absorber un discurso buenrollista, pensamiento Alicia, delicioso.

Si algo debe agradecerse a tiburones tipo Endesa o Iberdrola es que les importe entre cero y nada parecer éticos, “colaborativos” partidarios del “bien común” (el de sus grandes accionistas sí), justos y ecológicamente sostenibles. Se la pela y uno no deja de saberlo, si quiere.

Que Holaluz se vista de ONG, mucho más tarde de que hubiéramos empezado a sospechar de las ONGs, tiene delito. Comprarles el relato no tiene justificación salvo que se sea gilipollas profundo. En todo caso, conviene mirar qué tiburón les cobrará menos por encender la luz del fluorescente de sus cocinas.

Quimera es que haya partidos, medios de comunicación y grupos de presión empresariales (de estos a cascoporro) que intenten torcer el brazo al gobierno, lo están logrando, para que las medidas más eficaces de contención social del coronavirus –el confinamiento es la principal- sean anuladas antes de que estemos seguros de que no habrá un rebrote en los hospitales ni los medios de control sean capaces otra vez de hacerles frente, una vez demostrado su casi agotamiento ahora.

Quimera es que los pijoburgueses del barrio Salamanca, de Pozuelo Aravaca o Chamartín vendan como defensa de la libertad lo que es su deseo de reapertura de sus negocios poniendo en riesgo la vida de sus trabajadores o que señalen como estado de emergencia solapado lo que es un intento de viajar a sus chalets con piscina propagando el virus allá donde vayan.

Quimera es que haya “personajes” que, con la coartada del COVID-19  intentan que confundamos ese invento llamado por los progres postcapitalismo (¿Qué pretenden hablando de un sistema inexistente si no es alternativo al capitalismo? Yo lo tengo claro) con el fin de la etapa neoliberal o del predominio del capitalismo financiero, sin el que no puede sobrevivir el productivo, cuando no hay postcapitalismo sin acabar con las relaciones sociales de producción capitalista basadas en una plusvalía nacida del trabajo excedente sin el que el sistema no puede reproducirse porque carecería de beneficio. Podría explayarme con la admiración que el personaje al que me refiero profesa a una vedette esotérica, que dice que es comunista, como  Žižek, para el que la explotación laboral es algo así como la existencia de gamusinos o con su apoyo al peronismo argentino pero tampoco me apetece hacer sangre cuando toca hablar de cuestiones mucho más importantes que alguien como Atilio Borón.

Quienes juegan esta partida no son radicalmente opuestos a los fascistas criminales de VOX ni  los prefascistas del PP que acusan de comunistas a los de Unidas Podemos, ofendiendo con tal acusación a los comunistas que nada tenemos que ver con quienes emplean bálsamos por vitales que sean, para quienes están en el nivel de la supervivencia, cuando sabemos que tras la pandemia aplicarán nuevas recetas de dolor y recortes sociales a los trabajadores para favorecer la recuperación del beneficio empresarial, en lugar de organizar a la clase trabajadora para lo que se nos viene encima. Ambos mienten. Unos para defender la democracia burguesa, cumpliendo su viejo papel de justificadores, aparentemente críticos, del capital. Otros para actuar como criminales a sueldo del capital, poniendo por delante el trapo de una bandera patria que jamás protegerá a las clases subalternas de los intereses de clase de los patriotas sean estos españoles, catalanes o vascos.   

2.-Distopía
Según la Real Academia de la Lengua Española distopía es la “representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”.

Distopia es  que haya millones de españoles e inmigrantes cuyos hijos dependan de la caridad para comer, distopía son las enormes colas de nuevos pobres, distopía es que haya seres humanos que tienen que jugarse cada día una gran multa para continuar con sus actividades en una economía sumergida de la que no pudieron salir porque, de otro modo, no pueden sobrevivir.

Distopía es la ingente cantidad de trabajadores que están descubriendo las maravillas del teletrabajo. Basta ya de limitar las críticas al mismo al tener hijos en casa. No es lo peor la conciliación trabajo-familia cuando ésta es imposible. Lo peor del teletrabajo viene de horas que superan a lo establecido, de la invasión de la privacidad por parte de la empresa cuando, supuestamente, no es horario de trabajo, del control de la producción en remoto, de los efectos físicos y psicológicos del trabajo en el hogar, de la imposibilidad de separar espacios/tiempos de trabajo y vitales, de la alienación que viene de la soledad y, por supuesto, de la próxima pérdida de derechos laborales y contractuales que significara el paso de ser un trabajador a un autónomo del búscate la vida, págate tú la cotización y te llamaré a ti o a la plataforma que te subcontrate, cuando lo necesite.  

¿Han estado ustedes viendo películas en las televisiones no de pago últimamente? De las de pago no les pregunto porque probablemente, el contenido distópico sea el principal de su programación.

¿Se han preguntado alguna vez qué función cumplen estos contenidos, sea en formato de film o de series? Yo sí y más aún también me he preguntado por el porqué de que se hayan multiplicado en estos meses de pandemia.

Los contenidos audiovisuales que  hablan de sociedades totalitarias y policiacas, de destrucciones de la tierra, de pandemia, de apocalipsis,  de animales extraños que nos heredarán, luego de acabar con el género humano, del día después de…, más allá del mero entretenimiento, tienen el objetivo de ir generando la aceptación ante cualquier decisión del poder económico y político que nos conduzca a la sumisión de la voluntad o a la acatar la pérdida de libertades ante peligros inminentes.

Esos son los contenidos que ayudan a justificar a los chivatos policías de los balcones, que explican las comparecencias de militares, guardias civiles y policías durante las primeras semanas en ruedas de prensa que nos explicaban el día a día del coronavirus, que han intentado colocarnos, y en parte lo han logrado, aplicaciones en los móviles dedicados a nuestro seguimiento.

En una pandemia como la que hemos vivido no se pueden mantener todas las libertades. Hay liberales que son criminales si no son conscientes de la necesidad de su limitación pero no vale todo. No vale mantener la Ley Mordaza, cuando quien la aplica se manifestó en su contra ni vale tampoco que se permita la total liberalidad de la policía para actuar. Es evidente que no es lo mismo impedir un botellón o una manifestación que no contempla la distancia social que el que una madre salga a pasear con su hijo autista en los peores momentos de la pandemia. No había carta de navegación pero a una policía que no es democrática (JUSAPOL es un claro ejemplo de ello) hay que leerle la cartilla antes de dejarla salir a la calle. A ver si es que es preferible que se pasen por exceso antes que por defecto. Sería bueno saberlo.

3.-Utopía
La RAE da dos definiciones de utopía:
1. f. Plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización.
2. f. Representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano.

No suenan mal, al menos a mí, salvo en lo de “que parecen de muy difícil realización”
Decían Marx y Engels
“Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o , dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante son también las que confieren el papel dominante a sus ideas.” (“La ideología alemana”. Marx y Engels)

Para algunos una especie de catecismo comunista, justamente lo que los dos revolucionaros se negaron a aceptar como título en lugar del “Manifiesto Comunista”, que tiende a simplificar en exceso un pensamiento mucho más sutil, más rico, más lleno de matices. Casi todos los comunistas reducimos a un párrafo un pensamiento mucho más profundo, limitándonos a aquello de “La ideología dominante es la de la clase dominante”.

Hay quienes entendieron el funcionamiento del capitalismo como un acto de fe. Quizá algún día sean capaces de explicarnos el porqué y el cómo de las crisis capitalistas.

Quienes nos consideramos comunistas vemos necesario dar la batalla de las ideas para desnudar la naturaleza de un sistema que no conspira contra sí mismo (sería estúpido no comprender hasta qué punto la crisis económica derivada del COVID-19 exige recuperar el beneficio empresarial) pero que es incapaz de dar respuestas  a la humanidad, ahora más que nunca.

La utopía es la esperanza para los cristianos que buscan un mundo mejor también aquí. A su lado, no más lejos, los comunistas podemos compartir la fraternidad y la denuncia ante la desigualdad que sufren los desheredados de nuestra clase.

Un comunista mira la utopía como una posibilidad. El marxismo nunca fue determinista. Nunca planteó el derrumbe como el cómodo atajo que evitaría a los explotados luchar por emanciparse.

El ser humano puede llegar a liberarse de su necesidad o encaminarse a la barbarie. Es necesario explicar el riesgo de la locura y el porqué. El capitalismo mata pero no basta decirlo. Toca desnudarlo.

La crisis del capitalismo viene de lejos. Desde la mal llamada crisis del petróleo no ha hecho más que sucederse por etapas, cada vez más rápidas, encaminándose hacia su senilidad.

La COVID-19 no ha creado una nueva crisis. La ha acentuado. Pero creer que el paro actual, la ausencia de recursos económicos, es lo peor que le ha ocurrido a la clase trabajadora es no entender casi nada. Lo que viene ahora es la salida del capital a esta nueva fase de la crisis que ahora le ahoga. Su recuperación, nuestra miseria. En unos meses veremos su actuación.

Utopía es entender que el comunismo no es solo una sociedad futura sino un movimiento que lo acerca.
“Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual" (“La ideología alemana”. Marx y Engels)

Ésta es la esencia de la utopía comunista. Avanzar, pegados a las necesidades inmediatas y cotidianas de nuestra clase hacia la sociedad a la que aspiramos. Defender cada milímetro a conquistar sin engañarla, dejándola claro que mañana puede perderlo dentro del capitalismo, intentar elevar su conciencia como clase antagónica y plantear con claridad que de ésta salimos más fuertes solo si comprendemos que dentro del capital no hay esperanza. Y que  solo la podemos construir de forma colectiva, solidaria y organizada.  

4 de abril de 2020

CORONAVIRUS, INTERESES DE ESTADO Y CONSPIRATONTOS

Atuendo y atrezzo obligados del conspiratonto: cucrucho de
plata, camiseta con inscripción "sex machine", gafas
culobotella, cajas de pizza y del Happy Meal de 
McDonald´s vacías, montones de latas de Coca-Cola 
por el suelo, 7 pantallas de ordenador, montones 
de frascos llenos de orines, un wc portatil, 3 cajas 
de condones DUREX caducadas,...
Por Marat

1.-Si un Estado no tiene enemigo se lo inventa

Conviene profundizar en este axioma cínico para explicarlo.

Dentro de un sistema global capitalista, o de cualquier otra formación económico-social dividida entre dominantes y dominados, en el que la competencia sustituye casi siempre a la cooperación, en la que la lógica del beneficio capitalista hace de conceptos como igualdad o solidaridad un sarcasmo de las Relaciones Internacionales (RR.II.), el ajuste a la dualidad amigo/enemigo es fundamental para los Estados tanto a nivel interno (nacional) como externo (internacional).

Hacia el interior de la comunidad, el enemigo facilita el cierre de filas, ayuda a imponer la ideología dominante, legitima el orden social como defensa frente al ataque, real, imaginario o inventado, favorece la creación de consensos y del consentimiento ante las medidas para combatirlo y permite justificar la represión de la disidencia como persecución a los supuestos agentes del enemigo dentro de la nación.

Hacia el exterior (la sociedad internacional), la figura del enemigo ayuda a disfrazar la agresión como legítima defensa, ofrece la opción de la guerra como salida a una competencia por los mercados que ya no da más de sí, redefine las reglas morales del juego, estableciendo tanto las normas escritas como no escritas en el escenario internacional y, cuando todo ello lo lleva a cabo una potencia regional o mundial, organiza las alianzas (enemigo común) y los bloques antagónicos de intereses en litigio.

La escuela norteamericana del realismo político (Hans J. Morgenthau. “Política entre las naciones”), define a los Estados como actores políticos principales, casi exclusivos, en el marco de las RR.II., estableciendo como elemento nuclear de dicho enfoque el interés (antecedente en Hobbes) centrado en la idea de poder (antecedente en Maquiavelo).

De Maquiavelo y Hobbes a Von Clausewitz (“De la Guerra”), Von Bismarck como estadista o Karl Schmitt, fundamentador jurídico del sistema nacionalsocialista, el realismo político ha estado presente como base argumental o como práctica política casi desde el principio mismo de la existencia del Estado, si bien sin llegar a fundamentar un “corpus teórico”, como sí hace la escuela del realismo político norteamericano, no solo en las RR.II. sino también en el interior de las naciones como ejercicio de poder.

Esta especie de sacralización del poder del Estado tiende a ignorar, no solo la existencia de las luchas de clases en su interior sino también la importancia que desde el siglo XIX van adquiriendo otros agentes a nivel internacional como la opinión pública mundial, los movimientos internacionales de masas, etc.

Pareciera que el señalado como poder omnímodo de los Estados no pudiera admitir, o temiera, a otros actores internacionales aparentemente menos poderosos. 
La visión puramente estatista del mundo es triplemente reaccionaria:
  •          Porque cosifica la realidad humana al reducirla a la voluntad del poder del Estado.
  •      Porque niega otros movimientos de la historia que no sean las dialécticas derivadas de los intereses de los Estados.
  •      Porque presenta una visión del mundo en la que la población de los Estados es una caja negra dentro de la que desaparecen las contradicciones y antagonismos entre las clases sociales.

2.-Fabricantes de “conspiraciones” y conspiranoia
La primera acepción que da la RAE sobre el verbo conspirar es la siguiente: “Dicho de varias personas: Unirse contra su superior o soberano”. Alude a una idea de jerarquía que puede pertenecer a la vida civil o al Estado.

La segunda de las acepciones posee un mayor grado de indeterminación: “Dicho de varias personas: Unirse contra un particular para hacerle daño”. En este caso el matiz puede ser más horizontal.

De cualquier modo, el verbo conspirar implica una acción de varias personas unidas por un mismo fin en el que hay un daño a un tercero, sea éste persona particular o institucional.
Las conspiraciones existen y han existido a lo largo de la historia pero el movimiento histórico no se explica por las conspiraciones sino por las relaciones sociales de producción entre las clases sociales, sus luchas de intereses antagónicos, estamentos en el pasado, dentro de unas formaciones económico-sociales concretas y por las transformaciones que éstas experimentan hasta su sustitución por otras.

Una de las conspiraciones más famosas de la historia es la que planeó y ejecutó el asesinato de Julio César, el general invicto en mil batallas bajo cuya dirigencia fue derrotado el jefe galo Vercingétorix, el de Astérix. El complot fue planeado y ejecutado por Marco Junio Bruto, Décimo Bruto (imagínense cómo serían los otros nueve), Casio (no confundir con la marca de relojes), en el que participaron unas 60 altas personalidades, entre senadores y militares (a estos siempre les ha ido la marcha). Murió cosido con 23 puñaladas, lo que debía tocar a casi una por cada tres. Habiendo más de un Bruto en el complot éste debiera haberse llamado “Una conjura brutal”

Según el historiador Plutarco, César había sido advertido del complot por un adivino, lo que fue inmortalizado por Shakespeare en su famosa frase  “¡Cuídate de los idus de Marzo!” de su obra “Julio César”. Dice Plutarco:

“Lo que es más extraordinario aún es que un vidente le había advertido del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo, y ese día cuando iba al Senado, Julio César encontró al vidente y riendo le dijo: “Los idus de marzo ya han llegado”; a lo que el vidente contestó compasivamente: “Sí, pero aún no han acabado””

Llamativamente los casos de supuestas o pretendidas conspiraciones que más difusión tienen en Internet actualmente, lugar privilegiado de los conspiranoicos, tienen como actor a uno o varios Estados o a un conjunto de individuos que ocupan los lugares más altos de la escala social, económica y política y conspiran para la dominación mundial de la toda Humanidad y parte del extranjero. 

Retengamos éste último hecho porque volveremos sobre él más adelante para ver la estupidez astronómica que hay detrás de los extravagantes delirios actuales sobre las conspiraciones.

No voy a perder ni un minuto en responder a las “teorías” sobre el 11-S, la de la dominación mundial por una élite vinculada con los extraterrestres o con las lagartijas, los Illuminati o cualquiera otra bufonada, propia de idiotas conectados en vena a Internet las 24 horas del día los 365 días del año, pastoreados por gente sin escrúpulos que busca dinero y notoriedad. Si estos majaderos tuvieran una vida social normal –y sospecho que sexual. Ellos tienen el codo derecho de tenista y ellas son devotas seguidoras de la tecnología digital, de dedo -, lo que excluye a la que cultivan en la red, se dedicarían a cosas más productivas que buscar emociones intensas en desenmascarar absurdas conspiraciones mundiales que descubren, ¡oh casualidad de casualidades!, en Google, en Facebook o en Youtube. Para ser tan oscuras esas conspiraciones bien que las encuentran en lugares de afluencia online masivas. Son más gilipollas que los acumuladores de papel higiénico, más preocupados por sus culos que por su salud física o mental.

Pero sí que me interesa la porquería virtual sobre el coronavirus que estos días se difunde sobre conspiraciones chinas o norteamericanas.

Cualquier persona que utilice su cerebro al menos 10 minutos al día y posea algo más de una neurona, entenderá que si hay una teoría que afirma que a los chinos se les escapó el COVID-Q9 de un laboratorio en el que lo habían fabricado, y ello contaminó al resto del mundo, y si hay otra que acusa a Estados Unidos de haber provocado la pandemia para hundir a China, es que hay intereses de Estado detrás de ambas teorías.

“La guerra es la prolongación de la política por otros medios”, decía Von Clausewitz y EEUU y China la están haciendo a bulazo (de bulo) limpio.

Solo un breve inciso para preguntar a todos esos ociosos dedicados a la teoría general de la conspiración como base de sus pobres vidas cómo es posible que las dos superpotencias más grandes del mundo hayan fabricado dos conspiraciones para un mismo virus y ambas hayan descubierto que fue el otro el que lo fabricó y, aún más, como es posible que hayan llegado a ser superpotencias y dominar el mundo, teniendo a gente tan poco inteligente para salvaguardar sus secretos.

Desde la llegada de Trump a la presidencia USA se ha acentuado el enfrentamiento económico que en el pasado era soterrada, y se disfrazaba de cooperación, entre dicho país y China.

El discurso previo a su mandato y el inicial de la Presidencia de Trump puso el énfasis en la decadencia del papel de Estados Unidos en el mundo, en la emergencia de la amenaza china a la dominación mundial de la superpotencia norteamericana y en la necesidad de que ésta recuperase su papel hegemónico.

La lucha por los mercados mundiales, por conservar o arrebatar áreas de influencia económica en Europa, Latinoamérica o África, por conquistar la hegemonía tecnológica, clave para mantener (USA) o arrancar la hegemonía mundial (China), se trasladó al comercio mundial y ha sido desde entonces la explicación principal del ambiente de los últimos años de la globalización mundial. Mientras la superpotencia emergente se esforzaba por alcanzar su dominación, la declinante se debatía entre el ensimismamiento interno o la amenaza constante a la estabilidad económica capitalista mundial en la fase declinante de la débil recuperación de la crisis iniciada a partir de 2013.

Reducir el imperialismo capitalista a una sola potencia mundial significa no entender la naturaleza capitalista de la otra gran potencia, reducir el imperialismo solo a la característica belicosa de USA, sin comprender las características del imperialismo señaladas por Lenin en “El imperialismo, fase superior del capitalismo” e ignorar olímpicamente las contradicciones interimperialistas de las que hablaba el mismo.

Es en este contexto, y con una intención de uso tanto de consumo interno como externo, en el que hay que entender los puntos de arranque de los cruces de acusaciones sobre cuál de los dos Estados es el causante de la pandemia.

En el consumo interno, los dirigentes de ambos países han de lidiar con sus opiniones públicas y las críticas a sus actuaciones para frenar la pandemia del COVID-19.

Recordemos que las autoridades chinas intentaron ocultar al principio la dimensión del problema durante el mes de diciembre, desprestigiaron e intentaron acallar al doctor Li Wenliang, que había intentado avisar a sus colegas médicos sobre un virus que creía que se parecía al SARS, otro coronavirus mortal, y que finalmente dicho doctor murió al contagiarse mientras trataba a pacientes de la por entonces epidemia.   

Por su parte, el psicópata genocida Presidente Trump se juega la elección al amagar con asumir el coste de más de 250.000 vidas de norteamericanos, con tal de no confinar a toda la población y paralizar la actividad económica, mientras su país es el que más casos de infectados presenta. Necesita inventar un enemigo y nadie como el gobierno Chino para jugar ese rol.

Llegados a este punto, lo de menos es que la conspiración por parte de uno o de los dos países sea real o bulo inventado por sus respectivos entornos políticos. Lo relevante es para qué y a qué objetivos sirve.  

Evidentemente ni el Presidente XI Jinping ni el mafioso Trump se encargan de difundir personalmente el bulo conspiranoico. El primero es la cara amable de la dictadura capitalista china, el segundo es el malvado de ópera bufa del imperio más criminal de la historia de la humanidad pero no es tan estúpido como el papel que representa.

De ello se encargan personajes de segunda fila. En el caso chino, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Zhao Lijian fue el encargado de lanzar la teoría de la culpabilidad de Estados Unidos. En el de USA es el entorno de ultraderecha del Presidente. No hay que rebuscar mucho para acabar dando con la cochambre panfletaria como la que publican en Breitbart News e Infowars. Por cierto, no está de más recordar como algunos sectores que actuaban en su día en torno al 15M en las redes babeaban y difundían la mierda que soltaba por su boca en sus vídeos Alex Jones (Infowars), que ahora se forra online vendiendo productos como suplementos vitamínicos, alimentos de supervivencia para resistir al COVID-19, ropa y accesorios para armas.

A nivel exterior, culpar desde China a Estados Unidos de la propagación del virus es una forma de control de daños a la imagen de un país al que la extrema derecha norteamericana señala como responsable al hablar del “virus chino”, del “virus de Wuhan” o directamente de que se les escapó de un laboratorio, cuando los principales expertos en pandemias víricas están de acuerdo en que su origen está en elsalto de animal a humano, provocando reacciones de sinofobia (xenofobia contra las personas chinas o de origen chino). Una y otra superpotencia tienen intereses bastardos en fabricar sus respectivas teorías de la conspiración del coronavirus

Los esbirros que propagan el bulo conspiracionista por un salario sirven conscientemente al poder de ambos imperialismos. Condenar moralmente a quien es amoral por definición es absurdo, lo mismo que a la ultraderecha dedicada a la propagación del odio por los bulos que cada día crea y elabora contra las políticas de confinamiento y protección de la población, a fin de defender los intereses del capital. La única respuesta que cabe frente a esa gentuza de estercolero es desenmascararla y acabar con ella.

Pero el idiota, el ignorante, el que carece de sentido crítico, el que difunde el conspiracionismo porque otros muchos lo han hecho antes, el que actúa frente a la realidad de forma autoreferencial, seleccionando solo los datos que confirman lo que previamente está empeñado en sostener, el que hace oídos sordos a los argumentos racionales, es el bobo útil.

Conspira no solo contra los intereses colectivos de las clases subalternas sino contra los suyos propios. Es el correo de intereses de un capitalismo mundial, al que sirve como conspiratonto, que hará pagar, cuando pase la pandemia del coronavirus, a la clase trabajadora la caída de su tasa de ganancia en forma de recortes sociales mucho mayores de los hasta ahora conocidos, pobreza, paro y austeridad. Su papel como difusor de teorías interesadas de la conspiración en torno al coronavirus sirve para distraer a las futuras víctimas de ese negro futuro que se nos viene encima.

Quien elige a uno de los imperialismos (sea el yankee, el chino, el ruso, el alemán o cualesquiera otro) como el bueno y al otro como el malo, siendo todos ellos partes del mismo capitalismo mundial, es una sabandija despreciable, sea de modo consciente o inconsciente, como esos idiotas que reenvían cualquier bulo, sin pensar en las consecuencias de sus propios actos.  

3.-Apéndice: nuevas oleadas de basura mediática con la excusa del coronavirus
Vivimos tiempos en los que la irracionalidad, la estupidez, las ideas reaccionarias, la vuelta al pensamiento mágico, la expansión de las supersticiones, crecen de manera vertiginosa.

Hemos salido de la modernidad, durante siglos marcada por la confianza en el conocimiento científico, la razón humana, el progreso y el creciente laicismo para adentrarnos en una nueva medievalización del pensamiento.

En el mismo escenario que el regreso de los fascismos, el crédito del bulo por encima de la búsqueda de la verdad de los hechos, el conspiracionismo y la conspiranoia como “método” de interpretación del mundo, se encuentran otros fenómenos que están inaugurando una nueva época de oscurantismo. No es casualidad. Obedecen a una misma causa. La pérdida de confianza en la razón, la ciencia y el progreso de la humanidad como mecanismos de la interpretación del mundo, de nuestras vidas y de construcción de nuestra realidad colectiva. 

La crisis capitalista, sin visos de ser superada de modo igualitario por una nueva formación económico-social más justa y a la medida del ser humano, la inestabilidad del mundo, la realidad líquida, evocando a Bauman, el miedo difuso al futuro, los crecientes desafíos y amenazas a los que nos enfrentamos como especie, está abriendo la puerta a nuevos monstruos.

Pero a su vez hay una intoxicación permanente e intencionada de la mente humana con el fin de acentuar y acelerar este proceso.

En este punto, creo necesario señalar que la difusión que se da a este tipo de contenidos en las redes sociales no es imputable a estas mismas sino a los propios contenidos que se difunden, a la intención de quienes los producen para consumo rápido e irreflexivo (y por supuesto a los ignorantes que los comparten, como acto de fe o bien por curiosidad, mero divertimento o aburrimiento), y al algoritmo con el que se prioriza lo banal, el narcisismo, lo irracional, lo extravagante, lo reaccionario, lo pseudocientífico frente a lo relevante, lo igualitario, lo democrático, lo racional y lo científico.

Quienes culpan sin más a las redes sociales sin tener en cuenta lo anterior actúan del mismo modo en el que bobo mira el dedo del sabio mientras éste señala la luna. No es el medio el responsable de toda la basura que hay en ella sino la manipulación del mismo por parte de quienes controlan el medio y los intereses que hay detrás de dicha manipulación.

Al fenómeno de la pandemia del coronavirus se han adosado otros dos epifenómenos como los parásitos que se fijan a la piel de un animal y sobre los que merece la pena que nos detengamos, por mucho que no hayan adquirido la notoriedad del discurso conspiracionista o conspiranoico pero que previsiblemente irán en aumento en los próximos tiempos.

Uno de ellos, estaba ya entre nosotros. El otro ha acabado por emerger siguiendo la lógica de un discurso en sí mismo patológico.

Me refiero al brote de ecofascismo, que sigue una línea de discurso previo que lleva hasta sus últimas consecuencias, y a las supersticiones, esoterismos y pseudociencias que ahora proliferan con más auge en Internet, movidas por el negocio de gente sin escrúpulos y seguidas y difundidas por ignorantes.

En el caso del ecofascismo del que ahora empiezan a hacerse eco algunos medios de comunicación que antes daban alas a su desarrollo ideológico es necesario explicar de qué hablamos.

El ecofacismo actual, ligado a la crisis del coronavirus, poco tiene que ver con los neofascistas que pueblan Europa y gran parte del mundo, por mucho que ellos actúen con el oportunismo que les es propio, fomentándolo a través de ideas como la conexión patria-naturaleza-paisaje, del mismo modo que Edelweiss, por una pirueta histórica paso de ser un símbolo de la resistencia pasiva frente al nazismo, a ser la flor de éste, al evocar el clima agreste y las montañas en las que nace, tan queridas por esta ideología.
Viene de la mentalidad reaccionaria de algunas corrientes ecologistas y del totalitarismo que irradia el veganismo mayoritario.  

Imágenes que estos días de confinamiento nos mostraban vídeos y fotografías de jabalíes hozando en la basura de los extrarradios de una ciudad, delfines saltando alegremente en aguas de las que habían desaparecido hacía años, descensos meteóricos del CO2 en grandes ciudades, cuyo aire era antes irrespirable, ríos muertos cuyas aguas ahora cristalinas volvían a estar llenas de peces,…Imágenes idílicas que nos mostraban al coronavirus como el gran salvador de Gaia, como la oportunidad para la regeneración del Planeta mientras los seres humanos permanecían confinados en casa, conectados a un tubo de respiración en las UCIs del mundo, hacinados en las morgues de las ciudades. No, el virus no era el asesino sino el ser humano el que destruía el Planeta. Según tan aberrante idea, la Tierra se estaría “purgando” de la maldad destructiva del ser humano, salvándose al eliminar a buena parte de la humanidad. Puro ultramaltusianismo nazi, no muy alejado de las aberraciones de ese grupo de zumbados de origen estadounidense –de donde provienen la mayoría de los grupos de tarados del mundo- que se hace llamar Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria y que propugna que el ser humano deje de reproducirse. Claro, mejor adoptar gatitos y perritos, dónde va a parar.

Ese relato, aparentemente naif, que había sido antes alimentado por los medios del sistema en su “bienintencionada” intención de dar buenas noticias en medio del caos, el miedo y la muerte, tenía sus precedentes.

Recordemos como tan solo un mes antes de que estallara el coronavirus los veganos aún llamaban asesinos a los omnívoros por comer carne, los antitaurinos brindaban por la cogida del torero, deseando su muerte, o las corrientes más acríticas del ecologismo echaban sobre las espaldas individuales a partes iguales culpa y responsabilidad de destruir o salvar el Planeta, mientras esquivaban la condena al capitalismo como sistema de explotación del ser humano, de empobrecimiento de gran parte del mundo y de esquilmación de la naturaleza y de los recursos naturales. Y es que, genios de la responsabilidad individual en la lucha contra el cambio climático, el capitalismo al que evitáis criticar carece de sentido social o de sensibilidad medioambiental. Para él, el ridículo e hipócrita término de “sostenibilidad” solo se refiere a la de la tasa de ganancia y a la rentabilidad de la actividad económica. Y lo demás, como siempre, mera propaganda.      

En las redes sociales el algoritmo selecciona y segmenta las opiniones y preferencias, que no siempre son previas sino que pueden partir de contenidos compartidos sin ser consciente de su significado pero que van creando una comunidad de pensamiento en el que se va formando la opinión de grupo. La responsabilidad del individuo debiera estar en tener criterio propio para discernir lo cierto de la basura, pero lo cierto es que en los tiempos actuales en los que se produce una sobresaturación de información, una sobreexposición a la misma y una velocidad de bombardeo de los contenidos, la capacidad de reflexión es mínima en la mayoría de los individuos que, en muchos casos, tienen una baja comprensión del significado de lo que leen, escuchan o ven, frecuentemente de forma descontextualizada y sin capacidad de reflexión. Compartir o no contenidos se convierte en un acto de impulso, frecuentemente limitándose la motivación de hacerlo por el título de la “noticia” o quien sea el emisor. Uno no siempre nace fascista, como no siempre nace imbécil. Acabar siendo un fascista, o un memo que le da al botón de compartir sin saber lo que hace, es un proceso.

El confinamiento, que en España se prolongará previsiblemente bastante más allá de un mes, el miedo al virus y la muerte, la sensación de una realidad que se nos escapa, convertida en pesadilla de la que no podemos despertar, la percepción de fragilidad de cada ser humano, la conciencia de que nos abocamos a un mundo cada vez más inseguro, golpean duramente sobre la mente humana.

Mantener la capacidad de raciocinio, cuando se ha impuesto el aislamiento social, la desmoralización colectiva está ampliamente extendida y la posibilidad de interacción en la creación de discurso social, desde hace mucho tiempo vertical, es casi un imposible. El discurso hoy se ha convertido en una consigna nacional, repetida machaconamente por todos los medios mayoritarios de la comunicación, salvo los de extrema derecha, que hacen su guerra no contra la pandemia sino contra el gobierno.   

En ese estado de cosas, cuando el desánimo es la tónica general, la razón parece batirse en retirada, la esperanza en la ciencia se tambalea y emergen de nuevo las sombras de las supersticiones, los charlatanes de números 806, los esoterismos más estrambóticos, los desaprensivos de las sanaciones espirituales, propagandistas de las pseudociencias y pseudoterapeutas, tarotistas, etc.

En estos días, diferentes instituciones y sociedades médicas se han visto obligadas a exigir, una vez más, al Gobierno español que ponga coto a los desmanes de pseudociencias y homeópatas por la gravedad para la vida humana del engaño con el que tratan de convencer a los sectores más crédulos de la sociedad de que su chamanismo de ocasión puede enfrentar al coronavirus.

Estos mercaderes del miedo, la ignorancia y la reacción llevan mucho tiempo vendiendo su mercadería del engaño pero, en medio de la pandemia del coronavirus, pueden añadir más letalidad con su homeopatía de agua con azúcar para desesperados y necios y el timo de la falsa esperanza en el resto de pseudociencias y demás inmundicia espiritualista.   

Frente al asalto a la razón, que denunció el filósofo marxista George Lukács, en estos tiempos oscuros de confusión ideológica es necesario levantar de nuevo el pensamiento racional y el conocimiento científico.  

Frente al conspiracionismo y la conspiranoia es necesario el análisis concreto de la realidad concreta,  la explicación dialéctica de la historia con sus procesos sociales, económicos y políticos, dentro del que los antagonismos entre las clases sociales cobran una especial importancia para comprender el mundo en el que vivimos, demostrando que la realidad no se mueve por fuerza oscuras y secretas sino por una lucha de clases que se produce cotidianamente a la vista de todos y que solo la ignorancia, el cinismo o la falta de compromiso político pueden negarlo.

Frente al fascismo, con el ropaje que se presente, solo la lucha ideológica y la organización de clase con una perspectiva anticapitalista y socialista pueden dar la respuesta.