Ariel
Noyola Rodríguez. Global Research
El
mercado laboral de Estados Unidos ha vuelto a tropezar. El pasado mes
de mayo, la nómina no agrícola añadió 38 mil nuevos puestos de
trabajo cuando los inversionistas de Wall Street esperaban un
incremento por encima de 160 mil. Janet Yellen, la presidenta del
Sistema de la Reserva Federal, no tuvo otra alternativa que dejar
intacta la tasa de interés de referencia después de la reunión de
junio del Comité Federal de Mercado Abierto. El riesgo de una nueva
recesión en Estados Unidos es más amenazante que nunca, aunque los
medios de comunicación occidentales insistan en promover la idea de
que los principales peligros son la desaceleración económica de
China y el posible abandono del Reino Unido de la Unión Europea.
Después
de la reunión más reciente del Comité Federal de Mercado Abierto
(FOMC, por sus siglas en inglés), realizada a mediados de junio, la
presidenta de la Reserva Federal (FED), Janet Yellen, anunció que la
tasa de interés de referencia permanecería intacta, esto es, en un
rango entre 0,25 y 0,50 por ciento. Con ello, todo parece indicar que
la FED no volverá a subir el costo del crédito interbancario a un
día hasta antes del próximo mes de septiembre.
En
definitiva, la propaganda del Gobierno de Barack
Obama para convencernos de la “plena recuperación” de
la economía norteamericana ha vuelto a caer en el descrédito. Ya
pasaron más de seis meses desde que la FED elevó la tasa de interés
de los fondos federales (‘federal funds rate’) y hasta el
momento no existen señales que anticipen un nuevo incremento.
En
repetidas ocasiones, la FED ha
ajustado a la baja sus proyecciones de crecimiento de la
economía: mientras que en marzo estimó una tasa de expansión para
este año entre 2,1 y 2,3 por ciento, recientemente la redujo a un
rango entre 1,9 y 2 por ciento. La economía va en caída libre,
apenas en diciembre de 2015 el pronóstico de crecimiento de la FED
para 2016 oscilaba entre 2,3 y 2,5 por ciento.
Es
indudable, la creciente debilidad de la economía más poderosa del
Grupo de los 7 (G-7) ha obligado a las autoridades monetarias a
actuar con cautela, pues cualquier movimiento en falso incrementaría
los riesgos de acentuar las tendencias recesivas, esta vez con altas
posibilidades de combinarse con deflación (caída de precios).
El
primer trimestre del año la tasa de expansión del Producto Interno
Bruto (PIB) de la economía estadounidense a duras penas alcanzó
0,80 por ciento. La recuperación del mercado de trabajo por su
parte, continúa siendo demasiado frágil aunque se presuma como el
principal logro de las políticas implementadas por la FED.
Recordemos que en diciembre pasado, cuando la FED elevó en 25 puntos
base la tasa de interés de referencia, la tasa de paro oficial se
ubicaba en 5 por ciento, una cifra que a decir de algunos integrantes
del FOMC, avizoraba una situación de “pleno empleo”.
Sin
embargo, hoy sabemos que el banco central encabezado por Janet Yellen
se equivocó. Los últimos datos no dejan lugar a sospechas: los
vientos de una nueva recesión
son muy amenazantes. El pasado mes de mayo la nómina no agrícola
añadió solamente 38 mil puestos de trabajo, fue el incremento más
bajo desde el año 2010. Por añadidura, los datos de marzo y abril
fueron revisados
a la baja, los empleadores contrataron 59 mil personas menos a lo
reportado originalmente.
Por
eso ningún integrante del FOMC salió a festejar que la tasa de
desempleo empleo cayera a 4,7 por ciento cuando, en paralelo, la tasa
de participación laboral descendió
a 62,6 por ciento: miles de personas abandonaron la búsqueda de
trabajo ante la falta de oportunidades. Es que la tasa de desempleo
oficial oculta el subempleo masivo, si se contabilizaran tanto a las
personas que están ocupadas en puestos de trabajo de tiempo parcial
así como a aquellas que han abandonado recientemente el mercado
laboral, las cifras cambiarían por completo. Hay alternativas de
medición, la metodología U-6 que sí considera estos dos rubros,
ubica la tasa de desempleo en 9,7 por ciento, esto es, representa más
del doble de la tasa de paro oficial.
Cabe
destacar que la falta de dinamismo de la economía estadounidense es
consecuencia fundamentalmente de la extrema debilidad de la inversión
empresarial, producto a su vez de una tasa de rentabilidad del
capital demasiado baja, o por lo menos insuficiente para poner en
marcha nuevas plantas productivas, capaces de generar empleo masivo y
con ello, detonar un proceso recuperación de largo aliento. Sucede
que los empresarios norteamericanos se resisten no solamente a
invertir sino también a elevar los salarios, situación que ha
impedido apoyar un incremento sustantivo de la inflación: el índice
de precios al consumidor (CPI, por sus siglas en inglés) aumentó
apenas 1,1 por ciento en términos anuales el mes pasado.
La
imagen de una economía boyante parece cada vez más lejana luego de
que el Conference Board de Estados Unidos, la institución encargada
de supervisar la competitividad en escala mundial, dio a conocer que
la economía norteamericana sufrirá este año la primera contracción
de su nivel de productividad de las últimas tres décadas. Ante la
falta de innovación, la productividad estadounidense se desplomará
0,2 por ciento. “El año pasado parecía que estábamos entrando
en una crisis de productividad, ahora estamos a la mitad de ella”,
sentenció Bart van Ark, el economista en jefe del prestigioso centro
de investigaciones.
Pese
a todo, los medios de comunicación tradicionales insisten en
promover la idea de que las señales de alerta para la FED están
localizadas fuera de territorio estadounidense. En un primer momento
nos dijeron que la desaceleración económica de China representaba
uno de los principales peligros para el mundo, más recientemente,
nos han puesto sobre aviso de las fuertes turbulencias financieras
que vendrán en caso de que el Reino Unido se decida a abandonar la
Unión Europea (el llamado ‘Brexit’).