28 de febrero de 2021

DESAFECCIÓN SOCIAL HACIA EL SISTEMA POLÍTICO

Por Marat

Hay mil lecturas posibles sobre la violencia con aspecto político en las calles. Posiblemente la mayoría de ellas sean correctas, lo que no impide que sean incompletas.

Puede que haya mucho de parque temático de la violencia allá donde se dan acciones virulentas en las que se queman contenedores, puede que también mucho nacionalismo irrendento aproveche cualquier ocasión, incluso la de un tonto que no supo expresar la poesía de la ira más que a través del odio psicópata en lugar de decir todo a través de una mirada irónica, capaz de sortear las leyes reaccionarias aplicadas por jueces nazis, puede que haya una necesidad de desahogarse tras tanto tiempo de supuesto confinamiento. En España enfrentar al bicho ha sido un cachondeo de políticos y ciudadanos. A unos y a otros les suda la polla los muertos, incluidos los propios, mientras la economía no muera del todo y sea posible tomarse una caña en una terraza con más gente que en la celebración de un mundial de fútbol y con la mascarilla sobre una mesa llena de churretes. Este es un país en el que el ciudadano es tan gentuza, vote o no, como en Argentina y cuyos políticos están a la altura de Italia, Estados Unidos o Sudán. Ni uno ni otros merecen mayor respeto.

También podríamos hablar de esa generación de adolescentes-jóvenes con un 40% de paro que no parece tener futuro y, a partir de ahí repetir el cuento de ese grupo que se llamó Generación Sin Futuro, bien colocada hoy en las instuciones, que estuvo en la génesis del 15M y de volver a la misma película, con las variaciones nacidas de haber descubierto que eran gilipollas y que lo nuevo habría de traer la sensación de engaño que ahora tienen. Pero en los barrios nunca estuvo el 15M, salvo como promesa y eslogan, y los jóvenes son muchos y muy distintos en realidades, necesidades, esperanzas y posibilidades, Allá donde no hay barrios hay un futuro de másteres, relaciones, expectativas de herencias de negocio y mandangas limpias, de las que no te matan, sino que te ayudan a ser un hijo de puta con el empuje y sadismo necesarios para saber cómo mantenerte arriba, ya que levantar más allá el negocio de papá no es lo tuyo, si con conservarlo ya te va bien.

No se trata solo de jóvenes. Lo que está sucediendo es una animosidad contra las instituciones políticas, los medios de comunicación, el poder judicial, la representación electoral, el Estado, que no había alcanzado tal nivel de puesta en entredicho en estos 40 años de democracia burguesa.

Ya no estamos ante una crisis de representación sino ante una crisis de legitimación del sistema político, de la llamada democracia, que siempre fue burguesa. Qué gran oportunidad si existieran fuerzas revolucionarias opuestas al capitalismo pero lo que está enfrente es la amenaza del fascismo. Y eso no lo parará ni la blandenguería de los izquierdistas, a los que preocupa mucho más mantener sus cuotas de poder que la descomposición social y política que crece cada día.

En gran medida es la apuesta cínica de muchos que siempre fueron votantes, de abstencionistas por un millón de motivos no encuadrables, de gente que siempre pensó que ya le valía con la crítica en el bar sin mojarse en nada jamás.

Abordar la desafección hacia el sistema político ya no puede ser hecho desde una perspectiva de clase desde el momento en el que la clase se ha fragmentado, ya no al nivel que anunció Toni Ngri-ocurrió en los 70 y 80- ni en el que dio a entender E. O. Wright, sino en lo que el propio Marx definió cuando hablaba del lumpemproletariado

Bajo el pretexto de crear una sociedad de beneficencia, se organizó al lumpemproletariado de París en secciones secretas, cada una de ellas dirigida por agentes bonapartistas y un general bonapartista a la cabeza de todas. Junto a roués arruinados, con equívocos medios de vida y de equívoca procedencia, junto a vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, vagabundos, licenciados de tropa, licenciados de presidio, huidos de galeras, timadores, saltimbanquis, lazzaroni, carteristas y rateros, jugadores, alcahuetes, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, traperos, afiladores, caldereros, mendigos, en una palabra, toda esa masa informe, difusa y errante que los franceses llaman la bohème: con estos elementos, tan afines a él, formó Bonaparte la solera de la Sociedad del 10 de diciembre, «Sociedad de beneficencia» en cuanto que todos sus componentes sentían, al igual que Bonaparte, la necesidad de beneficiarse a costa de la nación trabajadora.

Quizá sea el momento de tomar de Marx tal estupendo análisis social y de trasladarlo al momento de hoy en el que alguien vive de guardar una fila delante de un cine, en el que tantos trabajadores NOS sobreexplotamos más allá de lo que haga nuestro empresario, en el que hay trabajadores que son subcontratados por trabajadores en red, en el que hay muchos asustados por si no reciben algún tipo de subsidio.

Cuanto más se descomponga estructuralmente la clase trabajadora, más se producirá su alineación, ya no como clase, que dejará de existir en los términos que históricamente conocimos, sino como seres humanos alejados de cualquier visión del futuro más igualitaria, justa, socialista. No es que la clase trabajadora fuese revolucionaria. Nunca lo fue. Pero en la lucha por su supervivencia expresó en múltiples ocasiones la contradicción trabajo-capital, en muchos casos no solo de modo objetivo sino subjetivo. 

Lo que viene ahora es la posibilidad de que esa clase, que pocas veces en la historia se vio como sujeto, se despeñe, en su propia descomposición, hacia una ira destructiva, hacia un odio que se alimenta de las bajas pasiones de la tribu, el enemigo más cercano, no el real, hacia algo tan simple como sus necesidades de supervivencia material, hacia el fascismo.   

Qué gran venganza clasista para esos pijo-progres de clase media que siempre despreciaron a la clase trabajadora por no cumplir el papel prometéico que imaginaron en sus ensoñaciones de revolucionarios de salón. Es el momento en el que insultarán a quienes bastante tenían con huir de la pobreza. Cuando el fascismo se imponga esos mismos pijo-progres se unirán a lo que éste pueda ofrecerles para mantener su status. Los más críticos y capaces de entre ellos elegirán el exilio dorado de alguna universidad extranjera, como siempre hicieron a lo largo de la historia. 

Quizá lo decreciente sea el salario y quizá lo que viene por delante sean las mil formas de supervivencia que no caben dentro de lo clásico.

Quizá haya mucho autónomo que se sienta engañado con la democracia porque, siendo alguien que se ha buscado la vida, sin que el Estado deba hacer mucho por él, aquella no le proteja en los tiempos malos.

Quizá haya mucha gente que no se sienta representada porque entienda que la democracia le engaña y que no protege sus necesidades de supervivencia

Quizá los desencantados con la democracia sean tan estúpidos que no entienden que la democracia, como la dictadura, es el medio a través del que el capitalismo, no el grande, sino el que siempre fue, va buscando cómo crecer a cuenta del resto.

Quizá habría que explicar a los idiotas que lo que ellos entienden como crítica hacia la falta de democracia social -sanidad, escuela pública, pensiones-que solo fue algo que ocurrió entre 1945 y 1973 , cuando el capitalismo tenía que combatir al comunismo. Nunca jamás la democracia significó otra cosa que el derecho al voto.

Si ustedes creen que hay una desigualdad suprema entre capital y el resto, llámenlo socialismo. 

Quizá lo que están negando alimente al fascismo de VOX