Silvia
Ribeiro. alainet.org
Según
los más ricos y poderosos del planeta, la cuarta revolución
industrial ya está en marcha y es resultado de la convergencia de
robótica, nanotecnología, biotecnología, tecnologías de
información y comunicación, inteligencia artificial y otras. El
Foro Económico Mundial, que reúne cada año en Davos a las mayores
empresas del planeta, produjo en 2016 un informe
donde afirma que con la “tormenta perfecta” de cambios
tecnológicos junto a lo que llaman asépticamente “factores
socio-económicos”, al 2020 se perderán 5 millones de empleos,
incluso contando los nuevos que se crearán por las mismas razones.
Si
ellos hablan de una pérdida de 5 millones de empleos, seguramente
serán muchos más. Y es sólo uno de los impactos de esta revolución
tecnológica, que no se define por cada una de estas tecnologías
aisladamente, sino por la convergencia y sinergia entre ellas.
Nombran entre las diez tecnologías claves –y más disruptivas- la
ingeniería de sistemas metabólicos para producir sustancias
industriales (léase biología sintética para remplazar
combustibles, plásticos, fragancias, saborizantes, principios
activos farmacéuticos derivados de conocimiento indígena); el
internet de las nano-cosas (además de usar internet para producción
industrial, agrícola, etc., también nano-sensores insertados en
seres vivos, incluso nuestros cuerpos, para captar y recibir
estímulos y administración de drogas y farmacéuticos); ecosistemas
abiertos de inteligencia artificial (integrar máquinas con
inteligencia artificial al internet de las cosas, a las redes
sociales y a la programación abierta, con potencial de cambiar
radicalmente nuestra relación con las máquinas y entre éstas
mismas) y varias otras, como nuevos materiales para almacenar
energía, nano-materiales “bidimensionales”, vehículos
autónomos y no tripulados (drones de todo tipo con mayor autonomía),
optogenética (células vivas manipuladas genéticamente que
responden a ondas de luz), producir órganos humanos en chips
electrónicos.
En
el año 2000, desde el Grupo ETC llamamos a esta convergencia BANG
(Bits, Átomos, Neurociencias, Genes), un especie de Big Bang
tecno-socio-económico, mejor llamado “Little Bang” porque
las tecnologías a nano-escala (aplicadas a seres vivos y materiales)
son la plataforma de desarrollo de todas las otras. Avizoramos
entonces que este “Little Bang”, estaba formando un
tsunami tecnológico que tendría impactos negativos de grandes
dimensiones en medio ambiente, salud, trabajo, en producción de
nuevas armas para guerra, vigilancia y control social de todas y
todos, entre otras. Todo en un contexto de la mayor concentración
corporativa de la era industrial, oligopolios con cada vez menos
empresas que controlan inmensos sectores de producción y
tecnologías.
Así
está sucediendo, pero para cada uno de nosotros separadamente es
difícil percibirlo en totalidad y en las dimensiones de sus impactos
que se complementan. Los gobiernos, mayormente controlados por
intereses corporativos y con el mito de que los avances tecnológicos
son beneficiosos de por sí, han dejado que casi todas estas
tecnologías prosigan, se usen, vendan, estén diseminándose en el
ambiente y en nuestros cuerpos, sin siquiera mínimas evaluaciones de
sus posibles impactos negativos y sin regulaciones, mucho menos
aplicación del principio precautorio. Un ejemplo claro es la
industria nanotecnológica, que con más de 2000 líneas de productos
en los mercados, muchos presentes en nuestra vida cotidiana
(alimentos, cosméticos, productos de higiene, farmacéuticos), no
está regulada en ninguna parte del mundo, pese a que aumentan los
estudios científicos que muestran toxicidad en ambiente y salud,
especialmente para los trabajadores expuestos en la producción y uso
de materiales con nanopartículas.
Pero
el Foro de Davos sí elabora anualmente un amplio informe sobre
riesgos globales, porque esos riesgos afectan sus capitales e
inversiones. En la edición 2015 afirman que “El establecimiento
de nuevas capacidades fundamentales que está ocurriendo, por
ejemplo, con la biología sintética y la inteligencia artificial,
está particularmente asociado con riesgos que no se pueden
evaluar completamente en laboratorio. Una vez que el genio
haya salido de la botella, existe la posibilidad de que se hagan
aplicaciones indeseadas o se produzcan efectos que no se podían
anticipar al momento de su invención. Algunos de esos
riesgos puedes ser existenciales, es decir, poner en peligro el
futuro de la vida humana”. A confesión de partes, relevo
de pruebas. Pero aunque lo reconozcan, no tomarán ninguna medida que
coarte sus ganancias.
En
este contexto, desde hace algunos años, estamos trabajando junto a
otras organizaciones, movimientos sociales y asociaciones de
científicos críticos, en la construcción de una red de evaluación
social y acción sobre tecnologías (Red TECLA), para buscar por un
lado informarnos y comprender el horizonte tecnológico, sus
conexiones, impactos e implicaciones desde muchas perspectivas
(ambiente, salud, ciencia, género, trabajo, consumo) y fortalecernos
para actuar sobre ellas.
Para
avanzar en estas ideas y en el cuestionamiento de la tecnociencia al
servicio del lucro, con experiencias concretas desde varios países
latinoamericanos, se realizará el seminario internacional “Ciencia,
tecnología y poder: miradas críticas”, el 8 de noviembre, de 9.30
a 14 horas, en la Hemeroteca Nacional, Ciudad Universitaria, México,
convocado por la Red TECLA, la Unión de Científicos Comprometidos
con la Sociedad y el Grupo ETC (http://www.etcgroup.org/es). Tenemos
que apropiarnos, desde abajo, de la consideración y acción sobre
estos temas.
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