Juanlu
González. Diario Octubre
Era un secreto a
voces, la cuestión ucraniana no es —solo— un problema interno, sino que está
atizada, dirigida, organizada y apoyada por la Unión Europea , la OTAN y, sobre todo, por
Estados Unidos. Esta palmaria afirmación no es una interpretación política
nacida apriorísticamente de la mente de una persona de izquierdas, las
evidencias se acumulan de tal manera que es imposible ocultar por más tiempo
esta reedición de la guerra fría 2.0 en el corazón de la vieja Europa. Quien
piense que se trata de un problema relacionado con la economía ucraniana es un
absoluto iluso o se guía exclusivamente por sus filias y fobias más que por el
análisis serio de la realidad.
Si tuviésemos medios
de comunicación realmente independientes, la noticia de las conversaciones telefónicas
interceptadas entre el embajador de EE.UU. en Ucrania, Geoffrey Pyatt y la
subsecretaria de Estado de EE.UU. para Asuntos Europeos, Victoria Nuland,
sería la portada de telediarios y periódicos. Pero con una prensa «libre»
secuestrada por intereses comerciales y por la sumisión a un sistema político y
económico concreto, prácticamente el tema se quedará en la anécdota del desprecio a Europa de la
subsecretaria por ese «que se joda la UE » sin entrar mucho más en el
fondo de la cuestión. ¿Y cuál es ese fondo? —se preguntarán algunos. Pues no es
muy compilado de entrever, se trata de la injerencia en los asuntos de un país
del tamaño de la copa de un roble ucraniano.
No estoy hablando
de declaraciones de aliento a los manifestantes de Kiev. Tampoco de la protección implícita a los neonazis que incendian las
calles de Ucrania, ni a la guardia pretoriana de
yihadistas de Crimea recién llegados de servir a al Qaeda en Siria para
hacerle el trabajo sucio a los violentos opositores de la derecha y la
ultraderecha del país. No me refiero a la presencia de políticos europeos o
estadounidenses en las manifestaciones ucranianas, ni si quiera a lasdeclaraciones del secretario general
de la OTAN, Anders Rasmussen, sobre el conflicto. La idea
del establecimiento de un régimen de sanciones económicas contra el gobierno
del país por la brutalidad policial empleada por los manifestantes sí que ya
suponía un salto cualitativo en la injerencia que cruzaba todas las líneas
rojas. ¡Como si Estados Unidos no se empleara a fondo contra los manifestantes
en su propio país! De haberse repetido hechos similares en suelo gringo,
probablemente ya habría muchos manifestantes procesados por terrorismo e
incluso un número considerable de muertos.
Oír al embajador en
Kiev diseñar el futuro gobierno ucraniano con la subsecretaria de asuntos
europeos es más de lo que podría esperarse: este tipo de cosas normalmente se
sospechan pero nunca se refrendan tan claramente apoyadas por grabaciones que
la hacen incuestionable. Las disculpas de Nuland por unas declaraciones
«falsas» sí que son un insulto, pero a la inteligencia. La mano que mece la
cuna de las revueltas violentas en Ucrania es la misma que o hace en Siria, en
Libia, en Chechenia y en tantos otros lugares. Europa ha fallado, su maltrecha
situación económica ha obligado a ponerse al frente de las barricadas de Kiev
al mismísimo Obama y a darle a la manivela de la imprenta de
billetes verdes para comprar dirigentes, pagar mercenarios y
«convencer» a la población para que se arroje en manos de occidente y que sirva
de cabeza de puente frente a las mismísimas fronteras rusas para ubicar escudos
antimisiles, infraestructuras bélicas y privar a Rusia de uno de sus más
fuertes aliados regionales. Al parecer, les da igual que la agitación que están
produciendo conduzca a una guerra civil o a la desmembración del país. Ya lo hicieron con Yugoslavia y parece que están deseando
repetir la historia con Ucrania.
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