30 de mayo de 2011
EL PRESIDENTE ZELAYA VUELVE A HONDURAS
Por Marat
Manuel –Mel- Zelaya era un hijo de la oligarquía hondureña, esa que durante tantos años lleva unida en sus intereses de clase y de supervivencia a ese falso axioma del “América para los americanos”, que inicio la etapa del imperialismo yankee sobre América Latina
Mel Zelaya llegó a la Presidencia de Honduras en 2005 encabezando al Partido Liberal. No estaba en su agenda la defensa de los derechos de los pobres, de los indígenas (a pesar de lo moreno de su piel), de los trabajadores, ni de la independencia de la nación. Se educó en colegios católicos y de formación de las elites políticas y económicas de su país. Sus inicios en el mundo empresarial vinieron precedidos por el encarcelamiento de su padre, declarado cómplice en la tortura y asesinato de catorce dirigentes rurales.
Pero al igual que Fidel no era responsable de los hechos ni del patrimonio de su padre, Mel Zelaya tampoco lo era del suyo. Mucho se ha contado de Mel Zelaya de su etapa política. De muchos modos se ha intentado enmierdar esa etapa pero a los seres humanos les forjan una serie de acontecimientos, mezcla de azar y de principios morales, con frecuencia sorprendentes para quienes siguen estos últimos y para quienes los observamos desde distintas trincheras.
Del mismo modo que Fidel no sabía cuando triunfó aquella aventura anti- Batista, en la que personalmente se había enrolado, que acabaría siendo comunista, del mismo modo en que no supo Correa que pasaría de la derecha democrática al centro izquierda ecuatoriano, de la misma forma en que un patriota bolivariano llamado Hugo Chávez llegaría a ser un socialista cristiano y marxista, de la misma manera en que un líder indigenista como el boliviano Evo Morales acabó en la defensa del socialismo sin haber previsto en su origen lo que llegaría ser, de la misma manera en que un difunto Presidente Kirchner quizá nunca se imaginó resistiendo al FMI, nadie podemos saber qué llegaríamos a ser si la dignidad humana y la justicia social nos lleva por esos derroteros de los que hablaba Ernesto Guevara.
Ese fue el caso de Mel Zelaya cuando acabó descubriendo la pobreza, la injusticia social, el desigual reparto de la riqueza en su país. Quiso, entonces, ser un reformador. La oligarquía patria de su propio partido, el Liberal, y del Conservador no se lo permitieron. Algo tan simple como tratar de atemperar la desigualdad y la injusticia social se convirtieron en revolucionarias medidas para quienes siempre habían detentado el auténtico poder, el de la riqueza de los que todo tienen sobre los desheredados de la fortuna.
Tras el golpe de Estado que lo exilió por atreverse a hacer frente al único poder real, el económico, vuelve Mel a su patria. Ha sufrido Honduras un desastre de rapiña a manos de Roberto Micheletti y otros corruptos del país, después del golpe de Estado, un empobrecimiento salvaje de los sectores más débiles de la sociedad, una represión brutal con miles de asesinados, cuya dignidad ha mantenido en estos tiempos “La Resistencia”, de la que ya pocos hablan pero cuyos héroes han marcado un hito de la lucha por la democracia y el progreso social.
Es llamativo que Mel vuelva a su patria, siendo un hijo desterrado de la oligarquía por haberse enfrentado a ella, cuando en España hay gentes extrañas que se indignan contra una democracia sumamente defectuosa pero no contra los banqueros ni los oligarcas. Mel podría enseñarles un poco de dignidad, un mucho de coherencia y bastante de lo que es democracia. Él no la llama real, quizá porque le importe poco la separación de poderes, la reforma del sistema electoral y tonterías similares y mucho estar de lado de sus amigos: los desheredados de la fortuna, los descamisados y los hijos de la miseria. Esa sí es democracia real y no soplapolleces de gente que no sabemos a qué raro lugar desean llevarnos.
Mel Zelaya vuelve a Honduras para encabezar a la izquierda hondureña, a pelear por aquello en lo que cree y ser el “comandante vaquero”, como lo llamó el Presidente Hugo Chávez, de una transformación social y económica de su patria para hacer una democracia que nazca de la única raíz válida, la de clase, sin que nadie pueda vender como real lo que no lo es.
BIENVENIDO DE NUEVO A NUESTRA FUERZA HERMANA, COMPAÑERO MEL.
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