NOTA
DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Cuando
los socialdemócratas critican a otros socialdemócratas acaban dando
vueltas para no ir a ninguna parte o, lo que es peor, para acabar
asumiendo lo que dicen combatir. En este caso, la propuesta
Varoufakis para Europa, también conocida como Plan B para Europa.
Si
se fijan, todos ellos pertenecen a la versión española de lo que se
ha dado a conocer como el socialismo del siglo XXI, perteneciendo
algunos de ellos incluso a la Asociación Político-Cultural
Socialismo 21, que no pretende otra cosa que ocupar el espacio que
por la izquierda dejó el PSOE y que no es otro que el de la
socialdemocracia, que hoy ocupa IU, organización a la que la mayoría
de ellos pertenece. Habrá quienes considerarán esta posición, sin
aceptar que ya no hay espacio para la socialdemocracia porque el
capital ya no quiere ni necesita pacto social y sin él no hay
socialdemocracia que valga, como un avance porque hoy el PSOE es
social-liberal.
Y
todos ellos tienen también en común el hecho de pertenecer a la
Plataforma Salir del Euro, que se cuestiona dicha moneda sin asumir
que ella es un producto de la UE y que no se entiende el significado
del euro contra la clase trabajadora sin entender la naturaleza
capitalista de la UE desde su origen en la Comunidad Europea del
Carbón y del Acero (CECA). No es que la UE haya involucionado hacia
la Europa del capital o de los mercaderes, como quieran llamarla,
sino que siempre fue eso, sólo que en una fase expansiva del
capitalismo, por lo que entonces el capital podía permitirse y
consideraba necesario contar con la complicidad del sindicalismo de
concertación y de la socialdemocracia, ya fuera en sus versiones
PPSS o eurocomunista.
En
un momento dado de la construcción política y financiera de la UE,
ésta necesitó de una moneda única, el euro, que no ha sido tan
única dentro de esta institución supraestatal. El mercado único la
necesitaba.
Desde
esa socialdemocracia transnochada se entiende ese discurso tan
calculado de arremeter en su texto contra el euro pero no hacerlo
frontalmente contra la Unión Europea, abogando abiertamente por la
salida de ella. Se limitan a desear, como buenos socialdemócratas en
versión IU, cambiar la“actual UE”, como machaconamente
insisten. Sólo Joan Tafalla, que ahora firma un texto distinto, se
ha pronunciado púbnlicamente hace tiempo por salir de la UE y no
sólo del euro. La socialdemocracia jamás se propondrá destruir el
capitalismo sino sólo reformarlo y la UE es, siempre fue, puro
capitalismo, con ropaje de pacto social y Estado del Bienestar o sin
ellos. No se engañen, no hay economías mixtas entre capitalismo y
socialismo porque no hay soluciones intermedias entre extraer la
plusvalía a la clase trabajadora o no hacerlo, del mismo modo en que
no se puede estar medio embarazada o soplar y sorber al mismo tiempo.
La
UE no se jodió en Maastrich. Se jodió en origen pues era la
arquitectura necesaria para un área económica capitalista europea y
eso se sabía desde el principio. En Maastrich lo que hubo es un giro
de tuerca para pasar del modelo de pacto social al de extracción de
la plusvalía a la clase trabajadora sin la anestesia del Estado del
Bienestar. Lógico que se asuma por parte de militantes de una
organización que pretende buscar fórmulas para superar la crisis
capitalista, no una estrategia para acabar con este sistema. Y esa
postura política no es de ahora sino de hace 30 años, cuando dicha
organización nació de las entrañas de un partido eurocomunista.
Resulta
divertido ver cómo, dentro de los firmantes del llamamiento del Plan
B para Europa, los autores de este texto critican a Varoufakis, el
más coherente de los títeres “progresistas” del capital en su
descarada posición política bersteiniana y salvan la cara de
Lafontaine, un líder socialdemócrata del socialdemócrata Die
Linke, proveniente del socialdemócrata SPD, siendo que ambos
partidos gobiernan juntos varios landers.
Los
encajes de bolillos para explicar una supuesta diferencia ideológica
profunda entre unas supuestas corrientes “izquierdistas” del Plan
B y otras corrientes más a la derecha, dentro de la que
significativamente no nombran más que al ex ministro griego, para no
incomodar a Podemos (Miguel Urban, eudiputado de Podemos, miembro de
Anticapitalistas y firmante del llamamiento) al firmante de la
postcomunista IU Alberto Garzón o la señora Colau resultan en la
práctica ridículos, sobre todo cuando, tras titular del modo en que
lo hacen su artículo y avisar de posibles divisiones entre ambas
“corrientes” acaban por afirmar los siguiente:
“A
pesar de nuestro desacuerdo con el manifiesto por su huidiza posición
y sus desenfocadas propuestas, consideramos que representa
una contribución para despertar la conciencia de los ciudadanos
sobre el crucial tema de Europa.
Esta conciencia es decisiva para afrontar la desolación económica y
social que se ha instalado en muchos países”.
¿Les
sorprende a ustedes que los firmantes del texto que les presentó a
continuación sean parte de ese movimiento llamado “Otra Europa es
posible” cuando es sabido que el capitalismo es irreformable y que,
en consecuencia, la UE también lo es? A mí no, como tampoco el
papel histórico y presente jugado por la socialdemocracia como
caballo de refresco del capitalismo, sea en las versiones de estos
señores o de los líderes podemitas y sus correligionarios.
Ante la falta de voluntad revolucionaria y de falta de propuestas reales, la socialdemocracia juega al escondite, a la mitosis, reproduciéndose por partición, y al entretenimiento a una clase trabajadora europea y nacional que con unos o con otros seguirá experimentando las mismas curas de caballo que les aplica el capital a través de sus servidores políticos de turno.
Ante la falta de voluntad revolucionaria y de falta de propuestas reales, la socialdemocracia juega al escondite, a la mitosis, reproduciéndose por partición, y al entretenimiento a una clase trabajadora europea y nacional que con unos o con otros seguirá experimentando las mismas curas de caballo que les aplica el capital a través de sus servidores políticos de turno.
Sin
más, les dejo con este divertido intento de cuadrar el círculo de
la socialdemocracia clásica y de la renovada, por su patético
cinismo tan evidente en su fracaso futuro.
UN
PLAN B PARA NO IR A NINGUNA PARTE
Ramón
Franquesa/ Pedro Montes/ Joan Tafalla/ Diosdado Toledano.
Crónica Popular
Después
del encuentro celebrado en París el 23 y 24 de enero pasado, las
personas y fuerzas políticas agrupadas en lo que se conoce como el
plan B para Europa trasladan su caravana a Madrid los días 19, 20 y
21 febrero.
La
puesta en marcha de estas iniciativas revela ante todo la precaria
situación en la que se encuentra la Unión europea y el incierto
proyecto de integración del Continente. Por mucho que se quiera
pasar por alto la desolación social existente, el fracaso de la
unión monetaria, el desconcierto político de Europa, es imposible
no detectar un gran malestar general y no sentirse en la necesidad y
obligación para los que se reclaman de la izquierda de decir algo
sobre sobre el mal de fondo, las fracturas en las que se asienta la
actual Unión.
A
ello responde el llamado plan B, surgido tras el desastre que
representó la claudicación del gobierno de Tsipras a la Troika en
julio del pasado año. Todo se conmovió en la izquierda, por más
que, en nuestro país en particular, se haya extendido un manto de
silencio sobre el análisis y consecuencias de lo acontecido. Acaban
de celebrarse las elecciones generales y nunca entró en el debate y
las propuestas de los partidos el condicionante del tema europeo, y
en el embrollo de la investidura se elude contumaz y sistemáticamente
la respuesta que será forzoso dar a las exigencias de la Comisión
europea, que exige nuevos ajustes y recortes sin tapujo alguno, con
independencia del gobierno que se configure.
http://planbeuropa.es/llamamiento/
Se
agrupan en torno al plan B muchos personajes reconocidos de
diferentes países. Inmediatamente se detecta que hay dos posiciones
bien diferenciadas, cuya convivencia no podrá tener una gran
vigencia temporal. Por un lado, están aquellos que habiendo
comprendido correctamente la naturaleza política e ideológica de la
unión monetaria, y sus inevitables consecuencias, que tan de
manifiesto se han puesto en Grecia y en otros países periféricos,
entre ellos España, no cabe otra solución que desmantelar la zona
euro, bien sea por un acuerdo colectivo entre los países europeos, o
bien sea porque unilateralmente los países estrangulados por el euro
se desprendan el dogal que los asfixia. Participantes en París como
Oskar Lafontaine, Costa Lapavitsas, Fréderic Lordon o Zoe
Konstantopoulou, dejaron nítida su posición a favor de la ruptura
de la unión monetaria.
Pero,
junto a ellos, participan en esa iniciativa otras personas y
organizaciones cuyas propuestas no están claras ni tampoco sus
verdaderas intenciones políticas, pues no dejan despejada la
respuesta que dar al euro ni tampoco la forma de acabar con el
proyecto de la unidad europea levantado a partir del Tratado de
Maastricht de 1992. Incluso hablan con desparpajo de “salvar Europa
de si misma”, echándose sobre los hombros una responsabilidad que
los pueblos nunca han pedido, sino más bien todo lo contrario como
lo demuestran cada vez que han sido consultados. Se ha llegado a
decir que en el plan B conviden dos almas, y cabe admitirlo así, sin
perjuicio de las diferencias y matices que existen en cada una de
ellas. (E n una reciente entrevista, Oskar Lafontaine ha mostrado
discrepancias claras en relación con los objetivos que viene
defendiendo Yanis Varoufakis , famoso ex-ministro griego que abandonó
sin más las negociaciones del gobierno de Tsipras con la Troika ).
Desde
luego, los promotores del encuentro de Madrid pertenecen sin duda
alguna al sector del alma en pena, de los que no se sabe si suben o
bajan, a juzgar por el documento lanzado para la convocatoria. La
prensa se ha hecho eco de la edición de un manifiesto para la
reforma de la Unión europea bajo la fórmula de un plan B. Vista la
lista de los primeros firmantes, numerosos, reconocidos nombres, con
autoridad legítima unos, con cargos otros, no es sorprendente esa
irrupción mediática, ligada además al nombre de Varoufakis.
En
el manifiesto es fácil detectar el origen ideológico de su
elaboración, por más que siempre hay firmantes para todo, que se
dejan seducir fácilmente cuando se habla de democracia y si de
asuntos económicos se trata para no quedar descolgados en el limbo
de la ignorancia. Son los partidarios del no pero si, tan frecuentes
en la política. Los que tan cómodamente se instalan en la confusión
y buscan coherencias con argumentos espurios.
Para
muchos de ellos, es preciso criticar con mucha crudeza a la Unión
europea por sus carencias y política, pero no proponer su
liquidación. Paradójicamente denuncian los desastres para los
trabajadores y demás capas populares provocados por la globalización
que representa la zona euro, pero alegan que tiene la ventaja de que
ha impulsado el “internacionalismo”. Afirman que las soluciones
no pueden ser nacionales, ni revertir de nuevo la soberanía a los
estados-nación, porque es algo superado históricamente, salvo para
los gobiernos de cada país para mejor extorsionar a sus pueblos
amparándose en la internacionalización del capital. Piensan que
realmente no hay solución a los problemas de Europa y de los países
miembros en el marco de la unión monetaria, pero ya estamos
afortunadamente integrados bajo las exigencias y los dogmas del
neoliberalismo y quizás convenga inventar reformas inviables que no
supongan rupturas. Se trata de una nueva edición de la política
TINA ( There
is not alternative)
practicada recientemente por el gobierno de Tsipras Todo ello nos
recuerda al revisionismo taimado y viejo, arropado de sensibilidad
social pero resignado e impotente para evitar lo que se denuncia.
Cortinas de humo para alimentar el oscurantismo, no dejar ver con
claridad a nadie y taparse las vergüenzas propias.
Toda
reacción para combatir la UE actual es bienvenida, pero es muy
penoso que tantas firmas ilustres junten su nombre para producir un
manifiesto tan pobre, confuso, desorientado e inútil. Muchos
cerebros para gestar un ratón de manifiesto tan lamentable, cuando
la crisis europea golpea con tanta fuerza y en algunos países de la
Unión el dolor y los sufrimientos y su extensión ciudadana alcanzan
situaciones dramáticas, al punto de que se pueden avecinar
encrucijadas políticas donde opciones siniestras pueden tener su
oportunidad, como incluso se menciona en el manifiesto, o plan B.
Que
a estas alturas se venga a reconocer que la UE no es democrática y
que la política está dominada por los poderes económicos es un
gran acierto analítico, si bien ha transcurrido demasiado tiempo
para percatarse de ello y para sentirse en la obligación de
demostrarlo. En efecto, la Unión europea y el sistema económico
capitalista, en su versión más dogmática y neoliberal en que se
sustenta, no son democráticos. Pero cabría exponerlo limpiamente,
sin mezclar asuntos y sin amalgamar problemas. En Grecia, en julio
del pasado año, no hubo un golpe de estado financiero, sino la
entrega de un gobierno que, mandatado por los ciudadanos a no
negociar nuevos ajustes y recortes, claudicó ante la Troika y aceptó
estrangular con más fuerza a los trabajadores y capas populares
griegas.
Tampoco
aclara mucho citar el triste problema de los refugiados como ligado a
la naturaleza de Unión europea, cuando sobre todo es una situación
generada por el imperialismo americano y los juegos contradictorios y
turbios de otros muchos países. En fin, desde el punto de vista
ideológico, decir que las instituciones europeas trabajan a favor de
una pequeña minoría es no haber entendido que esa pequeña minoría
representa el poder de la gran burguesía europea con sus diferentes
tensiones y luchas de poder. No es necesario ridiculizar a Marx para
aclarar que en el capitalismo la inmensa mayoría está doblegada y
supeditada a los intereses de la minoritaria, pero todopoderosa,
clase dominante.
Con
ese trasfondo analítico y la trivial conclusión de la falta de
democracia en la Unión europea, la inanidad de las propuestas del
manifiesto es tan manifiesta que cabe malévolamente pensar que su
objetivo no es tanto poner fin a la situación desoladora en tantos
sentidos que vive Europa como a confundir la población y darle un
respiro a las instituciones europeas. Ante el malestar y las
propuestas más radicales que han surgido, como la necesidad de que
los países recuperen su soberanía económica y monetaria y
abandonen el euro, ya sea cohesionada o aisladamente, el plan B cabe
interpretarlo como un programa de viaje a ninguna parte. Como un
intento de desviar la atención sobre los verdaderos problemas y sus
causas e ilusionar con falsas expectativas a una población
desorientada, a través de la potencia mediática que pueden acumular
tantas firmas ilustres proclamando la nada.
La
ambigüedad, la falta de rigor y la inconcreción de las propuestas
como señas del manifiesto no impiden reconocer, como se ha dicho,
que participan en torno al Plan B nombres de prestigio que tienen una
posición firme y coherente sobre las implicaciones del euro y con la
ineludible necesidad de desmontarlo. Toda reacción para combatir la
UE actual es bienvenida, pero el tiempo es limitado: no caben debates
académicos ni ocurrencias sin fundamento cuando está demostrado de
modo fehaciente que la causa más decisiva del colapso de Europa es
la unión monetaria.
Dada
la existencia de núcleos de rechazo a la Europa de Maastricht y los
trabajadores masivamente de una forma u otra se han expresado contra
las consecuencias económicas y sociales de la moneda única, los
firmantes del manifiesto, con gran sensibilidad política y un
sentido acendrado del “internacionalismo”, se proponen generar un
espacio de confluencia a escala europea, para luchar contra el
"modelo" actual de la política de las instituciones
europeas, rompiendo con la austeridad y democratizándolas
radicalmente para que se pongan al servicio de la ciudadanía.
Nobles
objetivos, aunque el manifiesto no se ocupa de desarrollar como
acabar con la austeridad, ni como los países atrapados y en
bancarrota con una enorme deuda pueden eludirla, ni cómo resolver
las gravísimas contradicciones que encierra la unión monetaria,
entre otras los tipos de cambio irrevocables que han desencadenado la
crisis actual al provocar profundos desequilibrios económicos y
financieros que no podrán corregirse con los vigentes cambios
implícitos entre las monedas por países.
“A
pesar de nuestro desacuerdo con el manifiesto por su huidiza posición
y sus desenfocadas propuestas, consideramos
que representa una contribución para despertar la conciencia de los
ciudadanos sobre el crucial tema de Europa.
Esta conciencia es decisiva para afrontar la desolación económica y
social que se ha instalado en muchos países”.
En
nuestro país, todos los intentos por eludir la cuestión europea
serán baldíos. Arrojada por la puerta del debate político sin
consideración, la cuestión del euro y de la UE, se colará por la
ventana por la sencilla razón de que la Troika amenaza y es muy
poderosa y la economía española muy frágil y vulnerable. Los
partidarios de cualquiera de las versiones del llamado plan B deberán
esforzarse aún mucho para salir de la retórica y para dar una
respuesta concreta y real a los problemas reales y concretos de
nuestro pueblo.