Guadi
Calvo. Global Research
Nadie
nunca podrá justificar, de ninguna manera, la operación de la OTAN,
con el aval jurídico de Naciones Unidas, para la destrucción de
Libia. Como lo hemos dicho aquí infinidad de veces, el país con el
más alto estándar de calidad de vida de África, y muy por encima
al de muchas naciones europeas. Quizás se cifre en esa realidad la
verdadera razón para haber sometido al pueblo y la patria del
Coronel Mohammed Gadaffi, al martirio iniciado en los primeros meses
de 2011 y que hasta hoy no ha cesado.
Las
barbarie a la que fue sometida Libia, ha generado no solo la
destrucción del Estado, sino la organización de un número
indeterminado de bandas armadas, casi la totalidad de ellas,
financiadas y abastecidas por las mismas potencias perpetradoras de
la “Primavera Árabe”: Estados Unidos, Reino Unido y Francia,
junto a las monarquías wahabitas de Arabia Saudita, Emiratos Árabes,
y Qatar.
El
propio desgobierno del país es lo que ha permitido que las
organizaciones de traficantes de personas y los carteles de la droga
conviertan las extensas costas libias a poco menos de 400 kilómetros
de Europa, en un trampolín para su “mercadería” rumbo a Europa.
La
situación se ha agravado mucho más a partir del 20 marzo de 2016,
fecha en que comenzó a funcionar el acuerdo ente la Unión Europea y
Turquía, para que esta última nación impida el tránsito de
refugiados rumbo a Europa.
Esta
situación obligó a los tratantes de personas a disponer nuevas
rutas lo que dio como resultado que los puertos libios,
fundamentalmente el de Misrata, sea el lugar indicado para seguir con
el “negocio”.
Si
bien Libia, ha sido el punto elegido por los subsaharianos desde la
vigencia del acuerdo con Turquía, se ha incrementado,
fundamentalmente, el número de sirios, iraquíes y afganos, que
pugna por llegar a Europa desde Libia.
El
año pasado fue por esta vía por donde llegaron más refugiados a
Europa, se calcula oficialmente en unos 180 mil. Mientras fueron 5
mil los que terminaron ahogados en el Mediterráneo, tras el
naufragio de las embarcaciones que los llevaban.
En
lo que va de 2017, la cifra de ahogados alcanza a 300. Según fuentes
“responsables” en las primeras dos semanas del año, casi 3 mil
refugiados llegaron a desde las costas libias, un número
sugestivamente menor frente a los 23.664 de la primera quincena de
2016, a la vez que el número de muertos fue menos “solo” 90.
Es
por este motivo que los 28 países miembros de la Unión Europea,
reunidos el pasado 3 de febrero en La Valeta, Malta, decidieron
implementar un plan de diez puntos para frenar la migración,
teniendo en la cooperación con Libia, el eje fundamental de ese
acuerdo. Lo que no se aclara es quién de todos los poderes en pugna
dentro del país, cuenta con el suficiente predicamento para
implementarlo.
El
plan prevé retener a los inmigrantes, al modo que se hace con
Turquía, con la diferencia que su presidente Recep Erdogán tiene el
poder suficiente para cumplirlo o dejarlo de cumplir según sus
necesidades de presión.
El
plan incluye la formación y el equipamiento de una Guardia Costera
libia, para controlar las acciones de las bandas de traficantes y de
paso evitar que los salvamentos sean realizados por naves europeas,
lo que de hecho los obliga a darles cobijo a los rescatados.
Todos
saben que retener el casi al millón de refugiados, tanto libios,
subsaharianos, como asiáticos, que esperan en las inmediaciones de
Misrata, una plaza en alguna de las muchas y precarias embarcaciones
que salen prácticamente a diario rumbo a Italia, es armar
literalmente una bomba de tiempo, con muy poco tiempo, por otra
parte.
Quienes
están a la espera de esas plazas no lo hacen justamente en las
mejores condiciones.
Los
refugiados, más allá de las traumáticas historias personales, ya
que quien no huye del hambre, huye de la guerra, deben sobrevivir en
los improvisados campamentos, que están siempre abarrotados, lo que
obliga a las personas a vivir en condiciones infrahumanas, casi sin
lugar para extenderse en el piso para dormir, por lo que suelen
hacerlos sentados y en muchos casos uno encima de otro. El número
refugiados con alto grado de desnutrición crece de manera diaria. A
lo que hay que sumarle todo tipo de enfermedades y el permanente
acoso de las “autoridades”.
Las
violaciones, la tortura, en más de una oportunidad la muerte y el
saqueo de sus pocas pertenencias es el pan diario de los refugiados.
La
Unión Europea desde el último acuerdo pretende devolver a los
refugiados que han logrado alcanzar territorio europeo, a estos
infiernos. Claro, ningún funcionario europeo está dispuesto a
reconocer la responsabilidad del continente de haber creado este
estado de cosas.
Tras
la reunión de Malta se ha acordado disponer de unos 130 millones de
euros, para cerrar la ruta a través del Mediterráneo medio, nada a
comparación de los 6 mil millones que la U.E. le entregó al Sultán
Erdogan.
Túnez
en la mira
A
Libia, no le falta ningún ingrediente como para no considerarla un
estado fallido, quizás únicamente comparable con Somalia, por lo
que queda claro entonces que este nuevo acuerdo europeo, solo es una
fachada, para que bandas de mercenarios en el rol de “prefectura
libia”, armada por la UE, se ponga a perseguir a quienes sin
ninguna duda eran sus socios en el tráfico de personas, hasta hace
pocas semanas o días quizás. No existe una autoridad libia, que
pueda controlar que esto no termine en un maridaje entre traficantes
y prefectos, para que se puedan seguir realizando buenos negocios.
Además
es imposible obviar que, si bien más acotadas, las milicias del
Daesh, siguen teniendo presencia en el país, y justamente muy cerca
de la costa, hasta hace pocas semanas una de las grandes fuentes de
ingresos de la organización wahabita, era justamente el tráfico de
personas, rumbo a Italia, lo que sin duda ha sido una buena pantalla
para infiltrar sus combatientes entre los contingentes de refugiados.
La
administración Obama, hasta el último día de su mandato, bombardeó
posiciones del Daesh, en las cercanías de Sirte, su capital en
Libia, como parte de la operación Odyssey Lightning, en que lanzaron
entre agosto y diciembre de 2016, 495 ataques aéreos en las
cercanías de Sirte, irónicamente el pueblo natal del coronel
Gadaffi.
Estos
ataques están obligando a que los hombres del califa Ibrahim,
comiencen a abandonar sus posiciones fijas y busquen expandirse por
los inmensos territorios sin control ninguno del sur del país y
filtrar, como ya está sucediendo hacia el Chad, Níger y Argelia.
De
ese éxodo de terroristas que operan en Libia a diferentes países
fronterizos es importante señalar la delicada situación de Túnez.
Según Naciones Unidas cerca de 5500 tunecinos, se habrían sumado al
Daesh desde su aparición en 2014. Según las autoridades tunecinas
cerca de 800 ya habrían regresado al país, también hay que
recordar que tanto los atentados del 14 de julio en Niza como al
mercado navideño de Berlín, fueron protagonizados por tunecinos.
En
Túnez, además de ser la cuna de la “Primavera Árabe” se
produjeron dos resonante ataque el primero fue al Museo Nacional de
Bardo en marzo de 2015, que dejó 25 muertos y 50 heridos y poco
después en junio del mismo años se produjo el segundo ataque en el
balneario de Susa, por acción de un lobo solitario, que dejó 39
muertos y 36 heridos.
La
situación obligó al gobierno tunecino a anunciar a principios de
2016, la construcción de un muro, con financiación alemana y
estadounidense, en la frontera libia de 459 kilómetros que
constituiría por una empalizada de arena de 250 kilómetros y una
fosa de dos metros de profundidad. Además de vigilancia electrónica,
y la asistencia de helicópteros artillados.
Un
detallado informe sobre el perfil de los terroristas tunecinos dice
que el 90% son menores de 40 años, el 7% son solteros y el 32%
procede de ámbitos urbanos.
El
4% son universitarios y la gran mayoría se ha radicalizado en
mezquitas y con la lectura de textos wahabitas. Otra de las razones
para la radicalización es la económica a consecuencia de la falta de
trabajo.
Los
barrios periféricos de la capital tunecina, que contiene barriadas
como la de Ettadhamen, con más de medio millón de habitantes, el
integrismo controlan un número importante de mezquitas que instigan
a la radicalización.
La
situación en el Magreb, debido a la sinrazón occidental del ataque
a Libia ha dejado abierta esa herida que no cerrará durante muchos,
muchos años y no dejará de producir más muertes.