Jorge
Beinstein. contralapropagandamediatica.blogspot.com
La
crisis venezolana se profundiza. El gobierno ha respondido al acoso
de la derecha
local
y de los Estados Unidos lanzando la iniciativa de la Asamblea
Constituyente, su
intención
fue producir un cambio radical de escenario convirtiendo a los
acosadores
derechistas
en golpistas acosados por una probable avalancha popular movilizada
detrás
de
la futura conformación de un nuevo modelo institucional fundado en
el poder comunal, expresión directa de las mayorías populares. Las
redes sociales y un número creciente de autores se refieren a la
perspectiva de una “guerra civil”.
La
derecha opositora aparece girando en torno de dos polos, uno
extremista, que algunos califican de “uribista”, sumergido
en un neofascismo rabioso que postula el derrocamiento urgente del
gobierno y la instalación de un régimen de terror antichavista, y
otro de aspecto más moderado que presiona buscando la concreción de
una suerte de golpe blando o incluso el adelantamiento de elecciones
presidenciales en las que se supone victorioso. La perspectiva de un
levantamiento armado auxiliado de inmediato por una intervención
externa, colombiana o multinacional piloteada por Washington, es
visualizada cada vez más por todos ellos como algo altamente
probable (y deseable aunque no siempre confesado).
Por
su parte el gobierno busca ganar tiempo, le hace zancadillas a la
derecha como la que acaba de realizar convocando a la Constituyente,
busca dividirla estableciendo puentes de negociación con la supuesta
oposición civilizada. Su objetivo publicitado a diario es “la
paz”, algunos suponen que se trata de una estrategia hábil que
debería reducir el espacio social de la derecha empujando a sus
sectores “moderados” a negociar, a establecer zonas de
convergencia con el chavismo. Pero en el chavismo aparecen voces
críticas señalando que este pacifismo a ultranza borra las
perspectivas revolucionarias bolivarianas, sepulta las banderas del
socialismo del siglo XXI y que en realidad expresa la voluntad de la
“boliburguesía”, la burguesía advenediza que se
desarrolló en los últimos años al calor de los negocios con el
Estado, y más en general de la derecha chavista que intenta
establecer una suerte de acuerdo conservador, de pacto de unidad
nacional donde navegarían triunfantes los exponentes de la vieja y
de la nueva burguesía. Carlos Morreo por ejemplo establece la
diferencia entre el “chavismo gubernamental” y el
“chavismo amplio” (1) que otros identifican como “pueblo
chavista” animado por la gesta de su lÍder histórico
trascendiendo las jugadas tácticas de tal o cual dirigente.
Hace
poco Reinaldo Iturriza Lopez, quien fuera Ministro del Poder Popular
para las Comunas y más recientemente Ministro de Cultura afirmaba
que “El chavismo es,para decirlo con John William Cooke, el
hecho maldito de la política del país burgués”(2) Cooke se
refería, claro está, al peronismo, en un texto de 1967, pero la
sentencia aplica
para
el caso venezolano. El chavismo es, desde su gestación, un fenómeno
“maldito” para la burguesía, porque aquello que le da
cohesión no es su capacidad para aglutinar el descontento, sino su
decidido antagonismo contra el statu quo. Antagonismo que adquirirá
matices anticapitalistas con el paso de los años, al fragor de la
lucha, y como lo asumirán de viva voz tanto Chávez como sus líneas
de fuerzas más avanzadas”.
Nos
encontraríamos entonces ante la confrontación ineludible entre una
derecha contrarrevolucionaria, afirmada ideológicamente en el
capitalismo, en el elitismo colonial y un pueblo chavista desbordando
con su sola presencia los límites del sistema. En ese caso la paz es
una quimera porque se trata de dos fuerzas históricas avanzando en
sentido contrario.
El
día a día marea, la avalancha de acontecimientos, el caos
económico, el incesante bombardeo mediático global sobre Venezuela
dificultan mirar la realidad más allá del desorden cotidiano.
Petróleo
y geopolítica
Venezuela
dispone de la mayor reserva petrolera del planeta (cerca de 300 mil
millones de barriles de crudo según las últimas estimaciones), casi
una quinta parte del total global, superando a Arabia Saudita (unos
265 mil millones de barriles).
En
2003 cerca del 70 % de las exportaciones petroleras venezolanas iban
a Estados Unidos pero hacia 2016 habían descendido al 20 %, frente a
ello el 40 % iba a China y el 20 % a India. Esta inclinación
asiática (principalmente china) de la mayor reserva petrolera
mundial, su alejamiento de la vieja dependencia respecto del mercado
imperial, constituye un casus belli de primer orden en la
estrategia de Estados Unidos, la pérdida de Venezuela asociada ahora
a China aparece como una situación intolerable. Más aún cuando las
ilusiones estadounidenses acerca de su producción de petróleo de
esquisto se han ido enfriando, según el pronóstico oficial dado por
la U.S. Energy Information Administration en el año 2021 se llegaría
al máximo nivel de ese tipo de producción y a partir de allí
comenzaría la declinación. (3)
Las
reservas petroleras imperiales se agotan y la paciencia de Washington
también, el Imperio está perdiendo su gran guerra asiática y con
ella su ilusión de controlar la mayor parte de las reservas de gas y
petróleo del planeta, en consecuencia la reconquista de Venezuela
pasa a ubicarse en el primer nivel de sus prioridades.
Además
ese proyecto forma parte de la estrategia de recolonización de
América Latina, retaguardia histórica del Imperio a la que la
derrota en Asia otorga una importancia excepcional.
Pero
la recolonización de Venezuela no resulta una tarea fácil, no se
puede realizar allí un golpe blando, en sus distintas variantes,
como sucedió en Honduras, Paraguay, Brasil o Argentina
principalmente porque en ese país no solo existe una fuerza militar
convencional fuertemente atravesada por el chavismo sino también
milicias populares y todo ello apoyado en una alta capacidad de
movilización de millones de chavistas.
La
intervención de las fuerzas militares colombianas ha sido siempre
una alternativa pero ello era difícil cuando en la retaguardia de
esas fuerzas aparecían las FARC y sus miles de guerrilleros. Una
compleja estrategia de desarme de la insurgencia fue desarrollada de
manera paciente y sistemática, presionando a los gobiernos de Cuba,
Venezuela y de varios estados progresistas de la región para que
medien en las negociaciones pacificadoras, combinando ofertas
atractivas, golpes bajos y un amplio espectro de acciones directas e
indirectas sobre las FARC desplegando una Guerra de Cuarta Generación
de alto nivel de sofisticación. El resultado fue positivo para
Washington, las FARC aceptaron su desarme y la retaguardia
estratégica de militares y paramilitares colombianos quedó liberada
de peligros, ahora el que es considerado como el mejor aparato
militar de la región tiene las manos libres para cumplir las ordenes
de su amo imperial y colocarlas en el pescuezo bolivariano.(4)
Sin
descartar la intervención militar, por ahora, Estados Unidos
desarrolla una estrategia de desgaste: sabotaje económico, guerra de
calles, ofensivas mediáticas, cerco diplomático, juego de
negociaciones y otras acciones tendientes a aislar, degradar y
dividir al enemigo chavista. En los cálculos de los estrategas
imperiales se encuentra sin duda el escenario del salto cualitativo
del desgaste pasando a una etapa de insurrección político-militar
convergiendo con la intervención externa.
Esperanzas
y frustraciones
Según
datos del Banco Mundial en 1960 el 61 % de la población venezolana
era urbana, en 1980 llegaba al 79 %, en el 2000 al 88 % y en 2015
casi al 90 %. Masas crecientes de población se fueron alojando en
las grandes ciudades, principalmente en Caracas, no como resultado de
la industrialización sino de la reproducción ampliada del
parasitismo.
Destrucción
social motorizada por una burguesía importadora y financiera dueña
del Estado que desde 1976 con la nacionalización de la producción
petrolera aportaba las divisas generadas por la exportaciones (que en
más del 90 % provenían de las ventas de petroleo crudo y sus
derivados). Heredaba, remodelaba el viejo sistema dominante basado en
las exportaciones de cuero, cacao y café, afirmando la continuidad
del subdesarrollo.
La
economía de renta (petrolera) bloqueó las posibilidades de
desarrollo industrial y destruyó el tejido agrario, las víctimas
del desastre pasaron a engrosar las filas de los marginales. El
modelo estalló con el Caracazo (1989) y el aluvión popular abrió
el camino de la revolución bolivariana, Chavez fue su líder.
Ese
despertar de masas sumergidas fue avanzando hasta la formulación de
un horizonte postcapitalista: el socialismo del siglo XXI. Pero lo
que sucedió fue una sucesión de trabas, dificultades, debilidades
que fueron estableciendo una distancia cada vez mayor entre los
objetivos socialistas proclamados y la capacidad de reproducción
aunque sea degradada del país burgués que se pretendía superar. La
burguesía comercial-financiera fue empujada, a veces golpeada,
maltratada pero no eliminada, no fue superado el capitalismo sino que
se caotizó su funcionamiento, no fue remplazado ni por el estatismo
socialista (que el “socialismo del siglo XXI” chavista
intentaba superar) ni por el “socialismo comunal”
propuesto producto de la auto-organización de las bases populares.
En
medio de ese embrollo, se reprodujo desde el Estado un élite
emergente parasitaria con fachada bolivariana y prácticas corruptas:
la boliburguesía. El viejo sistema decadente sobrevivía no solo en
sus antiguos crápulas sino generando nuevos hombres de negocios
(turbios).
Queda
así planteada la tragedia con final abierto, sus actores están a la
vista. La vieja burguesía parasitaria arrastrando a un vasto
conjunto social multiforme donde las capas medias cumplen un rol
esencial, no tienen un programa definido, solo los agrupa la furia
antichavista. Frente a ella un vasto espacio chavista agrupando
civiles y militares, boliburgueses y masas populares radicalizadas,
conciliadores con la derecha y revolucionarios. Espacio heterogéneo
que oscila entre la rendición honorable y el salto hacia el
postcapitalismo. Mientras tanto el Imperio va midiendo fuerzas,
ajustando dispositivos de intervención, sabe que aún desplazando al
gobierno chavista nada le asegura el control del país y en
consecuencia de su petróleo.
NOTAS
1
Carlos E. Morreo, “La constituyente es una decisión
estratégica”, Aporrea, 06/05/2017,
www.aporrea.org/actualidad/a245486.html
2
Reinaldo Iturriza Lopez, “Chavismo y revolución¿que pasa en
Venezuela”, Rebelión, 31-08-2016,
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216115
3
US Energy Information Administration, AEO 2014, Early Release
Overview.
4
Es muy esclarecedor el reciente artículo de Tony Lopez Rodrigues,
durante muchos años destacado miembro de la diplomacia cubana: “El
gobierno de Colombia ante la crisis interna venezolana”,
24.-04-2017, PIA – Periodismo Internacional Alternativo –
Nac&Pop,
http://nacionalypopular.com/2017/04/24/el-gobierno-de-colombia-ante-la-crisis-interna-venezolana/