Guadi
Calvo. portalalba.org
El
atentado del último jueves revindicado por el Daesh, que opera en
Asia Central, también conocido como Wilayat Khorasan contra el
mausoleo sufí más importante del país, con 800 años de antigüedad
en memoria del santo Lal Shahbaz Qalandar en Shewan en la provincia
Sindh, en el sur de Pakistán, dejó por lo menos 88 muertos, 343
heridos, 76 de ellos de gravedad por lo que el número de muertos
puede aumentar.
El
ataque fue perpetrado por un suicida que tras arrojar una granada que
no llegó a explotar, hizo detonar el chaleco explosivo que llevaba
puesto, en el momento del rezó donde se habían convocado más de
500 personas, ya que es el jueves el día en que los sufís celebran
sus rituales más importantes.
A
pesar del ataque los devotos llegaron otra vez al santuario al
amanecer del viernes, con sus habituales naqqara (tambores
batientes) para completar su danza sagrada, al son de los dayereh
y daf sus tambores sagrados.
No
es ninguna novedad que los santuarios sufíes, sean blanco del
integrismo wahabita, ya que a ellos acuden también chiís, suníes,
sikhs, cristianos y budistas, en su mayoría agricultores y
trabajadores pobres.
En
junio último el popular cantante de qawwali (música
devocional sufí que alaban a Dios, al Profeta y a Alí, el primer
imam del chiismo, además de otros santos sufíes), Amjad Sabri, fue
asesinado en Karachi, por un comando del grupo Hakimullah Mehsud,
componente del talibán pakistaní. Integristas wahabitas
atacaron el santuario del poeta sufí Rahman Baba del siglo XVII en
las afueras de Peshawar. En noviembre último un ataque suicida
produjo 52 muertos y más de un centenar de heridos en el templo Shah
Noorani, en el distrito Khuzdar en la provincia de Beluchistán.
Desde 2005 más de 25 santuarios sufíes han sido atacados en todo el
país.
El
integrismo wahabita, donde abrevan organizaciones como al-Qaeda,
Daesh y el Talibán, consideran takfir (herejes) a
todo aquello que no se apegue estrictamente a la interpretación del
Corán que ellos hacen. Y es justamente el sufismo, muy popular en el
todo el sur de Asia, que practica la versión más tolerante del
sunismo y podría ser considerada como punto de convergencia entre
las dos grandes ramas del islam.
Quienes
acuden a un dargah (santuario construido sobre la tumba de un
santo), como lo justamente el templo atacado el jueves Lal Shahbaz
Qalandar, donde todos practican el rito de dhaga atar hilo
rojo en las ventanas o pilares de los santuarios como ofrenda y
procuran taweez o amuletos. Los santuarios se han convertido
en espacios de introspección, en la que tanto pueden participar
hombres como mujeres, salteando el purdah la estricta norma
que segrega de las mujeres, en ceremonias como el dhamal o
dhikr una danza que lleva al trance, acompañados por
timbales, tambores y canciones en cuya repetición rítmica del
nombre de Dios o sus atributos, llevan al paroxismo, como los
conocidos bailarines derviches. Algunas de estas canciones hacen
referencia explícita al pluralismo religioso y la tolerancia.
Los
dargahs sufíes del sur de Pakistán se contraponen a los
oscuros principios del wahabismo, ya que son un símbolo del
sincretismo de la región, donde se mezcla al Islam con las culturas
locales. Y fueron los poetas filósofos sufí consiguieron la gran
difusión de Corán en el sur del continente.
El
ataque contra el templo sufí, fue el sexto de la semana que
totalizaron cerca de 120 muertos.
En
la ciudad de Lahore, un ataque similar había dejado 14 muertos,
mientras que en la provincia de Beluchistán, el mismo jueves fueron
asesinados tres policías.
La
respuesta de Islamabad, no se demoró y practicó intensos ataques
con artillería y bombardeos aéreos sobre la frontera con
Afganistán, los sectores pakistaníes que se conocen como
“territorios tribales” y las provincias afganas de
Nangarhar y Kunar, donde según informes de la inteligencia tanto
norteamericana como pakistaní existen campos de entrenamiento de
integristas, a los que le produjeron más de un centenar de bajas.
Kabul,
ha denunciado que en los ataques murieron varios civiles inocentes.
Otros lugares como en Sindh y en el paso Khyber Pakhtunkhwa, los
extremistas fueron atacados por grupos paramilitares ranger y
la policía, sin que se conozcan el número de bajas.
Pakistán
entregó a las autoridades afganas una lista de 72 terroristas que se
encuentran en sus territorios y de quienes exige la inmediata
detención. Además, como ya lo había hecho en junio de 2016, cerró
los dos principales pasos fronterizos Chaman y Torkham, vitales para
la endeble economía afgana, ya que por allí llega al puerto
pakistaní de Karachi la producción de frutas y verduras que
exporta. Estos pasos se mantendrán cerrados por tiempo
indeterminado, incluso para peatones. Y la orden de Islamabad es
abrir fuego contra cualquiera que pretenda cruzarla.
La
tensión política entre Kabul e Islamabad va en aumento, tras las
acusaciones cruzadas de dar acogida a grupos extremistas. Islamabad
acusa a Kabul de albergar organizaciones como Jamaat-ur-Ahrar
(JuA), una de las tantas que han jurado fidelidad al líder del
Daesh, el califa Ibrahim. Mientras que Kabul protesta de la
presencia de talibanes en diferentes zonas fronterizas con Pakistán.
La
tensión se acrecienta por la presencia en Pakistán de un 1.5 millón
de refugiados afganos, de los 5.3 millones que llegó a haber durante
la guerra soviética, sumados al interregno talibán y la invasión
norteamericana. Además en la actualidad hay otro millón de afganos
indocumentados. Desde el 2014 el ejército pakistaní lleva a cabo la
operación Zarb-e-Azb con epicentro en la provincia de
Waziristán del Norte, prácticamente un santuario terrorista donde
es notoria la presencia de extranjeros provenientes principalmente de
las ex repúblicas soviéticas como Uzbekistán, Tayikistán o
Turkmenistán.
La
venganza de la historia.
Fue
la dictadura del general Muhammad Zia-ul-Haq, la pieza clave para que
Pakistán se convirtiera en 1979, en el gran “portaaviones”
norteamericano que abasteció de armas, comunicación y víveres a
los muyahidines afganos. Por lo que finalmente pudieron vencer
al ejército soviético.
En
este engendro de asistencia anticomunista, Arabia Saudita, jugó un
papel preponderante, no solo aportando miles de millones de dólares,
mercenarios sino que también Riad regó Pakistán de las oscuras
madrassas (escuelas coránicas) que durante la guerra
convirtieron a sus miles de estudiantes (talib) en combatientes que
enfrentaron a Moscú, entrenados y armados por la CIA.
Esto
es lo que finalmente dio como resultados la aparición del Talibán,
y otras organizaciones wahabitas como al-Qaeda y casi
20 años después Estado Islámico.
Fueron
esas madrassas wahabitas, donde se suele escuchar “si
matas a un chií, matas a 10 kafirs (infieles)”,
donde germinó el terrorismo que hoy ataca desde California a
Yakarta, y que asolan Pakistán, Afganistán, Siria e Irak,
fundamentalmente.
El
wahabismo se opone a la “cultura del santuario”
como la que tienen tanto chiíes como sufíes. Ellos ven la adoración
de una tumba, un acto de apostasía, que puede alejar a los fieles de
la fervor a Allah.
Arabia
Saudita, cuna y epicentro del wahabismo, en 2014, propuso
destruir la tumba del mismísimo Profeta Mahoma, plan que permanece
suspendido por temor a la reacción del resto de los musulmanes.
Por
su parte Islamabad, es responsable directa del accionar wahabita, ya
que ha operado durante años como santuarios de los Talibanes y
al-Qaeda recordemos que Osama bin Laden fue encontrado en la
localidad pakistaní de Abbottabad y líder talibán afgano Mullah
Akhtar Mansour, fue muerto por un dron norteamericano cuando se
desplazaba libremente en el área de Dalbandi en la provincia de
Beluchistán, en mayo pasado.
Islamabad,
acusa Kabul de tolerar los santuarios terroristas, mientras que
responsabiliza a Nueva Delhi de financiar estos grupos y boicotear
así los millonarios planes de inversiones chinas en el país, al
tiempo que dice también India financia a los grupos separatistas de
Beluchistán.
Aunque
esta situación es compleja, les sigue sirviendo a los militares
pakistaníes para conservar su omnímodo poder tras la creación de
un imponente complejo empresarial, industrial e inmobiliario.
La
crítica situación Pakistán se complica, además con la
indefinición de los sardars o jefes tribales, que expectante esperan
un resolución de la crisis antes de tomar una posición, que los
podría acercar a las organizaciones terroristas.
Mientras
que a fin de mes se cumple un año de la ejecución de Mumtaz Qadri,
un militante wahabita condenado por el asesinato del gobernador de
Punjab, Salmaan Taseer, ejecución que produjo grandes disturbios,
por lo que se espera se repitan en estos días.
Pakistán,
se debate en las tormentas que supo fabricar para otros y hoy se
abaten contra sus propios intereses.