Desde hace muchos años el “realismo sucio”, que pasó de las novelas de pasadas etílicas, cabalgadas sexuales, basura en el Bronx y alguna más que otra vomitona de Charles Bukowski al transexual Divine de Pink Flamingos comiéndose una mierda de perro, se ha convertido en una metonímia del estilo de provocación cultural, social, político y, en general, gamberro, del mundo actual. No, no es una metáfora, es la parte por el todo de un comportamiento que se ha convertido en un hábito de escandalizar no se sabe a quién, en un mundo, en el que lo escandaloso y repugnante de verdad es ver a un grupo de adolescentes del Ejército Islámico asesinando a soldados del Gobierno Sirio.
Es cierto que no todo el llamado realismo sucio fue eso, que bajo el paraguas de esa denominación hubo magníficos escritores como Raymond Carver (la desolación que se expresa en el diálogo entre el padre y el hijo en “Bolsas” es puro lenguaje cinematográfico) o, en España, directores como Eloy de la Iglesia, que convirtieron el realismo sucio en una auténtica denuncia, más que social, política, en extraordinarias películas, hoy olvidadas, como “El Pico”. Pero, en general, el realismo sucio ha sido la excusa para aflojar esfínteres o darse al consuelo solitario, fuera o dentro del género específico, pero heredándolo, en todo caso por pajeros “literarios” como Kureishi o por películas-bodrio del tipo “Y tu mamá también”, que venían a descubrir en Méjico las tetas compartidas y ya viejamente conocidas de Maribel Verdú en la “madre patria”.
Transculturalidad, alienación, marginalidad, fracasos vitales, falta de horizontes, pobreza, mafia, violencia estructural y gratuita también, etc, etc, etc. En la mayoría de los casos mal disfrazada de dignas excusas de otra cosa y cine entre soporífero y de extremidades, con pretensiones de mayor alcance.
Lo que se ha etiquetado como realismo sucio y que no merece tal degradación de encuadre es en muchos casos, pequeñas-grandes historias humanas (“París-Texas”), denuncia social (“Perú” de Gordon Lish) o la traslación del crimen legal y público de un financiero al crimen privado e ilegal en “American Psycho”, por poner sólo algunos ejemplos.
La diferencia entre la parquedad expresiva y el lenguaje soez es la misma que dista entre el modo de decir las cosas de Sam Spade en “El Halcón Maltés”, descarnado pero directo y al estómago, y la vulgaridad con pretensiones de “Sumisión” de Michel Houellebecq. En un caso, una llamada a la belleza y el intelecto, en otra a la casquería y los peores instintos.
Lo peor del realismo sucio, lo que merece ser etiquetado como tal, y del que deben excluirse producciones de singular valor y calidad, es la pretensión de provocar, esa voluntad de “épater les bourgueois”, nacida precisamente de los vástagos estéticamente “rebeldes” de esa misma clase. Esos chicos/as (me niego a escribir esa estupidez “modelnilla” y pijoprogre de la neografía y del neolenguaje políticamente correcto que expresa aberraciones como “chicxs”)
En algún momento seguramente les habré soltado aquello de que hemos pasado de cierta “literatura” y de cierto “cine” (les ahorro otras formas “artísticas”) de dudoso gusto y pierna suelta al “pedo” o "el regüeldo” como manifestación vital y expresiva...no sé muy bien de qué.
Recientemente he sabido que la nueva Directora de Comunicación del Ayuntamiento de Barcelona, Águeda Bañón, es una señora aficionada a expresar -siempre en el pasado, esto de las “pasadas” dentro de cierto espectro político debe de ser mérito para alcanzar cargos de representación- en “performances” (qué concepto tan revolucionario buscar el asombro que, en el más extremista de sus efectos, logrará una multa) su gusto por mear de pie en la calle; en concreto en la Gran Vía de Murcia. ¡Jódete, Freud! Nosotras también podemos.
Yo no sé si la señora Bañón pretende emular a Pablo Carbonell de Toreros Muertos en “Mi agüita amarilla” pero lo de Carbonell dio para un tema musical que tenía su gracia, aunque nos ahorró el placer de recibir su lluvia y se limitó a convertirla en un vídeo, sin exposición de manguera de riego “urbi et orbe”. Detalle higiénico-estético muy de agradecer.
Parece ser que también se ha disfrazado de hombre con una polla de plástico saliéndole de la gabardina. Aún recuerdo cuando en 1979 vi en directo a Javier Gurruchaga cantando “El hombre de los caramelos”, a los ritmos de la Mondragón (los “terroristas” de la cinta de audio que encontraron los del PP el 11M) y el genial Popotxo con su gabardina asustaniñas. Pero no la abrió en todo el concierto. Mantenía la emoción hasta el final. Había arte y no “performance” de baratillo.
Entiendo que la señora Bañón diga “me siento orgullosa de lo que he hecho”. El secreto está en saber porqué.
Hace dos días iba en el metro a una reunión. Dos asientos más allá se sentaba una chica y en medio un asiento vacío. De pronto, ocupó dicho lugar una joven que pronto inició su performance. De entrada, se metió con la joven citada (“todas las mujeres sabemos follar y tu tienes cara de no saber”. “Yo follo sólo si me apetece y me saco las tetas si quiero”) y pronto continuó diciendo cosas como que iba a quemar iglesias, que era nieta de Alejandro “Larousse” (pensé que tal vez su abuelo vendía enciclopedias y que tal vez no se trataba del Lerroux estraperlista y cuasifascista de la Segunda República) y que ella era “la condesa roja”. Por su agresividad me vino a la cabeza El Barón Rojo. Pensé que ya no existe la histeria porque ésta necesita un marco social que la escandalice y eso ya, afortunadamente, no sucede. Ergo, performance. Me aseguré de no darle carrete porque me bajaba en la siguiente estación y lo mismo me hacía un picado con su pamela.
No pude evitar al salir del vagón en pensar en Rita Maestre, la concejal de gran capacidad expresiva (su tonillo recuerda el “empolle de las lecciones recitadas) e intelectual de Ahora Madrid, estrella desde que enseñó las tetas en la capilla de la Complutense, donde se coreaba eso de “¡menos rosarios y más bolas chinas!”. Está claro, soy gilipollas profundo. Yo pensaba en las clic-clac bolas.
En cualquier caso, esta Rita es una incendiaria hiper-megarrevolucionaria, hija de alto cargo de la administración y también podemita (teoría de la reproducción de las élites) casi como la de la pamela del metro y como el político “Larousse”. Estoy convencido de que ella lo daría por bueno. Lástima que su partido, Podemos, esté a favor de la Semana Santa en Andalucía, con el coste de personal municipal que conlleva, las interrupciones del tráfico y la exhibición de poderío católico en la calle. Y que el candidato no electo a la Comunidad de Madrid, José Manuel López, ex cargo de Cáritas, aclarase en campaña que no era partidario de eliminar los conciertos con la enseñanza privada, dominada por la Iglesia Católica. ¡Bravo Bergoglio!
Sólo un pequeño detalle, o varios, Rita Maestre: ¿Váis a denunciar el Concordato con el Vaticano? ¿Váis a eliminar la financiación católica a través de la declaración de la renta? ¿Váis a dejar de financiar a los “adoctrinadores” de secta católica en la enseñanza pública a cargo del Estado?
Y ahora una cosita más que los pijoprogres se niegan a admitir, porque se lo dicen los fachas, a pesar de que, en esto (excepción) tienen toda la razón del mundo: ¿Para cuándo una exhibición pectoral y de petición de bolas chinas en la mezquita de la M-30? ¿O es que los musulmanes son unos feministas de puta madre? Ah, que no se trata de acabar con el chantaje de las religiones sobre los seres humanos sino de repartir la cuota de dominación de la “oferta espiritual” al borreguito con miedo a la muerte. Vale.
Otro día te explico algo de antropología y te cuento eso de la relación entre el poder temporal (poder de la fuerza, poder de la economía, poder político) y el espiritual desde el jefe de la tribu y el chamán o desde la Pachamama, ¿vale?
Continuamos con las performances pero de muy buen rollito porque el sol nos sonríe y la playa nos espera, al menos a los que no estén en paro.
La señora que pudiera haber sido sustituta del rasurado concejal Zapata (se le ha quitado el aspecto de miembro del Estado Islámico) es Alba López Mendiola, militante de la UJCE.
En mi paso por la UJCE desde 1976 hasta 1980 me dí cuenta que teníamos de comunistas nada y de “radicales” del Partido Radical Italiano de Panella demasiado. Era de esperar. Éramos una organización de estudiantes, sin apenas jóvenes trabajadores y muy influenciados por una Federación Juvenil Comunista Italiana (FGCI), que era por entonces una mezcla de liberales de izquierda, reformistas de “lo posible”, flipados con Negri y jóvenes “radicales” italianos que, a pesar de todo, no tenían vínculos orgánicos con el Partido Radical Italiano. Todo con un tinte mucho más anarcoide que auténticamente libertario y, desde luego, no anarcosindicalista. Y en su partido de referencia, el PCI, cabían desde democristianos hasta prosoviéticos moderados; más no. Como en el PCE.
Pero sinceramente, ¿cree usted, señora López Mendiola que en un país de 4 millones y medio de parados, de los que el 50% no perciben el seguro de desempleo, con un 40% de los jóvenes menores de 30 años en paro, con inmensas bolsas de pobreza y decenas de miles de personas que han perdido su vivienda, con millones de subempleados con sueldos de MIERDA (no quiero seguir citando miserias) la tarjeta de presentación más próxima a ese dolor que puede usted presentar como luchadora social es que es usted bollera, camionera, transmaricabollo, o como le salga de las narices proclamarse? Yo, que no soy nadie, pero que creo en el comunismo, le pediría que sea usted lo bastante honesta como para no presentarse como “intento de marxista-leninista” porque, por la ausencia en su presentación de víctimas del capital a las que ignora, las ofende. En cuanto a lo de “proyecto de socióloga”, nada diré. Como sociólogo que ha vivido de la investigación social durante 25 años sé que el mundo está lleno de pedorros.
Sobre los señores Zapata y Soto no voy a decir nada más. Lo que tenía que decir lo dije en su día y, en cualquier caso, pareciéndome unos cobardes ellos y la señora Carmena, tampoco voy a alimentar las pasiones fascistas de malnacidos como Gallardón o Fernández Díaz.
Nuestro peor drama colectivo como país no es original pero sí terrible. Vivimos bajo la dictadura de los mediocres, de los oportunistas dispuestos a hacerse notar y a crearse un lugar bajo el sol de nuestra indigencia intelectual y moral en la que asientan sus miserias. Lo importante para ellos es llamar la atención, escalar puestos en la notoriedad y la fama, aunque tengan que parecerse en vulgaridad a los "actores" de la telerrealidad de Gran Hermano. Saben que, una vez que llegan allí lo que importa no es lo que se diga de ellos sino no ser unos más del montón. Arribistas que ascenderán en la escala social a través de la manifestación de lo peor de sí mismos porque es más rápido y eficaz cuando no tienen nada mejor que ofrecer como seres humanos.
Los personajes de las performances, los campeones del exabrupto sonoro o escrito en 140 caracteres, los "núcleos irradiadores" de términos archirrepetidos, que no de conceptos, porque están vacíos de verdad y de significado, los que confunden snobismo con cultura, los condottieros al servicio del viejo poder del capital, disfrazados de ingeniosos "apocalípticos", no son otra cosa que la expresión de la miseria social de un país que sustituye debate y pensamiento por "memes", chorradas en "redes antisociales" o en foros de chistosos del avatar más infantil o que hace viral el último grito infrahumano de estupidez sin límites en youtube.
En lugar producción mental, de elaboración cultural, de reflexión como pueblo, somos un selfie de 46 millones y medio de narcisistas del "ego, me, mei, mihi, me, mecum" -significativo que el regalo a jóvenes y "adultos" más recurrente de las pasadas navidades haya sido ¡un palo! en el que sostener el reflejo especular de nuestra individualista egolatría- Pero nuestra creencia en que cada uno de nosotros somos los reyes del mambo se sostiene sobre la mentira de un millón de títulos de libros de autoayuda (respuesta individual e insolidaria) y sobre la evidencia de que lo especial no existe cuando hay tal sobreabundancia de tal "valor". ¿Nos extraña esta infantil autoafirmación de los niñatos de clase media que quieren elevar sus cabezas por encima de la "plebe" sin que dispongan de mérito real en el que sustentar lo que no es otra cosa marketing autorreferencial y ambición sin sustento respetable?
Nuestra clase trabajadora continuará siendo presa de desaprensivos que les uncirán a la noria del encumbramiento de sus propios intereses mientras de ella no surja la capacidad de pensar por sí misma, de articular un relato propio y para sí y de rechazar la huida hacia el vacío del no pensar. Es hora de que nos neguemos a seguir siendo epsilones en un mundo gobernado por alfas y en el que los betas nos ponen la anilla en la nariz para "representarnos" cuando sólo son cortafuegos sociales al servicio de la cúspide de la pirámide social. Necesitamos salir de nuestro aislamiento, pensar como clase oprimida y con voluntad de dejar de serlo, sobre todo atrevernos a pensar, y ser capaces de crear una nueva "cultura" que nos permita reapropiarnos de nuestra identidad, de nuestro lugar en el mundo y de un futuro distinto y emancipado frente a lo hasta ahora vivido.
Eso sí, el fin de la desigualdad, de la injusticia social, de las miserias que causa el capitalismo no se hacen enseñando las tetas, meando de píes, poniendo por delante un derecho a la condición sexual que defiendo con plena convicción pero que no es más que igualdad de derecho y no de base, sino destruyendo desde su raiz las razones de la explotación social: la propiedad privada de los medios de producción y de distribución. Junto a ello es imprescindible poner todo el orden institucional nacional e internacional patas arriba.
En relación con esto último, limitarse a proclamar dignidades nacionales en referéndums que intentan hacer cómplices a las víctimas de pactos que se limitarán a cambiar matices mínimos sobre lo ya acordado es trampear.
Pero sobre ello habrán de dar cuenta los reformistas y los populistas mal calificados de izquierdistas muy pronto. Sobre eso no tardaremos en expresarnos otros.
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