Gustavo Vidal Manzanares.
Nueva Tribuna
Poco ha tardado
la caverna celtíbera en excretar embustes y tópicos al albur del conflicto en
Ucrania. Hasta el punto que muchos comenzamos a pensar que la falacia conforma
la esencia cavernaria y cualquier acontecimiento es solo un pretexto que les
brinda el placer de mentir.
Así, comienza a circular la tendencia del “comunista Putin” o “los
comunistas rusos”. Cualquier persona informada sabe que el muro cayó en
1989 y que en Rusia se instauró una suerte de capitalismo desenfrenado
presidido por privatizaciones masivas, corrupción y mafia.
Pero el problema es que hay muy poca gente informada y la caverna
aprovecha para confundir: los comunistas (y ya de paso, los socialistas,
izquierdistas, etc.) invaden países. De modo que no tardaremos en escuchar en
bares y taxis “los comunistas, o sea la
izquierda, ha invadido…”.
Al hilo de lo anterior, la caverna ha aprovechado para expender otras de
sus tergiversadas píldoras: “Los progres
trasnochados se manifestaron cuando el NO a la guerra… ¿Por qué no se
manifiestan ahora, a ver, ¿por qué?”. No faltarán descerebrados (porque en
este país “gozamos” de
un overbooking de descerebrados) que repitan ese mantra.
Por mi parte, estoy convencido de que en España se producirían
encendidas manifestaciones si, como ocurrió en Irak, se perpetrara un bombardeo
masivo de Ucrania y el presidente del gobierno nos embarcara en su invasión.
Es evidente que nos encontramos ante dos situaciones geopolíticas muy
diferentes, pero… ¿Cuánto españolito podría captar la diferencia? Por otra parte,
¿cuántos españoles saben que en Ucrania, hace poco, se produjo un golpe de
estado que aupó a los nazis al poder? “Curiosamente”
esto fue presentado por la caverna como “la
calle toma el poder en Ucrania”. Quienes tanto se escandalizan cuando arde
un contenedor o se arroja una piedra a un antidisturbios aplauden si grupos
nazis recorren las calles, fusil en mano, amedrentando rusos y sembrando el
terror para tomar el poder y comenzar a perseguir judíos, izquierdistas,
homosexuales…
Y sí, leyeron bien, los nazis habían protagonizado recientemente un
golpe de estado en Ucrania. Unos nazis tan nazis como aquellos que, en los años
30, quemaban libros, perseguían judíos y apaleaban “disidentes” y “subversivos”.
No es casualidad que, hasta la pasada intervención de Rusia, en Ucrania
se estuvieran ya propinando palizas a “disidentes
y comunistas” a la vez que empezaba el ataque a sinagogas. Por no hablar de
la persecución de minorías como los gays, blanco fijo de todos los fanáticos.
Sin duda la derecha usará estos acontecimientos para tergiversar,
sembrar consignas falsas y manipular. Pero lo terrible no es la clase de
derecha que padecemos en España. Mucho más grave es la estulticia del ciudadano
medio, del “españó, españó, españó”.
De este modo, tras un golpe de estado nazi se produce una invasión
militar de un terreno geoestratégico por donde circula el 85% del gas consumido
en Europa. Las consecuencias asustan por lo incalculable hasta el punto de
temer por una tercera guerra mundial… pero, ¡no importa!, pocas horas después
de la intervención militar de Putin, el trending topic de twitter
excluía las tendencias “Rusia” y “Ucrania” sabiamente desplazadas por “MonoBurgos”, “golazoMessi” e “Ikertitular”…
la caverna mintiendo y manipulando groseramente, el español medio tragando esas
bolas, podrido de inconsciencia, absorto en el fútbol … marca España, sin duda.
NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Ayer mismo viví
en primera persona lo que denuncia el autor del artículo: el rebuzno del analfabeto político de la caverna de bar.
Vivo en un barrio
de clase trabajadora de la zona suroeste de Madrid. En el bar al que suelo ir a tomarme una cerveza al mediodía y leer el periódico, La Sexta
soltaba su veneno, cada vez con más defectuoso disfraz “progre”, que no de
izquierdas. Se veían en la televisión imágenes de soldados rusos parando una avanzada de otros
soldados ucranianos que iban a protestar por lo que los medios venden como
invasión de Crimea (aunque por tratado lleven muchos años allí), por no decir
ya de toda Ucrania.
Los soldados
ucranianos resultaban patéticos en su patriotismo de hojalata frente a los
rusos que se limitaron a conminarles que no dieran un solo paso más. Luego se
vio como se produjo un conato de protesta y cabreo de los soldados ucranianos
mientras su oficial les calmaba y discutía con el oficial ruso que en ningún
momento perdió la calma.
Estas imágenes
fueron seguidas por las del Presidente Putin en distintos momentos políticos de
estos días.
Mientras esto sucedía
un grupo de jóvenes (el mayor no pasaba de los 35 años), que no tenía aspecto
ni de garrulo ni de facha (alguno llevaba incluso coleta. El coleterismo debe
de ser una epidemia) empezó a burlarse de los soldados rusos –ya se sabe, el tópico
del aspecto rudo de los rusos), a lanzar pullas sobre la “invasión”, a
indignarse (¡qué asco le he cogido a esta palabra desde hace casi 3 años!) y a
proferir sandeces acerca de Putin.
Tengo muy claro que el señor Putin no es
comunista y que tiene rasgos autoritarios. Pero también tengo claro que padezco
a un Presidente de Gobierno español infinitamente más ridículo, imbécil y
autoritario y que Putin está demostrando una serenidad en la crisis de Ucrania
que dudo mucho que “maricomplejines” Rajoy fuera capaz de gestionar si se
produjese una situación así en España. Con el Prestige se cubrió de gloria.
Como estaba ya un
tanto hasta las gónadas de soportar a aquellos mastuerzos y sus finas
inteligencias no pude reprimir decir en voz alta. “Seguro que os gustará más el comportamiento de Estados Unidos en esta
crisis y en lo que sucede en Venezuela”. ¡Qué sabrán ellos sobre lo que está haciendo USA allí! La respuesta seca y tajante por parte de uno de ellos fue: “Claro que sí”. Y arrecieron con sus
estupideces propias de un lobotomizado y ya con clara intención de buscarme las
cosquillas.
La alternativa que
tenía era la de recorrerles el árbol genealógico desde Adán y Eva y liarme a
mamporros, estando claro que, dada la desproporción numérica entre ellos y yo, saldría malparado.
Así que terminé rápidamente
mi cerveza, dado que estaba a punto de explotar y no era el ambiente más
propicio, y al salir les espeté mirándoles a la cara: “Está
claro que os gustan mucho más los nazis de Kiev”. La respuesta volvió a ser
rotunda: “Por supuesto”.
A esa gente le he
escuchado en otras ocasiones delante de la televisión del bar cabrearse con las
cifras del paro, emplear el sarcasmo cuando ven la imagen de Rajoy, pero también
de cualquier otro dirigente político del signo que sea.
No es sencillo
calificarles aparte de definirles como imbéciles manipulados y desinformados.
No toda la culpa es suya, aunque alguna tendrá aquél que se traga relamiéndose
de gusto toda la mierda que les colocan los medios del capital sin tratar de buscar por su cuenta otros relatos que no sean los cocinados por las empresas, porque son empresas, de comunicación.
No son meros
fascistas declarados, en algunas cuestiones pueden tener incluso posturas
progresistas. Son fascistas en proceso, que es de lo que también esta sociedad
española se está contaminando. Es la indignación del borrego, el discurso del
cretino para el que todos son iguales, la hez con patas, como la individua
que el otro día me hablaba de “la dictadura de los partidos”. En su fuero secreto quisieran un führer que piense y decida por todos y les evite el trabajo de buscar alternativas. Es la canalla del
que clama contra el político pero jamás contra el empresario, el tonto cínico
(la peor combinación posible porque cree ser inteligente y en ese estado ya no
tiene solución) indignado sin una rabia que se dirija contra el auténtico poder
autor de los males que padece.
Cuando desde las
supuestas izquierdas se hacen equidistancias, se callan los ataques de las
derechas, se renuncia a hacer pedagogía de las posiciones que debieran ser
propias, se busca el aplauso fácil y se pretende el voto de de los sectores más
reaccionarios, bajo la máxima del “ni de
derechas ni de izquierdas”, puliendo todo lo que haya que pulir para
convertirse en una UPyD bis, no sólo se hace renuncia de la propia identidad
sino que se traiciona a la clase trabajadora, amparándose en un ciudadanismo de
derechas y desclasado que está trayendo paso a paso el fascismo porque frente a
él no se opone nada.
Contra esos tipos tan “modernos” tengo algo personal.