Lo
más sencillo es difundir el texto sin molestarse en leer y
comprender el contenido
Por
Marat
Según
un artículo publicado en el medio Cuartopoder bajo el título
de “IU destaca la alta sintonía política con Podemos y se
reafirma en la unidad”
el coordinador de Izquierda Unida Alberto Garzón afirma que “la
unidad ha aportado diputados que, por separado, ni IU ni Podemos
habrían logrado”.
No le falta razón. Quizá le haya faltado aclarar si ese “por
separado” se
refiere, para IU, a cuando esta se mostró acobardada y se fue
achantando ante las presiones y chantajes de Podemos en el proceso en
el que este fue encumbrado mediáticamente hacia el mal amago de no
se sabe a qué asalto a los cielos. Quizá también haya faltado
aclarar porqué en las tres ocasiones en las que IU y Podemos se
presentaron juntos hayan tenido menos votos de los que hubieran
tenido por separado, en el caso de IU contando su última trayectoria
independiente, en el de Podemos la de las expectativas de voto en
solitario previas a los acuerdos electorales. Mejor no mirar de dónde
provenían los diputados que IU y Garzón se atribuyen como “logros”,
sobre todo teniendo en cuenta que buena parte de ellos eran de
Comunistes de Catalunya, de los que el gran comunista Joan Josep Nuet
ha acabado por convertirse en un adalidid del independentismo
burgués. No hay otro.
Garzón
e IU tienen razón. Por separado no hubieran logrado mejor resultado
político. Sobre todo para sus profesionales. El PCE tuvo algunos
miembros que acabaron de Ministros, diputados generales y autonómicos
del PSOE. Pero solo durante la época de González. En la etapa de
Zapatero acabaron de inspectores de abastos en grandes capitales y de
concejales en pueblos remotos. Tampoco le quedaban al PCE e IU
grandes cuadros.
Con
el tiempo veremos a los cadáveres del PCE/IU y a la metástasis en
la que se haya transformado Podemos representado el papel más triste
que quepa esperar de un bufón prosistema, no necesariamente del
PSOE. La síntesis entre falangismo y peronismo que representa
Errejón es una avanzada de lo que se avecina.
Y
en esto le viene a uno preguntarse porqué lo que ha roto con IU/PCE
lo ha hecho por la derecha (mil fragmentos aún menos derechistas) y
porqué Podemos se alió electoralmente con tanto nacionalismo
(Mareas, Compromís,...) que ahora también les abandonan. Quizá, si
el lector se interrogase por las razones encontrase la pregunta
básica ¿De verdad hay una identidad entre izquierda y clase
trabajadora?
Yo
creo que no. Creo desde hace tiempo que defender a la clase
trabajadora, la que “de verdad” madruga, no la que han estado
contado los facciosos ultraprivatizadores de todo (pensiones,
sanidad, enseñanza,...) de Vox no significa tener una posición
política electoral sino una muy básica, humana, la de defender algo principal: no ceder un milímetro más en las conquistas sociales que
un día lograron nuestros padres y abuelos. Apostar por una vida
decente, a la altura de un mundo civilizado. Y eso no nos lo van a
regalar con las papeletas de los votos. Solo lo podremos lograr
organizándonos como clase trabajadora. Lo ideológico viene
después. Los comunistas no tenemos porqué ser “políticos”, al
menos no en el sentido más indecente del término que le dan
nuestros progres y burgueses.
El
cadáver aún caliente del PP se lo disputan las hienas de Ciudadanos
y los buitres de Vox, mientras el muñeco de las sonrisas, Pablo
Casado, yace inerte hecho un guiñapo. Se inicia la descomposición
del PP, siguiendo la estela de la extinta UCD. La desbandada,
que comenzó antes de las elecciones, se hizo chorro en la campaña,
será torrente incontenible a partir de mañana en dirección hacia
ambos depredadores.
Hablar
de refundación del PP es ilusorio espejismo. Casado, el títere del
derrotado sin comparecer electoralmente, Aznar, ha sido pulverizado y
quienes fueron defenestrados por aquel ya están más fuera que
dentro, muchos de ellos ocupados en los viejos asuntos mercantiles de
la derecha clásica. Una hipotética renovación no parece que pueda
venir de jóvenes o no tan jóvenes cuadros políticos porque los
bandazos desde el aznarismo de campanario y rapiña fueron
sustituidos primero por el sablista pragmático de Rajoy luego por
una vuelta a las esencias de la dehesa de un Casado empeñado en
disputarle a Abascal el espacio de la extrema derecha eterna de dios
y cierra España. Tanto bandazo ha terminado por emborrachar a la
parroquia, una parte de la cual ha salido en espantada hacia el
nuevo PP que hoy representa Ciudadanos y hacia el original de ese
viaje a las esencias ultras que es Vox. No les queda credibilidad
para más maniobras, ni se vislumbra en el horizonte la existencia de
un equipo capaz de renovar la dirección de un buque a la deriva que
hace aguas por sus dos costados.
Sin
embargo, la mejora electoral de los de Rivera y la irrupción con
fuerza de los requetés de Abascal en el circo estatal parlamentario,
no debe nublar el hecho de que Ciudadanos, en su intento acariciado
con la punta de los dedos pero no rematado de sorpasso al PP, ha
limitado por el centro su posibilidad de expansión, al escorarse
hacia una derecha patriótica, ruda y esencialista y desbaratar su
performance, siempre mal ejecutada, de moderación y de que el
“éxito” esperado de la extrema derecha estaba claramente inflado
desde las tabernas físicas y las virtuales de las redes, así como
desde la Brunete mediática y la interesada colaboración de la
progresía que, al grito de que viene el lobo, utilizó la amenaza
ultra, que antes estaba pastoreada dentro del redil del PP, logrando
captar el momento anímico de buena parte de la ciudadanía, asustada
ante una deriva, más inducida que espontánea, confrontacional entre
patriotismos de aldea que pudieran acabar con el ideal moderado de
convivencia.
Sabe
Sánchez y su equipo de asesores que España, educada en el
conservador axioma de que en el centro está la virtud, es ese país
que tras 40 años de miedo y sumisión a la dictadura se despertó un
día “demócrata” y mesurada en sus posiciones políticas, no
queriendo dejar memoria ni de su pasado “falangista” ni de la
resistencia antifranquista de un socialdemocratizado y claudicante
eurocomunismo. Eso explica tanto el inicial éxito de un partido
creado desde el poder político por los posibilistas del franquismo
que fue la UCD como de un resucitado, a pachas entre Berlín y
Washington, con la colaboración de un sector de los fontaneros del
Estado postfranquista, PSOE. Y Sánchez y los suyos se han aprestado
a representar el papel que en si día encarnó Felipe González como
gran modernizador centrista y “centrado” ante una España ovejuna
y obediente a la que ni mil políticas de desposesión de los
derechos sociales harían cambiar su resignado amén al virgencita
que me quede como estoy.
Patético
ha sido el espectáculo en estos años de un Podemos y compañía que
pasaron de citar, sin nombrarle porque les avergüenza, a Marx en su
alusión al asalto a los cielos de la carta del revolucionario alemán
a Kugelmann en referencia a la Comuna de París y de “romper el
candado constitucional” a blandir como catecismo del Padre Ripalda
un ejemplar Constitución como garante de derechos sociales. Años
antes el telepredicador Anguita exhibía el mismo texto al estilo del
catecismo del padre Astete, clamando porque se cumpliesen los
derechos al trabajo, la vivienda, la sanidad, las pensiones o la
educación y mintiendo a sabiendas de que dichos derechos son
meramente enunciativos, papel mojado en suma en un código cuyo
modelo económico consagra el capitalismo y cuyo añadido por
Zapatero artículo 135 elevaba a categoría superema el concepto de estabilidad
presupuestaria y la preeminencia del pago de la deuda pública frente
a cualquier otro gasto del Estado en los presupuestos generales;
artículo que no será derogado por el futuro gobierno de centro
progresista que formará el PSOE, con el apoyo de Podemos y otros
socios de conveniencia.
La
fuerte caída electoral de Podemos y socios, compensada por su más
que probable papel clave en el apoyo a la formación del segundo
gobierno Sánchez, salva a Iglesias de su defenestración política,
hace de él tabla de salvación y lastre a su vez de un partido sin
cohesión y con crisis permanente. En cualquier caso, habrá ajustes
de cuentas menores, probablemente con Echenique, el Richelieu
disminuido, como cabeza turco.
Les
espera un largo purgatorio, apoyando a un gobierno que, tras los
aguinaldos por segmentos sociales de los Consejos de Ministros de los
viernes pasados, no será un paréntesis de estabilidad social sino
el nuevo brazo ejecutor de recortes sociales, más reformas laborales
y de pensiones, mayores privatizaciones de servicios, en cuanto a las
grandes corporaciones empresariales, el FMI y el capital europeo de
Bruselas se lo dicten en esta nueva fase de la crisis capitalista
mundial que ya asoma en el horizonte. Pero el cinismo de los
electores, que hacen como que creen que el voto encumbra gobiernos
con poder real y autónomo del auténtico poder, el del capital, lo
aguanta todo. Y la falacia del voto como acto soberano con efecto
real sobre la política también. Como no hay dos sin tres, tras las
políticas reaccionarias de Felipe González, las reformas laborales
y de pensiones de Zapatero, Sánchez continuará por la misma senda
porque hoy es el caballo de refresco del capitalismo, que necesita
cierta estabilidad política, ante el hundimiento del PP y la
fragmentación de la derecha, mientras ésta analiza cómo se
recompone y bajo que siglas lo hará predominantemente.
Mientras
tanto, la no necesidad de Sánchez de recurrir al apoyo parlamentario
de los independentistas de Puigdemont favorecerá la desinflamación de las tensiones en Cataluña y de
ésta con el resto del Estado español.
Está
por ver si la entrada en escena de la extrema derecha se consolida o
o si, por el contrario, es un breve paréntesis que se limite a cubrir
el tiempo de costuras en la recomposición de la derecha. Mi
hipótesis es que ha venido para quedarse. El triunfo de los
pragmáticos de ERC y la pérdida de papel en el sostenimiento del
gobierno PSOE del independentismo unilateral le quitará una de las patas de su
triunfo actual. Pero no le faltarán medios económicos, tiempo y
cuadros afluyentes de diversas procedencias para fortalecerse. Cuando
vuelvan mal dadas en la economía, la rabia social que ya no canaliza
Podemos y que no puede organizar ni dar dirección política una
opción de clase porque ya no hay comunistas, si tienen la habilidad
para abandonar la línea liberal de la extrema derecha austriaca o
brasileña que hoy les inspira, y optan por la social de Marine Le Pen, ahí sí que estaremos ante un auténtico problema porque, entonces
lo que hoy es ultraderecha puede pasar a ser fascismo organizado y
escuadrista realmente peligroso. Al fin y al cabo, extendiéndose la
mancha parda por toda Europa nada puede vacunarnos contra ella, a
menos que seamos tan cínicos y estúpidos como para creer que al
fascismo lo derrotan las papeletas electorales y no una organización
de la clase, consciente y con proyecto, lo que hoy no existe ni
parece que vaya a asomar por el horizonte en muchos años.
Un PP cuyo objetivo es impedir ser
sobrepasado por la ultraderecha de VOX tratando de convertirse en
ella. No porque intente pararla sino porque su intención es salvar
al aparato de profesionales de la política que viven de ella.
Un partido que se arrepiente de su
pasado más glorioso, aquél en el que Marinano Rajoy demostró ser
el mejor presidente posible para su clase, la capitalista, en el
período más álgido de la actual crisis, que volverá pronto a ser
agudo, y que quiere envolver la realidad presente de millones de
personas en la pobreza en un discurso patriótico y antinacionalista,
haciendo nacionalismo.
Un C´s cuyo “mejor” logro es haber
sido el puente necesario para entendimiento entre la derecha clásica
y la ultraderecha en Andalucía y cuyo destino decreciente es el de
sumar, en lo posible, al intento de reeditar el mismo pacto a nivel
nacional.
Un C´s cada vez más liberal en lo
economíco, mientras juega a “progre” en cuestiones, que también
son liberales como los vientres de alquiler o la “muerte digna”,
seguramente su más decente y compartible posición política.
Un VOX de Don Pelayo, la Reconquista,
la unidad de la patria, los cazadores, los toreros y alguna otra
tontería eficaz en la taberna y twitter, mientras está dispuesto a
acabar con conquistas sociales tan básicas como las pensiones y la
sanidad públicas y pretende dar ventajas a la educación privada
mediante el cheque escolar a la concertada, de interés privado para
los padres pero pagado públicamente.
El VOX de un ser coherente como
Abascal, partidario de la economía privada que siempre ha vivido de
la pública, el patriota del “novios de la muerte” que se escqueó
de la mili a base de prórrogas.
El PSOE, el de la revonversión
industrial de Felipe González, que destruyó gran parte del tejido económico del país para ser admitido en la UE y asumir el papel de
España dentro del marco capitalista europeo -país de camareros-, el
mismo presidente que aumentó los años de cotización de las
pensiones, de lo que ustedes ni se acuerdan ni queren. El mismo PSOE
que, con Zapatero, aplicó dos reformas de las pensiones y una de la
reforma laboral que dejó la indemnización al empleado en 20 días
por año trabajado y facilitó el concepto de los “despididos
objetivos”. El PSOE de Sánchez, que ha logrado la aprobación de
muchos decretos pero se ha reído de las pensiones, no revolviendo su
futuro, pero vendiendo una “actualización” de las mismas.
Podemos y su miniyo IU. El primero
pregonaba la democracia de base y digital, y demostraró que se
carcajeaba del primer concepto y que de las primarias 2.0 hacía un
tongo habitual.
Podemos, la gente que nunca fue clase,
pero ahora quiere quiere disfrazarse de tal, que iba de ciudadana y
que veía “empresarios patriotas”, que enarbolaba la idea de
patria pero que tiene un lío impoortante con el concepto en Cataluña
y en Canarias, que iba a asaltar los cielos pero ha decidido destruir
las calzadas en las grandes ciudades con cráteres inmensos, que iba
a romper el candado constitucional pero ahora tiene a un cómico
presentando un librito tamaño mini diciendo que hay que cumplir la
Constitución, al estilo Anguita, aunque lo que reivindique sean
artículos meramente declarativos pero no obligatorios. Iglesias, el
que exigíó no se cuantos ministerios para impedir un gobierno de
colación de progres y acaba tratando de convencernos de que lo que
mejor que puede pasar a no se sabe qué cosa (¿la clase, la gente,
los ciudadanos?) es votarle.
En medio de todo esto, ni los que
sobreviven en la desesperación, ni los que cobran algún tipo de
ayuda pública, ni los que aún no llegan a ser mileuristas, ni los
que sobrevivimos dentro de la oscura economía del búscate la vida,
ni los que rebuscan en la basura, ni los pobres de toda condición,
vamos a mejorar ni un ápice de condición si esperamos de todos
estos canallas (incluidos los corruptos de PNV y los sinvergüenzas
indepes de Cataluña, los peores recortadores sociales) algo que nos
dé un solo minuto de esperanza.
La única que nos queda es organizarnos
como clase, pegarnos al que anda tan doblado como nosotros, organizar
la solidaridad desde lo más inmediato y necesario de cada uno, no
fallar al de al lado, consttruir organización, plantear la batalla
allá donde nos afecte, ver que cada lucha concreta debe mirar más allá de esta.
Cuando
era joven, allá por la época en la que John Kennedy Toole escribió
“La conjura de los necios”, todavía se decía aquello de
“éramos pocos y parió la abuela”. Afortunadamente
aún no habían intentado imponer sus tiránicas estupideces los
progreliberales inquisidores de la antiopresión de todas las
diversidades mundiales que nada tengan que ver con la sostenida y
creciente depauperación de la clase trabajadora.
En
aquella era arcaica a la que antes me referí aún decíamos cosas
como “una imagen vale más que mil palabras”.
La cosa es que en un mundo en el que lo inmediato es decisivo, la
reflexión está mal vista, la banalidad es el titular y la filosofía
es inútil para los objetivos de la productividad y el beneficio, el
meme acabó por convertirse no en la superioridad de la imagen sobre
el discurso sino en el todo definitivo y el tuit del gracioso de
turno en la fase superior del pensamiento chimpancé.
¿Cómo
no iba a ser la política una expresión de todo esto? O, al menos,
la política de izquierdas; esa corriente que fue pasando del
reformismo prosistema en su origen, la conciliación de la “Liberté,
Egalité y Fraternité” entre la “bourgeoisie” y los “sans
culottes”, a la nada más absoluta, el oportunismo más indecente y
la fuente de supervivencia profesional de tanto vividor de las
esperanzas y derrotas de los humillados.
Hay
fotografías que lo dicen todo, como la que acompaña a esta entrada
del blog. Escondidos bajo la falsa sensación de protección de su
futuro como profesionales (malos) de la política, tras la silla de
ruedas de Manuela Carmena, caminan dos concejales de Ahora Madrid,
mañana Menos Madrid. Tras ellos caminan haciendo coro de rastreros
otros personajillos de menos fuste. Todos ellos aspiran a renovar su
chupe del bote municipal, mientras los barrios del sur (donde vive la
mayoría de la clase trabajadora madrileña) languidecen entre basura
y suciedad, mobiliario urbano deteriorado, falta de infraestructuras
y cráteres que hay que jugar a sortear en sus calzadas para
evitarlos y no dejarse un neumático o un amortiguador en la hazaña
conductora. Si en el período Rajoy los alcaldes inauguraban
rotondas, es previsible que la señora Carmena, que ha esperado a
Pedro Sánchez para poder saltarse los límites del gasto que imponía
Montoro (el gobierno municipal de Madrid ha sido especialmente
lacayuno durante estos años en cumplir con las reglas de austeridad
impuestas), ahora lo hará inaugurando rellenados chapuceros de
baches. Hay algunos que por su dimensión quizá merecieran el corte
de la cinta por la alcaldesa o, como mínimo por el concejal de
Desarrollo Urbano Sostenible, Atajos y Socavones Mil, José Manuel
Calvo.
Mientras
tanto, la alianza mafiosa del ladrillo y la banca pegará, gracias al
consistorio de Ahora Madrid, el mayor pelotazo especulativo
urbanístico de la historia de la ciudad 13.200 millones de negocio
según datos del ayuntamiento), el antes conocido como Operación
Chamartín y ahora como Madrid Nuevo Norte. Lo que no llegó a
ejecutarse ni con el PSOE ni con el PP se hace ahora con el
ayuntamiento del “cambio”.
Por
contra la sensibilidad social hacia los paganos de la crisis
capitalista por parte de la señora Carmena y sus secuaces se muestra
con claridad en su respuesta a las preguntas de los periodistas
durante la presentación del Carnaval de Madrid 2019 respecto a su
opinión sobre el desahucio de cuatro familias de la calle Argumosa
11, en el neopijoprogre y gentrificado Lavapiés.
"Yo
quisiera que estos fueran, pues, los últimos desahucios que se
producen con estas características... Y ahora, ¿intentamos hacer
preguntas del Carnaval que nos sorprendan con respuestas que os
sorprendan?". A otra cosa,
mariposa, que al Ayuntamiento del “cambio” lo que le importa es
el Carnaval ¿Cómo no iba a ser así, cuando durante todo el mandato
de este grupo político los lanzamientos se han seguido produciendo
con la misma impunidad que en la época de Ana Botella (PP)? Ya vemos
que, gobierne quién gobierne, “el si se quiere se puede” o, el
más simplificado, “sí se puede” obamaniano no son otra cosa que
sloganes publicitarios de campaña política cuando la realidad es
que quien manda es el capital y los políticos del parlamentarismo
burgués sus títeres a sueldo. Cuando la necesidad de acumulación
del capital se impone (la presencia de las vivienda turísticas de
Airbn es brutal en ese barrio), la política de la representación
“democrática” es un trampantojo al que se le van viendo, cada
vez con mayor claridad, los rotos por los que asoman la pobreza (sin
apellidos para clasificarla, trocearla y disminuir su realidad), la
sobreexplotación laboral, los desahucios, los contratos basura, los
salarios de miseria,...y la causa de todos ellos ¿Hace falta que se
la mencione?
A
esa otra alcaldesa del “cambio”, clon joven de Carmena, llamada
Ada Colau, también se le mueve su mundo de forma inconveniente. “Els
comuns”, una suerte de aventureros representantes de todas las
tendencias del reformismo proge, también se le mueve el parchís
(hablar del tablero de ajedréz para la política gallinácea es muy
exagerado). Los comunes se descomponen en línea con lo que le pasa a
su socio Iglesias. Tras la dimisión de Xavier Domènech, uno de los
políticos de más fuste con el que contaban y el oscurecimiento del
ex dirigente sindical y socialdemócrata más honesto de todo ese
grupo político, Joan Coscubiela, sin duda el referente más claro de
una posición que apunta hacia cierta idea de clase dentro de “els
comuns”, Elisenda Alamany, ex portavoz de los mismos en el
Parlament, deja el grupo para acercarse a ERC. Junto a ella, Joan
Josep Nuet, que en su día se presentó como candidato Coordinador
Federal de IU frente a la candidatura en la que fue elegido Cayo Lara
(¿para cuándo un análisis de cómo ha sido posible que en IU
prosperasen desde españolistas bravíos como Francisco Frutos hasta
aventureros como Iglesias o Tania Sánchez, pasando por personajes
como Monedero, Nuet o el ex nazi Verstrynge? Para nunca. Demostraría
que del compostaje de esa organización nació lo que hoy vemos) ,
propone a su partidillo de bolsillo, Comunistas de Cataluña,
alianzas electorales con dicho partido independentista. Algún día
alguien debería contar cuál fue la deriva del PSUC, aún más
socialdemócrata que el PCE de Carrillo porque tenía más
perspectivas electorales, sus dirigentes provenientes de la burguesía
desde Antoni Gutiérrez Díaz, sus escisiones, los disfraces mutantes
de Mortadelo derivados de la diáspora que vino tras sus sucesivas
rupturas y la siempre pero creciente tendencia de la catalanidad
sobre la posición de clase.
En
paralelo, la puñalada por la espalda del aprendiz de un Maquiavelo
de pegote, Errejón, a su antiguo compinche Iglesias encuentra su
ironía poética en la del pulpo que le cayó de un grupo de jóvenes
en la UVA (Unidad Vecinal de Absorción, viviendas de baja calidad
que sustituyeron a antiguas chabolas, siendo posteriormente
reemplazadas por torres y bloques, característicos de la
construcción especulativa de aluvión en los barrios obreros de
finales de los 60 y principios de los 70 del pasado siglo) de
Hortaleza.
Merece
la pena que vean el vídeo completo, si es que no lo han visto ya
porque, aunque provengan de una organización pantalla de uno de los
grupos de “comunistas” más sectarios y dogmáticos
(Reconstrucción Comunista) que uno pueda encontrarse, las críticas
que le lanzaron son asumibles punto por punto y en todas sus
palabras, de la primera a la última. En cualquier caso, coincidir en
la crítica, no supone en absoluto por mi parte hacerlo en su visión
política.
Si
hay algo que demuestra, el vídeo es que lo que algunos ya sabíamos,
que en un entorno no amable, ni formado por fieles devotos, Errejón
es un bluf, que carece de otro argumentario que el de la antigua fe
de todo el poder para los arribistas del parlamentarismo burgués, se
confirma aquí.
No
dudo que tiene su público, ese que “juega a la política” en sus
ratos libres, para el que la lucha solo tiene un destino, el de
ocupar las instituciones, y que concibe la acción como una forma de
ocio y realización personal y no como un medio para crear
organización de clase, con perspectiva de clase y objetivos de
transformación socialista de la realidad. Pero el viaje de Errejón
no llegará muy lejos dentro de Más Madrid porque es una opción a
la que se le ven aún más las costuras de encumbramiento
personalista de los conjurados que al propio Podemos, lo que es no
mucho sino muchísimo. Dado que la supervivencia de la profesión
política es el objetivo real primero y último de la operación
Errejón-Carmena nadie debe sorprenderse de las piruetas políticas
que darán los principales actores de la jugada. Veremos dónde
acaban. Algunos quizá se sorprendan. Otros lo haríamos si no fuese
así.
Iglesias
ve traiciones por todos lados, de propios (desde Errejón a Besansa,
desde fieles hasta ayer, como Espinar, hasta barones regionales que
le han montado una dirección paralela desautorizándole) y extraños
(desde Compromís hasta las Mareas, desde Equo hasta ese Oximoron
llamado Izquierda Unida, pasando por los anticapis). Posiblemente en
la mitad de los territorios Posemos se vea abocado a presentarse en
soledad. Ya solo le quedan como fieles escuderos Echenique, y veremos
si éste ni vuelve a Ciudadanos, de donde vino, y Montero. A la
primera la ha convertido en su lady Macbeth particular y puesto por
delante para hacer pantalla y que el mundo se olvide un poco de él
hasta ver si se desdibuja su imagen de “tristón,
aburrido y amargado...mientras se cuece en su “salsa de
estrellas”...rosa pálido, en una pirueta histórica que ahora
se vuelve contra él y le devuelve su propia imagen en las palabras
dichas contra su ex formación que luego acabó siendo su miniyó y
ahora es uno de sus dubitativos y codiciosos socios, viendo como su
peso político disminuye a velocidad acelerada.
El
pseudointelectual político Iglesias, que nunca pasó de la lectura
de la mitad de algún manual de citas de Gramsci, ordenado de la A a
Z, ve ahora acercarse al bosque de Birnam al castillo de Galapagar,
sin comprender más que una parte de las causas de su mal.
Seguramente sabe que Podemos nunca fue un partido, en el sentido
leninista del término, sino una agrupación de agraviados con
mentalidad de clase media y aspirantes a servidores profesionalizados
del Estado burgués, sin otro elemento de común que las aspiraciones
de cada uno de sus socios internos y externos porque, como él mismo
sabe, lo ideológico ya no se lleva. No comprende, a pesar de haber
sido profesor de “Teorías y formas políticas” y, por tanto,
haber tenido que tratar en clase las formas de dominación política
de Max Weber, que el modelo de autoridad carismática (propio del
cesarismo o el bonapartismo) se agota cuando el líder muere o deja
de ser líder reconocido como tal. Pero, si esto no le hubiera
bastado debiera haber sido suficiente para él, buen conocedor de la
República Bolivariana de Venezuela,que la el análisis de Weber
sobre los tres modelos de dominación legítima (el racional, el
tradicional y el carismático) se cumplió a rajatabla tras la muerte
de Chávez y su sustitución por el mediocre y patético Maduro.
Cierto que la obra de Weber “Economía y sociedad”
es el intento burgués de refutar la obra de Marx pero quien no
conoce al enemigo o es incapaz de aprender algo de él es alguien
políticamente muy limitado. Y Pablo Iglesias ha dado muestras
sobradas de ello.
Tampoco
Iglesias ha comprendido hasta qué punto sus equilibrismos políticos,
sus tacticismos zigzaguantes, sin otra estrategia que el el crecer
electoralmente, sus contradicciones y sus contínuas rebajas
programáticas, que son suyas porque Podemos ha sido un partido
vertical, a pesar de los anticapis y los errejoners, sujeto a la ley
de hierro de la oligarquía de Michels, le situaba permanentemente en
la contradicción de la contradicción. Cuando comenzó su declive
electoral, se fue rompiendo de modo más sangrante y a la luz
pública, el falso monolitismo de esa dirección basada en su sagrada
coleta, en una carrera hacia el acomodo de cada ambición personal.
Fueron muy pocos quienes se retiraron hacia sus vidas profesionales
sin bronca porque, en gran parte de los casos, aquellas eran mucho
menos interesantes o, simplemente, la de político había sido la
primera en la que debutaron.
Podemos
nació en un plató. Y no era el de la Sexta, ni en el de la tele
virtual de Público, ni en “La Tuerka”, ni en “Fort Apache”
sino en “El Gato al Agua” de Intereconomía en abril de 2013. Por
mucho que “La Tuerka” fuera anterior a sus colaboraciones en
Intereconomía, lo que le dio el espaldarazo mediático fue
precisamente su participación durante aproximadamente 7 meses en
dicho programa lo que le posibilitó que fuese alguien conocido
porque las demás televisiones La Sexta, Cuatro, etc. le acogieron a
partir de entonces como tertuliano habitual. Las televisiones se
fijan en otras televisiones de TDT, no en las de Internet.
De
su cierta notoriedad pública al lanzamiento televisivo de Podemos
todo sucedió muy rápido, demasiado rápido para no resultar
sospechoso. Conviene recordar que cuando nace Podemos faltaban solo 2
meses para que Pérez Rublacaba anunciara (mayo de 2014) su dimisión
como secretario general del PSOE, que haría efectiva en junio. En
julio es elegido Sánchez que, por entonces, era mucho menos conocido
que Iglesias. Cuando Podemos y sus socios no apoyaron su investidura
de Sánchez tras las elecciones de 2015 y 2016 se inició el
“desenamoramiento” mediático de este partido y de su líder, lo
que confirma la tesis de que ambos habían sido impulsados para
guardar los votos del granero PSOE. Tras el regreso de Pedro Sánchez
como dirigente victorioso de su partido tras el golpe de mano de
Susana Díaz que provocó su cese, Podemos era ya el gatito dócil
que había asumido su papel subalterno que hoy conocemos respecto al
PSOE. Por el medio se había producido, no el sorpasso en las
elecciones de 2015 y 2016, sino la sorpresa...para los podemitas, no
para los demás. Su actuación en las dos ocasiones derivadas de
dichas elecciones en las que Sánchez presentó su candidatura a la
Presidencia del Gobierno marcarían un evidente antes y un después,
para los medios y para muchos de quienes habían sido hasta entonces
sus electores. Dado que Podemos fiaba toda su estrategia, objetivos y
acción política a la vía parlamentaria, comenzaba a entonar su
largo y agónico canto del cisne. Hoy, de su colaboración con el
PSOE solo puede exhibir como gran mérito la subida del salario
mínimo interprofesional y, aunque se empeña en ello, no unos
presupuestos Generales del Estado que no han sido aprobados, como
tampoco el sostenimiento de las pensiones públicas, que le pasará
factura, aunque su posición de levantarse de la Mesa de Toledo pueda
ser comprensible pero solo para los sectores más y mejor informados.
¿Qué
decir de la IU de Garzón, nacida, no lo olvidemos, de la fundada el
29 de abril con los siguientes grupos Partido Comunista de España
(PCE), el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), el
Partido de Acción Socialista (PASOC), Izquierda Republicana (IR), la
Federación
Progresista
(FP) -la de Tamames, que tenía un tesorero ladrón ¿saben lo que
hoy defiende el economista?-, el Partido
Humanista y el ¡¡¡Partido Carlista!!! (¿saben ustedes lo que
significó el carlismo en España y cómo fue uno de los elementos
que apoyaron el levantamiento militar de 1936? No, es que hay
carlistas buenos. Vale, váyase a tomar por culo y muérase). Sobre
esta cuestión he escrito en numerosas ocasiones sin hallar
respuesta. Dudo entre el hecho de que le personal no lea o lo haga
sin comprender, que carezca de la cultura política para saber de qué
hablo o simplemente de que algunos de mis lectores sean una pandilla
de sinvergüenzas.
¿Y
de Garzón? Algo positivo de entrada porque tampoco es cosa de negar
las capacidades mi enemigo de clase. Ha tenido la inteligencia
personal o “inducida” para poner en evidencia a quienes le
cuestionaron su pacto con Podemos, demostrando que antes ellos
pactaron con el franquismo evolucionado de Suárez y de Fraga.
Por
lo demás, Garzón es un personaje del que no sabemos casi nada antes
de debutar como diputado por Málaga. Parece que tuvo algo que ver
con el 15-M de la zona. No sabemos el qué ni cuáles fueron sus
méritos dentro de u movimiento tan sospechoso desde una perspectiva
de clase. Eso sí, sabemos que tejió amistades con los ATTAC, esos
que tuvieron una ex vicepresidenta en Francia que ahora lo es del
comité de planificación del Transnational
Institute de Ámsterdam, apoyado por George Soros. También
sé de la admiración de Soros por Alberto Garzón.
Curiosamente
hay un vínculo indirecto acerca de lo que representa un sujeto como
Alberto Garzón que es el siguiente (si les interesa, no es directo y
requiere cierto análisis. Ustedes verán):
Alberto
Garzón escribió el 3 de Agosto de 2018 un artículo en el que se
preguntaba si era el marxismo un método científico. Les
adelanto lo siguiente: nunca he creído que el marxismo sea una
ciencia pero sí que su método es científico. Se lo explico:
aunque Marx y algunos marxistas (reconozco no más de una docena) no
han creado verdad inmutable y siempre demostrable, si que generaron
un sistema de contrastación entre realidad e ideología (en el
sentido negativo de Marx, como inversión de la realidad). Cuando se
usa dicho método uno comprueba que los hechos no se separan
demasiado del análisis. Es más, muy poco. Pero, si uno piensa en
los análisis de Lenin previos a la revolución de octubre y en los
casi inmediatos (las tesis de abril) llega a la conclusión de que
había una capacidad de conocer el nivel de madurez de los
acontecimientos que conducirían a la revolución soviética e
incluso respecto al momento preciso (recomiendo leer las actas de
las reuniones inmediatamente anteriores al instante preciso de los
bolcheviques)
Alberto
Garzón toma como figura determinante de qué es ciencia y qué no a
Karl Popper, uno de los pensadores más reaccionarios de la
historia, modelo teórico de George Soros, para el que los hechos
son permanentemente refutables, hasta tal punto de que siempre cabe
la posibilidad de que sean provisionales y, por tanto, refutables.
No cabe negarle a Popper la capacidad de plantear una cuestión
clave: la provisionalidad de las conclusiones. Pero, si de lo que se
trata es de negar la solidez de los hechos de partida, estamos ante
un relativista que, sin duda, también lo es moral.
Pues
bien, ese Alberto Garzón es el mismo que en su día rechazó las
primarias y que luego las organizó de modo que no hubiera sorpresa.
El
Alberto Garzón del pacto de los botellines es el mismo que unos
meses antes le sacó los dientes a Podemos, que luego de lo que no
fue entendimiento sino entrega, intentaba ver la posibilidad de sacar
cabeza en el Congreso, el mismo que echó a miles de miembros de IU
(no soy tan exagerado como para hablar de militantes) en Madrid y en
otros lugares, el que ahora pretende una mayor representación
electoral dentro de Unidas (lo del femenino es la polla) Podemos.
En
Garzón y en la dirigencia de IU no hay principios sino voluntad de
mantener el chiringuito que les permita vivir. En lo que les quede de
la base tengo muy claro que hay gente de izquierdas. Ni un solo
comunista porque, se autodenominen como quieran esos mediocres solo
son de izquierda. De comunistas ni un ápice. Son de las ideas de la
Revolución Francesa. De la de Octubre solo vieron la peli. El libro
les obligaba a demasiado y les hubiera cuestionado un poco su papel.
Pero
sería injusto si no admitiese algo a la IU de Alberto Garzón, más
allá de las gilipolleces que hacen en redes sociales. Parecen gente
que habla de la clase trabajadora salvo cuando ponen por delante a
todas las identidades (feminismo del género, animalisno, etc) que no
es la clase. Y eso es lo habitual, si no tienen un aviso de europa
press que hable de un ERE. Se nota que tienen unos sindicalistas de
la hostia.
Garzón
es el que se ha tragado que intenten engañar a los pensionistas con
la supuesta subida de las jubilaciones y que no ha dicho nada ante la
mochila austriaca que preparaba el gobierno del PSOE ¿Ha dicho algo
sobre la “mochila austriaca” que tiene dicho partido como posibilidad alternativa al paro y a las pensiones? Ah, que el afiliado de IU no sabe nada de esto.
Hablemos
en serio. Ni la ¿dirección? de Podemos tiene nada que decir en
términos de clase porque lo suyo es la gente (bueno, ahora hablan de
la gente trabajadora. Cuando desciendan por debajo del 5% hablarán
en términos de clase) ni la de IU, por mucho que Garzón parezca hacer buenos análisis en esos niveles. Cuando suceda la debacle vendrán algunos
IUpodemitas a contarnos no se sabe qué sobre las críticas que
tienen que hacer a lo que les ha pasado. Al fin y al cabo, para ambos partidos la justeza o error de un planteamiento político se mide por los resultados electorales.
En
un momento en el que frente a la pobreza que padecemos el 40% de la
población, frente a cuántos casos de desahucios se darán, frente a
cuántos trabajadores vivimos en la economía sumergida, frente a
cuántos somos hoy realmente pobres, no tenemos una organización de
clase que nos defienda sino un conjunto de trepas organizados para
seguir viviendo a nuestra clase ¿Seguiremos permitiéndolo?
La
necesidad de construir organización de clase no puede seguir pasando
por el pseudoizquierdismo de IU ni de Garzón. Podemos es un cadáver
putrefacto. Que haya gente que trata de demostrar que IU es diferente
solo demuestra que son indecentes. Tragaron antes con lo que era
Podemos.
Es
el momento de plantear otras perspectivas. Desde el Espacio de
Encuentro Comunista no hemos intentando nunca demostrar verdades pero
sí plantear que la necesidad de organizarse debe hacer desde una
perspectiva de clase y que ésta solo se adquiere cuando uno busca
comprender lo complejo junto a otros compañeros que puedan ayudarle
a entender lo que le pasa.
Por Marat Ni los que conocisteis las
primeras elecciones postfranquistas de 1977 ni los que habéis ido
entrando en cada una de las estaciones electorales posteriores me
parecéis respetables. Desde aquellas elecciones previas a la
Constitución Española hasta el día de hoy os han tomado el pelo.
Se puede ser idiota un rato, unos años
o toda la vida. Vosotros sois de los que pertenecéis a la estupidez
humana con una devoción infinita.
Desde el instante en el que se llegó a
la Constitución española renunciando a querer conocer el pasado
nacido de una derrota militar lograda por una clase social que se
negó a admitir una posibilidad reformista en los años 30 del pasado
siglo, demostrásteis que, como nación, erais un país inútil para
la memoria.
Desde el momento en el el que
decidisteis que no queríais que os recordasen como fascistas ni que
os tomasen por comunistas en las primeras elecciones de 1977
demostrásteis que erais gilipollas. Labrásteis lo que, como país
habría de ocurriros con vuestra ilusión de ser europeos. Hoy vemos
lo que eso significa.
Cuando llegó el recambio del suarismo
(UCD. Lo peor es que a los que tienen menos de 30 años ni les suena
de qué hablo) con el PSOE de González. Eran los años de España
como anfitriona del Mundial de Fútbol, mas tarde de las Olimpiadas
de Barcelona y de la Exposición Universal de Sevilla. Cada cuñado
español fue feliz de pertenecer al Estado español, al que no le
molestaba llamar España, incluso a muchos independentistas actuales
de Cataluña o de Vitigudinos, que idiotas hay hasta en el pueblo más
desierto.
Luego llegaron aquellos maravillosos
años del azanarato en los que se terminó de destruir lo que quedaba
de las empresas públicas, en las que sus trabajadores eran
respetados socialmente, pero nos fue muy bien porque nos rebajan los
IRPFs mientras se iniciaba la descomposición de las conquistas
sanitarias, educativas y de pensiones.
Pronto vendría Zapatero para elevar la
edad de jubilación, hacer dos reformas laborales, una detrás de otra
y comenzar con los recortes sanitarios.
Pero, afortunadamente, llegó Rajoy,
que lo hizo bueno en todo lo anterior. Con el PP tuvimos el odio
intenso necesario que nos hiciese olvidar al Presi anterior.
Y, por fin, llegó Sánchez, el hombre
incombustible, el que nos ayudará a olvidar el tiempo vencido. El
que nos va a convencer de que darnos un poquito de oxígeno es
socialismo, de que darnos unos gramos de supervivencia hasta que
lleguen los próximos recortes es igualdad. Justo la peli que nos
vendió Zapatero.
Enfrente tienen ustedes la peli de lo
que los progres llaman el “trifachito”. Una de tantas ficciones
en las que lo principal es que nos creamos que hay unos malos muy
malos de la derechuza y extrema derecha que son los auténticos
malvados liberales contra los que se enfrenta el auténtico
socialismo ¡Ay, por dios!
Fantástico que ni nos enteremos ni nos
queramos entender que hay un descaro indecente equiparable a la
época en la que Podemos y su miniyo, IU, intentaban vendernos que
ellos iban a romper no sé con cual realidad social. Tampoco con el
ridículo papel que han hecho desde su fundación, que no fuera la
colocación del personal.
Estos
días los medios de comunicación españoles cuentan, con calculada
medida (no sea que se extienda fuera de Francia, como ha sucedido en
Bélgica), la revuelta francesa de los “chalecos amarillos”
(“gilets jaunes”). Llama la atención que lo que sucede en
Francia, aquí al lado, tenga un tratamiento limitado y tan escaso en
explicaciones, más allá de las relativas al efecto de la subida de
los carburantes sobre los usuarios y a un intencionado intento de
vincularlo al lepenismo.
Sin
embargo, apenas he leído contextualizaciones que traten de buscar
explicaciones más allá de que Macron sea un presidente liberal,
elitista y poco dado a escuchar la voz de la calle y al diálogo y de
la ya mencionada subida de los carburantes sobre las clases populares
francesas.
Desde
el estallido de la crisis capitalista a nivel mundial, Francia ha
conocido tres presidentes -Sarkozy, Hollande y Macron- cada uno
promotor de políticas más reaccionarias, antipopulares y liberales
que el siguiente. Durante estos años los tres presidentes han sido
elementos de gran importancia en el mantenimiento del eje
germano-francés, que ha sido decisivo en la implantación de las
políticas de austeridad y recortes sociales contra las clases
trabajadoras en toda la UE y que ha tenido su plasmación en el
conjunto de las economías nacionales de la Unión.
En
Francia, como en España o Grecia, hubo huelgas generales contra
estas políticas pero ello no era obnstáculo para que en Francia y
en España, como en Italia, Alemania, los Países Bajos o los
nórdicos la izquierda y el sindicalismo mayoritario hayan formado
parte del entramado de relaciones que hace años definí como “la
corporación”. Es decir, ni la izquierda ni el sindicalismo
mayoritario han estado en los últimos 50 años al menos dispuestos a
romper los límites del juego político que el Estado capitalista
había marcado. En el caso del sindicalismo mayoritario en esos
países se ha venido caracterizando desde hace mucho tiempo como un
sindicalismo de concertación, o incluso de cogestión de las
relaciones sociales de producción capitalistas y no de combate
contra el capital. La única excepción de la que puede hablarse en
Europa dentro del sindicalismo mayoritario la representa el PAME
griego.
Mientras
tanto, no ya los partidos autodenominados socialistas o
socialdemócratas sino la gran mayoría de sectores de la izquierda
excomunista, que incluso tiene el descaro de seguir llamándose
comunista, y de la llamada “izquierda alternativa”, fueron
abandonando la práctica de clase -el discurso, lo ejerzan o no,
importa muy poco si la práctica lo niega- para irse integrando en
los cien mil identitarismos posmodernos, negadores de la clase como
eje del principal antagonismo, el de capital-trabajo.
En
ese vacío es donde surge en las luchas de carácter social el
espontaneismo, el rechazo a ser representados en las luchas por
organizaciones clásicas, el aparente apoliticismo, que más que
apoliticismo es prepolítica y apartidismo, la transversalidad
ideológica de movimientos cuya chispa prende a partir de
circunstancias, cuestiones y revindicaciones concretas.
Hay
quienes han sentido la tentación de establecer comparaciones entre
el movimiento de los “chalecos amarillos” y el de los indignados
españoles del 15M. Fuera de los elementos de transversalidad
ideológica, aparente apoliticismo y surgimiento en las redes
sociales nada en lo que se parezcan.
Si
el 15M fue principalmente un movimiento nacido de la generación
joven de unas clases medias urbanas, fundamentalmente de las grandes
ciudades, que veían el fantasma de su proletarización y descenso
social, como luego se vio en la composición de sus figuras más
relevantes y que hicieron carrera en la política, el movimiento de
los chalecos amarillos es ante todo un movimiento de las clases
trabajadoras y pequeños autónomos de los barrios dormitorio
populares alejados de las grandes ciudades y sus centros y de la
Francia agrícola. Personas que utilizan sus vehículos particulares
para desplazarse a sus lugares de trabajo porque la red de transporte
pública francesa es muy insuficiente para sustituir el uso de medios
privados.
Si
el 15M nació con un programa en el que en primer lugar destacaban
los elementos de tipo político (aquello de la democracia
participativa), al que luego se le añadieron los de tipo económico,
básicamente referentes a la economía financiera (la banca), a la
que se incorporaron ciertos utopismos de la llamada economía
colaborativa, que ya sabemos hoy lo que es, el movimiento de los
chalecos amarillos ha arrancado con una agresión claramente
económica y muy concreta la brutal subida de los carburantes, a la
que se ha sumado la llamada ecotasa del gobierno de Macron.
De
hecho, Macron se envuelve en la bandera ecologista de parar mediante
estas medidas impopulares el cambio climático. Pero los chalecos amarillos ya no se detienen en la cuestión de la subida de los carburantes. Incorporan todo un temario de propuestas de tipo socioeconómico marcadamente igualitario, como la reversión de los recortes, la mejora de las pensiones, el apoyo a las familias más desfavorecidas, aumento del salario mínimo, fomento del empleo no precario, restablecimiento del impuesto a las grandes fortunas, recuperación de los servicios públicos, jubilación a los 60 años,...Es evidente que se trata de demandas reformistas pero no existen energías revolucionarias que vayan por delante de aquellas y se trata de exigencias que conectan con las necesidades inmediatas de la clase trabajadora francesa, al igual que la de la clase trabajadora de otros países de la UE.
Entramos
con esta cuestión de carácter aparentemente solo medioambiental en
una temática de la que prácticamente nadie, a derecha e izquierda
-¡cuanto se parecen ambas!-, parece interesado en hablar. Que la
transición energética de unas energías muy contaminantes y no
renovables a otras pretendidamente limpias (ya veremos cuánto lo son
y su impacto ecológico en el futuro) y renovables va a golpear
fundamentalmente sobre las espaldas de la clase trabajadora, que la
llamada sostenibilidad es la gran coartada para sacar de las calzadas
a millones de trabajadores que no pueden permitirse comprar un
vehículo nuevo (ecológico o no) y del mayor pelotazo económico que
pegará el capitalismo en toda su historia. Hasta ahora no estamos
viendo prácticamente medidas económicas gubernamentales, ni a
derecha ni a izquierda, que ayuden a la clase trabajadora a hacer más
llevadera esa transición energética pero no faltan las ayudas de
esos mismos gobiernos a sectores como el del automóvil, ya sea en
sus versiones eléctrica o de hidrógeno. Para la clases medias-altas
y ricas la transición ecológica será, en cambio, algo muy
soportable y que les ayudará a sentirse ambientalmente responsables
y mejores personas.
El
mayor efecto que ha tenido el 15M ha sido el del empleo de centenares
de personas en la política, ya sea como representantes, asesores o
técnicos. La lucha de los “chalecos amarillos” apunta
directamente contra esta nueva forma de austeridad que dejará fuera
del acceso al vehículo a quienes lo necesitan para trabajar o para
desplazarse a sus trabajos por falta de alternativas de transporte
público adecuadas y que tendrá el correlato de un gigantesco
negocio para la gran industria. Para quienes tengan que desplazarse
una media de 50 o 100 kms al día, y les aseguro que son muchos más
de los que puedan pensar, la bicicleta o el patinete eléctrico no
serán una alternativa. Hoy son más bien una moda urbanita.
He
visto en estos días a personas que se dicen de izquierda, algunos de
las cuáles se autodefinen comunistas, condenar a este movimiento
porque dicen que está infiltrado por el partido de Marine Le Pen,
algunos incluso se atreven a decir que está dirigido. La ignorancia
siempre ha sido mala cosa. Es madre de la estupidez, la falsedad y el
comportamiento reaccionario; ese al que algunos dicen combatir para
acabar por caer en aquello que condenan.
Éste
es un movimiento, como todo el que tiene débil organización,
estructuras líquidas y es politicamente diverso -con trabajadores y
pequeños autónomos de izquierda, de derecha y mediopensionista, que
es lo que casi todo el mundo es en este mundo ideológicamente tan
confuso-, y con liderazgos muy débiles, cambiantes y, desde luego,
no unánimemente reconocido desde dentro.
No
debe sorprender, por tanto, que haya en su interior elementos
lepenistas. Lo que sí debiera sorprender es que la izquierda
francesa y los sindicatos mayoritarios, lo acogieran con
desconfianza, cuando no abruptas descalificaciones, sobre todo cuando
muy mayoritariamente está compuesto por trabajadores. Claro que si
llevas decenas de años practicando el discurso de clase media y
mirando hacia ella para buscar el voto, quizá no conozcas nada de
los intereses y necesidades inmediatas de la clase a la que en el
pasado decías representar. Cierto que a última hora los
Melenchones, las Segolenes Royales y hasta los muy social-liberales
Hollandes se van sumando oportunistamente a un tibio apoyo de lo que
antes condenaron, no sea que acaben en un hoyo electoral mayor del
que ahora están.
De
la miopía de la izquierda y buena parte de los izquierdistas y
comunistas españoles me sorprendo menos. Los conozco mejor. Su
discurso es más o menos éste: hay gente de Le Pen, le han entregado
la dirección del movimiento (lo que es tan estúpido como pensar que
este partido ultraderechista está dispuesto a arriesgar su
ilegalización, dado el cariz que van tomando los acontecimientos del
incendio social en Francia, sobre todo cuando Marine Le Pen intenta
dar un barniz de respetabilidad y moderación a su partido de extrema
derecha). Lo que no se les ocurre a estas mentes clarividentes es que
si abandonas y rechazas a un movimiento que nace de un aa demanda
popular y hasta de clase, el vacío de influencia que tú dejas puede
ser rellenado parcialmente por otro. Es de primera cartilla de
marxismo.
Éste
es el tipo de gente que confunde sus posiciones partidarias con las
de todo un movimiento, lo que es propio de quienes se instalan en las
redes sociales, sin un mínimo de formación política, imparten
clases de su ignorancia y no participan de los movimientos populares
porque recelan de ellos y temen el rechazo de los mismos, en lugar de
ganarse su respeto por sus posicionesy su compromiso.
Que
haya quien se atreva a decir que los chalecos amarillos se oponen a
las ecotasas y a los impuestos para sostener el Estado del Bienestar,
cuando los impuestos indirectos (iva, impuestos sobre los
combustibles,...) históricamente han sido una medida reaccionaria y
desigualitaria, y han sido precisamente los gobiernos franceses de la
crisis los que han ido desmontándolo, es muestra de una profunda
estupidez y de un revolucionarismo tan de cortos vuelos que aquí lo
podrían comprar el PP o Ciudadanos y que en Francia lo aplaudiría
rabiosamente Macron. Precisamente el mismo Macron que eliminó el
impuesto a las grandes fortunas, que ahora planea bajar los impuestos
a las grandes empresas y que él mismo afirma con orgullo que es el
presidente de los ricos ¿Hay mayor afrenta a la clase trabajadora
que alguien que hace esto trate de arruinarles mediante ecotasas y
subidas brutales de los carburantes? Me temo que alguno de esos
giliprogres si se declara el estado de emergencia en Francia y
comienza una represión mucho más brutal que la que hemos visto
estos días, acabará aplaudiéndola. Al fin y al cabo, algunos de ellos condenan la violencia
ejercida por una parte de los manifestantes, como si los grandes
cambios sociales se hicieran con batucadas, ponerse una nariz de
payaso y hacer sentadas en las que te forran a hostias. Lo de que la
medida del Estado francés sea una auténtica acción violenta y
declaración de guerra contra la clase trabajadora...eso ya. Ellos lo
cambiarían en las urnas ¡Ja!
A
donde llegue el movimiento será cosa tanto del propio movimiento,
como de la correlación de fuerzas en esa lucha, como de la traición
de la izquierda francesa. No soy optimista al respecto, soy
consciente de que es un movimiento inmaduro, centrado en lo
inmediato, pero estoy convencido de que de las experiencias de las
luchas, de sus avances y sus derrotas la clase aprende mucho más que
de esperar sentada a que la inexistente vanguardia se cree un día
con tanto cretino que la compone y venga con las tablas de la ley a
salvarla.
De
todas las aportaciones de las luchas de la clase trabajadora, que hoy
no pueden ser más que autónomas y parciales, porque esa vanguardia
se niega a nacer y prefiere oscilar entre las tentaciones
parlamentarias y la nostalgia de Don Pepe, una de las más positivas
sería la liquidación política de la izquierda por extenuación y
zafiedad. Solo con una nueva generación de militantes, que no
activistas, puede surgir el necesario instrumento del que hoy carece.
El
Tribunal Supremo, una auténtica timba de sabandijas, ha dictaminado
que será finalmente el cliente, como sucedía con anterioridad,
quien pague el impuesto de hipotecas.
Dicen
los mercenarios de la prensa y otros medios de intoxicación que la
decisión ha sido reñida -15 a 13- y para ello han extendido sus
deliberaciones durante 2 días tras el amago de un si pero luego no,
pero después quizá. Toda una representación de una opera bufa.
Lo
que parecía una gracia de las instancias judiciales del Estado
capitalista no ha sido otra cosa que una impostura de “buena
disposición” ante un gobierno de la progresía del hagocomo
quequieroynopuedo, voyperonodemasiado, un interregno entre el PP y
quién sabe qué después. Todo el lío de la tensión en el Supremo
sobre dicho dictamen no ha sido más que una teatralización de una
decisión previamente esperable.
Decían
Marx y Engels, esos revolucionarios “añejos” para los progres
posmodernos y odiosos fracasados para los turboliberales, que “hoy,
el poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de
administración que rige los intereses colectivos de la clase
burguesa”. Y lo decían, refiriéndose al Estado burgués y sus
aparatos de dominación de clase, nada menos que en 1848 en “El
Manifiesto Comunista”. Para
ser unos pensadores y revolucionarios tan desfasados parece que lo
clavaron y que son mucho más modernos y actuales que los progres de
izquierda y los liberales.
En
realidad, como sugerí anteriormente, el debate sobre quién debía
pagar los impuestos hipotecarios era artificial, alimentado de manera
interesada. No nació de una reivindicación sostenida sobre la
musculatura de organizaciones poderosas, ni de un potente movimiento
social, ni de un debate colectivo que permease a la sociedad. Más
bien diría que el hecho de que el Supremo plantease esta cuestión
fue uno de esos globos sonda lanzados para hacer de termómetro del
clima social y, de paso, convertirse con el aldabonazo anunciado en
uno de los más importantes jalones de la frustración del aventurero
“proyecto Sánchez”. Un breve período de desintoxicación de la
basura gubernamental del PP pero sin calado realmente transformador
ni posibilidad de serlo porque no se sustenta en una fuerza social
movilizada que impulse dichos cambios, si es que hubiese habido
interés en hacerlos, cosa que el reformismo nunca ha pretendido. El
objetivo era la mera oxigenación del régimen de partidos, que no
del 78, porque es todo el parlamentarismo el que está afectado en su
credibilidad.
En
cualquier caso, la posibilidad de reformar legalmente el impuesto
hipotecario nació muerta. Es evidente que no existió voluntad de
que fueran los bancos quienes lo pagasen en lugar de sus hipotecados
desde el mismo momento en el que se señaló un límite temporal para
la reclamación del montante económico a las entidades en 4 años
¿Cómo es posible argumentar que si el beneficiario de la hipoteca
es el banco debe ser éste el encargado de pagar dicho impuesto y
limitar temporalmente su aplicación? ¿Puede cesar en el tiempo la
motivación del fallo judicial? ¿En base a qué? El derecho burgués
de propiedad, porque de eso hablamos, el de la vivienda, no es
conculcable en un momento dado. Tampoco las obligaciones que
conlleva. Hacerlo significaría una arbitrariedad y tal cosa por
parte del poder judicial significa nada menos que la prevaricación
de cada uno de los jueces del Tribunal Supremo y del órgano en su
conjunto. Sería el Estado, porque el Supremo es Estado, el
responsable de una arbitrariedad que habría abierto las puertas del
infierno bajo los píes de la banca.
¿Entienden
ahora todo el ruido y la fanfarria mediáticos de estas semanas? El
problema no hubiera sido de 5.000 millones que hubiera supuesto
indemnizar a los hipotecados de los últimos 4 años, una cantidad
asumible por las marcas de la usura, sino el hecho de retrotraer
dichas devoluciones a todos los que pagaron un impuesto hipotecario
¿Imaginan?
La
tentación para muchos puede ser la de decir: “el Supremo la ha
cagado”. No. Esa pandilla de tahúres no da puntada sin hilo. En
una sociedad inerme, desmovilizada, desorganizada, desinformada, una
decisión como la de mantener el “statu quo”
del régimen hipotecario es un clavo más que se introduce en el
ataúd de su derrota y un pasivo terrible en la cuenta del gobierno
Sánchez, por mucho que se diga que el poder judicial es
independiente, que será solo el breve paréntesis entre el PP y lo
que ha de venir. Aunque fuera reelegido Sánchez (ya no hay PSOE sino
Pedro), lo haría con un gobierno, que no programa, porque nunca
existió, mucho más “realista” y dócil con el capital, si es
que no lo era ya bastante.
Mientras
la clase trabajadora no se organice autónomamente frente a todo
intento de venderle siempre el mismo producto, con mejor o peor
maquillaje, no se forme políticamente para no ser víctima de la
mentira, y carezca de proyecto, nos las seguirán metiendo dobladas.
Escribir contra corriente es hacerlo
siempre frente algún sector con capacidad de imponer su mentira ante
los deseosos
de comprar cualquier cosa, sin preocuparse en absoluto por la
naturaleza del producto.
Un bufón llamado Dani Mateo se suena
los mocos en la bandera monárquica que repuso Franco a sangre, fuego
y terror y que la Constitución del 78 consagró como definitiva
aceptación del orden heredado.
La reacción posterior fue la de un
montón de enérgumenos a uno y otro lado del Ebro que jalean, se
felicitan, creen que con ello hacen no sé sabe qué daño al
“imperialismo” español y gozan del daño infligido o, desde el
otro lado, se indignan, lanzan coces al aire, gritan en nombre de los
“caídos” por ese trapo, ahora humillado y airean su ira. Y todo ello con el acompañamiento de la estupidez consustancial a la progresía.
En un país en el que se han producido
centenares de miles de desahucios, en el que aún hay 3.200.000
parados, en el que muchos mayores de más de 50 años ya no tenemos
futuro, si se puede llamar futuro a situaciones desesperadas, en el
que los jóvenes son sobreexplotados en la llamada economía
colaborativa de los Deliveroo, Glovo o Uber, en el que 12,3 millones
personas (26,6% de la población) se encuentran en riesgo de pobreza
o exclusión social, en el que se amenaza un día sí y otro también
a los trabajadores y pensionistas con perder su derecho a la
jubilación, en el que la mitad de las horas que se trabajan no se
pagan, a un tal Dani Mateo solo se le ocurrió, por toda,
provocación, sonarse los mocos en una bandera.
Cumplía su papel de bufón. El de
desviar los problemas reales del país para que no se hablara de otra
cosa que de su ocurrencia. “El patriotismo es el último recurso de
los canallas”, dijo Samuel Johnson. Esconderse en su bandera, como
hacen los Abascal, los Ribera o los Casado es una canallada para
ocultar cuestiones de desigualdad, explotación y sobreexplotación y
pobreza como los que he señalado. Justo lo que hizo el tal Dani
Mateo al situar la polémica en una bronca entre españolistas e
indepes, entre progres e “izquierdistas” y fachas
constitucionales.
En la Edad Media, el bufón era un
personaje de palacio, tolerado por los reyes como expresión de
disidencia controlada que, lejos de debilitar al rey con las burlas
que de él hacia aquél, canalizaba la crítica de modo funcional a
la monarquía porque soltaba presión. Hoy también. Pero la
monarquía de ahora se llama capitalismo, por mucho que se empeñen
tantos progres en convertir el debate en otra cosa.
Su jefe de programa y rico accionista
de La Sexta (el canal de televisión que pertenece al mismo grupo que La
Razón, el panfleto de Marhuenda que hacía hace tiempo el papel de bruja mala en toda esta
farsa), el Gran Wyoming salió a defender a su pupilo. No podía ser
de otro modo. Su argumento era el de la paradoja del humor, el
sempiterno y socorrido humor, frente a...todo aquello que confrontase, no al capitalismo, sino a viejo y estúpido argumento de españoles
vs. indepes, fachas vs. progres, ladrones del PP vs. el resto. Pero
resulta que el resto, el más importante grupo social, por ser el más amplio, no
tiene nada que ver con el enésimo enfrentamiento artificialmente
creado por quienes se niegan a que se hable de desigualdad,
explotación, pobreza, paro, desahucios, pensiones, sanidad y
educación degradadas, salarios de miseria,...somos la gran mayoría
que no ponemos banderas en los balcones de Cataluña ni del resto de España
porque no es nuestra guerra. Nuestra bandera se ha tejido con los hilos del agobio, las penalidades
de llegar a fin de mes, el temor al futuro,...en fin.
El caso es que la bronca taparealidades
del histrión ha servido para que sepamos que durante un tiempo ha
sido mercenario de Clínica Baviera, una de tantas sanguijuelas
aprovechadas de la privatización de la sanidad pública realizada por
el gobierno recortador del PP.
Pero oiga, en lugar de escandalizarse
con el señor Mateo, de pedirle explicaciones sobre su coherencia
entre su papel de progre y su realidad material (coge la pasta y
corre), la indignación de su entregado público, adolescente mental,
fue contra la clínica privada, como si fuera decente indignarse
contra la hiena por ser hiena o de escandalizarse con el capitalismo porque si tienes una enfermedad cara la sanidad privada te mande a morir a la pública. El cinismo habitual de la izquierda.
Ahora sabemos que ya son cinco las
empresas que, de un modo u otro, se publicitaban en “El Intermedio”
de Wyoming, que abandonan el programa. Por muy accionista que éste
sea de La Sexta veremos, si es que no va a más, pronto que la cadena le
dará el toque necesario para que se haga la “autocrítica”
correspondiente y “reconsidere” su comportamiento, ya que es él
quien dirige a su muñeco de trapo y madera llamado Dani Mateo. Será
divertido comprobar cómo estos seres privilegiados de la televisión
vuelven al redil y nos lo relatan. Poderoso
caballero.
Mientras tanto, se habrán ganado el
sueldo haciendo que hablemos de lo que el poder, el único, el del
capital, con su escudero mediático usa como válvula de escape.