NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Nazanín Amirian, antigua militante del Partido Tudeh de Irán (comunista), ilegalizado unos años después de la revolución iraní, tras sus graves errores de apoyar una revolución popular que degeneró en un islamismo fundamentalista, analiza ahora la nueva deriva de la primavera árabe que está escorándose, como en el pasado lo hizo la iraní, hacia la reacción de los clérigos y sus partidos islamistas.
Lo que ahora se presenta en Egipto y Túnez como islamismo moderado (bien visto por los USA) tiene su correspondencia mucho más agresiva en Libia, Siria o Yemen. Llamativamente no aún en Arabia Saudí, uno de los países de islamismo radical más acentuados, tras el que siempre ha estado el apoyo económico a Al-Qaeda.
Libia tenía un dictador que asesinó a comunistas allá por los años 70 y 80 de la pasada centuria pero era un régimen que frenaba al islamismo más fundamentalista. Después de ver que la sharia regirá el nuevo régimen, cómo los rebeldes del CNT asesinaron semanas antes de la caída de Trípoli a su propio dirigente militar y el modo en que fue muerto Gadafi uno tiene la impresión de que la revuelta libia es una nueva vuelta de tuerca hacia la irracionalidad y la locura criminales, apoyada a fondo por la OTAN, USA y las potencias capitalistas occidentales.
Assad en Siria, somete a su pueblo a una represión salvaje pero es el último bastión para frenar a grupos islamistas fanatizados que hegemonizan la lucha contra su régimen. Hay demócratas en Siria, por supuesto, pero previsiblemente la salida del poder de Assad no traerá más democracia ni más justicia social. El Yemen de Ali Abdullah Saleh se enfrenta también a fuerzas democráticas a la par que a grupos armados de Al-Qaeda. Es de temer que la salida a un nuevo régimen sea muy parecida a la de Libia.
¿Estar en contra de las revoluciones árabes? No, de ningún modo ¿Aplaudir todo lo que venga de ellas? Tampoco. Muchos saludamos el inicio de la primavera árabe en lo que esperábamos una revuelta democrática y progresista. Hoy vemos con perplejidad, quizá al confundir nuestro deseo con la realidad, que esa realidad nos ha situado entre el Escila de los Estados autoritarios y personalistas árabes de corte más o menos laico y el Caribdis de una segunda yihad islámica, más sutil esta vez en algunos casos. Es difícil una posición sensata desde la izquierda occidental pero conviene pensar que aquello de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” es, en muchos casos, engañoso. ¿O es nuestro amigo nuestro el movimiento talibán, por mucho que estemos a favor de que los USA y toda la OTAN salgan ya de allí y estemos a favor de la lucha del pueblo afgano contra los ocupantes? ¿Es lo mismo apoyar la insurgencia del antiguo partido laico Baas que la de Al-Qaeda en Irak? ¿Acaso los enemigos de Gadafi en Libia son ahora enemigos del imperialismo? ¿No se estará repitiendo el esquema de Afganistán cuando USA apoyo a la resistencia de Bin Laden y los talibán contra el gobierno comunista? ¿No se estará repitiendo el esquema de “guerra” de falsa confrontación entre Oceanía y, unas veces Eurasia, otras Estasia, de la novela “1984”? ¿Las luchas entre las clases económicas dirigentes de los países centrales del imperialismo y las castas de los países periféricos no son también, además de enfrentamientos por unos recursos energéticos decrecientes, un modo de impedir una revolución de corte socialista cuando el capitalismo está abocado a su muerte cierta? Dicho de otro modo, ¿lo que siempre han sido luchas por intereses de dominación económica no tendrán hoy una función ideológica determinante para “diferir en el tiempo” revoluciones sociales contra el capital? ¿Y no tendrá mucho que ver en ello la incomparecencia en escena del sujeto político transformador para esas revoluciones en los países árabes? ¿No será ya más que necesario que ese sujeto político se reconstruya y rearticule, autónomamente, sin ceder la bandera roja de la revolución social a unos clérigos reaccionarios que hoy parecen hablar por todos y mañana fusilarán o lapidarán de nuevo a nuestros camaradas, si queremos salir del abismo al que nos precipitamos sin freno y marcha atrás?
Antes de dejarles con el brillante artículo de Nazanín Amirian les adelanto uno de sus párrafos: “Deben estar sorprendidos de que los “indignados” árabes no les hayan pedido cuentas por apuntalar los despotismos sádicos que soportaron durante décadas. El no poder detectar a los depredadores (internos y externos), disfrazados con sofisticados y afables ropajes, es justo uno de los puntos débiles de estos movimientos”. Y es que las incongruencias de esas interesadas amalgamas que se presentan bajo la forma de “revoluciones ciudadanas”, “demos-pueblo” y otras expresiones tan del gusto de las clases medias, que están dirigiendo las protestas en el mundo ante la descomposición del capitalismo, tienen esas cosas. Que sirven para confundir en un “todos los gatos son pardos” lo que son intereses de clase muy distintos y, con frecuencia, irreconciliables, por mucho que se empeñe cierta “izquierda” en bailar el agua a esos “demócratas” dispuestos a “cambiarlo todo para que nada cambie”.
RÉQUIEM POR LA PRIMAVERA ÁRABE.
Nazanín Amirian. Diario Público.
Los peores presagios se van cumpliendo. La posibilidad de que las rebeliones populares en Oriente Medio y el Norte de África se convirtieran en revoluciones progresistas, trasformando la estructura del poder político y económico de sus países, era una utopía. Sucedieron en un contexto no favorable: la crisis financiera; la ausencia de una superpotencia fiadora (antaño la URSS) que facilita la injerencia de los imperialistas –ávidos de la ubicación estratégica de esas tierras y sus recursos-, que donde no las aplastan las desvían; los “reciclados” de los antiguos regímenes (como el siniestro exministro del Interior libio Abdul Fatah Yunisen) y los grupos religiosos que prometen el paraíso… El frente de la contrarrevolución ha conseguido secuestrar las consignas populares, echando arena a los ojos de los ilusionados.
Los mismos gobiernos occidentales que han elogiado el pacifismo de los manifestantes, no ha dudado en apoyar la matanza de miles de civiles en Libia, Bahréin o Yemen. Deben estar sorprendidos de que los “indignados” árabes no les hayan pedido cuentas por apuntalar los despotismos sádicos que soportaron durante décadas. El no poder detectar a los depredadores (internos y externos), disfrazados con sofisticados y afables ropajes, es justo uno de los puntos débiles de estos movimientos.
Túnez ya es islamista. Con las cosas en su sitio, los grupos religiosos se dedicarían a predicar el bien y estarían, al igual que los militares, excluidos de la participación política. Se declaran moderados, mientras el debate no es el Islam y su capacidad democrática, sino la teocracia, la aplicación de unas normas adoptadas hace siglos, en nombre de Dios, y su choque con el gobierno del pueblo, por y para el pueblo. Las experiencias de otros países están a la vista….Será que nadie se escarmienta en la piel del otro.
Los islamismos, cuya principal base social son los excluidos y desclasados, ese inquietante núcleo de la “masa”, y no los trabajadores, suelen ganar las (primeras) elecciones no sólo porque apelan a la fe, sino también porque incluso bajo las dictaduras más férreas sus ideas siguen presentes en las mezquitas, escuelas, leyes y tradiciones. Su programa económico, si lo tienen, está basado en las leyes del mercado, la santidad de la propiedad, el culto a la pobreza y la misericordia del Creador, que acogerá a los pobres en su cielo.
Egipto, el pilar del poder de la OTAN en la región, se aproxima al modelo de Pakistán que no al turco: una república islámica militar sometida a EEUU con una fachada civil legitimada en las urnas.
Libia se somaliza; ya empezó la guerra del reparto del botín organizada por las potencias civilizadas que danzan sin pudor sobre el cadáver masacrado de Gadafi exhibido por una jauría de bandidos (mirar el video de la entrevista con Hillary Clinton “Fuimos, vimos, murió”). La primera declaración del nuevo gobierno ha sido de carácter sexual: legalizar la poligamia, como si las mujeres fueran el botín de su guerra. ¿Por eso han sido asesinados decenas de miles de libios? El sueño de la libertad política, los derechos civiles y el reparto justo de los incalculables recursos naturales del país ha sido enterrado bajo las bombas de la OTAN y a mano de sus mercenarios.
La coalición anglo-estadounidense ya jugó con éxito la carta religiosa en Afganistán e Irak, derrocando regímenes laicos para llevar al poder a la derecha religiosa. Esta estrategia (en la que Francia también tiene una larga experiencia) es someter y distraer al público con burkas, latigazos y lapidaciones, mientras saquean sus recursos. Y aquí, los orientólogos y los progres pedirán respeto a “la cultura y a la voluntad” de aquellos pueblos, y llamarán “tradición” a la barbarie hecha táctica política.
Habrá más capitalismo del subdesarrollo, pobreza y represión. Las rebeliones no han hecho más que empezar.
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