17 de febrero de 2016

UN PLAN B PARA NO IR A NINGUNA PARTE

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Cuando los socialdemócratas critican a otros socialdemócratas acaban dando vueltas para no ir a ninguna parte o, lo que es peor, para acabar asumiendo lo que dicen combatir. En este caso, la propuesta Varoufakis para Europa, también conocida como Plan B para Europa.

Si se fijan, todos ellos pertenecen a la versión española de lo que se ha dado a conocer como el socialismo del siglo XXI, perteneciendo algunos de ellos incluso a la Asociación Político-Cultural Socialismo 21, que no pretende otra cosa que ocupar el espacio que por la izquierda dejó el PSOE y que no es otro que el de la socialdemocracia, que hoy ocupa IU, organización a la que la mayoría de ellos pertenece. Habrá quienes considerarán esta posición, sin aceptar que ya no hay espacio para la socialdemocracia porque el capital ya no quiere ni necesita pacto social y sin él no hay socialdemocracia que valga, como un avance porque hoy el PSOE es social-liberal.

Y todos ellos tienen también en común el hecho de pertenecer a la Plataforma Salir del Euro, que se cuestiona dicha moneda sin asumir que ella es un producto de la UE y que no se entiende el significado del euro contra la clase trabajadora sin entender la naturaleza capitalista de la UE desde su origen en la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). No es que la UE haya involucionado hacia la Europa del capital o de los mercaderes, como quieran llamarla, sino que siempre fue eso, sólo que en una fase expansiva del capitalismo, por lo que entonces el capital podía permitirse y consideraba necesario contar con la complicidad del sindicalismo de concertación y de la socialdemocracia, ya fuera en sus versiones PPSS o eurocomunista.

En un momento dado de la construcción política y financiera de la UE, ésta necesitó de una moneda única, el euro, que no ha sido tan única dentro de esta institución supraestatal. El mercado único la necesitaba.

Desde esa socialdemocracia transnochada se entiende ese discurso tan calculado de arremeter en su texto contra el euro pero no hacerlo frontalmente contra la Unión Europea, abogando abiertamente por la salida de ella. Se limitan a desear, como buenos socialdemócratas en versión IU, cambiar la“actual UE”, como machaconamente insisten. Sólo Joan Tafalla, que ahora firma un texto distinto, se ha pronunciado púbnlicamente hace tiempo por salir de la UE y no sólo del euro. La socialdemocracia jamás se propondrá destruir el capitalismo sino sólo reformarlo y la UE es, siempre fue, puro capitalismo, con ropaje de pacto social y Estado del Bienestar o sin ellos. No se engañen, no hay economías mixtas entre capitalismo y socialismo porque no hay soluciones intermedias entre extraer la plusvalía a la clase trabajadora o no hacerlo, del mismo modo en que no se puede estar medio embarazada o soplar y sorber al mismo tiempo.

La UE no se jodió en Maastrich. Se jodió en origen pues era la arquitectura necesaria para un área económica capitalista europea y eso se sabía desde el principio. En Maastrich lo que hubo es un giro de tuerca para pasar del modelo de pacto social al de extracción de la plusvalía a la clase trabajadora sin la anestesia del Estado del Bienestar. Lógico que se asuma por parte de militantes de una organización que pretende buscar fórmulas para superar la crisis capitalista, no una estrategia para acabar con este sistema. Y esa postura política no es de ahora sino de hace 30 años, cuando dicha organización nació de las entrañas de un partido eurocomunista.

Resulta divertido ver cómo, dentro de los firmantes del llamamiento del Plan B para Europa, los autores de este texto critican a Varoufakis, el más coherente de los títeres “progresistas” del capital en su descarada posición política bersteiniana y salvan la cara de Lafontaine, un líder socialdemócrata del socialdemócrata Die Linke, proveniente del socialdemócrata SPD, siendo que ambos partidos gobiernan juntos varios landers.

Los encajes de bolillos para explicar una supuesta diferencia ideológica profunda entre unas supuestas corrientes “izquierdistas” del Plan B y otras corrientes más a la derecha, dentro de la que significativamente no nombran más que al ex ministro griego, para no incomodar a Podemos (Miguel Urban, eudiputado de Podemos, miembro de Anticapitalistas y firmante del llamamiento) al firmante de la postcomunista IU Alberto Garzón o la señora Colau resultan en la práctica ridículos, sobre todo cuando, tras titular del modo en que lo hacen su artículo y avisar de posibles divisiones entre ambas “corrientes” acaban por afirmar los siguiente:

A pesar de nuestro desacuerdo con el manifiesto por su huidiza posición y sus desenfocadas propuestas, consideramos que representa una contribución para despertar la conciencia de los ciudadanos sobre el crucial tema de Europa. Esta conciencia es decisiva para afrontar la desolación económica y social que se ha instalado en muchos países”.

¿Les sorprende a ustedes que los firmantes del texto que les presentó a continuación sean parte de ese movimiento llamado “Otra Europa es posible” cuando es sabido que el capitalismo es irreformable y que, en consecuencia, la UE también lo es? A mí no, como tampoco el papel histórico y presente jugado por la socialdemocracia como caballo de refresco del capitalismo, sea en las versiones de estos señores o de los líderes podemitas y sus correligionarios.

Ante la falta de voluntad revolucionaria y de falta de propuestas reales, la socialdemocracia juega al escondite, a la mitosis, reproduciéndose por partición, y al entretenimiento a una clase trabajadora europea y nacional que con unos o con otros seguirá experimentando las mismas curas de caballo que les aplica el capital a través de sus servidores políticos de turno.

Sin más, les dejo con este divertido intento de cuadrar el círculo de la socialdemocracia clásica y de la renovada, por su patético cinismo tan evidente en su fracaso futuro.

UN PLAN B PARA NO IR A NINGUNA PARTE

Ramón Franquesa/ Pedro Montes/ Joan Tafalla/ Diosdado Toledano. Crónica Popular


Después del encuentro celebrado en París el 23 y 24 de enero pasado, las personas y fuerzas políticas agrupadas en lo que se conoce como el plan B para Europa trasladan su caravana a Madrid los días 19, 20 y 21 febrero.

La puesta en marcha de estas iniciativas revela ante todo la precaria situación en la que se encuentra la Unión europea y el incierto proyecto de integración del Continente. Por mucho que se quiera pasar por alto la desolación social existente, el fracaso de la unión monetaria, el desconcierto político de Europa, es imposible no detectar un gran malestar general y no sentirse en la necesidad y obligación para los que se reclaman de la izquierda de decir algo sobre sobre el mal de fondo, las fracturas en las que se asienta la actual Unión.

A ello responde el llamado plan B, surgido tras el desastre que representó la claudicación del gobierno de Tsipras a la Troika en julio del pasado año. Todo se conmovió en la izquierda, por más que, en nuestro país en particular, se haya extendido un manto de silencio sobre el análisis y consecuencias de lo acontecido. Acaban de celebrarse las elecciones generales y nunca entró en el debate y las propuestas de los partidos el condicionante del tema europeo, y en el embrollo de la investidura se elude contumaz y sistemáticamente la respuesta que será forzoso dar a las exigencias de la Comisión europea, que exige nuevos ajustes y recortes sin tapujo alguno, con independencia del gobierno que se configure. http://planbeuropa.es/llamamiento/

Se agrupan en torno al plan B muchos personajes reconocidos de diferentes países. Inmediatamente se detecta que hay dos posiciones bien diferenciadas, cuya convivencia no podrá tener una gran vigencia temporal. Por un lado, están aquellos que habiendo comprendido correctamente la naturaleza política e ideológica de la unión monetaria, y sus inevitables consecuencias, que tan de manifiesto se han puesto en Grecia y en otros países periféricos, entre ellos España, no cabe otra solución que desmantelar la zona euro, bien sea por un acuerdo colectivo entre los países europeos, o bien sea porque unilateralmente los países estrangulados por el euro se desprendan el dogal que los asfixia. Participantes en París como Oskar Lafontaine, Costa Lapavitsas, Fréderic Lordon o Zoe Konstantopoulou, dejaron nítida su posición a favor de la ruptura de la unión monetaria.

Pero, junto a ellos, participan en esa iniciativa otras personas y organizaciones cuyas propuestas no están claras ni tampoco sus verdaderas intenciones políticas, pues no dejan despejada la respuesta que dar al euro ni tampoco la forma de acabar con el proyecto de la unidad europea levantado a partir del Tratado de Maastricht de 1992. Incluso hablan con desparpajo de “salvar Europa de si misma”, echándose sobre los hombros una responsabilidad que los pueblos nunca han pedido, sino más bien todo lo contrario como lo demuestran cada vez que han sido consultados. Se ha llegado a decir que en el plan B conviden dos almas, y cabe admitirlo así, sin perjuicio de las diferencias y matices que existen en cada una de ellas. (E n una reciente entrevista, Oskar Lafontaine ha mostrado discrepancias claras en relación con los objetivos que viene defendiendo Yanis Varoufakis , famoso ex-ministro griego que abandonó sin más las negociaciones del gobierno de Tsipras con la Troika ).

Desde luego, los promotores del encuentro de Madrid pertenecen sin duda alguna al sector del alma en pena, de los que no se sabe si suben o bajan, a juzgar por el documento lanzado para la convocatoria. La prensa se ha hecho eco de la edición de un manifiesto para la reforma de la Unión europea bajo la fórmula de un plan B. Vista la lista de los primeros firmantes, numerosos, reconocidos nombres, con autoridad legítima unos, con cargos otros, no es sorprendente esa irrupción mediática, ligada además al nombre de Varoufakis.

En el manifiesto es fácil detectar el origen ideológico de su elaboración, por más que siempre hay firmantes para todo, que se dejan seducir fácilmente cuando se habla de democracia y si de asuntos económicos se trata para no quedar descolgados en el limbo de la ignorancia. Son los partidarios del no pero si, tan frecuentes en la política. Los que tan cómodamente se instalan en la confusión y buscan coherencias con argumentos espurios.

Para muchos de ellos, es preciso criticar con mucha crudeza a la Unión europea por sus carencias y política, pero no proponer su liquidación. Paradójicamente denuncian los desastres para los trabajadores y demás capas populares provocados por la globalización que representa la zona euro, pero alegan que tiene la ventaja de que ha impulsado el “internacionalismo”. Afirman que las soluciones no pueden ser nacionales, ni revertir de nuevo la soberanía a los estados-nación, porque es algo superado históricamente, salvo para los gobiernos de cada país para mejor extorsionar a sus pueblos amparándose en la internacionalización del capital. Piensan que realmente no hay solución a los problemas de Europa y de los países miembros en el marco de la unión monetaria, pero ya estamos afortunadamente integrados bajo las exigencias y los dogmas del neoliberalismo y quizás convenga inventar reformas inviables que no supongan rupturas. Se trata de una nueva edición de la política TINA ( There is not alternative) practicada recientemente por el gobierno de Tsipras Todo ello nos recuerda al revisionismo taimado y viejo, arropado de sensibilidad social pero resignado e impotente para evitar lo que se denuncia. Cortinas de humo para alimentar el oscurantismo, no dejar ver con claridad a nadie y taparse las vergüenzas propias.

Toda reacción para combatir la UE actual es bienvenida, pero es muy penoso que tantas firmas ilustres junten su nombre para producir un manifiesto tan pobre, confuso, desorientado e inútil. Muchos cerebros para gestar un ratón de manifiesto tan lamentable, cuando la crisis europea golpea con tanta fuerza y en algunos países de la Unión el dolor y los sufrimientos y su extensión ciudadana alcanzan situaciones dramáticas, al punto de que se pueden avecinar encrucijadas políticas donde opciones siniestras pueden tener su oportunidad, como incluso se menciona en el manifiesto, o plan B.

Que a estas alturas se venga a reconocer que la UE no es democrática y que la política está dominada por los poderes económicos es un gran acierto analítico, si bien ha transcurrido demasiado tiempo para percatarse de ello y para sentirse en la obligación de demostrarlo. En efecto, la Unión europea y el sistema económico capitalista, en su versión más dogmática y neoliberal en que se sustenta, no son democráticos. Pero cabría exponerlo limpiamente, sin mezclar asuntos y sin amalgamar problemas. En Grecia, en julio del pasado año, no hubo un golpe de estado financiero, sino la entrega de un gobierno que, mandatado por los ciudadanos a no negociar nuevos ajustes y recortes, claudicó ante la Troika y aceptó estrangular con más fuerza a los trabajadores y capas populares griegas.

Tampoco aclara mucho citar el triste problema de los refugiados como ligado a la naturaleza de Unión europea, cuando sobre todo es una situación generada por el imperialismo americano y los juegos contradictorios y turbios de otros muchos países. En fin, desde el punto de vista ideológico, decir que las instituciones europeas trabajan a favor de una pequeña minoría es no haber entendido que esa pequeña minoría representa el poder de la gran burguesía europea con sus diferentes tensiones y luchas de poder. No es necesario ridiculizar a Marx para aclarar que en el capitalismo la inmensa mayoría está doblegada y supeditada a los intereses de la minoritaria, pero todopoderosa, clase dominante.

Con ese trasfondo analítico y la trivial conclusión de la falta de democracia en la Unión europea, la inanidad de las propuestas del manifiesto es tan manifiesta que cabe malévolamente pensar que su objetivo no es tanto poner fin a la situación desoladora en tantos sentidos que vive Europa como a confundir la población y darle un respiro a las instituciones europeas. Ante el malestar y las propuestas más radicales que han surgido, como la necesidad de que los países recuperen su soberanía económica y monetaria y abandonen el euro, ya sea cohesionada o aisladamente, el plan B cabe interpretarlo como un programa de viaje a ninguna parte. Como un intento de desviar la atención sobre los verdaderos problemas y sus causas e ilusionar con falsas expectativas a una población desorientada, a través de la potencia mediática que pueden acumular tantas firmas ilustres proclamando la nada.

La ambigüedad, la falta de rigor y la inconcreción de las propuestas como señas del manifiesto no impiden reconocer, como se ha dicho, que participan en torno al Plan B nombres de prestigio que tienen una posición firme y coherente sobre las implicaciones del euro y con la ineludible necesidad de desmontarlo. Toda reacción para combatir la UE actual es bienvenida, pero el tiempo es limitado: no caben debates académicos ni ocurrencias sin fundamento cuando está demostrado de modo fehaciente que la causa más decisiva del colapso de Europa es la unión monetaria.

Dada la existencia de núcleos de rechazo a la Europa de Maastricht y los trabajadores masivamente de una forma u otra se han expresado contra las consecuencias económicas y sociales de la moneda única, los firmantes del manifiesto, con gran sensibilidad política y un sentido acendrado del “internacionalismo”, se proponen generar un espacio de confluencia a escala europea, para luchar contra el "modelo" actual de la política de las instituciones europeas, rompiendo con la austeridad y democratizándolas radicalmente para que se pongan al servicio de la ciudadanía.

Nobles objetivos, aunque el manifiesto no se ocupa de desarrollar como acabar con la austeridad, ni como los países atrapados y en bancarrota con una enorme deuda pueden eludirla, ni cómo resolver las gravísimas contradicciones que encierra la unión monetaria, entre otras los tipos de cambio irrevocables que han desencadenado la crisis actual al provocar profundos desequilibrios económicos y financieros que no podrán corregirse con los vigentes cambios implícitos entre las monedas por países.

A pesar de nuestro desacuerdo con el manifiesto por su huidiza posición y sus desenfocadas propuestas, consideramos que representa una contribución para despertar la conciencia de los ciudadanos sobre el crucial tema de Europa. Esta conciencia es decisiva para afrontar la desolación económica y social que se ha instalado en muchos países”.

En nuestro país, todos los intentos por eludir la cuestión europea serán baldíos. Arrojada por la puerta del debate político sin consideración, la cuestión del euro y de la UE, se colará por la ventana por la sencilla razón de que la Troika amenaza y es muy poderosa y la economía española muy frágil y vulnerable. Los partidarios de cualquiera de las versiones del llamado plan B deberán esforzarse aún mucho para salir de la retórica y para dar una respuesta concreta y real a los problemas reales y concretos de nuestro pueblo.


16 de febrero de 2016

CON MI MÚSICA Y LA FALLACI A OTRA PARTE

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
El artículo de un profesor de periodismo uruguayo bien podría haber sido escrito por un profesor de cualquier universidad española, ya que alude a un fenómeno que podemos considerar prácticamente universal y que prefiero no desvelarles para que lo haga el autor por sí mismo, ya que el texto es corto. Quizá demasiado largo para más de uno, al no ser un meme ni un tuit con un máximo de 140 caracteres.

Dedicado a la que dice de sí misma que es "la generación más preparada de la historia", aunque seguramente a estas alturas quepa ya incorporar a la dedicatoria a muchos que exceden la edad propia de esos alumnos.

Sin más.

CON MI MÚSICA Y LA FALLACI A OTRA PARTE
Leonardo Haberkorn. El informante

Después de muchos, muchos años, hoy di clase en la universidad por última vez.

No dictaré clases allí el semestre que viene y no sé si volveré algún día a dictar clases en una licenciatura en comunicación.

Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me rindo. Tiro la toalla.

Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa de recibir selfies.

Claro, es cierto, no todos son así.

Pero cada vez son más.

Hasta hace tres o cuatro años la exhortación a dejar el teléfono de lado durante 90 minutos -aunque más no fuera para no ser maleducados- todavía tenía algún efecto. Ya no. Puede ser que sea yo, que me haya desgastado demasiado en el combate. O que esté haciendo algo mal. Pero hay algo cierto: muchos de estos chicos no tienen conciencia de lo ofensivo e hiriente que es lo que hacen.

Además, cada vez es más difícil explicar cómo funciona el periodismo ante gente que no lo consume ni le ve sentido a estar informado.

Esta semana en clase salió el tema Venezuela. Solo una estudiante en 20 pudo decir lo básico del conflicto. Lo muy básico. El resto no tenía ni la más mínima idea. Les pregunté si sabían qué uruguayo estaba en medio de esa tormenta. Obviamente, ninguno sabía. Les pregunté si conocían quién es Almagro (1). Silencio. A las cansadas, desde el fondo del salón, una única chica balbuceó: ¿no era el canciller?

Así con todo.

¿Qué es lo que pasa en Siria? Silencio.

¿De qué partido tradicionalmente es aliado el PIT-CNT? (2) Silencio.

¿Qué partido es más liberal, o está más a la "izquierda" en Estados Unidos, los demócratas o los republicanos? Silencio.

¿Saben quién es Vargas Llosa? ¡Sí!

¿Alguno leyó alguno de sus libros? No, ninguno.

Conectar a gente tan desinformada con el periodismo es complicado. Es como enseñar botánica a alguien que viene de un planeta donde no existen los vegetales.

En un ejercicio en el que debían salir a buscar una noticia a la calle, una estudiante regresó con esta noticia: “todavía existen kioscos que venden diarios y revistas”.

En la Naranja Mecánica, al protagonista le mantenían los ojos abiertos con unas pinzas, para que viera una sucesión interminable de imágenes, veloces, rápidas, violentas.


Con la nueva generación no se necesitan las pinzas.

Selfies, Facebook, Naranja Mecánica- Una sucesión interminable de imágenes de amigos sonrientes les bombardea el cerebro. El tiempo se les va en eso. Una clase se dispersaba por un video que uno le iba mostrando a otro. Pregunté de qué se trataba, con la esperanza de que sirviera como aporte o disparador de algo. Era un video en Facebook de un cachorrito de león que jugaba.

El resultado de producir así, al menos en los trabajos que yo recibo, es muy pobre. La atención tiene que estar muy dispersa para que escriban mal hasta su propio nombre, como pasa.

Llega un momento en que ser periodista te juega en contra. Porque uno está entrenado en ponerse en los zapatos del otro, cultiva la empatía como herramienta básica de trabajo. Y entonces ve que a estos muchachos -que siguen teniendo la inteligencia, la simpatía y la calidez de siempre- los estafaron, que la culpa no es solo de ellos. Que la incultura, el desinterés y la ajenidad no les nacieron solos. Que les fueron matando la curiosidad y que, con cada maestra que dejó de corregirles las faltas de ortografía, les enseñaron que todo da más o menos lo mismo.

Entonces, cuando uno comprende que ellos también son víctimas, casi sin darse cuenta va bajando la guardia.

Y lo malo termina siendo aprobado como mediocre; lo mediocre pasa por bueno; y lo bueno, las pocas veces que llega, se celebra como si fuera brillante.

No quiero ser parte de ese círculo perverso.

Nunca fui así y no lo seré.

Lo que hago, siempre me gustó hacerlo bien. Lo mejor posible.

Justamente, porque creo en la excelencia, todos los años llevo a clase grandes ejemplos del periodismo, esos que le encienden el alma incluso a un témpano. Este año, proyectando la película El Informante, sobre dos héroes del periodismo y de la vida, vi a gente dormirse en el salón y a otros chateando en WhatsApp o Facebook.

¡Yo la vi más de 200 veces y todavía hay escenas donde tengo que aguantarme las lágrimas!

También les llevé la entrevista de Oriana Fallaci (3) a Galtieri (4). Toda la vida resultó. Ahora se te va una clase entera en preparar el ambiente: primero tenés que contarles quién era Galtieri, qué fue la guerra de las Malvinas, en qué momento histórico la corajuda periodista italiana se sentó frente al dictador.

Les expliqué todo. Les pasé el video de la Plaza de Mayo repleta de una multitud enloquecida vivando a Galtieri, cuando dijo: "¡Si quieren venir, que vengan! ¡Les presentaremos batalla!".

Normalmente, a esta altura, todos los años ya había conseguido que la mayor parte de la clase siguiera el asunto con fascinación.

Este año no. Caras absortas. Desinterés. Un pibe despatarrado mirando su Facebook. Todo el año estuvo igual.

Llegamos a la entrevista. Leímos los fragmentos más duros e inolvidables.

Silencio.
Silencio.
Silencio.

Ellos querían que terminara la clase.

Yo también.

NOTAS DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
(1) Almagro, Luis: Fue canciller de Uruguay en el Gobierno del Frente Amplio desde 2010 y marzo de 2015. Jugó un papel de intermediación entre el gobierno bolivariano de Venezuela y la guarimbera oposición.
(2) (PIT-CNT): Plenario Intersindical de Trabajadores-Convención Nacional de Trabajadores. Central sindical uruguaya.
(4) Leopoldo Galtieri: https://es.wikipedia.org/wiki/Leopoldo_Fortunato_Galtieri Seguramente este enlace sea una de las biografías más benevolentes sobre el dictador pero, como no estoy seguro de que lean algo más realista, me conformo con dejarles el mencionado.