Por
Marat
El socialismo no es lo que hacen los partidos socialistas cuando
gobiernan, del mismo modo en que tampoco lo son algunos
autodenominados comunistas, o acusados de tal, cuando lo hacen en
coaliciones con los autoproclamados socialistas.
Hace pocos meses, ABC, panfleto válido solo para envolver colillas
que arrojar a la basura, acusaba a Largo Caballero de comunista. Que
el PCE de la guerra civil española le agasajase como el Lenin
español solo significó que este partido aupó oportunistamente
a quien fue miembro del Consejo de Estado de la dictadura de Primo de
Rivera a una categoría que le quedaba demasiado grande
Tanto
a Chávez como a Maduro se les ha acusado en repetidas ocasiones de
lo mismo, cuando su régimen no se ha apartado del más puro
bonapartismo, de matices caudillistas, propio del populismo
peronista. Si
ustedes quieren saber de verdad lo que el populismo de matriz
peronista, que es lo que se encierra dentro de los movimientos
latinoamericanos que se han revindicado como del Socialismo
del Siglo XXI, decenios
después de desaparecido el general argentino, pregúntense por qué
hay quienes han hecho lecturas de un peronismo tanto de derechas como
de izquierdas y por qué desde esa ideología de corpus
tan extraño se reivindican tanto nociones como pueblo
y nación y
se apelan tan poco a conceptos ligados a la idea de clases sociales
y luchas de clases. Dar brochazos gordos de pretendida emancipación
de los oprimidos y subalternos a lo que es una ideología
profundamente reaccionaria y populista no la convierte en
revolucionaria. Pretender hacer pasar las recetas
de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe
por marxismo es tan coherente como decir que el identitarismo
posmoderno tiene algo que ver con el comunismo. Pura bazofia que la
alt-right,
o derecha alternativa, fascismo sin correaje, para entendernos, ha
explotado en su propio beneficio. Ello a pesar de que el gran capital
no tenga inconveniente alguno a situar a mujeres en los consejos de
administración, en
hacer del ecologismo, y la transición hacia la descarbonización, un
gran negocio o a promocionar el veganismo en sus medios de
comunicación porque abren la puerta a nuevos nichos de mercado.
Ellos sí que saben. Saben qué cuestiones no son otra cosa que
oportunidades para seguir remozando al capitalismo y que tire para
delante unos decenios más, con sus lacras de sobreexplotación
laboral, pobreza, muertes y crecientes desigualdad social, vigilancia
policial y recortes de libertades, ese término al que tanto se apela
desde los defensores de la división de la sociedad en clases
sociales. Afirmar
que, como te sientes de un sexo diferente a aquél con el que has
nacido, eres del que proclamas puede ser una parte de la libertad de
cada persona – no entro al
debate- pero no quiebra ni las relaciones entre las clases sociales,
ni la idea de propiedad de las empresas, ni niega la explotación y
la sobreexplotación laborales. Y es ahí, y no en otro lugar dónde
se encuentra la negación del orden social y económico del capital y
de los sistemas político e ideológico que lo sustentan.
A lo largo de la historia personajes que mantenían un discurso
aparentemente radical, aunque bajo una práctica política muy
distinta, han sido acusados de ser socialistas o comunistas.
Autodefinirse, o ser calificado por otros, como socialista o
comunista no es sinónimo de socialismo o comunismo.
El socialismo y el comunismo son dos estructuras sociales y
económicas que, hasta hoy, no se han dado en ningún país. Alguien debiera explicar a quien cuestione estas dos concepciones de sociedad que lo mismo cabría decir de un capitalismo que nada ha tenido que ver con la teoría liberal en la que se asienta, ya que su fundamento, meramente ideológico, no científico, el de la libre competencia ha demostrado ser una falacia cuando los monopolios, la concentración del capital y las grandes empresas acaban con la posibilidad de libre concurrencia del mercado. Y, sin embargo, hemos de soportar cada minuto las impertinencias liberales sobre la libre empresa.
A una
sociedad socialista no la define el porcentaje de control estatal de
la economía sino que las empresas pertenezcan a los trabajadores, y
ellos decidan sobre el trabajo, la socialización, que no
estatización y e incluso sobre lo que es necesario y útil producir.
Del mismo modo, el comunismo es una sociedad que ha superado la
existencia del Estado porque ya no hay lucha de clases al desaparecer
éstas y, en consecuencia, la existencia de un aparato estatal que
representa los intereses de una clase concreta, la dominante. Son
aspiraciones que en momentos históricos concretos han sido objetivos
de gran parte de la humanidad y que poseen características propias
que las definen
El socialismo es una etapa de la humanidad en la que se agudizan las
luchas de clases pero en ellas es la clase trabajadora la que
predomina en la dirección de los objetivos de la economía, de las
relaciones que los seres humanos establecen en el trabajo, tomadas
éstas como solidaridades en las que cada uno da lo que su capacidad
le permite y recibe según sus necesidades.
El comunismo es una etapa en la que la política, entendida como
objetivos espurios de los contendientes en una sociedad divida en
clases, es superada por el modo en el que los seres humanos logran
superar su estado de necesidad material para elevarse a la condición
personas que puedan desarrollar todo su potencial y crecer
colectivamente más allá del trabajo. Una sociedad en la que los
seres humanos estén sujetos a la absoluta dependencia de unas
necesidades, que solo una parte de ellos puede satisfacer, no es una
sociedad libre.
¿Qué
tiene que ver el socialismo, como objetivo por el que luchar, con la
libertad? Algunas cosas importantes.
El
objetivo del socialismo pretende la
protección del ser humano, basándose en el principio de que
somos desiguales de partida. Exige que cada uno dé según su trabajo
y reciba según su capacidad.
El
socialismo como principio de sociedad no niega que somos diferentes,
que todos no hemos partido de los mismos niveles educativos y
culturales,
ni de las mismas clases sociales. Venimos del capitalismo pero cada
uno debe de dar al colectivo el trabajo, la inteligencia, la voluntad
y ha de recibir según el trabajo que realiza. No pueden
ser remunerados
del mismo modo la
médico o el enfermero que el trabajador de una fábrica de muebles
o el transportista de mercancías peligrosas. Hay que valorar cada
aportación a lo social en la medida de lo que da y hay que
considerar cuánto
aporta a la sociedad.
La
diferencia frente a una sociedad dividida entre propietarios de las
empresas y trabajadores que aportan su trabajo de modo común y
solidario es que no se parte de que todos seamos iguales, como si la
formación o las capacidades no existiesen, sino en que se contribuye a un fondo común.
En
una sociedad socialista todavía encontraríamos rasgos de la
capitalista, en cuanto a clases
sociales de origen pero el socialismo, que es la cooperación entre
los desiguales, ya no partiría de la propiedad de la empresa sino de
las diferencias heredadas. Algo significativamente distinto
cuando el poder económico ya no es clave porque
éste se encuentra en manos de la clase trabajadora. En tiempos a eso
lo llamábamos dictadura del proletariado. Ahora parece que a quienes
se reclaman de la izquierda
radical les
avergüenza el concepto por lo de dictadura.
Hay
quienes se sienten tan tentados de pedir perdón que lo harían hasta
por el mero hecho de existir.
Nunca
he creído que la dictadura
del proletariado pudiera
ser la dictadura del Partido, entre otras cosas porque cuando solo hay
una voz todas las demás deben enmudecer o cantar la misma letra de
la canción; entre otras cosas porque, siguiendo la lógica de la
representación
concentrada al
máximo, uno
puede acabar siendo acusado de disidente hasta de aquello en lo que
cree firmemente.
Pero
sí creo que el socialismo debe sustentarse en en una dictadura
de la clase trabajadora, a
través de una legislación, una capacidad representar a la mayoría
social de acuerdo a su peso y contribución en/a la sociedad, de unas instituciones, de
un poder del Estado, de una cultura social que establezca nuevos
consensos colectivos hacia la igualdad y la solidaridad, del mismo
modo en que el capitalismo, y todas sus variantes ideológicas, desde
las más reaccionarias hasta las más progresistas, lo han hecho.
Precisamente
por su condición cooperativa, el socialismo estaría marcado por la
presión de origen de proteger
cuestiones
básicas que afectan al ser humano como tal: la protección al nacer,
asegurar la
vida del recién nacido, la educación, la sanidad,
independientemente del coste de la salud de cada persona, la
protección laboral y la de la pérdida del puesto de trabajo,
siempre bajo la obligación de trabajar como aporte a la sociedad, el
resguardo de la vejez, en todo lo que le acontezca.
Parece
que un día les contaron a algunos que el capitalismo ofrecía
escudos vitales parecidos. Eso duró algo así como un suspiro, entre
1945 y 1973. Desde entonces parece que se fue jodiendo esa fantasía
capitalista.
El
caso es que como el recorte del salchichón va por rodajas, cada vez
menos finas, no nos enteramos mucho de cómo va esto de la evolución
del capitalismo. Pero algunos lo vamos notando.
Yo me pregunto cómo se garantiza la libertad de las personas.
¿Será libertad carecer de empleo y de futuro y tener que recurrir a
la caridad pública o privada para comer?
¿Será libertad ser desahuciado de la vivienda porque no se puede
pagar la hipoteca o el alquiler? Los desahucios, por mucho que
cacaree el gobierno progre sobre sus moratorias, siguen produciéndose
también en una situación tan terrible como el de las consecuencias
económicas de la pandemia sobre la clase trabajadora.
¿Será libertad que seas tan desgraciado que Deliveroo, Uber Eats,
Glovo y toda esa criminalidad capitalista te obliguen a reivindicar
que quieres ser autónomo, cuando no puedes pagarte el ser autónomo,
frente a un intento de legislar la existencia de una relación
laboral real?
¿Será libertad que miles de ancianos hayan muerto en las
residencias porque comunidades autónomas como la de Madrid estimaron
que sus vidas valían menos que las personas de edades inferiores y
que ese pensamiento gerontofóbico, extraño cuando todos aspiramos a
vivir hasta esas edades, provenga de los períodos en los que los
recortes en la sanidad pública española dejaron ésta en mínimos
¿Será libertad que los derechos al amor y a la
paternidad/maternidad
hayan sido clausurados por salarios de miseria, con empleos basura e
hipotecas y alquileres con precios absolutamente criminales?
Es libertad de mercado, no
del derecho a una vida decente.
¿Será libertad que miles de jóvenes, y no tan jóvenes, se hayan
conjurado en una orgía de negación de la pandemia y alcohol para
decir que el Madrid de Ayuso era libre? ¿Será libertad el derecho
al yo por encima del nosotros?
¿Será libertad que quienes usamos el coche para trabajar nos veamos
ante la eventualidad de pagar por usar carreteras que son la única
alternativa para ir a nuestros trabajos y que ya pagamos en su día
con nuestros impuestos? ¿Será libertad que el gobierno progresista
de PSOE- Unidas Podemos piense en esta posibilidad para lograr
liquidez para el Estado, tirando de una idea que se le ocurrió al
gobierno del PP en 2012? ¿Será libertad que la izquierda se parezca
tanto a la derecha cuando busca dinero público?
¿Será libertad que nunca nos haya salido tan cara la electricidad
en nuestras casas o la gasolina para ir a nuestros trabajos?
¿Será libertad la ausencia de futuro de los chavales de lugares
como Usera, Vallecas, Villaverde, en Madrid, o de barios como el Polígono Sur, los Pajaritos y Amate en Sevilla, por citar solo algunos ejemplos?
¿Será libertad que la diferencia entre la esperanza de vida de los barrios más ricos y los más pobres pueda llegar hasta los 7 años?
¿Será libertad que todas las horas no pagadas a las que nos obligan
los capitalistas sean consideradas como la única opción para que la
empresa que nos sobreexplota sobreviva? Lo de explicar que toda
relación laboral asalariada es explotación es inútil. Nadie está
dispuesto a aceptar que su salario es inferior al valor que genera su
trabajo porque eso le pondría en el brete de tener que explicar
porqué el capitalismo le parece tolerable.
Del comunismo nada más que añadir a lo ya mencionado. Si Marx
escribió muy poco sobre cómo sería esta etapa, no me veo yo en
condiciones de aportar más que él. El ser humano transita por la
historia construyendo su futuro a base de errores y aciertos.