Alejandro
Nadal. La Jornada
Hoy
las hojas de balance de los bancos en Europa están en malas
condiciones. La cartera vencida que aqueja al sector bancario alcanza
niveles muy altos en muchas regiones de Europa. Otro componente es un
monumental revoltijo de derivados cuyo precio ni siquiera se puede
determinar. Y la rentabilidad en el sector sigue muy castigada y
amenaza los bajos niveles de capitalización. La situación es
crítica.
El
sector bancario en algunos países europeos está saturado y muchos
bancos ni siquiera operan con un modelo de negocios eficiente. Por
eso ni siquiera han podido pasar de manera decorosa las pruebas de
estrés (que no son muy estrictas). Lo más grave es el volumen de la
cartera vencida, resultado en buena medida de la irresponsabilidad de
los bancos y de la incapacidad de pago de los deudores que siguen
agobiados por la crisis macroeconómica, la austeridad y el
desempleo.
Los
bancos afectados se encuentran distribuidos en toda la Unión
Europea. Desde el Commerzbank alemán y el holandés ING, hasta el
emblemático Deutsche Bank, grandes, medianos y pequeños, son legión
los bancos europeos que se encuentran en dificultades por muchas
razones.
En
el caso de Deutsche Bank destaca la multa de 14 mil millones de
dólares que le impuso el Departamento de Justicia estadunidense por
su papel en la venta de títulos respaldados por hipotecas de mala
calidad antes del estallido de la crisis. La multa provocó una caída
de 42 por ciento del valor de las acciones de Deutsche Bank. Y como
sus hojas de balance incluyen una montaña de derivados cuyo precio
es un enigma, carece de buenos incentivos para atraer inversionistas.
Quizás
la situación más grave se encuentra en Italia, donde la cartera
vencida alcanza el 17 por ciento del crédito total (su valor real se
reduce hasta 22 por ciento del valor nominal). Hasta el banco más
viejo de Europa, la Banca Monte dei Paschi di Siena (fundada en 1472)
se encuentra en una muy difícil situación con más de 46 mil
millones de euros de préstamos malos.
Las
dificultades de los bancos italianos son bien conocidas. El monto de
créditos con problemas es de 360 mil millones de euros y sigue
creciendo. Muchos bancos han descontado parte de la cartera vencida
hasta en 44 por ciento, pero muchos analistas de mercado consideran
que el valor real se acerca más a 25 por ciento (lo que reduce esos
créditos al rango de cartera incobrable).
Para
el caso de muchos pequeños bancos italianos, los accionistas son
pequeños ahorradores que verán sus ahorros evaporarse si el
gobierno no acude al rescate. Por eso Roma está buscando la manera
de darle la vuelta a las estrictas reglas impuestas por la Comisión
Europea en Bruselas que impiden el empleo de recursos públicos para
recapitalizar un banco en problemas. Hoy hasta se habla de un
enfrentamiento inminente entre Roma y Bruselas.
Desde
2007 la Unión Europea (UE) ha inyectado cantidades astronómicas
para apuntalar a los bancos. Esa es una de las razones por la que la
crisis financiera se transformó tan rápidamente en una crisis
fiscal y después en una crisis de deuda soberana. En total, el apoyo
al sector bancario en la UE ya se ha comido la friolera de 2 billones
(castellanos) de euros entre ayudas para capitalización, créditos
suaves y garantías. Todo esto no sólo no ha podido servir para
reactivar la economía, sino que ni siquiera ha sido suficiente para
estabilizar y sacar de peligro a los bancos europeos. Hoy por hoy la
tan celebrada (en su momento) Unión Bancaria Europea no ha rendido
frutos, ha propiciado la inacción y se ha convertido en una fuente
de inestabilidad.
Una
parte del problema es que el sector bancario en varios países de
Europa (especialmente Alemania) se encuentra saturado de
prestamistas, lo que dificulta el acceso a economías de escala y
hace que la rentabilidad se pulverice. Pero la consolidación
excesiva lleva al gigantismo y al riesgo sistémico cuando hay
amenaza de quiebra.
La
respuesta de política macroeconómica a la crisis en Europa agravó
la situación de los bancos. Primero la austeridad fiscal intensificó
la recesión, con sus secuelas en materia de desempleo. Las
repercusiones sobre la cartera vencida de los bancos no se hicieron
esperar. Después la postura de política monetaria con tasas de
interés cercanas a cero e incluso en nivel negativo castigó todavía
más la ya maltrecha rentabilidad de los bancos. Claro, el Banco
central europeo (BCE) niega este daño colateral cada vez que sale a
relucir el tema. Pero el FMI considera que los bancos europeos no
podrán generar suficiente rentabilidad aún en el caso de que la
economía europea fuera el escenario de un crecimiento robusto,
prospecto que no se ve nada probable para los próximos años.
Las
lecciones de la crisis de los bancos en Europa son claras. La ayuda
con recursos públicos puede mantener como zombies a los bancos con
problemas para proteger a los banqueros ricos. Pero eso no ayuda a
nadie en la economía. La conclusión es inmediata. Esta actividad
tan rentable y pro-cíclica no puede estar en manos privadas.
NOTA
DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Por
más que nuestros “progres” keynesianos, como el señor Nadal,
insistan en la naturaleza financiera de la crisis, los marxistas
sabemos bien que la causa real de la crisis estaba en la
sobreproducción de valores de uso. El ejemplo más evidente es que
lo que se llamó crisis de las hipotecas subprime, que los
vendeburras de la economía capitalista y el keynesianismo también
lo es, venden como crisis financiera. ¿Qué producto compraban
quienes adquirieron hipotecas subprime, señores? Repitan conmigo:
V-I-V-I-E-N-D-A-S.
¿Qué
significa esto? Que la capacidad de producción del sistema
productivo capitalista no podía vender todos sus productos de forma
rentable en el mercado porque una parte de la demanda carecía de la
capacidad económica para absorberla. Dicho de otro modo: al
capitalismo no le resultaba posible convertir todas las mercancías
en dinero. Y esto, señores, acaba por afectar a la capacidad del capital para reproducirse. Por este motivo desde los años 70 al menos al consumo se
le estimuló para comprar a crédito. Un ejemplo de cómo funcionó
la cuestión de la compra de vivienda en España lo tenemos en cómo
se pasó de unos 8-10 años en amortizar una vivienda media para una
familia de la clase trabajadora a los 25-30 años en que se estaba
demorando su pago cuando estalló la crisis en España. Aún así,
amplios sectores de la clase trabajadora de los países de
capitalismo desarrollado seguían sin poder alcanzar el deseado sueño
de la “democracia de consumo”. Ante ello, los bancos decidieron
asumir riesgos en la concesión de los créditos por encima de un
nivel racional de expectativas de amortización de los mismos y, para
cubrirlos y deshacerse de algo que les quemaba las manos, los
vendieron a terceros (fondos de inversión, entre otros),
titularizando el crédito y no informando al nuevo comprador de las
hipotecas del riesgo real de las deudas contraídas por el
hipotecado. Lo demás ya es conocido por la gran mayoría de los
interesados en conocer las características de esta crisis.
La
cuestión de si el origen de la crisis estaba en la producción o en
el sistema financiero no es baladí ni corresponde a una discusión
de tipo “académico” sino que va directamente al meollo de lo que
es el capitalismo: un sistema de producción determinado con unas
relaciones de producción concretas que es incapaz de resolver a
largo plazo su contradicción principal, que consiste en que mientras
la producción es social (colectiva), la forma capitalista de
apropiarse el producto del trabajo (el beneficio) es privada. Dado
que los salarios son los que son, ya tenemos montado el cuello de
botella a medio-largo plazo.
En
todo caso, la utilidad del artículo del señor Nadal estriba en
darnos un retrato bastante aproximado de cómo están las cosas ahora
mismo en la banca europea.