20 de octubre de 2016

LA ZOMBIFICACIÓN DEL SECTOR BANCARIO EUROPEO

Alejandro Nadal. La Jornada

Hoy las hojas de balance de los bancos en Europa están en malas condiciones. La cartera vencida que aqueja al sector bancario alcanza niveles muy altos en muchas regiones de Europa. Otro componente es un monumental revoltijo de derivados cuyo precio ni siquiera se puede determinar. Y la rentabilidad en el sector sigue muy castigada y amenaza los bajos niveles de capitalización. La situación es crítica.

El sector bancario en algunos países europeos está saturado y muchos bancos ni siquiera operan con un modelo de negocios eficiente. Por eso ni siquiera han podido pasar de manera decorosa las pruebas de estrés (que no son muy estrictas). Lo más grave es el volumen de la cartera vencida, resultado en buena medida de la irresponsabilidad de los bancos y de la incapacidad de pago de los deudores que siguen agobiados por la crisis macroeconómica, la austeridad y el desempleo.

Los bancos afectados se encuentran distribuidos en toda la Unión Europea. Desde el Commerzbank alemán y el holandés ING, hasta el emblemático Deutsche Bank, grandes, medianos y pequeños, son legión los bancos europeos que se encuentran en dificultades por muchas razones.

En el caso de Deutsche Bank destaca la multa de 14 mil millones de dólares que le impuso el Departamento de Justicia estadunidense por su papel en la venta de títulos respaldados por hipotecas de mala calidad antes del estallido de la crisis. La multa provocó una caída de 42 por ciento del valor de las acciones de Deutsche Bank. Y como sus hojas de balance incluyen una montaña de derivados cuyo precio es un enigma, carece de buenos incentivos para atraer inversionistas.

Quizás la situación más grave se encuentra en Italia, donde la cartera vencida alcanza el 17 por ciento del crédito total (su valor real se reduce hasta 22 por ciento del valor nominal). Hasta el banco más viejo de Europa, la Banca Monte dei Paschi di Siena (fundada en 1472) se encuentra en una muy difícil situación con más de 46 mil millones de euros de préstamos malos.

Las dificultades de los bancos italianos son bien conocidas. El monto de créditos con problemas es de 360 mil millones de euros y sigue creciendo. Muchos bancos han descontado parte de la cartera vencida hasta en 44 por ciento, pero muchos analistas de mercado consideran que el valor real se acerca más a 25 por ciento (lo que reduce esos créditos al rango de cartera incobrable).

Para el caso de muchos pequeños bancos italianos, los accionistas son pequeños ahorradores que verán sus ahorros evaporarse si el gobierno no acude al rescate. Por eso Roma está buscando la manera de darle la vuelta a las estrictas reglas impuestas por la Comisión Europea en Bruselas que impiden el empleo de recursos públicos para recapitalizar un banco en problemas. Hoy hasta se habla de un enfrentamiento inminente entre Roma y Bruselas.

Desde 2007 la Unión Europea (UE) ha inyectado cantidades astronómicas para apuntalar a los bancos. Esa es una de las razones por la que la crisis financiera se transformó tan rápidamente en una crisis fiscal y después en una crisis de deuda soberana. En total, el apoyo al sector bancario en la UE ya se ha comido la friolera de 2 billones (castellanos) de euros entre ayudas para capitalización, créditos suaves y garantías. Todo esto no sólo no ha podido servir para reactivar la economía, sino que ni siquiera ha sido suficiente para estabilizar y sacar de peligro a los bancos europeos. Hoy por hoy la tan celebrada (en su momento) Unión Bancaria Europea no ha rendido frutos, ha propiciado la inacción y se ha convertido en una fuente de inestabilidad.

Una parte del problema es que el sector bancario en varios países de Europa (especialmente Alemania) se encuentra saturado de prestamistas, lo que dificulta el acceso a economías de escala y hace que la rentabilidad se pulverice. Pero la consolidación excesiva lleva al gigantismo y al riesgo sistémico cuando hay amenaza de quiebra.

La respuesta de política macroeconómica a la crisis en Europa agravó la situación de los bancos. Primero la austeridad fiscal intensificó la recesión, con sus secuelas en materia de desempleo. Las repercusiones sobre la cartera vencida de los bancos no se hicieron esperar. Después la postura de política monetaria con tasas de interés cercanas a cero e incluso en nivel negativo castigó todavía más la ya maltrecha rentabilidad de los bancos. Claro, el Banco central europeo (BCE) niega este daño colateral cada vez que sale a relucir el tema. Pero el FMI considera que los bancos europeos no podrán generar suficiente rentabilidad aún en el caso de que la economía europea fuera el escenario de un crecimiento robusto, prospecto que no se ve nada probable para los próximos años.

Las lecciones de la crisis de los bancos en Europa son claras. La ayuda con recursos públicos puede mantener como zombies a los bancos con problemas para proteger a los banqueros ricos. Pero eso no ayuda a nadie en la economía. La conclusión es inmediata. Esta actividad tan rentable y pro-cíclica no puede estar en manos privadas.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Por más que nuestros “progres” keynesianos, como el señor Nadal, insistan en la naturaleza financiera de la crisis, los marxistas sabemos bien que la causa real de la crisis estaba en la sobreproducción de valores de uso. El ejemplo más evidente es que lo que se llamó crisis de las hipotecas subprime, que los vendeburras de la economía capitalista y el keynesianismo también lo es, venden como crisis financiera. ¿Qué producto compraban quienes adquirieron hipotecas subprime, señores? Repitan conmigo: V-I-V-I-E-N-D-A-S.

¿Qué significa esto? Que la capacidad de producción del sistema productivo capitalista no podía vender todos sus productos de forma rentable en el mercado porque una parte de la demanda carecía de la capacidad económica para absorberla. Dicho de otro modo: al capitalismo no le resultaba posible convertir todas las mercancías en dinero. Y esto, señores, acaba por afectar a la capacidad del capital para reproducirse. Por este motivo desde los años 70 al menos al consumo se le estimuló para comprar a crédito. Un ejemplo de cómo funcionó la cuestión de la compra de vivienda en España lo tenemos en cómo se pasó de unos 8-10 años en amortizar una vivienda media para una familia de la clase trabajadora a los 25-30 años en que se estaba demorando su pago cuando estalló la crisis en España. Aún así, amplios sectores de la clase trabajadora de los países de capitalismo desarrollado seguían sin poder alcanzar el deseado sueño de la “democracia de consumo”. Ante ello, los bancos decidieron asumir riesgos en la concesión de los créditos por encima de un nivel racional de expectativas de amortización de los mismos y, para cubrirlos y deshacerse de algo que les quemaba las manos, los vendieron a terceros (fondos de inversión, entre otros), titularizando el crédito y no informando al nuevo comprador de las hipotecas del riesgo real de las deudas contraídas por el hipotecado. Lo demás ya es conocido por la gran mayoría de los interesados en conocer las características de esta crisis.

La cuestión de si el origen de la crisis estaba en la producción o en el sistema financiero no es baladí ni corresponde a una discusión de tipo “académico” sino que va directamente al meollo de lo que es el capitalismo: un sistema de producción determinado con unas relaciones de producción concretas que es incapaz de resolver a largo plazo su contradicción principal, que consiste en que mientras la producción es social (colectiva), la forma capitalista de apropiarse el producto del trabajo (el beneficio) es privada. Dado que los salarios son los que son, ya tenemos montado el cuello de botella a medio-largo plazo.

En todo caso, la utilidad del artículo del señor Nadal estriba en darnos un retrato bastante aproximado de cómo están las cosas ahora mismo en la banca europea.


18 de octubre de 2016

LA ONG-IZACIÓN DE LA RESISTENCIA

Arundhati Roy. El viejo topo

Un riesgo al que se enfrentan los movimientos de masas es la ONG-ización de la resistencia. Sería fácil malinterpretar lo que estoy por decir y entenderlo como una condena de todas las ONGs. Eso sería falso.

En las turbias aguas de las ONG’s falsas creadas para desviar donaciones o evadir impuestos (en partes de la India como Bihar incluso son otorgadas como dote) hay, por supuesto, algunas que hacen trabajo valioso. Pero es importante considerar el fenómeno de las ONG’s en su contexto político más amplio.

En la India, por ejemplo, la explosión de las ONGs que recibían fondos comenzó a finales de los 1980 y en los 1990. Coincidió con la apertura de los mercados indios al neo-liberalismo. En ese momento, el Estado indio retiró fondos del desarrollo rural, la agricultura, la energía, el transporte y la salud pública para obedecer los dictados de los ajustes estructurales. Al renunciar el Estado a su rol tradicional, las ONGs se pusieron a trabajar en esas mismas áreas. La diferencia, por supuesto, es que los fondos a los que ellas tienen acceso son una fracción minúscula del total del recorte en el gasto público.

La mayoría de las grandes ONGs son financiadas y apadrinadas por agencias de ayuda y desarrollo, que a su vez reciben fondos de los gobiernos de occidente, del Banco Mundial, de la ONU y de algunas corporaciones multinacionales. Aunque puede que no sean lo mismo que estas instituciones, son ciertamente parte de la misma formación política amorfa que supervisa el proyecto neoliberal y aboga, primero que nada, por drásticos recortes en los gastos del gobierno.

¿Por qué estas agencias le dan dinero a las ONGs? ¿Podría ser sólo ese viejo entusiasmo misionero? ¿Sentimiento de culpa? Es un poco más que eso. Las ONGs dan la impresión de que están llenando el vacío creado por un Estado ausente. Y lo están, pero en una forma materialmente inconsecuente. Su verdadera contribución es calmar la furia política y distribuir como ayuda o benevolencia lo que la gente debería tener por derecho.

Melinda y Bill Gates con su fundación en la India
Alteran la psique pública. Transforman a la gente en víctimas dependientes y amellan el filo de la resistencia política. Las ONGs forman una especie de amortiguador entre el sarkar (el gobierno) y el público. Entre el Imperio y sus súbditos. Se han vuelto los árbitros, los intérpretes, los facilitadores.

En el fondo, las ONGs son sólo responsables ante quienes las financian, no ante la gente con la que trabajan. Son lo que los botánicos llaman una especie indicadora. Es casi como si mientras más grande sea la devastación causada por el neoliberalismo, más grande será el florecimiento de las ONGs. Nada ilustra esto de forma más vívida que el hecho de que cuando los Estados Unidos se preparan invadir un país, simultáneamente preparan a las ONGs para ir y limpiar el desastre.

Para asegurarse que sus fondos no sean puestos en peligro y que los gobiernos de los países donde trabajan las dejen funcionar, las ONGs tienen que presentar su trabajo en un marco superficial, desprovisto de cualquier contexto político o histórico. En todo caso, de un contexto político o histórico inconveniente.

Los llamados de emergencia y los informes apolíticos (y por tanto, extremadamente políticos) acerca de la necesidad de ayudar a los países pobres y las zonas de guerra, con el paso del tiempo provocan que la gente (oscura) de esos países (oscuros) se vea como víctimas patológicas. Otro indio desnutrido, otro etíope muerto de hambre, otro campo de refugiados afgano, otro sudanés mutilado… todos necesitados de la ayuda del hombre blanco. Inconscientemente refuerzan los estereotipos racistas y reafirman los logros, las comodidades y la compasión (el amor duro) de la civilización occidental. Son los misioneros seculares del mundo moderno.

Finalmente, en una escala tal vez más pequeña pero definitivamente más insidiosa, el dinero disponible para las ONGs juega el mismo rol en la política radical que el capital especulativo que entra y sale de las economías de los países pobres. Comienza a imponer la agenda. Convierte la confrontación en negociación. Despolitiza la resistencia. Interfiere con movimientos populares que tradicionalmente han sido autosuficientes.

Las ONGs tienen recursos para darle empleo a personas que en otra situación podrían ser activistas en movimientos de resistencia, pero que ahora sienten que están haciendo algo bueno, inmediato y creativo (y que se ganan la vida mientras lo hacen). La auténtica resistencia política no ofrece esos atajos.

La ONG-ización de la política amenaza con hacer de la resistencia algo cortés, razonable; un trabajo de 9 a 5, con buenas prestaciones. La resistencia real tiene consecuencias reales. Y sobre todo, no recibe salario.