Por
Marat
Si
usted es lo bastante optimista para creer que en los llamados años
de la recuperación tras la crisis económica la situación de la
clase trabajadora ha mejorado ostensiblemente en, salario,
condiciones de trabajo, contratos, pensiones, calidad de los
servicios sociales recibidos (estado de la sanidad y la educación
públicas, coberturas de desempleo o de dependencia,...) no dude en
pasar de este artículo que ahora se inicia porque quizá sea, en su
opinión, puro fatalismo.
Si
usted cree que la única disyuntiva posible es la de recuperar algo
de fuelle (medidas de retoque cosmético) en la situación de la
clase trabajadora antes de que vengan los nuevos recortes de la
siguiente fase de la crisis capitalista mundial que ya casi nadie
niega y sobre la que la única discusión está en qué fecha se le
pone a su inicio oficial, no merece la pena que pierda su tiempo
leyendo este texto.
Si
usted cree que, si se quiere, se puede desde un gobierno progresista
que no cuestiona el orden capitalista sino que aplica unas pocas
cataplasmas a sus efectos sociales más bárbaros sobre los sectores
más débiles de la sociedad y desde unos aliados que nacieron como
tigres de papel y que hoy son mansos corderitos, no siga leyendo. Su
tiempo es precioso.
Si
usted es de los que cree que aún existe eso que hace ya años,
parecen siglos, los reformistas llamaban “autonomía de la
política”, para entendernos que hay espacio para hacer política
desde las instituciones sin que el capital marel fuera de juego o
dicte, de entrada, lo que puede y no hacer,se no siga leyendo.
Seguramente creerá que es una exageración la frase de Marx que
decía aquello de "El
gobierno del Estado moderno no es más que el consejo de
administración de los intereses de la burguesía".
Pregúntele a Zapatero, el que introdujo el artículo
135 en la Constitución o al Presidente de Grecia, Tsipras, si
Marx se equivocaba en tal afirmación. En cualquier caso, si usted
cree en la autonomía de la política abandone toda esperanza de que
lo que aquí se escribe pueda interesarte.
Sí,
por el contrario, es usted de los que piensan que eso que llaman
democracia, que llena la boca de progres, liberales, reaccionarios y
ultraderechistas, es la gran mentira que sirve de coartada a la
justificación política de la explotación, la sobreexplotación
laboral, la pobreza de amplios sectores de la población y la rapiña
contra sus conquistas sociales logradas en el pasado, que no
concedidas, ni garantizadas por constituciones o leyes algunas,
seguramente usted y yo podamos tener mucho de lo que hablar y un
camino para avanzar.
Si
es usted de los que cree que los votos no son barricadas, porque
jamás se conquistó nada con tan magreo esfuerzo, y que éstas solo
las construye la organización de clase, la solidaridad ejercida en
con el más próximo, la lucha y el aprendizaje colectivo que nos
instruya sobre la dominación social, sus bases y cómo enfrentarla,
seguramente debamos hablar y plantearnos qué hacer en este presente
que vivimos.
Si
usted cree que las auténticas redes sociales no son las que están
en Internet sino en el mundo real de los centros de trabajo, de los
barrios, de los institutos y universidades, de todos aquellos lugares
a los que pertenecemos por hechos objetivos o por elección y que es
ahí donde hay que construir la fuerza, y no dedicándose a perder el
tiempo mirándose el ombligo, sin duda tenemos que encontrar un modo
de coincidir y conocernos.
Si
cree usted que repetir un millón de veces algo que no funciona, pero
redime de pensar, es un error y que los depositarios de las esencias
convierten las ideologías en irreconocibles porque no tienen nada
que ver con su fuente originaria, es usted de los míos. Un
librepensador, condición indispensable para llegar a ser un
revolucionario, y no un burgués, como algunos fanáticos intentan
que creamos. Seguro que nos vamos a llevar bien.
Llegados
a este punto, porque tras los cuatro primeros párrafos ya estamos en
cierta comunidad de intereses e ideas, si cree que compartimos
cuestiones suficientes, espero que no todas, le propongo que se
plantee organizarse, no cibernéticamente, que engorda y es
improductivo, y le sugiero que no lo haga donde hay demasiada caspa
ni en esos lugares en los que o no se sabe a qué clase social
pertenecen los adscritos, suelen ser “ de clase media”, una clase
que no sabe lo que es sino lo que teme ser, ni en uno que funciona con un lenguaje de catecismo y en cuyo interior huele a cerrado y a naftalina, aunque parezca que ese "aroma" coloca.
Yo
estoy organizado. Si no me conoce, puede preguntarme dónde.