Por
Marat
A
Yanis Varoufakis ya pocos le recuerdan. Entre la socialdemocracia
realmente existente -parece inútil recordar al personal que la
socialdemocracia ya no la representan los PPSS, puesto que se han
reconvertido desde los 90 en social-liberales, sino los excomunistas,
con o sin cambio de nombre, y el populismo “ni de izquierdas ni
de derechas”- se ha extendido una suerte de Alzheimer selectivo
que le ha llevado a olvidar a todo lo que tenga que ver con Syriza y
hasta con Grecia.
Muy
lejos, aunque muy cerca en el tiempo, quedan los actos conjuntos
entre miembros de IU y de Podemos con su homólogo griego y los
abrazos con Tsipras y otros dirigentes del partido del oxi (no)
transformado en nai (sí) a los dictámenes del capital europeo. Esta
amnesia es tan profunda como la desvergüenza y cinismo de dirigentes
y gran parte de las bases de ambas franquicias españolas respecto al
que consideraban su gran referente europeo. Pasaron del amor a la
indiferencia sin autocrítica alguna respecto a porqué habían
instituido a Syriza en su modelo político en un pispás (“Es
tan breve el amor y tan largo el olvido”. Pablo Neruda). A
Varoufakis intentaron estirarle unas semanas más como héroe
resistente y rebelde con causa tras la caudicación de su partido y
del gobierno del que formaba parte hasta entonces, simplemente por su
postureo como “enfant terrible” para la hinchada y por
haber dimitido como Ministro de Finanzas griego; dimisión que fue en
realidad un cese fulminante ejecutado por su amigo Alexis Tsipras
para corroborar que el orden reinaba en Berlín y mucho más en
Atenas.
Pero
Varoufakis no era un héroe. Sólo un bufón en manos de un monigote,
Tsipras, al que el capital manejó a su antojo incluso antes de ganar
las elecciones, cosa que muy pocos han querido saber en todo este
tiempo.
Poco
antes de sus horas amargas, tuvo cierto éxito una expresión: “hacer
un Varoufakis”. Para cada uno de quienes han empleado esta
expresión significa algo distinto. Y es lógico que así sea, en la
medida en que uno acomoda los conceptos a su propia ideología.
Para
ciertas personas de derecha, “hacer un Varoufakis” es insultar a
quienes pueden prestarte el dinero que necesitas y luego pedírselo.
Para cierta “progresía” es dimitir, vulgarmente “darse el
piro” y hacerlo con elegancia. Para mí es puro postureo.
Vestirse de Leónidas el espartano para comportarse finalmente como
Arquíloco, el poeta soldado:
“Un
sayo ostenta hoy el brillante escudo
que
abandoné a pesar mío junto a un florecido arbusto.
Pero
salvé la vida. ¿Qué me interesa ese escudo?
Peor
para él. Uno mejor me consigo”
Ya
nadie reivindica a Varoufakis, como tampoco a Tsipras o Syriza, salvo
los necios.
Pero
Varoufakis se resiste a ser olvidado. Como les sucede a otros
antiguos protagonistas -Aznar, González, Blair,…-, Varoufakis
quiere sacar la cabeza de la ingrata losa con la que le ha cubierto
la historia como, por otra parte, les sucede a casi todos los que
ayer fueron alumbrados por los focos de la mercadería política,
atentos ahora a otros productos y marcas personales.
Varoufakis
se ha descolgado apenas hace dos semanas con una propuesta de “red
o movimiento progresista europeo” que democratice Bruselas.
Afirma
el ex Ministro griego que “hay que meter a la gente que
desprecia la democracia bajo control de los ciudadanos”. Y en
línea con las tonterías que nos suelen regalar en España Iglesias
o Errejón añadió: "es mejor prender una pequeña vela que
maldecir la oscuridad".
Para
el gran falsario Varoufakis el mal no está en el capitalismo que se
apropia de lo público, destruye las conquistas históricas de la
clase trabajadora, empobrece a millones de personas y establece una
nueva forma de acumulación por desposesión.
Para
los charlatanes y farsantes como Varoufakis o Iglesias el origen del
dolor social no tiene que ver con una formación social y económica
concreta que refleja una estructura de clases profundamente desigual,
la cual en las crisis capitalistas se desvela con toda su crudeza.
Para
lo que están donde les han colocado sus amos -sólo los majaderos y
los ignorantes creen que los políticos alcanzan un lugar concreto
mediante el sufragio- es para señalar al espantajo institucional
(euro, Banco Central, Troika, Eurogrupo o lo que toque en cada
momento) y escamotear de la vista pública al poder real: el de las
grandes corporaciones industriales y financieras capitalistas que
dictan las políticas generales.
Por
eso este tipo de mamarrachos hablan de déficit democrático europeo.
“Odian la democracia, la tratan con menosprecio” dice el
curilla Varoufakis, refiriéndose a las instituciones de la UE.
Pretende este sujeto que todos ignoremos el carácter profundamente
oligárquico de origen de la democracia, sí, de la ateniense, la
primera. ¿Acaso votaban los ilotas (esclavos) o los metecos
(extranjeros) en Atenas? ¿Acaso no eran una minoría, ciudadanos
atenienses, libres y con propiedades quienes votaban y eran elegidos?
La democracia desde entonces a hoy es la democracia de una clase, por
mucho que ahora el derecho de sufragio sea universal (no para la
mayoría de los extranjeros en un país) y para una clase. ¿Qué
dicen al respecto la gran mayoría de los partidos con representación
parlamentaria? Que representan el interés general, a todos los
ciudadanos. Aludían Marx y Engels en “La ideología alemana”
a esa tendencia a disfrazar de colectivo lo particular al señalar
“la forma tergiversada bajo la que la beata e hipócrita
ideología del burgués proclama sus intereses propios y específicos
como intereses generales”.
Y
es que, en el fondo, Varoufakis no engaña, o sólo a lo hace a los
que quieren ser engañados: “Los problemas y las luchas de los
europeos son tan comunes que se puede crear una identidad paneuropea.
Si no lo hacemos, la UE se romperá. Somos la mejor oportunidad para
que la UE sobreviva”. Lo dejó
claro este autodefinido como “marxista errático”,
en el fondo un neokeynesiano que pide para la UE un nuevo New Deal,
cuando afirmó aquello de "La
cuestión que concierne a los radicales es esta: ¿deberíamos darle
la bienvenida a esta crisis del capitalismo europeo como una
oportunidad para reemplazarlo por un mejor sistema? ¿o deberíamos
estar preocupados respecto a como embarcarnos en una campaña para
estabilizar al capitalismo europeo?".
Y por si había dudas sobre el sentido de la respuesta a tal
disyuntiva, se respondió a sí mismo: "Para mí, la
respuesta es clara: Es menos probable que la crisis europea de a luz
a una mejor alternativa al capitalismo a que desate peligrosamente
fuerzas regresivas que tienen la capacidad de ocasionar un baño de
sangre humanitario, al mismo tiempo que extinguen las esperanzas de
movimientos progresivos para las generaciones futuras." En
román paladino, para
que no venga algo peor, apuntalemos a este capitalismo. Por
si alguno de ustedes creen que no es esa la intención que subyace
bajo sus palabras, el ex Ministro se empeña en que se le entienda de
modo suficientemente claro, para que no haya duda alguna
respecto a lo que quería decir:
"defender a un repugnante capitalismo europeo cuya implosión, a
pesar de sus muchos males, debe ser evitada a toda costa". Algo
así como qué asco me da usted pero me sacrificaré y le haré todo
lo que me pida y algún extra de regalito. De
ahí su obsesión con salvar sus instituciones europeas: la UE, la
unión de los mercaderes del capital.
Eso
son hoy los Varoufakis, los Tsipras, los Iglesias, los Errejones, los
cantamañanas como Monedero, títeres de refresco del capital ante
otras opciones ya quemadas. Y lo mismo cabe decir de los grupos
-IU/UP- que plantean la posibilidad de la salida del euro pero no de
la UE, como si ambos no representasen exactamente lo mismo.
Por
extensión, en nuestra realidad nacional hay muchos otros casos que
ejemplifican bien lo que es “hacer un Varoufakis”.
Es
“hacer un Varoufakis” reunirse en campaña de las generales, como hicieron los concejales
podemitas de Ahora Madrid, con los trabajadores en lucha de Coca-Cola
de Fuenlabrada, con los cuáles la marca se ha negado a cumplir las
obligaciones a las que estaba obligada por resolución judicial,
permitir luego el ayuntamiento podemita madrileño la colocación del
obsceno árbol navideño de la misma marca y responder, ante las
críticas de dichos trabajadores, de manera infame, mentirosa y
desvergonzada que creían que el conflicto ya se había resuelto,
cuando al visitarlos sabían que no era así.
“Hacer
un Varoufakis” es que la señora Carmena dijese al poco tiempo de
tomar posesión como alcaldesa de Madrid que se planteaba
remunicipalizar la limpieza viaria, salir luego con el globo sonda de
encargar dichas tareas a diversos colectivos de mujeres, mantener
después los acuerdos del PP de Ana Botella con las empresas
concesionarias privadas del servicio de limpiezas, proponer un
servicio social de trabajo universitario para que esos jóvenes
ayuden a limpiar la ciudad, con el consiguiente ahorro de puestos de
trabajo, para, finalmente, acabar sorprendiéndose ante un ERTE de
OHL y Valoriza-Sacyr, dos de las empresas concesionarias de la
limpieza municipal, que suspenderá temporalmente de empleo a 300
trabajadores. La firmeza de la Tierna Carmena ya la conocemos:
concesiva y claudicante de manera absoluta con el capital y flexible
hasta la nausea con el dolor de los trabajadores.
“Hacer
un Varoufakis” es presentarse como alguien que quiere hacer desde
el ayuntamiento políticas de igualdad y acabar practicando la
caridad de la iglesia católica invitando a cenar el día de
Nochebuena a unos 200 indigentes con la ONG Mensajeros de la Paz,
como ha hecho la señora Manuela Carmena, al igual que antes hacía
su predecesora Ana Botella del PP. Ni a socialdemócrata llega la
primera, pues son políticas socialdemócratas las que intentan
disminuir las desigualdades sociales desde una cierta “justicia
reparadora” frente al humillante “siente un pobre a su mesa en
Navidad” o, peor aún, vaya a acompañarle un rato a cenar que,
luego cuando acabe de hacerlo, ya sabe él cuál es su sitio: la fría
noche de la calle o el triste y humillante albergue.
“Hacer
un Varoufakis” es plantear en campaña que no se cedería ante los
intereses especulativos de desarrollos urbanísticos como la
“Operación Chamartín” para luego ir modulando el discurso desde
el “así no” hasta el “queremos trasladarle nuestra
voluntad de desatascar la operación. Fomento debe trabajar de la
mano con el Ayuntamiento en las cosas discutibles del proyecto, la
cifra de edificabilidad total del ámbito y el coste de las
infraestructuras, en el que el Ministerio tiene mucho que decir”
en palabras del Concejal de Desarrollo Urbano “Sostenible” (las
palabras lo aguantan todo), el señor don Ladrillo José Manuel Calvo
(de Ahora Madrid).
Por
en medio quedan las fotos de Manuela Carmena retratándose del
bracete de Cristina Cifuentes, tras comer juntas y “acabar” con
desacuerdos Comunidad de Madrid-Ayuntamiento o de la señora Carmena
en el palco del Real Madrid con el gran especulador inmobiliario y
del ladrillo Florentino Pérez, Presidente del Real Madrid, del grupo
constructor ACS y comprador de políticos en cada temporada.
Resuelta
la cuestión legal que impedía la edificabilidad de viviendas en más
de tres alturas por el PP de la Comunidad de Madrid, al derogar la
anterior Ley del Suelo, unos días después del amigable paseo de las
dos madres de la patria madrileña, ya sólo quedan detalles menores
por parte de los podemitas municipales, como la propuesta de que se
construya un menor número de viviendas dentro del proyecto-pelotazo
“Operación Chamartín”. Eso sí, Ramón Espinar hijo de un padre
corrupto y tarjeta-black del PSOE, pudo tirarse el rollo en el
Parlamento Autónomo de que “se va a mercadear en grandes
operaciones como Chamartín o Mahou-Calderón porque una parcela con
una edificabilidad de ocho o diez alturas vale mucho más que una de
tres alturas”. En cada institución dicen una cosa opuesta para
consumo de forofos del partido de los círculos y de su adorada
alcaldesa. Quiero recordar que sobre la eventualidad de que la señora Carmena y su ejército de ediles saltimbanqui-podemitas se apuntaran al pelotazo de la Operación Chamartín ya escribí hace 6 meses. La evolución de los acontecimientos parece darme la razón.
“Hacer
un Varoufakis” es ir de empresario de la comunicación
progre-trotsko-podemita, como el señor Roures (sí, el de Público y
La Sexta, las sedes oficiosas de Podemos) o como la señora Ada
Colau, alcaldesa en cuya ciudad continúan los desahucios pero ahora
con sordina, que decía que los derechos de las personas deben estar
por encima de los intereses económicos particulares, lo que en su
boca era una mentira indecente, al defender la dación en pago, y
acabar siendo ambos socios circunstanciales en una operación
especulativo-urbanística con el intento de venta en Noviembre pasado
del edificio Imagina de Barcelona (70% del edificio es propiedad de
Imagina Media Audiovisual, 30% restante es del Ayuntamiento). De
haberse consumado, el pelotazo hubiera significado un montante de 30
millones de euros, a repartir como buenos socios. Habrá segundo
intento.
Por
cierto, “hacer un Varoufakis” por parte del señor Roures es ir
de empresario progresista y ser un moroso que debe a Hacienda a
través de Mediapubli, la antigua editora de Público, 1.622.516,62
euros. Eso sin contar el dinero que aún adeuda a los antiguos
trabajadores del panfleto digital.
No
sé si finalmente Pablo Iglesias hará un Varofakis con su propuesta
de referéndum para Cataluña -¿sólo para Cataluña? ¿Por qué no
también para Euskadi y Galicia? ¿Acaso no hay allí fuerzas
soberanistas?- pero, de momento, ya ha anunciado que su prioridad es
la Ley 25 de emergencia social, a sabiendas de que sin la derogación
del artículo 135 de la Constitución y muy especialmente de la Ley
Orgánica de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera
(LOEPFS), cuyo contenido está vinculado directamente al Pacto Fiscal
Europeo, es otro brindis al sol en línea con el programa económico
podemita. Y esa derogación no se producirá porque Bruselas ya le ha
dicho que alegrías económicas ninguna. ¿Acaso alguien es tan
cínico de afirmar que Iglesias haría algo distinto a Tsipras? El
propio Iglesias ya aclaró hace tiempo que Syriza hizo lo único que
se podía hacer. Y remachó: "Cuando en política no tienes
poder, no tienes nada, porque no cuentan las razones", y "un
Estado del sur de Europa tiene muy poquito poder".
De
momento Iglesias gana tiempo, pone un señuelo, que por la situación
económica y social de millones de personas puede que le funcione
relativamente bien, por delante del referéndum, la ley de emergencia
social y juega a favor de la repetición de unas elecciones en las
que sólo el PP y Podemos saldrían beneficiados. Pero para entonces
estaríamos ya en Mayo y, bien podría empezar a difuminarse su propuesta de
referéndum, no tanto para que le haga perder muchos votos en
Cataluña, Euskadi y Galicia pero suficiente para que en la España
profunda, una, grande y libre no le castiguen por separatista, como
dicen los barones del PSOE. Y es que tuvo un buen maestro en aquel
Felipe González del 76 que estaba a favor del derecho de
autodeterminación de los pueblos de España y luego acabó por ser
un puntal sólido de dicha “unidad patria”.
Por
último, “hacer un Varoufakis” es proclamar, como hizo el
candidato de IU-UP que Podemos se ha derechizado, que es la UCD
actual y que con un partido con esa evolución IU no hubiera buscado
la unidad popular, cuando lo intentó con un partido que estaba ya
muy derechizado hasta el último minuto antes de iniciarse el cierre
de las listas, y acabar planteando la necesidad de recuperar esa
misma “unidad popular” al día siguiente de las elecciones. IU
acabará integrada en dicho partido, con los dirigentes que acepte
Podemos, como el que selecciona con desgana las partes apetecibles de
un plato y casi todas sus bases embarcando en el populismo
derechizado y sostén del capitalismo. Muchos de los “disidentes”
de la actual dirección de IU subirán al barco por la pasarela, como
hicieron yendo a votar a tal coalición con el carné en la boca. Pero, eso sí, muy indignados.
Tranquilos, el día de Reyes todos los votantes giliprogres, de rojos nada, recibirán su juego de mesa “Házle un Varoufakis a la decencia política”.
Tranquilos, el día de Reyes todos los votantes giliprogres, de rojos nada, recibirán su juego de mesa “Házle un Varoufakis a la decencia política”.