9 de diciembre de 2014

LOS LÍMITES DEL CAPITAL EN ESPAÑA: LAS RAÍCES DE LA “NUEVA NORMALIDAD”

Greig Charnock, Thomas Purcell,  Ramon Ribera-Fumaz. La Haine 

Resumen
Este artículo explora las raíces de la difícil situación actual en el Sur Europeo, donde el crecimiento económico futuro probablemente será débil y acompañado de niveles de desempleo “estructural” masivos, desigualdad creciente y sucesivas crisis de cohesión social y política. Para ello, el artículo toma a España como caso paradigmático de esta “nueva normalidad”, y sostiene que la “racionalidad irracional” de la crisis en el capitalismo puede verse en los sucesivos ciclos de crisis que han resultado en el presente escenario económico catastrófico español, y – a través de la Unión Económica y Monetaria Europea – en lalimitación de oportunidades políticas para restablecer el crecimiento más allá que en la subordinación de la reproducción social al poder del dinero y la (cada vez más autoritaria)ley. En este sentido, el artículo se enmarca en análisis diacrónicos basados en la teoría del valor del desarrollo capitalista que trazan la prefiguración de las formas contemporáneas de crisis en la formación y “resolución” de los ciclos precedentes de sobreacumulación y devaluación (1)

‘Las crisis, podemos concluir, son racionalizadores irracionales de un sistema Irracional.’ (2)

"Tenemos un capitalismo rentable con alto desempleo. Es una combinación singular de capitalismo con austeridad que funciona en términos de beneficios pero no restablece crecimiento económico a un nivel que pueda resolver la crisis de la desocupación... Esto es la nueva normalidad" [new normal]. (3)

En 2006, en el punto álgido del boom económico, el presidente de España, José Luis Rodríguez Zapatero, celebró el llamado milagro español: ‘Es difícil’, resumió, ‘encontrar en nuestra historia moderna un período de estabilidad política, crecimiento económico y bienestar social como el que hemos experimentado desde 1986’. ‘No hay duda’, añadió, ‘que España es más moderna, más prospera y está más unida que la España que entró en la Comunidad Europea hace veinte años’. (4) Las palabras de Rodríguez Zapatero estaban sustentadas por una década de alto crecimiento económico, en la cual la economía española creció más rápido que la media de la Unión Europea (EU) y creaba empleo a un ritmo que superaba a cualquier otro país de la UE. Sin embargo, sólo tres años más tarde, España se encontraba sumida en una recesión profunda, la más honda desde la transición democrática a finales de los sesenta.

La explosión de la crisis en 2007 y la subsecuente recesión global, sin lugar a duda, expuso rápidamente las contradicciones de los diez años anteriores de crecimiento económico del milagro español. Un crecimiento construido bajo la expansión de los circuitos ficticios de capital en la Eurozona y el endeudamiento (especialmente privado y con el exterior). Ilustrativo de ello fue cómo en poco tiempo, el déficit fiscal español pasó de un superávit equivalente al 1,9% del producto interno bruto (PIB) en 2007 al déficit de un 11,1% en 2009. De hecho, cuando el gobierno ya no pudo financiar el creciente déficit primario y los bancos eran incapaces de captar fondos suficientes en los mercados internacionales, el milagro español se derrumbó como un castillo de naipes. Caída que se intensificó cuando los bancos, en particular los alemanes y franceses, empezaron a reducir su exposición de pasivos en España y del resto de países con problemas para repatriarlos hacia productos financieros en sus países de origen. (5)

En el momento que escribimos, octubre 2014, parece que según algunos lo peor ya ha pasado. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha anunciado que España va a crecer a una tasa del 1,3% del PIB en 2014 y en el 2015 la tasa de crecimiento será superior a la alemana. Para el FMI, esta mejora se apoya ‘tanto por una demanda externa como doméstica que reflejan la mejora de las condiciones financieras y el aumento de la confianza’. (6)

Por su parte, Mariano Rajoy – actual presidente de España – interpreta la “recuperación” por una parte en la “estupenda” fortaleza del sistema bancario español. (7) Solidez facilitada a golpe de talonario del Estado español: desde 2009 el Estado ha canalizado billón tras billón de euros para recapitalizarlo y rescatarlo del colapso. (8) Por la otra parte, debido al conjunto de reformas económicas, financieras y sociales realizadas por su gobierno. Éstas medidas, basadas en políticas de oferta, se han centrado en flexibilizar todavía más el mercado de trabajo, profundizar procesos de liberalización y externalización de servicios públicos, reducir las pensiones y el estado del bienestar. En esta línea, este mismo mes, el Wall Street Journal ha loado España como el gran ejemplo a seguir en Europa: ‘podría ser conveniente que los vecinos de España intentaran el mismo tipo de reformas basadas en la oferta... para [obtener] un buen resultado’. (9)

Sin embargo, y en contraposición a estas visiones, España permanece inmersa en una crisis donde las devaluaciones de capital y trabajo han tenido un impacto devastador en la sociedad y, en particular, en la capacidad de la clase trabajadora para garantizarse los medios de su propia reproducción. Por ejemplo, el impacto en la provisión de vivienda ha sido especialmente severo aunque lógico, dado el papel que la deuda hipotecaria ha jugado en la expansión del consumo durante los años del boom. Entre los años 2008 y 2012 se produjeron 172.000 desahucios por falta de pago hipotecario y 178.000 casos continúan en consideración en los juzgados, (10) mientras que la tasa media de órdenes judiciales de desahucio en 2013 fue de 184 al día. (11) Pero posiblemente el indicador más trágico de la profundidad y de los costes humanos de la crisis ha sido el dramático aumento del desempleo. En abril del 2013 el desempleo en España alcanzó su récord histórico: más de 6,2 millones de parados, es decir, más del 27% de la población en edad de trabajar; y lo que es más trágico aún, con unos niveles de desempleo juvenil que alcanzaban un 57%. (12) Y es que a medida que la crisis ha ido avanzando, la destrucción de empleo ha aumentado. En primer lugar, el paro afectó especialmente a los trabajadores jóvenes con contratos temporales que trabajaban en los sectores de la construcción y servicios – muchos de ellos inmigrantes. Sin embargo, debido a la extensión de la crisis, la destrucción de empleo se ha expandido hacia sectores con trabajadores más cualificados y con contratos indefinidos, ya sea en el corazón del sector público o el industrial. Incluso en el sector turístico, donde el número de visitas a España no ha parado de crecer desde 2008, el número de empleos en el sector ha disminuido anualmente hasta 2014. (13)

La crisis, pero especialmente las políticas de austeridad, las reformas liberalizadoras y las medidas para llevar a cabo una “devaluación interna” para recuperar la competitividad de la economía española han tenido un efecto devastador en la clase trabajadora española.Entre 2011 y 2012, el ingreso medio de los hogares españoles había caído un 18,4% (14), mientras que el poder de compra real de los salarios había caído un 2% más de 2012 a 2013. (15) En abril de 2013, 1,9 millones de hogares estaban compuestos sólo por no asalariados (16) y 300.000 hogares dependían de las pensiones de los padres jubilados como único ingreso. (17) Al mismo tiempo, alrededor de 3,2 millones de parados no recibían ningún tipo de subsidio y el 30% de la fuerza laboral activa tenían salarios por debajo de los 1.000 euros al mes. (18) Y aquellos que cobraban el salario mínimo interprofesional vieron congelados sus salarios al 40,6% del salario medio en 2014 después de una caída acumulada del poder de compra de éstos del 5,8% desde 2010. (19) En resumen, en 2013, el desempleo en España alcanzó su tasa más alta desde que comenzó su registro en los años setenta y el ingreso medio disponible de los hogares había bajado un 10% en comparación a 2008. (20) En estas circunstancias, Intermón-Oxfam alertó que hasta un 38% de la población de la cuarta economía más grande de Europa podría caer en la pobreza en una década. (21) En octubre de 2014, el mismo día que el Wall Street Journal publicaba su laudatorio a las políticas de ‘recuperación’ de oferta, FEDEA – un think tank de corte liberal – confirmo que la mayoría de los trabajos creados entre 2014 y 2015 serían “precarios”: ‘de poca calidad, poca duración y paga baja’. (22)

Este panorama, siete años después de la explosión de la burbuja financiera mundial, sitúa a España como un ejemplo paradigmático de lo que David McNally llama “nueva normalidad”: crecimiento económico que permite que el capital se lucre y se reproduzca pero sin tasas que permitan generar empleo, todo ello acompañado de medidas de austeridad que endurecen las condiciones de vida de la clase trabajadora (con o sin empleo).

En este contexto, y a pesar de ciertas especificidades empíricas, en las siguientes páginas desarrollamos un análisis para entender la llegada de esta “nueva normalidad” a España. Este análisis se basa en el axioma marxista que la crisis es a) necesaria para y b) una característica periódicamente recurrente de la forma capitalista de reproducción social.

Demostraremos que estas condiciones son plenamente vigentes y necesarias. (23) Así mismo, mostramos que la experiencia española ejemplifica cómo la “resolución” de una crisis de acumulación determinada – en la cual varias formas de capital y trabajo son devaluadas – condiciona cualquier periodo posterior de “recuperación” y por tanto ya contiene las dinámicas y características de los siguientes períodos de formación de crisis. (24) Así que para comprender completamente la significación de la presente crisis, tenemos que mirar atrás en el tiempo a la vez que debemos estudiar el momento presente en busca de los signos tempranos de las contradicciones inherentes en la forma de “recuperación” y de la “nueva normalidad”. En síntesis, nuestra finalidad es desarrollar, un análisis basado en la teoría del valor de la crisis en España. Al hacerlo, nuestra intención es tener en cuenta los cambios estructurales significativos que diferencian a los espacios de acumulación nacionales y regionales – específicamente dentro de la UE –, pero que también pueda explicar las particularidades de la crisis en España en relación con otras experiencias, como por ejemplo las ocurridas en Gran Bretaña o los Estados Unidos. (25) Ésta fue la tarea que nos impusimos al escribir Los límites al capital en España (26) y cuyos principales rasgos y conclusiones resumimos en este artículo.

La racionalidad irracional de las crisis en el capitalismo
El argumento clave básico de nuestro enfoque marxista es que la crisis es una característica necesaria y periódicamente recurrente de las formas capitalistas de reproducción social. En estas formas de reproducción social, la producción y circulación de capital es el proceso fundamental que da unidad al trabajo social realizado con los medios de producción privatizados. El capital es valor auto-valorizado: ‘sólo puede ser comprendido como un movimiento, y no como algo estático’. (27) La substancia del valor es el trabajo social humano, pero, en una sociedad productora de valor, esta relación social entre gente se manifiesta en y a través de la forma fetichizada de una relación entre cosas. Así pues, la unidad del trabajo social asume la forma de una relación impersonal e indirecta entre productores independientes y privados, ellos mismos diferenciados por el capital en clases sociales.

De esta manera, en el capitalismo la producción y la reproducción social están subordinadas a la anónima ley del dinero – la forma más desarrollada e independiente de valor y la que enfrenta a los productores directos mediante la forma de capital. Así, la reproducción de capital requiere que una magnitud cada vez mayor de plusvalía sea extraída del trabajo vivo. La producción de plusvalía (relativa) es el contenido inmanente que determina las transformaciones asociadas con el desarrollo de las fuerzas de producción; un proceso que es mediado por las relaciones competitivas entre diferentes capitales y, que a su vez, resulta en el desarrollo material desigual de las fuerzas de producción a escala mundial. El corolario espacial, pues, es el desarrollo geográfico desigual [uneven].

La producción de plusvalías relativas y la reproducción del capital es inherentemente un proceso global aunque mediado políticamente a través de estados-nación. Que el proceso de acumulación dependa de las relaciones antagónicas de clase significa que el estado debe tener un papel activo a la hora de procesar estas relaciones. Como Simon Clarke resumió: 

“El carácter de clase del estado, plasmado en su forma liberal, le requiere asegurar la reproducción del capital. La forma nacional del estado le requiere expresar política e ideológicamente el interés nacional en contra de todos los intereses particulares. La reproducción del estado le requiere resolver esta contradicción. La contradicción aparece ante el estado en la forma de aspiraciones sociales y políticas de la clase trabajadora, a las cuales tiene que responder dentro de los límites de su propia forma, confinando la clase trabajadora dentro de la forma de salario u la forma constitucional del estado.

La admisión de la clase trabajadora en la constitución a escala nacional aumenta la presión del estado para asegurar la continua acumulación de los capitales productivos domésticos. Sin embargo, esta restricción introduce otra contradicción entre la forma nacional de estado y el carácter global de la acumulación del capital”. (28)

Nuestro libro, Los límites al capital en España, explica el progreso del capitalismo en España a través del desarrollo de estas consideraciones generales y abstractas sobre las contradicciones de la forma del valor, la acumulación del capital y el estado. En el libro, nuestra intención no ha sido proporcionar un relato histórico por sí mismo pero demostrar cómo las anteriores crisis de acumulación y Estado en España han prefigurado las bases para los ciclos de sobreacumulación y crisis subsiguientes. No podemos, como el pensamiento dominante hace, reducir las explicaciones de la crisis al simple efecto de shocks exógenos o contingentes sobre la economía de mercado y asumir que si no fuera por estas sacudidas el sistema funcionaría eficientemente. Atribuir las causas de la crisis a consideraciones como la fragilidad humana, un diseño regulatorio precario, errores institucionales, la influencia de corrientes de pensamiento específicas, la avaricia de banqueros y élites políticas o a ciertas idiosincrasias nacionales es en el mejor de los casos es ser reduccionista y, en el peor de ellos, es caer en el dogmatismo o racismo. No nos equivoquemos. Esta crisis es una crisis de la relación del valor, de la sobreacumulación de capital y del estado como concentración de una sociedad constituida capitalísticamente. Con el fin de fundamentar esta afirmación, nos adentraremos en un análisis materialista de los sucesivos intentos del Estado español de contener la producción y reproducción social de la clase trabajadora dentro de los límites del capital a través de la subordinación de aquéllos a la ley del dinero y del estado. Intentos inmersos en la doble dinámica capitalista de producción de desarrollo geográfico desigual a escala global y de las capacidades diferenciadas de acumulación de los estados y regiones dentro de estas dinámicas mundiales.

Los límites a la industrialización por substitución de importaciones
Los capítulos dos y tres de Los límites del capital en España examinan el desarrollo de la forma nacional de producción capitalista en España, centrándonos en el período inmediatamente posterior a la Guerra Civil. En los años cuarenta, la acumulación de capital apenas era sostenible. La agricultura y la industria estaban muy retrasadas en relación a los estándares del mercado mundial. Por ello, una gran parte de la exhausta población que permaneció en el país después de la guerra estaba confinada exclusivamente a mantener niveles mínimos de subsistencia. Políticamente aislado y con medios limitados para asegurar ayuda exterior e ingresos en los mercados internacionales, el estado fascista tuvo que tomar un papel proactivo en centralizar y concentrar capital para poder asegurar medios más viables para la reproducción social y su propia supervivencia. El Estado estableció el Instituto Nacional de Industria (INI), el cual supervisaba el establecimiento de nuevos capitales industriales produciendo únicamente para el mercado doméstico y bajo la protección de políticas ad hoc asociadas a una forma de industrialización por substitución de importaciones (ISI) extremadamente restrictiva. En los años cincuenta, la dinámica hacia la industrialización empezaba a tener un efecto transformador en la sociedad española. Sin embargo, también aparecían los límites de la acumulación sostenida con base en la ISI. Mientras en América Latina la captura de una extraordinaria magnitud de rentas-tierra permitió periódicamente sostener la acumulación mediante ISI (y aún lo hace hoy en día en países como Argentina) (29), el crecimiento en España durante los años cincuenta se sostenía esencialmente a base de represión salarial, es decir, al pago de la fuerza de trabajo por debajo su valor. Aun así, la represión salarial no consiguió que los capitales españoles fueran suficientemente rentables y, por tanto, falló a la hora de asegurar al estado sus propios medios de reproducción.

En 1959, España tenía problemas severos con su balanza de pagos y una crisis de crédito que expresaba los límites de la ISI. Afortunadamente para el estado fascista, desarrollos en Europa Occidental permitieron proveer medios de recuperación y evitar una crisis de la ISI más devastadora: la Guerra Fría situó a España como socio de Occidente contra el comunismo y la llegada del FMI para solventar los problemas económicos de España – con la imposición de planes de estabilización económica –, permitieron una tímida liberalización e integración económica con los circuitos de capital europeos y mundiales. Esto permitió, en primer lugar, el despegue de la industria turística, permitiendo al Estado capturar un flujo de ingresos extraordinario. En segundo lugar, un marcado aumento de la emigración de trabajadores españoles hacia los mercados de trabajo de la Europa Occidental conllevó la llegada de un alto volumen de remesas.

Estas dos fuentes de ingresos externos apuntalaron una demanda doméstica creciente y sostuvieron la reproducción expandida del capital en España durante gran parte de la década. Al final de los sesenta, sin embargo, el Estado se enfrentaba con una inflación creciente y presiones en la balanza de pagos. Esto propició relajar las restricciones a la involucración de capitales extranjeros en la producción y permitir el flujo de inversión extranjera directa en los sectores clave de producción: principalmente en la forma de patentes y tecnologías obsoletas en sus países de origen fuera del todavía muy protegido mercado doméstico español.

Con la entrada de la recesión de los 70 en Europa, los ingresos de remesas y turismo cayeron agudamente exponiendo la fragilidad de una economía basada en la producción destinada al mercado doméstico de productos que no podían competir a nivel internacional. Esta vez, la respuesta del Estado español fue tanto represiva como inflacionaria, intentando contener las aspiraciones de una clase trabajadora cada vez más militante. Pero en los años que siguieron a la crisis de 1974, el mercado mundial continuó estancado y cayó en una recesión todavía más profunda. Los estados nacionales en todo el mundo se enfrentaban con la necesidad de volver a contener la producción y la reproducción social dentro los límites del mercado. A finales de los setenta, cuando se estableció una forma liberal democrática de estado para sustituir la forma fascista, se consiguió asegurar la cooperación de los principales sindicatos para hacer frente a la nueva recesión, reflejado con la firma de los Pactos de la Moncloa en 1977 entre el gobierno, partidos políticos (incluido el Partido Comunista de España), organizaciones sindicales y patronal. La buena relación entre el Estado y los sindicatos continuó con la llegada al poder del PSOE en 1982, cuando el Estado persiguió una estrategia deflacionaria agresiva con el principal sindicato, UGT, al principio apoyando la contención salarial. En este marco, el gobierno se embarcó en un programa de austeridad y “reconversión industrial” que resultó en desempleo y una destrucción de capital obsoleto a escala masiva. Este período marcó la aceleración de un proceso que empezó anteriormente con la relajación del proteccionismo en algunos sectores y, emblemáticamente, con el establecimiento de la planta de Ford Motor Company en Valencia a mediados de los setenta: es decir, la inserción completa de España en la nueva división internacional del trabajo (NDIT). (30) En este sentido, desde los años sesenta, las transformaciones organizacionales y tecnológicas del sistema de maquinofactura – hacia lo que algunos han llamado “sistemofactura” – conjuntamente con desarrollos en los sistemas de transporte y comunicaciones, significó que el capital podía relocalizar la producción en cualquier lugar del mundo para beneficiarse de costes de producción menores. En los años ochenta, España había conseguido ser una fuente rentable de trabajo barato e inmediatamente explotable que se podía adaptar rápidamente a los nuevos procesos de trabajo y ofrecer a la misma vez una proximidad geográfica a lo que pronto sería el mercado único europeo.

Los límites a la integración europea
En el capítulo tres de Los límites del capital en España mostramos cómo el periodo de “recuperación” en los años ochenta estuvo marcado por contradicciones que han sido fundamentales en el posterior ciclo de acumulación y crisis en España. La reconversión industrial y la llegada de capitales foráneos a España promovió la fragmentación de la clase trabajadora: un segmento importante de ella fue forzada a trabajar en empleos con salarios bajos en la producción “flexible” realizada por una masa creciente de pequeños capitales industriales. Por su parte, otro segmento gozaba de empleos con salarios más altos en grandes plantas de ensamblaje que pertenecían al dominio de la fabricación para la exportación de mercancías de contenido tecnológico bajo o intermedio para los estándares del mercado mundial. En este marco, las tasas de beneficio y ocupación se recuperaron a partir de 1985, aunque a expensas de una inflación creciente y de la escalada de tensiones entre el Estado y los sindicatos. El Estado buscó contener la inflación y moderar los aumentos salariales a través de la entrada en el Mecanismo de Tipos de Cambio (ERM por su acrónimo en inglés) en 1989. El resultado de la estrategia sólo favoreció el flujo especulativo de capitales hacia sectores “no-transables” más rentables. Éstos dependían fuertemente del crecimiento de la demanda doméstica, y por tanto, el capital evitaba la entrada en otros sectores manufactureros y a la vez aceleraba el proceso de sobreacumulación (en el sector de no-transables) que resultó en la crisis monetaria de 1992 y el comienzo de la recesión más profunda en España de los años sesenta.

Después de una fuerte devaluación de la peseta a mediados de los noventa, en 1999, España cumplía los criterios de convergencia fijados por el Tratado de Maastricht para entrar en la Unión Monetaria Europea (UME). Para entonces, la economía se estaba recuperando y estaba en camino hacia un boom de crecimiento que duró hasta 2008.

Durante este período, algunos “campeones nacionales” emergieron como resultado del papel proactivo del estado democrático liberal en la concentración y centralización del capital a finales de la década de los ochenta. Una década más tarde, estos capitales se encontraban en una posición fuertemente competitiva para asegurar una base estable para su valorización en los mercados exteriores – particularmente en América Latina – e “internacionalizarse”. Un selecto número de capitales españoles se convirtieron en una fuerza competitiva globalmente en los sectores de banca, telecomunicaciones y producción energética. No obstante, tras este boom permanecían debilidades fundamentales. Los capitales normales más dinámicos e internacionalmente competitivos dejaron atrás el sector manufacturero doméstico y éste permaneció con baja productividad y dependencia en capitales foráneos que ponía límites al desarrollo organizacional y tecnológico de las fuerzas productivas a excepción de unos pocos subsectores. Así pues, la entrada en la UME consolidó la posición relativamente “atrasada” y diferenciada en la NDIT y agravó la producción de desarrollo desigual tanto dentro de la economía nacional como en relación a otras regiones y países dentro de Europa.

Los límites a la urbanización
En el capítulo cuatro ampliamos necesariamente el foco de nuestro análisis a través de un examen de los procesos de acumulación durante el último boom español desde un contexto global. Para entender cómo la acumulación expandida y los niveles crecientes de consumo social podían ser sostenidos en una escala más allá de la producción de plusvalías por parte de los capitales españoles, consideramos que era de crucial importancia la confluencia de bases materiales que hicieran posible la entrada de grandes flujos de inversión en el sector de la construcción y en los mercados inmobiliarios españoles. Tales sectores eran esferas particularmente rentables para el reciclaje de capital ficticio mayoritariamente de origen foráneo. Excedentes de capital global – en particular procedentes de Alemania –, entraron a España a través de su altamente competitivo mercado de bonos garantizados y fueron subsecuentemente canalizados a través de las cajas de ahorros regionales hacia el mercado hipotecario. Un gran volumen de capital financiero del centro fluyó hacia el sector de la construcción español alentando la sobreproducción especulativa del sector. Tal sobreproducción estuvo incentivada por tasas de interés bajas, reformas en las regulaciones urbanísticas que eliminaron barreras a la llegada de capital especulativo orientado a nuevos proyectos de urbanización, la disponibilidad de una fuerza de trabajo barata (mayoritariamente inmigrante en un sector trabajo-intensivo) y una demanda creciente de infraestructuras, hoteles y segundas residencias asociadas al turismo de masas. Mientras tanto, ayuntamientos y agencias locales de desarrollo de toda España se embarcaron en estrategias de oferta “emprendedoras” asociadas con la competencia inter-urbana dentro de la división espacial del consumo. (31) Iniciativas del estado local para incentivar la participación del sector privado en proyectos de desarrollo urbano en ciudades como Barcelona, Valencia o Madrid (y en el resto de ciudades del país) eran altamente especulativas y basadas en la anticipación de beneficios futuros derivados de la rápida construcción de infraestructura, vivienda y oficinas. (32)

Durante el boom económico de principios del siglo XXI, la sobreacumulación relacionada con el circuito secundario de capital se intensificó a medida que las cajas de ahorros y la banca comercial competían para financiar la producción la construcción de los promotores inmobiliarios y en financiar a los individuos que querían comprar una vivienda con crédito barato e hipotecas con períodos de larga amortización. El sector de la construcción se convirtió en un imán para la inversión desde 1998, ocasionando fuertes incrementos en los precios de la vivienda y el suelo, y alimentando aún más la especulación nacional e internacional. La demanda para segundas residencias como vehículos de inversión creció rápidamente, mientras el aumento de la demanda agregada creado por nuevo empleo, incluyendo la llegada de nuevos trabajadores inmigrantes, impulsó la compra de primeras residencias y una nueva generación de ciudadanos (jóvenes e inmigrantes económicos).

Sin lugar a dudas, el boom tuvo su génesis a raíz de la expansión del crédito. De hecho, para muchas familias españolas el consumo expandido dependía en apalancarse en el valor de la vivienda y su continuo incremento del precio. La proporción de deuda privada de los hogares sobre el PIB en España creció desde menos del 55% en el año 2000 al 90% en 2010, (33) mientras que la deuda neta estimada de los hogares como porcentaje del ingreso disponible creció del 85,97% en 2000 al 144,32% en 2006 – casi un 40% más que el promedio de la Eurozona. (34) Como ya es sabido, la desproporcionada expansión del sector de la construcción en relación a otros sectores durante el boom derivó en el crecimiento de los precios de bienes no-transables y redujo la competitividad de las exportaciones, alimentando la inflación y exacerbando la necesidad del fondo social de consumo a través de una consiguiente expansión del crédito. La sobreproducción en el sector de la construcción fue endémica: entre 2001 y 2011 se incremento un 24% el stock de vivienda (hasta más de 26 millones) mientras que la población sólo aumento un 5.8% (hasta aproximadamente los 47 millones de habitantes). (35) En resumen, el apalancamiento especulativo en la construcción y el aumento del endeudamiento de los hogares – que incluso el Estado reconoció que fue significativamente más alto que en otros países europeos –, (36) alimentó el proceso de sobreacumulación en España. (37)

La Unión Monetaria Europea y los límites del capital en el Sur Europeo
Un tema central que emerge de nuestro análisis de la crisis y la revuelta en España versa sobre el carácter de clase de la integración europea. La UME es especial, pues tal como Werner Bonefeld apunta, está ‘concebida como un mecanismo disciplinario que fomenta la “competición” sobre la base de la deflación y el aumento de la productividad del trabajo’ – un dispositivo ofensivo ‘que busca hacer trabajar más duro a la clase trabajadora europea en un contexto de deterioro de sus condiciones’. (38) Nuestro análisis del desarrollo del capitalismo en España antes del 2008 demuestra este argumento. Tal análisis, es importante destacar, es igualmente válido en referencia a los demás países del sur europeo.

Detrás de la retórica de “convergencia”, “integración” y “unión”, la UME ha exacerbado el desarrollo desigual del capitalismo dentro de Europa. Como los países del sur europeo entraron en la UME con tipos de cambio más altos, la reducción absoluta en costes de comercio debido al acceso abierto al mercado benefició desproporcionadamente a los países miembros del norte. (39) Después de la UME, el compromiso del Banco CentralEuropeo a mantener la inflación a un nivel bajo sirvió para obstaculizar la competitividad de las exportaciones en países con niveles de productividad industrial menores. Esto se expresó con déficits comerciales y de cuenta corriente en todo el sur europeo.

En los años anteriores a la UME, un déficit persistente de cuenta corriente podía amenazar la calidad del dinero circulando en las economías nacionales, llevando a presiones especulativas desde los mercados internacionales de divisas y después llevar a los bancos centrales a realizar devaluaciones periódicas para hacer frente a crisis de balanzas de pagos. La crisis del ERM de 1992 fue un ejemplo claro de esto. Sin embargo, en el sistema euro los bancos centrales ‘no tenían necesidad de acumular stocks de divisas para mantener su pertenencia a la área del euro con lo que el tema de desequilibrios en las balanzas corrientes desapareció mayoritariamente de las discusiones macroeconómicas’. (40) Mientras tanto, entre el 2000 y el 2007, los costes laborales unitarios crecieron bruscamente en todo el Sur de Europa y a una velocidad mucho más rápida que en los miembros “centrales” de la UE, (41) agravando las pérdidas de competitividad. Desde el pensamiento actualmente dominante, varios analistas concluyen que la crisis actual ha revelado la negligencia de los estados del Sur en controlar los costes laborales y en reformar legislaciones e instituciones obstructivas del mercado de trabajo. Sin embargo, los costes de producción relativamente altos en el Sur eran una expresión de la incapacidad de capitales “atrasados” en estas economías nacionales ‘para aumentar la productividad a niveles que salvasen la discrepancia entre ellos y sus rivales alemanes o de otros países de Europa Central’. (42) En este escenario, el crecimiento económico y la expansión del consumo social en el Sur de Europa sólo fue posible a través de la expansión de la deuda corporativa y de los hogares. 43 El ciclo de crecimiento post-UME se apoyaba en la entrada acelerada de capital ficticio en el Sur Europeo, fomentado por tipos de interés bajos, expansión del consumo social en base al endeudamiento y la rentabilidad de sectores no-transables en países como España. (44)

Como resultado, la productividad más elevada de los países “centrales” de la Eurozona generó grandes superávits comerciales. La Eurozona ha mantenido una balanza por cuenta corriente favorable con el resto del mundo desde la UME. No obstante, dentro de la eurozona ha habido variaciones significativas en las balanzas por cuenta corriente nacionales. Austria, Bélgica, Finlandia y especialmente Alemania, han tenido superávits importantes, mientras Grecia, Irlanda, Portugal y España han padecido déficits desde mediados de la primera década del siglo XXI. En 2007, en la vigilia de la crisis, el Estado griego anunció un déficit por cuenta corriente del 13,6% del PIB, Irlanda un 4,9%, Portugal un 11,1% y España un 9,5% contrastando con el superávit alemán del 7,5%. (45)

Para ir concluyendo...
Sin lugar a dudas, el sur europeo está soportando hoy en día la mayor parte del peso de la crisis de la “integración europea” y de la caída de un ciclo pronunciado de sobreacumulación de capital global. En este contexto, algunos desean que se corrijan los “desequilibrios” por cuenta corriente mediante un papel proactivo de los países con “superávit”, estimulando la demanda doméstica a través de la finalización de la moderación salarial y la relajación del compromiso a la estabilidad de precios. Otros han propuesto una solución más radical, promoviendo la salida de la Eurozona con el fin de que se puedan reintroducir monedas nacionales y poder llevar a cabo devaluaciones monetarias. Sin embargo, la habilidad para depreciar la moneda “nacional” no garantiza a ningún estado la salida del desarrollo desigual de las fuerzas productivas dentro y a través de economías nacionales, de los ciclos globales de sobreacumulación de capital, y por tanto de la necesidad de crisis. 46 Con relación al sur europeo, estas medidas no garantizarán una restructuración fundamental de sus economías lejos de la dependencia recurrente en entradas de capital extranjero en la forma de turismo o deuda, o hacia tasas de productividad más altas y el establecimiento de producciones competitivas globalmente.

Al parecer, las políticas de austeridad implementadas por parte de los estados del sur europeo – y la correspondiente resistencia a ello - continuarán por algún tiempo. Simon Clarke afirma que ‘la forma de estado es tal que si la lucha política de clase va más allá de las fronteras puestas por la reproducción expandida del capital, el resultado no será la supresión del modo capitalista de producción sino su colapso, y con ello el colapso de la reproducción material de la sociedad’. (47) Éste es, a nuestro entender, el gran problema real al que se enfrenta el sur europeo hoy, mientras los esfuerzos del estado para imponer la austeridad como medio de asegurar la “consolidación fiscal” es confrontado por las luchas de la clase trabajadora para resistir la “devaluación interna” y garantizar los medios para su propia reproducción. La transformación hacia una sociedad mundial cuya reproducción no esté subordinada a la acumulación de capital sigue siendo una necesidad urgente y que sólo puede nacer de la consciencia plena de la lucha de la clase trabajadora internacional. En este sentido, el sur europeo puede y tiene que convertirse en un laboratorio crucial de las políticas anti-capitalistas.

Notas
1 Queremos agradecer a Martín Arboleda y Jon Las Heras los comentarios y sugerencias realizados. Por descontado, cualquier error o imprecisión es responsabilidad única de los autores.
2 D. Harvey, The Enigma of Capital and the Crises of Capitalism (London: Profile Books, 2010), p. 215. Todas las citaciones a textos en inglés son traducciones propias (independientemente de que exista edición en castellano).
3 D. McNally, ‘Global Slump and the New Normal: An Interview with David McNally’, New Politics, 29 junio 2014, http://newpol.org/content/global-slump-new-normal, accedido el 28 de octubre 2014.
4 Elcano Royal Institute, 20 Years of Spain in the European Union (Madrid: Real Instituto Elcano and European Parliament – Office in Spain, 2010), p. 9.
5 M. García, ‘The Breakdown of the Spanish Urban Growth Model: Social and Territorial Effects of the Global Crisis’, International Journal of Urban and Regional Research, (2010) 34: 967-80, p. 967. “La fuga de capitales” desde España a los países centrales de la UE fue de 296 billones de euros entre junio del 2011 y junio 2012 – véase D. López Garrido ‘Introduction: Twelve Months of Economic Despair’, en D. López Garrido et al. (eds), The State of the European Union: The Failure of Austerity (Madrid: Fundación Alternativas and Friedrich-Ebert-Stiftung, 2012), p. 16).
6 FMI, World Economic Outlook, October 2014: Legacies, Clouds, Uncertainties (Washington DC:
 International Monetary Fund, 2014), p. 9.

7 M. Hernández, ‘Rajoy celebra la Fortaleza del sistema financiero español’, El Mundo, 26 Octubre 2014, http://www.elmundo.es/espana/2014/10/26/544cd6dce2704ef95f8b4574.html,
    accedido el 28 octubre 2014.
8 Hasta junio de 2009, el Estado español había direccionado un 2% del PIB para apuntala la exposición del sector financiero – el nivel más alto de inversión pública de este tipo entre los países de la OCDE (I. López y E. Rodríguez, Fin de ciclo: Financiarización, territorio y sociedad de propietarios en la onda larga del capitalismo hispano (1959-2010) [Madrid: Traficantes de Sueños, 2010], p. 401). En mayo de 2012, el estado fue forzado a nacionalizar Bankia – el cuarto banco más grande, con una exposición en proyectos de la construcción abandonados y reposesiones alrededor de los 30 billones de euros. Un mes más tarde, el gobierno pidió a la UE un paquete de rescate para su sistema bancario por valor de 100 billones de euros. Sareb, el banco malo, fue establecido como condición en el acuerdo con la UE. Los bancos fueron forzados a transferir sus activos tóxicos en el ladrillo a precios reducidos. En marzo de 2013, la cartera de la Sareb consistía en 200.000 activos
estimados en 50,45 billones de euros, incluyendo 76.000 viviendas vacías, 6.300 hogares alquilados, 14.900 parcelas de tierra y 84.300 créditos–que tiene que deshacerse en un periodo de 15 años (T. Buck,, ‘Spain’s “Bad Bank” Speeds Up Asset Sales’, Financial Times, 21 de marzo del 2013, http://www.ft.com/cms/s/0/425e44f0-921d-11e2-851f-00144feabdc0.html#axzz2Xc8PMnyU, accedido el 10 de mayo 2013).
9 Wall Street Journal, ‘Spain’s Reform Example’, 29 de octubre de 2014, http://online.wsj.com/articles/spains-reform-example-1414539336, acceso el 29 de octubre de 2014. El mismo artículo argumentaba que el problema del desempleo de larga duración sólo podía ser solucionado con más reformas del mercado laboral para tal de limitar la discrecionalidad judicial en readmitir trabajadores despedidos así como rebajas fiscales para ingresos medios y altos.
10 I. de Barrón, ‘La codicia de la banca por crecer propició la concesión de hipotecas a insolventes’, El País, 12 de noviembre de 2012, p. 16.
11 J. A. Hernández, ‘El Poder Judicial revela que en 2013 hubo un media de 184 desahucios al día’, El País, 28 de marzo de 2014, http://politica.elpais.com/politica/2014/03/28/actualidad/1395997876_165402.html, accedido el 28 de octubre de 2014.
12 INE, ‘Encuesta de la Población Activa (EPA): Primer trimestre de 2013’, Nota de prensa del 25 de abril de 2014. El 22 de octubre de 2014 la página web del Instituto Nacional de Estadística informaba de un paro del 24,47% y un desempleo juvenil del 54,9% (www.ine.es).
13 C Delgado, ‘Más turistas, menos empleos’, El País, 11 de febrero de 2013, http://economia.elpais.com/economia/2013/02/10/actualidad/1360531816_937892.html, accedido el 19 de febrero de 2013.
14 El País, ‘La riqueza de los hogares españoles baja un 18,4%’, 11 de octubre 2012, http://economia.elpais.com/economia/2012/10/10/actualidad/1349901592_959130.html, accedido el 21 de mayo de 2013.
15 G. Tremlett, G. ‘Pay Pain’, Guardian, 1 de junio de 2013, p. 32.
16 INE, p. 7.15
17 PCE, ‘Manifiesto del PCE para el 1o de mayo frente a las políticas que están arruinando a la
mayoría de nuestr país’, 1 de mayo de 2013,
 http://www.pce.es/docpce/pl.php?id=5284, accedido el 24 de mayo de 2013.
18 M. V. Gómez, ‘La duración de la crisis y los recortes reducen la factura del paro’, El País, 7
de mayo de 2013, http://economia.elpais.com/economia/2013/05/06/empleo/1367868680_677564.html, accedido el 7 de mayo de 2013.
19 En marzo de 2014, los dos principales sindicatos denunciaron al gobierno de Rajoy delante la Organización Internacional del Trabajo por contravenir la Convención 131 sobre la fijación de un salario mínimo en los países miembros (Europa Press, ‘Los sindicatos denuncian al Gobierno por la congelación del salario mínimo’, 6 de marzo de 2014, http://www.publico.es/dinero/506268/los-sindicatos-denuncian-al-gobierno-por-la-congelacion-del-salario-minimo, accedido el 6 de marzo de 2014).
20 G. Tremlett. El gobierno de Mariano Rajoy confirmó en febrero de 2014 que las reformas del mercado de trabajo de 2012 se tradujeron en una bajada salarial del 10% de promedio, principalmente en empresas con más de 50 trabajadores (Público, ‘Los salarios bajaron un 10% de media desde el inicio de la reforma laboral’, 3 de febrero de 2014, http://www.publico.es/dinero/499617/los-salarios-bajaron-un-10-de-media-desde-el-inicio-de-la-reforma-laboral, accedido el 11 de marzo de 2014).
21 Intermón-Oxfam, ‘Crisis, desigualdad y pobreza: Aprendizajes desde el mundo en desarrollo ante los recortes sociales en España’, Informe de Intermón Oxfam, (2012), p. 32.
22 El Economista, ‘Fedea: “El empleo en España será de poca calidad, poca duración y salarios bajos’, 29 de octubre de 2014, http://www.eleconomista.es/espana/noticias/6198650/10/14/Fedea-El-empleo-en-Espana-sera-de-poca-calidad-poca-duracion-y-salarios-bajos.html, accedido el 29 de octubre 2014.
23 S. Clarke, Marx’s Theory of Crisis (London: Macmillan, 1994); D. Harvey, The Limits to Capital (Oxford: Blackwell, 1982).
24 Ver también D. Harvey, The Limits to Capital (London: Verso, 2006), p. 326; D. Harvey, The Enigma of Capital, p. x.
25 Existen varios análisis de la crisis en estos países y que en líneas generales suscribimos. Por ejemplo, ver P. Burnham, P. ‘Towards a Political Theory of Crisis: Policy and Resistance across Europe’, New Political Science, (2011) 33: 493-507; B. Christophers, ‘Revisiting the Urbanization of Capital’, Annals of the Association of American Geographers, (2011) 101: 1347-64; Harvey, The Enigma of Capital; C. Rogers, Capitalism and its Alternatives (London: Zed Books, 2014), capítulo 2.
26 G. Charnock, T. Purcell y R. Ribera-Fumaz, The Limits to Capital in Spain: Crisis and Revolt in the European South (Basingstoke: Palgrave, 2014).
27 K. Marx, Capital, Volume Two (Harmondsworth: Penguin, 1978), p. 185.
28 S. Clarke, Keynesianism, Monetarism and the Crisis of the State (Aldershot: Edward Elgar, 1988), p. 18-19.
29 Ver J. Iñigo Carrera, La formación económica de la sociedad argentina. Volumen I: renta agraria, ganancia industrial y deuda externa, 1882-2004 (Buenos Aires: Imago Mundi, 2007); J. Iñigo Carrera, El capital: razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia (Buenos Aires: Imago Mundi, 2008); N. Grinberg y G. Starosta, ‘The Limits of Studies in Comparative 16 Development of East Asia and Latin America: the Case of Land Reform and Agrarian Policies’, Third World Quarterly, (2009) 30: 761-77.
30 Ver G. Charnock, y G. Starosta, The New International Division of Labour (Basingstoke: Palgrave Macmillan, de próxima publicación 2016).
31 Hemos tomado prestado de este concepto de D. Harvey, ‘From Managerialism to Entrepreneurialism: The Transformation in Urban Governance in Late Capitalism’, Geografiska Annaler. Series B, Human Geography, (1989) 71: 3-17.
32 Para un análisis más detallado en los límites del Modelo Barcelona ver G. Charnock, T. Purcell y R. Ribera-Fumaz, ‘City of Rents: The Limits to the Barcelona Model of Urban Competitiveness’, International Journal of Urban and Regional Research, (2014) 38: 198-217.
33 Datos del 2001 del FMI en la web de la Reserva Federal de San Luis. http://research.stlouisfed.org/fred2/series/HDTGPDESA163N, accedido el 10 de
 mayo de 2013.
34 OCDE, OECD Economic Surveys: Spain (Paris: OCDE, 2008), p. 25, Figura 1.3.
35 M. Stücklin, ‘Spanish housing stock increases 24pc in a decade’, Spanish Property Insight, 12 de abril de 2013 http://www.spanishpropertyinsight.com/2013/04/12/spanish-housing-stock-increases-24pc-in-a-decade/, acesso el 15 de mayo 2013; ver también García.
36 Ministerio de Economía y Hacienda, ‘Private Indebtedness: Some Highlights’, Madrid, 20 de diciembre de 2011, http://www.thespanisheconomy.com/SiteCollectionDocuments/en-gb/Financial%20Sector/111220_Private_debt.pdf, accedido el 15 de mayo de 2013.
37 “Si la construcción hubiera continuado al nivel todavía relativamente muy alto de [del año 2012], el proceso de absorción de la burbuja sería de más de 30 años”, en C. Alcidi, y D. Gros, ‘The Spanish Hangover’, Centre for European Policy Studies (CEPS) Policy Brief, (2012) 267: 1-3.
38 W. Bonefeld, ‘Politics of European Monetary Union: Class, Ideology and Critique’, Economic & Political Weekly, (1998) 33: 55-69, p. 55.
39 C. Hadjimichalis, ‘Uneven Geographical Development and Socio-Spatial Justice and Solidarity: European Regions after the 2009 Financial Crisis’, European Urban and Regional Studies, (2011) 18: 254-74, p. 261.
40 K. Whelan, ‘Macroeconomic Imbalances in the Euro Area’, Directorate General for Internal Policies’, European Parliament, April 2012, p. 5.
41 Cambridge Econometrics, ‘Study on the Cost Competitiveness of European Industry in the Globalisation Era: Empirical Evidence on the Basis of Relative Unit Labour Costs (ULC) at Sectoral Level’, ECORYS Framework Contract Sector Competitiveness Final Report, Cambridge, el 28 de septiembre de 2011, p.11.
42 A. Vlachou, ‘The Greek Economy in Turmoil’, Rethinking Marxism: A Journal of Economics Culture & Society, (2012) 24: 171-200, p. 187.
43 Para una discusión ilustrativa de Grecia ver V. K. Fouskas y C. Dimoulas, ‘The Greek Worship of Debt and the Failure of the European Project’, Journal of Balkan and Near Eastern Studies, (2012) 14: 1-31.
44 La relación entre las economías alemana y española epitomizaban la relación más amplia entre los países como “superávit” y “déficit” antes del 2008. Como Uxó, Paul y Febrero detallan, en 2007 el superávit alemán equivalía al 71% del superávit total de los países punteros de la Eurozona, mientras que por el contrario, el déficit español equivalía al 45% del total del déficit entre los países más endeudados. También subrayan que el superávit fiscal del Estado español antes de la crisis refleja cómo la deuda privada y externa estaba en las raíces del déficit por cuenta corriente. Finalmente, también recalcan que el crecimiento orientado a las exportaciones alemán estaba basado en el estancamiento de la demanda doméstica y los salarios – una “política económica que sólo puede funcionar, y evitar altas tasas de desempleo, si hay otros países con gran crecimiento de la demanda domestica e importaciones, y por lo tanto, tienen un déficit por cuenta corriente” (J. Uxó, J. Paúl y E. Febrero, ‘European Economic Policy and the Problem of Current Account Imbalances: The Case of Germany and Spain’, en J. Jesperson y M. Ove Madsen (eds), Keynes’s General Theory for Today: Contemporary Perspectives [Cheltenham: Edward Elgar, 2012], p. 208).
45 Eurostat, ‘Macroeconomic Imbalances Procedure Scoreboard Headline Indicators, 1 November 2012 Statistical information’, European Commission, Luxemburgo, el 1 de noviembre de 2012.
46 Como enfatiza Bonefeld, dentro de una forma de reproducción social constituida capitalísticamente la ‘crítica del euro no puede ser una crítica por la libra [o el dracma, la peseta, etc.]. La historia de la “moneda nacional” ha sido siempre la historia del mercado mundial’ (W. Bonefeld, ‘Class and EMU’, The Commoner, (2002) 5: 1-8, p. 6-7).
47 S. Clarke, ‘State, Class Struggle, and the Reproduction of Capital’, in S. Clarke (ed.), The State Debate (Basingstoke: Palgrave, 1990), p. 195.