22 de febrero de 2014

DIVERSOS TEXTOS DE DENUNCIA A LOS INTENTOS DE DERRIBAR LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA EN VENEZUELA

Venezuela al borde del estado de excepción
Agencias -Canarias Semanal
En una declaración oficial que formuló  en la madrugada  del 20 de febrero (hora canaria), el presidente venezolano, Nicolás Maduro, manifestó que estaba dispuesto a declarar el "estado de excepción", manifestó que estaba dispuesto a declarar el "estado de excepción" si la estabilidad del país lo requería. "Si tengo que decretar un estado de excepción especial para  Táchira, estoy listo para hacerlo”, dijo el primer mandatario venezolano refiriéndose al asedio al que está siendo sometida esta  entidad federal por grupos fascistas.

En una comunicación vía satélite el presidente del Ejecutivo bolivariano indicó que Táchira está siendo atacada desde Colombia y se han puesto en marcha ataques de paracos colombianos contra la normalidad en Táchira.

La convergencia y desarrollo de todos estos acontecimientos no es casual. Viene a coincidir con el estado de agitación que está provocando en puntos urbanos neurálgicos del país la oposición escuálida, y se suma a los recientes descubrimientos en relación con la actividad conspirativa  del expresidente colombiano Uribe contra la revolución bolivariana.

 En un Consejo de Ministros realizado en el Palacio de Miraflores, el mandatario denunció que a los violentos que vienen desde Colombia o a los venezolanos que se prestan al plan de estos sectores de la derecha colombiana para destruir Venezuela y en este caso, destruir el Táchira, les tocará su momento y su hora. Se los mostraremos al país en cadena nacional, quiénes son y qué hacían”.

Desde este estado, localizado al extremo suroccidental del país, el ministro del Poder Popular para Relaciones de Interior, Justicia y Paz, Miguel Rodríguez Torres, indicó que se ha estado haciendo una evaluación y diagnóstico en esta ciudad, donde se encuentra, “impuesto por el alcalde Daniel Ceballos un toque de queda (…), amedrentando y aterrorizando a los ciudadanos que habitan en esta ciudad”.

En este sentido, Rodríguez Torres manifestó que se decidió instalar un Estado Mayor para recuperar el orden en las ciudades del Táchira, restaurar la normalidad y que los habitantes de San Cristóbal puedan vivir en paz.

Durante el día de hoy se registró una situación de subversión, no se trata ya de una mera "protesta estudiantil", sino que se está desarrollando un plan de desestabilización contra el Estado venezolano y sus instituciones: “Pareciera que este es el epicentro fundamental de toda esta operación”, alertó Rodríguez Torres.

Ante ello, el jefe de Estado venezolano hizo un llamado al pueblo de Venezuela para respaldar al Táchira: “Vamos con el Táchira. El Táchira será de Venezuela por siempre".


PETRAS: "Es el momento de encarcelar a los violentos y a los terroristas". 

En relación con la situación que se está produciendo en Venezuela, el sociólogo norteamericano James Petras manifestó a principios de esta semana que "el diálogo es una buena idea siempre que los interlocutores de la oposición dejen la violencia y los esfuerzos de provocar un golpe de Estado. Hay una oposición que funciona dentro de la Constitución, respeta la Ley y el proceso político, y uno puede pensar en el diálogo con ellos, para ver como tranquilizar el país y resolver algunos problemas".

Sin embargo, añadió Petras, "cuando tratas con terroristas que actúan con cócteles molotov, que queman edificios y patrulleros, es el momento de aplicar la Ley. Es el momento de encarcelar a los violentos y a los terroristas". 

En relación con los funcionarios de la embajada norteamericana en Venezuela expulsados por el gobierno de Maduro, Petras manifestó su opinión de que "este, es un acto con bases fundamentales, porque los acusados han funcionado en las universidades como asesores y financistas del sector más violento de los manifestantes. No funcionan como diplomáticos, están funcionando como asesores del terrorismo. Creo que el hecho de queWashington de forma abierta y descarada esté interviniendo en marchas y protestas es una clara razón para expulsarlos. Por eso creo que Washington quería provocar la expulsión, ellos están buscando volver a romper las relaciones con Venezuela porque están en la onda del golpe, y quieren tener en ese caso un campo abierto de colaboración con los terroristas".

Refiriéndose al papel que determinados medios de comunicacion de la derecha venezolana está jugando en el desarrollo del terrorismo callejero, Petras dijo que "el gobierno debe intervenir en los medios. Ningún gobierno puede tolerar medios de comunicación fomentando abierta y descaradamente el terrorismo. No creo que ningún gobierno, europeo, norteamericano, de ningún lado, tolerarían la actividad de medios de comunicación vinculados a poderes subversivos –internos y externos- y que se sitúan en la primera línea para incitar un golpe de Estado".
VÍDEO

  

Destruir la revolución bolivariana: objetivo del imperialismo
Miguel Urbano Rodrigues. La Haine   
En Venezuela, la estrategia de EEUU es más sutil que en Siria o Ucrania. La embajada en Caracas, la inteligencia militar y la CIA cumplen un importante papel

El imperialismo estadounidense (con el apoyo de los gobiernos del Reino Unido y de Francia) ataca en dos frentes. Forzado por Rusia a renunciar al bombardeo de Siria, el apoyo de Washington y de la Unión Europea a las fuerzas que en Ucrania intentan derrocar el presidente Iakunovitch es ostensivo (articulo de Paul Craig Roberts en http://www.odiario.info/?p=3187 ).

En Venezuela, la estrategia de EEUU es más sutil. En ella la embajada en Caracas, la inteligencia militar y la CIA cumplen un importante papel.

El proyecto inicial de implantar en el país una situación caótica fracasó. Los llamamientos a la violencia de Leopoldo López, de carácter insurrecional, recibieron la respuesta firme de las Fuerzas armadas y de las masas populares, solidarias con la revolución bolivariana. Los crímenes cometidos por grupos de extrema derecha suscitaron tal repulsa popular que incluso Capriles Radonski -el candidato derrotado a la Presidencia de la República- optó por tomar distancia de López y sus bandos, pero insiste en convocar nuevas manifestaciones «pacificas».

Inviabilizada la intentona de golpe con recurso a la fuerza, prosiguió la tentativa para desestabilizar el país, pero el proyecto de asalto al poder fue alterado. El gobierno lo define ahora como «golpe de estado suave».

Una campaña de desinformación en la que participan los grandes medios de EEUU y de la Unión Europea transmite diariamente la imagen perversa de una Venezuela en donde la violencia es endémica, manifestaciones pacificas serían brutalmente reprimidas, la escasez de productos esenciales aumenta, la inflación se disparó y la crisis económica se profundiza.

Ocultan la realidad. Es la extrema derecha quien quemó tiendas de la Misión Mercal y quien saquea supermercados; es esa oposición neo-fascista que se presenta como como democrática, es ella quien sabotea la economía.

En el Estado de Tachira, grupos paramilitares llegados de Colombia siembran el terror, forzando al Presidente a imponer el estado de excepción en la región. Es significativo que el embajador de Venezuela en Lisboa, el general Lucas Rincón Romero, haya sentido la necesidad de emitir un comunicado ( http://www.odiario.info/?p=3186 ) esclareciendo que los medios internacionales publican casi exclusivamente declaraciones de la oposición que deforman groseramente los acontecimientos en su país.

La Revolución Bolivariana enfrenta hoy una guerra económica que es simultáneamente una guerra psicológica, política y social.

En este contexto, el Presidente Maduro, al alertar a su Pueblo sobre la complicidad de Washington en el montaje de un «golpe de estado» denunció la participación, en actividades conspirativas de la oposición, de tres funcionarios consulares de EEUU y ordenó su expulsión inmediata.

Respondiendo a la campaña anti-venezolana de la ‘CNN’, acusó a esa emisora de TV de una «programación de guerra».

¿Cuál es la actitud de Barack Obama? Reacciona con hipocresía y arrogancia. No se refiere al episodio de la expulsión de los tres diplomáticos, pero pidió a Maduro que libere a los dirigentes de la oposición detenidos por actividades de subversión del orden público. En su llamado retórico invocó principios humanitarios, el respeto por los derechos humanos, el dialogo democrático, etc. Es decir todo lo que EEUU viola con su política de terrorismo de estado. Solamente faltó mencionar a Leopoldo López, el líder de la jornada de violencia del 12 de febrero.

El senador republicano John Mac Cain, que fue candidato a la Casa Blanca, fue más lejos que Obama. En una entrevista a la ‘BBC’ sugirió una intervención militar directa en Venezuela para «establecer la paz y la democracia».

La escalada golpista asumió tales proporciones que provocó a nivel mundial un amplio movimiento de apoyo a la Revolución bolivariana, amenazada por el imperialismo y el fascismo casero. Un Manifiesto, iniciado en Argentina, de solidaridad con el gobierno de Maduro fue ya firmado en muchos países por miles de Intelectuales, artistas, dirigentes políticos, parlamentarios y sindicalistas. La solidaridad con el Pueblo del inolvidable comandante Hugo Chávez Frías corre por el mundo como torrente revolucionario.
La ofensiva imperialista será derrotada. No pasarán!

Desactivar el fascismo
Roland Denis. Aporrea.org
Si cabe una síntesis, el fascismo como movimiento reaccionario y contrarrevolucionario extremo, en el caso de Venezuela, en esencia no es más que una burbuja social que se expande, desinfla y vuelve a renacer, de acuerdo a la misma desesperación de los sectores tradicionales dominantes nacionales y transnacionales por controlar la totalidad de la renta energética y garantizar el ordenamiento tremendamente desigual de la sociedad que pueden sentir en peligro. Hoy se vuelve a activar, aprovechando el deterioro profundo que sufre este lento proceso revolucionario, tanto a nivel de gobierno como en sus bases populares. Su reaparición y entrelazamiento con la “sociedad civil democrática” es una advertencia clarísima al movimiento popular de que o convertimos este momento en una crisis creadora y reactivadora de la voluntad revolucionaria colectiva, o mejor empecemos a despedirnos de esta linda y traumática historia que hemos construido en los últimos 25 años. 

Antes de abordar la situación veamos algunos elementos para entender el sujeto social proclive al violentismo-fascismo en la actualidad

El sujeto fascista
- Su agitación se centra en las capas medias y las clases trabajadoras estables, jugando a un discurso democrático y una acción que expande su propia necesidad de violencia, sustentada en odios simples nacidos del miedo a la igualdad y la pérdida de privilegios. 

- El hecho violento es absolutamente necesario para estas franjas de la sociedad que viven de hecho en un ambiente interno por lo general pleno de prejuicios sociales y culturales: violencias familiares, encierro domiciliario y laboral, relaciones personales que tienden a centrarse en el interés material y la salvación personal; sublimada por la religión y valores tradicionales como identidad de grupo. 

- Su “ideal de vida” lo absorbe el consumo alienado, buscando el espacio ordenado de la casa, el centro comercial, el hotel turístico, el placer mediático; siempre preestablecido y acatando el ordenamiento que se ofrece como salida, en función de hacer equivalentes las necesidades de placer social prometidas por la sociedad de consumo y la ganancia capitalista. 

- Un mundo tremendamente violento por lo reprimido que vive y la ausencia de todo goce colectivo realmente libre y abierto, donde el individuo se haga social en su descubrimiento del mundo y no lo “hagan social” a la manera de modus vivendi jerarquizado y encerrado de la sociedad de consumo y división social del trabajo. 

- El “fascio” desde su nacimiento en la sociedad europea convulsionada por las rebeliones obreras del principio del siglo veinte supo entender, primero, que tenía que ser masivo y “popular”, ajeno aparentemente a las élites tradicionales. Y luego, que la respuesta no-aristocrática, es decir, la respuesta a una pulsión revolucionaria que haga puente con importantes franjas sociales, necesitaba situarse en sus propios miedos y odios y no sólo en el narcisismo de las élites y la orden de obediencia, que por lo general impulsaban los movimientos reaccionarios comandados por las noblezas o la alta burguesía. 

- El “fascio”, en ese sentido, es un autentico movimiento social, un “movimiento de ciudadanos” dirían ahora, siempre inorgánico y hasta espontáneo en apariencia, pero terriblemente jerarquizado en su juego interno, promovido por cabecillas y jefes inapelables. 

-Por ello, el fascismo no es sólo una expresión política de la violencia de las clases dominantes frente a un movimiento de transformación promovido por las clases subalternas. Eso siempre ha existido con la desigualdad social. Es un movimiento que se sitúa en la necesidad de orden y esperanza individualizada de una franja de la sociedad que ya ha sido totalmente amansada por el orden y los valores dominantes.

- Un movimiento donde el esclavo “sienta liberarse” del miedo que le produce la insurgencia “del otro” inferior que puede voltearle el mundo y poner en peligro sus estúpidos privilegios. 

- Por ello, aunque parezca totalmente paradójico, el fascismo hoy reproduce exactamente la misma realidad del consumo. Es una maravilla placentera, pacífico, humano y democrático, un movimiento “de todos”. Es su cara comercial. Pero necesita a su vez ser terriblemente violento en su realidad interna, al igual que un centro comercial importante: lindo en sus fachadas, terriblemente represivo por dentro. La violencia reaccionaria dirigida contra la persona o el símbolo odiado (el médico cubano por ejemplo), y no contra el enemigo esclavizante como es el caso de la violencia revolucionaria, es el momento fundamental de éxtasis que necesita para desplegarse y sentirse fuerte. 

- Así, el antecedente de toda movilización de orden fascista, apelando al odio y la imposición de un orden, es la violencia socio-política como acontecimiento inicial. Exactamente como viene ocurriendo estos días en su primera fase de calle, magnificada de una manera magistral por la manipulación mediática. 

- Pero el movimiento social fascista (racista y excluyente) por sí solo es incapaz de lograr sus propósitos.  Necesita de dos cosas primordiales:

Primero, de la acción de una fuerza superior (interna y externa), donde se desvele el verdadero contenido de clase y aristocrático de su revuelta. Es allí donde ha de actuar la fuerza bruta del golpe, de la invasión, de la promoción de verdaderos ejércitos paramilitares, de la guerra civil como estrategia. Combinando todos estos elementos, esto también está en camino. En caso de concretarse será la fuerza brutal e incuestionable que termine de arrastrar, bajo una pasividad de aceptación, el resto de los sectores conservadores de la sociedad no fascistas (no violentistas y sembrados en el odio social) ganando una aparente mayoría atemorizada por la violencia.

Y segundo, se apoya en una realidad material de gran inconformidad generalizada que le permita no sólo arrastrar sectores conservadores, sino de las propias clases trabajadoras o marginadas que en su desesperación acepten el orden de la brutalidad bajo la promesa de resolverles sus problemas inmediatos, estando ellos mismos atados a los elementos básicos de identidad y aspiración social promovidos por las clases dominantes. Esta es una clave muy importante para entender lo que hoy pasa. 

Los movimientos fascistas del 2002 y de hoy
Situándonos en el año 2002, vemos como el movimiento golpista se monta sobre una subjetividad fascista (odio a la igualdad y al otro socialmente inferior) que se va acrecentando rápidamente y que nace de la enorme violencia social y mediática que se despliega desde finales del 2001 hasta arropar una inmensa mayoría de las clases medias y los restos del movimiento obrero sindical que aún manejaban los adecos. Es un movimiento en bloque desde su primer momento, que congrega a toda la burguesía y los sectores dominantes políticos, religiosos, militares, propios del orden de la cuarta república, con el apoyo evidente de los EEUU. 

El movimiento es muy fuerte, arrastra todo un orden y una subjetividad social aún viva extensamente a pesar de la victoria de la rebelión popular simbolizada en la figura de Chávez y su victoria electoral del 98. La violencia burguesa de los paros empresariales, se une a una violencia de calle soportada en los sectores medios. Esto hace que el movimiento “ciudadano” necesario, dispuesto a aceptar cualquier brutalidad que proteja sus miedos y odios logre, en sólo algunos meses, acumular la suficiente fuerza para permitir que se quiten las caretas los factores militares que hacían falta, acompañada por una doctoral manipulación mediática el día del golpe sustentada en la sangre derramada por ellos mismos. Así tumbaron a Chávez el 11 de Abril. 

Pero Chávez regresa el 13 porque hay un punto de la agenda que no tienen en su poder. El movimiento popular no sólo está lleno de fuerza y capacidad de autoorganización, para entonces producto de la fuerza acumulada de más de diez años de revuelta y victoria. Igualmente hay una situación de esperanza que convoca a las clases subalternas que no aceptan de ninguna manera cualquier orden de terror. La situación económica por el contrario tiende a mejorar, aunque nada todavía ha cambiado en lo sustancial. Más rápida es esta esperanza libertaria, material y justiciera que la imposición del terror golpista que se queda festejando. Es en este cuadro que vuelve Chávez. 

De todas formas, como sabemos, el golpe continúa, esta vez tratando de unir la actividad golpista con la desesperación material que aún, con toda su agitación continuada, no la logran generar por el ciclo económico natural; por el contrario, sigue el buen ambiente económico. Por ello lanzan el paro petrolero como medida extrema para generar tal desesperación, y efectivamente lo logran. Pero se impone, por un lado la capacidad de respuesta que sigue acrecentándose dentro del movimiento popular, ya más exigente y con capacidad de organizar a una buena parte del pueblo esperanzado; y por otro, no aparece la fuerza militar complementaria como factor determinante en última instancia. Esto aunado a la enorme capacidad de liderazgo de Chávez, hacen fracasar todo el golpismo de entonces y sus restos en los años posteriores. 

Hoy en día el violentismo fascista y el potencial golpismo que le sucede aparece en una situación muy distinta. Esa subjetividad fascista sembrada desde el 2002 siempre se mantuvo disminuida pero consolidada. De hecho López y Capriles, como personajes más representativos de este movimiento “ciudadano”, nunca se desligaron de ella, desde psicologías y patologías histéricas distintas, y divididos en su partido original Primero Justicia. Pero hoy aparecen como los líderes de la oposición compitiendo entre ambos por el liderazgo único. 

Lo cierto es que la reaparición del elemento del “fascio” violentista y odioso, desde el año pasado se da fundamentalmente como continuidad de una subjetividad social construida desde temprano en las clases medias, y que sólo en Venezuela, en el caso de Nuestramérica, la han podido expandir en forma clara arropando al conjunto de la oposición, aunque una parte trate de desligarse del violentismo. No es el caso de ningún otro país, ni siquiera Colombia, donde la oligarquía actúa de manera descarada y dando la cara directamente como factor de chantaje asesino (estatal o paraestatal) frente a quien intente cuestionar el orden socio-económico que manejan a plenitud. No hace falta ningún “movimiento ciudadano”. Mientras en otros casos la derecha se maneja aún dentro de cánones pacíficos y representativos de las democracias burguesa, o meramente golpistas y tradicionales, como lo hemos visto últimamente en Honduras y Paraguay. Todo esto tiene que ver con la importancia particular de las capas medias y su cultura en una sociedad rentista como la nuestra. 

Sin embargo, el desate del violentismo fascista hoy en día se da sobre un panorama que lo debilita por un lado y al mismo tiempo lo favorece enormemente hacia el futuro inmediato. El sujeto social de su acción se ha centrado particularmente en la juventud, cosa que no aparecía en el 2002, eso lo favorece por su capacidad de activismo permanente, sobretodo de estudiantes que no trabajan y sin ninguna responsabilidad social. Pero a su vez su componente de clase se ha debilitado. Aparentemente, por lo menos hasta los momentos, pareciera existir un desacuerdo importante entre las burguesías monopólicas y bancarias con la línea imperialista venida de los EEUU.  Esta gran burguesía nacional ha vivido en los últimos años un paraíso de ganancias bajo el modelo corporativo-burocrático y de capitalismo de estado promovido por el esquema económico de gobierno.  El rentismo corrupto y de redistribución clientelar de la renta que han aplicado, las ha llenado como nunca de divisas y capitales, a ellos y sus pares de gobierno. Por esta razón no se desbocan a juntar de inmediato toda su fuerza (paros empresariales, saboteo abierto a la economía, golpe interno, etc) para asaltar el poder. Le interesa la estabilidad y una transición que no ponga en juego su actual paraíso de ganancias. Mientras que los EEUU, más interesados en la base estratégica de apoyo que Venezuela pueda darle a nivel político, militar, y de base energética para su economía; promueven y financian la transición rápida bajo un esquema que se trasluce claramente: violentismo fascista “ciudadano”, actos golpistas y sangrientos que caoticen por completo la situación, negociación final y caída del chavismo por acuerdo de fuerzas. 

Esta doble estrategia divide actualmente la oposición, y es donde López aparece como la pieza más clara de los intereses EEUU-Uribe y capital global, aunado a la desesperación de las capas medias; mientras que Capriles le juega al “nacionalismo” de la burguesía local, con una mano en la conspiración, pero cautelosa. El fascismo en este caso está obligado a forzar por dentro de ellos los acontecimientos y obligar al resto del bloque burgués a juntarse, por ello su activismo, al contrario del 2002, tiene el componente de la violencia de calle, permitir que se desborde la situación, jugar al enloquecimiento odioso de la subjetividad social fabricada, ahora centrada en la juventud y sus aliados inmediatos, respaldados en su retaguardia por una presencia paramilitar importante no presente en el 2002 y que ya ha penetrado los organismos de seguridad de Estado y militares. Sincretismo que se probó en acción con los hechos del 12 de febrero y su saldo de sangre. 

Existe una situación que pareciera favorecer esta posibilidad, antes que se desgaste el juego caótico y violentista actual. Primero, al contrario del 2002, la esperanza ha mermado de manera tremenda y el participacionismo socio-político de antes ahora tiende a disolverse, agarrando a un movimiento popular en gran parte fatigado, burocratizado, administrado desde las oficinas de Estado y clientelizado.  En fin, un movimiento popular castigado a más no poder (con sangre o retaliaciones) en todos sus impulsos rebeldes y resistentes más importantes por este esquema corporativo-burocrático, que ha forzado la desactivación de la lucha de clases y la tarea emancipatoria permanente. Por ello, el “pacifismo” del gobierno se recoge abajo sin mayores contradicciones, aunque con muchas dudas e incomprensiones de la realidad que vivimos. Es una “paz” que no produce, que no activa un movimiento de renovación interna y radicalización del proceso, que no crea nuevos retos y nuevos niveles de movilización, simplemente apoya a la figura victimizada de Nicolás y su gobierno dando claros signos de debilidad y ausencia del sentido épico que ha de tener toda revolución. Es finalmente un lenguaje tan pequeño-burgués como los carajitos que se la pasan quemando basura y destrozando el metro de Altamira. 

Esta debilidad interna dentro de las vanguardias colectivas del pueblo y el gobierno que han elegido, juega evidentemente muy a favor de esta maldición fascista. Pero hay algo que lo favorece aún más, se trata del modelo de un capitalismo de Estado rentista y parásito, que bajo sus políticas de control, concentración de poder y sustitución del control social por el funcionariato tecnócrata o burocrático; no sólo ha hecho a los ricos más ricos, a pesar de sus dádivas y políticas de justicia social, sino que ha aplastado a las fuerzas productivas y creadoras de una sociedad obrera y de pequeños productores privados y cooperativos. Ese es un modelo que a estas alturas está en quiebra, como ha quebrado la moneda y monetarizado todos los reflejos económicos de una vasta población que sólo en el “tracaleo” de divisas o contrabando ve futuro. Un modelo que en el corto plazo si no se cuestiona totalmente y se toman las medidas radicales de fondo, nos lleva a un desabastecimiento e inflación continuada, donde ningún control va a servir para nada, así estaticen toda la economía si les da la gana, y hagan todas las leyes y decretos que quieran. 

Ese modelo sí que es el granero perfecto del fascismo. Desespera a las clases medias productoras, vuelve loca toda la demanda de consumo cada vez más insatisfecha, evidencia su incapacidad de responder por vía de la economía de Estado (sea de importación o de producción, las empresas de Estado están siendo quebradas por esta mentalidad inútil dedicada a destrozar la productividad social). Reactiva la curva de empobrecimiento por la inflación, y pronto de desempleo, por la improductividad económica, mermando día a día el valor del trabajo, cualquiera que sea el salario nominal.

El fascismo, a pesar de su irracionalidad absoluta, mantiene una perversidad lúcida. En este caso se trata no sólo de forzar el acompañamiento explícito de imperios, burguesías y todo el bloque dominante, esta vez también mira hacia abajo, tratando de lograr su gran objetivo: que la desesperación por el quiebre total del ciclo productivo les permita venderse como salida ante una mayoría popular, convirtiéndose él mismo en un gran “movimiento popular”, de unión de “amos y esclavos”. Fenómeno que le permitiría ganar adeptos dentro de un oficialismo de gobierno corrompido y cada vez más tensionado por esta situación de deterioro político y económico, adelantando la salida del “golpe o autogolpe” (no teniendo una fuerza militar significativa en estos momentos, al menos a esos niveles) con suficiente impacto como para crear el caos total que se busca en la estrategia yanqui, hasta lograr la negociación de derrota. 

Eso aún está todavía lejos de darse. La sociedad, el pueblo mayoritario, se mueve como puede, alejado por completo de la fachada de éxtasis violentista del fascismo que sigue reducido a sectores medios y el anticomunismo militante de los jóvenes. Pero esto puede no ser así en poco tiempo. Están abiertas las puertas de la desesperación material, con un movimiento popular pasivo y una vanguardia de izquierda rentista, que no se lo ocurre otra cosa que pedir más controles estatales, sin acordarse que el abc de toda revolución social está en el sujeto productivo, hoy aplastado o empleado en un trabajo explotado pero ligado a cadenas económicas cada vez más improductivas y de mero servicio.

La revolución se sitúa en la subjetividad proletaria, jamás en la subjetividad que sólo se remite a la supuesta justicia que ofrece el derecho al consumo y la tarjeta de crédito, administrado además por una burocracia corrompida e inútil. El consumidor, y mucho menos clientelizado, no sirve jamás para transformar absolutamente nada. Su revuelta es la  más individualista de todas, totalmente contraria a la revuelta del “nosotros”, los obreros, verdaderos productores de este mundo. En un cuadro así la tendencia se mueve hacia la posibilidad de un puente en el corto plazo entre el fascismo y el pueblo desesperanzado, individualizado y desesperado, absorbiendo en sus planes una gran franja delincuente que aprovechará la oportunidad caótica, acentuando el terror colectivo. El peligro fascista de hoy tiene allí su principal futuro.

La desactivación del fascismo
Desde que este proceso comenzó hemos visto la salida al fascismo desde el punto de vista del “plan de contingencia” y la movilización de apoyo. Si esto es aún una necesidad permanente, se trata de un reflejo aprendido cada vez menos efectivo y real como mecanismo de desactivación de todo el potencial contrarrevolucionario que vuelve a insurgir.  La denuncia de planes imperialistas, que los hay, la información interna y la movilización, los puntos de unidad cívico-militar, ya no resuelven en absoluto la tamaña crisis a la cual nos enfrentamos como pueblo en lucha y como país.

La respuesta tiene que ser de fondo, porque todo esto se debe a un proceso que pierde día a día su vitalidad original y capacidad de transformación. La voluntad transformadora y de verdadera rebelión en favor de la reactivación de la capacidad productiva y socializada que potencialmente tenemos y abunda, es la única salida.  Es la lucha de clases pura y dura contra todos los elementos de opresión capitalista y burocrática que viven del festín de la renta que ahora se pelean a muerte. Lo demás es dejar correr la arruga, jugar al desgaste y la división del enemigo, a la movilización controlada, pero guardando un cáncer final que está a punto de acabar, no con un gobierno que sería lo de menos, sino con la esperanza revolucionaria en sí, e instalarnos un gobierno de cualquier cosa y cualquier gentes, donde hasta la presencia yanki puede aparecer de un momento a otro.

Hay medidas de gobierno a proponer. La ingenuidad y la ilusión todavía nos llevan a adelantar algunas: 

- Renovar por completo los cuadros dirigentes y llevar a juicio la cantidad de bandidos hoy en altos cargos desde ministros para abajo, incluidos los poderes judiciales, legislativos y militares. 

- Renovar todo el gabinete, empezando por el económico, pero bajo el consenso de una gran asamblea bolivariana que proponga nombres.

- Reactivar la comisión de transformación del Estado abandonada desde el 2003, ampliada a nivel nacional y regional. 

- Acordar en el plazo de un mes la formación de un sistema de planificación de abajo a arriba por localidades y regiones, que ponga todo el énfasis en la reactivación productiva y en la medida de lo posible socializada del país. 

- Descentralizar todo el sistema de abastecimiento de Estado poniéndolo en manos de organismos de base y sobretodo de productores directos que venderían directamente sus productos allí. 

- Sustituir el actual sistema de control de precios por precios consensuados entre productores distribuidores y consumidores, establecidos a través de los consejos populares de precios. 

-Acabar de inmediato con ese desastroso, corrupto y monopólico, control de cambio actual y sustituirlo por un sistema de bandas flexibles, generando una ganancia cambiaria que tiene que devolverse a un sistema bancario comunal, que debe crearse lo más pronto, y se ajuste a las decisiones de planificación de abajo a arriba. 

- Promover de inmediato una nueva ley de impuesto sobre la renta que ponga a pagar a los ricos. 

- Formar un centro de crédito para la obtención inmediata de divisas necesarias para la activación de la producción comunal y socializada.

- Poner bajo control social y de agentes de producción todos los organismos que en estos momentos condensan el crédito, semilla, fertilizantes, etc.

- Comenzar la subida progresiva del precio de la gasolina hasta racionalizar su precio a niveles de costo.

- Devolver a la clase trabajadora el control sobre las empresas tomadas y nacionalizadas, pero asumiendo el compromiso de su productividad y rentabilidad en un plan de acuerdo a los casos. 

- Hacer un inventario de todas las empresas, maquinarias, galpones, en manos públicas o privadas que han sido abandonadas y devolverle su control a unidades sociales productivas convocadas desde ya a su constitución. 

- Declarar el país en emergencia productiva, convocando a todas las redes de pequeños y medianos productores industriales y agrarios a reactivar la producción bajo compromiso social y de mercado justo, obligando a la banca privada a ajustarse a las medidas de este decreto.

- Articular todo el sistema educativo medio y universitario a colaborar directamente con este plan general bajo la participación concreta de estudiantes, investigadores, docentes y empleados.

Medidas como estas, aunque sean medias u otras mejores, lo más probable es que no se tomen y ojalá estemos totalmente equivocados, eso se sabrá muy pronto. Por ello pensemos desde la perspectiva de “otra política” de lo que hoy se puede hacer bajo esta situación: fuera del Estado y la representatividad del Estado burgués. Es imposible estar dando líneas en ese sentido. Lo cierto es que el fascismo o la movilización contrarrevolucionaria se monta sobre la disminución progresiva del poder revolucionario del pueblo organizado, subsumido por la burocracia institucional y corporativa a ser un mero sujeto administrado en favor de sus intereses. En ese sentido, ante una situación así, no queda otra salida que el diálogo y la asamblea por la iniciativa revolucionaria que acuerde acciones de defensa, comunicación, tomas institucionales y medios de producción, que sin duda nos llevaría a una confrontación superior, donde es la exigencia sin condiciones y no la negociación, mucho menos la sumisión, lo que se imponga frente al gobierno, sea cual sea y quien sea ese gobierno. Eso muy probablemente haga que la enorme masa potencial que pueda unirse hoy a las clases medias liderizadas por la subjetividad fascista, se unan más bien a la insurgencia revolucionaria, incluidos sectores conscientes y progresistas de la clase media. 

¿Podrá ser posible? Me guardo mi escepticismo personal y pongo toda mi credibilidad en el espíritu original del 27F y del 13 de Abril. Lo cierto es que  como tantas veces repetimos. Todo proceso necesita de un desenlace donde se confronten en una batalla inevitable. Toda esta situación nos toma en una gran debilidad aparente, pero es precisamente sobre ella que se prueban históricamente los pueblos victoriosos.

Golpe de Estado suave
Luciano Wexell Severo. La Haine   
Los fascistas adoptan la 'fórmula para el caos', tratando de desestabilizar la economía y la sociedad con atentados, acaparamientos y especulación

Una vez más la élite venezolana, apoyada, entrenada y financiada por Washington, arremete contra el gobierno democráticamente electo. Los cabecillas de la trama en Venezuela son Henrique Capriles, Leopoldo López, María Corina y Antonio Ledezma. Tres playboys y un representante de Acción Democrática. Su cálculo fácil apunta que Nicolás Maduro no tendría la misma capacidad de resistencia que Chávez ante un golpe. Pero 2014 no es 2002.

La profunda crisis de los últimos años del siglo XX abrió cauce a nuevos intentos de proyectos autónomos para la solución de los problemas nacionales en América Latina. En un escenario de repudio a los programas del FMI y el Banco Mundial, en diciembre de 1998 los venezolanos apoyaron la candidatura de Hugo Chávez.

La elección presidencial representó nada más que el resultado de un proceso histórico, que desde la perforación de los primeros yacimientos petroleros había beneficiado a las compañías petroleras y a una muy reducida élite local, en detrimento de la inmensa mayoría de la población. Resurgió, otra vez en Venezuela, un movimiento continental en defensa de la independencia económica, la soberanía, la autodeterminación y la integración latinoamericana caribeña.

Para hacer tortilla hay que quebrar los huevos
Las principales medidas del nuevo gobierno, tanto en el campo económico como en el social, han sido en el sentido de corregir las históricas distorsiones estructurales y refundar el país. Siguiendo por ese camino habrá, como efectivamente ha habido desde 1999, enfrentamientos frontales e irremediables con los sectores y los intereses más privilegiados. Cualquier cambio para mejor pasa, obligatoriamente, por la ruptura con el injusto estado de cosas. Por ese motivo, desde la toma de posesión, el gobierno bolivariano ha enfrentado situaciones políticas y económicas muy desfavorables, generadas por la alianza entre los intereses internacionales –sobre todo estadounidenses– y la oligarquía criolla.

Frente a los actuales escenarios, recordamos los acontecimientos de hace 12 años. En aquel momento, las acciones interventoras del gobierno provocaron una dura batalla que duró casi dos años. Entre diciembre de 2001 y febrero de 2003, Venezuela vivió su más compleja crisis política y económica. A la cabeza de la campaña opositora estaban la Embajada de Estados Unidos en Caracas, la alta gerencia de PDVSA, la Fedecámaras, la Central de Trabajadores de Venezuela (CTV), la Iglesia Católica Apostólica Romana y los demás sectores oligárquicos y conservadores comprometidos con los intereses extranjeros.

Los preparativos para el golpe de Estado fueron apoyados por los grandes medios privados de comunicación. El 11 de abril, francotiradores a mando de la oposición dispararon desde diversos puntos del centro de la ciudad sobre manifestantes que marchaban tanto en apoyo al gobierno como en su contra. Los canales privados de televisión, cumpliendo su función en un show ingeniado muchas semanas antes, distorsionaron los hechos y acusaron al gobierno por los asesinatos. Previo al desenlace de los lamentables acontecimientos, los militares golpistas ya habían grabado un video en el cual condenaban las muertes y declaraban su desobediencia.

De vuelta al pasado
En una ceremonia sombría en el Palacio de Miraflores, el autoproclamado presidente Pedro Carmona tardó pocos minutos para disolver la Asamblea Nacional elegida por el pueblo; anular las Leyes de Hidrocarburos, de Tierras y otras 47 normas jurídicas; revocar la Constitución de 1999, la única aprobada por un referéndum popular; suspender las exportaciones de petróleo para Cuba; ordenar la persecución a ministros, diputados y autoridades de distintos poderes; eliminar el complemento “Bolivariana” del nombre oficial de Venezuela; delinear que el país saliese de la OPEP, entre otras medidas. Como se sabe, el pueblo alzado y las Fuerzas Armadas fieles al proceso de cambios garantizaron el regreso de Chávez al día siguiente.

A fines de 2002, hubo una nueva ofensiva golpista. Con el decidido apoyo de los grandes medios, algunas entidades convocaron paralizaciones nacionales y se declararon en “desobediencia civil”. El movimiento que caminó hacia una “huelga general” fue impulsado esencialmente por la clase patronal. Su objetivo supremo era que Chávez renunciara. No tardó mucho para que la gerencia de PDVSA, ideológicamente sometida a los intereses foráneos, asumiera su rol. Durante el momento más tenso del conflicto –que duró hasta enero de 2003– fueron destruidos equipos, maquinarias, computadoras y estructuras físicas de plantas y refinerías; secuestradas embarcaciones petroleras y suspendidas las exportaciones; explotados oleoductos y derramado petróleo. Venezuela conoció por primera vez un racionamiento de combustibles. Los ciudadanos formaron colas quilométricas para comprar agua, alimentos, gas o nafta.

El PIB desmoronó un 8,9% en el año 2002. El sector industrial quedó prácticamente paralizado: había caído un 13,1% en 2002 y bajó un 6,8% en 2003. La actividad manufacturera venía encogiendo desde los años noventa pero los años 2002-2003 representaron el fondo del pozo. La conspiración manejada desde Washington tumbó la producción petrolera de tres millones de barriles diarios para menos de 200 mil, frenando el aparato productivo e induciendo el cierre de centenares de empresas. Al borde del colapso económico, en enero de 2003 el país fue obligado a importar petróleo. Los productos básicos desaparecieron y los precios saltaron barreras inimaginables. La situación de insuficiencia extrema demostró claramente la dependencia venezolana de diversos bienes, estimulando al gobierno a empujar proyectos relacionados con la “soberanía alimentaria”. La inflación, que había presentado tendencia decreciente, explotó otra vez. El escenario para el nuevo golpe de Estado iba ganando cuerpo.

Los números del Banco Central de Venezuela señalan que durante el primer y el segundo trimestres de 2003, el PIB cayó un 15,8% y 26,7%, respectivamente. En el mismo período, el PIB petrolero desmoronó un 25,9% y 39,5%. En total, fueron siete trimestres consecutivos de caída de la economía, casi dos años de graves tensiones. Bajaron bruscamente el PIB per cápita, las reservas internacionales y la tasa de inversión como proporción del PIB. Se expandió el desempleo a un 20,7%, la inflación a un 32,4% y las tasas de interés. La caída de la economía en 2003 fue de 7,7%. En términos reales, tocó un nivel inferior al del año 1991. Esa guerra económica fue parte de la estrategia para tumbar a Chávez.

El que tenga ojos que vea
Una de las deformaciones heredadas del período neoliberal es el desprecio por el proceso histórico. La visión de corto plazo, la razón del sistema financiero y de los modelitos microeconómicos: virtual, atemporal, despegada de la realidad, ficticia. Esta podría ser una de las explicaciones para que “analistas” ortodoxos consideren al gobierno como el responsable por el cierre de empresas, el crecimiento del desempleo, la caída de la renta, el aumento de la inflación, es decir, por los resultados negativos de la economía entre 1999 y 2003. A ese período han tratado incluso de rotular como el “quinquenio perdido”.

Frente a eso, es oportuno recordar que Hugo Chávez ganó las elecciones presidenciales de diciembre de 1998 porque Venezuela enfrentaba su más catastrófica crisis económica, política, social, institucional y moral, después de cuarenta años del pacto de Punto Fijo. El país literalmente agonizaba como reflejo de la plena sumisión de la vida nacional a las transnacionales. El asalto extranjero era custodiado internamente por la nata de la sociedad venezolana sumergida en un perverso festín oligárquico-petrolero.
Un análisis serio –sea académico o informativo– puede constatar que, pese a los eventuales problemas y a todas las dificultades que surgen sobre la marcha, el actual gobierno no es el creador de los complejos problemas estructurales. Al contrario, el actual gobierno trata exactamente de corregir esas distorsiones generadas durante las últimas décadas. Por fin, parece evidente que ésta es la interpretación de la mayoría de los venezolanos que votan seguidamente por la continuidad de la Revolución Bolivariana.

Los piratas vuelven a la carga
Los golpistas juegan a la desestabilización política, con actos de vandalismo. Pero lo que denuncian sus periódicos, pagados por las grandes corporaciones, es una supuesta violencia represiva del Estado. Los golpistas apuestan en el acaparamiento de bienes de primera necesidad, esconden y queman productos para tensionar la insatisfacción y la explosión de los precios. Pero lo que sus periódicos denuncian es la inflación más alta de América Latina. Adoptan la “fórmula para el caos”, tratando de desestabilizar la economía y la sociedad con atentados, acaparamientos y especulación.

En ese momento, una vez más la élite venezolana, apoyada, entrenada y financiada por Washington y la Embajada americana en Caracas, arremete en contra del gobierno democráticamente electo. Los cabecillas de la trama en Venezuela son Henrique Capriles Radonski, Leopoldo López Mendoza, María Corina Machado y Antonio Ledezma. Son tres playboys oriundos de familias privilegiadas y un representante del deteriorado partido Acción Democrática (AD). ¿Por qué nutren tanto odio? Porque fueron históricamente beneficiados por el Puntofijismo, sea por medio de empleos en la antigua PDVSA o vía empresas contratistas. Hoy por hoy, su cálculo fácil apunta que Nicolás Maduro no tendría la misma capacidad de resistencia que Chávez ante un golpe suave, de duración mediana. Incluso, hay que estar atento para la posibilidad de que los yanquis asesinen a alguno de esos “líderes”, profundizando el escenario de tensión interna y la presión internacional.

"Vendrán más Chávez"
Sin embargo, vale recordar que la situación no es la misma de 2002. Aunque físicamente no esté Chávez, las fuerzas bolivarianas parecen estar mucho más consolidadas. Pese a las dificultades y errores, el campo nacionalista y revolucionario controla la renta petrolera obtenida por PDVSA. Además, controla las Fuerzas Armadas y el acceso a las divisas internacionales. También tiene mucho más presencia en el campo productivo y en los medios de comunicación.

No obstante, lo más importante de todo quizá ni sea eso. El elemento principal es que en esos 12 años el pueblo venezolano ganó mucha conciencia política y no parece estar dispuesto a permitir una vuelta al pasado. Millones de hombres y mujeres que renacieron, y tuvieron su dignidad y orgullo rescatados, no admitirán el regreso de la creciente exclusión social, la abisal desigualdad económica y la sumisión del país al extranjero.

Haciendo esas reflexiones, uno se acuerda de dos frases. La primera es de Chávez, de 2004. Afirmó desde el Balcón del Pueblo, celebrando la victoria en el referéndum ratificatorio de 15 de agosto que “Venezuela cambió para siempre”. La otra frase es de Maduro. En abril de 2013, conmemorando la victoria en las elecciones presidenciales, sentenció: “Vendrán más Chávez”. Todo apoyo al pueblo venezolano y su presidente.