6 de febrero de 2016

¿QUÉ IMPULSA LAS SACUDIDAS A LA ECONOMÍA?

Sara Flounders. La Haine

Como predijo Marx, el capitalismo nunca ha sido capaz de resolver los ciclos tambaleantes de expansión y recesión causados por la sobreproducción

La clase obrera en EEUU ha sufrido golpes devastadores desde la crisis económica capitalista del año 2007. Ahora la amenaza de una nueva recesión se percibe a través de los mercados financieros.

Los presupuestos municipales y estatales ya han sido recortados a nombre de la austeridad. Los servicios gubernamentales, entre ellos los de hospitales, escuelas, bibliotecas, agua y alcantarillado, han sido privatizados – vendidos para generar ingresos inmediatos necesarios para pagar los intereses de los préstamos bancarios. El impacto de estas políticas criminales se puede ver en el agua envenenada de Flint y en las deterioradas escuelas desde Los Ángeles y Detroit hasta Filadelfia.

Aunque se espera una nueva ronda de despidos, el número de personas que participa en la fuerza laboral ha llegado a su nivel más bajo en 30 años a pesar del crecimiento de la población. Los salarios reales, estancados desde 1979, según un informe del Instituto de Política Económica del 19 de febrero del 2015, no han mejorado desde entonces.

Las/os trabajadores cuya labor produce toda la riqueza, han estado recibiendo una porción cada vez más pequeña del valor que producen. El 56,3 por ciento de la población de EEUU está ahora viviendo de cheque a cheque, con menos de $1,000 en cuentas corrientes y de ahorros combinadas. Y el 24,8 por ciento tiene menos de $100 en sus cuentas. (Forbes, 6 de enero)

Los salarios estancados y reducidos, junto al aumento de la productividad del trabajo, han conducido bajo el capitalismo, a la extrema concentración de la riqueza en manos privadas en una escala desconocida en la historia. Las 62 personas más ricas del mundo tienen ahora tanta riqueza como la población de 3,5 mil millones más pobre. (Oxfam, 17 de enero) Hace cinco años, 388 súper-ricos tenían este estatus criminal. La asombrosa concentración de la riqueza continúa sin cesar.

Aniquilada una quinta parte del valor de papel

La otra característica endémica del capitalismo que Marx explicó hace 165 años se impone una vez más. El capitalismo – el sistema económico basado no en la producción social, sino en la expropiación privada – nunca ha sido capaz de resolver los ciclos tambaleantes de expansión y recesión causados por la sobreproducción. La sobreproducción de toda mercancía está nuevamente sacudiendo los mercados financieros. La producción industrial y el rendimiento manufacturero se han reducido al mínimo.

La caída en el precio del petróleo desde más de $110 el barril en junio de 2014 hasta debajo de $30 en la actualidad, ha recibido una gran atención. Sin embargo, un colapso similar ha ocurrido en los productos industriales, acero, tuberías, metales, carbón, oro, aluminio, zinc y los principales cultivos alimentarios.

Desde el Año Nuevo, los mercados bursátiles de todo el mundo han estado cayendo inexorablemente. Desde Dow Jones de Nueva York y el S&P 500, hasta las principales bolsas de valores europeas de Londres, París y Berlín, a los mercados de Dubái, Tokio, Hong Kong y Shanghái; juntos han perdido más del 20 por ciento de su valor, entrando en lo que se llama un “bear market” (mercado en la baja).

Una quinta parte de toda la riqueza del mercado de valores en el mundo ha sido eliminada. Esto puede no afectar inmediatamente a la mayoría de las/os trabajadores. Pero la manera de los capitalistas lidiar con la pérdida de su riqueza especulativa es de irse contra las/os trabajadores que tienen menos de $1,000 o $100 a su nombre.

En su discurso sobre el Estado de la Unión, el presidente Barack Obama destacó un aumento modesto en trabajos de servicio con los salarios más bajos – desde centros de llamadas hasta los restaurantes de comida rápida. Sin embargo, cientos de miles de trabajadoras/es en la industria pesada, la producción de energía, la banca y los servicios financieros – desde DuPont, Alcoa, John Deere y BP hasta Morgan Stanley – ya han sido despedidas/os en el último año.

Rescate financiero profundizó la crisis

Los economistas capitalistas, reticentes a utilizar el término “recesión”, han inventado un nuevo término para denominar un período tan largo sin crecimiento económico: “estancamiento secular”. Se han celebrado conferencias internacionales y escrito numerosos trabajos académicos sobre este tema. Estancamiento secular es un término muy difuso que oculta la realidad. El capitalismo, para expandirse, debe encontrar mercados en los que vender sus productos con ganancias. Cuando no puede hacer esto, todo el sistema mundial entra en una espiral de crisis.

Los rescates no han tenido éxito en poner en marcha a la economía. Años de tasas de interés de casi cero para estimular préstamos gigantes supuestamente para estimular la producción, puede que hayan empeorado esta crisis capitalista.

Un periódico británico cita las palabras de un funcionario de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico: “La situación es peor de lo que era en 2007. El mundo se enfrenta a una ola de impagos épicos de deuda. Nuestra municiones macroeconómicas para combatir las crisis, esencialmente han sido totalmente utilizadas”, dijo William White, el presidente con sede en Suiza del comité de revisión de la OCDE y ex economista jefe del Banco de Pagos Internacionales (BPI).” (Telegraph, 19 de enero)

Barcos ‘Zombi’

Hay sobreproducción de mercancías, desde petróleo hasta los productos terminados como juguetes, ropa y autos. Hay hasta un exceso de los grandes buques de contenedores que mueven más del 95 por ciento de los productos manufacturados del mundo.

La industria del transporte marítimo se enfrenta a su peor crisis en memoria reciente, después de años de rápida expansión alimentada por la deuda barata. La flota mundial se duplicó en tamaño de 2010 a 2013. (Reuters Business Insider, 20 de enero)

La competencia entre las compañías navieras ha impulsado la construcción de una nueva generación de súper cargueros que puede transportar 19.000 contenedores, en comparación a los buques anteriores que llevan solo 5.600. Se necesitan años para construir este tipo de buques. Los pedidos fueron colocados cuando se esperaba una recuperación global completa después de 2009.

Las corporaciones navieras que financiaron sus flotas con un 60 por ciento de deuda y con 40 por ciento de liquidez, han visto desvanecerse esa liquidez.

Ahora, flotas “zombi” aceptan fletes a precios irrisorios sólo para poder seguir a flote. Pero los propietarios no tienen esperanza de pagar el capital en sus préstamos. Los bancos tienen miedo de destapar estos préstamos porque entonces se verían obligados a ponerlos en la lista de pérdidas.

El Baltic Exchange, que ha establecido tarifas de envío por más de dos siglos y medio, dice que la situación que sus miembros enfrentan es sombría.

Gigantes derribados por la deuda

Aún grandes empresas multinacionales que han sobrevivido décadas de caos capitalista en el pasado se tambalean ahora. Años de interés de casi cero por ciento provocaron que muchas de las mayores empresas mundiales de mercancías, asumieran enormes deudas para invertir en una mayor expansión y en fusiones. Pero ahora que el precio de las mercancías ha bajado a la mitad o incluso a un tercio del valor que tenían hace un año, el valor de mercado de estas empresas ha entrado en una caída libre.

Una de las más grandes y antiguas corporaciones mineras de oro y cobre, la Freeport McMoRan, está en crisis después de sacar grandes préstamos hace unos tres años para compras en petróleo y gas. Ahora con el exceso de petróleo, las acciones de la compañía han caído de $60 por acción a menos de $4. Freeport McMoRan, valorada ahora en $4.8 mil millones, está sobrellevando una deuda de $20 mil millones, por lo cual está recortando puestos de trabajo y todos los gastos de capital. Pero para cumplir con sus pagos de la deuda, sigue produciendo petróleo, incluso a precios sumamente bajos. (New York Times, 22 de enero)

Anteriormente, durante las caídas de precios, los productores de mercancías inmediatamente reducían la producción. Pero esta vez, debido a sus enormes deudas, continúan inundando el mercado, empeorando así la situación.

Capitalistas culpan a China de sus problemas

El exceso actual de mercancías a nivel global está siendo atribuido a una desaceleración en el crecimiento de la República Popular China — la segunda economía más grande y de más rápido crecimiento del mundo.

El caos y la competencia despiadada del sistema capitalista en sí nunca es culpado. Por ejemplo, tanto corporaciones estadounidenses como alemanas han agravado las condiciones en China en las plantas que son empresas conjuntas. La decisión de Volkswagen, GM y otros fabricantes significativos de automóviles de frenar su producción en China debido al exceso de oferta mundial de automóviles, significó que cancelaran primero las bonificaciones para las/os trabajadores en sus plantas. “Los bonos típicamente suelen ascender a más de la mitad del salario neto de las/os trabajadores de la línea de ensamblaje”. (Reuters, 15 de septiembre, 2015)

Estas gigantescas corporaciones internacionales no solo cortan el pago que se llevan a su casa las/os trabajadores de la línea de ensamblaje, sus horas de trabajo, los descansos y el número de turnos, sino que ellos y otras grandes empresas occidentales también cortaron miles de millones de dólares en los planes de expansión que tenían en China. Por supuesto, todos estos recortes en inversiones que fueron anunciados hace más de tres meses, tuvieron repercusiones sobre el mercado de valores chino.

Estos cortes abruptos han estimulado el aumento de los esfuerzos para desarrollar unas relaciones y un comercio más estable entre China, Rusia, América Latina y África. Un artículo cubano titulado “Resistiendo las tormentas del siglo 21” escrito hace pocos días, expuso que este comercio que se está desarrollando rápidamente es de beneficio mutuo. Para el año 2014, el valor del comercio bilateral entre China y América Latina era 22 veces más de lo que había sido en 2000. (Granma, 19 de enero)

No se puede predecir cuán profunda e insuperable será la crisis venidera, ni qué la va a provocar. Pero la urgencia de que las/os trabajadores hagan sonar la alarma y organicen una fuerte lucha está fuera de discusión.


5 de febrero de 2016

DISFRAZADOS DE "ANTI-DAESH"

El grupo ministerial de la coalición contra el Emirato 
Islámico se reunió, el 2 de febrero de 2016, en la sede del 
ministerio italiano de Exteriores, bajo la presidencia 
de John Kerry y Paolo Gentiloni.

Mánlio Dinucci. Il Manifesto

La OTAN y las petromonarquías del Consejo de Cooperación del Golfo apadrinan desde hace décadas a las peores organizaciones terroristas

Este año el carnaval se abrió el 2 de febrero con la farsa que representó, en la sede del ministerio de Relaciones Exteriores de Italia, el grupo ministerial restringido –23 países más la Unión Europea– de la «Coalición Global anti-Daesh» [acrónimo árabe del Emirato Islámico, también designado como Estado Islámico, así como por las siglas EI, EIIL, ISIL o ISIS], copresidido por el secretario de Estado estadounidense John Kerry y el ministro de Exteriores de Italia Paolo Gentiloni. Disfrazados de antiterroristas, también forman parte de ese grupo los mayores financista del terrorismo islamista, utilizado desde hace décadas para socavar y destruir los Estados que se oponen a la estrategia del imperio.

A la cabeza de este verdadero desfile de máscaras aparecen EEUU y Arabia Saudita, países que –como ha documentado una reciente investigación del New York Times– arman y entrenan a los «rebeldes» que se ha previsto infiltrar en Siria en el marco de la operación «Madera de Sicomoro», secretamente autorizada en 2013 por el presidente Obama, dirigida por la CIA y financiada por Riad a golpe de millones de dólares. Esto ha podido confirmarse con las imágenes de video que mostraron al senador estadounidense John McCain –durante una estancia [ilegal] en suelo sirio por cuenta de la Casa Blanca, en mayo de 2013– reuniéndose con al-Baghdadi, el «califa» que encabeza el Emirato Islámico.

Es esta la más reciente de las operaciones secretas coordinadas entre EEUU y Arabia Saudita. Esas operaciones se iniciaron en los años 1970-1980, con objetivos como la desestabilización de Angola y de otros países africanos, así como para armar y entrenar a los muyahidines en Afganistán y respaldar a los Contras [contra el gobierno sandinista] en Nicaragua. Todo esto explica por qué EEUU se abstiene cuidadosamente de criticar las violaciones de los derechos humanos en Arabia Saudita y el respaldo estadounidense a esa petromonarquía en su guerra de masacre contra los civiles en Yemen.

También participan en este carnaval de máscaras Jordania y Qatar, donde –como reporta el New York Times– la CIA ha creado bases de entrenamiento para los «rebeldes», entre los que se incluyen «grupos radicales como al-Qaeda», con vista a su posterior infiltración en Siria y en otros países.

Qatar incluso proporciona a esas operaciones miembros de sus fuerzas de comandos, como ya había hecho en 2011 cuando envió a Libia al menos 5 000 hombres de sus fuerzas especiales. «Nosotros, los qataríes, estábamos entre los rebeldes libios en el terreno, [nos contábamos] por cientos en cada región», declaró posteriormente el jefe del estado mayor Hamad al-Atiya.

Entre los «antiterroristas» que se exhiben en la sede del ministerio italiano de Relaciones Exteriores también encontramos a los Emiratos Árabes Unidos, que desde 2011 han formado, a través de Blackwater-Academi, un ejército de unos 2 000 mercenarios, entre los que se cuentan 450 (colombianos e individuos de otras nacionalidades latinoamericanas) que ahora participan en la agresión contra Yemen.

También está Bahréin, que –después de ahogar en sangre su propia oposición democrática interna con ayuda de las tropas de Arabia Saudita– ahora devuelve el favor ayudando a Arabia Saudita en la masacre contra los yemenitas, en la que también participa Kuwait, otro miembro del grupo «antiterrorista», en el que también encontramos a Turquía, puesto avanzado de la OTAN en la guerra contra Siria y en Irak, donde respalda a los yihadistas enviándoles diariamente cientos de convoyes cargados de armas y material de guerra en general. Después de haber publicado pruebas, incluyendo varios videos, del envío de armas al Emirato Islámico por los servicios secretos de Ankara, los periodistas turcos Can Dundar y Erden Gul fueron arrestados y ahora pudieran incluso ser condenados a muerte.

Entre los países occidentales presentes en este carnaval de enmascarados se destacan Francia y el Reino Unido, que están utilizando fuerzas especiales y sus servicios secretos en la realización de las operaciones secretas en Libia, Siria y otros países.

Y el papel de atento anfitrión lo desempeña Italia, que ya contribuyó a incendiar el norte de África y el Medio Oriente con su participación en la destrucción del Estado en Libia, país al que gobierno italiano se prepara ahora a regresar, ejerciendo incluso el papel de «guía», en otra guerra bajo las órdenes del ente EEUU/OTAN. Disfrazada de «operación de mantenimiento de la paz» (sic), esa nueva guerra tiene como objetivo tomar el control de las zonas estratégicas y de los recursos energéticos libios.

En los salones del ministerio de Relaciones Exteriores de Italia sólo faltaron las notas de Tripoli, bel suol d’amore, la canción que, en 1911, celebraba la guerra colonial [de Italia] en Libia.

4 de febrero de 2016

LA FALACIA DE LA CRÍTICA AL “BANQUERO MALO” POR SU “AVARICIA”

Por Marat
La crítica más persistente desde el reformismo prosistémico ha sido durante todos estos años de la crisis la de que determinados empresarios, banqueros (el adjetivo con más carga “revolucionaria” en sus labios) y especuladores en general eran malvados por ser “avariciosos”.

En las cabezas de quienes compraban ese discurso aparecía algo así como la imagen del viejo banquero judío cuentamonedas murmurando la expresión tan habitual en el meme digital: “mi tesoro”

Esta ha sido la bandera exhibida desde 15MPaRato (¿se acuerdan, o ya no?), hasta plataformas como Recortes 0 o Podemos, pasando por cualquiera que prefiriese repetir lo que llegaba a sus oídos por la creencia de que lo que opinan muchos posee calidad de certeza por la magia “incuestionable” del número.

Gran parte de la sociedad ni siquiera alcanza el nivel de la crítica moral al capitalista “avaro” y mucho menos a la naturaleza del capitalismo como sistema económico-social. La crítica a la codicia es más sonora cuando se produce desde la autopercepción y sentimiento de afectado por la misma. Es el signo de estos tiempos de insolidaridad: uno protesta cuando le va personalmente mal, y no siempre; muy rara vez por el dolor ajeno. La otra crítica, la que cuestiona al capitalismo en su conjunto, como formación económico-social, es mucho más inhabitual porque exige un mayor nivel de abstracción sobre lo particular para alcanzar una visión general. 

¿Recuerdan ustedes a Bernard Madoff, el gestor de fondos de inversión que hizo una formidable estafa piramidal, o como dicen los que van de entendidos esquema Ponzi, de más de 68.000 millones de dólares por la que fue condenado en 2009? Para la gran mayoría de quienes hablaban de ello entonces, las razones para su condena moral se agotaban en su codicia que le condujo al delito. Si además se sabía que pertenecía a la comunidad judía de Nueva York, la imagen del malvado judío de nariz ganchuda y el gorro de dormir estaba servida.

Algunos periodistas y opinantes de ocasión quisieron ver incluso en estafas como ésta a través de fondos de alto riesgo las razones de esta fase -su origen hay que remontarlo al inicio de los años 70, con la tendencia descendente de la tasa de ganancia- de la crisis capitalista mundial que estaba aún en sus inicios. 

Leheman Brothers, que combinaba la banca de inversión y la gestión de activos financieros con servicios bancarios más generales quebró en 2008, tras haber superado escándalos de los hedge funds, por el efecto de la crisis de los créditos subprime, concedidos a unos intereses insosteniblemente bajos y con riesgos de impagos muy altos, cosa que cuando se aprobaron los préstamos hipotecarios no se tuvo en cuenta pero a cuyo colapso sucedió un rosario de crisis en muchas entidades del sistema financiero mundial. 

Explicación típica al canto: la avaricia desmedida de sus gestores provocó un comportamiento especulativo irracional que hizo no calculasen el riesgo real y que, cuando vinieron mal dadas, el castillo de naipes se viniera abajo. 

Cada vez que algún magnate de los más conocidos de la lista Forbes aparece en los medios de comunicación de masas, sean Carlos Slim, Amancio Ortega o Warren Buffett, por centrarnos en tres de los más conocidos, en caso de surgir un discurso crítico hacia el volumen de sus fortunas o hacia alguna de sus operaciones especulativas (Ortega dedica parte de sus beneficios a la compra masiva de inmuebles), el binomio especulación-codicia aparece como esencia de esa crítica.

Los Rothschild, los Rockefeller o los Morgan, que no necesitan de ninguna lista Forbes, y que están tan en boca de los millones de páginas conspiranoicas sobre el gobierno mundial, llevan asociado a sus apellidos el de avaros, aunque connotados de un segundo atributo: actuar movidos por un deseo de poder absoluto (sólo el necio confunde poder y gobierno). 

No creo necesario continuar mencionando ejemplos. La crítica moral sobre la avaricia de los grandes potentados, y también de los medianamente ricos a los que sus escándalos económicos han alcanzado en algún momento, tiene varias explicaciones, a mi entender en su mayoría interesadas.

 ● La crisis capitalista mundial, aunque no se produce en absoluto por factores financieros, detona de forma financiera, hasta el punto en el que lo financiero oculta la causa real de la crisis (crisis de sobreproducción, tendencia a la caída de la tasa de ganancia, desvío de una parte de los beneficios del sector productivo hacia el especulativo, sustitución de mano de obra por tecnología, crisis del sistema de mantenimiento inducido del consumo a crédito, estallido de las burbujas del ladrillo y financieras).

 ● Al adquirir una apariencia de crisis financiera, es mucho más sencillo desviar la crítica de la opinión publicada y de la “pública” hacia lo financiero, de manera más particular hacia el segmento inversor y de la bolsa. La variable especulación, preñada de significados concretos, conduce de un modo “natural” (o ideológicamente naturalizado y dirigido) hacia el “pecado” de la avaricia.  

 ● Los creadores de opinión y los selectores de la información, que no son los periodistas, ni siquiera los directores de los medios, sino los consejos de administración de estos, decidieron en su día que el ruido de la calle que iban a priorizar era el de los clientes estafados por los bancos y entidades financieras antes que los de la protesta de la clase trabajadora ante despidos, precarización del empleo, recorte de los salarios y destrucción de los derechos sociales. 

 ● Esos mismos creadores de opinión han estado muy interesados en personalizar/ particularizar su critica, en lugar de buscar explicaciones estructurales que pudieran cuestionar al sistema capitalista de un modo global. 

 ● Una parte significativa de los sectores afectados por las consecuencias de una especulación con resultados fraudulentos pertenecía a sectores de las llamadas clases medias (pequeños y medianos inversores estafados) y estas clases, aunque laminadas paulatinamente por el capitalismo y el proceso de transferencia de las rentas nacionales hacia el gran capital, consideran la propiedad, por limitada que ésta sea, como un rasgo que les define. No cuestionarán, por tanto, el régimen económico sino las “disfunciones” del mismo que las afecte tanto a ellas como clases como a sus componentes individuales.

 ● Otra parte del “activismo” de estos años de la crisis proviene de sectores que no han vivido en sus carnes la contradicción capital-trabajo: estudiantes de clases medias que, por mucho que una parte de ellos vean oscuro su futuro, no se reconocen ni pueden reconocerse en el acervo histórico de la clase trabajadora. En lo político, ajenos a esa realidad de explotados, y en lo social imbuidos de la ideología transversal y negadora de las clases sociales y sus contradicciones llamada ciudadanismo, lo que les quedaba a la hora de señalar culpables de la crisis era el capitalismo financiero pero ni siquiera como un todo en sí mismo, sino desde la crítica moral a sus figuras descollantes. No se entiende de otro modo el eslogan aquél de “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros   

¿Cuál es la utilidad sistémica de todo este aparataje de críticas morales centradas de manera casi exclusiva en la avaricia/codicia del capitalismo financiero, y de manera muy particular y específica en los magnates protagonistas de grandes estafas y que han ocasionado pérdidas cuantiosas a familias y a inversores pequeños, medianos o grandes, provocado cataclismos en las bolsas y un importante grado de alarma social tanto real como inducida?

 ● La primera es “salvar al soldado capitalismo”, entendido éste en su totalidad como sistema. El capitalismo es mucho más que las finanzas y aún muchísimo más que unos cuantos capitalistas señalados como avaros. Centrar el mal en una parte localizada salva al resto del sistema de una crítica general

 ● La segunda es ocultar y escamotear que la condición perversa del capitalismo no se encuentra en que los capitalistas sean avaros y malvados sino en la naturaleza de un sistema que produce socialmente pero cuyos beneficios son individuales; de un sistema que se apropia de la riqueza que generan quienes dan valor a las materias mediante su trabajo, al convertirlas en mercancías, lo que permite que entren en el circuito del consumo; de un sistema cuya plusvalía depende de la explotación de la clase trabajadora; de un sistema que esquilma, depreda y destruye la naturaleza poniendo en peligro la supervivencia de la especie humana; de un sistema que en su forma imperialista necesita de la guerra para apropiarse de los recursos naturales de otros países y someterlos a su expolio, a la vez que permite “quemar un excedente” y abrir posteriormente un mercado de “reconstrucción”; de un sistema, en fin, que sale de sus crisis creando las condiciones para la aparición de otras nuevas.  

 ● La tercera es que la naturaleza del capitalismo es independiente de la condición moral y de la voluntad de los capitalistas. Tiene reglas propias y no se sobrevive como capitalista sin respetarlas. Pretender jugar limpio, establecer un pretendido y supuesto justiprecio en el salario de los trabajadores, ofrecerles las mejores condiciones contractuales y de trabajo, en un mundo de competencia feroz entre capitalistas, conduce finalmente a la ruina de nuestro empresario filántropo. Como en la fábula del “Escorpión y la rana”, atribuida a Esopo, el capitalismo, si hablara con una sola voz, bien podría decir: “no he tenido elección, es mi naturaleza”. Destierren ustedes de él cualquier valoración en términos de moralidad o inmoralidad. Simplemente es amoral. Responde de acuerdo a fines, sin tener demasiados reparos en los medios, aunque necesite legitimarse a través de su moral que reside en el derecho de “propiedad”; en este caso, de propiedad de los medios de producción.

“En la producción social de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad; estas  relaciones de producción corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus  fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad” (“Prefacio a la crítica de la economía política”. Karl Marx. 1859)

 ● La cuarta es la de transmitir la idea de que si los plutócratas fuesen bondadosos cual Santa Claus, probos ciudadanos y almas sensibles que compartiesen su riqueza “con los más pobres” (tipo Mark Zuckerberg) el mundo sería muy hermoso y el capitalismo más maravilloso de lo que ya les parece a muchos de los defensores de la teoría de la avaricia. Eso sin preguntarse de qué modo ha afectado a vidas ajenas su proceso de acumulación del capital. La idea es que se puede ser tiburón de las finanzas por la mañana y gran filántropo OeNeGero por la noche, al estilo George Soros, claro está

¿Significa todo lo anterior que carezca de sentido una crítica moral al capitalismo? No, en absoluto pero:

 ● No tiene demasiado sentido que esa crítica se establezca desde refutaciones éticas a actos individuales puesto que la moral lo es, salvo en el caso de unos pocos universales atemporales, siempre de una época y se asienta en valores colectivos. 

 ● No debe olvidarse que en relación a lo económico y a la superestructura ideológica de una formación social e histórica concreta, “la moral fue siempre una moral de clase”, como afirma Engels en el “Anti-Dühring”

“Y como la sociedad se ha movido hasta ahora en contraposiciones de clase, la moral fue siempre una moral de clase; o bien justificaba el dominio y los intereses de la clase dominante, o bien, en cuanto que la clase oprimida se hizo lo suficientemente fuerte, representó la irritación de los oprimidos contra aquel dominio y los intereses de dichos oprimidos, orientados al futuro" (“La subversión de la ciencia por el señor Eugenio Dühring”, F. Engels. 1878)

En definitiva, y como conclusión final, tiene sentido una crítica moral al capitalismo como formación económico-social; esto es, desde lo general, no desde lo particular. Y esa crítica -que en el marxismo es en gran medida inmanente al análisis de las contradicciones entre lo que el pensamiento capitalista proclama y la realidad- adquiere su pleno significado cuando no se asume desde ningún pretendido consenso social de valores, que no sería otro que el nacido de la ideología dominante, la cual es siempre la de la clase dominante, sino desde la perspectiva de los oprimidos de clase. 

2 de febrero de 2016

¿DÓNDE ESTALLARÁ LA PRÓXIMA CRISIS ECONÓMICA MUNDIAL?

Ariel Noyola Rodríguez. Global Research

Un temblor financiero provocó que el club de Davos se hundiera en el pesimismo. Los más de 2.000 empresarios y líderes políticos que se reunieron en Suiza (entre el 20 y 23 enero) ya no saben cómo convencer a la población mundial de que la economía está bajo control. A tan solo unos días de llevarse a cabo la XLVI edición del Foro Económico Mundial, los inversionistas entraron en pánico: a lo largo de las primeras tres semanas de enero las diferentes bolsas de valores sumaron pérdidas por 7,8 billones de dólares, de acuerdo con las estimaciones de Bank of America Merrill Lynch.

China toma la delantera ganando miles de millones de dólares con la caída de precios del crudo
Para el banco de inversión de origen estadounidense este mes de enero será recordado como el momento más dramático para las finanzas desde la Gran Depresión de 1929. Los circuitos financieros internacionales son cada vez más vulnerables. Y el desplome de la confianza empresarial parece irreversible. La consultora PricewaterhouseCoopers (PwC) publicó recientemente los resultados de una encuestque recoge la opinión de 1.409 presidentes ejecutivos de empresas (CEO, ‘Chief Executive Officers’) de 83 países sobre el panorama económico: el 66% de los entrevistados considera que sus organizaciones corporativas enfrentan mayores amenazas hoy que hace tres años y, únicamente, el 27% piensa que el crecimiento global mejorará.

La incertidumbre es tal que durante la cumbre de Davos no hubo consenso entre los gigantes empresariales sobre dónde estallará la próxima crisis. Con todo, la prensa occidental no se cansa de señalar a la desaceleración de China como la causa principal de las turbulencias de la economía mundial. De hecho, el especulador George Soros (quien tumbó a la libra esterlina en la década de 1990) sostuvo  en Davos que un aterrizaje violento de la economía china es “inevitable”; sin lugar a dudas fue una afirmación exagerada. A mi juicio hay una campaña de propaganda dirigida contra Pekín que pretende ocultar las graves contradicciones económicas y sociales que persisten en los países industrializados (Estados Unidos, Alemania, Francia, el Reino Unido, Japón, etc.).

A pesar del triunfalismo de la presidenta del Sistema de la Reserva Federal (FED), Janet Yellen, en las últimas semanas la economía de Estados Unidos ha vuelto a mostrar signos de debilidad. El sector manufacturero acumuló en diciembre pasado dos meses de contracción: el nivel más bajo de los últimos seis años. Asimismo, el derrumbe de los precios de las materias primas (‘commodities’) ha apuntalado la apreciación del dólar y, con ello, vuelve más complicado para el Gobierno norteamericano enterrar el peligro de la deflación (caída de precios). El horizonte ahora es más sombrío luego de que la cotización de referencia internacional del petróleo cayó por debajo de los 30 dólares por barril. Todavía peor, el Fondo Monetario Internacional (FMI) disminuyó de nueva cuenta sus perspectivas de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) mundial para este año, del 3,6 a 3,4%.

La verdad es que las políticas de crédito barato  impulsadas por los bancos centrales de los países industrializados tras la quiebra de Lehman Brothers provocaron enormes distorsiones en los mercados de crédito y ahora todo el mundo está pagando la factura. Según los cálculos  del fondo de inversiones Elliot Management (dirigido por Paul Singer), los bancos centrales de las grandes potencias han inyectado a la economía global un aproximado de 15 billones de dólares desde la crisis de 2008 mediante la compra de bonos de deuda soberana y activos hipotecarios. Lamentablemente esta estrategia no sentó las bases de una recuperación estable, sino por el contrario, incrementó la fragilidad financiera.

¡Vamos a venderlo todo!: Inversores entran en pánico ante la repetición de la crisis del 2008
La Zona Euro todavía no consigue salir de las bajas tasas de crecimiento económico. La crisis ya no golpea únicamente a países como España y Grecia; el mismo núcleo de Europa se ha visto envuelto en severas dificultades: la deflación ya amenaza de cerca a Alemania, luego de darse a conocer que los precios al consumidor avanzaron apenas 0.3% en promedio durante 2015, la cifra más débil desde la recesión de 2009, cuando el PIB germano se contrajo 5%; y el presidente de Francia, François Hollande, recién anunció ”estado de emergencia económica” ante el elevado desempleo y la debilidad de la inversión.

Esto tiene muy preocupado al presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, quien se ha visto obligado a considerar  la ampliación de las medidas de estímulo para el próximo mes de marzo. Y lo mismo sucede en los casos del Banco de Inglaterra y el Banco de Japón: a pesar de haber colocado en un nivel mínimo la tasa de interés referencia y lanzado agresivos programas de inyección de liquidez, todavía no consiguen sacar a sus respectivas economías del atolladero ni incrementar de modo sustantivo la inflación, que se mantiene muy alejada del objetivo oficial del 2%.

Con todo, la aplastante dominación del dólar en el mercado global de capitales le atribuye a Estados Unidos un papel decisivo en la determinación de la política monetaria de los demás países. No cabe duda de que la FED se equivocó al elevar la tasa de interés de los fondos federales (‘federal funds rate’) en diciembre pasado. Simplemente no había elementos suficientes que permitieran llegar a la conclusión de que la recuperación de la economía de Estados Unidos era sólida y sostenida. Ahora que la situación ha empeorado es casi seguro que en sus próximas reuniones el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) de la FED no solamente no aumentará el costo del crédito, sino que incluso es probable que reduzca la tasa de interés de referencia.
No obstante, el gran problema es que nadie sabe a ciencia cierta cómo van a reaccionar los mercados financieros ante el más ligero movimiento de la FED ¿Las caídas sucesivas de Wall Street detonarán una recesión en escala mundial? ¿Será finalmente herida de muerte la hegemonía del dólar ante la venta masiva de bonos del Tesoro de Estados Unidos? ¿Hasta qué punto resistirán China y los países emergentes? La crisis que viene es un enigma para todos…

1 de febrero de 2016

GOOGLE LO SABE TODO DE TI

Ignacio Ramonet. Le Monde Diplomatique

En nuestra vida cotidiana dejamos constantemente rastros que entregan nuestra identidad, dejan ver nuestras relaciones, reconstruyen nuestros desplazamientos, identifican nuestras ideas, desvelan nuestros gustos, nuestras elecciones y nuestras pasiones; incluso las más secretas. A lo largo del planeta, múltiples redes de control masivo no paran de vigilarnos. En todas partes, alguien nos observa a través de nuevas cerraduras digitales. El desarrollo del Internet de las cosas (Internet of Things) y la proliferación de objetos conectados (1) multiplican la cantidad de chivatos de todo tipo que nos cercan. En Estados Unidos, por ejemplo, la empresa de electrónica Vizio, instalada en Irvine (California), principal fabricante de televisores inteligentes conectados a Internet, ha revelado recientemente que sus televisores espiaban a los usuarios por medio de tecnologías incorporadas en el aparato.

Los televisores graban todo lo que los espectadores consumen en materia de programas audiovisuales, tanto programas de cadenas por cable como contenidos en DVD, paquetes de acceso a Internet o consolas de videojuegos… Por lo tanto, Vizio puede saberlo todo sobre las selecciones que sus clientes prefieren en materia de ocio audiovisual. Y, consecuentemente, puede vender esta información a empresas publicitarias que, gracias al análisis de los datos acopiados, conocerán con precisión los gustos de los usuarios y estarán en mejor situación para tenerlos en el punto de mira (2).

Esta no es, en sí misma, una estrategia diferente de la que, por ejemplo, Facebook y Google utilizan habitualmente para conocer a los internautas y ofrecerles publicidad adaptada a sus supuestos gustos. Recordemos que, en la novela de Orwell 1984, los televisores –obligatorios en cada domicilio–, “ven” a través de la pantalla lo que hace la gente (“¡Ahora podemos veros!”). Y la pregunta que plantea hoy la existencia de aparatos tipo Vizio es saber si estamos dispuestos a aceptar que nuestro televisor nos espíe.

A juzgar por la denuncia interpuesta, en agosto de 2015, por el diputado californiano Mike Gatto contra la empresa surcoreana Samsung, parece que no. La empresa fue acusada de equipar sus nuevos televisores también con un micrófono oculto capaz de grabar las conversaciones de los telespectadores, sin que éstos lo supieran, y de transmitirlas a terceros (3)… Mike Gatto, que preside la Comisión de protección del consumidor y de la vida privada en el Congreso de California, presentó incluso una propuesta de ley para prohibir que los televisores pudieran espiar a la gente.

Por el contrario, Jim Dempsey, director del centro Derecho y Tecnologías, de la Universidad de California, en Berkeley, piensa que los televisores-chivatos van a proliferar: “La tecnología permitirá analizar los comportamientos de la gente. Y esto no sólo interesará a los anunciantes. También podría permitir la realización de evaluaciones psicológicas o culturales, que, por ejemplo, interesarán también a las compañías de seguros”. Sobre todo teniendo en cuenta que las empresas de recursos humanos y de trabajo temporal ya utilizan sistemas de análisis de voz para establecer un diagnóstico psicológico inmediato de las personas que les llaman por teléfono en busca de empleo…

Repartidos un poco por todas partes, los detectores de nuestros actos y gestos abundan a nuestro alrededor, incluso, como acabamos de ver, en nuestro televisor: sensores que registran la velocidad de nuestros desplazamientos o de nuestros itinerarios; tecnologías de reconocimiento facial que memorizan la impronta de nuestro rostro y crean, sin que lo sepamos, bases de datos biométricos de cada uno de nosotros… Por no hablar de los nuevos chips de identificación por radiofrecuencia (RFID) (4), que descubren automáticamente nuestro perfil de consumidor, como hacen ya las “tarjetas de fidelidad” que generosamente ofrece la mayoría de los grandes supermercados (Carrefour, Alcampo, Eroski) y las grandes marcas (FNAC, el Corte Inglés).

Ya no estamos solos frente a la pantalla de nuestro ordenador. ¿Quién ignora a estas alturas que son examinados y filtrados los mensajes electrónicos, las consultas en la Red, los intercambios en las redes sociales? Cada clic, cada uso del teléfono, cada utilización de la tarjeta de crédito y cada navegación en Internet suministra excelentes informaciones sobre cada uno de nosotros, que se apresura a analizar un imperio en la sombra al servicio de corporaciones comerciales, de empresas publicitarias, de entidades financieras, de partidos políticos o de autoridades gubernamentales.

El necesario equilibrio entre libertad y seguridad corre, por tanto, el peligro de romperse. En la película de Michael Radford, 1984, basada en la novela de George Orwell, el presidente supremo, llamado Big Brother, define así su doctrina: “La guerra no tiene por objetivo ser ganada, su objetivo es continuar”; y: “La guerra la hacen los dirigentes contra sus propios ciudadanos, y tiene por objeto mantener intacta la estructura misma de la sociedad” (5). Dos principios que, extrañamente, están hoy a la orden del día en nuestras sociedades contemporáneas. Con el pretexto de tratar de proteger al conjunto de la sociedad, las autoridades ven en cada ciudadano a un potencial delincuente. La guerra permanente (y necesaria) contra el terrorismo les proporciona una coartada moral impecable y favorece la acumulación de un impresionante arsenal de leyes para proceder al control social integral.

Y más teniendo en cuenta que la crisis económica aviva el descontento social que, aquí o allí, podría adoptar la forma de motines ciudadanos, levantamientos campesinos o revueltas en los suburbios. Más sofisticadas que las porras y las mangueras de las fuerzas del orden, las nuevas armas de vigilancia permiten identificar mejor a los líderes y ponerlos fuera de juego anticipadamente.

Habrá menos intimidad, menos respeto a la vida privada, pero más seguridad”, nos dicen las autoridades. En nombre de ese imperativo se instala así, a hurtadillas, un régimen de seguridad al que podemos calificar de “sociedad de control”. En la actualidad, el principio del “panóptico” se aplica a toda la sociedad. En su libro Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, el filósofo Michel Foucault explica cómo el “Panóptico” (“el ojo que todo lo ve”) (6) es un dispositivo arquitectónico que crea una “sensación de omnisciencia invisible” y que permite a los guardianes ver sin ser vistos dentro del recinto de una prisión. Los detenidos, expuestos permanentemente a la mirada oculta de los “vigilantes”, viven con el temor de ser pillados en falta. Lo cual les lleva a autodisciplinarse… De esto podemos deducir que el principio organizador de una sociedad disciplinaria es el siguiente: bajo la presión de una vigilancia ininterrumpida, la gente acaba por modificar su comportamiento. Como afirma Glenn Greenwald: “Las experiencias históricas demuestran que la simple existencia de un sistema de vigilancia a gran escala, sea cual sea la manera en que se utilice, es suficiente por sí misma para reprimir a los disidentes. Una sociedad consciente de estar permanentemente vigilada se vuelve enseguida dócil y timorata” (7).

Hoy en día, el sistema panóptico se ha reforzado con una particularidad nueva con relación a las anteriores sociedades de control que confinaban a las personas consideradas antisociales, marginales, rebeldes o enemigas en lugares de privación de libertad cerrados: prisiones, penales, reformatorios, manicomios, asilos, campos de concentración… Sin embargo, nuestras sociedades de control contemporáneas dejan en aparente libertad a los sospechosos (o sea, a todos los ciudadanos), aunque los mantienen bajo vigilancia electrónica permanente. La contención digital ha sucedido a la contención física.

A veces, esta vigilancia constante también se lleva a cabo con ayuda de chivatos tecnológicos que la gente adquiere libremente: ordenadores, teléfonos móviles, tabletas, abonos de transporte, tarjetas bancarias inteligentes, tarjetas comerciales de fidelidad, localizadores GPS, etc. Por ejemplo, el portal Yahoo!, que consultan regular y voluntariamente unos 800 millones de personas, captura una media de 2.500 rutinas al mes de cada uno de sus usuarios. En cuanto a Google, cuyo número de usuarios sobrepasa los mil millones, dispone de un impresionante número de sensores para espiar el comportamiento de cada usuario (8): el motor Google Search, por ejemplo, le permite saber dónde se encuentra el internauta, lo que busca y en qué momento. El navegador Google Chrome, un megachivato, envía directamente a Alphabet (la empresa matriz de Google) todo lo que hace el usuario en materia de navegación. Google Analytics elabora estadísticas muy precisas de las consultas de los internautas en la Red. Google Plus recoge información complementaria y la mezcla. Gmail analiza la correspondencia intercambiada, lo cual revela mucho sobre el emisor y sus contactos. El servicio DNS (Domain Name System, o Sistema de nombres de dominio) de Google analiza los sitios visitados. YouTube, el servicio de vídeos más visitado del mundo, que pertenece también a Google –y, por tanto, a Alphabet–, registra todo lo que hacemos en él. Google Maps identifica el lugar en el que nos encontramos, adónde vamos, cuándo y por qué itinerario… AdWords sabe lo que queremos vender o promocionar. Y desde el momento en que encendemos un smartphone con Android, Google sabe inmediatamente dónde estamos y qué estamos haciendo. Nadie nos obliga a recurrir a Google, pero cuando lo hacemos, Google lo sabe todo de nosotros. Y, según Julian Assange, inmediatamente informa de ello a las autoridades estadounidenses…

En otras ocasiones, los que espían y rastrean nuestros movimientos son sistemas disimulados o camuflados, semejantes a los radares de carretera, los drones o las cámaras de vigilancia (llamadas también de “videoprotección”). Este tipo de cámaras ha proliferado tanto que, por ejemplo, en el Reino Unido, donde hay más de cuatro millones de ellas (una por cada quince habitantes), un peatón puede ser filmado en Londres hasta 300 veces cada día. Y las cámaras de última generación, como la Gigapan, de altísima definición –más de mil millones de píxeles–, permiten obtener, con una sola fotografía y mediante un vertiginoso zoom dentro de la propia imagen, la ficha biométrica del rostro de cada una de las miles de personas presentes en un estadio, en una manifestación o en un mitin político (9).

A pesar de que hay estudios serios que han demostrado la débil eficacia de la videovigilancia (10) en materia de seguridad, esta técnica sigue siendo refrendada por los grandes medios de comunicación. Incluso una parte de la opinión pública ha terminado por aceptar la restricción de sus propias libertades: el 63% de los franceses se declara dispuesto a una “limitación de las libertades individuales en Internet en razón de la lucha contra el terrorismo” (11).

Lo cual demuestra que el margen de progreso en materia de sumisión es todavía considerable…

NOTAS
(1) Se habla de “objetos conectados” para referirse a aquellos cuya misión primordial no es, simplemente, la de ser periféricos informáticos o interfaces de acceso a la Web, sino la de aportar, provistos de una conexión a Internet, un valor adicional en términos de funcionalidad, de información, de interacción con el entorno o de uso (Fuente: Dictionnaire du Web).
(2) El País, 2015.
(3) A partir de entonces, Samsung anunció que cambiaría de política, y aseguró que, en adelante, el sistema de grabación instalado en sus televisores sólo se activaría cuando el usuario apretara el botón de grabación.
(4) Que ya forman parte de muchos de los productos habituales de consumo, así como de los documentos de identidad.
(5) Michael Radford, 1984, 1984.
(6) Inventado en 1791 por el filósofo utilitarista inglés Jeremy Bentham.
(7) Glenn Greenwald, Sin un lugar donde esconderse, Ediciones B, Madrid, 2014.
(8) Véase “Google et le comportement de l’utilisateur”, AxeNet (http://blog-axe-net-fr/google-analyse-comportement-internaute).
(9) Véase, por ejemplo, la fotografía de la ceremonia de la primera investidura del presidente Obama, el 20 de enero de 2009, en Washington (http://gigapan.org/viewGigapanFullscreen.php?auth=033ef14483ee899496648c2b4b06233c).
(10) “‘Assessing the impact of CCTV’, el más exhaustivo de los informes dedicados al tema, publicado en febrero de 2005 por el Ministerio del Interior británico (Home Office), asesta un golpe a la videovigilancia. Según este estudio, la debilidad del dispositivo se debe a tres elementos: la ejecución técnica, la desmesura de los objetivos asignados a esta tecnología y el factor humano”. Véase Noé Le Blanc, “Sous l’oeil myope des caméras”, Le Monde diplomatique, París, septiembre de 2008.
(11) Le Canard enchaîné, París, 15 de abril de 2015.