9 de diciembre de 2016

MARX Y LA “MANO INVISIBLE”

Diego Guerrero

Aunque la mayoría piense que el tiempo de Marx ya pasó, y todo el mundo le cante (para bien o para mal) como a un gran pensador del siglo XIX, yo soy de la opinión de que el siglo XXI volverá a ser el siglo de Marx. Pero para explicar esto, primero hay que desvelar en qué consiste la auténtica relación del pensamiento de este autor con la famosa metáfora del padre de los economistas, el insigne liberal Adam Smith.

En términos de filosofía política expuesta al modo pedagógico, lo que el Smith filósofo y moralista entendía por Mano invisible puede describirse como el mecanismo oculto (la busca del interés privado por cada particular aisladamente) que conducía a la sociedad desde las esferas privadas individuales a la satisfacción del interés general. En términos más técnicos, podría complementarse lo anterior diciendo que en realidad Smith descubrió la tendencia a la igualación de las rentabilidades sectoriales como el mecanismo específico explicativo de las pautas de movimiento de los flujos de capital “libre” -es decir, el que no se enfrenta a barreras políticas ni de otro orden: monopolios, etc.-, pero esto no corresponde a un artículo divulgativo como éste. Me gustaría centrarme aquí en el lado más universal del problema, ése que llevó a la gran economista británica, Joan Robinson, esa Rosa Luxemburgo burguesa, como la llamaban, a interpretar el resultado del éxito de la metáfora smithiana como la degradación del problema moral en una cuestión definitivamente irrelevante, desde el momento en que cualquier conducta -altruista o egoísta- puede ser considerada “buena” si es privada, ya que contribuirá, ayudada por la mano invisible del mercado, a conseguir el bien común.

Mucho se ha escrito sobre la mano invisible, y mucho se la ha criticado también. Por ejemplo, Albert Hirschman demostró el paralelismo entre esa fórmula y su famosa “tesis de la perversidad”, el argumento preferido que utilizan los conservadores (aunque no sólo de ellos) para justificar que es mejor abstenerse de intentar políticas públicas bien intencionadas (por ejemplo, políticas keynesianas de demanda para luchar contra el desempleo), ya que, por lo general, los buenos propósitos suelen ir acompañados de malos resultados efectivos, por lo que la mejor política sería, según los conservadores, la que no existe. De ahí, la consigna de la desregulación (aunque no se caiga en la cuenta de que, para desregular, o sea, para eliminar una norma positiva, hace falta otra nueva, y esto requiere la persistencia, si no el incremento, del aparato burocrático).

Muchos amigos progresistas estarán de acuerdo con Hirschman, y entre ellos mi amigo Pablo Bustelo, que me comentaba, tras la concesión del Nobel de Economía al conservador Douglas North, lo mucho mejor que haría la Academia sueca otorgándole el premio a gente como Hirschman o Sen. Ahora que Sen ya lo tiene -y recuerdo también el comentario de José Luis Sampedro tras conocer la concesión de este Nobel: “Parece que los de Estocolmo se están portando últimamente; el año pasado, Saramago, y éste, Sen”-, podríamos apostar a que Hirschman lo tiene más cerca.

Sin embargo, yo voy a defender otra idea que también tiene mucha relación con la mano invisible, pero que hasta ahora ha sido mucho menos popular que la tesis de la perversidad. Mi idea es que Marx distinguía en Smith dos contenidos de la famosa metáfora, aceptando el primero y rechazando el segundo; y no sólo eso, sino que llevó la defensa del primero de ellos tan lejos que, convertida en “mano invisible de la sociedad” (más que en la mano invisible del mercado), esta idea constituye una de las estructuras centrales del edificio teórico de Marx. Veamos.

Pido prestada momentáneamente la distinción clásica entre lo positivo y lo normativo para intentar explicarme mejor. Para Marx, Smith había descubierto, sin duda, uno de los mecanismos económicos centrales de la sociedad capitalista, mostrando cómo era posible la reproducción indefinida de un orden social que, en principio, se sustenta primariamente en el “mercado autorregulado” (en el sentido de Polanyi), aunque ni Marx ni Polanyi eran unos ignorantes que desconocieran que los mercados generalizados, y mucho menos la sociedad de mercado, nunca han funcionado sin el apoyo (por decirlo de la forma más discreta) del Estado. Este lado “positivo” de la mano invisible también está en Marx, quien elogia a Smith por haber sido, si no el descubridor (ahí están Mandeville y varios otros), sí el racionalizador y autor de la fórmula (la metáfora) exacta necesaria para el triunfo de la idea.

Pero lo que Marx rechaza con todas sus fuerzas es el lado “normativo” de la Mano invisible. En época de Smith -que era un siglo anterior a Marx, lo que no empece para que sigan siendo válidas algunas de sus ideas, porque el simple paso del tiempo no basta para desmentir a los clásicos (que se convierten precisamente en clásicos por superar esa prueba definitoria)-, era cierto que la economía competitiva capitalista suponía un avance respecto del orden feudal. Pero la tesis de Marx es que, ya en su época -y, con más razón, podríamos decir “ahora”-, la economía capitalista se había hecho retrógrada. Como dijo Sampedro en la apertura del Primer Seminario Internacional Complutense sobre Nuevas tendencias en el pensamiento económico crítico: “El Liberalismo fue positivo, fue útil, fue valioso en sus comienzos, cuando entró a legitimar un gran cambio de poder que se producía en la sociedad europea de la época; en aquel momento, el poder se trasladaba desde el poder feudal de las tierras, de la nobleza y del clero a los comerciantes, a los empresarios, y empezaba a emerger un nuevo poder social; y en ese momento, el Liberalismo, el Capitalismo, favoreció la expansión de fuerzas productivas, favoreció el progreso de la técnica; y en ese sentido digo que es positivo; pero hoy es anacrónico; no es que sea malo: es que es anacrónico, anticuado; es que no sirve para resolver los problemas; nunca fue verdad que el mercado sea la libertad, pero hoy, es menos verdad que nunca; lo que pasa es que los señores neoliberales padecen una enfermedad frecuente en los creyentes de todas clases, sean religiosos o laicos: es la ceguera del creyente (y cuando alguien cree a pie juntillas en alguna cosa, ya no puede ver, no ve lo que sea contrario a sus creencias, ni siquiera mira: no le interesa porque vive con arreglo a sus creencias)”.

Que el mercado autorregulado, el orden extremo de mercado que desean los neoliberales como pauta normativa, sea criticado por tantos no significa que todos esos críticos sean marxistas. Lo que de verdad caracteriza a Marx como pensador de la economía y, sobre todo, de la sociedad, es la relación que sus ideas tienen con el lado que he llamado “positivo” de la Mano invisible. Para Marx existe una mano invisible, pero no del mercado, sino de la sociedad. Los críticos de la Mano invisible se han esforzado por contraponer a ésta la “mano visible” del Estado, pero Marx razonaba de forma muy distinta. Muchos críticos actuales están muy confundidos en esto.

Los neoliberales no se oponen al Estado, ni mucho menos. Para decirlo con palabras de un liberal español bien conocido, Pedro Schwartz (en sus Nuevos Ensayos Liberales): “La gente cree que los liberales perseguimos la destrucción del Estado. Muy al contrario, he dicho y quiero probar ahora, el liberalismo como programa político es un programa estatal y público (...) Los liberales, lejos de pretender la destrucción del Estado y su sustitución por no sé qué orden social espontáneo, buscan la restauración de un Estado fuerte, limitado y capaz de cumplir sus funciones necesarias: un Estado que sepa establecer y mantener el marco en el que vaya a florecer la actividad individual”. En esto, Schwartz sólo sigue a su maestro Milton Friedman, que en “Capitalismo y libertad” deja claro que “el liberal coherente no es un anarquista”. También Schwartz insiste en distanciarse de los anarquistas, recordando que los liberales “buscamos un Estado fuerte y pequeño, como baluarte de las libertades individuales”; lo que pasa es que “la actitud de los liberales ante el Estado suele caricaturizarse por incomprensión”, pues se cree que “el liberal en el fondo desea abolir el Estado, cuando busca centrarlo y reforzarlo”; en definitiva, se trata de reafirmar el “liberalismo clásico”, sin confundirlo con el “americano”, con el “socialismo”, con el “nacionalismo”, con el “anarquismo” ni con la “democracia”.

Por su parte, Marx, como los anarquistas, quería abolir el Estado. En un artículo sobre los dos socialistas alemanes, “Marx o Lassalle”, olvidado de muchos y desconocido para los demás -en un país donde no se lee a Marx, ¿quién puede esperar que se lea a Lassalle?-, el gran jurista Hans Kelsen escribe (en 1924): “Marx y Engels, precisamente como lo hacían los teóricos liberales del estado, interpretan el estado simplemente como instrumento de la clase (...) La sociedad anarquista-comunista es la que no tiene necesidad de ningún estado (...) La teoría política tal y como la desarrollaron Marx y Engels, es anarquismo puro. Esto ha quedado en el olvido, por muchas razones, durante largo tiempo”. Por tanto, Marx no tiene nada que ver con los intentos de arreglar el capitalismo a base de intervención estatal. Él simplemente hizo dos cosas: 1) observó que el capitalismo lleva dentro fuerzas que lo transformarán en socialismo (su tesis teórica); 2) lo anterior no tiene nada que ver con el fatalismo histórico, pues Marx creía que la historia la hacían los hombres, pero no como un alfarero hace su botijo, sino por medio, precisamente, de la mano invisible de la sociedad, es decir, como resultado de todas las luchas y conflictos que surgen en la sociedad capitalista, y con independencia de que unos individuos empujen en una dirección y otros en otra. Esto tampoco es un amoralismo, pues Marx, aparte de su metafísica y su ciencia, tenía su ética (léase a Rubel, por favor): no se trata de esperar a ver pasar tranquilamente desde nuestra mecedora el cadáver del capitalismo; si se entiende hacia dónde va la sociedad, es inmoral oponerse a esa tendencia racionalizadora; lo moral es, para Marx, empujar en el sentido de la historia.

El siglo XXI ha empezado como terminó el XX: mostrando a quien quiera mirar desprejuiciadamente que la realidad se parece cada vez más a la que Marx tenía en mente al desarrollar su labor de teórico y de revolucionario.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: El artículo es parte del libro del economista marxista Diego Guerrero "Economía no liberal para liberales y no liberales"

8 de diciembre de 2016

REFERENDO A LA ITALIANA Y CRISIS BANCARIA

Alejandro Nadal. La Jornada

El sistema bancario en Italia es como un espagueti súpercocinado y mal sazonado. No se encuentra el comienzo ni el fin de cada fina tira de pasta. Todas enredadas parecen una serpiente de mil cabezas, pero todas están infectadas de un mismo mal, su cartera vencida. Lo grave es que, como Italia es la tercera economía de la Unión Europea, una crisis bancaria en ese país sería una amenaza mortal para el euro y no podrá ser barrida abajo de la alfombra.

Para el primer ministro Matteo Renzi el referendo del domingo pasado sobre reformas constitucionales habría otorgado un diseño más dinámico a la administración pública para salir de la parálisis política y el estancamiento económico. Pero los críticos de las reformas objetaron la mayor centralización del poder político y económico que resultaría de ganar el sí. El resultado fue aplastante: alrededor de 60 por ciento de los votantes rechazaron las reformas propuestas. En algunas regiones donde el desempleo es más elevado (por ejemplo en el Mezzogiorno) el rechazo alcanzó 70 por ciento.

¿Qué tiene que ver esto con los bancos italianos y el euro? Sumida en el estancamiento y el desempleo, Italia afronta además la más grave inestabilidad bancaria de su historia. La verdad es que la economía italiana no se ha recuperado de la crisis de 2008. Desde 2009 la economía italiana ha sufrido una contracción mayor a 10 por ciento y el año pasado apenas creció 0.8 por ciento, lo que ha ido agravando el problema de la cartera vencida que hoy alcanza los 400 mil millones de euros (alrededor de 20 por ciento del PIB).

Después de varios intentos fallidos para rescatar y colocarlos nuevamente en pie, los bancos italianos siguen su descenso al infierno de los números rojos. Entre los bancos más importantes con problemas graves se encuentran Monte dei Paschi di Siena (el banco más antiguo del mundo), Banco Popolare y Unicredit. Todos tienen coeficientes de cartera vencida a capital (más reservas) superiores a 100, lo que significa que no tienen suficientes recursos para cubrir sus pérdidas.

Cuando estalló la crisis financiera muchos bancos italianos estuvieron comprando bonos del gobierno, práctica promovida en su momento por el Banco Central Europeo (BCE). Pero la crisis en Grecia demostró que esa no era una buena idea y el BCE y la Unión Europea (UE) dieron marcha atrás cuando se percataron que el nivel de apalancamiento del gobierno italiano era excesivo. Hoy la política sobre rescates en la UE busca impedir que un gobierno preste ayuda para recapitalizar sus propios bancos y fomenta la idea de que en caso de crisis los primeros en absorber pérdidas sean los inversionistas de dichos establecimientos. Las nuevas reglas pretenden evitar los rescates perversos en los que la irresponsabilidad de los dueños de bancos es recompensada con recursos fiscales mientras la deuda privada se convierte en deuda pública. Esto tiene algo de sentido pero los rescates privados ignoran las interdependencias del sistema bancario y las consecuencias sistémicas de un colapso en uno de los grandes bancos.

La irritación que las nuevas reglas han provocado en Italia es considerable porque existen cientos de miles de pequeños inversionistas que compraron papeles de los bancos deteriorados y hoy ven sus ahorros amenazados. Esto explica una parte del voto de castigo en contra del primer ministro italiano en el referéndum pasado.

Para superar el obstáculo impuesto por las nuevas reglas de la UE, Renzi y su ministro de finanzas Pier Carlo Padoan adoptaron la idea de crear un banco malo, es decir, un banco privado capaz de comprar la cartera tóxica de los bancos italianos más expuestos. El resultado fueron dos fondos especiales, Atlante I y II, para recapitalizar y comprar cartera vencida, respectivamente. Pero los Atlantes no tienen los recursos suficientes para afrontar un problema de esta magnitud. Además de la falta de transparencia en sus decisiones sobre cuáles bancos debían ser ayudados, los fondos no pudieron tranquilizar a los mercados que suponen tendrá que venir tarde o temprano otra inyección de fondos públicos, con lo que la deuda pública aumentará y con ello los problemas de su financiamiento en los mercados de capitales internacionales.

El gobierno italiano y el euro afrontan un serio dilema. Los fondos Atlante (el “banco malo”) no han podido llevar a cabo el salvamento de los bancos. Pero tampoco es evidente que un gobierno que se ahoga en un pantano de deudas pueda seguir operando este rescate con fondos públicos (la relación deuda-PIB en Italia supera 132 por ciento, lo que ubica a este país en segundo lugar después de Grecia). Y tampoco se ve la salida por el lado de una inyección de recursos de países como Alemania.

La crisis de la banca italiana es también la crisis de los bancos europeos cuyas acciones se han desplomado este año. Así que aunque ya no es válido aquello de que todos los caminos conducen a Roma, lo cierto es que hoy la crisis de los bancos europeos pasa por Italia.


6 de diciembre de 2016

EPIDEMIA MUNDIAL DE BASURA ELECTRÓNICA

Proyecto Censurado. alainet.org

Los consumidores de EEUU generan un estimado de 3,14 millones de toneladas anuales de residuos electrónicos, según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos. Aproximadamente el 40 por ciento de esta basura va al reciclado, 50.000 camiones al año. Un estudio de 2016 de la Red de Acción de Basilea (BAN, sigla en inglés), una organización sin fines de lucro que tiene por objeto poner fin al comercio mundial de desechos electrónicos tóxicos, encontró que casi un tercio de estos restos se exportan a países en desarrollo, donde se desmantelan como equipos de reciclado de baja tecnología que contaminan el medio ambiente y ponen en peligro a los trabajadores, muchos de ellos niños. “La gente tiene derecho a saber dónde van sus trastos", les dijo en mayo de 2016 Jim Puckett, director ejecutivo de BAN, a Katie Campbell y Ken Christensen de KCTS9 / EarthFix.

Desde julio 2014 a diciembre 2015, BAN instaló dispositivos de localización GPS en 200 piezas de equipos informáticos usados, no funcionales, enviados a sitios de reciclado de basura electrónica públicamente accesibles alrededor de EEUU y luego siguió lo que ocurrió con los equipos.

En mayo de 2016, BAN encontró que sesenta y cinco de los dispositivos (aproximadamente el 32 por ciento) fueron exportados, en lugar de reciclarse a nivel nacional. Basándose en las leyes de los lugares donde fue enviada la basura electrónica, BAN estima que sesenta y dos de los dispositivos (31 por ciento) parecían envíos ilegales. Puckett dijo a Intercept que los dispositivos de localización GPS son "como pequeños detectores de mentiras ... Ellos cuentan su historia y lo dicen sin pasión".

BAN se asoció con Carlo Ratti, del Senseable City Lab, del Instituto de Tecnología de Massachusetts, para determinar exactamente dónde fueron a parar los equipos. Ratti dijo a PBS NewsHour que con sus colegas investigadores se vieron sorprendidos por la distancia recorrida por los residuos. Los desechos de e-basura fluyen a nivel mundial, "en realidad cubren casi todo el planeta". Cada dispositivo de reciclado viajó un promedio de 4.000 kilómetros, según el estudio BAN.

La mayoría de los equipos fue a Hong Kong, pero BAN los siguió con sus dispositivos a diez países diferentes, entre ellos China, Taiwán, Pakistán, México, Tailandia, Camboya y Kenia. Elizabeth Grossman, escribiendo para Intercept y citando a Puckett, dijo que la "nueva zona cero" para el procesamiento de los desechos electrónicos se encuentra en el sector Nuevos Territorios de Hong Kong, cercanos a la frontera con China. Mientras el gobierno chino toma medidas enérgicas contra las importaciones de desechos electrónicos, los trabajadores chinos cruzan la frontera a Hong Kong sin documentación oficial para hacer allí un trabajo similar.

Si se desecha inadecuadamente, la basura electrónica puede liberar una variedad de toxinas, incluyendo plomo, mercurio y cadmio. Sin embargo, EEUU sólo restringe las exportaciones de desechos electrónicos de un tipo de componente, los tubos de rayos catódicos. Ninguna ley federal regula el reciclaje de desechos electrónicos, aunque muchos estados norteamericanos prohíben en los vertederos el dumping de electrónicos usados y tienen programas de reciclaje de residuos electrónicos.

En Hong Kong, Puckett, un periodista chino, un traductor y un conductor local siguieron una señal GPS hasta una cerca con un signo de identificación de tierra para el cultivo. Mirando al otro lado, por encima de la valla, Puckett encontró trabajadores cubierto de tóner y tintas negras –un probable carcinógeno asociado con problemas respiratorios– escapadas por la ruptura de impresoras apiladas hasta casi 5 metros de altura en una superficie tan grande como un campo de fútbol. "No hay protección para esta fuerza de trabajo... No hay leyes laborales que vayan a protegerlos", dijo Puckett. Poco antes, en otro sitio donde los trabajadores desmantelaban televisores LCD, se encontraron con operarios sin mascarillas protectoras que no tenían conocimiento de los vapores de mercurio liberados cuando se rompen los tubos fluorescentes que iluminan las pantallas LCD. Incluso en pequeñas cantidades, el mercurio puede ser una neurotoxina.

Desde que 182 gobiernos nacionales y la Unión Europea firmaron en 1989 el Convenio de Basilea, un tratado internacional para detener el vertido de residuos peligrosos de los países desarrollados en países menos desarrollados, EEUU es el único país industrializado del mundo que no ha ratificado el tratado, como informó EarthFix.

En abril de 2016, US News & World Report publicó un artículo anticipándose a la publicación del informe de BAN, “Desconectar: El fondo de comercio y la hondonada de la exportación de desechos electrónicos públicos a los países en desarrollo”. Este asunto no ha sido debidamente cubierto en la prensa corporativa estadounidense.

Fuentes:
Katie Campbell and Ken Christensen, “On the Trail of America’s Dangerous, Dead Electronics”, KCTS9/EarthFix, May 9, 2016,

Katie Campbell and Ken Christensen, “Watchdog Group Tracks What Really Happens to Your ‘Recycled’ E-Waste”, PBS NewsHour, PBS, broadcast May 9, 2016, transcript, http://www.pbs.org/newshour/bb/watchdog-group-tracks-what-really-happens-to-your-recycled-e-waste/

Elizabeth Grossman, “GPS Tracking Devices Catch Major U.S. Recyclers Exporting Toxic E-Waste”, Intercept, May 10, 2016, https://theintercept.com/2016/05/10/gps-tracking-devices-catch-major-u-s-recyclers-in-improper-e-waste-exports/

Student Researcher: Karl Wada (College of Marin)

Faculty Evaluator: Susan Rahman (College of Marin)

5 de diciembre de 2016

LA TRAMPA TRUMP

Mariano Massaro. http://cynthiagarcia.com.ar (#LaGarcía)

Nadie lo vio venir, nadie lo tomo en serio. Razones sobran para vilipendiar a un personaje de ese calibre. Las lecturas que primaron estuvieron recostadas sobre su perfil xenófobo, misógino y filántropo, toda una canasta de características que dieron para las más diversas especulaciones. Así lo analizaron los medios, esa fue la profundidad máxima escogida por los grandes medios para pensar la realidad norteamericana. Una mirada recortada que ocultó o dificultó ver un fenómeno asociado a cierta desconexión en la representación política de los deseos y expectativas de millones de trabajadores en EEUU.


Podría decirse que Donald Trump es síntoma. Es la puesta de un grito incómodo al interior del sistema político estadounidense, donde condensa, por sobre todas las cosas los efectos nocivos que produjo la fase de desarrollo del capitalismo iniciado en los 80´s con el acuerdo entre Margaret Thatcher y Ronald Reagan.


Hubo una época dorada del capitalismo desde finales de la Segunda Guerra hasta finales de los años 60´s, donde la economía mundial creció y particularmente los trabajadores del norte disfrutaron las mieles del capitalismo en clave de Estado Benefactor. Esto terminó abruptamente para el año 1973 y de esta forma cerro un ciclo de expansión del capitalismo. Diríamos que el shock petrolero de 1973, representó un golpe fulminante para las economías centrales. Este hecho se desarrollo sobre una tendencia que para ese momento ya estaba consolidada: la caída de la Tasa de Crecimiento del PBI mundial.


Esta caída contó con múltiples factores, entre ellos los altos impuestos; las conquistas sociales obtenidas durante los 30 años de la economía de posguerra y Guerra Fría empezaron a pesar en el balance de las empresas; los desordenes monetarios, la caída de la tasa de ganancia de los empresarios, la desaceleración del circuito de endeudamiento y consumo privado, el incremento de la capacidad productiva ociosa. Así las economías centrales ingresan en la famosa “estanflación”; a partir de allí la tasa de crecimiento económico mundial fue cayendo tendencialmente hasta la actualidad, con una recaída importante luego de la crisis de las hipotecas en 2007.


Más allá de la multiplicidad expresada, hay una variable asociada (endógena) al mismo desarrollo del capitalismo y que lo acompaña indefectiblemente, me refiero a la caída de la tasa de ganancia de los empresarios y su capital productivo. Este fenómeno muy estudiado por cierto, debe relacionarse con la búsqueda continua y siempre insuficiente por modificar tal variable. La faz neoliberal que reinventó la industria financiera fue la apuesta por crear nuevas ganancias allí donde el capital mostraba parte de su envejecimiento. Así nace en términos estructurales la mundialización del capitalismo tal cual lo conocemos hoy.


El acuerdo EEUU-Inglaterra disparó las piezas necesarias para que el neoliberalismo haga su aparición, despojándose del liberalismo productivo que le precedía. La empresa neoliberal requirió medidas impensadas en la etapa que le precedió tales como el abandono del patrón oro, según el cual el dinero existente debía estar respaldado por su equivalente en oro en las arcas de la Reserva Federal o de los Bancos Centrales, la eliminación de esta restricción entre otras, permitió que el dinero se multiplicase a una escala inaudita, fenómeno que llevó el nombre de financierización. Luego ese dinero ficticio conquisto el mundo y los brazos de las corporaciones de los países centrales redondearon la globalización.


Los efectos no se hicieron esperar. Se consolidó una concentración de la riqueza escandalosa, un proceso de extranjerización de las economías formidable, liderado por corporaciones y no por países, al igual que la re localización de fabricas a lo largo de todo el mundo, con lo cual se hirió profundamente los niveles de empleo y salario real de las clases trabajadoras, de forma muy marcada en EEUU, Europa y Japón.


En relación al proceso norteamericano veamos a través de que medidas, a demás de la industria financiera, operó la reacción del capital para “compensar” la caída de tasa de ganancia y como éstas están en la génesis del actual triunfo de Donald Trump.


Deflación de los salarios:

Menos masa de salarios y más deudas. En EEUU la proporción de la remuneración del trabajo en el ingreso nacional cayó a 51,6% en 2006-punto más bajo desde 1929- contra el 54,9% en 2000 (1). Durante el período 2000-2007 el crecimiento del salario real promedio fue sólo de 0,1% mientras que el ingreso del hogar mediano bajó un 0,3% anual en términos reales. La reducción fue más fuerte en los hogares más pobres. Mismo período, el ingreso del primer quintil (quiere decir el 20% más bajo de la cantidad total de hogares) bajó un 0,7% anual (2).

Caída del poder de compra de los trabajadores:

La deflación de los salarios, automáticamente se trasladó al poder de compra de los asalariados de los países centrales. Esta contracción de la capacidad de compra produjo una crisis de la demanda, lo que a su vez volvió a presionar sobre la tasa de ganancia de los capitalistas, ingresando en una contradicción entre lo buscado y lo deseado.

Esta contracción de la demanda desalentó la inversión productiva, pues la oferta carecía de contrapartida.¿Les suena? Sin embargo estimuló una inversión por fuera del mercado interno, en nuevos sectores y en productos financieros, muchos de ellos de alto riesgo.


En tal contexto los trabajadores se volcaron a la toma de créditos para mantener su estandar de vida, empujándolos al endeudamiento. Trabajadores más pobres y endeudados.


Deformación de la distribución de la riqueza:

Si la caída de los salarios, no es otra cosa que trabajo no pagado, aquí se visibiliza la gigantesca transferencia de riqueza desde los trabajadores al capital.

En EEUU el 0,1% de los más ricos acumulan el 7,5% del ingreso nacional en 2005, contra el 5% en 1995 y el 2,9% en 1985. El nivel de 2005 correspondía al de 1929, año del crack de la Bolsa (7,6%). Las mismas causas engendran los mismos efectos.


Concentración de los ingresos: a comienzos de 1980 el 1% más rica de la población absorbía entre el 7 y 8% del ingreso nacional. 20 años después la cifra se había duplicado y en 2007 rondaba el 20%. Por su parte el 10% más rico paso de absorber un tercio del ingreso nacional en los años 50 a cerca del 50% en la actualidad.


Un estudio realizado en Agosto de 2008 por dos ONG norteamericanas, el Institute for Policy Studies y United por Fair Econiomy, publicaron un informe denominado Excesos Ejecutivos 2008, en el que demuestran la desproporción distributiva a la que se llegó en EEUU. El estudio toma los ingresos recibidos por los 50 ejecutivos (CEO) más importantes de los hedge funds (fondos de cobertura), es decir las estrellas del mercado financiero mundial para el año 2007; realiza un promedio de los cobros de dichos ejecutivos y lo compara con el ingreso promedio de un trabajador norteamericano. Un alto ejecutivo de una empresa especializada en fondos de cobertura cobra por su labor 19.000 veces lo que recibía un trabajador común (3).


Esta cifra ejemplificadora revela una tendencia: el proceso de concentración del ingreso a nivel global y nacional desde hace más de 30 años, que está en la base de la actual crisis. La forma distributiva que ha asumido el capitalismo tiende a generar subconsumo por el lado de las mayorías e hipertrofia financiera por el otro. Así parece evidente que parte de la solución del problema económico global, requiere políticas redistributivas muy marcadas.


Desde comienzos de ésta década , e incluso desde los 90 en Japón, se ha constatado en EEUU y Alemania y más recientemente en Francia, esa famosa deformación de la distribución de los ingresos en detrimento de los asalariados. Finalmente, la mitad del crecimiento de las ganancias proviene de la deformación de la distribución de los ingresos a favor del capital y en detrimento del trabajo. La otra mitad es el resultado de la caída de los costos originada en la mundialización (4).


Deslocalizaciones:

Este fenómeno importa la transferencia de una actividad productiva de un país a otro; se cierra una fábrica en Francia y se abre en China, que fabrica los mismo productos, destinados en parte a ser exportados a Francia. En un sentido más amplio es también la transferencia de todos o parte de las actividades productivas hacia un país emergente de bajos salarios, mediante la creación de una filial o recurriendo a un subcontratista. Es un proceso por el cual se reducen los costos unitarios de producción.

El costo de una hora de mano de obra en la industria manufacturera alcanza en promedio a 24 dólares en Alemania, 21 en EEUU, 19 en Japón, 17 en Francia, es de sólo alrededor de 5 dólares en Polonia o República Checa, y de 0,6 dólares en China, es decir: treinta veces menos que en Francia y cuarenta veces menos que del otro lado del Rhin (5).


Esta búsqueda por la maximización de las ganancias elevó el nivel desempleo en los países centrales, y groseramente en EEUU, con lo cual generó un ejercito de reserva que volvió a presionar a la baja los salarios de los trabajadores, los cuales ya habían sido notoriamente mermados y luego congelados.


Todas estas medidas aniquilaron el estilo de vida promedio del trabajador norteamericano, licuando la concreción de su ideario; fue un golpe a su materialidad más profunda, pero también, un mazazo simbólico.


Acompasando este deterioro fue madurando un proceso social y político que dialogó con la nueva fase del capitalismo, de tal forma que los trabajadores empobrecidos realizaron diversas apuestas políticas, todas sistémicas, con resultados negativos; así debe leerse los apoyos que recibió Barack Obama en sus dos mandatos. Sobre este escenario desalentador se llegó a la crisis de las hipotecas subprime, reflejo de un pueblo que no poseía los recursos para ello y donde todo el sistema fue cómplice por falta de regulaciones, por falta de controles, por hambre de lucro, por incentivar un estilo de vida sobre una sociedad que había perdido su capacidad adquisitiva, así como instituciones corruptas como las calificadoras de riesgo que homologaron todo el proceso. Dicho de otro modo, esa sinergia refleja una clara fotografía que adjetiva la nueva fase de desarrollo del capitalismo. Resultaría voluntarista hablar de desviaciones del sistema, o de corruptos, o manzanas podridas; es que el capitalismo actual no puede separarse de la industria financiera y sus consecuencias.


Éste escenario económico, social y político fue percibido de forma acertada por Trump, quien de tal forma demarcó la audiencia con la cual interactuar. Haciendo una apuesta a la remembranza imbuida por “un pasado mejor” al cual se puede volver, aceptando el diagnóstico de la pobreza de la clase trabajadora, pero distorsionando sus causas para fijarlas a elementos muy básicos pero efectivos como la construcción de un enemigo que cristalizará todos los males norteamericanos. No era el capitalismo en su faz financiera, sino “el otro” el causante, el inmigrante. Dio resultado. Entre otras cosas porque el bipartidismo norteamericano, Demócratas y Republicanos, no pudieron dar respuesta durante casi tres décadas a las demandas insatisfechas del pueblo trabajador.


Ahora bien, Donald Trump y sus promesas son una trampa de inimaginables consecuencias, porque asumir un compromiso de imposible cumplimiento a quien lo votaron después de haber agotado todas las opciones sistémicas resulta en una bomba de tiempo. La trampa Trump es síntoma de época,


NOTAS

(1) Departamento de Comercio de EEUU.
(2) Departamento de Comercio de EEUU.
(3) Por Ricardo Aronskind. Economista UNGS-UBA. En: suplemento Cash. 17/5/09. P. 8.
(4) Patrick Artus y Marie-Paule Virard. “La Autodestrucción del Capitalismo”. P. 30.
(5) Artus Patrick. Marie-Paule Virard. “La Autdestrucción del capitalismo”. Capital Intelectual. Buenos Aires. 2009. P. 24.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG
Aunque estoy básicamente de acuerdo con el análisis del autor, difiero por completo de él en que Trup no sea una opción del sistema. Lo es del capitalista (baste ver los nombramientos que ha ido efectuando), salvo que nos limitemos al sistema político, lo cuál es también, como vamos viendo, discutible. Otra cosa muy distinta es que sus efectos puedan ser perniciosos para la estabilidad de ambos por la distancia entre sus objetivos y la que, previsiblemente, cumplirá. Pero esa es una de las "grandezas" de la democracia burguesa, la mentira. 

Por otro lado, el capitalismo en su enloquecida fuga hacia adelante, va haciendo tierra quemada sobre el terreno que lo sustenta. 

2 de diciembre de 2016

TRUMP, FINANZAS Y LA IZQUIERDA NACIONAL

Rolando Astarita. rolandoastarita.wordpress.com

El triunfo de Trump impulsó a muchos intelectuales y políticos del campo nacional y popular (*), o de la izquierda nacional, a interpretarlo como una derrota de “la financiarización del capital”. Según este enfoque, y aun con los reparos que genera su discurso racista, machista y xenófobo, Trump representaría una alternativa “al modelo especulativo financiero” (Ricardo Foster, “Trump, crisis neoliberal y el fantasma de la derecha extrema”, Página 12, 17/11/16).

La idea central que subyace a esta caracterización es que las crisis, la desocupación, la polarización social creciente y la explotación, no tienen como causa última el modo de producción capitalista, sino una forma del capital, a saber, el capital financiero. Por eso se saluda todo aquello que, de alguna manera, pueda ser interpretado como un retroceso de esa forma específica de capital. Aunque a veces haya muchos problemas para explicar en qué consiste exactamente (ver aquí) el capital financiero. O haya que forzar esas “distinciones” al punto de despreciar datos y hechos abrumadores. Hay en todo esto una sociología de “relatos”, puestos al servicio de seguir distinguiendo alas “progresistas” del capital.

Mi punto de partida es el opuesto; la raíz de los problemas está en la relación de propiedad privada del capital. Y es esa relación la que funda la unidad de todas las formas del capital. De hecho, el capital dinerario solo obtiene ganancias prestando al capital productivo (industria, comercio, agro) o mercantil (comercio, banca); y viceversa, el capital productivo, o mercantil, revierte constantemente a las formas dinerarias. Por caso, los fondos líquidos de las amortizaciones o acumulación de plusvalía se invierten en el sector financiero durante períodos más o menos prolongados; para volver a lanzarse luego a la producción o el comercio. Las tensiones se dan dentro de este marco.

Desde este enfoque –que está inspirado en la teoría del capital de Marx- no hay lugar entonces para la distinción tajante entre el capital “dañino” (el financiero o dinerario, apátrida, para colmo) y el capital “bueno” (industrial y productivo). La cuestión no es meramente académica, o teórica. Tiene importancia política. El socialismo debe mantener una posición crítica y hostil hacia todas las formas del capital. Este es el punto de quiebre con los programas pequeño burgueses y nacionalistas que abogan por la colaboración de los trabajadores y los oprimidos con el ala “progresista” de la clase dominante.

En cualquier caso, pienso que las designaciones que está haciendo Trump para su futuro gabinete encajan bastante bien en la tesis “unidad del capital por sobre las diferencias”. Y es imposible de explicar con la tesis “división del capital por sobre la unidad”. Al respecto, es ilustrativa la nota de ayer (30/11/16) de Bloomberg, titulada “Wall Street gana de nuevo en tanto Trump elige banqueros, millonarios”. En ella se informa que Trump eligió a Steven Mnuchin para el puesto de secretario del Tesoro, y a Wilbur Ross para dirigir el Departamento de Comercio. Si bien los pasados biográficos no son lo decisivo para caracterizar la política de un gobierno, en este caso son sin embargo ilustrativos. Aquí van algunos datos.

Mnuchin fue ejecutivo de Goldman Sachs, y dirigió un hedge fund. Tuvo negocios en común con otros millonarios, incluyendo a George Soros y John Paulson, que dirigen fondos de inversión. Mnuchin, junto a Soros y Paulson, compraron el banco IndyMac durante la crisis, por 1.600 millones de dólares, para revenderlo en 2015 por 3.400 millones. Bajo dirección de Mnuchin el banco llevó adelante más de 36.000 ejecuciones hipotecarias.

En cuanto a Wilbur Ross, designado para el Comercio, se trata también de un multimillonario (según Forbes, su fortuna es de 2.500 millones de dólares), y dirige la firma de inversión WS Ross & Co. En 2016 la empresa fue penalizada por la SEC por sus prácticas poco claras. Roos es conocido como “el rey de la bancarrota” por sus operaciones para reestructurar empresas fallidas. En 2006 la minera Coal Group, subsidiaria de WS Ross & Co, fue demandada por negligencia en la explosión de la mina Sago, en Virginia Occidental, en la que murieron 12 mineros. La empresa fue acusada de no cumplir los estándares de seguridad laboral.

Una vez designado, Roos declaró que su prioridad es bajar los impuestos a las empresas estadounidenses para estimular el crecimiento económico; y se declara enemigo del Tratado de Libre Comercio con México. Observemos que esta oposición al TLC es la parte “progre” del programa de Trump que rescata la izquierda nacional

Bloomberg también informa que el miércoles (cuando se produjo la designación de Mnuchin y Ross), “treparon las acciones de las grandes firmas de Wall Street, con Goldman Sachs subiendo el 3,6%, el mejor desempeño en el promedio del Dow Jones”.

No hay sorpresas. Trump no vino de otro planeta. Es un producto genuino de su clase, la clase capitalista. Como lo son las personas que lo acompañan. Encarnan una relación social que no puede no basarse en la explotación del trabajo. Es el terreno concreto, material (en tanto socialmente condicionado) en el que se acaban las fantasías del progresismo ilustrado.

(*) NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG
Astarita polemiza con los “progres” y algunos “revolucionarios” argentinos, sospecho que marcadamente influidos por el peronismo que penetra, en mayor o menor medida, a todos los partidos de aquel país. Aunque haya enmarcado su artículo en dicho debate nacional, lo cierto es que en otros países de América Latina, Europa y, en concreto, España, ese mantra del “progresismo” antineoliberal de matriz reaccionaria se ha estado repitiendo durante las primeras semanas con un grado de majadería intensa y una ignorancia absoluta de lo que es el capitalismo como sistema, sus fundamentos y el antagonismo capital-trabajo que conlleva.

Los hechos van tirando de la moto a los escritorzuelos todólogos de la nada que escribieron tales necedades, en un primer impulso que partía que si Killary era criminal y globalista (hecho indiscutible), cualquier cosa que viniera después sería mejor, en base a lo anunciado en campaña por el próximo inquilino de la Casa Blanca (hecho absolutamente discutible). Igualmente los/las cotorras groupies, que repetían el mantra en redes sociales, ahora parecen más callados y pasan de perfil en plan bajorelieve egipcio sobre sus "genialidades" anteriores. A esa gente hay que combatirla, por dañina a los intereses de la clase trabajadora, y mandarla a cursos de formación marxista.


1 de diciembre de 2016

EEUU: UN BANQUERO COMO SECRETARIO DEL TESORO

Página12

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, eligió como futuro secretario del Tesoro a Steven Mnuchin, su jefe financiero en la campaña, ex financista de Goldman Sachs y actual productor de Hollywood; y al inversionista y multimillonario Wilbur Ross como próximo titular de Comercio. Además, el magnate, que ganó las elecciones con un discurso anti establishment político y económico, nominó como número dos de Ross a Todd Ricketts, otro multimillonario dueño del equipo que ganó la Serie Mundial de béisbol de este año, los Chicago Cubs, e hijo de uno los principales donantes de la campaña de Trump.

El magnate también informó que, como reclamaban muchos analistas y funcionarios, abandonará por completo sus negocios para centrarse en dirigir el país a partir del 20 de enero. A través de su cuenta de Twitter, explicó que el próximo jueves 15 de diciembre dará una conferencia de prensa en Nueva York para anunciar cómo será la logística del traspaso de sus negocios a sus hijos, que estarán junto a él frente a las cámaras.
Antes de comenzar su separación formal del mundo de los negocios privados, Trump se ocupó de completar su gabinete económico, que tendrá que ser confirmado por el Senado junto al resto del gobierno. “Steve Mnuchin es un financista, un banquero y un empresario de talla mundial, y jugó un papel central en el desarrollo de nuestro plan para construir una economía dinámica y en crecimiento, que creará millones de puestos de trabajo”, sostuvo Trump al oficializar su nominación al frente del Tesoro, según un comunicado publicado en su página de Facebook.

Mnuchin, un hombre de 53 años sin experiencia en cargos públicos, habló con la cadena de noticias CNBC y adelantó que se enfocará en las promesas que Trump hizo en su campaña. “Recortando los impuestos corporativos vamos a crear un enorme crecimiento económico y ello generará un enorme ingreso personal”, explicó. Se animó a pronosticar que la economía de Estados Unidos puede tener un crecimiento sostenido de entre el 3 y el 4 por ciento anual durante el mandato de Trump y prometió modificar una ley que fue aprobada en 2010 para evitar los riesgos que derivaron en la crisis financiera que estalló en 2008. “Queremos eliminar partes de (la ley) Dodd-Frank que impiden a los bancos que den préstamos”, adelantó.

Ex socio del grupo inversor Goldman Sachs, recaudador de fondos, ex banquero de inversiones y actual productor de Hollywood, Mnuchin es un hijo dilecto de Wall Street y graduado de la Universidad de Yale. El padre de Mnuchin fue uno de los socios de Goldman Sachs, banco de inversión diversificado de Wall Street al que el presidente electo atacó repetidamente durante su campaña. Mnuchin hijo siguió sus pasos y trabajó para esta compañía por 17 años.

También creó el fondo privado de inversiones Dune Capital que lideró la compra –por centavos de dólar– del quebrado banco IndyMac, un símbolo de la catástrofe inmobiliaria y el colapso financiero de 2008, y lo renombró One West, un banco californiano que ejecutó 36.000 hipotecas durante la recesión. Comprometido con la actriz escocesa Louise Linton –célebre y criticada por escribir un libro apócrifo– es productor de Hollywood y fue financista de películas como Avatar, Suicide Squad, American Sniper y The Lego Movie. Su última película, que llegará a los cines este mes, se llama Rules Don’t Apply (“Las reglas no valen”, en inglés).

En la arena política, Mnuchin participó en las campañas políticas de republicanos y demócratas, incluyendo la candidatura de Hillary Clinton al Senado y a la Presidencia en 2008. Aportó en las campañas presidenciales y al Senado de Barack Obama y a la de Charles Shumer, el nuevo líder demócrata en el Congreso estadounidense. Se unió a Trump en mayo como director financiero, pese a la agresiva retórica que el magnate mantuvo contra Goldman Sachs durante toda la campaña presidencial.

Además de Mnuchin, el presidente electo nominó al veterano inversionista y multimillonario Wilbur Ross, quien a los 78 años logró amasar una fortuna de casi 3.000 millones de dólares, más que el PBI anual de países como Burundi o Belice. El futuro secretario de Comercio y actual presidente y director de estrategia de WL Ross & Co., compañía de gestión de inversiones, sostuvo que quiere arreglar los acuerdos comerciales “tontos” y deshacerse de barreras arancelarias, creadas para proteger las producciones locales frente al ingreso de importaciones.

Crítico del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, el último gran tratado de libre comercio firmado por el presidente saliente, Ross dijo en agosto que el plan económico de Trump, centrado en la promesa de recortes de impuestos a las corporaciones, ayudaría a reducir la “terrible pérdida de empleo de Estados Unidos frente a la competencia extranjera”, según recordó a CNBS.


30 de noviembre de 2016

LOS AUMENTOS SALARIALES Y EL PRINCIPIO DE PASCAL

Luis Casado.15yultimo.com

En tu indecible ingenuidad tú piensas que ganar un salario decente es lógico. O que los acuerdos “win-win” terminaron por identificar los intereses de los patrones y los asalariados (incluyendo a los profesionales que se creen jefes), lo que según los verdaderos jefes también es lógico. Empieza a despertar de tu letargo porque de ese modo, y con esa lógica, estás perdiendo el invicto. Una parida de Luis Casado, prohibida en las escuelas de Economía y Negocios…

Como de seguro sabes, la Lógica pasa por ser una ciencia formal que estudia los principios de la demostración e inferencia válida. Es lógico un razonamiento en el que las ideas se desarrollan de forma coherente, sin que haya contradicciones entre ellas.

No parece evidente, pero la frase “los altos salarios son dañinos para los asalariados” tiene su lógica. Una lógica de economista desde luego: lógica, o lógico, no son sinónimos de decencia u honestidad, aún menos de legítimo o de verdad absoluta.

La palabra viene del griego antiguo λογική (logikḗ), que significa “dotado de razón, intelectual, argumentativo”, que a su vez proviene de λόγος (lógos), o sea “palabra, pensamiento, idea, argumento, razón o principio”.

Espero que entiendas que estar dotado de razón no significa que la tengas, así como no haber pedido cuernos no permite deducir que no eres un cornudo. Ya habrás oído eso de “el diablo se esconde en los detalles”. Con este tipo de lógica te joden de lunes a domingo, 24 sobre 24, 365 días al año, uno más si es bisiesto.

Alarmantes titulares de la prensa pregonan el fin de la humanidad: los beneficios de tal o cual banco se redujeron a la mitad, tal o cual industria vio caer su cifra de negocios, la demanda de tal o cual producto flaquea, los márgenes comerciales son insuficientes, y otras preocupantes calamidades del mismo calibre.

Confiésalo alma impía: te cuesta recuperar el sueño, duermes intranquilo, a sobresaltos, y últimamente constatas que transpiras más de la cuenta. No es para menos. Es la lógica implacable –también llamada “dura ley del mercado”– con la que te han succionado los miolos (miolos: portugués figurativo por cerebro. De nada…).

Si las multinacionales ganan plata, mucha plata, invierten para ganar más plata. Ergo, crean empleo, aumentan la demanda corporativa, lo que a su vez incita a los productores de los insumos correspondientes a invertir, ya ves hacia donde va la lancha, hacia el paraíso en la Tierra.

Si por desgracia las multinacionales no ganan plata –peor aún si por acaso pierden–, y si la demanda es insuficiente porque tú mismo no consumes lo que hace falta, se detiene la inversión, se reduce la demanda, crece el desempleo, los productores de los insumos correspondientes se van a Babia, vuelve a crecer el desempleo, y ya la tenemos liada. Ergo, estamos donde estamos.

Esa lógica implacable hace que el triste currante que eres –que somos– vive deseando que la empresa que lo emplea gane mucho dinero. Ahora bien, David Ricardo, clásico entre los clásicos, escribía hace dos siglos (1817): “No puede haber un aumento del valor del trabajo sin una caída del lucro”. Una forma de aclararte que –en la economía que conocemos– el lucro empresarial es inversamente proporcional al nivel de salarios.

De ahí que la frase: “Los altos salarios son dañinos para los asalariados”, tenga su lógica: el asalariado comprende –debe comprender– que pedir un aumento de su pinche estipendio va contra sus propios intereses.

La lógica implacable va aún más lejos: la productividad del currante crece cuando la empresa despide, por poner un ejemplo, el 20% de los efectivos. Los que quedan tienen que producir lo mismo, o aún más, que la plantilla precedente, trayendo consigo el tan ansiado aumento de productividad.

Si el currito tuvo la suerte de nacer en Chile sabe que su AFP invierte en las empresa
s que le emplean a él mismo. Si quiere obtener –para sus pinches fondos de pensión– la rentabilidad de sueño con la que le engañaron, no puede sino desear que las empresas ganen más dinero, en otras palabras, que reduzcan el número de trabajadores que emplean.

No sé si esto te dice algo o si eres definitivamente asopado, pero claramente el currante entra en esquizofrenia militante.

Explicancia: si pide más salario perjudica a la empresa, y por carambola a sí mismo. Si tiene la suerte de conservar su pijotero empleo se daña a sí mismo porque, para garantizar su pensión, más valdría que le despidiesen. Encerrado en un dilema de tipo “¿el sartén o las brasas?”, “¿cáncer o disección aórtica?”, “¿caipirinha o caipiroska?”, “¿Donald o Trump?”… el currante pierde el juicio.

Esta lógica implacable, que mantiene a los trabajadores tranquilitos y les aleja del sindicalismo, explica los titulares de la prensa y de la TV. Hoy, por ejemplo, el Wall Street Journal(WSJ) pone en primera página:

Facing a slowdown in growth and tough credit conditions, businesses hold back on spending”, lo que en cristiano quiere decir exactamente lo que te cuento: “Frente a una desaceleración del crecimiento y duras condiciones de crédito, las empresas paran la inversión”.

El WSJ se refiere a China, pero para el caso que nos ocupa da lo mismo que el WSJ hable de Beluchistán, del Estado de Aguascalientes, o de pueblitos como Cumpeo, Venta de Pantalones, Kagar o Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch (así se llama…).

Aún cuando los bancos centrales emiten dinero trucho en cantidades industriales (el último en poner a funcionar la imprenta fue The Bank of England, también llamado The Old Lady), la banca privada, que está hasta el cuello con créditos irrecuperables, no osa ofrecerle créditos a nadie. (Dicho sea de paso, hay tanto capital inutilizado que las tasas de interés son negativas: te pagan por darte un crédito. Pides 100 y reembolsas 98. Jauja. Jauja te digo).

Mientras tanto, la misma prensa, la misma TV, te cuenta que aumentó el número de milmillonarios, que la concentración de la riqueza alcanza niveles que dan náuseas, y que media docena de privilegiados posee más patrimonio que la mitad de la humanidad. Desde ese punto de vista todo va bien.

Lo que nos permite esculpir en el bronce otra frase: “Los bajos salarios son beneficiosos para el riquerío”. Frase que también tiene su lógica. Una lógica implacable.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG
La mordacidad de Luis Casado (no están los tiempos para almíbares) no nos dice qué conclusiones debemos extraer tras su texto pero creo que el lector inteligente que no sea un reaccionario sacará las adecuadas para la clase trabajadora por sí solo.

Si les sirve de algo, les aporto las mías, aquellas de las que siempre he estado convencido:
  • Que en el antagonismo capital-trabajo, los intereses de trabajadores y capitalistas son irreconciliables.
  • Que en los períodos en los que se produjeron elevaciones de los salarios, estas conquistas, que sólo son una parte de las que la clase trabajadora tiene ante sí, porque bajo el capitalismo no existe avance en las luchas que no pueda retroceder, no se hicieron sin organización de la clase ni lucha.
  • Que la clase trabajadora necesita organizarse autonómamente frente a los intereses de las llamadas clases medias, y por supuesto del capital, para defender los suyos propios.
  • Que sin la destrucción del sistema capitalista, toda conquista social de hoy tiende a perderse mañana. Ello que no significa que debamos abandonar la lucha por esa conquista porque toda lucha genera un incremento de la conciencia política y de clase y hasta las reivindicaciones inmediatas, si se enmarcan en la dialéctica capital-trabajo, producen un efecto desestabilizador para los intereses del capital, a la vez que permiten detectar sus límites y abren la posibilidad de que la clase trabajadora eleve el nivel de exigencia de sus objetivos.
  • Que la contradicción principal del capitalismo, que mientras la producción es social, la extracción del beneficio es privada, acaba creando las condiciones para las crisis del capitalismo. Con más parados y peores salarios de los trabajadores, el consumo cae y los beneficios empresariales se contraen. Pueden incluso recuperarse durante un tiempo -mediante despidos, reducciones salariales, incremento de productividad y exportación- pero la crisis rebrota porque el consumo se contrae y, en un entorno económico mundial abierto, las crisis se contagian. La receta de los capitalistas se repite, por efecto de competencia de los mercados, en todo el mundo y el comercio mundial se contrae.
  • Que aunque las crisis capitalistas se produzcan y se conviertan incluso en endémicas, ello no significa que el capitalismo caiga por si solo. Esperar a que lo haga, en plan “siéntate a la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo” (proverbio árabe), es estúpido. Ninguna formación económica y social es sustituida sin que haya creado las fuerzas que han de destruirla.


29 de noviembre de 2016

NI ASALARIADOS NI AUTÓNOMOS, “TRABAJADORES INDEPENDIENTES”. ASÍ SERÁ EL NUEVO EMPLEO FLEXIBLE.

Ignacio Muro. economistasfrentealacrisis.com

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG
No es frecuente que este blog recurra a economistas reformistas para explicar el momento actual del capitalismo pero como no entra en el diagnóstico de la crisis capitalista, ni apenas en su prognosis, creo interesante incorporar este texto para explicar de qué modo la desregulación del sistema de relaciones sociales de producción está afectando a sectores crecientes de la clase trabajadora, en este caso a través de esa porquería llamada “economía colaborativa”, que hasta hace poco el propio reformismo jaleaba bajo la denominación de “economía del bien común”.

Sin más, les dejo con el interesante artículo de Ignacio Muro.

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Los trabajos esporádicos que empiezan a asociarse a la economía colaborativa ya tienen un nuevo estatus formal: la de trabajadores independientes. La realización de microtareas ocasionales de corta duración, esa sucesión de ‘trabajos a ratos’ típicos de la economía gig no se ajustan ni a la tipología de trabajador asalariado tradicional ni a la del autónomo.

Aunque su conexión a ‘lo colaborativo’ sugiere una relación entre iguales representada por la condición peer-to-peer, su rasgo esencial es la dependencia de plataformas tecnológicas que ofrecen aplicaciones de servicios con ánimo de lucro. Es en el trabajo que propician estos actores mercantiles donde surge la necesidad de crear el nuevo estatus de los “trabajadores independientes”, que son los encargados de atender, a ratos, una cartera de servicios muy precisa a cambio de percibir una remuneración construida por la plataforma según un algoritmo.

De como la tecnología condiciona las nuevas relaciones de producción
No todo es Uber o Airbnb ni existen pautas comunes a las relaciones que impulsan las plataformas tecnológicas. Sebastian Reyna secretario de la UPTA, y por tanto profundo conocedor del trabajo autónomo, defiende que es necesario hacer un diagnóstico de cada modelo que aparece en el mercado, analizando la naturaleza de la relación entre los protagonistas, sean productores de servicios, consumidores o plataformas de intercambio. Y así es. No obstante, la presencia constante de la tecnología aporta rasgos comunes a esta parte de la economía que acabará contaminando al conjunto de los sectores.
  • Las fronteras entre trabajo y no-trabajo se vuelven difusas, imposibles de medir. Cualquier hora a lo largo de día puede ser de trabajo, disponible pero no ocupado o no disponible, es decir, de ocio. Cuando no hay horarios, la plena disponibilidad no presupone obligación de atender un servicio. El individuo es libre para engancharse o desengancharse y por tanto decide la frontera entre el horario de trabajo y el no-trabajo.
  • La geolocalización, más que la presencia física, es un factor que aporta identificación al servicio. Es la ubicación de los intervinientes definidas por GPS la que determina o condiciona los intercambios. La gestión de la movilidad puede ser el diferencial que da ventajas competitivas a unos servicios sobre otros. Cualquier lugar puede ser lugar de trabajo.
  • El control de actividad sobre el servicio prestado también es tecnológico y forma parte esencial del éxito de las apps de relevancia, al menos en tres sentidos: proximidad al demandante (cercanía, disponibilidad, respuesta rápida), control sobre los rendimientos (tiempo ocupado, garantía de culminación del servicio) y el perfil de comportamientos (antigüedad en la comunidad, frecuencia de servicios, valoración de los usuarios).
  • La tecnología interrumpe o puede interrumpir la conexión entre trabajo autónomo y economía informal o sumergida, profundamente interiorizada en las sociedades actuales. El hecho de que su forma de pago habitual sea con tarjeta de crédito, aporta formalidad a la transacción y la distingue del trabajo autónomo actual, que se sirve de los pagos en metálico para amparar la informalidad.
Como consecuencia, en torno a esas plataformas surgen nuevas relaciónes de trabajo que se sitúan entre el trabajo autónomo y el de empleado asalariado. Los nuevos trabajadores se parecen a los empleados tradicionales, en algunos aspectos: prestan servicios que están perfectamente definidos y estandarizados por las empresas/ plataformas para las que trabajan, que son las que controlan cuánto pagan por ellos. Pero, al mismo tiempo, se parecen a los contratistas o autónomos porque pueden elegir cuándo y cuánto trabajan y pueden trabajar para múltiples negocios a la vez.

Uber y Amazon a la vanguardia de las relaciones de trabajo (y de sus conflictos)
Uber ha sido la plataforma que más ha avanzado en un negocio en el que las relaciones con los conductores prestadores del servicio son determinantes para su negocio. Junto a Amazon Flex, la filial de Amazon que organiza la distribución de la paquetería de la empresa a partir de la figura del ‘repartidor esporádico’ al que dice ofrecer hasta 25$ al mes, necesitan que esa actividad pueda realizarse a precios bajos, sin tener que pagar costes como el salario mínimo o la contribución empresarial a la seguridad social de los trabajadores.

Ambas conforman la vanguardia de las experiencias en conflictos de interpretación de la economía de las plataformas. La sentencia contra Uber en el Reino Unido, todavía recurrible, por la que se considera a sus conductores como ‘empleados’ y no como autónomos, tiene su contrapunto en otras producidas en EEUU, en San Francisco recientemente, y antes otros municipios de California y del estado de Massachusetts. En estás se sanciona que son autónomos pero tienen derecho a ser compensados parcialmente por los costes sociales (por valor de 100 millones de $). Siguen pendientes nuevas sentencias en Florida, Pensilvania y Arizona.

Uber encabeza el nuevo lobby para evitar que la regulación laboral invada las nuevas relaciones de trabajo de la economía gig, la más interesada en construir a su medida un estatus específico para el trabajo fuera de los patrones clásicos. Pero no es la única. Detrás de ella y de Amazon Flex hay otras plataformas que ofrecen diversos servicios manuales como limpieza de casas, hacer reparaciones, transportar compras, cocinar, conducir; y también plataformas que prestan nuevos servicios intelectuales como programar, traducir, corregir contenidos. El actual limbo legal está dando lugar ya a costosas batallas legales sobre los derechos y deberes de las partes y sobre la protección de los trabajadores. Por eso les urge avanzar en la regulación.

Ni asalariados ni autónomos, “trabajadores independientes”
La creación de una nueva categoría legal, la de los “trabajadores independientes”, como posición intermedia entre la de trabajador dependiente y la del contratista independiente o, en nuestra nomenclatura, entre asalariado y autónomo, es el camino elegido. Esa es, al menos, la propuesta realizada por Seth Harris de la Universidad de Cornell y Alan Krueger de la Universidad de Princeton para la fundación Hamilton Project en su trabajo “A proposal for modernizing labor laws for the twenty-first-century work: the ‘independent worker’”.

El propósito declarado, crear un nuevo estatus que resuelva la actual incertidumbre jurídica, no oculta la oportunidad para dar una nueva vuelta de tuerca a la flexibilidad del mercado laboral, ‘dar un paso más´ –dicen- en la autonomía del trabajador representado por la máxima “cada cual su propio jefe”.
  • Este estatus incluiría algunos derechos colectivos como la negociación sobre los términos del contrato y las condiciones de trabajo y conllevaría por tanto, el derecho a organizarse en sindicatos. Pero impediría disfrutar de otros que juzgan específicos de la relaciones laborales que no tendrían sentido cuando son los trabajadores los que deciden cuándo trabajar.
  • Salario mínimo. No debe existir para estos colectivos, dicen, porque el trabajo no es medible en tiempo (horas de trabajo) sino por tareas lo que haría difícil o imposible administrar adecuadamente ciertas protecciones vinculada a las retribuciones horarias. No contemplan una nueva realidad extendida en algunas plataformas: que los servicios se ofrezcan al mejor postor en subastas a la baja lo que asegura condiciones de explotación sin ningún mínimo ni protección.
  • Seguro de desempleo. No lo contemplan porque se trata de un derecho asociado a los empleados que pierden sus trabajos involuntariamente y no a aquellos que entran o salen de ellos con plena discrecionalidad. Ignoran los conflictos derivados de la exclusión, no suficientemente justificada, de un trabajador de la comunidad de prestadores del servicio. Recomiendan sin embargo a los titulares de la plataforma ofrecer la sindicación de seguros de desempleo privados y voluntarios
  • Seguridad Social. El informe recomienda flexibilizar las aportaciones, cotizando en relación a los ingresos, y a las plataformas asumir la mitad del pago de las contribuciones que les correspondiera como autónomos. En la medida en que se trata de trabajos esporádicos es obvio que el nuevo status deja en el aire la asistencia sanitaria, las bajas por enfermedad, o las asistencias por maternidad y es fuente segura de precariedad ante situaciones de riesgo e insuficiente jubilación. Sugiere que esos servicios formen parte del paquete de beneficios voluntarios ofrecidos por el empleador a través de seguros privados.
En definitiva: una nueva oleada de flexibilidad y de desprotección, fuente probable de futuras desigualdades añadidas, es la herencia previsible a la que apuntan las nuevas propuestas de regulación laboral, que se pondrán en marcha si el tiempo, los jueces o la sociedad organizada no les presta suficiente y pronta atención.