6 de junio de 2015

MUERTE INMINENTE DE IU, LA IZQUIERDA SOCIALDEMÓCRATA

Por Marat

Está muriendo a manos de sus dirigentes Izquierda Unida, sea por la puñalada de la convergencia en Podemos salvando las siglas, sea considerando que se salva la organización política independientemente de que desaparezcan las siglas. Que se lo pregunten a Izquierda Anticapitalista, que ahora es sólo una oficina de empleo dentro del sector minoritario podemita.

Morirá con ella toda una parte de mi juventud en la que nací a la militancia comunista por ser el PCE el partido antifascista por excelencia y por la ingenua consideración de que su mundo político era el heredero de la revolución de 1917. Necesité bastantes años para, más allá de efluvios de la militancia y de muy dolorosas rupturas, comprender que sólo era una corriente más dentro del complejo político democrático-progresista.


1.-Recurramos a la historia:
Entender lo que le ha pasado a IU requiere algo más que un análisis de ignorantes y devoradores de cerebros. Estos se han empeñado en santa cruzada en afirmar cosas tales como que IU se había convertido en casta -discurso de los neocasta que ahora descastizan al PSOE-, que IU no supo reaccionar cuando Podemos amenazó con presentarse a las europeas, regenerándose internamente y ofreciendo a los chicos de Iglesias que abanderaran la regeneración -viniendo de un ex PSOE como Monedero que pide votar a los candidatos de este partido en CCAA y Ayuntamientos, es toda una ironía-, que su obsesión antiPodemos -¿alguien defendió en IU esa postura en algún momento?-, le mató, que su resistencia a ir hacia la “unidad popular” -sería bueno que alguien aclarase qué significa políticamente eso, fuera de las medidas anticorrupción y de “aliviar la austeridad”- y que todo ello detonó en el 24M y en unos resultados de fracaso electoral de IU sin paliativos.

En mi opinión, lo que le ha sucedido a IU es algo difícil de explicar a quienes tienen la memoria de los peces, la cultura política de las anchoas -Podemos facilitará la investidura de Miguel Ángel Revilla en Cantabria, un hombre que ha gobernado tanto con el PSOE como con el PP y que tuvo en su gobierno a personajes corruptos como Ángel Agudo, ex secretario general del PCC y del PSC-, la soberbia de los menores de 35 años y la idiotez intergeneracional, que alcanza hasta los 80, de quienes nunca se jugaron demasiado, venían en muchos casos del voto PSOE o no comprendieron jamás el significado de lo que es una transición entre un tiempo de poder del capital y otro de la misma hegemonía pero con distintos actores.

Lo que hoy está matando a IU viene de lejos, de mucho antes de que ésta existiera. Viene al menos de 1956, cuando el PCE lanzó su política de Reconciliación Nacional-precedida de un abandono inevitable pero sucio de la lucha guerrillera entre 1948 y 1952-, lo que explicaría que años más tarde el PCE fuese casi la única oposición interna al franquismo pero dirigido por sectores de la burguesía y de las clases medias. Un director cursi y moñas como el derechista José Luis Garci lo retrató en su película “Viva la clase media”. Enrique Lister escribiría en 1983 “Así destruyo Carrillo el PCE” . En cualquier caso, y frente al documento que justifica el giro estratégico del PCE en 1956, las anteriores referencias, desde la derecha y desde la izquierda comunista, son necesarias pero parciales.

En la misma línea de la política de Reconciliación Nacional vendrían mucho después cuestiones como la Plataforma Democrática de España, luego Platajunta, a través de su fusión con la Plataforma de Convergencia Demócratica del PSOE, donde se irían estableciendo los pasos para el pacto político con los "sectores aperturistas del franquismo” para la transición de una dictadura fascista a una capitalista y coronada previamente por el propio franquismo.

El PCE era ya desde hacia muchos años un partido reformista y, en su perspectiva de clases en conflicto, nacional-popular. Su teoría sobre el capitalismo monopolista de Estado no era otra cosa que la búsqueda de alianzas con una pretendida pero prácticamente inexistente burguesía democrática, salvo que se pensase que lo era por no intentar mantener un régimen franquista sin Franco, cuando las embajadas USA y alemana, entre otras, habían apostado por una transición sin traumas.

En esa transición, el PCE podía haber apostado por una posición resistente, sin salirse demasiado incluso de una posición reformista, que hubiera retrasado su legalización 1 ó 2 años pero habría podido radicalizar los contenidos de esa transición, dada su fuerza como organización democrática y de oposición al franquismo y su hegemonía en unas Comisiones Obreras que todavía no habían mostrado hasta dónde podían degenerar como sostén de la nueva dictadura de clase.

Pero no fueron así las cosas. El PCE, y con él casi toda su dirección, apoyarían el pacto con la corona, la bandera monárquica y franquista, los Pactos de la Moncloa, el Estatuto de los Trabajadores, la Constitución. La sociedad española ha retrocedido tanto en derechos y se ha ido tan a la derecha que hasta aquello parece hoy algo deseable a quienes carecen de conciencia de clase y anticapitalista. Y, por supuesto, la negación del derecho de los pueblos del Estado español a su autodeterminación. Eran los tiempos del eurocomunismo, de los encuentros Carrillo, Marchais, Berlinguer. El PCE hoy preconiza el ingreso de IU en Podemos, el PCF es postocomunista, sin abandonar del todo el estalinismo, y el PCI, el partido de nombre comunista más grande del occidente capitalista, ha desaparecido. Hoy gobierna sus restos el democristiano Renzi. Carrillo por aquel entonces soñaba con que el PCE fuera la primera fuerza de la izquierda. Y con él, la gran mayoría del PCE, que luego ha pretendido conjurar todos sus errores culpando al carrillismo. La última estupidez profunda en ese sentido la ha manifestado el niñato Garzón, acusando de carrillistas a una parte de sus compañeros de IU, cuando hace años que ha muerto la bicha oficial y han pasado 33 años desde que dejó de ser miembro del PCE, llevándose a sus huestes al PSOE, de donde vino.

Luego, después de descubrir que sería un partido muy secundario, se lanzaría la propuesta de gobierno de concentración nacional con el PSOE, la UCD, AP (luego PP) y las derechas vasca y catalana, algo que sólo veían el propio PCE y el PSP de Tierno Galván.

De ahí al enamoramiento de quien un día llamó el PCE “Juan Carlos I El Breve” y que luego este mismo partido denominaría como “un demócrata” habría un paso.

Años después, nuevas renuncias, en las que junto a éstas se dieron también las primeras huelgas generales protagonizadas por CCOO y UGT, cuando aún no habían perdido ambas centrales toda su vergüenza.

El paulatino agotamiento de la táctica, nunca llegó a ser una estrategia, eurocomunista, dieron años después en el agotamiento de un PCE que no lograba diferenciarse ante la sociedad como algo distinto al PSOE. El PCE, que había llegado a tener un diario (Mundo Obrero) y 200.000 afilados, que no militantes, se iba desangrando de cuadros y bases.

Los efectos de este langidecimiento no podían hacerse esperar mucho tiempo. En 1981 se produciría la escisión de la práctica totalidad del EPK (Partido Comunista de Euskadi) de Roberto Lertxundi, casi marginal en la sociedad vasca, para ser absorbidos por la Euskadiko Ezkerra de Mario Onaindia (EE), que luego acabaría en el PSE-PSOE, tendría su repercusión en la crisis de los renovadores (sectores de la derecha y algunos de la izquierda del PCE). Esta crisis interna era sólo la expresión de un descontento general en el PCE, nacido de una frustración de génesis eminentemente electoralista, como todo desengaño desde entonces de este partido y de su creación, IU.

En ese mismo año, el partido hermano del PCE en Cataluña, el más berlingueriano y socialdemócrata del Estado español, el PSUC, conocería una ruptura interna entre eurocomunistas y leninistas, que llevaría a Francisco Frutos a la secretaría general del partido y a Pere Ardiaca a su presidencia. En 1982 nacería el PCC (Partido Comunista de Cataluña), de tesis obreristas y M-L, nacido de la ruptura entre el sector que había formado un año antes la mayoría del PSUC. Hoy el PCC es la base de los socialdemócratas de la EUiA de Joan Josep Nuet pero, en su momento, fue un acicate a la creación del PCPE, tras la salida de Ignacio Gallego del PCE en 1983.

En 1982 la debacle electoral histórica del PCE daría lugar a la sustitución de Santiago Carrillo por Gerardo Iglesias que, tras comprobar que la máquina eurocomunista estaba agotada, decidió reeditar las políticas de alianzas cupulares de la Plataforma Democrática y de la Platajunta, dando lugar a la creación de Izquierda Unida (IU), tras la experiencia, de nuevo cupular y sin base, de las Mesas Pro-Referéndum (de la OTAN). Nacía así una IU en la que estaban el PCE, el PCPE, el sector del PCOE que luego volvería al PCE, con Enrique Lister a la cabeza (a través de su integración en el partido del que un dñia se había escindido) y, entre lo indecente, el Partido Carlista (2 y la cuñada), el Partido Humanista (creado por la secta La Comunidad) y la Federación Progresista (Ramón Tamames que, como hombre orquesta, no necesitaba más que unas siglas). Afortunadamente, y con todas sus contracciones y zonas oscuras, estaban Izquierda Republicana y el PASOC (Partido de Acción Socialista de Alonso Puerta). De ellos, creo recordar que sólo el PCE, al que se han añadido otros socios, siempre cambiantes y en coalición de pasillo, continúa hoy.

Los tiempos del maestro ciruela Anguita, tras Gerardo Iglesias, elevarían a IU a sus mayores cotas electorales, siempre modestas, y luego a una nueva caída. Francisco Frutos realizaría el interinato en el que se llegó a un pacto, como mínimo extraño, con el PSOE de Almunia, que tuvo magros frutos. Con el cariño que le tengo a Françesc, y que él sabe que es cierto, le recordaría, ahora que IU se ha estrellado y se ha entregado a la podemización más indecente, aquello que me dijo hace unos meses de los miles de años que necesitaría el KKE para salir de su 5%. El KKE griego es una fuerza creciente en la calle y en los sindicatos (PAME, sindicalismo mayoritario y de combate), además de electoral, e IU es una marca de marketing agotada en el imaginario del consumidor-votante-súbdito.

¿Qué decir de la época de Coordinador Federal de IU de Gaspar Llamazares, el que pronunciaba hasta hace dos meses 23 veces la palabra ciudadanos en una frase de 10 y que hizo de IU una muleta del PSOE en la época de Zapatero en la Presidencia del Gobierno? ¿Éxitos? No sería el de la Memoria Histórica, ley sin dotación presupuestaria ni obligado cumplimiento. Por cierto, en esa época, uno de los asesores principales de Llamazares era Juan Carlos Monedero, hoy teórico de Podemos en rehabilitación y, en un pasado lejano, miembro del PSOE, partido desde el que hizo campaña a favor de la OTAN.

Fue con Cayo Lara cuando IU recuperó cierta normalidad orgánica, cierta normalización del desacuerdo sin grandes traumas y un avance electoral de IU. Pero también cuando IU puso de manifiesto que no rompería, a pesar de cierto giro a la izquierda, con su socialdemocratización. Era la época del despliegue a pesar de su ciudadanismo y su discurso indignado que dieron lugar al 15M del “no nos representan” (tampoco IU) hasta que les representaron Podemos y Ciudadanos.

2.-¿Sorpresa respecto a los resultados del 24-M? No sé ustedes pero yo no me he llevado ninguna:
El discurso que ha permitido la pérdida de su base social-electoral como Partido Comunista, o como una coalición aneja, nace desde la desnutaralización nacional-popular que he señalado respecto de su pasado. Un PC y sus organizaciones amigas necesitan asentarse siempre en lo que les da vida. No abandonar nunca la apelación a las necesidades de la clase de la que han nacido y expresarse en un lenguaje que tenga que ver con su realidad y no con un discurso abstracto e indefinido de “la gente” o de "los ciudadanos". Gente y ciudadanos somos todas las personas, incluso los opresores de la clase trabajadora con los que se es colaboracionista cuando se escamotea la realidad de que existen clases sociales.

Izquierda Unida dice que es la “izquierda transformadora” (ya no dice ni siquiera lo de la “la izquierda real”) ¿Qué coño es eso? ¿Cómo es posible que pretenda ser percibida de modo diferente a las marcas de consumo que hablan de ser una “fuerza de cambio” (la SER o los nuevos bancos, por citar dos ejemplos, sin mencionar la expresión directa “cambio” del PSOE en 1982 y de Podemos en 2015).

Izquierda Unida ha estado en la gran mayoría de las luchas sociales pero con una necesidad de inmediatez en cuanto a su conversión en eco parlamentario que no ha contribuido a hacerlas crecer sino a apropiarse de ellas, agotándolas. Y por supuesto, y más grave, como todo el que tiene prisa por hacerse notar, ha movilizado sin hacer un trabajo callado y lento de lucha ideológica, entre otras cosas porque su modelo reformista y tacticista no da para una lucha “cultural” de fondo que siente las bases de un proyecto de revolución social, algo que requiere paciencia y capacidad de escuchar a los sectores con los que se trabaja.

Izquierda Unida, como el PCE, desde que existen en el tiempo inaugurado tras 1977, sólo tienen la obsesión por sobrevivir electoralmente. Jamás han creado en este tiempo estructuras que nacieran desde la base. ¿O es que el amigo Enrique de Santiago pretende hacernos creer que las “Mesas de Convergencia” nacían de allí y no de unos cuantos “notables" de pacotilla?

Esa obsesión por lo electoral es lo que hace que no existan diferencias dignas de reseñar entre quienes buscan converger con Podemos salvando las siglas y quienes están dispuestos a sacrificarlas.

Estamos ante una organización en la que salvar las siglas es salvar “empleos profesionales”. Se entiende que afecte a personas que hace muchos años dejaron sus trabajos de origen para ser liberados por la política. Ello explica que en muchas regiones y municipios los cuadros de IU, sus exconcejales, ex representantes en diputaciones y en ayuntamientos, ex liberados de partido y ex asesores estén siendo tentados por los podemitas y sus socios (Compromís, MES,...).

Estamos ante una organización incapaz de pensar más allá de lo electoral porque en lo político, salvo alguna proclama de que ellos son de izquierdas y, de tarde en tarde, hablar de clase trabajadora, se sitúan en el mismo terreno reformista y “antiausteridad” de los podemitas, sin ninguna pretensión de derribo del capitalismo sino de la vuelta a los años del keynesianismo económico. El partido como intelectual orgánico de la clase obrera no existe en su interior porque hace tiempo que su proyecto no bebe del marxismo sino de los Samuelson, los Galbraith y más tarde los Stiglitz. Lo suyo es la recuperación del Estado del Bienestar, no el impulso de la lucha de clases ni un programa socialista y revolucionario.

Llegaron tarde a la defensa de la opción republicana y la prefieren sin adjetivos porque la idea de “república de trabajadores” (definición de la Constitución de la II República) creen que puede asustar a muchos “ciudadanos”.

Su propuesta “constituyente” de hace sólo dos años, cuando aquello del 25-S, ha sido abandonada, no porque fuera reformista e interclasista, que lo era, sino porque no les dio réditos.

Como organización, IU carece de estrategia política definida. Salvo sus históricos modelos de convergencia/confluencia destinados, no a generar hegemonía en el sentido gramsciano, sino meramente electoral (lo que nunca fue la hegemonía planteada por Gramsci) no tiene otra visión de largo alcance. Carece pues de perspectiva en el sentido histórico que le damos a este concepto los marxistas. Lo suyo es siempre salir del próximo bache y pillar cacho electoral que justifique otros 30 años de inutilidad.

Su muerte inminente llega porque era ya una organización “madura” entre sus dirigentes y la inmensa mayoría de sus acríticas bases para ser laminada por una opción con más apoyos mediáticos y mejor look de “modernidad” que la suya pero con muy similar componente ideológico.

En sus bases muy pocos, pero existen, están dispuestos a combatir a Podemos porque significa una involución ideológica, a exigir a su organización un proceso de clarificación ideológica y un giro neto hacia la izquierda, hacia la clase trabajadora como sujeto político y hacia el socialismo como horizonte.

Es vergonzoso que, cuando más salvaje se ha hecho el capitalismo y más evidente la dualización social entre explotadores y explotados (ellos prefieren las expresiones de pobres y ricos), gran parte de su dirección se integre en el discurso que ha girado a la derecha y hacia los falsos discursos del “bien común”, que no puede ser común porque no es común la situación entre opresores y oprimidos, y del “sentido común”, que suele ser el de los imbéciles y conformistas.

IU morirá por méritos propios. Su deglución por ajenos sólo será el aprovechamiento de algo que estos no crearon sino que simplemente les beneficia.

No voy a entrar en cómo los Garzón, los Centella, los Anguita, los Monereo, los Couso, las Yolanda Díaz, las Tania Sánchez o los Mauricio Valiente han traicionado a su organización sin hablar de que los Ángel Pérez, los del Cura, los Torrijos, los Antero Ruíz o los Moral Santín se cubrieron de mierda sin que su grupo político los entregara a la justicia incluso antes de expulsarlos. Muchos siguen ahí. Y algunos (Tania Sánchez, del Cura) pueden estar a la vez en un lado y en otro de las causas inmediatas que han ido destruyendo a dicha coalición, más allá de los factores estructurales, ideológicos, políticos y estratégicos que hasta ahora he citado. Quienes entiendan que la crisis de IU proviene de ahí y no de toda su trayectoria o son imbéciles o simplemente carecen de la capacidad de ser intelectualmente honrados para llegar a las conclusiones necesarias que les permitan entender.

Cuando un partido o grupo político deja de ser aquello para lo que su base social esperaba que estuviera destinado, y se convierte en partido prosistema de facto (lo de casta se lo dejo a los fascistas descatizadores de aquellos a los que previamente señalaron como tal en función de cómo los obligan sus políticas de alianzas), empieza a morir porque carece de función.

No me duelen prendas en decir que milite en ambas organizaciones, PCE e IU, en mi juventud. Lo hice por la ignorancia que dan los 14 años, por el reconocimiento del papel heroico del PCE en la lucha antifascista y por la ingenuidad de creer que era en España el partido heredero de la revolución socialista de 1917.

Del mismo modo, llegué a pensar durante un breve espacio de tiempo, con mucha autocensura mental, que IU podía ser una salida que permitiese que las ideas comunistas perviviesen en otra organización que fuera más allá del PCE. Pronto comprendería que no podía seguir dudando y defendiendo a la vez aquél engendro, aquella banda de oportunistas sin freno moral que llegaron en la forma de los Palero, los Berga, los Ángel Agudo San Emeterio, los Josep Palau, los Jesús Montero Delgado (este llevaba mafioseando desde mucho antes, al inicio de los años 80), por citar sólo algunos ejemplos de la tropa que desembarcó en la dirección de IU con Gerardo Iglesias, el más decente, con mucho de todos ellos. Aquello no era sino la explosión de la supernova de trepas indecentes sin oficio no beneficio que no fuera aquél que se iban a procurar a partir de entonces.

No me duelen prendas en admitir que, sabiendo todo lo que había, he votado -otras me he abstenido o he votado candidaturas comunistas- en alguna ocasión a IU como modo de tocarle las narices al PSOE, arrepintiéndome luego como el que, tras una mala noche de borrachera, se da cuenta de que es un cretino, al comprobar cómo perdían el culo tras el PSOE, salvo cuando el ínclito Anguita, henchido de sí mismo, decía aquello del sorpasso, basándose en lo de "programa, programa, programa", que acabó de aquél modo. Después, el ex ganador del premio José Antonio, por glosar su figura humana, diría desde su Frente Cívico aquello de Lo único que os pido es que midáis a los políticos por lo hacen, por el ejemplo y aunque sean de la extrema derecha. Pero eso me lo manda a mí mandamiento, mi inteligencia de hombres de izquierda. Votad al honrado, al ladrón no lo votéis, aunque tenga la hoz y el martillo.” O lo de “hace tiempo que renuncie a plantear el comunismo como alternativa”. Y no nos olvidemos de su hit parade: “No quiero sólo gente de izquierdas en el Frente Cívico”. Se adelantaba a Podemos y, como buen Juan Bautista allanó el camino del Mesías, metiendo en su engendro político a un nazi sin acabar de reciclar como Jorge Verstrynge. El eslabón encontrado entre el Califa cordobés y el Mesías podemita.

Creo que el mejor dirigente que ha tenido IU ha sido Cayo Lara. Quizás por eso en lugar de ser también secretario general del PCE, lo es esa luminaria del pensamiento político llamado José Luis Centella, que será el encargado de echar la llave a la sede de IU, tras su entierro indecoroso y el regalo de la gran mayoría de sus militantes y “dirigentes” a Podemos.

Sin embargo, IU hubiera requerido de una dirigencia de calidad política excepcional, algo impensable dentro de lo disponible en el PCE y en IU, y muy alejado de lo que el momento político español permitían. Las mejores y peores cualidades de los seres humanos se despliegan de acuerdo a la altura de la etapa en la que se está haciendo la historia en cada momento.

Cayo Lara significó estar por encima de la media en cuanto a honradez y cualidades de carácter que deben acompañar a un dirigente que pretenda ser comunista pero ha carecido de las condiciones del "director de orquesta" del que hablaba Lenin. Su aceptación de la convergencia con Podemos, la noche electoral, con la esperanza baldía de salvar las siglas, que nada significan, si se produce una entrega tan vil a un populismo oportunista y aventurero, disfrazado de socialdemocracia meramente sustititoria de las siglas del PSOE por el nombre de “lo nuevo”, demuestra su carencia de dichos rasgos políticos. Si los hubiera tenido, en el mejor de los escenarios posibles, habría contribuido a llevar al sector más consciente de su organización a una ruptura con la mayoría socialdemócrata y entreguista a Podemos.

La desfederación de IUCM (Izquierda Unida-Comunidad de Madrid), con el fin de buscar una excusa para expulsar a los miembros de su dimitida dirección, la estrategia del paso bajo las horcas caudinas de los 5.000 militantes madrileños que deseen seguir vinculados a la nueva dirección de IU que se forme tras la creación de una gestora y el llamamiento a "traer a casa" a quienes traicionaron a su organización pidiendo el voto para Ahora Madrid o integrándose en sus filas, es un auténtico golpe de Estado interno, propio del peor estalinismo, compatible en este caso con una deriva ultrarreformista y de derribo de la organización para integrarla en la secta podemita.

Pero ello no habría significado de modo directo y mecánico un proceso de clarificación ideológica dentro del hipotético sector rupturista porque ese minoritario segmento de la militancia, el más crítico y de izquierda, no está capacitado para abrir ese debate ya que está preso de su doble orejera ideológica, el eurocomunismo del que el PCE y su plataforma política, IU, no se han librado, y su vocación de expresión política enfeudada a lo electoral, sin la cuál son incapaces de realizar el duro trecho de un nuevo camino político. La alternativa para ese grupo no es refundar un PCE auténtico por sí solos, ni siquiera ejercer la rabieta de irse a un pequeño grupo comunista, sino la amargura del abandono de la lucha que lleva el irse a casa, a asuntos más vitales y personales.

A ese sector, potencialmente rupturista de IU, le aterra la posibilidad de un salto en el vacío porque sabe bien que otros lo intentaron antes y fracasaron: PCPE, Corriente Roja, Iniciativa Comunista,...Aclaro a los militantes de estas organizaciones o a las evoluciones posteriores de éstas que no fracasar no significa supervivir sino ir más allá de unos pocos cientos de militantes en todo el Estado, lograr una implantación notable entre la clase trabajadora y la aceptación de sus propuestas entre importantes sectores de ésta. Fracasar es no haber logrado en todos estos años construir el partido comunista que no tenemos

3.-¿Y tras esto qué?
Lo más ingrato y difícil de explicar a los supuestos izquierdistas que pretenden a la vez la inmediatez de sus objetivos y las rebajas constantes de estos, es que ni el capitalismo se rinde por los votos, por muchos que fueran, que ya se ve que serán más que insuficientes, ni por la fuerza de una “ilusión”, desmovilizada socialmente, que viene de “iluso”

Syriza, la nave capitana de la socialdemocracia realmente existente, pues la que se llama tal es social-liberal, ya está dando cuenta de sus límites de un modo vergonzoso. Cualquier crítica en esa dirección está destinada dentro del mundo IU a ser ignorada. La secta podemita tiene menos problemas con ello, pues ha dejado tirado a Tsipras y su partido, como antes lo ha hecho con la revolución bolivariana y ésta le ha tenido que recordar. Compañeros bolivarianos, la distancia geográfica no se salva con Internet y algunos viajes a Caracas de ciertos españoles que acaban renegando de quienes tanto les han apoyado. Os toca hacer autocrítica, como buenos revolucionarios.

Cuando lo que les queda a los podemitas, y también a la moribunda IU, es revindicar un Estado del Bienestar que no volverá porque exigiría un pacto social tal entre capital y trabajo que aceptase una cuasi expropiación del primero para devolver lo usurpado a los derechos de los trabajadores durante estos años de crisis capitalista e individualizado crecimiento del beneficio empresarial y patrimonial de las grandes familias, está claro que ese camino está cegado.

Tsipras lo ha demostrado desde el gobierno, Podemos desde una oposición menguante que camina hacia el extremo centro de las renuncias programáticas sin haberse acercado a la Moncloa más que unos metros.

El camino hacia la socialdemocracia lleva a un territorio yermo y quemado. Desde los gobiernos, la UE, el FMI, lo único que van a permitir es cierto levantamiento del acelerador de las políticas de austeridad. Las conquistas de la clase trabajadora han sido perdidas, casi todas, para siempre.

Los años de pacto social, de sindicalismo de concertación y gestión (¡cuántos jefes de personal y cuántos de RRHH en manos de sindicaleros mayoritarios!), de acuerdos de “productividad” entre gobierno y leal oposición, de progresiva violación del indecente Pacto de Toledo sobre las pensiones, de privatizaciones previas a las del PP pero enmascaradas en formas de colaboración público/privadas,...Todo ello es irreversible desde el respeto a la legalidad constitucional y política.

Esta vez, el capitalismo se ha adelantado y lo ha hecho muy bien. Desreguló primero la economía financiera a nivel mundial, vendió luego a sus víctimas la idea de que la gestión pública era más cara e ineficaz que la privada, abrió el camino de los complementos a la jubilación desde los planes de pensiones, consiguió que se comprará la “idea” de que éstas eran ya insostenibles, convirtió el derecho al trabajo en privilegio y logró que pareciese verdad que tener un trabajo precario era mejor que no tenerlo.

Antes lo hizo aún mejor. Atrapó a los sindicatos en la idea de la cogestión empresarial, salvando las declaraciones de beneficios empresariales bajo formas en B, C, D y todo el diccionario; convirtió a la socialdemocracia en social-liberal, a los comunistas en respetables socialdemócratas, a la resistencia anticapitalista en pijohhipes de turismo antiglobalización, subvencionado por las fundaciones globalistas, a los trabajadores en falsos perceptores de rentas porque creían poder pagarse un piso, una segunda residencia en primera o quinta línea de playa y tres coches por familia. Hoy nadie se reconoce trabajador explotado sino “ciudadano” de clase media, aunque se coma los mocos desde el día 10 de cada mes.

Y si todo eso es así y, a pesar de todo, hay quienes no se conforman con que les quieran volver a vender la película del consumo a plazos durante el breve período de recuperación que nos depara este aparente instante dulce del capitalismo, antes del estallido de su próxima burbuja (el capitalismo sale de sus crisis creando las condiciones para otras nuevas), habrá que decirles que hay una travesía del desierto por recorrer, si están dispuestos a luchar por la consecución de una sociedad socialista.

Y dado que cualquier gobierno que respete la legalidad burguesa y las condiciones que imponen sus instituciones no es más que un mamporrero más obligado o más servicial del capital, hacerles ver que el alumbramiento de una nueva sociedad no será un parto sin dolor sino plagado de agonías, destrucción constructiva y enormes sacrificios personales. Y que la renuncia a tales sacrificios en espera de tiempos mejores sólo prolongará los destrozos vitales en la realidad personal y colectiva de los oprimidos que esperen salvarse de esa quema.

Sin lucha ideológica no se construirá la conciencia necesaria para crear seres libres y conscientes dispuestos a emanciparse como colectivo, que sólo puede nacer de saber cuál es su condición de clase, el papel que juegan en la producción/reproducción del sistema capitalista y la fuerza callada que aún no han descubierto para hacer valer sus intereses como grupo social.

Pero la lucha ideológica es absolutamente inútil si no se sustenta en una organización de clase que esté dispuesta a comprometer a cada uno de sus miembros, voluntaria pero consecuentemente, en el proceso emancipador.

El partido de la clase trabajadora, los nuevos espartaquistas y bolcheviques, el nuevo partido comunista, no puede ser una organización de afluyentes con entusiasmo inicial para dedicarle unos ratos de su tiempo libre a “jugar a revolucionarios”. Necesita de sus mejores hombres y mujeres, de los más organizados y conscientes, de los más entregados en una voluntad que debe templarse como el acero para resistir los fracasos, los acosos, las persecuciones y, sobre todo, la indiferencia de una masa apática, desilusionada con cada nuevo engaño colectivo, y de aquellos a los que la política les aburre porque no han podido alcanzar la capacidad de darse cuenta de que la libertad nace de la igualdad y de la soberanía del individuo que transciende en el nosotros.

4.-¿De dónde puede nacer esa organización comunista?
No nacerá de las voces aisladas que defendemos su necesidad, no puede hacerlo. Los comunistas sin partido somos seres incompletos. Nos falta la capacidad de influir de manera organizada y, sobre todo, nos falta la réplica a nuestro discurso, a lo que podemos llegar a ser cuando aplicamos la máxima de que “un grano no hace granero pero ayuda al compañero”. En el colectivo encontramos la posibilidad de crecer cada uno de nosotros como comunistas y de que el efecto suma multiplique nuestras posibilidades. La gran mayoría de los comunistas españoles estamos en nuestra casa; no hemos sido capaces de salir de nuestro aislado agujero.

Estamos ante un momento transcendental; eso suena a frase vacía por archirrepetida para cualquier cuestión menor. Pero en este caso es cierta.

El PCE, sus siglas históricas, el significado positivo y negativo que hubo en él, va a desaparecer. La banda de los Centella, los Garzón y los Monereo, entre otros, lo convertirán en un “significante vacío” de esos que le gustaban al fallecido Laclau y que le encantan a su mujer, Chantal Mouffe, otra peronista como él, y al efebo centrista Errejón. Quedará en una ONG al estilo de Izquierda Anticapitalista, dentro del Podemos en el que se encontrarán ambos, que será útil para el mantenimiento de la cuota de liberados de cada organización confluyente en “lo nuevo”.

Camaradas del PCE, compañeros de IU, que no estáis dispuestos a permitir que vuestra identidad de izquierda se venda a una segunda versión del PSOE, pero esta vez 2.0 y menos fiable aún que aquél porque uno sabe lo que es el PSOE pero no a donde van los “empoderados”; camaradas del PCE y compañeros de IU dispuestos a salvar el concepto de lucha por el socialismo:

Estáis ante una enorme responsabilidad histórica, que es la de salvaguardar la idea de que existe en España una izquierda revolucionaria, "no real ni transformadora", revolucionaria.

Tenéis la posibilidad, como la tienen otros comunistas y gentes de la izquierda revolucionaria del Estado español, organizados o no, de levantar el discurso abandonado por vuestra organización, y por tantas “izquierdas parlamentaristas”, de la lucha de clases y por el socialismo o de iros a lamer vuestras heridas a los bares, donde sólo queda el lamento del tanguista.

Camaradas de otras organizaciones comunistas: tenéis la responsabilidad histórica de liberar el discurso comunista, durante tanto tiempo encapsulado en el aislamiento, de romper la pared que nos impide ser la fuerza motora de nuestra clase y lograr su meta.

Es el momento de derribar los muros que hay entre nosotros. Es el momento de buscar lo que nos acerca. Es el momento de pensar en si lo que nos divide pesa tanto como pretendemos al afirmar diferencias difícilmente justificables entre comunistas, salvo que alguien pretenda tener toda la verdad ideológica y estratégica de su lado.

Es el momento de preguntarse si el viejo objetivo de reconstruir un gran partido comunista, poderoso entre las masas, vanguardia de nuestra clase, es menos importante que esa frase que escuché un día en una reunión entere comunistas: “camarada, te voy a hacer una autocrítica”. Las autocríticas nos las hacemos libremente cada comunista (mal irá la cosa si no es libre) a sí mismo, pero jamás debemos emplear contra otro comunista el arma arrojadiza que lo condene sin comprobar que no estamos inventándonos algún muro infranqueable.

Camaradas, no está ninguna organización de las que hoy están dispuesta a mantener las ideas del socialismo  en condiciones de imponer al resto de comunistas y sus organizaciones ningún ingreso con el carné en la boca a la suya. Ni hay partidos guía ni ninguna organización comunista puede negar el carácter comunista de las otras o la identidad comunista de todos aquellos que estemos dispuestos a reconocernos en una serie principios básicos, siempre que no juguemos a ver qué principio básico pilla al otro en un renuncio.

Camaradas organizados o no, es el momento de plantearnos ya, sin más inexplicables justificaciones de consumo interno, la necesidad de un espacio de Encuentro Comunista:

Un espacio en el que ningún comunista, venga de donde venga dentro del marxismo, se sienta incómodo sino con la sensación de haber llegado a su casa.

Un espacio en el que sea posible encontrarse más allá de las directrices del sacrosanto Comité Central de cada organización.

Un espacio en el que los comunistas organizados y no organizados podamos entendernos, sin pensar que a los segundos nos toca el papel de comparsas o de adscritos a unas u otras corrientes organizadas.

Un espacio en el que podamos encontrar vías para la unidad de acción.

Un espacio en el que podamos compartir debates, reflexiones y pensamiento sin que suenen estos a las resoluciones del último comité central de cada grupo comunista o penda sobre nosotros la amenaza de algún anatema por descubrir. 

Un espacio de confianza, afinidad y complicidad militante entre comunistas, más allá de cada pertenencia organizada o no.

Un espacio en el que sin prisas pero sin pausa los comunistas abordemos, a la luz de hoy, los nuevos desafíos a los que debemos responder desde el marxismo.

Un espacio en el podamos empezar a reconstruir a nivel internacional, no ya la III Internacional sino la Internacional Comunista que vuelve a poner sobre el tapete la necesidad de nuestra propuesta.

5.-¿Y después de eso?
Ojalá haya un después, pero recorramos juntos ese trayecto porque, si lo hacemos, el resto será fácil.  

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Puede que también le interese: "Madrid: perlas de un equipo municipal recién creado"http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2015/06/madrid-perlas-de-un-equipo-municipal.html

"Siriza y Podemos, por la misma senda de la renuncia permanente"http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2015/06/syriza-y-podemos-por-la-misma-senda-de.html

"Se necesitan comunistas"http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2015/07/se-necesitan-comunistas.html

Grecia y España, la trampa de las "izquierdas" reformistashttp://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2015/07/grecia-y-espana-la-trampa-de-las.html

5 de junio de 2015

SYRIZA SIN MÁSCARA

Miguel Urbano Rodrigues. La Haine.org

Los dirigentes de las principales potencias de la Unión Europea y los medios controlados por el capital proyectan una imagen de Grecia groseramente deformada.

Al caracterizar la crisis empiezan por ocultar que los préstamos concedidos a Grecia se destinaron a financiar al gran capital en el ámbito de la estrategia de la UE.

Al contrario de lo que amplios sectores sociales admitieron, el gobierno Syriza-Anel fue bien recibido por las organizaciones y representantes del mundo empresarial.

La coalición de Syriza con el Anel -partido nacionalista xenófobo- se formó en pocas horas porque existía un acuerdo previo. Es significativo que la Federación Helénica de Empresas y el director general de Businesseurope felicitaron a Alexis Tsipras después de su nombramiento como primer ministro.

Las líneas generales de la política capituladora del nuevo gobierno fueron trazadas previamente, pero Tsipras y su ministro de Economía, Varoufakis, se esforzaron inicialmente por transmitir al mundo la imagen de un gobierno de izquierda decidido a emprender reformas progresistas en ruptura con la política de Nueva Democracia y PASOK, que atendiesen a aspiraciones del pueblo.

Confundir a las masas fue objetivo prioritario. Acompañando una lluvia de promesas, el gobierno creó un lenguaje engañador. El memorando pasó a llamarse «acuerdo –puente», la troika «grupo de Bruselas», las privatizaciones «colaboraciones».

HIPOCRESIA Y VASALLAJE
El éxito electoral de Syriza el 25 de enero fue consecuencia del profundo descontento popular. El pueblo votó contra la política de Nueva Democracia-PASOK que había arruinado el país, reducido a la pobreza y la miseria a millones de trabajadores, invocando la competitividad y la rentabilidad del capital.

En un contexto en que el desempleo había llegado al 26, 8%, Syriza hizo promesas que prácticamente no superaban políticas asistencialistas similares a las aplicadas por otros gobiernos burgueses, inclusive los de PASOK y la Nueva Democracia para la gestión de la pobreza extrema y de la miseria absoluta. No tenia sin embargo la intención de respetarlas como quedó demostrado.

Prometió concretamente restablecer el salario mínimo en 751 euros, pero lo mantuvo en 580 euros. Afirmó que reduciría drásticamente el IVA, pero olvidó rápidamente la promesa; y después negoció su aumento. La condena frontal de la «austeridad» cedió lugar a una «austeridad suave»

Transcurridas pocas semanas, fue aun más transparente que el gobierno Syriza-Anel se proponía a dar continuidad a una política capitalista totalmente alineada con la estrategia y las políticas de la Unión Europea.

Afirma ahora sin pudor que Grecia pagará integralmente su gigantesca deuda externa de 374 mil millones de euros, por la cual no cabe al pueblo griego ninguna responsabilidad.

La lentitud de las negociaciones con Bruselas no debe generar ilusiones. Como ambas partes deseaban, acabaron por llegar a un acuerdo. Según Varoufakis, será firmando al final de junio. Pero la enormidad de las concesiones fue tamaña que en la ultima reunión del comité central del partido 44% de sus miembros criticaron el acuerdo .

Para favorecer los grupos monopolistas y a los patrones en general, el gobierno precisa realizar tímidas reformas en las áreas de política fiscal y monetaria. Las contradicciones existentes en la Unión Europea y en sus relaciones con EEUU tenían inevitablemente que pesar en el dialogo del gobernó de Tsipras con las potencias imperialistas.

No hay que olvidar que Washington disputa a Alemania la hegemonía en Europa y hace todo lo posible para sabotear las relaciones económicas del gobierno de Angela Merkel con Rusia.

El alejamiento de Varoufakis como «negociador» fue tema de interpretaciones fantasiosas. En realidad, esa decisión no tuvo motivaciones ideológicas, fue resultado de su personalidad y estilo.

Varoufakis fue profesor de una universidad norte-americana y es un keynesiano defensor del capitalismo y de mejores relaciones con EEUU. Declaró enfáticamente que está de acuerdo con un 70% del memorando impuesto por la troika.

El «Acuerdo del 20 febrero», negociado con el Eurogrupo, prorrogó la validez del memorando. El gobierno Syriza –Anel mantuvo todos los compromisos del gobierno de Samaras y los anteriores. Y abrió la puerta a nuevas medidas antipopulares: aumento de impuestos, privatizaciones de infraestructuras estratégicas, recortes en sectores sociales (salud, educación y seguridad social), en salarios de la función publica, y concesión de beneficios fiscales a grandes grupos económicos, etc.

La privatización del puerto de Pireo será intensificada con aumento del control privado hasta el 51%, así como otras estructuras portuarias y 14 aeropuertos regionales.

Desde luego la Nueva Democracia, el PASOK y el Potami se apresuraron a declarar que votarán por el «Acuerdo del 20 de febrero» si es sometido al Parlamento y expresaron su disponibilidad para aprobar cualquier acuerdo que mantenga a Grecia en la Eurozona.

MAYOR INTEGRACIÓN EN LA OTAN
El gobierno Syriza-Anel afirma que pretende mejorar las relaciones con EEUU y con la OTAN, instrumento militar de su estrategia de dominación planetaria.

El ministro de Defensa (político de extrema derecha) defiende una profunda cooperación con Israel. Al visitar EEUU sugirió una explotación conjunta de los recursos energéticos del Mar Egeo.

El gobierno coligado creó condiciones para la intensificación de maniobras de la OTAN en el país, ampliando la cooperación con las bases militares de la organización en el territorio nacional. El ministro de Defensa propone incluso la instalación de una nueva base militar de la OTAN en la isla de Karpathos.

Pese a la asfixia financiera del país, el gobierno de Tsipras aprobó una cuantía de 500 millones de dólares para modernización de aviones Lockheed, obsoletos, destinados a misiones de vigilancia de la OTAN en el sureste de Mediterráneo.

Exhibiendo sus contradicciones, discrepó primero de la imposición de nuevas sanciones a Rusia, pero posteriormente las aprobó. Aceptó también participar en la escalada militar en el Medio Oriente invocando como justificación «la protección de los cristianos» contra el llamado Estado Islámico.

Se amplían las relaciones con el estado terrorista de Israel que asumen el perfil de una alianza estratégica. En los primeros días del actual gobierno, el ministro de Defensa sugirió la creación de un «espacio común de defensa» que inclua Chipre y Israel.

Grecia se encuentra cada vez más involucrada en los proyectos agresivos del imperialismo para la región y por lo tanto cada vez más expuesta a los peligros inseparables de esa política.

Es en ese contexto que el capital griego ve sus relaciones con otras potencias capitalistas. La visita de Tsipras a Moscú se insertó en ese cuadro.

IRREDUCTIBLE OPOSICIÓN DEL KKE
La dirección del KKE [Partido Comunista Griego] declaró desde el inicio de la campaña electoral que no aceptaría en cualquier circunstancia participar en un gobierno burgués. El Partido Comunista es consciente de la dificultad de su posición.

El hecho de que Synapismos, el núcleo del actual Syriza, fue formado por disidentes del KKE, contribuyó para que los grandes medios internacionales presentasen el partido de Tsipras como una fuerza política radical, incluso revolucionaria. El apoyo al gobierno Syriza - Anel del Partido de la Izquierda Europea (creado para desmovilizar la clase obrera ), de partidos comunistas reformistas como el PCF y el PCE, y de la social democracia europea en general, también generó alguna confusión.

El KKE cumple un papel insustituible en la organización de la lucha contra las medidas antipopulares del actual gobierno.

La votación del proyecto de ley que sometió al Parlamento para abolición inmediata del memorando y de las leyes antipopulares ha sido aplazada. Pero será seguramente derrotado por la mayoría.

El control del Legislativo por Syriza -que ha recibido el apoyo transparente de la burguesía- no impide la ascensión de la lucha de masas.

Syriza, con su populismo demagógico, continúa confundiendo a amplios sectores sociales. Pero su máscara presenta cada vez más huecos.

En el momento en que escribo esto se multiplican en toda Grecia las manifestaciones y huelgas. El éxito de los desfiles del Primer de Mayo iluminó bien la actitud de miles de trabajadores ante una política clasista favorable al gran capital. Para los días 11 y 23 de junio fueron ya convocadas por el PAME –el frente de trabajadores y organizaciones sindicales en el cual el KKE tiene un papel fundamental– grandes manifestaciones.

El capitalismo no tiene soluciones para su crisis estructural. Está condenado a desaparecer y la única alternativa es el socialismo.

El KKE no ignora que en el actual contexto europeo y mundial la agonía del monstruoso sistema de explotación del hombre será probablemente lenta. Pero como partido revolucionario marxista-leninista su estrategia no es elaborada en función de un calendario para la toma del poder.

Los comunistas griegos no excluyen la posibilidad de una agudización de contradicciones y antagonismos –situación esa que podría llevar a una guerra imperialista en la región.

De dirigentes del KKE escuché repetidas veces la afirmación de que está preparado para «todas las eventualidades».

Atenas, 31 de Mayo de 2015
www.odiario.info


4 de junio de 2015

¿POR QUÉ SOY COMUNISTA?

Mi padre: Blas López Rodriguez. Mi orgullo,
mi amigo y camarada y mi mejor maestro
Por Marat

Ustedes muy probablemente, y no sin razón, me respondan “Y a mí qué me importa”. Perfectamente. No soy quien para soltarles mi charla. Pero dado que tengo la ventaja de poner por delante mis palabras, seguiré en el intento de explicárselo.

Mi padre, la persona que más me ha marcado en esta vida, para bien, creo yo, era un derrotado. En la mesa de las 12 del mediodía, porque entonces muchos obreros comían a esa hora, se desahogaba. Hablaba en clave como si fuera criptógrafo: Franco era El Afilador (por cómo afilaba el machete criminal) y su mujer La Collares. Y así con algunos otros.

Vivíamos en un barrio de la fábrica en la que él trabajaba y a la que ésta había dado nombre el barrio de Candina, en Santander. Pero su auténtico nombre era el Barrio Venecia, cuya denominación provenía de las marismas que lo habían infectado tiempo atrás.

Recuerdo que en mi clase unitaria (de primero a octavo con una sola profesora) entre payos y gitanos éramos unos 50 en la clase. 

También recuerdo que los viernes de cada mes mi madre, que aún vive con sus 98 espléndidos años, me llevaba a que me cortara el pelo un esquilaovejas de la fábrica que nos cobraba una peseta. Y siempre le decía: “Gildo, al 2, que hay muchos piojos en el colegio, pero sin escalones”. Aún me vive la vieja y yo me descompongo de ternura ante ella.

Y no me he olvidado de que los sábados, en casa de la vecina del segundo, los niños del portal podíamos ver una de vaqueros. A pela la peli y bajándonos la silla, que había que pagar los plazos de la tele.

Mi padre, cuando se fue dando cuenta de que ni me iba enderezar ni estaba sobrado de ganas de hacerlo, empezó a desmelernarse políticamente conmigo. Era normal. Estábamos en 1974 y yo ya tenía 12 cuasiadultos años. Y él necesitaba crecientes desahogos políticos para no volverse loco.

Me enteré entonces de que a sus 17 años hizo 2 cosas a la vez: afiliarse a las Juventudes Socialistas y ponerse al servicio de la República el 18 de Julio de 1936. Y también que le cogió el inicio de la guerra en lo que hoy es el Ministerio de Agricultura en Madrid, justo delante de la estación de Atocha.

Aquí se llevó mi padre la metralla en sus piernas de la aviación fascista

Luego se le fue desatando, con el paso de los días, la lengua. Y me enteré de cosas como que la URSS fue el único amigo real de la República, que los soviéticos -"los rusos", decía él- hicieron cosas en su unidad como mezclar la comida de oficiales y de soldados porque todos luchaban por el pan y la República. También de que Fidel le parecía “un tío cojonudo”.

En 1976 encontré a un grupo de militantes de la UJCE haciendo una pintada y les dije que quería ser comunista. Aún sigo intentándolo. Mi padre me pilló en casa en la quedada por teléfono y me preguntó si era tonto o lo eran mis camaradas. Para él era idiota ese canal de citas en ese momento. No le faltaba razón. Al día siguiente acabé comiendo manzanas en un almacén-frutería cerrado en Torrelavega. Se iniciaba mi militancia. No me arrepiento en absoluto de haber militado en aquel PCE y de haber sido tan ingenuo de haber pertenecido a él hasta 1992. Carrillo se fue y dejó al partido ante la eventualidad de buscar un culpable de sus miserias. Anguita y sus sublimaciones “urbi et orbi” me hartaron. Algunos pensarán que el personaje entonces era cojonudo. Yo en aquél momento vi el falangista que es hoy.

En 1984 mi padre presentaba ante la puerta del Ayuntamiento de Santander a más de 60 “pobres”, exigía al después encausado Juan Hormaechea una entrevista como Alcalde, y tras meses de incordiarle, lograba esa entrevista. Pero fue acompañado a ella por más de 20 personas del colectivo de miserables de la calle. Logró algunas conquistas para los que carecían del derecho a ser y existir.

Unos años antes, debía ser 1980, iba caminando hacia la entonces casa paterna y me encontré a mi padre con un militante de la agrupación comunista de Santander. Estaban de charleta. Me acerque a saludar. Entonces Salgado, que así se llamaba el camarada, se mostró sorprendido al ver que besaba a mi padre al saludarle. Entendió que era su hijo. Por saludo, me dijo algo que nunca olvidaré: “si llegas a ser la mitad de decente que tu padre, merecerás la pena”. Me quedé a escuchar. Hablaban del campo de concentración que habían compartido en Argelés Sur Mer (Francia) como refugiados tras la guerra civil ( https://www.youtube.com/watch?v=YAfZK17IeCY)



Le gustaba tocar la guitarra, de oído, tal como aprendió. Pasodobles, boleros, coplas y, sobre todo tangos. Gardel era su mejor desnudez, como es la mía. Me envenenó con la nostalgia de los que perdieron su tierra (un manchego que dio mil vueltas por España, reconvertido en cántabro) y amaron en la distancia el recuerdo de su niñez.

Aún más tarde supe que había estado en la resistencia francesa, que había sido prisionero de los nazis tras el desastre de la línea Maginot (el Frente Popular Francés, que había traicionado a la República Española, ofreció a los refugiados, “sus presos”, la libertad si defendían Francia ante la invasión nazi) y que aún hubo de comerse el batallón de trabajadores del Palacio de la Magadalena en Santander. Y agradeciendo al comandante Chicote, primo de Pedro Chicote, el del bar de putas de la Gran Vía, su reconocimiento en él y en otros presos el haber sido tratado bien por las tropas republicanas. Un buen tipo, al fin y al cabo. 


Con el tiempo, a mi padre se le fue agriando su esperanza de transformación. Comprendió que la vieja memoria democrática y de lucha por un mundo más justo había sido arrinconada en nombre de la conciliación. Los últimos días que compartimos eran de desolada amargura, suya y mía, compartida. Pero en medio hubo muchos besos y abrazos. Se me fue hace tres largos años y fue ayer para mí. Entre él, lo que me enseño a ser y toda esa masa indecente de políticos que aparecieron en estos años, incluidos los nuevos, hay la distancia entre lo bello por bueno y un montón de mierda.

Tengo memoria, cómo él la tenía. Nos vencieron una vez pero mantenemos lo que somos quienes queremos seguir siendo.  

3 de junio de 2015

LA PESTE CIUDADANA. LA CLASE MEDIA Y SUS PÁNICOS

Guntherwell. Argelaga

Que la economía y la política vayan a la par es algo elemental. La consecuencia lógica de tal relación es que la política real ha de ser fundamentalmente económica: a la economía de mercado corresponde una política de mercado. Las fuerzas que dirigen el mercado mundial, dirigen de facto la política de los Estados, la exterior, la interior y la local. La realidad es ésta: el crecimiento económico es la condición necesaria y suficiente de la estabilidad social y política del capitalismo. En su seno, el sistema de partidos evoluciona de acuerdo con el ritmo desarrollista. Cuando el crecimiento es grande, el sistema tiende al bipartidismo. Cuando se detiene o entra en recesión, como si obedeciera a un mecanismo homeostático, el panorama político se diversifica.

El capital, que es una relación social inicialmente basada en la explotación del trabajo, se ha apropiado de todas las actividades humanas, invadiendo todas las esferas: cultura, ciencia, arte, vida cotidiana, ocio, política… Que hasta el último rincón de la sociedad se haya mercantilizado significa que todos los aspectos de la vida funcionan según pautas mercantiles, o lo que es lo mismo, que cualquier actividad humana es gobernada por la lógica capitalista. En una sociedad-mercado de éstas características no existen clases en el sentido clásico del término (mundos aparte enfrentados), sino una masa plástica donde la clase del capital -la burguesía- se ha transformado en un estrato ejecutivo sin títulos de propiedad, mientras que su ideología se ha universalizado y sus valores han pasado a regular todas las conductas sin distinción. Esta forma particular de desclasamiento general no se traduce en una desigualdad social menguada; bien al contrario, es mucho más acentuada, pero incluso con el aguijoneo de la penuria ésta se percibe con menor intensidad y, por consiguiente, no induce al conflicto. El modo de vida burgués ha inundado la sociedad, anulando la voluntad de cambio radical. Los asalariados no quieren otro estilo de vida ni otra sociedad esencialmente diferente; a lo sumo, una mejor posición dentro de ella mediante un mayor poder adquisitivo. El antagonismo violento se traslada a los márgenes: la contradicción mayor radica más que en la explotación, en la exclusión. Los protagonistas principales del drama histórico y social ya no son los explotados en el mercado, sino los expulsados y quienes se resisten a entrar: los que se sitúan fuera del “sistema” como enemigos.

La sociedad de masas es una sociedad uniformizada, pero tremendamente jerarquizada. La cúspide dirigente no la conforma una clase de propietarios o de rentistas, sino una verdadera clase de gestores. El poder deriva pues de la función, no del haber. La decisión se concentra en la parte alta de la jerarquía social; la desposesión, principalmente en forma de empleo basura, precariedad laboral y exclusión, se ceba en la parte más baja. Las capas intermedias, encerradas en su vida privada, ni sienten ni padecen; simplemente consienten. Sin embargo, cuando la crisis económica las alcanza, las tira hacia abajo. Entonces, dichos estratos, denominados por los sociólogos clases medias, salen de ese inmovilismo que era basamento del sistema de partidos, contaminan los movimientos sociales y toman iniciativas políticas que se concretan en nuevas formaciones. Su finalidad no es evidentemente la emancipación del proletariado, o una sociedad libre de productores libres, o el socialismo. El objetivo es mucho más prosaico, puesto que no apunta más que al rescate de la clase media, o sea, a su desproletarización por la vía político-administrativa.

La expansión del capitalismo, geográfica y socialmente, comportó la expansión de sectores asalariados ligados a la racionalización del proceso productivo, a la terciarización de la economía, a la profesionalización de la vida pública y a la burocratización estatal: funcionarios, asesores, expertos, técnicos, empleados, periodistas, profesiones liberales, etc. Su estatus se desprendía de su preparación académica, no de la propiedad de sus medios de trabajo. La socialdemocracia alemana clásica vio en esas nuevas “clases medias” un factor de estabilidad que hacía posible una política reformista, moderada y gradual, y desde luego, un siglo más tarde, su ampliación permitió que el proceso globalizador llegara al límite sin demasiadas dificultades. El crecimiento exponencial del número de estudiantes fue el signo más elocuente de su prosperidad; en cambio, el desempleo de los diplomados ha sido el indicador más claro de la desvalorización de los estudios y, por lo tanto, el termómetro de su abrupta proletarización. Su respuesta a la misma, por supuesto, no adopta rasgos anticapitalistas, ajenos completamente a su naturaleza, sino que se materializa en una modificación moderada de la escena política que reaviva el reformismo de antaño, centrista o socialdemócrata, pomposamente denominada “asalto a las instituciones”.

La clase media se halla en el centro de la falsa conciencia moderna por lo que no se contempla a sí misma como tal; para ella su condición es general. Todo lo ve bajo su óptica particular exacerbada por la crisis, sus intereses son los de toda la sociedad. Sociológicamente, todo el mundo es clase media; sus ideólogos se expresan en el lenguaje de cartón piedra de Negri, Gramsci, Foucault, Deleuze, Derrida, Baudrillard, Bourdieu, Zizek, Mouffe, etc. Para ellos el “gran acontecimiento”, la quiebra del régimen capitalista, es algo que nunca sucederá. La revolución es un mito al que conviene renunciar en aras de una contestación realista a la crisis que fomente la participación ciudadana a través de las redes sociales, o sea, la cacareada “dialéctica de contrapoder”, no que impulse el cambio revolucionario. Políticamente, todo el mundo es ciudadano, o sea, miembro de una comunidad electrovirtual de votantes, y en consecuencia, ha de apasionarse con las elecciones y las nuevas tecnologías. Cretinismo ideológico posmoderno por un lado, cretinismo parlamentario tecnológicamente asistido por el otro, pero cretinismo que cree en el poder. Su concepción del mundo le impide contemplar los conflictos sociales como lucha de clases; para ella aquellos son simplemente un problema redistributivo, un asunto de ajuste presupuestario cuya solución queda en manos del Estado, y que por consiguiente, depende de la hegemonía política de las formaciones que mejor la representan. La clase media posmoderna reconstruye su identidad política en oposición, no al capitalismo, sino a “la casta”, es decir, a la oligarquía política corrupta que ha patrimonializado el Estado. Los otros protagonistas de la corrupción, banqueros, constructores y sindicalistas, permanecen en segundo plano. La clase media es una clase temerosa, espoleada por el miedo, por lo que busca hacer amigos más que enemigos, pero ante todo busca no desequilibrar los mercados; la ambición y la vanidad aparecerán con la seguridad y la calma que proporciona el pacto político y el crecimiento. Al constituirse como sujeto político, su ardor de clase se consume todo ante la perspectiva del parlamentarismo; la contienda electoral es la única batalla que piensa librar, y ésta discurre en los medios y las urnas. En sus esquemas no cabe la confrontación directa con la fuente de sus temores y sus ansias -el poder de “la casta”- ya que sólo pretende recuperar su estatus de antes de 2008, reforma que pasa por la despatrimonialización de las instituciones, no por su liquidación.

El concepto de “ciudadanía” ofrece un sucedáneo identitario allí donde la comunidad obrera ha sido destruida por el capital. La ciudadanía es la cualidad del ciudadano, un ente con derecho a papeleta cuyos adversarios parece que no sean ni el capital ni el Estado, sino los viejos partidos mayoritarios y la corrupción, los grandes obstáculos del rescate administrativo de la clase media desahuciada. La ideología ciudadanista, a la vanguardia del retroceso social, no es una variante pasada por agua del obrerismo estalinoide; es más bien la versión posmoderna del radicalismo burgués. No se reconoce ni siquiera de boquilla en el anticapitalismo, al que considera caducado, sino en el liberalismo social de corte más o menos populista. Esto es así porque ha tomado como punto de partida la existencia degradada de las clases medias y sus aspiraciones reales, por más que se apoye en las masas en riesgo de exclusión, demasiado desorientadas para actuar con autonomía, y asimismo en los movimientos sociales, demasiado débiles para creer y mucho menos desear una reorganización de la sociedad civil al margen de la economía y del Estado. En ese punto, el ciudadanismo es hijo putativo del neoestalinismo fracasado y de la socialdemocracia obstruida. El programa ciudadanista es un programa de advenedizos, extremadamente maleable y tan políticamente correcto que da arcadas, ideal para arribistas frustrados y aventureros políticos en paro. Los principios no importan; su estrategia es conscientemente oportunista, con objetivos únicamente a corto plazo, perfectamente compatibles con pactos que el día antes de las elecciones hubieran sido considerados contra natura.

En ningún programa ciudadanista figurarán la socialización de los medios de vida, la autogestión generalizada, la supresión de la especialización política, la administración concejil, la propiedad comunal o la distribución equilibrada de la población en el territorio. Los partidos y alianzas ciudadanistas se proponen simplemente un reparto de ingresos que amplíe la base mesocrática, es decir, pugnan por unos presupuestos institucionales que detengan las privatizaciones, eliminen los recortes y reduzcan la precariedad laboral, sea por la creación de pequeñas empresas, o por la cooptación de una mayoría subempleada de titulados en las tareas administrativas, intenciones que no son nada rupturistas. No llegan a la arena política como subversivos sino como animadores; lo de cambiar la constitución de 1978 no va en serio. Todavía no han puesto el pie en el ruedo y ya exhiben realismo y moderación a raudales, enarbolando la bandera monárquica y tendiendo puentes a la denostada “casta”. Son conscientes de que una vez consolidados como organizaciones y en posesión de un capital mediático suficiente, el paso siguiente será una gestión de lo existente más clara y eficaz que la anterior. Ninguna medida desestabilizadora les conviene, pues los líderes ciudadanistas han de demostrar que la economía se desenvolverá menos críticamente si son ellos quienes están al timón de la nave estatal. Forzosamente han de presentarse como la esperanza de la salvación por la economía, por eso su proyecto identifica progreso con productividad y puestos de trabajo, o sea, es desarrollista. Persigue entonces un crecimiento industrial y tecnológico que cree empleos, redistribuya rentas y aumente las exportaciones, bien recurriendo a reformas del sistema impositivo, bien a la explotación intensiva de los recursos territoriales, incluido el turismo. Lo de menos es que los empleos sean socialmente inútiles y respondan a necesidades auténticas. El realismo económico manda y completa al realismo político: nada fuera de la política y nada fuera del mercado, todo para el mercado.

El relativo auge del ciudadanismo, con sus modalidades nacionalistas, viene a demostrar el deficiente calado de la crisis económica, que lejos de sacar a la luz las divisiones sociales y sacar a la luz las causas de la opresión, dando lugar a una protesta consciente y organizada que se plantee la destrucción del régimen capitalista, ha permitido a otros disimularlas y oscurecerlas, gracias a una falsa oposición que lejos de cuestionar el sistema de la dominación lo apuntala y refuerza. Una crisis que se ha quedado a mitad de camino, sin desencadenar fuerzas radicales. No obstante, las crisis van a continuar y a la larga sus consecuencias no podrán camuflarse como cuestión política y terminarán emergiendo como cuestión social. Todo dependerá del retorno de la lucha social verdadera, ajena a los medios y a la política, recorrida por iniciativas nacidas en los sectores más desarraigados de las masas, aquellos que tienen poco que perder si se deciden a cortar los lazos que les atan al destino de la clase media y bajan de su carro. Pero dichos sectores potencialmente antisistema hoy parecen agotados, sin fuerzas para organizarse autónomamente, incapaces de erigirse en sujeto independiente, y por eso el ciudadanismo campa a sus anchas, llamando suavemente a la puerta de los parlamentos y consistorios municipales para que le dejen entrar. Esa es la tragicomedia de nuestro tiempo.