8 de enero de 2012

EL LADO OSCURO DEL EMPLEO EN ALEMANIA

Julia Evelyn Martínez (*). Rebelión


Como un nuevo “milagro alemán” se está promocionando el último dato sobre el aumento del empleo en ese país, según el cual en 2011 se crearon 535,000 empleos más que en 2010, haciendo descender de esta forma la tasa de desempleo al 6.6% en 2011, la cifra más baja desde 1990. Algunos influyentes economistas neoliberales han comenzado a interpretar este dato como una prueba fehaciente de la exitosa política económica alemana y están señalando que éste, es el modelo de política laboral que deben seguir tanto los países industrializados que enfrentan altas tasas de desempleo (como España) como los países en desarrollo que necesiten aumentar la inserción laboral de grupos específicos, como jóvenes y mujeres (como El Salvador).

¿Cuál ha sido la receta económica responsable de este milagro? Pues nada más ni nada menos que la institucionalización y generalización de la precariedad laboral, bajo el eufemismo de la “flexibilización del mercado laboral” (adaptación de los derechos y/o condiciones laborales a los requerimientos de rentabilidad de corto plazo de las empresas.) y/o el de la “transición laboral” (empleos temporales, de tiempo parcial y con salarios inferiores al mínimo).

El ingrediente principal de esta receta económica en materia de creación de empleos tiene un nombre: Mini Jobs (mini empleos). Los mini empleos son contratos temporales con un pago máximo de 400 euros mensuales (una tarifa de cinco euros por hora y hasta 80 horas al mes) que están exentos del pago de impuestos y que prevén contribuciones voluntarias del empleado/a a la seguridad social y al fondo de pensiones. En 2011, la cobertura de los mini empleos fue de más de 7, 3 millones de personas (25% de la Población Económicamente Activa (PEA) ocupada, con una media salarial de 230 euros mensuales; muy por debajo del salario promedio que se necesita para vivir con dignidad en una sociedad como la alemana.

Se trata de una especie de “rebaja” en el costo de contratación de la fuerza de trabajo, que tiene como contrapartida para las empresas, un pago al Estado de apenas 120 euros por trabajador/a en concepto de contribución patronal al fondo general de pensiones y de seguridad social. A cambio de este pago, las empresas alemanas tienen el permiso del Estado para aumentar su ganancia a costa de la pérdida de derechos laborales y de la dignidad de un amplio segmento de la clase trabajadora, integrado principalmente por mujeres y hombres jóvenes.

Dado el bajo salario promedio de los mini trabajos, para su manutención, las personas con este tipo de contratos tienen que recurrir a la ayuda de sus familias y/o a la ayuda para desempleados que ofrece el Estado, conocida como el Hartz IV. El Estado complementa de esta forma la reproducción de la fuerza de trabajo de estas personas y contribuye así con recursos públicos a que las empresas puedan mantener y/o aumentar su tasa de ganancia.

Los mini empleos se encuentran entre los principales factores que explican la persistencia de la pobreza y el aumento de la desigualdad en Alemania.

Según un estudio de la Asociación de Asistencia Pública Paritaria (Paritätischen Wohlfahrtsverband), dado a conocer el pasado 21 de diciembre, a pesar de que la economía alemana mantiene su crecimiento económico y ha reducido la tasa de desempleo, la pobreza en el país no desaparece y parecer hacerse “anquilosado”. Uno de los hallazgos más sorprendentes de este estudio es la constatación que la pobreza está aumentando en la zona occidental, incluso en las regiones industrializadas que tienen las menores tasas de desempleo. En Berlín, la tendencia a la alza es de un 13% en seis años.

Y se calcula que uno de cada cinco berlineses necesita de la ayuda social del Estado para vivir. Esto significa que en la actualidad el 19.2% de la población en la capital alemana estaría en esa zona de riesgo (“armutsgefährdet”) de caer y/o vivir en la pobreza.

Junto a la pobreza, también la desigualdad económica ha crecido de forma dramática en ese país. De acuerdo a un reciente informe de la OCD los ingresos de las personas que tienen mejores sueldos han aumentado hasta ocho veces más que las personas situadas en los niveles salariales más bajos, entre quienes se encuentran las personas con mini empleos. En este estudio se concluye que una de las razones de este desproporcionado aumento en la desigualdad en la sociedad alemana obedece a que la población remunerada con el sueldo mínimo ha crecido considerablemente, en parte, debido a que los trabajadores están empleados menos horas. Textualmente se señala: “Hace dos décadas un empleado promedio laboraba 1,000 horas al año en promedio… Al día de hoy apenas alcanzan a contabilizar 900 horas laborales. Ello incide en la polarización económica de la sociedad”.

Otro informe oficial denominado “Nuevas formas de igualdad de oportunidades”, publicado en marzo de 2011 por el Ministerio Federal de Asuntos de Familia, Tercera Edad, Mujer y Juventud, a diferencia de lo que se esperaba, los mini empleos no están cumpliendo la función de ser un puente para lograr la inserción laboral de las mujeres hacia el empleo permanente y a jornada completa. Por el contrario, este informe advierte que las mujeres que acceden a este tipo de contratos no están cotizando adecuadamente a su fondo de pensiones y/o al fondo de seguridad social, por lo que en el futuro se verán obligadas a solicitar prestaciones sociales no contributivas, es decir, a sobrevivir con ayudas del Estado.

Como puede constatarse, el milagro alemán del crecimiento económico y de la creación de empleos tiene un lado oscuro, que sus apologistas se niegan a reconocer o que en otros casos lo admiten como inevitables “daños colaterales” o lo justifican cínicamente con un “peor es nada”. Las organizaciones laborales y sociales de los países que se encuentran en la lista de espera de reformas al mercado laboral, auspiciadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y/o el Banco Mundial (como El Salvador y Honduras), deben estar atentas a estas nuevas modalidades de flexibilización laboral, en la medida que representan una amenaza de mayor precariedad laboral para las mujeres y los jóvenes, y porque tendrán el efecto de posponer todavía más la vigencia y el ejercicio pleno de los derechos económicos, sociales y culturales de la clase trabajadora.

(*) Julia Evelyn Martínez es profesora de Economía Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) de El Salvador.

7 de enero de 2012

ASÍ SERÁ 2012

Nouriel Roubini (*). Expansión


Las perspectivas para la economía mundial en 2012 están claras, pero no son favorables: recesión en Europa, crecimiento anémico en el mejor de los casos en Estados Unidos, y una abrupta desaceleración en China y en la mayoría de las economías emergentes.


Las economías asiáticas están expuestas a China. América Latina está expuesta a menores precios de materias primas (a medida que China y las economías avanzadas se desaceleran). Europa central y oriental están expuestas a la eurozona. Y las turbulencias en el Medio Oriente están causando graves riesgos económicos –tanto allí como en otras partes– a medida que sigue alto el riesgo geopolítico y, por tanto, los precios del petróleo limiten el crecimiento global.


Recesión en la eurozona

En este punto, no hay duda de que habrá recesión en la eurozona. Si bien no es posible predecir su profundidad y duración, la constante contracción del crédito, los problemas de deuda soberana, la falta de competitividad y la austeridad fiscal implican todas una grave contracción económica.

Estados Unidos, que crece a paso de tortuga desde 2010, se enfrenta a considerables riesgos a la baja debido a la crisis de la eurozona. También debe lidiar con un lastre fiscal significativo, el desapalancamiento en curso en los hogares (en medio de una débil creación de empleos, ingresos estancados y la persistente presión a la baja sobre los bienes raíces y la riqueza financiera), el aumento de la desigualdad y el estancamiento político.

Entre otras economías avanzadas principales, Reino Unido se encuentra en caída doble, a medida que la carga frontal de la consolidación fiscal y la exposición a la eurozona socavan el crecimiento. En Japón, la recuperación post-terremoto se diluye a medida que los débiles gobiernos se resisten a aplicar reformas estructurales.


Fallas en el modelo de crecimiento chino

Mientras tanto, son cada vez más obvias las fallas en el modelo de crecimiento de China. La caída de los precios inmobiliarios está detonando una reacción en cadena que tendrá un efecto negativo en las empresas de construcción, la inversión y los ingresos del gobierno.

El auge de la construcción está empezando a estancarse, al igual que las exportaciones netas se han convertido en un lastre para el crecimiento, debido al debilitamiento de la demanda, especialmente de EEUU y la eurozona. Después de haber tratado de enfriar el mercado inmobiliario poniendo coto a los precios que estaban fuera de control, para los líderes chinos va a ser difícil reactivar el crecimiento.

No están solos. En el ámbito de las políticas, EEUU, Europa y Japón también han ido posponiendo las serias reformas económicas, fiscales y financieras que son necesarias para restablecer un crecimiento sostenible y equilibrado.

Apenas ha comenzado un tímido desapalancamiento privado y del sector público en las economías avanzadas, con un todavía tenso balance de los hogares, bancos e instituciones financieras, y los gobiernos locales y centrales. Sólo ha mejorado el sector empresarial de alta calidad.

Pero con tantos y persistentes riesgos de consecuencias prolongadas y las incertidumbres mundiales que pesan sobre la demanda final, y con una sobrecapacidad que sigue siendo alta debido en el pasado a un exceso de inversión en el sector inmobiliario en muchos países y el aumento de la inversión manufacturera en China en los últimos años, el gasto de capital y la contratación de estas empresas se han mantenido en silencio.

El aumento de la desigualdad, debido en parte a la reestructuración corporativa que ha eliminado empleos, está reduciendo más aún la demanda agregada, porque los hogares, los más pobres y quienes perciben ingresos laborales tienen una mayor propensión marginal a gastar que las empresas, los hogares más ricos y quienes perciben rentas de capital. Por otra parte, a medida que la desigualdad impulsa protestas en todo el mundo, la inestabilidad social y política podría representar un riesgo adicional para el desempeño económico.


Ajuste ordenado

Al mismo tiempo, siguen siendo grandes los desequilibrios de cuentas corrientes clave: entre EEUU y China (y otras economías de mercados emergentes) y, dentro de la eurozona, entre el núcleo y la periferia. Para un ajuste ordenado se requiere una menor demanda interna en los países que gastan en exceso con grandes déficit de cuenta corriente, y menores superávit comerciales en los países que ahorran demasiado, a través de apreciaciones cambiarias nominales y reales.

Para mantener el crecimiento, los países que gastan en exceso necesitan una depreciación nominal y real para mejorar sus balanzas comerciales, mientras que los países con superávit necesitan impulsar la demanda interna, especialmente el consumo.

Sin embargo, este ajuste de precios relativos a través de movimientos de divisas se ha estancado, ya que los países con superávit se resisten a la apreciación cambiaria a favor de imponer una deflación recesiva sobre los países con déficit. Las batallas de divisas resultantes se están librando en varios frentes: intervención de controles de cambio, flexibilización cuantitativa y controles de capital de los flujos de entrada. Y con un crecimiento global más débil en el año 2012, los combates podrían convertirse en guerras comerciales.


Pocas opciones

Finalmente, las autoridades se están quedando sin opciones. La devaluación de la moneda es un juego de suma cero, porque no todos los países pueden depreciar y mejorar las exportaciones netas al mismo tiempo. La política monetaria se flexibilizará a medida que la inflación se convierta en tema ausente en las economías avanzadas (y un problema menor en los mercados emergentes). Pero la política monetaria es cada vez más ineficaz en las economías avanzadas, donde los problemas se derivan de la insolvencia en lugar de la falta de liquidez.

Mientras tanto, la política fiscal se ve limitada por el aumento de los déficit y las deudas, los ‘vigilantes’ de bonos, y las nuevas reglas fiscales en Europa. Apoyar y rescatar instituciones financieras es políticamente impopular, y los gobiernos en casi quiebra no tienen el dinero para hacerlo en todo caso.

Y, políticamente, la promesa del G20 ha dado paso a la realidad del G-0: a los gobiernos débiles les resulta cada vez más difícil poner en práctica la coordinación de políticas internacionales, a medida que las visiones del mundo, las metas y los intereses de las economías avanzadas y los mercados emergentes entran en conflicto.


Desequilibrios bursátiles

Como resultado de todo esto, abordar los desequilibrios bursátiles –las grandes deudas de los hogares, las instituciones financieras y los gobiernos– tapando los problemas de solvencia con financiamiento y liquidez eventualmente puede dar lugar a reestructuraciones dolorosas y posiblemente desordenadas. Del mismo modo, hacer frente a la débil competitividad y los desequilibrios de cuenta corriente requiere de ajustes cambiarios que eventualmente pueden llevar a algunos miembros a salir de la eurozona.

Restablecer un crecimiento sólido es bastante difícil sin el fantasma siempre presente del desapalancamiento y una grave escasez de munición política. Pero ese es el desafío al que se enfrenta una economía mundial frágil y desequilibrada en 2012. Parafraseando a Bette Davis en All About Eve: “¡Ajústense los cinturones de seguridad, que va a ser un año lleno de baches!”



(*) Presidente de Roubini Global Economics y profesor de la Stern School of Business, Universidad de Nueva York

6 de enero de 2012

¡DEBACLE!

Dos guerras en el Gran Medio Oriente revelaron la debilidad de la superpotencia global


Tom Engelhardt. Tom Dispatch

Iba a ser la guerra que establecería el imperio como una realidad estadounidense. Resultaría en mil años de Pax Americana. Debía ser una “misión cumplida” desde el principio al fin. Y entonces, claro está, no fue así. Y luego, casi nueve funestos años después, se acabó (más o menos).


Fue la Guerra de Iraq, y EE.UU. fue el visitante no invitado que no quería irse a casa. En el último segundo, a pesar de la repetida promesa del presidente Obama de que todas las tropas estadounidenses iban a partir, a pesar de un acuerdo firmado por el gobierno iraquí con el gobierno de George W. Bush en 2008, los comandantes militares de EE.UU. siguieron cabildeando y Washington siguió negociando para que entre 10.000 y 20.000 soldados estadounidenses permanecieran en el país como consejeros y entrenadores.

Sólo cuando los iraquíes simplemente se negaron a garantizar a esos soldados inmunidad contra la ley local los últimos estadounidenses comenzaron a cruzar la frontera hacia Kuwait. Solo entonces los máximos funcionarios de EE.UU. comenzaron a saludar lo que nunca habían querido: el fin de la presencia militar estadounidense en Iraq, como si marcara una era de “logros”. También comenzaron a elogiar como si fuera un triunfo su propia “decisión” de partir, y proclamaron que los soldados partían con –dijo el presidente– “sus cabezas bien altas”.

En la ceremonia final de arriar la bandera en Bagdad, claramente hecha para el consumo interno en EE.UU. y con buena asistencia del cuerpo de prensa estadounidense y no de funcionarios iraquíes o de los medios locales, el secretario de Defensa Leon Panetta habló del logro del “éxito decisivo”. Aseguró a los soldados que partían que habían sido una “fuerza impulsora de un progreso notable” y que podían abandonar orgullosamente el país “seguros de saber que vuestro sacrificio ha ayudado al pueblo iraquí a comenzar un nuevo capítulo en la historia, libre de tiranía y pleno de esperanza de prosperidad y paz”. Más adelante en su viaje por Medio Oriente, al hablar sobre el coste humano de la guerra, agregó: “Pienso que el precio valió la pena”.

Finalmente los últimos de esos soldados realmente “volvieron a casa” – si la palabra “casa” es suficientemente amplia para incluir no solo bases en EE.UU., sino también guarniciones en Kuwait, en otros sitios en el Golfo Pérsico, y temprano o más tarde en Afganistán.

El 14 de diciembre en Fort Bragg, Carolina del Norte, el presidente y su esposa dieron una bienvenida conmovedora a los veteranos de guerra retornados de la 82 División Aerotransportada y otras unidades. Algunos portaban pintorescas boinas color marrón, y también vitorearon de modo pintoresco al hombre que otrora dijo que la guerra era “estúpida”. Pensando indudablemente en su campaña en 2012, el presidente Obama también habló emotivamente de “éxito” en Iraq, y de “beneficios”; de su orgullo por los soldados, de la “gratitud” del país hacia ellos, de los espectaculares logros así como de los días duros vividos por “la mejor fuerza combatiente en la historia del mundo”, y de los sacrificios hechos por nuestros “guerreros heridos” y “héroes caídos”.

Elogió “un extraordinario logro gestado en nueve años”, y describió su partida como sigue: “Por cierto, todo lo que los soldados estadounidenses han hecho en Iraq –todos los combates y todas las muertes, el desangramiento y la construcción, el entrenamiento y la cooperación– todo ello ha llevado a este momento de éxito… Dejamos atrás un Iraq soberano, estable e independiente, con un gobierno representativo elegido por su pueblo.”

Y estos temas –incluyendo los “beneficios” y los “éxitos”, así como el orgullo y la gratitud que supuestamente deben sentir los estadounidenses hacia sus tropas– fueron recogidos por los medios y diversos expertos. Al mismo tiempo, otras noticias destacaban la posibilidad de que Iraq estuviera cayendo en un nuevo infierno sectario, alimentado por unas fuerzas armadas creadas por EE.UU. pero en su mayor parte chiíes, en un país en el cual los ingresos por el petróleo apenas excedieron los niveles de la era de Sadam Hussein, en una capital que todavía tiene solo unos pocas horas de electricidad por día, y que fue rápidamente afectada por una serie de atentados con bombas y por suicidas de un grupo afiliado a al Qaida (inexistente antes de la invasión de 2003), incluso mientras aumentaba la influencia de Irán y la de Washington se desgastaba silenciosamente.

Una sociedad consumista en guerra
Es verdad que, si se buscaran victorias a bajo coste en una guerra de casi un millón de millones de dólares, esta vez, como señalaron diversos periodistas y expertos, los diplomáticos de EE.UU. no se apresuraban a tomar el último helicóptero desde el techo de la embajada en medio del caos y de barriles de dólares en fuego. En otras palabras, no fue Vietnam y, como todos saben, ésa fue una derrota. De hecho, como señalaron otros artículos, nuestra –como no se ha encontrado una palabra adecuado baste con– retirada, fue una magnífica proeza de ingeniería inversa, digna de una fuerza que no tuvo igual en el planeta.

Incluso el presidente lo mencionó. A fin de cuentas, después de haber llevado lo que parecía ser gran parte de EE.UU. a Iraq, abandonarlo no era una tarea desdeñable. Cuando los militares de EE.UU. comenzaron a despojar las 505 bases que habían construido en ese país al coste de cantidades multimillonarias desconocidas de dineros públicos, abandonaron equipamiento ya no deseado por 580 millones de dólares en manos iraquíes. Y a pesar de ello todavía lograron embarcar a Kuwait, a otras guarniciones en el Golfo Pérsico, a Afganistán, e incluso a pequeñas ciudades en EE.UU., más de dos millones de artículos que iban de chalecos a prueba de bala a inodoros portátiles. Estamos hablando del equivalente de 20.000 camiones repletos.

No es sorprendente, considerando la sociedad de la que provienen, que los militares de EE.UU. libren un estilo de guerra de consumo intensivo y por ello, solo en términos comerciales, la partida de Iraq fue una retirada memorable. Tampoco debemos olvidar los trofeos que se llevaron los militares, incluyendo una vasta base de datos de impresiones digitales y de escaneos de retinas de aproximadamente un 10% de la población iraquí. (Un programa similar sigue existiendo en Afganistán.)

En cuanto al “éxito”, Washington tuvo mucho más que eso. Después de todo, planea mantener una embajada en Bagdad tan gigantesca que deja chica a la embajada en Saigón de 1973. Con un contingente de entre 16.000 y 18.000 personas, incluyendo una fuerza de posiblemente 5.000 mercenarios armados (suministrados por contratistas privados de seguridad como Triple Canopy con su contrato del Departamento de Estado por 1.500 millones de dólares), la “misión” deja chica cualquier definición normal de “embajada” o “diplomacia”.
Solo en 2012, está previsto que gastarán 3.800 millones de dólares, un tercio de eso en un muy criticado programa de entrenamiento de la policía, solo un 12% de lo cual llegará efectivamente a la policía iraquí.

A pesar de todo, dejando de lado los eufemismos y la retórica reverberante, y si se quiere como simple medida de la profundidad de la debacle de EE.UU. en el corazón petrolífero del planeta, hay que considerar cómo abandonó Iraq la última unidad de la tropa estadounidense. Según Tim Arango y Michael Schmidt del New York Times, salió a las 2:30 de la madrugada en medio de la noche. Ningún helicóptero desde los techos, pero 110 vehículos que salieron a oscuras de la Base Adder de Operación de Contingencia. El día antes de su partida, según los periodistas del Times, se ordenó a los intérpretes de la unidad que llamaran a funcionarios iraquíes locales y a jeques con los que los estadounidenses tenían estrechas relaciones e hicieran planes para el futuro, como si todo continuara su ritmo usual en la semana por venir.

En otras palabras, se quería que los iraquíes despertaran la mañana después y vieran que sus compañeros extranjeros se habían ido, sin siquiera despedirse. Da una idea de la confianza que la última unidad estadounidense sentía hacia sus mejores aliados locales. Después de ‘pavor y conmoción’, la toma de Bagdad, el momento de la misión cumplida, y la captura, juicio y ejecución de Sadam Hussein, después de Abu Ghraib y la sangría de la guerra civil, después de la ‘oleada’ y el movimiento del Despertar Suní, y de los dedos marcados con tinta púrpura y los fondos de reconstrucción desaparecidos, después de todas las matanzas y los muertos, los militares de EE.UU. se escabulleron hacia la oscuridad sin una palabra.

Si, sin embargo, necesitáramos una o dos palabras para describir todo el asunto, algo menos elegantes que las que circulan actualmente, “debacle” y “derrota” podrían satisfacer los requisitos. Los militares de la autoproclamada mayor potencia del planeta Tierra, cuyos dirigentes consideraron un día que la ocupación de Medio Oriente sería la clave para la futura política global y planificaron el mantenimiento de tropas en Iraq durante generaciones, tuvieron que salir corriendo. Debería haber sido considerado bastante asombroso.

Si se considera directamente lo que pasó en Iraq se sabrá que estamos en un nuevo planeta.

Redoblando la debacle
Por cierto, Iraq solo fue una de nuestras invasiones-convertidas-en-contrainsurgencias-convertidas-en-desastres. La otra, que comenzó primero y continúa, puede resultar ser la mayor debacle. Aunque menos costosa hasta ahora en vidas estadounidenses y tesoro nacional, amenaza con convertirse en la más decisiva de las dos derrotas, a pesar de que las fuerzas que se oponen a los militares de EE.UU. en Afganistán siguen siendo un conjunto mal armado, relativamente débil, de insurgencias minoritarias.

Por grande que haya sido la hazaña de crear la infraestructura para una ocupación militar y la guerra en Iraq, y luego equipar y abastecer a una masiva fuerza militar en ese país año tras año, no fue nada en comparación con lo que EE.UU. tuvo que hacer en Afganistán. Algún día, la decisión de invadir ese país, ocuparlo, construir más de 400 bases, llevar otros 60.000 o más soldados, masas de contratistas, agentes de la CIA, diplomáticos, y otros funcionarios civiles, y luego presionar a un débil gobierno local para que permitiera que EE.UU. se quedara más o menos perpetuamente, será interpretada como acciones ilusorias de un Washington incapaz de evaluar los límites de su poder en el mundo.

Hablando de curvas de aprendizaje: después de ver el fracaso de su país en una gran guerra en el continente asiático tres décadas antes, los dirigentes de EE.UU. se convencieron de alguna manera de que nada estaba fuera de la gesta militar de la “única superpotencia”. De modo que enviaron a más de 250.000 soldados estadounidenses (junto con todos esos Burger Kings, Subways, y Cinnabons) a dos guerras terrestres en Eurasia. El resultado ha sido otro capítulo en una historia de derrotas estadounidense – esta vez de una potencia que, a pesar de sus pretensiones, no solo era más débil que en la era de Vietnam, sino mucho más débil de lo que sus dirigentes eran capaces de imaginar.

Se pensaría que, después de ver el desarrollo de esa doble debacle durante una década, podría haber una estampida a fondo hacia las salidas. Y sin embargo no se prevé que la reducción de las tropas de “combate” de EE.UU. en Afganistán sea completada hasta el 31 de diciembre de 2014 (y se planea que se queden miles de consejeros, entrenadores, y fuerzas de operaciones especiales); el gobierno de Obama sigue negociando febrilmente con el gobierno del presidente afgano Hamid Karzai un acuerdo que –sean cuales sean los eufemismos elegidos– permita el estacionamiento de guarniciones durante años; y, como en Iraq en 2010 y 2011, comandantes estadounidenses están cabildeando abiertamente a favor de un programa de retirada aún más lento.

De nuevo como en Iraq, de cara a lo obvio, la palabra oficial no podría ser más aterciopelada. A mediados de diciembre, el secretario de Defensa Leon Panetta dijo a soldados estadounidenses de primera línea en ese país que estaban “ganando” la guerra. Nuestros comandantes allí siguen alardeando de “progreso” y “beneficios”, así como de un debilitamiento del control de los talibanes en el área central de los pastunes en Afganistán meridional, gracias a la inundación de la región con tropas estadounidenses y continuos y devastadores ataques nocturnos de las fuerzas de operaciones especiales de EE.UU.

No obstante, la verdadera historia en Afganistán sigue siendo lúgubre para una distorsionada ex superpotencia –como lo ha sido desde que su ocupación resucitó a los talibanes, el movimiento popular menos popular imaginable. Típicamente, la ONU calculó recientemente que “eventos relacionados con la seguridad” en los primeros 11 meses de 2011 aumentaron un 21% por sobre el mismo período en 2010 (lo que fue desmentido por la OTAN). De la misma manera, se están lanzando aún más recursos en un interminable esfuerzo por fortalecer y entrenar a fuerzas de seguridad afganas. Casi 12.000 millones de dólares fueron invertidos en el proyecto en 2011 y se estima una suma similar para 2012, y sin embargo esas fuerzas todavía no pueden operar independientemente, ni combaten de un modo particularmente efectivo (aunque sus oponentes talibanes tienen pocos problemas semejantes).

Policías y soldados afganos siguen desertando en masa y el general estadounidense a cargo de la operación de entrenamiento sugirió el año pasado que, para tener la menor probabilidad de éxito, ésta tendría que ser extendida hasta por lo menos 2016 o 2017. (Olvidad por un momento que un gobierno afgano empobrecido será incapaz de apoyar o financiar las fuerzas que sean creadas como resultado.)

Los talibanes, de base pastuna, se han replegado, como toda fuerza guerrillera clásica, ante las abrumadoras fuerzas armadas de una gran potencia, pero es obvio que todavía tienen un control significativo sobre el campo en el sur, y en el año pasado sus actos de violencia se han extendido cada vez más profundamente hacia el norte no-pastún. Y si las fuerzas de EE.UU. en Iraq no confían en sus socios locales en el momento de partir, los estadounidenses en Afganistán tienen muchos motivos para sentirse mucho más nerviosos. Afganos en uniformes de la policía o del ejército –algunos entrenados por los estadounidenses o la OTAN, otros posiblemente guerrilleros talibanes vestidos de uniformes comprados en el mercado negro– han vuelto regularmente sus armas contra sus aliados putativos en lo que se refieren como “violencia verde contra azul”. A fines de 2011, por ejemplo, un soldado del ejército afgano disparó contra y mató a dos soldados franceses. Poco antes, varios soldados de la OTAN fueron heridos cuando un hombre en uniforme del ejército afgano abrió fuego en su contra.

Mientras tanto, la cantidad de tropas de EE.UU. comienza a disminuir; por cierto, sus aliados de la OTAN parecen inestables; y los talibanes, a pesar de sus vicisitudes, indudablemente sienten que el tiempo está de su parte.

Dependencia de la gentileza de extraños
Por débiles que parezcan los diversos grupos que componen los talibanes, no puede caber duda de que se preparan para sobrevivir exitosamente a la mayor potencia militar de nuestros tiempos. Y, cuidado, nada de esto hace más que tocar la debacle en la que se podría convertir la Guerra Afgana. Si se quiere juzgar la dimensión de la demencia de la guerra estadounidense (y medir el desvanecimiento del poder global de EE.UU.), ni siquiera vale la pena mirar a Afganistán. En su lugar, hay que estudiar las líneas de abastecimiento que conducen a ese país.
Después de todo, Afganistán es un país en Asia Central sin salida al mar. EE.UU. está a miles de kilómetros de distancia. No existen gigantescos puertos con bases como en la Bahía Cam Ranh en Vietnam del Sur en los años sesenta, para llevar aprovisionamiento. Para Washington, aunque los guerrilleros a los que se opone van a la guerra con poco más que la ropa que llevan puesta, sus propios militares es otra cosa. Desde comidas a blindaje corporal, suministros para la construcción a municiones, necesita un masivo –y muy costoso– sistema de suministro. También tragan combustible como un borracho bebe alcohol y han gastado más de 20.000 millones de dólares por año en Afganistán e Iraq solo en aire acondicionado.

Para mantenerse en buenas condiciones, deben depender de enrevesadas líneas de aprovisionamiento de miles de kilómetros. Por este motivo, EE.UU. no es el árbitro de su propia suerte en Afganistán, aunque parece que esto ha pasado desapercibido durante años.
De todas las guerras poco prácticas que puede librar un imperio en decadencia, la afgana puede ser la menos práctica de todas. Hay que reconocer que en el caso de la Unión Soviética, por lo menos su “herida sangrante” –el calificativo que usó Mijail Gorbachov al hablar de su debacle afgana en los años ochenta– estaba convenientemente cerca. Para los casi 91.000 soldados estadounidenses que están ahora en ese país, sus 40.000 homólogos de la OTAN, y miles de contratistas privados, los suministros que posibilitan la guerra solo pueden llegar a Afganistán por tres caminos: tal vez un 20% llega por aire a un coste astronómico; más de un tercio llega por la ruta más corta y barata – a través del puerto paquistaní de Karachi, por camión o tren hacia el norte, y luego por camión pasando por estrechos desfiladeros en las montañas; y tal vez un 40% (solo permiten suministros “no letales”) a través de la Red de Distribución del Norte (NDN).

La NDN fue completamente desarrollada solo a principios de 2009, cuando quedó claro tardíamente en Washington que Pakistán posee un control potencial sobre el esfuerzo bélico estadounidense. Atravesando por lo menos 16 países y utilizando casi todo medio de transporte imaginable, la NDN incluye realmente tres rutas, dos de ellas vía Rusia, que transportan prácticamente todo a través del cuello de botella del corrupto y autocrático Uzbekistán.
En otras palabras, solo para librar su guerra, Washington ha tenido que depender de la gentileza de extraños – en este caso, Pakistán y Rusia. Una cosa es cuando una superpotencia o gran potencia en ascenso echa su suerte con países que podrán no ser aliados naturales; es una historia muy diferente cuando lo hace una potencia en decadencia. Los dirigentes rusos ya hacen ruidos sobre la viabilidad de la ruta septentrional si EE.UU. sigue contrariándolos sobre la ubicación de su eventual sistema europeo de defensa de misiles.

Pero el psicodrama más inmediato de la Guerra Afgana se encuentra en Pakistán. Allí, la masiva operación de reabastecimiento ya causa un importante escándalo. Se estimó, por ejemplo, que en 2008, un 12% de todos los suministros que iban de Karachi a la Base Aérea Bagram se perdieron en algún sitio en el camino. En lo que el jefe de policía de Karachi llamó “la madre de todos los timos” 29.000 embarques de suministros estadounidenses han desaparecido después de ser descargados en ese puerto.

En los hechos, todo el sistema de suministro –junto con la seguridad local y los acuerdos de protección y los sobornos a diversos grupos que forman parte integral de ellos en ruta– ha ayudado evidentemente a financiar y abastecer a los talibanes, así como a surtir todos los bazares en el camino y apoyar a señores de la guerra locales y a pillos de todo tipo.

Recientemente, en respuesta a ataques aéreos que mataron a 24 de sus soldados fronterizos, la dirigencia paquistaní obligó a los estadounidenses a abandonar la base aérea Shamsi, donde la CIA realizaba algunas de sus operaciones de drones, presionó a Washington para que detuviera por lo menos transitoriamente su campaña aérea de drones en las áreas fronterizas de Pakistán, y cerró los cruces en las fronteras por los cuales debe pasar todo el sistema de abastecimiento estadounidense. Siguen cerrados casi dos meses después. A largo plazo, la guerra estadounidense simplemente no puede ser librada en esas condiciones.

Aunque es probable que esos cruces sean reabiertos después de una importante renegociación de las relaciones entre EE.UU. y Pakistán, el mensaje no podría ser más obvio. Las guerras en Iraq y Afganistán, así como en esas áreas fronterizas de Pakistán, no solo han afectado el tesoro de EE.UU., sino han sacado a la luz la relativa impotencia de la “única superpotencia”. Hace diez (o incluso cinco) años, los paquistaníes simplemente no se hubieran atrevido a tomar decisiones semejantes.

El poder de los militares estadounidenses era amenazadoramente impresionante, pero solo hasta que George W. Bush apretó dos veces el gatillo. Al hacerlo, reveló al mundo que EE.UU. no podía ganar guerras terrestres distantes contra enemigos minimalistas o imponer su voluntad a dos países débiles en el Gran Medio Oriente. También sacó a la luz otra realidad, incluso si tardó en ser comprendida: ya no vivimos en un planeta en el cual es obvio cómo convertir inmensas ventajas en tecnología militar en cualquier otro tipo de poder.

En el proceso, todo el mundo pudo ver lo que es EE.UU.: la otra potencia de la Guerra Fría en decadencia. El estado de dependencia de Washington en el continente eurasiático es ahora suficientemente claro, lo que quiere decir que, no importa a qué “acuerdos” se llegue con el gobierno afgano, el futuro en ese país no es estadounidense.

Durante la última década, EE.UU. ha recibido una lección repetitiva cuando se trata de guerras terrestres en el continente eurasiático: no las inicie. Esta vez, la debacle de la inminente doble derrota no podría ser más obvia. La única pregunta que sigue existiendo es hasta qué punto será humillante la futura retirada de Afganistán. Mientras más tiempo se quede EE.UU., más devastador será el golpe a su poder.

En principio no debiera ser necesario decir todo esto y sin embargo, al comenzar 2012, con la temporada política que se aproxima, no es menos dolorosamente obvio que Washington será incapaz de terminar pronto la Guerra Afgana.

En el punto álgido de lo que parecía ser un éxito en Iraq y Afganistán, funcionarios estadounidenses se inquietaron interminablemente sobre cómo, usando la frase condescendiente del momento, poner una “cara afgana” o una “cara iraquí” a las guerras de EE.UU. Ahora, en un momento nadir en el Gran Medio Oriente, tal vez sea finalmente hora de poner una cara estadounidense a las guerras de EE.UU.: verlas claramente como las debacles imperiales que han sido – y actuar correspondientemente.



Tom Engelhardt, es co-fundador del American Empire Project. Es autor de “The End of Victory Culture”, una historia sobre la Guerra Fría y otros aspectos, así como una novela: “The Last Days of Publishing”. Su último libro publicado es: “The American Way of War: How Bush’s Wars Became Obama’s” (Haymarket Books).

Traducido del inglés por Germán Leyens

5 de enero de 2012

¿NUEVA CRISIS DEL PETRÓLEO?

Germán Gorráiz López. Rebelión

Inicio del declive mundial en la producción del crudo: Según la Asociación para el Estudio del Petróleo y el Gas, (ASPO) ,la producción mundial de petróleo habría iniciado ya su declive, fenómeno que se explica por medio de los métodos de análisis del geólogo King Hubbert sobre la producción de petróleo de los Estados Unidos, método conocido como la "curva de Hubbert" (Hubbert, calculó en 1956 con extraordinaria precisión, la fecha en que los Estados Unidos no podrían producir más petróleo aunque se perforarán más pozos, proceso de disminución que continúa y provoca que Estados Unidos requiera importar cada año más petróleo).


La producción actual de petróleo proviene en más de un 60% de campos maduros,(que tienen más de 25 años de ser explotados de manera intensiva) por lo que las nuevas prospecciones se realizan en regiones más remotas, con mayor coste productivo y menor rentabilidad, amenazando en muchas ocasiones a reservas y parques naturales y siendo el desfase entre el consumo mundial y los descubrimientos de nuevas explotaciones abismal , en una proporción de 4 a 1 y según los expertos , el tiempo necesario para poner en marcha a pleno rendimiento un yacimiento es de alrededor de 6 años, por lo que cualquier descubrimiento no podrá entrar en operación hasta después del 2010 y a modo de ejemplo, los nuevos proyectos de infraestructura petrolera de extracción de crudo considerados como "grandes," (aquellos de más de 500 millones de barriles), en Arabia Saudí para el 2011 son inexistentes.

¿Nueva crisis del petróleo?: La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) mantiene sin cambios su pronóstico sobre la demanda mundial en 2011 y 2012, que cifra en 87,81 y 89,01 millones de barriles diarios (mbd), respectivamente, pese a las incertidumbres que se ciernen sobre el mercado, con lo que la previsión del crecimiento de la demanda petrolera mundial en 2012 permanece así sin cambios en 1,2 mbd (un 1,36 por ciento anual)", señala la OPEP en su informe mensual correspondiente a noviembre.


En cualquier caso, la recuperación y la demanda estarán lideradas por países emergentes como China , pues su demanda de petróleo no ha dejado de crecer vertiginosamente llegando en la actualidad a unos 8.200 mb/d (9,72%) frente a una producción de 3.860 mb/d, lo que hace que sea netamente importador de unos 4.340 mb/d. ( cerca del 10% del total comercializado en el mercado) y para el 2011 China incrementará su demanda petrolera en 560.000 bpd., lo que representa un 50% del total del incremento mundial de consumo petrolero para este año y convertiría a China en el segundo consumidor mundial .

Sin embargo, el estancamiento del precio del crudo en el bienio 2008-2010 (a pesar de los sucesivos recortes de producción por parte de la OPEP) debido a la severa contracción de la demanda mundial y a la huida de los brokers especulativos , ha imposibilitado a los países productores conseguir precios competitivos (rondando los 90 $) que permitirían la necesaria inversión en infraestructuras energéticas y búsqueda de nuevas explotaciones, por lo que no sería descartable un posible estrangulamiento de la producción mundial del crudo en el horizonte del 2.015, al concatenarse la recuperación económica de EEUU y la UE con factores geopolíticos desequilibrantes.

Así, Irán, el segundo mayor productor de la OPEP, podría tratar de impedir el tráfico a través del estratégico Estrecho de Ormuz si Estados Unidos recurre a la acción militar contra la República Islámica sobre su disputado programa nuclear y según estimaciones de la AIE (Agencia Internacional de la Energía), 13,4 millones de barriles por día (bpd) de crudo pasarían a través del estrecho canal en buques petroleros,(lo que representa casi el 40 por ciento del suministro de crudo que se comercializa mundialmente).

Todo ello, originará presumiblemente una psicosis de desabastecimiento y el incremento espectacular del precio del crudo hasta niveles del 2008 ( rondando los 150 $) que tendrá su reflejo en un salvaje encarecimiento de los fletes de transporte y de los fertilizantes agrícolas, lo que, aunado con inusuales sequías e inundaciones en los tradicionales graneros mundiales .

Ello aunado con la consecuente aplicación de restricciones a la exportación de commodities de dichos países para asegurar su autoabastecimiento, terminará por producir el desabastecimiento de los mercados mundiales, el incremento de los precios hasta niveles estratosféricos y la consecuente crisis alimentaria mundial , pues la carestía de productos agrícolas básicos para la alimentación (trigo, maíz, arroz, sorgo y mijo) y el incremento bestial de dichos productos en los mercados mundiales que tuvo su punta de iceberg en el 2.007, irá presumiblemente “in crescendo” a lo largo de esta década hasta alcanzar su cenit en el horizonte del 2.016

LA DEMOLICIÓN DE CANADÁ

Alberto Rabilotta. ALAI AMLATINA

La gran crisis del capitalismo está permitiendo a la plutocracia financiera dominante destruir una a una todas las grandes conquistas socioeconómicas de los pueblos. Parecería que nada puede resistir a esa brutal aplanadora que cotidianamente deja un tendal de desempleados y excluidos. Y Canadá no es una excepción.

En Canadá el 2011 terminó y el 2012 comienza con dos importantes cierres patronales (lock-out) para cortar los salarios y destruir a los sindicatos. El primer lock-out es el de la empresa Electro-Motive Canadá de London, provincia de Ontario, una filial de la transnacional Carterpillar de Estados Unidos (EE.UU.) que exige de sus 420 trabajadores la aceptación de una baja de 50 por ciento en el salario, las pensiones y beneficios. El segundo lock-out es en la fundición de la transnacional minera Río Tinto Alcan en Alma, provincia de Québec, donde 780 trabajadores fueron impedidos de entrar al trabajo después de semanas de negociaciones infructuosas para renovar el contrato colectivo de trabajo, que expiró el domingo pasado.

Ambos casos no sorprenden. La baja de salarios y de las pensiones, y el debilitamiento o la demolición de los sindicatos se han convertido en la norma en Canadá bajo el gobierno del primer ministro conservador Stephen Harper, que además ha limitado –por no decir eliminado- el derecho de huelga en el sector público federal y en el sector privado de registro federal, como fue evidente durante la reciente intervención del gobierno para poner fin a las huelgas en Correos Canadá –una empresa autónoma- y en Air Canadá, una empresa privada.

El año comienza, si uno sigue los titulares de los grandes diarios canadienses, como el Globe an Mail (G&M), con el recordatorio de que en las primeras tres horas del 2012 los ricos empresarios o ejecutivos ya ganaron el equivalente del salario anual promedio de un trabajador en el 2010 (1), o sea 44 mil 366 dólares canadienses (el dólar canadiense está casi en paridad con el estadounidense), y que el ingreso promedio de los “grandes jefes de empresas” en el 2010 fue equivalente a 189 salarios anuales del trabajador promedio, o sea de ocho millones 385 mil dólares, según los cálculos del Centro Canadiense para Políticas Alternativas (CCPA, en su sigla en inglés). Por su parte el Toronto Star, diario de mayor circulación en el país, destaca la misma información, enfatizando que en el 2010 los 100 ejecutivos mejor pagados del país se concedieron un aumento del 27 por ciento, mientras que el trabajador canadiense promedio solo logró un alza de 1.1 por ciento, o sea menos que la tasa de inflación.


Implantando la desigualdad a marcha forzada

Para quienes han vivido en Canadá durante las últimas cuatro o cinco décadas, como es el caso de quien esto escribe, es visible y palpable la rápida demolición a partir de mediados de los 90 y con una fuerte aceleración desde mediados de la década pasada, cuando los conservadores de Harper llagaron al gobierno, de un sistema que había alcanzado - entro de las economías capitalistas avanzadas-, niveles de igualdad más comparables a los países nórdicos de Europa que a los de EE.UU., como es constatable en las gráficas que miden el “índice Gini” en las últimas tres décadas de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

El último informe de la OCDE sobre el aumento de la desigualdad en los países miembros (2) revela que desde mediados de los años 90 del siglo pasado se agranda la brecha entre ricos y pobres en Canadá: El tope de la pirámide canadiense, el uno por ciento de los ricos, vio pasar su parte de los ingresos totales del país de 8.1 por ciento en 1980 a 13.3 por ciento en 2007, y la parte de la riqueza que se apropian los más ricos, el 0.1 por ciento, pasó del dos al 5.3 por ciento.

En gran medida esto se explica por la baja de impuestos que favorece a los más ricos: la tasa marginal sobre los ingresos personales que impone el Estado federal bajó 14 por ciento: de 43 por ciento en 1981 pasó a 29 por ciento en 2010, según las cifras de la OCDE.

En cuanto las grandes y medianas empresas canadienses y extranjeras establecidas en el país, que según la agencia Estadísticas Canadá tienen atesorados en reservas y depósitos bancarios más de 583 mil millones de dólares canadienses y 276 mil millones en divisas extranjeras – lo que significa un aumento del 9.0 por ciento desde el 2010 y del 27.3% desde el 2007 -, en el 2012 y por quinto año consecutivo recibirán una baja de su tributación federal, un regalo de dos mil 850 millones de dólares del gobierno conservador de Harper.

En efecto, en el 2012 se aplicará un recorte de 1.5% a la tributación de las empresas, que de esta manera tributarán una tasa del 15.0%, o sea 7.5 por ciento menos que en el 2007, y 15.0 por ciento menos que en la década de los 90.

Como se pregunta el economista Jim Stanford, del sindicato de Trabajadores Canadienses del Automóvil (CAW, en su sigla en inglés), ¿por qué razón en tiempos de déficit fiscales el gobierno se endeuda aun más para aumentar los flujos de capital de empresas que no están invirtiendo en la economía el capital sobre el cual están sentadas?

La creciente desigualdad de ingresos en Canadá se debe en gran medida a la combinación de varios factores, y en particular a la liberalización comercial que comenzó con el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos (EE.UU.) a finales de los 80 y fue ampliado a México (el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TLCAN) en los 90. Esta liberalización comercial condujo directamente a la aplicación de las políticas de “flexibilización” del mercado laboral, o sea al combate contra los sindicatos para eliminar los contratos colectivos laborales que aseguran el empleo a tiempo completo, a la reducción de salarios, pensiones, beneficios marginales y condiciones laborales, y a la instauración del “trabajo independiente”, que como señala el informe de la OCDE sobre Canadá “incrementa la desigualdad de ingresos” porque los trabajadores “autoempleados” en general ganan menos, no tienen pensión asegurada ni tampoco gozan de beneficios marginales.

En otras palabras, en una economía capitalista la sindicalización asegura mejores salarios para los trabajadores adherentes, pero también impulsa el aumento del salario mínimo. La eliminación de los sindicatos, el objetivo de la política neoliberal, es para reducir los salarios, las pensiones y empeorar las condiciones laborales.

Craig Riddell, economista especializado en asuntos laborales de la Universidad de Colombia Británica, afirma que el 20 por ciento de la desigualdad en materia de ingresos que se produjo en las últimas décadas en Canadá puede ser atribuida “a la baja de la densidad sindical”, y agrega que esto es particularmente constatable en el sector privado, donde la baja de “densidad sindical” ha sido mas pronunciada.

Al papel de los sindicatos en la reducción de la desigualdad de los ingresos se han unido, históricamente, las medidas de redistribución del ingreso adoptadas a mediados de la década de los años 30 para combatir la Gran Depresión, incluyendo la tributación progresiva y las políticas de pleno empleo – el llamado Estado benefactor -, políticas estas que han sido o están siendo abolidas en las naciones del capitalismo avanzado donde están siendo aplicados los programas de austeridad para “reducir” los déficit fiscales.

De ahí la importancia del decreciente papel del Estado en la redistribución de la riqueza a través de la fiscalidad: Hasta mediados de los años 90, según la OCDE, el sistema tributario y de redistribución fiscal canadiense era tan efectivo para contrarrestar la desigualdad como los existentes en los países Nórdicos de Europa, logrando compensar más del 70 por ciento de la desigualdad por los ingresos provenientes del mercado (ganancias bursátiles, etcétera). El efecto de la redistribución ha declinado desde entonces y ahora “los impuestos y los beneficios solo compensan menos del 40 por ciento del aumento de la desigualdad”.


De Canadá al AcáNada

En el diario G&M del pasado 16 de diciembre el académico canadiense Gerald Caplan alerta, en un articulo titulado “Be very afraid: Stephen Harper is inventing a new Canada”, que hay que temer mucho el “nuevo Canadá” que el primer ministro Harper “está inventando” desde que llegó al gobierno en el 2006, y que ya “ha transformado dramáticamente el viejo Canadá”.

Caplan destaca que en Harper se ve la “naturaleza de los verdaderos creyentes e ideólogos que creen que cualquier medio justifica sus sagrados fines”, y retoma lo expresado por el analista canadiense Laurence Martín –del G&M-, de que al igual que los conservadores estadounidenses de quienes los ‘harperitas’ tienen tanta envidia, nuestro gobierno ha fabricado una nueva realidad que está imponiendo al pueblo canadiense.

El elemento central de la “nueva realidad” es la repudiación, cuando no le conviene al gobierno, de cosas tan “irrelevantes como las evidencias, hechos concretos o la racionalidad”, y después enumerar ejemplos bien concretos a partir de acciones ministeriales, Caplan enfatiza que los “valores (del Canadá de Harper) exigen cambios fundamentales en nuestro proceso de gobierno, como el ataque directo de los sindicatos, las medidas sin precedentes adoptadas para silenciar a las organizaciones no-gubernamentales, la mordaza de los ostensiblemente independientes supervisores federales, y el desprecio de décadas de valiosa diplomacia canadiense en la ONU.

“El nuevo Canadá es un lugar donde se le ha dado al militarismo un más preciado lugar que a las operaciones para mantener la paz”, y cita a Martín, para quien “bajo Stephen Harper el gobierno devino totalmente intrusivo () Los controles de Estado están ahora en el punto máximo de toda nuestra historia moderna. Y todas las indicaciones muestran que seguirán extendiéndose”.

Cualquier observador de la política canadiense puede constatar el desprecio manifestado por el actual Ejecutivo hacia el Parlamento; el cambio radical en materia de política exterior para alinearse con las políticas más agresivas de EE.UU. e Israel; la salida del Tratado de Kioto para torpedear cualquier avance destinado a frenar el recalentamiento global; la conclusión de tratados y acuerdos (como el relativo al perímetro de seguridad continental con EE.UU.) negociados sin consultas y a espaldas del Parlamento, entre otras muchas cosas más.

La lista es larga, y como escribe el analista Campbell Clark al hacer un balance del 2011 (G&M, 28 de diciembre 2011) “en un año en el que el mundo fue sacudido por la crisis financiera y las insurgencias árabes, también sufrió cambios la posición de Canadá. Antes de salirse del campo de batalla en Afganistán, en julio, (el gobierno) se unió a la guerra aérea en Libia. Al terminar (esta guerra) el señor Harper cantó victoria, y prometió que los militares estaban listos para más (misiones). (Harper) bloqueó parte de la declaración de la reunión de los lideres del G8 que exhortaba a negociaciones de paz en Israel, y resistió a la mayoría (de la Asamblea General) de Naciones Unidas al oponerse vocalmente al pedido de reconocimiento de un Estado palestino”.

Entre las instituciones canadienses que peligran, porque los conservadores no aceptan criticas ni mención de otra opinión que la gubernamental, está la emisora pública Radio-Canadá/Canadian Broadcasting Corp.

El 2012 también comienza en este Canadá de Harper con la iniciativa gubernamental para establecer, dentro del ministerio de Relaciones Exteriores, la Oficina de Libertad Religiosa (OLR), vista por analistas como otro signo del viraje conservador en materia de política exterior, y sin duda uno que entrelaza de manera sólida al gobierno conservador canadiense con los movimientos religiosos con posiciones muy conservadoras en el país y el extranjero. La OLR, según el G&M, podrá criticar públicamente a los “regímenes” que maltraten a las minorías religiosas, y sin necesidad de pasar por los filtros moderadores de la diplomacia ni expresar la posición del Parlamento.

En el “viejo Canadá” de la democracia liberal en un capitalismo bastante regulado, con sus muchos defectos que siguen vigentes o se agravan aun más bajo el gobierno de Harper, como la terrible situación de muchísimas comunidades indígenas, había empero muchas cosas positivas porque en el marco de América del Norte era la única sociedad relativamente igualitaria, progresista, afable, tolerante social y políticamente.

País de instituciones respetadas y respetables, con un Parlamento vibrante por el respeto de la división de poderes, del procedimiento legislativo y la vigencia de la oposición, con una política exterior con una que otra arista de independencia, ese Canadá está siendo arrasado por un gobierno que, al final de cuentas y más allá de los taparrabos usuales, retórica populista, cuestiones morales o religiosas, está sin vergüenza alguna al servicio directo de intereses económicos privados. ¿Cuáles?: Los principales son las compañías petroleras que explotan el sucio petróleo bituminoso de Alberta y quieren acceder a explotar el petróleo y el gas natural en las aguas de Ártico para abastecer el mercado estadounidense; las compañías mineras y de transformación de metales que explotan yacimientos de oro, plata, cobre, cinc y demás minerales en todos los continentes, y particularmente en América latina; de los intereses de grandes bancos de depósitos e inversiones canadienses, como el Bank of Nova Scotia (Scotiabank), para citar uno que tiene tentáculos en casi toda América latina.




Notas

(1) El CCPA utiliza las cifras del 2010 porque no estaban disponibles las del 2011.





4 de enero de 2012

SOBRE EL ANONIMATO DE ANONYMOUS

Raúl. Bracho. Aporrea

He recibido varios mail debido a mi última nota en Kaos y Aporrea sobre “Una CARETA MACHISTA” donde cuestiono algunas cosas fundamentales de este grupo que a diario actúa de forma global. Pienso que es un deber publicar las más interesantes.
Hubo un comentario importante acerca del origen de la máscara usada por Anonymus, el dice su procedencia de un supuesto rebelde al reino ingles del siglo 17 y lo relaciona con el personaje de una película donde se uso la famosa máscara… pero la nota que recibí hoy me parece muy interesante y voy a reproducirla para todos y todas ustedes:


¿Quién es Anonymous, realmente?
Percy Francisco Alvarado Godoy
3 de enero de 2012
Aunque este nuevo fenómeno mediático destapa a grupos neonazis existentes en Alemania, sospechosamente ha intervenido en páginas de simpatizantes con la causa de Cuba y la liberación de los Cinco. Es un provocador de origen cubano, que vive en Alemania y que se ha vinculado con elementos anticubanos y de organizaciones anticomunistas en Ecuador, Perú, Uruguay, en Argentina y de otros países latinoamericanos, así como con organizaciones subvencionadas por la USAID, la NED, e instituciones militares de Canadá e Inglaterra.


En Estados Unidos mantiene vínculos con ultraderechistas en Los Ángeles y otras ciudades, sobre todo en Miami.

Esto huele a tufillo y detrás de ellos pueden esconderse malas intenciones.

Su presentación es: "Mi nombre es Anonymous Link. Evidentemente, no es mi verdadero nombre. Uso este para mantener mi anonimato en la red cuando me relaciono con el activismo y el cyberactivismo a través de Anonymous.

Anonymous es una idea que es compartida por un amplio grupo heterogéneo de personas cuyos miembros presentan gran variabilidad en sus funciones, grado de compromiso y permanencia en el mismo, que carece de jerarquía y líderes y cuyo objetivo es denunciar y modificar aquellas situaciones y/o acciones que, desde los gobiernos y otras entidades con poder directo y/o indirecto, se impulsan y que tienen como consecuencia primaria o secundaria la restricción de algún tipo de libertad inherente al ser humano.

Para ello, Anonymous se vale de la protesta pacífica tanto en la calle como en la red, a través de manifestaciones, ataques DDoS y otro tipo de operaciones. Anonymous se ha convertido en un movimiento que se ha extendido por todo el globo y que ha apoyado varias iniciativas de otros grupos que perseguían los mismos principios e ideales.

Por ello, una descripción de mi está de más. Subiré videos relacionados con la protesta y el activismo, así como expresando mi opinión. Si deseas unirte a Anonymous, estar al tanto de novedades y/o intercambiar opiniones, puedes agregarme como amigo, suscribirte a mi canal y/o mandarme mensajes."

Mantiene vínculos en facebook con la Red de Seguridad y Defensa de América Latina, cuya Visión es: "Una organización que a través del trabajo en red, genera, enlaza y potencia las capacidades y esfuerzos de los tomadores de decisión, académicos y miembros de la sociedad civil en el ámbito de la seguridad y la defensa, colaborando a la construcción de un ambiente democrático, seguro y pacífico en América Latina y el Caribe, donde existan instituciones democráticas, que generen políticas, experiencias e iniciativas que impacten a su vez en el ambiente hemisférico e internacional de la seguridad."

Desde su creación, RESDAL se sostiene por proyectos. Actualmente se reciben fondos de:
- Strengthening Institutional and Civilian Capacity in the Security and Defense Sectors, National Endowment for Democracy, US$ 201.640, 1º de octubre de 2011 – 30 de septiembre de 2013.
- Improving and sharing Latin American gender approach to peacekeeping within the framework of UNSCR 1325 and 1820, Royal Ministry of Foreign Affairs, NOK$ 1.338.402, 1º de mayo de 2011 – 30 de abril de 2011.
- Gender and Peace Operations for Latin America: Resolutions 1325 and 1820, from theory to practice, Global Peace and Security Fund – DFAIT/Canadá, CAD$ 296.153, 10 de septiembre.

Entre sus sospechosos miembros se encuentran:
Margaret Daly-Hayes: Licenciada en periodismo, Magíster en Literatura Española y en Ciencias Políticas, y Doctora en Ciencias Políticas. Es profesora adjunta de la Universidad Georgetown y Vicepresidenta de EBRINC, una consultora en temas de política, defensa y seguridad, y Presidenta de EBR Asociados, su componente internacional. De noviembre de 1997 a marzo 2004, fue la primera Directora del Center for Hemispheric Defense Studies de la National Defense University. Es especialista en temas de economía política y seguridad en los Estados Unidos y América Latina. Fue asesora de relaciones externas del BID, directora de la Oficina de Washington del Consejo de las Américas, y asesora superior para el hemisferio occidental del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos. Ha dictado conferencias sobre temas latinoamericanos en numerosos foros en Estados Unidos y América Latina; y ha publicado extensamente sobre relaciones cívico-militares, inter-gubernamentales y con las ONGs en operaciones de paz, entre otros temas relacionados con la Defensa.

Hal Klepak: Es Profesor emérito de Historia Latinoamericana y de Relaciones Internacionales en el Royal Military College de Kingston, Canadá. Actualmente es asesor del Jefe del Ejército canadiense. Ha sido asesor sobre temas de seguridad interamericanos del Department of Foreign Affairs and International Trade (DFAIT) y el Department of National Defence (DND) de Canadá. Es autor de varios libros y artículos sobre políticas de defensa y política exterior de América Latina.


Johanna Mendelson-Forman: Es Juris Doctor, Ph.D. en historia latinoamericana y Magíster en Relaciones Internacionales, con certificado en Estudios Latinoamericanos. Ha sido oficial senior del Programa para la Paz, Seguridad y Derechos Humanos de la United Nations Foundation. Entre su vasta carrera profesional trabajó en diversas organizaciones oficiales y de cooperación en los Estados Unidos. Fue Fundadora de la Conflict Prevention Network. Es Miembro del Consejo Asesor del Women in International Security y también se desempeña en el Consejo Directivo del Institute for World Affairs. Se especializa en temas de seguridad y desarrollo, con énfasis en las relaciones cívico-militares, proliferación de armamentos, seguridad interior y mantenimiento de la paz, sobre lo cual ha publicado extensamente.


Entre sus amigos en Facebook se encuentran:
Adam Isacson: Program Associate, Security Policy Program en Washington Office on Latin America.
Alejandro Beoutis: Colegio Interamericano de Defensa, Washington DC, USA
Anonymus puede ser, sin lugar a dudas, un proyecto provocador más que una red de buenas intenciones. Detrás de Anonymus están Estados Unidos y la CIA. Podría ser, en realidad, una manera de incorporar incautos para que sean espiados dentro de la red.

3 de enero de 2012

LA CRISIS BRITÁNICA GOLPEA A LOS JÓVENES

En el reino unido el desempleo juvenil paso la barrera psicológica del millón de personas

Marcelo Justo.Página 12

Este año la matrícula universitaria costará unos 16 mil dólares y la ayuda estudiantil secundaria ha desaparecido. Así las cosas, no sorprende que los estudiantes estén engrosando las filas de la prostitución para financiarse.


“He tenido 20 años y no permitiré que digan que es la edad más hermosa.” La famosa frase de Paul Nizan tiene más peso que nunca en la Europa actual y no por razones existenciales. La crisis económica está golpeando con particular fuerza a los jóvenes. En el Reino Unido el desempleo juvenil superó la barrera psicológica del millón de personas y nadie parece abrigar esperanzas de que las cosas mejoren en este 2012. Unos porque nunca tuvieron expectativas de otra cosa, otros porque las puertas abiertas se están cerrando y no hay tampoco manera de abrirlas: este año la matrícula universitaria costará unos 16 mil dólares y la ayuda estudiantil secundaria ha desaparecido. Así las cosas, no sorprende que los estudiantes estén engrosando las filas de la prostitución para financiarse una carrera que mejore, sin ofrecer garantías, su futura empleabilidad.


En un intento de capturar y transmitir la gravedad de la crisis, la ONG Barbados, que defiende los derechos de los menores, llama a los jóvenes “los futuros pobres”. En algunos casos el futuro no es más que la continuación del pasado: llevan la pobreza inscripta en la partida de nacimiento. En los barrios londinenses de Tottenham, Lewisham, Hackney, en los bolsones pobres de las grandes ciudades, en Manchester y Liverpool, Birmingham y Newcastle, hace mucho que se abandonó toda esperanza. Durante los saqueos masivos que conmovieron en Reino Unido durante agosto, un 80 por ciento de los arrestados tenía menos de 25 años.

En su mensaje de año nuevo, emitido este domingo, la máxima autoridad de la Iglesia Anglicana, el arzobispo de Canterbury Rowan Williams, exhortó a los británicos a no demonizar a los jóvenes. Pidió a los británicos que abandonen la hostilidad hacia los jóvenes. “Es una tragedia que haya saqueos cuando podemos ver lo que se puede lograr con esos jóvenes cuando esa energía que tienen es canalizada positivamente en un contexto de seguridad y amor”, señaló el arzobispo. Pero como advirtió David Lammy, diputado laborista por Tottenham, el barrio donde se originaron los incidentes, no hay una conciencia social o política sobre la gravedad y urgencia del tema. “Necesitamos políticos de todos los partidos que atiendan estos problemas o los saqueos pueden volver a repetirse”, vaticina Lammy.

No hay señales de que el gobierno esté escuchando. La primera reacción a los disturbios fue descalificarlos como mero vandalismo juvenil de pandillas desbocadas. El primer ministro David Cameron suavizó un poco sus propias palabras hablando de la desintegración moral de la sociedad y prometiendo una investigación de los hechos, pero la política socioeconómica del gobierno no varió un ápice.

En su comparecencia ante el Parlamento en octubre, el ministro de Finanzas George Osborne reafirmó el plan de austeridad del gobierno que contempla una reducción de unos 140 mil millones de dólares en el gasto fiscal del período 2011-2015. Los programas juveniles, diezmados por los recortes, no recibieron ninguna nueva fuente de financiamiento. El barrio de Tottenham es un claro ejemplo del abismo social que existe en uno de los países ricos del planeta. Es la zona con mayor desempleo de Londres y una de las diez más pobres del Reino Unido: los clubes de la juventud desaparecieron luego de que el presupuesto municipal sufriera una poda del 75 por ciento.

La apuesta de la coalición conservador-liberal demócrata es que el sector privado compensará el draconiano achicamiento del Estado. Por el momento, esta apuesta no ha dado resultado. Entre julio y septiembre de 2011 unas 67 mil personas perdieron su empleo estatal: el sector privado solo creó cinco mil nuevos puestos. Según el prestigioso Chartered Institute of Personnel and Development, esta situación empeorará este año con el despido de unos 120 mil trabajadores estatales. Una chica de 21 años que terminó el año pasado la universidad, Charlotte Foster, resumió al Daily Telegraph su falta de expectativas. “En el mejor de los casos pasaré de un empleo temporal a otro. Con tantos despidos va a ser muy difícil. Hay gente con diez años de experiencia en el mercado laboral buscando trabajo”, señaló al matutino.

Si la estrategia de la coalición para el conjunto de la sociedad hace agua, para los jóvenes ha naufragado en medio de la nada. Una de las medidas de austeridad de la coalición que más los han afectado es la triplicación de las matrículas universitarias, que entra en vigor este año, y la eliminación de ayuda a estudiantes secundarios. Las masivas manifestaciones entre octubre de 2010 y marzo del año pasado sacaron a los jóvenes del letargo político de las últimas dos décadas, pero no consiguieron evitar la reforma de la ley educativa.

Con costos por las nubes y sin acceso a puestos part-time o a empleos veraniegos, muchos estudiantes están recurriendo a variadas formas de prostitución. “Con todos los recortes que ha habido, muchas estudiantes se prostituyen para escapar de la pobreza. Con este tipo de trabajo, se puede en una noche cubrir más o menos los gastos de la semana”, señala Sarah Walker, de una agrupación de defensa de los trabajadores sexuales, el English Colective of Prostitutes (ECPL). Un estudio de la Universidad de Leeds, en el norte de Inglaterra, reveló que un 25 por ciento de las strippers y lapdancers de la capital eran estudiantes. Otra investigación de la Universidad de Londres mostró que un 16 por ciento de las universitarias estaban dispuestas a prostituirse para pagar sus estudios y un 11 por ciento contemplaba la posibilidad de trabajar en agencias de escort. “La mayoría son estudiantes que acaban de empezar la universidad o estudiantes adultos que quieren un título. El gobierno sabe que el trabajo sexual es una manera de escapar de esta trampa, pero parece no importarle mucho”, señala Walker.

En medio del desaliento, la Unión de Estudiantes se ha comprometido a continuar con las protestas para cambiar la política universitaria de la coalición. En noviembre, casi un año después que el Parlamento aprobara la triplicación de las matrículas, miles de estudiantes se manifestaron por un cambio de política. La mayoría no estaba directamente afectada por la medida que solo entrará en vigencia para la camada que ingresa a la universidad este septiembre. 2012 promete ser un año movido.