2 de febrero de 2017

“EL AGOTAMIENTO DE LA FASE HISTÓRICA ACTUAL DEL CAPITALISMO”

Guglielmo Carchedi. Marxismo Crítico.

Un argumento clave para la teoría de la historia y la revolución de Marx es que “Ningún orden social perece antes de que se han desarrollado todas las fuerzas productivas a las que puede dar curso” (Crítica de la Economía Política, Prefacio). Ahora, si el marxismo es una ciencia, debe ser verificable empíricamente. Pero esta verificación es también importante por otra razón. Como dice Gramsci, “La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no acaba de nacer” (Cuadernos de la cárcel , “La influencia del materialismo” y “crisis de autoridad”, Volumen I, tomo 3, pág. 311 , escrito alrededor de 1930). El análisis empírico también nos permite comprender por qué y sobre todo cómo lo viejo muere.

En la fase actual de la historia – es decir, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad – el capitalismo se encuentra con un límite cada vez más insalvables debido a la contradicción entre el crecimiento de la productividad del trabajo por un lado y las relaciones de producción, entre el trabajo y el capital, por el otro. Esta contradicción es cada vez más fuerte y el capitalismo está agotando su capacidad para desarrollarse en el contexto de esta fase histórica. La forma concreta adoptada por esta contradicción, su creciente incapacidad para desarrollarse, son crisis cada vez más violentas.

El punto clave es la tasa de ganancia, el indicador clave de la salud de la economía capitalista. En el ámbito de una nación o grupo de naciones, lo que cuenta es la tasa media de ganancia.

Consideremos en primer lugar la tasa promedio de ganancia de Estados Unidos, la nación que todavía es, con mucho, la más importante. Las estadísticas muestran que la tasa de ganancia de los EE.UU. está en un estado de caída irreversible. La caída es tendencial, es decir, a través de ciclos económicos ascendientes y descendentes. Sin embargo, la tendencia es claramente a la baja.


Gráfico 1. tasa media de ganancia, EE.UU., 1945-2010 1



La tasa de ganancia cae debido a la naturaleza específica de las innovaciones tecnológicas, el factor principal de su dinamismo. Las innovaciones, por un lado aumentan la productividad del trabajo, es decir, cada trabajador crea una cantidad cada vez mayor de mercancías con la ayuda de medios cada vez más avanzados de producción. Por otro, las innovaciones reemplazan a los trabajadores por medios de producción.

Gráfico 2. La productividad del trabajo y de los trabajadores de los medios de producción



La productividad se incrementó de 28 de millones de dólares por trabajador en 1947 a 231 millones en 2010, mientras que los trabajadores por medios de producción se redujo de 75 en 1947 a 6 en 2010. Dado que sólo el trabajo produce valor, una hipótesis que puede demostrarse empíricamente, una mayor cantidad de producto siempre contiene una menor de valor.

Esto también se aplica al trabajo mental. Se habla mucho estos días de Internet como un nuevo horizonte del desarrollo del capitalismo. En un reciente artículo[2] analizo la naturaleza del trabajo mental y argumento que puede ser productivo de valor y plusvalía, al igual que el trabajo objetivo, equivocadamente llamado material. Sin embargo, incluso el trabajo mental está sujeto a las mismas reglas que determinan el trabajo en el capitalismo. Por un lado, las nuevas formas de trabajo mental dan lugar a nuevas y más terribles formas de explotación y nuevas posibilidades para aumentar aún más la tasa de explotación de los trabajadores mentales. Por otro lado, las nuevas tecnologías reemplazan el trabajo mental con medios de producción, al igual que sucede en el trabajo objetivo. A pesar de sus características específicas, el trabajo mental no es el elixir de la eterna juventud del capitalismo.

Consideremos ahora la economía mundial. La misma tendencia de la tasa de ganancia en los EE.UU. puede ser observada a nivel mundial.

Gráfico 3. tasa de ganancia en todo el mundo y el G7, 1963-2008 (índice 1963 = 100)



Nótese la diferencia entre la tasa de ganancia del G-7 y el resto del mundo. Para comenzar desde los últimos años de la década de 1980, el G-7 han sufrido una crisis de rentabilidad (tendencia negativa), mientras que la tasa de ganancia tiene una tendencia global positiva. Esto significa que otras naciones han desempeñado un papel cada vez mayor para mantener la tasa de ganancia en todo el mundo.

La siguiente tabla pone la fase actual de desarrollo capitalista en un contexto histórico más amplio.

Gráfico 4.



Los gráficos 1, 3 y 4 muestran que la tasa de ganancia no cae en línea recta, sino a través de ciclos ascendentes y descendentes. Y la tendencia a caer es frenada y revertida debido contra-tendencias de forma temporal. Hay tres tendencias principales contrarias a la caída de la tasa de ganancia. Los tres son capaces de frenar esta caída sólo temporalmente.

La primera es que las innovaciones tecnológicas disminuyen el valor de cada unidad de producto. Esto también se aplica a los medios de producción. El denominador de la tasa de ganancia puede caer y la tasa de ganancia puede crecer. Esto es cierto en el corto plazo, pero en el largo plazo existe incertidumbre. Si la tasa de ganancia cae, el valor de los medios de producción debe crecer. Esto es lo que pone de manifiesto el siguiente gráfico

Gráfico 5 . Valor de los medios de producción (% del PIB), EE.UU., 1947-2010



En este gráfico se confirma lo que Marx anticipó en los Grundrisse: una sola máquina puede costar menos, pero la totalidad del precio de las máquinas que sustituyen a esa máquina aumenta no sólo en términos absolutos sino también en relación con el precio de salida. A la larga, esta contra-tendencia no ha funcionado.

La segunda contra-tendencia es el aumento de la tasa de explotación. Los trabajadores producen más valor y plusvalía si trabajan más tiempo y con mayor intensidad. Y cuanto más plusvalía producen, mayor es la tasa de explotación, mayor es la tasa de ganancia. Esto es lo que ocurrió a partir de 1986, con el advenimiento del neoliberalismo y el ataque salvaje a los salarios. La tasa de explotación se elevó a los niveles más altos de la posguerra, con la excepción de 1950.

Gráfico 6. Tasa de explotación, EE.UU., 1945-2010



El gráfico a continuación relaciona la tasa de explotación con la tasa de ganancia.

Gráfico 7. Tasa de explotación y la tasa de ganancia, 1947-2010



Las dos tasas están estrechamente relacionados. Esta tabla puede ser leída como si la tasa de ganancia estuviera determinada por la tasa de explotación: hasta mediados del decenio de 1980 cuanto más disminuye la tasa de explotación más baja es la tasa de ganancia. Por el contrario, a partir de los años 1980 a 2010, cuanto mayor es la tasa de explotación, mayor es la tasa de ganancia. La conclusión de cualquier economista neoliberal es que, para aumentar la tasa de ganancia debe aumentar la tasa de explotación, es decir, que tiene que recurrir a las políticas de austeridad (para el trabajo, no para el capital).

Ahora bien, es cierto que la tasa de ganancia aumenta cuando lo hace la tasa de explotación. Pero de ahí no se deduce que mejore la economía y que se pueda salir de la crisis aumentando la tasa de explotación. La tasa de ganancia media puede aumentar debido al aumento de la tasa de explotación, aunque, a diferencia de un capitalista individual, lejos de denotar una mejora de la economía, puede ocultar un empeoramiento. Es decir, puede ocultar una disminución de la producción de plusvalía por unidad de capital invertido y una mayor asignación a favor del capital. Pero sólo la producción de plusvalía (no su reparto) por unidad de capital invertido denota el estado de salud de la economía capitalista.

La medición de la tasa de ganancia determinada únicamente por el valor excedente producido se obtiene calculando la tasa de ganancia con una tasa de explotación constante.

Gráfico 8. Margen de beneficio con la tasa de explotación constante, EE.UU., 1947-2010



Como se muestra, la producción de plusvalía por unidad de capital invertido tiende a decrecer a lo largo de toda la fase histórica actual. Este gráfico se puede dividir en dos períodos, de 1947 a 1986 y en ambos la tasa de ganancia cae.

Gráfico 9.



y desde 1987 a 2010.

Gráfico 10.



En este período, la tasa de ganancia con una tasa de explotación constante también cae en el período comprendido entre mediados de la década de 1980 hasta la actualidad, y que es el del neoliberalismo. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad, el sistema es cada vez menos capaz de producir plusvalía por unidad de capital invertido, un hecho oculto por una creciente tasa de explotación, pero revelado si la tasa de explotación se mantiene constante. El aumento de la tasa de ganancia con una tasa variable de explotación desde mediados de la década de 1980 en adelante no denota una mejora de la economía, sino su deterioro, como lo demuestra la tendencia de la tasa de ganancia con una tasa de explotación constante. La torta disminuye, mientras que aumenta la parte que se apropia el capital.

Veamos ahora la tercera contra-tendencia. El aumento de la tasa media de explotación a nivel global y, por lo tanto, la compresión de los salarios, significa, de una parte, que el poder adquisitivo de las masas se reduce y, por otra, que el valor excedente producido no puede ser invertido en sectores productivos debido a que la tasa de ganancia cae en estos sectores. Por consiguiente, el capital emigra a sectores improductivos, como el comercio, las finanzas y la especulación. Los beneficios de estos sectores son ficticios, son deducciones de los beneficios obtenidos en la esfera productiva.

Gráfico 11. beneficios reales y financieros, las ganancias de miles de millones de dólares, 1950-2010, EE.UU.



Mientras que en los años 1950 los beneficios financieros fueron del 3,1% de los beneficios reales, en 2010 se habían convertido en el 136,5%.

Implícito en este movimiento está el crecimiento de la deuda global. El crecimiento de las ganancias ficticias se produce a través de la creación de capital ficticio y la emisión de títulos de deuda (por ejemplo, bonos) y de ulteriores y sucesivos títulos de deuda sobre aquellos títulos de deuda. Así se ha creado una montaña de títulos de deuda interconectados debido a un crecimiento explosivo de la deuda global.

Gráfico 12. El dinero y la deuda como porcentaje del PIB mundial, 1989-2011 EE.UU.



La moneda real que es la representación del valor, del trabajo contenido en los productos.. Es llamada dinero-fuerza. Es una fracción muy pequeña comparada con las tres formas de crédito. Pero el crédito es deuda, no riqueza, y la deuda no es moneda, aunque puede cumplir algunas de las funciones del dinero.

El enorme aumento de la deuda y la crisis financiera que sigue a continuación son una consecuencia de la crisis en los sectores productivos, la caída de la tasa de ganancia con una tasa de plusvalía constante, y no su causa. Este enorme aumento de la deuda en sus diversas formas es el sustrato de las burbujas especulativas y de las crisis financieras, incluida la que está por venir. Aunque en este caso, el aumento de la tasa de ganancia debido a las ganancias ficticias alcanza su límite, desencadenando las recurrentes crisis financieras.

El capitalismo está en un curso de colisión consigo mismo. Las contra-tendencias siempre actúan menos y por eso:

(1) los medios de producción son cada vez más caros, ya que requieren una proporción creciente del PIB, en lugar de ser cada vez más baratos;

(2) el aumento de la tasa de explotación aumenta la tasa de ganancia, pero este aumento es engañoso, ya que no indica un aumento del valor excedente producido sino su declive, junto con una mayor apropiación del mismo por el capital;

(3) el crecimiento exponencial del capital ficticio no hace más que inflar la burbuja especulativa hasta provocar su explosión. Este será el catalizador de la crisis en los sectores productivos.

Las señales de que se acerca la próxima crisis son claras: por un lado, la tendencia a la baja en el mundo, de forma irreversible, de la tasa de ganancia, aunque con espasmos debido a las contra-tendencias; de otro, los factores que serán los catalizadores de la crisis de rentabilidad, que son:

(1) los primeros signos de guerras comerciales que, si se producen, reducen el comercio internacional y, por lo tanto, la realización de la producción de valor y de plusvalía.

(2) los brotes de guerras, especialmente en las regiones ricas en petróleo que pueden ampliarse de repente en guerras entre las grandes potencias. El capital de las naciones productoras de armas aumentaría sus ganancias, pero las zonas en conflicto sufrirían una destrucción de capital y, por tanto, de su capacidad de producir valor y plusvalía. Este último sería el caso si el conflicto se desbordara más allá de las fronteras locales.

(3) el crecimiento de los movimientos de derecha y ultra-nacionalistas también alimentada por las políticas neoliberales y que constituyen un caldo de cultivo cultural propicio para aventuras militares.

Se podría argumentar que el capitalismo puede recuperarse si no en el mundo occidental, si en las llamadas economías emergentes. Este es un término ideológico para calificar a aquellas economías que, en la arena imperialista, han sido economías dominadas y cuya función es contribuir más que otras economías dominadas a la reproducción del sistema capitalista mundial. La falacia de este argumento es que las fuerzas productivas de las llamadas economías emergentes son las de los países tecnológicamente avanzados y, por lo tanto, chocan con los mismos límites, a saber, el aumento de la productividad del trabajo, por una parte, y la reducción continua de la fuerza de trabajo, por otra, provocando una caída tendencial de la tasa ganancia. Después de un período inicial de expansión, vuelve a surgir la tendencia a la caída de la tasa de ganancia, incluyendo el exceso de producción que resulta de esa caída. China, la India, los BRICS sufren la misma enfermedad que aflige al mundo occidental. Para poner sólo un ejemplo, el grado de dependencia tecnológica de la industria siderúrgica de China de la tecnología de los países avanzados varía de 65% para la producción de energía, el 85% para la fundición y procesamiento de productos semi-acabados, y el 90% para los sistemas de control, análisis, seguridad, protección del medio ambiente, etc.

También se podría argumentar que el capitalismo podría tener una nueva etapa de desarrollo gracias a políticas de redistribución keynesianas como producto de la inversión masiva del estado. En una situación en la que las políticas neo-liberales de carnicería social han fallado lamentablemente, la opción keynesiana vuelve al primer plano. Pero, ¿quién puede financiarlas? No los trabajadores, ya que en una situación de crisis, es decir, de estancamiento o disminución de la producción de plusvalía, unos salarios más altos significan menores beneficios. No el capital, porque la rentabilidad ya es tan baja, que las ganancias se reducen aún más. ¿El estado, entonces?. Pero ¿dónde puede encontrar el dinero? No puede tomarlo ya sea del trabajo o del capital, por las razones alegadas. Por lo tanto debe recurrir a la deuda pública. Pero esta ya es alta y también contribuye al crecimiento de la burbuja. La respuesta keynesiana es que el Estado debe recurrir a la deuda pública temporalmente para financiar grandes proyectos de inversión pública. Las inversiones iniciales podrían favorecer otras inversiones, y estas otras más aún, en una cascada multiplicativa de empleo y creación de riqueza. En ese momento, los mayores ingresos del estado podrían ser utilizados para reducir la deuda pública. Este es el multiplicador keynesiano. Pero no funciona.

Después de las primeras inversiones realizadas por el Estado, los capitalistas que acometen las obras públicas deben hacer pedidos a otros capitalistas. Estos capitalistas son los que ofrecen los precios más baratos, los capitalistas cuyos trabajadores son más productivos y cuyo capital es más eficiente y, por tanto, los que emplean proporcionalmente más medios de producción que trabajo. Es decir, son los capitalistas que producen menos plusvalía por unidad de capital invertido. En cada paso de la cadena de la inversión, el trabajo aumenta en términos absolutos, pero disminuye en porcentaje, por lo que la tasa media de ganancia cae. Por otra parte, el mayor crecimiento del capital implica la desaparición de los capitalistas más débiles, los que proporcionalmente utilizan más trabajo que medios de producción. Cuando la cadena de inversiones se cierra, hay menos trabajadores empleados, se produce menos plusvalía y la tasa media de ganancia cae. El análisis empírico lo confirma: a un gasto público creciente corresponde una disminución de la tasa de ganancia.

Gráfico 13. El gasto público (% del PIB) y la tasa de ganancia con tasa variable de plusvalía, EE.UU., 1947-2010



La correlación es negativa (-0,8). Este gráfico muestra que hasta la década de 1980 el aumento de los gastos del estado no pudo frenar la caída de la tasa de ganancia. El argumento keynesiano falla. Desde la década de 1980 en adelante, la tasa de ganancia aumenta junto con el gasto público. Todavía crece, debido a que la tasa de explotación crece y no por que lo haga el gasto público. De hecho, si la tasa de plusvalía se mantiene constante, la correlación negativa se aplica a todo el período secular, incluido el período del neoliberalismo, de la década de 1980 en adelante.

Gráfico 14. El gasto público (% del PIB) y la tasa de ganancia con una tasa constante de plusvalía, EE.UU., 1947-2010



Este gráfico muestra que durante toda esta fase histórica el crecimiento de los gastos del Estado no ha sido capaz de frenar y revertir la caída de la producción de plusvalía por unidad de capital invertido, es decir, la caída en la tasa de ganancia que mide la salud del capital, la tasa de ganancia a una tasa constante de plusvalía.

Este mismo resultado tiene lugar en cada crisis concreta: aumento de los gastos del gobierno un año antes de la crisis en todos los diez casos. No pueden evitar las crisis.

Gráfico 15. diferencias en puntos porcentuales del gasto público a partir del año antes de la crisis hasta el año pasada la crisis



La falacia del razonamiento keynesiano es que no tiene en cuenta las consecuencias de las políticas de inversión del gobierno para la tasa de ganancia, que es la variable clave de la economía capitalista. La razón de la correlación negativa es, como acabo de decir, que con cada ronda de inversión, la inversión en medios de producción es, en porcentaje, más alta que en fuerza de trabajo, según lo predicho por la teoría marxista.

Pero las políticas de gasto público, si no pueden frenar la crisis, ¿puede ser el medio para salir de la crisis? La teoría keynesiana es válida sólo si el aumento del gasto público de los gobiernos el año posterior a la crisis incrementa la tasa media de ganancia. Con la tasa de ganancia con una tasa de explotación constante, la tesis de que la recuperación se debe a un aumento en el gasto del gobierno falla en los diez casos. Las políticas keynesianas no pueden aumentar la producción de plusvalía por unidad de capital invertido.

Gráfico 16 . diferencias en el gasto público (% del PIB) y en la tasa de ganancia con tasa constante de plusvalía desde el último año de la crisis hasta el primer año después de la crisis



En resumen, el aumento del gasto público a partir del año antes de la crisis hasta el año posterior a la crisis no puede evitar que la crisis estalle; y el aumento del gasto del gobierno el último año de crisis y el primer año posterior a la crisis no consigue reactivar la rentabilidad del sistema. Ambos resultados contradicen la teoría keynesiana.

Ante el fracaso tanto de las políticas económicas keynesianas como las neoliberales, no parece que haya otra salida que la que genera espontáneamente el capital mismo: una destrucción masiva de capital. Así salió de la crisis de 1933 sólo mediante la Segunda Guerra Mundial. Sí salió de la crisis no fue porque el capital físico fuese destruido. Si el capital es ante todo una relación de producción, una relación entre el capital y el trabajo, la guerra provocó la destrucción y la regeneración del capital como una relación de la producción. Con la economía de guerra, se pasó de la esfera civil, plagado de un alto desempleo, con un bajo nivel de utilización de los medios de producción, y una tasa de ganancia descendente, a una economía militar caracterizada por el pleno empleo tanto de la fuerza de trabajo como de los medios de producción, con la realización garantizada por el estado del material militar, con altos niveles de beneficios y de rentabilidad y altos niveles de ahorro. Después de la guerra tuvo lugar la reconversión de la economía militar en economía civil. El gasto del gobierno como porcentaje del PIB se redujo de alrededor del 52% en 1945 al 20% en 1948, es decir, en la llamada edad de oro del capitalismo. Los altos niveles de ahorro garantizaron el poder adquisitivo necesario para absorber los nuevos medios de consumo, que a su vez requirieron la producción de nuevos medios de producción. Se aplicó toda una serie de invenciones originadas durante la guerra para la producción de nuevos productos. En los EE.UU., el aparato productivo estaba ileso. Pero en los demás países beligerantes se produjo una inmensa destrucción de medios de producción y fuerza de trabajo. El capitalismo fue revitalizado para un cuarto de siglo. Pero ¿a qué precio? Un cuarto de siglo de reproducción ampliada costó decenas de millones de muertes, sufrimientos atroces e inmensas miserias. Así es como los trabajadores, además de financiar la guerra, tuvieron que pagar para revitalizar el sistema.

Después de la llamada Edad de Oro, que sin embargo no estuvo libre de la caída de la tasa de ganancia (ver gráficos 1 y 6 arriba), el sistema ha entrado en un largo declive que dura ya cerca de medio siglo, sin que se vea luz al final del túnel. ¿Vamos hacia un colapso inevitable que ponga fin al capitalismo? No creo que el capitalismo se autodestruya. No está en la naturaleza de la bestia. El capitalismo saldrá de la crisis, pero sólo después de una destrucción suficiente de capital, tanto financieros como en la esfera productiva. Pero es difícil imaginar en este punto la forma que adoptará esa destrucción de capital. La forma en que se destruirá el exceso de capital determinará la forma que tomará la capital, siempre y cuando supere esta fase histórica. Desde la crisis de 1929 solo se salió con la Segunda Guerra Mundial.

Un principio fundamental de la teoría marxista es la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción. La fuerza productiva es la productividad del trabajo; las relaciones de producción son la relación capital / trabajo. La contradicción es la siguiente: cuanto más aumenta la productividad del trabajo, más trabajo expulsa el capital. La caída de la tasa de ganancia es la expresión concreta de esta contradicción. Esta contradicción es una piedra angular del sistema capitalista y, por lo tanto, también de su etapa actual de desarrollo. La característica específica de la presente fase histórica es que esta contradicción se hace más difícil de resolver y es cada vez más explosiva. La capacidad de supervivencia de la actual fase histórica se está agotando, el capitalismo tiende a morir. Pero no puede morir sin ser reemplazado por un sistema superior y, por lo tanto, sin la intervención de la subjetividad de la clase. Sin esa subjetividad, se renovará y entrará en una nueva fase en la que su dominio sobre el trabajo será aún mayor y más terrible. Una condición para que esto no suceda es que las luchas sacrosantas de los trabajadores por una mayor inversión estatal para reformas y mejores condiciones de vida y condiciones de trabajo se lleven a cabo en la óptica de la oposición irreconciliable entre el capital y el trabajo, y no en la perspectiva keynesiano de la colaboración de clases.

Notas:

1) Los datos están deflacionados y se refieren sólo a los sectores productivos de valor.

2) Carchedi, 2014, ‘Old wine, new bottles and the Internet’, Work Organisation, Labour & Globalisation, Vol 8, No 1.


1 de febrero de 2017

EL FMI EXIGE A ESPAÑA NUEVOS AJUSTES: SUBIDA DEL IVA Y CONTRATO ÚNICO

La Izquierda Diario

El Fondo Monetario Internacional presiona al Ejecutivo español para aplicar más ajustes. Aumentar el IVA y el contrato único están entre las medidas que buscan.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha vuelto a reclamar esta semana al Ejecutivo del Estado español nuevos ajustes de cara a conseguir una reducción del déficit fiscal y “adelgazar” la deuda pública.

Impresionante recuperación económica”, así empezaba una nueva comparecencia del FMI para tratar la actual situación económica del Estado español. Estas loas al Gobierno de Mariano Rajoy y sus políticas austericidas durante los años más duros de la crisis vienen siendo habituales. Todo para después pegar un tirón de orejas al Ejecutivo y exigir que aplique nuevas medidas y ajustes.

El FMI considera que las previsiones de crecimiento en el Estado español van a ir a un ritmo del 2,3% en 2017 y advierten que las previsiones para los próximos años se “inclinan a la baja”, empezando por el 2,1% para el próximo año. Este descenso en el crecimiento de la economía española se debería respectivamente al débil desempeño de las economías desarrolladas, la desaceleración de los mercados emergentes y los fenómenos como el Brexit y el proteccionismo en auge que anuncia Trump en su discurso.

Para revertir la situación de la economía española, las medidas que el Fondo plantea pasan por aumentar la recaudación del IVA, igualándolo a la media de la Unión Europea. Señalan que la subida gradual de los tipos inferiores de este impuesto serviría para elevar los ingresos en unos 20.000 millones de euros, es decir un 2% de PIB. Unas medidas que van en consonancia a lo que ya expresaban en el último informe del pasado mes de diciembre.

Además, el Fondo Monetario insta a que se revise el gasto en sanidad y educación y consideran que la introducción de copagos para los servicios públicos, con “excepciones para los más vulnerables”, contribuiría a la reducción de los costes fiscales. Sin embargo, no hay que olvidar que tanto Sanidad como Educación fueron dos de los sectores que más notaron el impacto de los brutales recortes durante el bienio 2012-13. Ya en el informe antes señalado, se aseguraba desde la institución que “en sanidad existe una presión al alza sobre el gasto y precisamente por esta presión es importante que en el futuro se encuentren formas de economizar para asegurarse la sostenibilidad de este apartado".

En otro orden, el FMI “recomienda” la simplificación de los tipos de contrato a disposición de la patronal, proponiendo la introducción de un contrato único de duración indefinida y cuya indemnización se incremente de forma escalonada a lo largo del tiempo. Para contrarrestar los efectos de este contrato único, el Fondo prevé que se podría desplazar los derechos de indemnización por despido de un empleo a otro.

Por último, desde la institución que dirige Christine Lagarde, indican que es necesario reducir las trabas administrativas y simplificar las causas de anulación de los despidos, beneficiando así la contratación indefinida para los empresarios.

El aumento del IVA, la revisión del gasto en Sanidad y Educación y la implantación de un contrato único, son medidas, entre otras, que sin duda el Gobierno tendrá en cuenta a la hora de aplicar el ajuste estructural del 0,5% del PIB, es decir, un ajuste de 5.500 millones de euros para cada uno de los dos próximos ejercicios. Medidas que por otra parte servirán para empobrecer a los sectores populares y menguar los derechos de la clase trabajadora.


NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:

Repito lo que dije ayer en una red social: espero que el capital siga tensando la cuerda hasta convertirla en su soga. Pero eso no sucederá espontáneamente y sin nuestro compromiso y esfuerzo. La clase trabajadora debe organizarse al margen de las disidencias controladas, los “progres” y los viejos y nuevos reformismos, que ya no llegan ni siquiera a tales, salir a pelear y tener claro que dentro del sistema económico y de dominación actual no hay esperanza ni futuro para ella. 

30 de enero de 2017

LA PEQUEÑA BURGUESÍA Y SU EXPRESIÓN POLÍTICA EN LA HISTORIA

Elsalariado.info

Marx, La lucha de clases en Francia (1850)
El capital acosa a esta clase [la pequeña burguesía] principalmente como acreedor; por eso ella exige instituciones de crédito. La aplasta con la competencia, por eso ella exige asociaciones apoyadas por el Estado. Tiene superioridad en la lucha, a causa de la concentración de capital; por eso ella exige impuestos progresivos, restricciones a la herencia, centralización de grandes obras en manos del Estado y otras medidas que contengan por la fuerza el incremento del capital.”


Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte (1851)
El carácter peculiar de la socialdemocracia [como expresión política de la pequeña burguesía] consiste en exigir instituciones democrático-republicanas, no para abolir a la par los dos extremos, capital y trabajo asalariado, sino para atenuar su antítesis y convertirla en armonía. Por mucho que difieran las medidas propuestas para alcanzar este fin, por mucho que se adorne con concepciones más o menos revolucionarias, el contenido es siempre el mismo. Este contenido es la transformación de la sociedad por la vía democrática, pero una transformación dentro del marco de la pequeña burguesía. No vaya nadie a formarse la idea limitada de que la pequeña burguesía quiere imponer, por principio, un interés egoísta de clase. Ella cree, por el contrario, que las condiciones especiales de su emancipación son las condiciones generales fuera de las cuales no puede ser salvada la sociedad moderna y evitarse la lucha de clases. Tampoco debe creerse que los representantes democráticos son todos shopkeepers [tenderos] o gentes que se entusiasman con ellos. Pueden estar a un mundo de distancia de ellos, por su cultura y su situación individual. Lo que les hace representantes de la pequeña burguesía es que no van más allá, en cuanto a mentalidad, de donde van los pequeños burgueses en modo de vida; que, por tanto, se ven teóricamente impulsados a los mismos problemas y a las mismas soluciones que a aquéllos, en la práctica, les lleva su interés material y su situación social. Tal es, en general, la relación que existe entre los representantes políticos y literarios de una clase y la clase por ellos representada.”

[…] Pero las amenazas revolucionarias de los pequeños burgueses y de sus representantes democráticos no son más que intentos de intimidar al adversario. Y cuando se ven metidos en un atolladero, cuando se han comprometido ya lo bastante para verse obligados a ejecutar sus amenazas, lo hacen de un modo equívoco, evitando, sobre todo, los medios que llevan al fin propuesto y acechan todos los pretextos para sucumbir. Tan pronto como hay que romper el fuego, la estrepitosa obertura que anunció la lucha se pierde en un pusilánime refunfuñar, los actores dejan de tomar su papel au sérieux y la acción se derrumba lamentablemente, como un balón lleno de aire al que se le pincha con una aguja.”

[…] Ningún partido exagera más ante él mismo sus medios que el democrático, ninguno se engaña con más ligereza acerca de la situación. […] Pero el demócrata, como representa a la pequeña burguesía, es decir, a una clase de transición, en la que los intereses de dos clases se embotan el uno contra el otro, cree estar por encima del antagonismo de clases en general. Los demócratas reconocen que tienen que enfrente a una clase privilegiada, pero ellos, con todo el resto de la nación que los circunda, forman el pueblo. Lo que ellos representan es el interés del pueblo. Por eso, cuando se prepara una lucha, no necesitan examinar los intereses y las oposiciones de las distintas clases. No necesitan ponderar con demasiada escrupulosidad sus propios medios. No tienen más que dar la señal, para que el pueblo, con todos sus recursos inagotables, caiga sobre los opresores. Y si, al poner en práctica la cosa, sus intereses resultan no interesar y su poder se vuelve impotencia, la culpa la tienen los sofistas perniciosos, que escinden al pueblo indivisible en varios campos enemigos, o el ejército, demasiado embrutecido y cegado para ver en los fines puros de la democracia lo mejor para él, o bien ha fracasado por un detalle de ejecución, o ha surgido una casualidad imprevista que ha malogrado la partida por esta vez. En todo caso, el demócrata sale de la derrota más ignominiosa tan inmaculado como inocente entró en ella, con la convicción readquirida de que tiene necesariamente que vencer, no de que él mismo y su partido tienen que abandonar la vieja posición, sino de que, por el contrario, son las condiciones las que tienen que madurar para ponerse a tono con él.”


Marx y Engels, Circular del Comité Central a la Liga de los Comunistas (1850)
La pequeña burguesía democrática está muy lejos de desear la transformación de toda la sociedad; su finalidad tiende únicamente a producir los cambios en las condiciones sociales que puedan hacer su vida en la sociedad actual más confortable y provechosa. Desea, sobre todo, una reducción de los gastos nacionales por medio de una simplificación de la burocracia y la imposición de las principales cargas contributivas sobre los señores de la tierra y los capitalistas. Pide igualmente establecimientos de Bancos del Estado y leyes contra la usura; todo con el fin de librar de la presión del gran capital a los pequeños comerciantes y obtener del Estado crédito barato. Pide también la explotación de toda la tierra para terminar con todos los restos del derecho señorial. Para este objeto necesita una Constitución democrática que pueda darles la mayoría en el Parlamento, Municipalidades y Senado. Con el fin de adueñarse del Poder y de contener el desarrollo del gran capital, el partido democrático pide la reforma de las leyes de la herencia, e igualmente que se transfieran los servicios públicos y tantas empresas industriales como se pueda a las autoridades del Estado y del Municipio. Cuanto a los trabajadores, ellos deberán continuar siendo asalariados, para los cuales, no obstante, el partido democrático procurará más altos salarios, mejores condiciones de trabajo y una existencia más segura. Los demócratas tienen la esperanza de realizar este programa por medio del Estado y la Administración municipal y a través de instituciones benéficas.

En concreto: aspiran a corromper a la clase trabajadora con la tranquilidad, y así adormecer su espíritu revolucionario con concesiones y comodidades pasajeras.”

[…] En el momento presente, cuando la pequeña burguesía democrática es en todas partes oprimida, instruye al proletariado, exhortándole a la unificación y conciliación; ellos desearían poder unir las manos y formar un gran partido de oposición, abarcando dentro de sus límites todos los matices de la democracia. Esto es, ellos tratarán de convertir al proletariado en una organización de partido en el cual predominen las frases generales social-demócratas, tras del cual sus intereses particulares estén escondidos y en el que las particulares demandas proletarias no deban, en interés de la concordia y de la paz, pasar a un primer plano.

Una tal unificación sería hecha en exclusivo beneficio de la pequeña burguesía democrática y en perjuicio del proletariado. La clase trabajadora organizada perdería su a tanta costa ganada independencia y advendría de nuevo un mero apéndice de la oficial democracia burguesa. Semejante unificación debe ser resueltamente rechazada.”


NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG
Estas notas van dedicadas a los demagogos y populistas “demócratas” del 99% vs el 1%, que pretenden poner a la clase trabajadora al servicio de sus intereses de supervivencia como clase a extinguir por el propio desarrollo del capitalismo.

Su cínico embuste de que solo hay un “enemigo del pueblo” (el llamado 1%) pretende esconder que entre el otro llamado 99% hay, al menos un 10% de empresarios pequeños, medianos y grandes que tienen trabajadores en sus negocios a los que también explotan y sobreexplotan, a menudo en peores condiciones que las más grandes corporaciones, porque el ojo vigilante del patrón, siempre más próximo, combinado con su falso paternalismo, crea una mezcla de miedo a la protesta de sus empleados y de falsa percepción de ir en el mismo barco, que impide la acción social, política y reivindicativa de sus trabajadores.

A estos mercachifles del 1% frente al 99% no les cabe ni siquiera el título de reformistas sino de embusteros que buscan “alianzas” de clase sólo contra el capitalismo de las trasnacionales, las grandes corporaciones financieras mundiales y sus especuladores, apelando a una “unidad del pueblo” y de un patriotismo de opereta, y que no dudan en revolverse contra la clase trabajadora y culparla de sus males cuando las cosas no salen en beneficio de sus intereses en riesgo o cuando no ponen suficiente interés en hacerles de muleta. Hay que arrancarles la careta y combatirles como a enemigos de clase.

18 de enero de 2017

SOCORRO… ¡LLEGA TRUMP!

Luis Casado. alainet.org

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
A veces, cuando una parte de los medios de comunicación del sistema, nos pintan el futuro tiñéndolo de las más agoreras y atroces amenazas, no está de más adoptar un tono irónico, como hace Luis Casado en este texto.

Siendo, como es Donald Trump, un reaccionario, no precisamente un discreto diplomático en sus declaraciones públicas y alguien que no parece demasiado preocupado por no parecer un payaso, Casado demuestra que no será el único presidente que no pase a la posteridad por brillo intelectual propio -conviene recordar que a Obama le han hecho siempre los discursos-, ni será seguramente un Presidente benéfico para sus conciudadanos, ni de los países del resto del mundo. Pero difícilmente creo que pueda igualar la cifra de muertos producidos por las guerras que ha provocado Estados Unidos y en las que ha participado durante el mandato Obama.

Dicho esto, estoy convencido de que ni el león será tan fiero como los partidarios de la globalización nos lo quieren pintar, ni siquiera para ella misma, sino más bien un corderito que la respete, ni será el más estúpido de los Presidentes USA. Difícil igualar a Bush y a Reagan, por citar solo a dos de los que menciona Casado en su texto.

Y es que, aunque lo fuera, solo sería un títere más en las manos del complejo militar-industrial, como lo ha sido Obama, y serán sus consejeros, los lobbies de las grandes corporaciones industrilaes, financieras y de servicios los que se ocupen de hacer la política diaria de la Casa Blanca.

Mientras tanto sigan los progres, el Partido Demócrata, MoveOn, la plataforma de “activistas” profesionales y a sueldo, pagada por Soros, y sus sucursales en Europa y en España organizando la amnesia sobre lo que ha sido la Presidencia de Obama con el nuevo espantajo de las amenazas terribles que señalan nos traerá Trump.

Sin más, les dejo con el texto de Luis Casado sobre el próximo Presidente de los Estados Unidos.

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Una semana antes de la anunciada elección de Hillary a la presidencia de los EEUU difundí una nota titulada: “¿Y si gana Trump? No pasa nada”.

Tú me entiendes: nada, lo que se llama nada seguramente no. Yo quise decir nada excepcional –o nada tan desastroso– como para interrumpir la siesta parlamentaria, la modorra de La Moneda, el letargo ministerial. Eso.

Luego pasó lo que pasó: Trump obtuvo 2 millones 200 mil votos menos que Clinton, pero muchos más ‘grandes electores’, y dentro de cuatro días se instalará en la Casa Blanca. La diarrea planetaria tiene precedentes, sobre todo las provocadas por los pánicos económicos. Lo cierto es que de Angela Merkel a Bachelet, pasando por Mariano Rajoy, François Hollande y Theresa May, todos aprietan las nalgas esperando saber cómo viene la mano.

Entretanto, servidor persiste y firma. Donald Trump no me parece tener la envergadura que requiere un desastre como se pide.

Ricardo Lagos –megalomanía mediante– pudo engendrar el Transantiago, el MOP-Gate, los jarrones de Corfo, el tren Victoria-Puerto Montt, Inverlink, un ‘royalty’ que le ahorró 4 mil millones de dólares de impuestos a las grandes mineras y una larga lista de escándalos que él es único en haber olvidado.

Guardando las proporciones, Lagos se sitúa al nivel de su mentor Felipe González y sus salidas de madre con el GAL, Pablo Escobar, la trama de Filesa, Malesa y Time-Export, los sobresueldos con las platas reservadas, el caso Flick y el dinero de la fundación Friedrich Ebert, la venta de Rumasa al grupo Cisneros, y otros delitos no menores.

En los tiempos que corren, los presidentes suelen ser de una mediocridad abismante. No, yo no he mencionado a Sebastián Piñera ni a Bachelet. Me refiero a los presidentes de los EEUU.

Larry Schwartz publicó –en febrero del 2015– una reseña de algunos de ellos, y su nota vale el desplazamiento. Mira ver:

Algunos fueron brillantes, otros apenas pálidas ampolletas. Si tuviésemos que juzgar sólo por la variedad de su vocabulario, parecería que con el paso de los siglos nuestros presidentes se están poniendo cada vez más babiecas”.

Un análisis del diario The Guardian clasificó los discursos presidenciales por nivel de educación, utilizando el test de legibilidad Flesch-Kincaid.

George Washington y los Founding Fathers (los padres de la patria del imperio) obtuvieron nota 20, mientras que los presidentes actuales apenas llegaron a 10. No parece una coincidencia que los dos Bush –padre e hijo– estuviesen entre los más iletrados.

Entre las lumbreras se cuenta Thomas Jefferson. Como dice Schwartz, “Cualquiera capaz de redactar la frase ‘Tenemos esta verdad como evidente, que todos los hombres son creados iguales’, ya tiene mérito”.

El tercer presidente de los EEUU era una bala en matemáticas, filosofía, historia e idiomas: además del inglés dominaba el francés, el latín y el griego. Todo gracias a la escuela pública. Por mérito propio llegó a ser un gran arquitecto, horticultor, autor, inventor, músico (tocaba el violín, el cello y el clavicordio), jurista, ornitólogo, paleontólogo, arqueólogo y poeta.

En alguna ocasión, John F. Kennedy, dirigiéndose a un areópago de premios Nobel, declaró: “Me parece que esta es la más extraordinaria colección de talento y de conocimiento que jamás se haya reunido en la Casa Blanca, con la excepción de cuando Thomas Jefferson cenaba solo.”

Jefferson, para orgullo de los estadounidenses, no fue el único. En la lista de los presidentes que poseían un cerebro, y lo utilizaban, se cuentan James Madison, John Adams, Woodrow Wilson, Theodore Roosevelt y James Garfield. Gloria a ellos.

Entre los zopencos, matungos, alcornoques, babosos, bodoques, bolonios, borricotes, pelmazos y tontos de capirote hay que filtrar el género para no alargar la lista. Como es normal, algunos brillan –si oso escribir– con oscuridad propia.
Warren Harding Larry Schwartz se pregunta:

¿Cómo podemos juzgar la inteligencia de un presidente? Un método consiste en observar su comportamiento y, según ese estándar, Warren Harding –vigésimo noveno presidente– está en la breve lista de los peores mandatarios y fue, definitivamente, el más idiota de los Comandantes en Jefe.”

Harding era un senador indiferente, que se transformó en un presidente indiferente. En su discurso inaugural dijo: “Nuestra tendencia más peligrosa es esperar demasiado del gobierno, y al mismo tiempo hacer muy poco por él”. Schwartz asegura que Harding cumplió fielmente esto último. Durante su presidencia los escándalos aparecían detrás de cada puerta, y él mismo no se enteraba ni por la prensa.

Los republicanos le ungieron candidato en parte porque tenía buena pinta y en el año 1920 las mujeres votaban por primera vez. Desde luego Harding ni siquiera se molestó en ir a votar para acordarles ese derecho. Pero le gustaban las mujeres, a juzgar por sus numerosos líos extramaritales. También organizaba fiestuzas en la Casa Blanca, muy bien regadas con alcohol, algo un poquillo fuera de lugar visto que su presidencia tuvo lugar en medio de la Prohibición.

H.L. Mencken –periodista, editor y crítico social, conocido como el "Sabio de Baltimore", considerado uno de los escritores más influyentes de los EEUU de la primera mitad del siglo XX– dijo de Warren Harding:

Escribe el peor inglés que jamás vi. Me hace pensar en una fila de esponjas húmedas; en andrajos colgados; en una sopa de frijoles podridos, en alaridos académicos, en perros ladrando estúpidamente durante noches interminables”.

Para desmayo de los yanquis, si Warren Harding fue el peor, no fue el único. En la lista de Schwartz figuran –en lugar destacado– George W. Bush, Andrew Johnson, Gerald Ford y Ronald Reagan.

George W. Bush
A pesar de haber desertado la guerra de Vietnam enchufándose en la Air Force Reserve, y de haber fracasado en numerosos emprendimientos, W. Bush aprovechó su ineptitud llegando a ser un inútil Gobernador de Texas allí donde el Gobernador –por Ley– literalmente no hace nada. Luego devino el cuadragésimo tercer presidente de los EEUU.

Ni siquiera se enteró de la llegada de la gigantesca crisis económica que hundió el planeta, y en los últimos meses ni siquiera le dejaron participar en las reuniones del gobierno. Como presidente se tomó exactamente 879 días de vacaciones, más de dos años del tiempo de su mandato. En sus propias inmortales palabras, “Pasará mucho tiempo después de mi partida antes de que alguna persona inteligente llegue a comprender lo que pasó en esta Oficina Oval”.

Andrew Johnson
El décimo séptimo presidente de los EEUU fue un borrachín, un pechoño y un líder desastroso. Sucedió a Abraham Lincoln, y es difícil imaginar dos personalidades más alejadas intelectualmente. Aún cuando era partidario del esclavismo, durante la Guerra Civil se mantuvo en el campo de la Unión con el fin de satisfacer sus ambiciones presidenciales.

Cuando Lincoln -baleado- estaba muriendo, no encontró nada mejor que emborracharse. Al morir Lincoln tuvieron que despertarle para que jurase el cargo. Aún borracho, “los ojos hinchados, el pelo cubierto de lodo de la calle”, hizo un discurso inaugural digno de ser olvidado, para decirlo diplomáticamente. Más tarde fue inculpado, aún cuando escapó milagrosamente de ser condenado y destituido del cargo.

Gerald Ford
El trigésimo octavo presidente llegó al poder cuando Nixon dimitió para evitar la destitución en razón del escándalo del Watergate. En la Universidad, Gerald Ford se destacó jugando fútbol americano. Habida cuenta de sus inhabilidades, Lyndon Johnson pudo declarar que Ford “había jugado demasiado fútbol sin el casco”. En otra ocasión, Johnson afirmó: “Jerry Ford es tan idiota que no puede tirarse un pedo y mascar chicle al mismo tiempo”.

Schwartz agrega que si alguien dudase de lo cretino que era Gerald Ford, una de sus frases bastaría para convencerle: “Si hoy día Lincoln estuviese vivo, se daría vueltas en su tumba” (sic).

Ronald Reagan
Del cuadragésimo presidente de los EEUU se cuentan historias. Interrogado por un periodista acerca de la hora tardía en que llegaba a la oficina, y lo temprano que se iba, respondió: “Es cierto que el trabajo no mata, pero… ¿para qué correr riesgos?” En las reuniones del G7 se sentaba junto a los otros seis mandatarios, contaba el último chiste y se iba.

Alarmado por la dimensión gigantesca que adquiría la deuda pública del gobierno federal, un periodista le preguntó qué pensaba al respecto. La respuesta de Reagan: “La deuda ya está bastante grandecita para cuidarse sola”. En la práctica Reagan no gobernó, dejándole esa aburrida tarea a sus colaboradores. A Ronnie le gustaba hacer discursos. Una de sus frases célebres, pronunciada con una sonrisa y un guiño: “Los hechos son cosas estúpidas”.

Hasta donde uno puede juzgar, Donald Trump está lejos de ser un Jefferson, pero nada asegura que sea un Ronald Reagan. Si el primero era un brillante intelectual, y el segundo un papanatas, Donald Trump parece navegar en las procelosas aguas de la medianía, ya se verá si podemos llamarla mediocridad.

Visto a la distancia, Trump no parece más idiota que W. Bush, ni más proteccionista que Washington, Hamilton, Clay o Lincoln, ni más reaccionario, brutal y grosero que Nixon, ni más putero que Kennedy, ni más irresponsable que Bill Clinton.

Como todos los presidentes del imperio, Trump está rodeado de intereses creados, del complejo militaro-industrial, de Wall Strett, la banca, las compañías de seguros, big business, el Congreso, la FED, los gobiernos estaduales y una nube de cabilderos voraces y venales.

Sus diatribas contra la gran industria –que ante la duda prefiere ser obediente– tienen un regusto a desplante torero, a un muy machacado “deténganme que si no lo mato”. El mundo es algo más que eso. Por el momento, los “mercados” no se inmutan. Como siempre, consideran que hasta una pasajera fiebre proteccionista es “una oportunidad de negocio”.

Servidor toma palco, se arrellana y observa. Ya veremos.

16 de enero de 2017

INTERMÓN OXFAM Y EL CÁNDIDO CUENTO DE LA REDISTRIBUCIÓN

60 años viviendo del cuento y 2.000
 contando el mismo cuento
Por Marat

No puedo con los curas. Se me atragantan. Y no porque no admita que hay dentro de ellos una parte realmente comprometida con un mundo de justicia e igualdad reales pero su tendencia a buscar la vía más pacífica y pacifista para lograrlo les lleva a esconder las causas reales de la desigualdad. Por lo mismo no puedo ni soporto a la vieja socialdemocracia ni menos aún a los progres, que ya han olvidado incluso las raíces de la desigualdad en una estructura de clases que se asienta en la explotación dentro del mundo laboral y en la apropiación del trabajo ajeno. Esto para no hablar de plusvalía, que a algunos les suena a “viejo comunismo rancio de Marx”, aunque no conocen nada de Marx, ni siquiera a través de la vía falsificada de los planes de estudio de los que ha sido excluido ya hace años. Pero los ignorantes tienen un inmarcesible apego a dar lecciones de “cuñao” de lo que ni siquiera alcanzan a hablar de oídas.

Lo de los curas va por Intermón Oxfan. Esta organización (ONG), plagada de profesionales a sueldo a costa de la pobreza, nació católica en 1956 y ligada Secretariado de Misiones y Propaganda de la Compañía de Jesús (los jesuitas). Era entonces una organización asistencialista. Hoy, más laica formalmente, sigue manteniendo vínculos con los jesuitas y con la misma orientación de dar cataplasmas a la pobreza.

Para Intermón Oxfam es necesario luchar contra la pobreza mediante un mayor aumento del gasto público (de los Estados) para hacer frente a la lucha contra la pobreza global y la desigualdad.

En su último informe, “Una economía para el 99%”, esta ONG se plantea la necesidad de “repensar el modelo económico”. Cada vez que escucho o leo la palabra repensar sé que estoy ante un vendedor de humo, que no tiene intención alguna de transformar la realidad. A estas alturas del capitalismo ya debiéramos saber dónde se produce el origen de la desigualdad, que no es ni en la cuna ni en la diferencia de salarios, por adelantar alguna conclusión sobre dicho informe.

Y cada vez que leo o escucho a alguien hablar del 99% y del 1% sé que un charlatán quiere jugar al engaño. No hay un 99% de personas oprimidas por un supuesto 1% porque el capitalismo es una estructura social que requiere de algo más de base que el 1% y porque de las estructuras de dominación de la burguesía participan otros sectores que no son los plutócratas más megaricos. Está toda esa clase alta, media-alta y media, que tiene medios de producción propios, contrata trabajadores y los sobreexplota con salarios de miseria, largas jornadas laborales, contratos basura, represión y amenazas de despido si se quejan. Así que esos no son oprimidos y, francamente, si los muchimillonarios, al concentrar su riqueza, amenazan la estabilidad de los sectores de las medianas y pequeñas empresas no seré yo quien llore por ellos. No me hablen de que crean empleo porque, mucho de ese empleo es de tipo inducido; es decir, que proviene del que genera indirectamente el gran capital, que también es enemigo y opresor de la clase trabajadora.

Y es que muchos, iletrados, ignorantes o gentes de mala fe, tratan de desvincular pobreza y clase social. Pero “los pobres” pertenecen a una clase social determinada, cada vez más trabajadores ocupados están bajo el umbral de la pobreza y los parados tampoco pertenecen a los ricos (la burguesía capitalista, que decimos los comunistas rancios).

Cuando se alude al “modelo económico”, y no al sistema económico, de lo que se está hablando es de una forma de lograr productividad, crecimiento y redistribución pero sin poner en tela de juicio las bases sociales de ese sistema económico que no son otras que el trabajo asalariado, unas relaciones sociales de producción capital-trabajo, una propiedad privada de los medios de producción y, consecuentemente a lo que acabo de señalar, una apropiación privada del beneficio. Y es aquí donde se encuentra la madre del cordero. Éstas y no otras son la base de la desigualdad y de la pobreza.

Una propiedad social (no digo simplemente estatal) de los medios de producción conllevaría, inevitablemente, un reparto más justo e igualitario de la riqueza nacional e internacional, si dichas relaciones sociales de producción cambiasen desde la base e implicasen un intercambio justo y equivalente entre los países.

Pero Intermón Oxfam pretende personalizar, en lugar de hablar de un sistema de relaciones sociales dentro del mundo empresarial, y contarnos que entre Amancio Ortega, de Inditex, su hija Sandra Ortega y Juan Roig, de Mercadona acumulan tanta riqueza como el 30% más pobre de España. Prefiere contarnos también que en nuestro país el ejecutivo que más cobra tiene un sueldo 96 veces superior al empleado medio,

Cuando las cifras son escandalosas bloquean el pensamiento y la capacidad de reflexionar sobre las raíces reales de la desigualdad.

De este modo Intermón Oxfan puede vendernos que hay que hacer políticas fiscales más redistributivas y subir los salarios a 1.000 euros para que haya un reparto más equitativo de los bienes como, si el Estado, que es el destinatario de tales peticiones, no fuera el Estado de una clase social concreta y como si la burguesía fuese a permitir que se dañara su tasa de acumulación, vía impuestos o vía salarios más elevados.

A base de cifras escandalosas, los curas y sus laicos monaguillos pretenden hacernos tontos, que nos conformemos con unas migajas más, que no nos van a ser concedidas sino en la medida en que podamos consumir más y hacer más ricos a a los ricos para los que estas gentes bondadosas rezan y trabajan, que no queramos cortar el nudo gordiano del capital que nos atenaza y que jamás reclamemos para nosotros, no ya el fruto de nuestro trabajo, que siempre será un salario, mayor o menor pero injusto, sino la abolición de unas relaciones contractuales en la que la producción es social pero la riqueza es privada.

¿Nos sorprende que la cumbre de los megaricos en Davos arranque, mañana martes 17 de Enero con la cuestión de la “reforma del capitalismo” en su agenda, el mismo cuento que el G-20 propuso en 2009? No debiera. Las religiones y los capitalistas ponen de manera eterna el la zanahoria delante del burro; una zanahoria que el asno nunca llegará a alcanzar mientras la misma mano sujete el palo del que cuelga.   

Pero eso sería socialismo, algo defendido por comunistas. Y ya se sabe que los que nos acunan y duermen con cuentos, recordando a León Felipe, son mucho más eficaces -pregúntense para quienes y con qué objetivos- que las arengas que les soltamos los rancios marxistas.