2 de mayo de 2016

“PLAN B DE VAROUFAKIS” Y CONTRADICCIONES DEL DINERO

Rolando Astarita. rolandoastarita.wordpress.com

Una de las creencias más difundidas en la izquierda de corte socialdemócrata o stalinista es que las reformas monetarias pueden brindar soluciones a los problemas de la economía capitalista y evitar los padecimientos que generan a las masas populares. La idea, por ejemplo, de que Grecia pueda salir de la crisis abandonando el euro y volviendo a su moneda, es representativa de esa tesis. En otras notas hemos explicado que esa medida no evitaría la devaluación de la eventual nueva dracma, esto es, la caída de salarios y condiciones de vida de las masas populares.

Sin embargo, existen versiones más sofisticadas de soluciones monetarias reformistas. Un ejemplo es el “plan B” para Grecia, que en su momento elaboró el ex ministro Yanis Varoufakis como alternativa al acuerdo que impuso la Comunidad Europea. Según lo revelado por la prensa, Varoufakis propuso que si el Banco Central Europeo cerraba el suministro de euros a los bancos griegos, el Banco de Grecia debería imprimir pagarés, que se hubieran asignado a los ciudadanos y empresas, de manera que el Estado pudiera utilizarlos para transferencias digitales. El primer ministro Tsipras admitió enseguida que el plan existió, pero aclaró que el mismo no implicaba abandonar el euro y que solo fue concebido para el caso en que se agravaran los problemas de liquidez. Se plantea entonces la cuestión (sugerida en “Comentarios” de este blog) de si puede haber una moneda puramente virtual; y si su creación puede ser una salida a las dificultades griegas.

En esta nota argumento por qué la respuesta a ambas cuestiones es negativa. E que la imposibilidad de que haya una moneda griega sin referencia, o desconectada, del euro o el dólar, deriva del concepto marxiano de dinero, y de las contradicciones que son inherentes al equivalente. La primera parte de la nota está dedicada a este problema (para un desarrollo más completo, ver aquí y aquí). Y a partir de este argumento se puede entender por qué los problemas de fondo de las economías capitalistas no pueden eliminarse con reformas monetarias, por más imaginativas que sean. En definitiva, el enfoque marxista polemiza con la larga tradición de economistas “heterodoxos” que pretenden curar los males sociales reformando la moneda. Dada su extensión, he dividido la nota en partes.

Encarnación de valor y medio de circulación, unidad y diferencia
El problema fundamental que plantea la creación de un sistema monetario basado en pagarés pasa por la validación última del medio por el cual esas promesas de pago pudieran saldarse y, en un sentido más amplio, por la relación que ese eventual medio de pago mantendría con las monedas internacionales, el euro y el dólar, que fungen como reservas de valor y medios de pago internacionales. Dicho de otra manera, en el mejor de los casos, la creación de pagarés hubiera dado liquidez al sistema; pero no hubiera suprimido la necesidad de respaldo último del valor de esos pagarés. Incluso pareciera que el propio Varoufakis, fue consciente de ello, al sostener que su “plan B” no pasaba por salir del euro (de lo contrario, significaba volver a la dracma, esto es, aceptar la devaluación lisa y llana de la moneda griega).

Sin embargo, si se mantenía a Grecia en el euro, las eventuales promesas de pago deberían estar nominadas en euros (o en alguna unidad de cuenta sólida, como el dólar). Y en ese caso, ¿cómo se podría impedir que la liquidación de deudas no se exigiese en euros (o en dólares)? Pero también, y de manera inevitable, el euro (o el dólar) seguiría constituyendo reserva de valor. Por otra parte, el euro (o el dólar) sería imprescindible para mantener las importaciones, ya que a nivel internacional no habría manera de que Grecia pudiera saldar sus cuentas con pagarés. Por eso, la cuestión de fondo es que no se puede escindir al sistema monetario en dos sistemas, uno conformado por promesas de pago que circulan, y otro basado en el euro, para sostener las funciones de reserva de valor, medio de pago, reserva de valor y medio internacional. La autonomización del dinero en tanto medio de circulación siempre es relativa, porque nunca el equivalente puede dejar de cumplir las otras funciones. Una cuestión que también se relaciona con la imposibilidad de que en la sociedad capitalista exista una moneda puramente nacional. Aunque no lo podemos desarrollar aquí, dejemos apuntado que esta es una cuestión crucial que atraviesa los programas keynesianos de regulación nacional del capital, y remite, en última instancia, a la idea de que el dinero es una creación pura del Estado (concepción cartalista, a la que adhería Keynes y adhieren los poskeynesianos).

Por otra parte, la imposibilidad de autonomización plena del circulante remite a una contradicción que es inherente a la naturaleza y la función del equivalente. Es que por un lado, el dinero es encarnación de valor, y como tal, tiene la función de ser medida del valor, reserva y medio de pago. En este sentido, aunque el dinero esté conformado por signos de valor, estos deben referenciarse a un activo que en sí mismo encarne valor. Por esta razón, las monedas internacionales –dólar o euro- tienen su referencia última en el oro (ver aquí, aquí y aquí para una discusión actual). Y las monedas nacionales se referencian, a su vez, en las monedas internacionales.

Sin embargo, en tanto funciona como medio de circulación, el dinero es flujo (currency), ya que está cambiando de manos constantemente. Y en ese mundo de la circulación surge la posibilidad de reemplazar primero al metal por signos del metal (billetes de curso forzoso), que adquieren una creciente autonomía; y en un segundo momento los billetes son reemplazados por promesas de pago, esto es, por créditos que se monetizan. O sea, cumplen la función del dinero como medio de circulación; son ejemplos el cheque, el pagaré, la tarjeta de crédito o la letra de cambio. En tanto estas promesas se cancelen, todo parece funcionar a las maravillas, y de ahí la creencia de que los múltiples “dineros” pueden ser creados ex nihilo, ser simples promesas.

Pero la circulación no suprime el hecho de que el dinero debe encarnar valor. En términos de la dialéctica, el momento de la identidad no desaparece, aun en la diferencia de los muchos “dineros” que circulan. Lo cual se manifiesta al momento de la cancelación de deudas, o en la función del dinero como reserva de valor (¿quién acumula valor atesorando tarjetas de crédito, pagarés o cheques post datados?); y más aún, en su relación con el dinero mundial. En otro trabajo, escribía sobre la cuestión: “En lo que respecta al dinero en su función de medio de pago, a la hora del settlement (pago) es necesario de nuevo que exista dinero “cantante y sonante”, líquido. (…) … al momento de cancelar no hay posibilidad de sustitutos porque es necesario el aquietamiento, la fijación del valor, volver a la encarnación y a la identidad:

“… la función del dinero como medio de pago implica la contradicción de que, por una parte, en la medida en que se compensan los pagos, sólo obra idealmente como medida, mientras que por la otra, en tanto el pago deba efectuarse realmente, entra en la circulación no como medio de circulación evanescente, sino como existencia en reposo del equivalente general, como la mercancía absoluta, en una palabra, como dinero. Por eso, cuando se han desarrollado la cadena de pagos y un sistema artificial de compensación de los mismos, en caso de conmociones que interrumpen violentamente el flujo de los pagos y perturban el mecanismo de su compensación, el dinero se transforma súbitamente de su imagen nebulosa y quimérica como medida de valores, en dinero contante o sonante, o medio de pago” (Marx, Contribución de la Crítica de la Economía Política, Siglo XXI, p. 136; énfasis agregado).

La contradicción entre la identidad y la diferencia se manifiesta aquí en toda su fuerza. Se pasa de golpe del dinero como medida ideal al dinero efectivo: “… el dinero reaparece súbitamente, no como mediador de la circulación, sino como única riqueza, exactamente del mismo modo como la concibe el atesorador” (ídem). Así por ejemplo en el movimiento de cheques se aceptan las transferencias de depósitos, que son en última instancia pasivos de los bancos. Pero se aceptan en tanto existe confianza en que en cualquier momento ese pasivo se puede convertir en dinero efectivo, en cash. Por eso cuando cunde la desconfianza en que el banco pueda devolver los depósitos lo único que cuenta para el depositante es el dinero singularizado en billetes tangibles, reales, con existencia real”

El equivalente en las economías atrasadas
Las limitaciones que tiene un sistema monetario autonomizado como simple promesa de pago se intensifican al tratarse de un país atrasado y dependiente. Al respecto, en Valor, mercado mundial y globalización, y después de señalar que la moneda nacional tiene un rol de equivalente parcial, planteaba que “la legitimidad como equivalentes de las monedas nacionales es puesta periódicamente entre signos de interrogación, en especial cuando se trata de equivalentes vinculados a ámbitos de valor sustentados en un bajo desarrollo de las fuerzas productivas. Esto explica que las monedas nacionales actúen como encarnación de valor en la medida en que están respaldadas por monedas ‘fuertes’, y en particular por la moneda que actúa como moneda internacional. Por eso, si bien la validación de los trabajos privados se realiza reduciendo las mercancías al equivalente nacional, este a su vez tiene que estar respaldado por la moneda mundial. (…) Las reservas internacionales constituyen el activo financiero de respaldo último de la base monetaria nacional; una moneda nacional respaldada exclusivamente en el crédito interno (títulos públicos) estaría sujeta al cuestionamiento y a crisis de confianza que harían imposible la acción de la ley del valor. En última instancia, cuando sucede esto, la moneda nacional es reemplazada por la moneda mundial, primero en sus funciones de reserva de valor y atesoramiento, luego como medio de pago y finalmente como medio de cambio”.

Keynes y la propuesta de Gesell
Lo planteado hasta aquí permite examinar críticamente la creencia, bastante generalizada entre economistas heterodoxos y políticos reformistas, de que los problemas del capitalismo podrían solucionarse mediante manipulaciones monetarias. Una idea popular entre los economistas que consideran que los males del capitalismo tienen por causa las propiedades del dinero.

Un ejemplo paradigmático de esta concepción fue Silvio Gesell, citado extensa y aprobatoriamente por Keynes en la Teoría general. Gesell pensaba que si se reducía la tasa de interés se eliminarían los frenos para el crecimiento del “capital real”. Por eso proponía una reforma monetaria consistente en que el dinero perdiera valor en la medida en que no circulase. Y para efectivizar la idea, sugería un sistema de sellado mensual de los billetes, con lo cual eliminaría la prima por la liquidez del dinero. De hecho, su propuesta implicaba instalar una economía capitalista que funcionara según la ley de Say -a una venta le sigue la correspondiente compra, ya que el dinero no se atesora-, pero convirtiendo a toda mercancía en dinero.

Se entiende entonces por qué Keynes estaba de acuerdo con Gesell. Es que, según Keynes, los problemas de la economía capitalista podrían superarse si el dinero perdía la característica que lo distinguiría del resto de los bienes, a saber, su alta prima de liquidez y su bajo costo de mantenimiento (dadas sus elasticidades de producción y sustitución iguales a cero). Estas propiedades especiales impedían que la tasa de interés bajara por debajo de la eficiencia marginal del capital, e hiciera rentable las inversiones. De manera que si el dinero era gravado con un costo por mantenerlo inactivo, siempre según Keynes, se superaría la falla del mercado que impedía el pleno empleo. Por eso, con la reforma monetaria propuesta por Gesell, se eliminaría la posibilidad misma de las crisis, manteniendo el sistema capitalista. De alguna forma la idea era lograr una economía no monetaria sin alterar la propiedad privada de los medios de producción.

Posiblemente por esta razón el proyecto de Gesell atrajo muchos seguidores, como registra Keynes: “Gesell, atrayendo hacia sí el fervor semireligioso que antes había rodeado a Henry George, vino a ser el profeta reverenciado de un culto con muchos miles de seguidores en todo el mundo. El primer congreso internacional de los Freiland-Freigeld Bund (Liga Tierra Libre Dinero Libre) suizos y alemanes y de las organizaciones similares de muchos países se celebró en Basilea en 1923”. Sin embargo, Gesell no es el único ejemplo. Uno, mucho más cercano, fue la propuesta, durante la crisis argentina de 2001-2002, de desarrollar mercados de trueque, esto es, sin dinero. Alguna gente pensó seriamente que esos mercados representaban, embrionariamente, una alternativa al capitalismo.

La propuesta de Gray y la crítica de Marx
Otro caso histórico de plan de reforma monetaria fue el que proponía el ricardiano John Gray. Gray sostenía que para remediar los males del capitalismo no era necesaria una nueva organización del trabajo, sino una nueva organización monetaria. Por eso propuso, después de la revolución parisina de febrero de 1848, una reorganización del intercambio. Se trataba, en esencia, de reemplazar el dinero por bonos que representaran x tiempo de trabajo, y que serían emitidos por un banco central. Este calcularía el tiempo de trabajo que insume la producción de las mercancías, y los productores recibirían los bonos-trabajo, que vendrían a ser asignaciones sobre los productos. Gray pensaba que de esta manera no habría problemas de venta (o sea, de realización del valor), y que los metales preciosos pasarían a tener el mismo rol que cualquier otra mercancía. Así, toda mercancía sería directamente dinero, y los tiempos de trabajo contenidos en las mercancías podrían ser inmediatamente sociales, como sucedería en una sociedad comunista. Aunque sin modificar las relaciones de propiedad capitalistas que subyacen a la existencia del mercado y del dinero. En palabras de Marx, Gray pensaba entonces que los productos debían ser producidos como mercancías, pero no intercambiados como mercancías.

El problema fundamental del planteo de Gray –y que se repetiría en Proudhon- era desconocer que el dinero no es un objeto, sino una relación social, de la misma manera que lo es cualquier otra relación económica (por ejemplo, la división del trabajo). Y si el dinero es una relación, no puede ser un elemento separado del resto. Es que al ser una relación significa que “es un eslabón, y como tal está íntimamente ligado a toda la cadena de las relaciones económicas” (Miseria de la filosofía; véase también Contribución a la crítica de la Economía Política). Por lo tanto, sigue la crítica de Marx, había que reconocer que esa relación corresponde a un modo de producción determinado. Por eso también, no puede separarse el dinero “del conjunto del modo de producción actual, para hacer de él luego el primer miembro de una serie imaginaria, de una serie que se desea hallar” (ídem).

La clave del fracaso de las reformas monetarias al estilo Gray está precisamente en esta cuestión: se busca una solución ingeniosa haciendo abstracción del conjunto de la relación social en la que está inmerso el dinero que se quiere reemplazar por una construcción imaginaria. Lo mismo se aplica a la reforma de Gesell: en tanto exista la propiedad privada y el mercado, es imposible que no haya un equivalente que sea encarnación de valor. Pero si esto es así, el equivalente nunca podrá ser sólo medio de circulación; necesariamente cumplirá las funciones de reserva de valor y medio de pago. Y entonces nos instalamos de nuevo en la contradicción que hemos tratado en la primera parte de esta nota. Por eso, en última instancia, reformas monetarias “a lo Varoufakis” están condenadas. No es posible cambiar el todo a partir de la manipulación de un elemento que está condicionado y vinculado orgánicamente al todo. Las fantasías del reformismo utópico burgués, o pequeño burgués, tienen este límite infranqueable. En este punto es interesante destacar que incluso Keynes pensaba que, aunque una reforma como la propuesta por Gesell sería deseable, una economía de mercado no podía prescindir del dinero.

La reforma de Darimon y la crítica de Marx
Los proudhonianos continuaron la idea de Gray. En este respecto, es interesante la crítica que dirige Marx a la reforma monetaria que había ideado Alfred Darimon, seguidor de Proudhon, en las primeras páginas de Elementos fundamentales para la Crítica de la Economía Política (Grundrisse) 1857-1858.

Darimon proponía reformas en el Banco de Francia para eliminar las crisis comerciales periódicas. Sostenía que durante las crisis, y ante la caída de las reservas de metal, el Banco de Francia acostumbraba subir los tipos de interés, lo que profundizaba las crisis. Darimon planteaba entonces eliminar la convertibilidad de los billetes de banco, y cualquier otra asignación reembolsable en oro y en plata (como los depósitos). De esta manera, el oro y la plata serían mercancías como las otras o, más precisamente, todas las mercancías pasarían a ser medios de cambio con el mismo rango que el oro y la plata. Pensaba que de esta manera el Banco de Francia podría tener un control absoluto del crédito. Puede verse que, en esencia, se trata del mismo objetivo de Gesell o Gray.

La crítica de Marx arranca señalando un error aparentemente técnico: Darimon pensaba que entre la cantidad de metal en reserva y los medios de circulación, representados por la cartera de títulos en manos del Banco, había una relación inversa. Según Darimon, el Banco recibía documentos que se presentaban para retirar el metal, de manera que cuando aumentaban los primeros, disminuía el segundo, y viceversa. Marx demuestra que estadísticamente esto no se verificaba, y explica que la razón de la discrepancia residía en que Darimon no tomaba en cuenta la circulación de billetes de banco, ni los depósitos. Por eso, podía suceder que las reservas bajaran menos que lo que subía la cartera de títulos por el simple hecho de que una parte de los billetes emitidos para efectuar descuentos hubiera seguido circulando y no hubiese sido convertida en metal; o también porque los billetes emitidos hubiesen vuelto a entrar como depósitos. De manera que la relación entre títulos y reserva de metal estaba lejos de ser lineal.

Pero más importante, Marx explica que el Banco de Francia no podía escapar a la ley económica, y a las constricciones derivadas de la producción y la situación de la economía en general. Por ejemplo, en la base de la crisis francesa de 1855, en Francia había estado el déficit en dos de las más importantes ramas de la producción, la seda y el trigo; además, había habido especulaciones capitalistas en el exterior, y gastos improductivos causados por la guerra en Oriente. Este déficit no se podía remediar creando signos monetarios; ni el Banco de Francia tenía el poder para arreglar el problema.

Para verlo con un ejemplo sencillo: un comerciante de trigo presentaba documentos al Banco para su descuento; obtenía billetes y los convertía en oro del Banco; con el oro compraba trigo en el exterior, con el trigo obtenía dinero del público francés, y con ese dinero levantaba los documentos depositados en el Banco. ¿Cómo podía el Banco escapar a esta ley económica? ¿Cómo podía no elevar los intereses cuando las condiciones del crédito se endurecían? Pero Darimon pensaba que suprimiendo la convertibilidad, se solucionaban los problemas. Era una ilusión. Para entender por qué, supongamos que el Banco de Francia pasaba a descontar documentos contra billetes que no podían ser convertidos en oro, como proponía Darimon. Los billetes entonces serían asignaciones directas sobre los productos de la nación. Aunque Marx no presenta este argumento, surge una pregunta primera: ¿Cómo se podía importar trigo (y si había déficit de producción de trigo, la importación era inevitable) si esos billetes sin respaldo no eran aceptados por los capitalistas productores de trigo en el exterior?

Supongamos sin embargo que fueran aceptados; dado que se trataba de asignaciones sobre los productos franceses, dice Marx, subirían los precios de estos productos. Lo cual implica que el Banco habría desvalorizado los títulos, sin que hubiera aumento de la riqueza nacional. Pero más importante todavía, aun con inconvertibilidad el valor de los billetes emitidos se establecería, de todas forma, y de hecho, en los mercados del oro y la plata. “Para los billetes no convertibles la convertibilidad no se comprueba en la caja del banco, sino en el cambio cotidiano entre el papel moneda y la moneda metálica de la que aquella lleva el título” (Grundrisse, p. 57, t. 1).

De nuevo, las relaciones sociales
En el planteo de Marx subyace la idea que vertebra su crítica al utopismo reformista burgués, a saber: que la ley económica no se puede desconocer en tanto esa ley tiene su raíz en las relaciones sociales de producción y de cambio. Por eso señala, en polémica con las ideas de Darimon, que el Banco de Francia no podía escapar a la “ley económica universal” que dice que cuando aumenta la demanda de crédito, y escasea la oferta de dinero, aumenta la tasa de interés. No había manera de alterar esta cuestión, de la misma manera que el Banco no podía controlar la masa de los medios de circulación. Por eso señala que Darimon hacía “de su personal fe supersticiosa en el control absoluto del mercado y del crédito por parte del banco, un punto de partida” (Grundrisse, p. 48, t. 1). Es la misma fe supersticiosa que encontramos al día de hoy, una y otra vez, en las más diversos reformadores “heterodoxos”. Irónicamente, la ortodoxia monetarista también piensa que la masa de circulante puede ser administrada a voluntad por la autoridad monetaria.

La crítica de Marx entonces da vuelta por completo a la idea –tan común por estos tiempos entre la heterodoxia kirchnerista, y similares- de que “la política controla a la economía”. Es que en la economía mercantil capitalista la política no puede escapar de los rigores de la ley del mercado. Por esta razón, lo monetario no puede abstraerse de la totalidad social en la que existe. Es lo que afirma Marx, en forma de una pregunta que bien puede interpretarse como retórica: “¿Es posible revolucionar las relaciones de producción existentes, y las relaciones de distribución a ellas correspondientes, mediante una transformación del instrumento de circulación, es decir, transformando la organización de la circulación? Además, ¿es posible emprender una transformación tal de la circulación sin afectar las actuales relaciones de producción y las relaciones sociales que reposan sobre ellas?” (Grundrisse, p. 45, t. 1). Agregaba que las reformas que pretendían realizar malabarismos en materia de circulación trataban de evitar, por un lado, el carácter violento de las transformaciones, y por el otro, “hacer de estas transformaciones mismas no un supuesto, sino viceversa, un resultado gradual de la transformación de la circulación” (ídem). Ninguna de esas reformas monetarias puede “suprimir las contradicciones inherentes a la relación dinero” (p. 46, ídem). Naturalmente, el ultra prudente “plan B” del reformista Varufakis, no escapa a las generales de la ley.

En resumen, la clave de la crítica marxista al socialismo burgués o pequeño burgués es entender el sencillo hecho de que la forma de producción material, y el intercambio que corresponde a ese modo de producción, constituyen las circunstancias objetivas con las que cada individuo y generación se encuentran como algo dado, y son el fundamento de su actividad política. Esto es así, tanto si se quiere reformar lo existente, o revolucionarlo. Una cuestión que “prácticamente” le fue recordada, hace poco, a Syriza y a sus apologistas desparramados por el mundo (ver aquí)

1 de mayo de 2016

1º DE MAYO: SOBRAN LOS MOTIVOS PARA LA LUCHA


Como comunistas, nuestro deber es romper eso que llaman paz social, que no es otra cosa más que aceptación resignada de la explotación.

El constante empeoramiento de las condiciones de vida de las clases trabajadoras no es consecuencia de la corrupción de un puñado de políticos, ni de la gestión de un gobierno reaccionario, ni el resultado de un repunte de la crisis económica. Esto se llama lucha de clases.

La caída de la tasa de beneficios del capitalismo significa que van a procurar explotarnos más, disminuir la masa salarial, incrementar la jornada laboral y recortar las prestaciones sociales, es decir, eliminar formas de salario indirecto y diferido como son los servicios públicos o las pensiones. Esto tiene un efecto especialmente negativo en las mujeres de clase trabajadora, ya que, al carecer de medios para adquirir estos servicios en el mercado, hace recaer sobre ellas (sobre su trabajo impagado y no reconocido) todo el peso de la reproducción de los trabajadores y las personas dependientes. De los recortes en las pensiones también se llevan la peor parte, pues son las mujeres quienes acaparan los contratos a tiempo parcial y eventuales e incluso el empleo sumergido, que no cotiza.

La solución no vendrá de la mano de ningún candidato mediático, ni de tertulianos convertidos en tribunos de la plebe. Mientras no encuentren una oposición contundente y no se lesionen sus beneficios, tendrán vía libre para seguir esta senda.

No hay espacio ya para seguir practicando el sindicalismo de concertación y de co-gestión de las políticas económicas que venimos conociendo desde la transición. El capital ya no tiene interés en mantener un nivel de consumo elevado entre las clases trabajadoras; ese añorado Estado del Bienestar sólo se mantuvo mientras había una palpable amenaza de cambio revolucionario. Dejemos de alimentar la ilusión de que se puede recuperar.

Desde los Pactos de la Moncloa de 1977 –que imponían la pérdida de salario para conseguir la respetabilidad de nuevos actores dentro de la monarquía parlamentaria- hasta la Reforma de la Jubilación de 2011 –que alargaba la vida laboral y disminuía las pensiones -, los acuerdos firmados han supuesto cesiones sin contrapartidas visibles. Esta política de pactos sólo ha contribuido a fortalecer a determinados aparatos sindicales, lo cual es muy distinto que beneficiar al conjunto de la clase obrera.

Nuestra referencia la constituyen una serie de luchas consecuentes de la clase trabajadora: la movilización de los mineros, la resistencia de la plantilla de Coca Cola, las huelgas de los barrenderos de Madrid, de Panrico, de Movistar… Desde la firmeza, desde la unidad en la lucha, desde la conciencia de clase, estos compañeros y compañeras son la prueba visible de que es posible vencer.

Una premisa indispensable para triunfar en esta batalla es que ejerzamos nuestra solidaridad como clase con los focos de resistencia obrera. El movimiento vecinal y todos los organismos populares deben arropar a los sectores en lucha.

El movimiento obrero tampoco debe olvidar nunca que su horizonte es la consecución de una sociedad sin clases. Si carecemos de este referente político, todos los triunfos acabarán por ser victorias pírricas. Esas mejoras de orden material, que tanto esfuerzo cuesta lograr, pueden perderse en cuanto bajemos mínimamente la guardia, porque esta es la esencia del capitalismo.

La necesidad de que el movimiento obrero tenga un carácter sociopolítico y no se limite a las reivindicaciones económicas más inmediatas no se debe confundir ni con el sectarismo ni con la acción sujeta a consignas partidistas o electorales. Este carácter sociopolítico se traduce en la necesidad de enfrentarse al racismo y el imperialismo, asumir la lucha contra las discriminaciones que sufren las mujeres, enfrentar las políticas de ajuste y privatización que emanan de la Unión Europea, denunciar la creciente represión contra los movimientos populares, hacer nuestra la lucha contra los desahucios, oponerse con fuerza al TTIP (que amenaza con derribar los últimos obstáculos que ejercían las legislaciones estatales frente al liberalismo más salvaje), o denunciar la deuda que han contraído los estados como el resultado de socializar las pérdidas de los especuladores privados.

La clase obrera es la única fuerza capaz de emancipar a la sociedad. La clase obrera debe tomar el poder.

EL PARLAMENTO EUROPEO FINANCIA A LOS PARTIDOS NEONAZIS

Movimiento Político de Resistencia

La revista sueca Expo denuncia que el Parlamento Europeo ha financiado con más de medio millón de euros una reunión neonazi de “Europa Terra Nostra” que se va a celebrar en Estocolmo, la capital de Suecia, este verano.

Europa Terra Nostra” aparenta ser una fundación, pero su presidente en Suecia, Dan Eriksson, es un conocido dirigente del desaparecido Partido de los Suecos (SVP) y del movimiento neonazi escandinavo.

En enero el Parlamento Europeo aprobó una primera entrega de 400.000 euros a “Europa Terra Nostra”, una fundación vinculada a la asociación fascista “Alianza Pan-Europea por la Paz y la Libertad” (APF) de la que forman parte grupos como el griego de Amanecer Dorado.

Ahora se dispone a entregar una suma suplementaria de otros 196.000 euros. El dinero lo utilizarán para organizar el “Manhem Day”, una reunión en Estocolmo en la que van a participar miembros de organizaciones neonazis procedentes de varios países europeos.

Entre las actividades que planifican realizar hay varias conferencias que van a impartir neonazis como Magnus Söderman, antiguo militante de la organización Motståndsrörelsen (Resistencia Nórdica), que se unió al SVP en 2012, o Jonas De Geer, conocido dirigente fascista que también acabó en el SVP.

En 2014, tras una campaña antifascista en varios países, el Parlamento Europeo se vio obligado a reformar las normas de financiación de los grupos políticos europeos para evitar que el dinero cayera en manos de los movimientos fascistas que operan con denominaciones europeístas.

De manera expresa los defensores de la reforma indicaron que trataban de impedir que el dinero llegara a manos de la Alianza de los Movimientos Nacionales Europeos, una federación -ya desaparecida- de la que formaban parte los neonazis húngaros de Jobbik, los británicos del BNP y otros partidos abiertamente fascistas.

Precisamente el grupo “Europa Terra Nostra” también estuvo ligado a la referida Alianza. Su presidente es Roberto Fiore, un conocido fascista desde hace muchos años.

La revista inglesa “Hope Not Hate” fue la que impulsó en 2014 la campaña para exigir a la Unión Europea que no entregara más dinero a las organizaciones fascistas, señalando expresamente a la Alianza entre ellas.

Según un informe de Thilo Janssen, el Parlamento Europeo ha entregado a los diferentes grupos fascistas cerca de 19 millones de euros sólo entre 2012 y la primera mitad de 2014, sin incluir los sueldos y los gastos pagados que tienen todos los eurodiputados.

No cabe extrañarse, pues, de que en las elecciones europeas los partidos fascistas obtengan tan buenos resultados, hasta llegar al 22 por cientos de escaños que ocupan en la actualidad en la Eurocámara: uno de cada cinco diputados de Bruselas es un fascista declarado.

30 de abril de 2016

TELEGRAPH: “LA CIA SE HA METIDO EN LA UNIÓN EUROPEA HASTA EL CUELLO”

Librered.net

Los intentos de EEUU de impedir la separación del Reino Unido de la UE no deben sorprender a los euroescépticos, ya que la integración europea siempre ha sido un proyecto norteamericano, manifiestan los documentos de la CIA citados por Telegraph.

La inteligencia de Estados Unidos ha “financiado secretamente” la creación de la UE desde mediados del siglo XX, así como la formación de institutos durante los gobiernos de Truman, Eisenhower, Kennedy, Johnson y Nixon, afirma el diario, haciendo referencia a las fuentes reveladas de la época de la Guerra Fría.

Aunque a veces irritado, EEUU se ha apoyado en la UE como un ancla de sus intereses norteamericanos, aparte de la OTAN”.

El motivo “evidente” del presidente Truman (1945 — 1953), destaca el artículo, consistía en que el acuerdo de Yalta con la URSS se estaba viniendo abajo, por lo cual “aspiraba a un frente unido para disuadir al Kremlin de un mayor engrandecimiento” más allá de Europa de Este.

Uno de los memorandos del 26 de julio de 1950, firmado por Gen William J. Donovan, exjefe de la Oficina de Servicios Estratégicos de EEUU, revela la “campaña para promover el Parlamento Europeo de pleno derecho”.

Cometieron “errores horribles” en este camino, afirma el diario. Entre otros tantos, se trata de las “instrucciones” de 1965 al vicepresidente de la Comunidad Europea para perseguir la unión monetaria con sigilo, suprimiendo el debate hasta que la “adopción de estas propuestas se hiciera prácticamente inevitable”.

De allí las “trampas” de la deuda y deflación, así como el desempleo masivo en el sur de Europa en la época actual.

En las filas de la administración de EEUU hubo bastantes euroescépticos, en particular, a finales del siglo pasado. John Kornblum, el jefe de los asuntos europeos del Departamento de Estado en los 90, fue uno de ellos, calificó de “una pesadilla” todos los intentos de establecer las relaciones con Bruselas: “Terminé totalmente frustrado. Las áreas militares, de defensa y seguridad fueron totalmente disfuncionales”.

Aquellas “frustraciones” dieron lugar a un período de optimismo estratégico con la primera ola de integración de los países de Europa del Este en 2004.

De momento, la conservación de la UE con su configuración actual y con el garante de EEUU que es Londres, es vista por Washington como prioridad frente a la “amenaza yihadista” y el gobierno de Vladímir Putin con su potencial militar, apuntan los autores de Telegraph.

Concluyen que los papeles citados no son solo “antigua historia”, sino también una evidencia de que la CIA se ha metido en la UE “hasta el cuello”.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Más información sobre la cuestión en los siguientes enlaces:



29 de abril de 2016

BOMBAS ATÓMICAS PARA ITALIA, ALEMANIA, BÉLGICA, HOLANDA Y TURQUÍA

Manlio Dinucci. Il Manifesto

Cinco Estados no nucleares violan en este momento el Tratado de No Proliferación al recibir bombas atómicas estadounidenses. Esas bombas serán incluso modernizadas, precisamente en momentos en que Washington acaba de organizar una cumbre… contra las violaciones de la no proliferación nuclear.

«Gracias, presidente Obama. Italia mantendrá con gran determinación su compromiso con la seguridad nuclear», escribió en Twitter el primer ministro Matteo Renzi, después de participar, en abril, en la cumbre de Washington sobre ese tema.

«La proliferación y la potencial utilización de armas nucleares constituyen la mayor amenaza para la seguridad mundial. Es por eso que, hace 7 años, en Praga, me comprometí a que Estados Unidos cesara de difundir el armamento nuclear», había escrito el presidente Obama en su presentación del encuentro de Washington.

Y precisamente mientras declara eso, la Federación de Científicos Americanos (FAS, siglas en inglés) presenta nueva información sobre las nuevas bombas nucleares estadounidenses B61-12, actualmente en fase de desarrollo, que reemplazarán las B61 ya desplegadas por Estados Unidos en Italia, Alemania, Bélgica, Holanda y Turquía. Incluso se están realizando ensayos para dotar la B61-12 de capacidades antibúnker, o sea de penetrar profundamente en el subsuelo antes de explotar para destruir los centros de mando y otras estructuras subterráneas mediante un primer golpe nuclear.

Para la utilización de estas nuevas bombas nucleares, dotadas de sistemas de guía de precisión y de potencia variable, Italia pone a la disposición [de Estados Unidos y la OTAN] no sólo las bases aéreas de Aviano y de Ghedi-Torre (Brescia) sino también pilotos que se entrenan para la realización de bombardeos atómicos bajo las órdenes de Estados Unidos. Así lo demuestra, señalan los científicos estadounidenses, la presencia en Ghedi del 704th Munitions Support Squadron, una de las cuatro unidades de la US Air Force desplegadas en las 4 bases europeas «donde las armas nucleares estadounidenses están destinadas al lanzamiento desde aviones del país receptor».

Información confirmada, desde Estados Unidos, por el Bulletin of Atomics Scientists, una de las fuentes más confiables en materia de armamento nuclear. El 2 de marzo de 2016 esta publicación escribe:

«Se han asignado a la fuerza aérea italiana (con aviones Tornado PA-200) varias misiones de ataque nuclear con armas nucleares estadounidenses, mantenidas bajo control del personal de la US Air Force hasta que el presidente de Estados Unidos autorice su utilización.»

De esta manera, Italia, Alemania, Bélgica, Holanda y Turquía, oficialmente países no nucleares, se ven convertidos en territorio de primera línea y, por ende, en posibles blancos, en el enfrentamiento EEUU/OTAN contra Rusia. Ese enfrentamiento se hará más peligroso aún con el despliegue en Europa de las nuevas bombas nucleares estadounidenses. Interrogados al respecto por el New York Times, varios expertos advierten:

«Las armas nucleares de ese tipo, más precisas, incrementan la tentación de recurrir a ellas, e incluso de ser los primeros en utilizarlas.»

Ante el creciente peligro que nos amenaza, y que la mayoría desconoce porque los medios de prensa y los políticos se cuidan muchísimo de mencionarlo, ya no bastan los usuales llamados al desarme nuclear, terreno propicio para la demagogia. Basta con recordar que el presidente Obama, el mismo presidente que asignó 1 000 millardos de dólares [1], dice que quiere «llevar a la realidad la visión de un mundo sin armas nucleares».

Hay que denunciar el hecho que, al recibir armamento nuclear y prepararse para utilizarlo, Italia, Alemania, Bélgica, Holanda y Turquía están violando el Tratado de No Proliferación, ratificado en 1975, donde se estipula:

«Cada Estado no poseedor de armas nucleares […] se compromete a no recibir de nadie ningún traspaso de armas nucleares u otros dispositivos nucleares explosivos ni el control sobre tales armas o dispositivos explosivos, sea directa o indirectamente […]» (Artículo 2)

La única manera concreta que tenemos de contribuir a impedir la escalada nuclear y a que se haga realidad la eliminación total de las armas nucleares es exigir que Italia, Alemania, Bélgica, Holanda y Turquía no sigan violando el Tratado de No Proliferación y, sobre la base de dicho Tratado, que esos países obliguen a Estados Unidos a retirar todo armamento nuclear ya desplegado en sus territorios nacionales respectivos e impidan el despliegue de las nuevas bombas atómicas B61-12.

¿Habrá en los Parlamentos de esos países alguien dispuesto a solicitar eso sin andarse con medias tintas?

28 de abril de 2016

DAVID HARVEY Y EL CARÁCTER FETICHISTA DE LA MERCANCÍA

Francisco Umpiérrez Sánchez. fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.com.es

He seguido leyendo a duras penas "La guía para leer El Capital" de David Harvey. Me produce desazón y me preocupa que haya personas que lean esta obra como guía para leer El Capital. La impresión que me da es como si Harvey hubiera troceado toda la sección de El Capital dedicada al carácter fetichista de la mercancía y la hubiera lanzado al aire, y después recogiera unos determinados trozos y los uniera bajo la más libre arbitrariedad. ¡Qué desorden! Las teorías se componen de juicios. Los juicios están encadenados en razonamientos de los que se extraen conclusiones lógicas. A nadie se le ocurriría exponer una teoría matemática o física saltándose o eliminando juicios de los razonamientos o saltando directamente a las conclusiones. El encadenamiento de los juicios no puede ser roto; porque si no, sería imposible obtener conclusiones lógicas. Pues bien, esto es lo que hace David Harvey con El Capital: en términos lógico teóricos lo destruye. Y así confunde y entremezcla los conceptos de manera que no hay manera de entenderlos. Confunde la ocultación con el fetichismo y el valor con las formas del valor. No quiero entrar en el detalle de todos sus errores para no aburrir al lector. Expondré primero lo esencial del razonamiento de Marx acerca del carácter fetichista de la mercancía. Y después expondré lo que entiende David Harvey por fetichismo y lo someteré a crítica. Gran parte de lo que voy a exponer no aparece en el texto de Harvey.

Cuando se estudia El Capital se atraviesa distintas etapas teóricas. Primero hay que estudiar la transformación de la mercancía en dinero, y después, la transformación del dinero en capital. Estas son las dos primeras etapas del conocimiento contenidas en El Capital. Es un error introducir conceptos y determinaciones de la segunda etapa en la primera. No podemos pretender ver en la primera etapa aspectos que solo pueden verse en la segunda etapa. Tampoco debemos pretender que con uno solo concepto, como puede ser el carácter fetichista de la mercancía, entender la totalidad de la naturaleza de la mercancía. Todo concepto tiene sus limitaciones. Ir más allá de los límites de cada concepto es un error teórico grave. Si queremos llegar más lejos en la comprensión del objeto de estudio necesitamos de otros conceptos. Cada cosa a su tiempo. Estas consideraciones lógico teóricas no las tiene en cuenta Harvey, provocando que su exposición no sea ordenada sino tortuosa.

Después de haber expuesto la transformación de la mercancía en dinero –advirtiendo que aquí hablamos del dinero-oro, esto es, del dinero que todavía es un valor de uso– Marx pasa a exponer el carácter fetichista de la mercancía. Les recuerdo que la mercancía es una unidad doble: valor de uso y valor. Marx nos dice que en principio la mercancía parece un objeto trivial, pero de su análisis resulta que es una cosa muy complicada, llena de sutilizas metafísicas y de caprichos teológicos. Y cuando algo es complicado y muy complejo, se nos presenta inevitablemente como algo misterioso y enigmático. Lo que hace a continuación Marx es decirnos primero dónde no está el misterio de la mercancía.

Pero antes de entrar en esta materia aclaremos la diferencia entre valor y forma de valor. El lector me lo agradecerá. Comprenderá mejor lo que sigue. Cuando un agricultor produce trigo, debemos distinguir dos cosas: por un lado, realiza una actividad productiva conforme a un fin, y por otro lado, gasta una determinada cantidad de fuerza de trabajo en producir, por ejemplo, 2 kilos de trigos. En tanto actividad productiva el agricultor produce valor de uso, y en cuanto gasto de fuerza de trabajo el agricultor produce valor. El gasto de la fuerza de trabajo se mide por la duración del trabajo. De manera que diremos que para producir 2 kilos de trigo el agricultor empleó 2 horas de trabajo social medio. Pero cuando miramos los 2 kilos de trigo, y por muchas vueltas que le demos, no tenemos manera de hallar las dos horas de trabajo contenidas en los 2 kilos de trigo. Dicho de otro modo: bajo el punto de vista sensible es imposible percibir el valor de los dos kilos de trigo. Al valor considerado así se le llama el valor en su forma natural. A esta forma de existir el valor en la mercancía aislada Marx la califica de “objetividad espectral”. Lo único que quiere indicar Marx con esta expresión es el carácter imperceptible del valor en su forma natural.

La situación cambia cuando en vez de considerar a la mercancía aislada consideramos la relación de una mercancía con otra. Supongamos que se establece una relación de intercambio entre 2 kilos de trigo y 1 metro de tela. Dice Marx que una mercancía por sí misma no puede expresar el valor que tiene. Así que el trigo para expresar su valor necesita de la tela. Y en esta relación el trigo se encontrará en la forma relativa de valor, porque es la mercancía que expresa su valor, y la tela estará en forma de equivalente, porque es la mercancía que sirve de material de expresión del valor del trigo. Si preguntáramos ¿cuál es el valor de 2 kilos de trigo? Responderíamos: 1 metro de tela. Lo que nos dice Marx es que 1 metro de tela es la forma del valor de 2 kilos de trigo. Así que, concluyendo, una cosa es el valor en su forma natural, el valor existiendo en la mercancía aislada y que no es perceptible, y otra cosa es la forma del valor, el valor existiendo en la relación de cambio entre dos mercancías, donde la mercancía que desempeña el papel de equivalente, en nuestro caso 1 metro de tela, existe como forma del valor de los 2 kilos de trigo. El estudio de las formas del valor merece un estudio muy concienzudo, muy riguroso y muy reflexivo. Aconsejo al lector que lea mi trabajo La transformación de la mercancía en dinero , para que tome nota de toda su complejidad y trascendencia. Sin embargo, en un gesto ofensivo hacia la calidad teórica de El Capital , Harvey afirma que el estilo seguido por Marx en esa sección es “aburridamente contable”. ¡Qué le vamos a hacer! Es propio de mucha gente achacar al otro sus propias limitaciones. Y Harvey tiene importantes limitaciones teóricas.

Pasemos ahora a explicar dónde según Marx no está el misterio de la forma mercantil.
Una. El misterio de la mercancía no puede provenir del valor de uso, ya se le mire, por una parte, como una cosa que por sus propiedades satisface necesidades humanas, o por otra parte, como un producto del trabajo útil o de la actividad conforme a un fin. Aquí no hay oscuridad ni misterio. Todo está a la luz.

Segunda. Nos advierte Marx que tampoco el misterio está en las determinaciones del valor. El valor tiene tres determinaciones fundamentales: su sustancia, su magnitud y su forma social.Hablemos de su sustancia: por muy diferentes que sean las actividades productivas o trabajos útiles, es una verdad fisiológica que son funciones del organismo humano, esto es, gasto de cerebro, músculos,... En tanto valores las mercancías son gasto de fuerza de trabajo humano sin tener en cuenta la forma de su gasto. Esta determinación es la que hace iguales a todas las mercancías. Es obvio igualmente que esta determinación no tiene nada de misteriosa ni enigmática. 

Hablemos de la magnitud del valor: Nos dice Marx que salta a la vista la diferencia que hay entre la cantidad de trabajo y la calidad del trabajo. Y añade que en todas las situaciones tuvo que interesarle a los hombres saber cuánto tiempo empleaba en producir sus medios de subsistencia. Luego en la magnitud de valor tampoco hay misterio. 

Hablemos, por último, de su forma social: dice Marx “en cuanto los hombres trabajan de alguna manera los unos para los otros, su trabajo recibe también una forma social”. En el esclavismo los esclavos trabajaban para los esclavistas, en el feudalismo los siervos trabajaban para los señores feudales, en el capitalismo la clase obrera trabaja para los capitalistas, y en el socialismo de Estado la clase obrera trabajaba para el Estado. Así que la forma social del trabajo tampoco genera ninguna clase de misterio y enigma.

Llegados a este punto Marx se pregunta: “¿De dónde nace, pues, el carácter enigmático del producto del trabajo en cuanto adopta la forma de mercancía?” Y responde: “Evidentemente de esa misma forma”. Ya tenemos entonces la respuesta: el carácter misterioso y enigmático del producto del trabajo proviene de su forma mercantil. Luego la clave está en comprender bien la naturaleza de esa forma para comprender por qué la mercancía tiene un carácter fetichista. Toda esta exposición pormenorizada que he realizado, y que no es nada extensa, no figura en el texto de David Harvey. Y, por rigor, no me he saltado ningún paso. Vale más decir poco pero claro que mucho pero turbio. Expongamos primero en qué consiste el enigma de la forma mercantil según Marx: “La igualdad de los trabajos humanos recibe la forma objetiva de la misma objetividad de valor de los productos del trabajo, la medida del gasto de fuerza de trabajo humano mediante su duración recibe la forma de la magnitud de valor de los productos del trabajo, las relaciones de los productores en la que actúan esas determinaciones sociales de sus trabajos reciben la forma de una relación social de los productos del trabajo”. No se me atragante el lector que ahora pasaré a explicar todo esto.

El señor A de la comunidad A produce trigo, y el señor B de la comunidad B produce telas. Desde hace décadas vienen intercambiando sus productos del trabajo de forma regular. Los sucesivos intercambios han establecido la siguiente relación de cambio: 2 kilo de trigos se cambian por 1 metro de tela, o 2 kilos de trigo = 1 metro de tela. El trabajo del agricultor es un trabajo útil cualitativamente diferente del trabajo del tejedor, pero como gasto de fuerza de trabajo humano son iguales. En un caso se gasta fuerza de trabajo humano en forma de agricultura y en el otro caso se gasta en forma de tejeduría. Esta diferencia se objetiva en las mercancías del siguiente modo: como valores de uso el trigo y la tela son cualitativamente diferentes y como valores son iguales. Debemos suponer también que el agricultor empleó 2 horas de trabajo social medio en producir 2 kilos de trigo, y que el tejedor empleó igualmente 2 horas de trabajo social medio en producir 1 metro de tela. Y aunque el tejedor haya empleado 3 horas de trabajo, sus 3 horas de trabajo individual representan 2 horas de trabajo social medio. Ya que hemos supuesto que las condiciones medias de productividad en esta rama del trabajo se expresan en que por cada metro de tela producida se emplean 2 horas de trabajo social medio. Prefiero emplear la expresión “trabajo social medio” que la tan socorrida expresión de “trabajo socialmente necesario”.

Ahora preguntemos por las palabras de Marx a las cuáles prometí darles una explicación. Primero: ¿Qué significa que “la igualdad de los trabajos humanos recibe la forma objetiva de la misma objetividad de valor de los productos del trabajo”? Pues eso: que la igualdad entre el trabajo humano del agricultor y el trabajo humano del tejedor se expresa –o recibe la forma– en la igualdad de sus productos: el trigo y la tela en tanto valores, en tanto representan gasto de fuerza de trabajo humano sin tener en cuenta la forma de su gasto, son iguales. Segundo: ¿Qué significa que “la medida del gasto de fuerza de trabajo humano mediante su duración recibe la forma de la magnitud de valor de los productos del trabajo”? Lo siguiente: que las 2 horas de trabajo social medio que costó producir los 2 kilos de trigo se expresa –o recibe la forma– en 1 metro de tela. Y tercero: ¿Qué significa “que las relaciones de los productores en la que actúan esas determinaciones sociales de sus trabajos reciben la forma de una relación social de los productos del trabajo”? Lo siguiente: que la relación socio-económica entre el agricultor y el tejedor se expresa –o recibe la forma –en la relación social de los 2 kilos de trigo con 1 metro de tela. En suma, en el mundo mercantil nada se dice directamente de los trabajos y de los trabajadores: todo se dice por medio de los productos del trabajo.

Llegados a este punto y esperando que el lector haya entendido mis explicaciones, Marx concluye: “Lo misterioso de la forma de mercancía consiste, pues, en el hecho de que les refleja a los hombres los caracteres sociales de su propio trabajo como caracteres objetivos de los productos del trabajo, como propiedades naturales sociales de estas cosas, y, por tanto, también refleja la relación social de los productores con el trabajo total como una relación social de objetos, existente fuera de ellos”. Creo que en mis palabras anteriores queda claro lo que concluye Marx. Los caracteres sociales del trabajo del agricultor y del tejedor en tanto gasto de fuerza de trabajo social medio se les refleja a ellos como caracteres sociales de sus productos, como caracteres sociales de los 2 kilos de trigo y el metro de tela. Y la relación social de los productores con el trabajo total, esto es, con el trabajo de todas las ramas de producción, se refleja como la relación social de todas las mercancías entre sí. ¿Y cuáles son los caracteres sociales del trabajo humano abstracto, esto es, del gasto de fuerza de trabajo humano sin tener en cuenta la forma de su gasto, del agricultor y del tejedor? Lo dijimos antes: uno, que en tanto valores son iguales, dos, que en su producción han gastado una determinada cantidad de trabajo social medido por su duración, y tres, que cada uno de ellos satisface la necesidad del otro o que cada trabajo se ha confirmado como eslabón necesario en la división social del trabajo. Creo que con lo dicho hasta aquí basta.

Hablemos ahora de cómo interpreta David Harvey el fetichismo. En la página 46 de su texto, Harvey explica el fetichismo de las mercancías en los siguientes términos: “Si alguien va a un supermercado y quiere comprar allí una lechuga, tiene que disponer de cierta cantidad de dinero. La relación material entre el dinero y la lechuga expresa una relación social porque el precio –el cuánto– está socialmente determinado, y el precio es una representación monetaria del valor. Oculto en el seno de ese intercambio en el mercado entre cosas existe una relación entre el consumidor y los productores directos que trabajaron para producir esa lechuga. Pero el trabajador no solo no tiene por qué saber nada del trabajo o los trabajadores que introdujeron valor en la lechuga; en sistemas muy complicados de intercambios es imposible saber nada sobre el trabajo o los trabajadores, y por eso el fetichismo es inevitable en el mercado mundial. El resultado final es que nuestra relación social con las actividades laborales de otros queda oculta bajo las relaciones entre cosas”.

La esencia de la explicación de David Harvey sobre qué es el fetichismo de las mercancías es la siguiente: la relación entre cosas en el mercado, entre mercancía y dinero, oculta la relación entre productores y consumidores, resultando que los segundos no saben nada de los primeros. ¿De dónde extrae Harvey esta explicación? De El Capital puedo asegurarles que no. ¿De dónde la extrae entonces? De sus propias conjeturas. ¿Tiene sentido lo que afirma? Pues no. El en proceso de intercambio, en el mercado, las personas figuran unas frente a otras como representantes de mercancías, esto es, como compradores y como vendedores. Estos son los dos únicos papeles que se desempeñan en el mercado: vendedor y comprador. De hecho el capitalista en el mercado también es un comprador y un vendedor, el hecho de que sea capitalista no le hace desempeñar un papel distinto a los que rigen en el mercado, que vuelvo y repito son el de comprador y el de vendedor. El dinero como capital se diferencia del dinero como medio de compra por las mercancías que se compran con él: medios de producción y fuerza de trabajo. El dinero como capital no se diferencia del dinero como medio de compra porque su propietario desempeñe un papel distinto a los que rigen en el mercado. Quien va con dinero al mercado desempeña el papel de comprador, mientras que quien va con mercancía desempeña el papel de vendedor. –No hablamos ni tenemos en cuenta en esta etapa del conocimiento el capital productor de interés. Advertí que es un error incluir en una etapa del conocimiento aspectos que pertenecen a una etapa de conocimiento posterior–.

Seguimos. Una vez que el comprador se hace con la mercancía que necesita, por ejemplo, la lechuga, abandona la esfera de la circulación e ingresa en la esfera del consumo. La lechuga en el mercado funciona en calidad de valor, mientras que en el consumo funciona en calidad de valor de uso. En el mercado la lechuga se realiza como valor, mientras que en el consumo se realiza como valor de uso. Así que no tiene sentido alguno afirmar que la esfera de la circulación oculta la esfera del consumo. La esfera del consumo está tan a la vista como la esfera de la circulación. Veamos ahora el otro lado de la relación económica. El agricultor una vez ha recolectado las lechugas abandona la esfera de la producción e ingresa en la esfera del mercado. Y en el mercado no figura como productor sino como vendedor. Así que tampoco tiene sentido decir que la esfera de la circulación oculta la esfera de la producción. La esfera de la producción está tan a la vista como la esfera de la circulación. Así que es un acto mental caprichoso y arbitrario de Harvey afirmar que en el intercambio se ocultan las relaciones entre los productores y los consumidores, cuando lo cierto es que la relación entre producción y consumo está mediada por el mercado. Y mediación no es lo mismo que ocultación. Además no solo es que la producción, el intercambio y el consumo se diferencien espacialmente, sino también temporalmente. Primero viene la producción, después el intercambio, y por último, el consumo.

Podría entrar aún en más detalles, pero no quiero cansar al lector. Creo haber demostrado que la lectura de Harvey sobre la sección de El Capital titulada el carácter fetichista de la mercancía y su secreto carece de rigor conceptual e interpreta de forma errónea la esencia de ese concepto.

23 de abril de 2016

TRES DESPACHOS SOBRE WALTER BENJAMIN

Maciek Wisniewski. La Jornada

El migrante. Benjamin (1892-1940), al parecer, nace siendo un migrante, hecho solo para cambiarse de lugar. Nunca logra encontrarse uno fijo. Estando en uno ya quiere irse al otro. Su Berlín natal es su influencia principal. Aun así, no puede esperar a dejarlo atrás. Sólo que al mismo tiempo no sabe dejar atrás la casa de sus padres (una bien acomodada familia burguesa judío-alemana). Por años sigue viviendo con ellos, obligando a su padre a que lo mantenga. En los años 20/30 va y regresa. Primero del (auto)exilio en Suiza durante la Primera Guerra Mundial (donde hace el doctorado), luego de sus casas temporales en París, Capri o Moscú. La carrera académica que anhela tanto –pero a la que no puede decidirse bien: “Trato de agarrar el viento de todos lados”, anota en Capri ( Walter Benjamin: a critical life, Harvard, 2014, p. 217)– lo ataría a un lugar. Pero su habilitación es rechazada y queda “libre”. Aprovechando el auge mediático en la joven república de Weimar se vuelve un freelance writer: colabora con la prensa, la radio, hace traducciones y trabajos de redacción. Así puede “estar en movimiento”: siempre que logra juntar un poco de dinero –su situación económica es muy precaria– migra por toda Europa. El viaje –bien subrayan Eiland y Jennings, autores de su nueva, ya citada biografía (satisfactoria como fuente de información sobre su vida y entorno, pero decepcionante como lectura...)– es para él una “medicina para las miserias” (p. 335). Incluso la típica disyuntiva de los intelectuales judíos de su generación (y “acto de rebelión contra sus familias burguesas”): “sionismo o comunismo”, descrito así por su amigo Gershom Sholem ( LRB, 3/8/95), se presenta para él como una cuestión del destino migratorio. Aunque estudia las posibilidades de emigrar tanto a Palestina como a la URSS, no puede decidirse por ninguna (ni por rebelarse contra su familia...). Quiere “evitar compromisos ideológicos” y “conservar su libertad intelectual y personal” (p. 272). El hogar es donde puedo gastar el dinero, escribe (p. 332).

El exiliado. Con su precario modo de empleo, siempre está buscando un lugar más barato para comer, dormir, leer y escribir; en 1932, en plena bancarrota, quiere ir a vivir a una cueva en una isla en el Mediterráneo (Esther Leslie, “Walter Benjamin: the refugee and migrant”, en Verso blog, 14/10/15). Con la llegada de Hitler al poder, pasa de migrante a exiliado (igual que otras 100 mil personas que huyen de Alemania entre 1933-35). “Sacado de su comodidad burguesa por las fuerzas de la historia y aventado al lado de los desposeídos”, apunta Leslie, ve en el auge del nazismo “la continuidad de la opresión y explotación capitalista”. Exiliado en París con poco dinero y pocas oportunidades para publicar, anota: “Hay lugares donde puedo ganar una cantidad mínima y lugares donde puedo subsistir con una cantidad mínima, pero no hay ninguno donde las dos cosas coincidan” (p. 392). La atmósfera alrededor –los franceses tratando a los exiliados alemanes peor que a los alemanes que los exiliaron, los exiliados comiéndose a otros exiliados y los judíos humillando a otros judíos (“Si estos dependerán sólo de sí mismos y de los antisemitas, pronto no habrá muchos de ellos”, p. 495)– profundiza su desesperación. Busca nuevas casas. En siete años cambia de dirección 28 veces. Se va a Ibiza, a Dinamarca (a ver a Brecht, quien lo tilda de “huidizo incapaz de alcanzar un refugio”), a Italia... Cada vez después de un rato, de un lugar ya quiere irse al otro. Cuando Adorno y Horkheimer –que junto con su instituto, su principal fuente de empleo en estos años, ya están en Nueva York– quieren traerlo a Estados Unidos, lo ve con esperanza. Vacila –como con todo– pero sabe que ya se le acaba el tiempo. A principios de 1939, la Gestapo descubre un artículo que una vez publicó en Moscú, “transgresión” suficiente para revocarle la ciudadanía alemana (p. 626). Del exiliado pasa al apátrida y al refugiado.

El refugiado. Cuando en septiembre estalla la guerra, el gobierno francés ordena la internación de miles de enemy aliens alemanes y austriacos. Benjamin queda encerrado por dos meses, primero en el Estadio Olímpico en Colombes, al norte de París, y luego en el campo en Nevers (p. 648-653). Aunque son campos de internamiento, las condiciones son terribles y él no está hecho para aguantarlas. Ya en libertad le escribe a Adorno: “En los últimos meses vi tantas vidas cuya ‘existencia burguesa’ no sólo se hundía, sino se ‘zambullía de cabeza’ de un día para el otro” (p. 669). La suya incluida. Cuando en mayo de 1940 los nazis invaden Francia, finalmente intenta huir del país. Tiene un visado estadunidense, pero para poder tomar un barco en Marsella necesitaría también uno francés. Siendo un apátrida, no puede sacarlo. Con un grupo de otros refugiados logra cruzar a España a través de los Pirineos. Pero la frontera en Port Bou está cerrada. Le dicen que será retornado a Francia y, mientras tanto, junto con otros, lo ponen en un hotelito bajo guardia. Temiendo ser enviado otra vez al campo de internamiento, el 26 o 27 de septiembre –en circunstancias poco claras, reconstruidas por Jeremy Harding ( LRB, 19/7/07)– decide suicidarse. Del refugiado pasa al náufrago y al ahogado. Al día siguiente la frontera queda reabierta (p. 675).

Coda. Para Benjamin la historia era una “lucha” entre el futuro y el pasado, con el presente como “una viva imagen dialéctica de los dos”; según él había momentos en que gracias a un particular alineamiento político-histórico, un fragmento del pasado, resonando con el presente, podía hablarnos directamente.

Este momento es ahora, cuando:

1) la suerte de los refugiados, como Benjamin, resuena con la vida y la muerte de miles en las fronteras de Europa y en sus campos de internamiento;

2) la suerte de los exiliados por el fascismo, como Benjamin, resuena con su actual renacimiento;

3) la suerte de los migrantes y trabajadores precarios, como Benjamin, resuena con la condición de millones de freelance workers.

Las imágenes del pasado y del presente encajan tan bien en un nuevo “rompecabezas dialéctico”, que simplemente parecen intercambiables.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Aunque parece ya una batalla perdida, a algunos nos resulta especialmente irritante la expresión de trabajadores precarios para referirse a los hijos de la pequeña y mediana burguesía a los que les han venido mal dadas en algún recodo de la historia. Lo que algunos llaman “precariado” no ha sido otra cosa que la condición de vida del proletariado (o clase trabajadora, si la expresión les resulta menos “desfasada” a los “modernos de lo nuevo”) en la mayor parte del tiempo de existencia de esta clase social. Así que atenciones especiales hacia algún estrato de clase, que ni siquiera ha alcanzado la condición de tal, ninguna.


22 de abril de 2016

TODO LO QUE USTED SIEMPRE QUISO SABER SOBRE EL ‘OFFSHORE’

Movimiento Político de Resistencia Global

Una empresa “offshore” es lo más opuesto a la noción que hasta ahora habíamos conocido de empresa. No hay instalaciones, ni maquinaria, ni trabajadores, ni actividad de ningún tipo. Todo es virtual, como los antiguos apartados de correos o una dirección electrónica de hoy.

Antes las sociedades se llamaban “anónimas” porque sus propietarios tenían un título al portador que se podía vender en cualquier momento. Podríamos decir que la relación de producción cambiaba pero la fuerza productiva seguía en su sitio. Ahora todo es ficticio, fantasmagórico más bien.

El origen de los paraísos fiscales se puede aclarar teniendo en cuenta que la palabra inglesa “offshore” se debería traducir como “extraterritorial”, una expresión jurídica vinculada al feudalismo y al colonialismo.

Es feudal porque antiguamente había potencias, como la Iglesia, que no estaban sujetas a las normas del Estado. Las Iglesias eran como el Vaticano, un Estado dentro de otro Estado. Por eso el Vaticano es el paraíso fiscal más importante del mundo... aunque nadie lo mencione.

Por eso también durante el franquismo los obreros se refugiaban en las iglesias. Era una especie de lugar “sagrado” en el que la policía no podía entrar. Lo mismo ocurría en las universidades. Para entrar en ellas la policía debía pedir autorización al rector.

Hoy las embajadas son extraterritoriales y por eso Julian Assange se ha podido refugiar en una de ellas de la persecución a la que está sometido.

En China, para huir de la policía, el Partido Comunista se fundó en una de las muchas zonas extraterritoriales que los imperialistas tenían repartidas por todo el país, en donde disponían de sus propias leyes, sus propios tribunales, sus propias cárceles, etc.

Los paraísos fiscales surgen en los años sesenta por cuatro motivos fundamentales. El primero de ellos es la descolonización, que creó numerosos países tan “soberanos” como ficticios. A partir de su “independencia” quedaron fuera de la jurisdicción metropolitana y, por lo tanto, de su régimen fiscal.

El segundo es que en aquellos años, las grandes potencias capitalistas tuvieron que hacer muchas concesiones al movimiento obrero y para financiar el “Estado de Bienestar” multiplicaron la presión fiscal.

El tercero es la gigantesca acumulación capitalista, que en muy pocos años concentró enormes masas de capital en muy pocas manos, en las de quienes ya no les gusta hacer ostentación tanto como antes. Prefieren un poco más de discreción.

El cuarto es la facilidad con la que se pudieron empezar a mover grandes masas de dinero en muy poco tiempo y sin apenas controles de salida ni de entrada.

Antes de deslocalizar el aparato productivo real en maquilas, las empresas comenzaron, pues, a deslocalizar su entramado formal societario, creando un verdadero laberinto en el que nada es lo que parece.

Aunque un paraíso fiscal tiene esas dos notas características, anonimato y baja presión fiscal, no hay un listado de ellos. Estados Unidos tiene su listado, la OCDE publica el suyo, la Unión Europea tiene uno y España otro, que lo redacta el Ministerio de Hacienda.

Que un país introduzca a otro en su listado de paraísos fiscales o le saque de él, depende de la competencia capitalista mutua entre ellos, de las relaciones diplomáticas y de numerosas intrigas y chanchullos, más o menos sucios.

Por ejemplo, Brasil considera que España es un paraíso fiscal por la competencia que le hace en materia fiscal.

El año pasado España consideraba como “paraísos” a 33 países, mientras que en 1991 la cifra era más elevada: 48 en total.

Como consecuencia de acuerdos comerciales entre los países, cada vez aparecen menos paraísos fiscales en los listados, pero cada vez mueven masas más grandes de capitales, es decir, que el mundo experimenta un proceso acelerado, tanto de concentración como de centralización del capital.

La concentración y centralización han llegado a tal extremo que los capitales resultan imposibles de manejar, por lo que se crean sociedades dedicadas especialmente a gestionar esos enormes flujos.

El aluvión mediático sobre los paraísos fiscales es absolutamente hipócrita. Los países no quieren que Panamá se homologue con cualquier otro Estado perteneciente a la OCDE, con elevadas tasas fiscales. Lo que quieren es convertirse ellos en Panamá para atraer a los capitales que ahora huyen.

La “amnistía fiscal” de Montoro es uno de esos intentos de convertir a España en un paraíso fiscal. Gracias a medidas de ese tipo más de la mitad de la inversión que entró en España entre 2012 y 2013 llegó procedente de paraísos fiscales.

Los periodistas hablan de las salidas pero no dicen nada de las entradas de capitales. Si se trata de “dinero negro”, como dicen, ¿a dónde han ido a parar esas inversiones?