8 de abril de 2016

¿QUE ES EL CAPITALISMO?

Rolando Astarita. rolandoastarita.com

1. Introducción
Hace muchos años un defensor del sistema capitalista, un señor llamado Mandeville, escribió un libro que en su momento fue famoso, La fábula de las abejas. Ahí sostenía que “…para contentar al pueblo aun en su mísera situación, es necesario que la gran mayoría siga siendo tan ignorante como pobre”. Mandeville pensaba que el conocimiento por parte del pueblo era peligroso porque “amplía y multiplica nuestros deseos, y cuanto menos desea un hombre tanto más fácilmente pueden satisfacerse sus necesidades”.[1] Y mucha gente sigue pensando así; de hecho, incluso, hace poco en el diario La Nación, de amplia circulación entre la clase pudiente, apareció un largo artículo, lleno de elogios a Mandeville y su La fábula de las abejas.

Pues bien, el objetivo de este pequeño escrito es hacer exactamente lo opuesto de lo que quería Mandeville. O sea, vamos a explicar, de la manera más sencilla posible, qué es el sistema capitalista, por qué es un sistema que produce concentración de la riqueza, por un lado, y al mismo tiempo genera miseria, desocupación, y trabajos mal pagos y agotadores. Queremos ayudar a ubicar en una perspectiva amplia las luchas sociales que el pueblo emprende diariamente. O sea, que los trabajadores, los desocupados, conozcan por qué el actual sistema económico podría cambiarse, y la sociedad podría organizarse de manera que millones de personas no tengan que estar en una situación mísera. Que se conozca por qué tenemos el derecho de conocer para “ampliar y multiplicar nuestros deseos”, y para que algún día tengamos un mundo libre de miserias y privaciones.
Empecemos explicando las clases sociales.

2. Las dos grandes clases sociales

El sistema capitalista se caracteriza, en primer lugar, por el hecho de que las fábricas, los campos, los bancos, los comer­cios, es decir, los medios para producir, comerciar y para el intercam­bio, son propiedad privada de un grupo social, los capita­listas. Frente a ellos se encuentra una inmensa mayoría de personas que no son propietarias de ningún medio para producir, y deben trabajar para los capitalistas por un salario. Son los obreros.

Ser obrero o capitalista no es algo que podamos elegir a voluntad, porque está determinado por la forma en que está organizada la sociedad. Para comprender este importante punto, supongamos dos niños, uno hijo de obreros, el otro de empresa­rios. El primero, cuando llegue a adulto, a lo sumo tendrá como herencia la casa de sus padres; con eso no podrá para mantener­se, y deberá hacer lo mismo que hicieron sus padres: contratarse como empleado u obrero. Es decir, perte­nece a la clase obrera desde su nacimiento, a la clase que no es propieta­ria de los medios para producir. Es una situación que no elige, porque la conformación de la sociedad lo destina a ese lugar. El segun­do, en cambio, cuando llegue a adulto va a heredar la empresa de sus padres, y estará destinado "socialmente" a ser empresario. Como vemos, cada uno de estos niños pertenecerá a grupos sociales distintos. ¿Qué los distingue? El hecho de que uno de esos grupos es propieta­rio de los medios de producción, el otro no lo es. Los que no son propietarios están obligados a trabajar bajo el mando de los que son propieta­rios.

A los grupos de personas que se distinguen por la propiedad o no propiedad de los medios de producción, se los llama CLASES SOCIALES. La clase capitalista es la clase o grupo de gente propietaria de los medios de produc­ción. La clase obrera es el grupo que no es propietario de los medios de produc­ción y debe trabajar por un salario, bajo el mando de los capita­listas. Un obrero puede ganar más o menos dinero, pero mientras no sea propietario de las herramientas y máquinas con las que trabaja, y esté obligado a emplearse por un salario bajo las órdenes del empresario, seguirá perteneciendo a la clase obrera.

En esta sociedad existen dos grandes clases sociales, los propietarios de los medios de producción, que emplean obreros; y los no propietarios de los medios de producción, que trabajan como asalariados para los primeros.

Entre estas dos grandes clases sociales existe otra clase, que llamare­mos la pequeña burguesía. Este grupo ocupa una posición intermedia entre la clase obrera y la clase capitalista, porque por lo general tienen una propiedad (por ejemplo, un taxi, un pequeño comercio, son profesionales indepen­dientes), pero no emplean obreros, y viven de su trabajo.

También existen otros sectores, que son más difíci­les de clasificar; por ejemplo, los ladrones, los mendigos. Pero lo importante es que nos concentre­mos por ahora en las dos grandes clases, la capitalista y la obrera, para analizar qué relación existe entre ambas. Esta relación nos mostrará el secreto del funcionamiento de este sistema capitalista.

Antes de terminar este punto, queremos refutar una idea que tratan de inculcar, y que viene a decir que es "natural" que los seres humanos pertenezcan a clases diferentes. Según este argu­mento, pareciera que la naturaleza ha dispuesto que algunos vengan a este mundo siendo propietarios de los medios para producir y comerciar, y otros no. En el mismo sentido, se nos quiere hacer creer que hace muchos años, hubo un grupo de gente que ahorraba y trabajaba mucho, y otro que haraganeaba todo el día. Entonces, el primer grupo se hizo propietario, y a partir de allí sus hijos y todos sus descendientes ya no tuvieron que trabajar. Mientras que los del segundo grupo, los holgazanes, se vieron obligados a trabajar como empleados, y todos sus descendien­tes también, y ya no pudieron salir de esa situación.

Como se puede intuir, todos estos son cuentos para disimular el hecho de que esta sociedad está dividida en clases, que esta situación ha sido provoca­da por la evolución de la historia humana, y por lo tanto es modificable. Vea­mos ahora qué sucede cuando un obrero trabaja para el patrón.


3. La explotación I: ¿qué es el valor?

Vamos a comenzar por una pregunta que está en la base de toda la econo­mía: de dónde viene el precio de las cosas que compramos o vendemos. Aquí vamos a dar una explica­ción muy senci­lla, que nos servirá para lo que sigue.

Cuando hablamos de precio, nos referimos al valor económico que tiene una mercan­cía. Por ejemplo, si un reloj tiene un precio muy alto, decimos que tiene mucho valor; de un producto de mala calidad, decimos que vale muy poco. Entonces, ¿Qué es lo que da valor a las cosas? ¿Por qué algunas tienen mucho valor (son caras) y otras no?

En el siglo pasado, varios economistas llegaron a la conclu­sión de que lo que otorga valor a las mercancías (por lo menos, de todas las que se hacen con vistas a la venta) es el trabajo humano empleado para producir­las.

Por ejemplo, si un mueble tiene una madera muy pulida, si tiene muchas manos de barniz, es decir, si tiene muchas horas de trabajo invertidas en su fabri­ca­ción, tendrá más valor que otra mesa mal terminada, mal puli­da. Supongamos que en la primera se han empleado 20 horas de trabajo, y en la segunda 10 horas. La primera tendrá el doble de valor que la segunda y eso se manifestará en el precio: podemos suponer que la primera costará el doble de dinero que la segunda. Por ejemplo, si la primera vale 100 pesos y la segunda 50 pesos,[2] esa diferencia expresa­rá que en la primera se empleó aproximada­mente el doble de tiempo de trabajo para producir­la.

La fuente de valor es el trabajo humano que se invierte en producir, en modificar materias tomadas de la naturaleza, para crear los bienes de uso que empleamos en nuestras vidas.

Entonces el valor es una cualidad, una propiedad, de los bienes que compramos o vendemos, que tiene algo así como dos "caras": por un lado, es el tiempo de trabajo que se emplea para producir ese bien; ésta sería la cara oculta, la que no vemos a primera vista, cuando estamos en el mercado. Por otro lado, ese tiempo de trabajo se nos muestra en el precio, en el dinero que pagamos cuando lo compramos o que recibimos cuando lo vendemos; esta es la cara visible del valor, que hace que no nos demos cuenta de que, al comprar o vender cosas, estamos comprando o ven­diendo tiempos de trabajo.

Por eso, cuando decimos que un bien (una mesa, una camisa, etc.) vale tanto dinero, estamos diciendo en el fondo que se empleó una cierta cantidad de trabajo para producirla. A pesar de que esto no aparece a la vista, los empresarios siempre están calculando los tiempos de trabajo empleados. Por ejemplo, los empresarios del acero calculan que en Argentina, para producir una tonelada de acero, hoy hacen falta 11 horas de trabajo, en Brasil 8 y en México 12. Estas diferencias pueden estar dadas por las diferentes técnicas, o por otros motivos.

Por supuesto, un trabajo más complejo, más difícil, agrega más valor. Daremos un ejemplo. Supongamos que un campesino leñador va a un bosque y corta un árbol, y lo transporta hasta el pueblo, donde vende la madera, y que toda esa operación le lleva 10 horas de trabajo; supongamos que en cada hora de trabajo los hacheros generan 5 pesos de valor. Por lo tanto, este campesino podrá vender la madera en 50 pesos (10 horas de trabajo x 5 pesos = 50 pesos). Pero quien compra ahora la madera es un artesano, tallador experto, que saca de ella un bonito adorno. Supongamos que este artesano emplea otras 10 horas de trabajo, pero esta vez, como su trabajo es más complejo, más difícil, en cada hora de trabajo agrega 15 pesos de valor, en lugar de los 5 que generaba el leñador. Por lo tanto, habrá sumado a la madera un valor de 150 pesos (10 horas de trabajo x 15 pesos = 150 pesos). El adorno, de conjunto, valdrá 200 pesos = 50 pesos (valor creado por el leñador) + 150 pesos (valor creado por el tallador). Estos 200 pesos representarán 10 horas de trabajo "sim­ple", del leñador, y 10 horas de trabajo complejo, del artesano tallador. También podríamos reducir todo a horas de trabajo simple, por ejemplo, decir que los 200 pesos que vale el adorno representan 40 horas de un trabajo tan simple como el que realizó el leñador.

4. La explotación II: ¿qué es el plusvalor?
Conociendo qué es el valor, podemos saber cómo surge la ganancia del empresario. Veamos qué sucede cuando el obrero trabaja en una fábrica por un salario.

Supongamos que en una empresa el obrero utiliza un telar, e hila algodón. El algodón que emplea diariamente para hacer el hilado tiene un valor de 100 pesos. Supongamos también que el obrero hace un trabajo simple, durante 10 horas, y crea un nuevo valor, de 50 pesos. Por otra parte, por el desgaste del telar, los gastos de luz, agua, y otros, hay que agregar otros 10 pesos de valor. La cuenta es:

100 pesos que vale el algodón que emplea
+50 pesos que agrega el obrero con su trabajo diario de 10 horas
+10 pesos de gastos del telar, y otros gastos
Total: 160 pesos que vale el hilado.

¿Dónde está la ganancia del dueño de la empresa? ¿De dónde puede salir? Esta era la gran pregunta que se hacían los econo­mistas en el siglo pasado, y no acertaban a responder. La respuesta que dio Carlos Marx es la siguiente: el obrero agregó con su trabajo 50 pesos de valor al hilado. Pero el dueño de la empresa no le devuelve ese valor que produjo, porque sólo le paga de acuerdo a lo que necesita para mantenerse él y su familia, que será menos que los 50 pesos de valor que ha creado. Por ejemplo, si el obrero necesita -en promedio- 25 pesos por día para comer, vestirse, pagar el alquiler, mantener a sus hijos (aunque sea a nivel mínimo), el dueño de la empresa procurará pagarle sólo esos 25 pesos, que representan 5 horas de trabajo. De esta manera, el obrero habrá empleado 5 horas en producir un valor igual a su salario, de 25 pesos. Y otras 5 horas habrá trabajado gratis, produ­ciendo un PLUSVALOR o PLUSVALÍA de 25 pesos, que se los apropia el capitalista.

En algunos casos los obreros, con sus luchas, consiguen aumen­tos, por ejemplo, llevar la paga a 27 pesos; en otros casos, el dueño de la empresa logrará bajar el salario, por ejemplo a 23 pesos. Pero siempre existirá ese plusva­lor en favor del capital. Hagamos ahora las cuentas totales:

El dueño de la empresa invirtió: 100 pesos en comprar algodón; invirtió antes en las instalaciones y las máquinas, y esto se lo va cobrando poco a poco, cargando 10 pesos por día en sus costos[3]; además, pagó 25 pesos al obrero: Por lo tanto el costo del hilado para él es de 125 pesos. Pero como el obrero creó un nuevo valor "extra" por 25 pesos, podrá vender el hilado en 150 pesos. Le quedan 25 pesos de ganancia. Ahora, en cuentas:

100 pesos de algodón
+10 pesos de desgastes de la máquina
+25 pesos de salario del obrero
+25 pesos de plusvalía
Total: 160 pesos

Observemos entonces que el capitalista le paga al obrero no de acuerdo al valor que produjo, sino de acuerdo al valor de los alimentos, de la ropa, de la vivienda, que necesita para vivir. Por eso Marx dice que el dueño de la empresa le paga al obrero el valor de su fuerza de trabajo. El valor de la fuerza de trabajo es el valor de la canasta de bienes que consume el obrero para vivir y reproducirse.

De esta manera el dueño de la empresa dispone de una forma de generar ganancias sin tener que trabajar; o a lo sumo, traba­ja en la vigilancia de los trabaja­dores, en cuidar que éstos produz­can lo debido. Pero cuando es podero­so, contrata a los capataces y supervisores para esa tarea. A esto le llamamos explota­ción, porque el obrero produce más valor que el que recibe a cambio.

¿Por qué el capitalista pudo hacer esto? Recordemos lo básico: porque es el dueño de los medios de producción, es decir, de los medios para crear lo que necesitan los seres humanos para vivir. Sin herramientas, sin materias primas, sin dinero para mantenerse mientras produce, el obrero no puede vivir. Por eso está obligado a vender su fuerza de trabajo al empresario, y a producir plusvalía para éste. Recordemos lo que decíamos al comienzo: desde su cuna los obreros están destinados a ir a trabajar por un salario, porque no disponen de los medios para producir. Y si carecemos de herramientas y de las materias primas, si tampoco tenemos un pedazo de naturaleza para proveer­nos, es imposible alimentar­nos, vestirnos, tener vivienda. Estar carente de propiedad es como estar encadenado al capital; el obrero es libre sólo en aparien­cia.

5. ¿Qué es capital?
Ahora estamos en condiciones de definir qué es capital: es el dinero, los medios de producción, y las mercancías, que son propiedad de los empresarios y se utilizan en la extracción de plusvalía. Veamos esto con detenimien­to.

Cuando el empresario decide invertir su dinero, ese dinero es la forma que toma su capital. Con ese dinero compra el algo­dón, el telar, el edificio de la fábrica; por lo tanto, en esta segunda etapa, su capital está compuesto por algodón, telar, edificio de la fábrica; o sea, el capital del empresa­rio cambia de forma: antes era dinero, ahora se trans­formó en medios de produc­ción.

Pero además, nuestro empresario contrata obreros, y por lo tanto una parte de su dinero se transforma en el trabajo humano que genera la plusva­lía. Así, otra parte de su capital que tenía la forma dinero, ahora, mientras trabaja el obrero, se ha trans­formado en trabajo, que está creando valor.

Posteriormente, aparece el hilado terminado, que se destina­rá a la venta. Por consiguiente, ahora el capital tomó la forma de hilado, existe como hilado; nuevamente el capital cambió de forma. Por último, cuando el empresa­rio vende el hilado, habrá obtenido dinero, es decir, su capital ha vuelto a la forma de dinero.

Si lo analizamos desde el punto de vista del valor, podemos ver que, por ejemplo, había un valor igual a 1.000 pesos, que estaba en billetes; luego ese valor se transformó en medios de produc­ción (algo­dón, telar, etc.), y en trabajo de los obreros; al salir del proceso de produc­ción, los 1.000 pesos de valor se habían transfor­mado en hilado, y además se había engendrado una plusva­lía, supongamos de otros 50 pesos. Por lo tanto, el valor originario, de 1000 pesos, se ha incrementado; decimos que el valor se ha valorizado, gracias al trabajo del obrero. 

En vista de esto, podemos decir que el capital es valor en movimiento y transformación: primero aparece bajo la forma de dinero, luego de medios de produc­ción y trabajo, luego de mercan­cía, y por último de nuevo como dinero. Capital es entonces valor que genera más valor sustentado por la explotación de los obre­ros. El telar es capital porque está dentro de este movimiento; lo mismo podemos decir del algodón, de la fábrica, o del dinero.

Observemos que si el capitalista comprara el algodón y el telar, y contra­tara al obrero para que le hiciera un hilado para su uso personal, el dinero gastado, el algodón, el telar o el trabajo noserían capital. En este caso, el capitalista probable­mente estaría mejor vestido, pero no habría incrementa­do el valor del dinero que poseía; por el contrario, lo habría gastado. Sólo hay capital cuando se invierte con vistas a obtener una ganan­cia.

6. La acumulación de capital

Una vez puesto en funcionamiento un capital, es decir, una vez que un capita­lis­ta inició el proceso de comprar medios de produc­ción y fuerza de trabajo, para producir plusvalor, puede seguir acrecentando su capital.

Supongamos que un capitalis­ta tiene 10.000 pesos iniciales, invertidos en máquinas y materia prima, con los cuales explota a un obrero. Supongamos que este obrero gana 200 pesos mensuales, y produce otros 200 pesos de plusvalía por mes. Supongamos también que el capita­lista tiene ahorrado dinero, de manera que puede vivir como vive el obrero, durante varios meses. Si hace trabajar al obrero durante varios meses, y ahorra la plusvalía, al cabo de 50 meses habrá reunido un fondo de 10.000 pesos (200 de plusvalía por mes x 50 meses). Con este dinero ahora podrá comprar otra maquinaria y contratar un segundo obrero, al que le pagará también 200 pesos y del cual sacará otros 200 pesos de plusvalor. Con dos obreros bajo su mando, nuestro capitalista podrá utilizar 200 pesos de plusvalía para consumir y ahorrar otros 200 pesos de plusvalía por mes. O sea, ya no necesita vivir de su fondo de reserva; ahora vive de la plusvalía.

Así, al cabo de otros 50  meses tendrá otros 10.000 pesos, con los que podrá contra­tar a un tercer obrero. Si todo sigue igual, ahora obtendrá otros 200 pesos de plusvalía. Ahora podrá consumir un poco más, por ejemplo, vivir con 250 pesos, y le quedarán 350 para ahorrar. Ahora podrá contratar a un cuarto obrero en poco más de 28 meses. Si lo hace, y continúan las ventas de sus productos, y los salarios siguen al mismo nivel, su plusva­lía pasará a 800 pesos por mes. Y después de varios ciclos tendrá necesidad de ampliar su estable­cimiento, para contratar más obreros, que le darán más plusvalía. Por supues­to, ya no tendrá ninguna necesi­dad de vivir estrecha­mente. Y dispondrá de un capital de varias decenas de miles de dólares.

Este ejemplo es imaginario, pero en líneas generales se reproduce en la vida real. Muchos capitalistas en sus orígenes vivieron pobremen­te. De allí que muchos empresa­rios nos digan que ellos, o sus padres, o sus abuelos "empezaron desde cero". Pero esto no es cierto, porque tuvieron la posibili­dad de tener un pequeño capital inicial, y además tuvie­ron la suerte de que nada interrumpiera la acumulación. Si se dieron esas condi­ciones, a partir de la explotación del obrero el capitalista pudo acumular la plusvalía, acrecentando más y más su capital. Esto se llama la ACUMULACIÓN DE CAPITAL.

Por otra parte, los obreros, condenados a vivir con 200 pesos mensuales -el valor de su fuerza de trabajo- no pueden acumular. Después de varios años habrán perdido su salud traba­jando, y estarán tan pobres como cuando empeza­ron. En el otro polo, el capitalista habrá acumulado riqueza. El hijo del obrero estará condenado, con toda probabilidad, a repetir la historia de su padre. El hijo del capitalista estará destinado a otra histo­ria, porque iniciará su carrera sobre la base de la riqueza acumulada.

Volvemos en cierto sentido al principio, pero ahora viendo cómo este movimiento del capital reproduce en un polo a los obreros y en el otro a los capitalistas, es decir, reproduce las clases sociales. Y no sólo las reprodu­ce, sino que las reproduce de forma ampliada, porque el capitalista cada vez contrata más obreros, al tiempo que concentra más capital.

Si los capitalistas se enriquecen cada vez más, si con ello aumentan las fuerzas de la producción y la riqueza, y si los traba­jado­res siguen ganando lo mismo, entonces, en propor­ción, los traba­jadores son cada vez más pobres. Incluso los obreros pueden aumentar el consumo de bienes, pero no por ello dejan de ser pobres, porque la pobreza o la riqueza están en relación con la situación de la sociedad y el desarrollo de la producción. Por ejemplo, en el siglo 19 prácticamen­te ningún trabaja­dor tenía reloj; el reloj era para los ricos y nadie se considera­ba extremada­mente pobre si no tenía reloj. En las fábricas hacían sonar unas sirenas para desper­tar a los obreros a las mañanas y anunciar la hora de entrada al trabajo. Sin embargo hoy, en Argenti­na un obrero que no tenga dinero para comprar un reloj (aunque sea uno "descartable") es considerado extremada­men­te pobre. Con relación a la riqueza producida por las modernas fuerzas productivas, podemos decir que los obreros y las masas oprimidas son hoy tan o más pobres que lo eran hace cien años.

7. La lucha entre el capital y el trabajo y el ejército de desocupa­dos

Pero a medida que ha ido creciendo el número de obreros agrupa­dos bajo el mando de los capitales, se fueron organizando para luchar por una parte de esa riqueza. Los sindicatos, los partidos obreros y otras formas de organización surgieron al calor de este movimiento de los trabajadores. Los obreros pelearon por aumentos del salario, para que se les pagara mejor el valor de lo único que pueden vender, su fuerza de trabajo. Esta es una manifestación de la lucha de clases en la sociedad capitalista, es decir, de la lucha en defensa de los intereses de clase, unos por aumentar la explotación, otros por ir en el sentido contrario. Todas las mejoras de los trabajadores se consiguieron gracias a esa presión, a las huelgas, manifestacio­nes, incluso revolu­ciones contra el sistema explota­dor.  Las mejoras de vida de la clase obrera no fueron el resultado de la bondad de los empre­sarios, sino conquistas que se arrancaron con pelea, es decir, con la lucha de la clase obrera. Los políticos de la burguesía, así como la iglesia y otros ideólogos, tratan de frenar y desviar la lucha de clases, predicando la conciliación entre obreros y patronos. Los actuales dirigentes de los sindica­tos, que han pasado al lado de la patronal, hacen lo mismo. Los revolu­cionarios, en cambio, mostra­mos la raíz de la explotación para fortalecer la concien­cia de clase obrera, para demos­trar que la lucha entre el capital y el trabajo es inevitable y necesaria, y el único camino para acabar con la explotación.

A pesar de las gigantescas luchas obreras dentro del sistema capitalista, los empresarios lograron, a lo largo de la histo­ria, mantener a raya los salarios; los trabajado­res muchas veces obliga­ron a ceder, pero nunca pudieron hacer desapa­recer la plusvalía con la lucha sindical. Tomemos el ejemplo anterior, en donde al obrero le pagaban 25 pesos diarios por su fuerza de trabajo, y produ­cía 25 de plusvalía. Dijimos que las luchas obreras podían arrancar aumentos de salario y dismi­nuir la plusvalía. Por ejemplo  llevar el salario a 27 pesos y la plusvalía a 23 pesos. Tal vez a 30 de salario y 20 de plusva­lía; incluso si la lucha obrera fuera muy fuerte, y los capitalistas estuvie­ran muy necesitados de trabajo, los salarios podrían llegar a 35 pesos por día y la plusvalía bajar a 15. ¿Puede seguirse así hasta acabar con la plusvalía y la explota­ción?

La experiencia nos muestra que no, que esta lucha económica tiene un límite. Llegado un punto los capitalistas aceleran las innovacio­nes, introdu­cen maquinarias que reemplazan la mano de obra y despiden obreros. Marx cuenta un caso de una zona de Inglaterra en que  faltaban cosechadores, y los trabajado­res conseguían más y más aumentos salariales. Pero llegó un momento en que a los empresa­rios les convino comprar máquinas cosechado­ras, en lugar de contratar obreros. Al poco tiempo había enormes masas de desocu­pados, que pelea­ban por un puesto de trabajo, y los sala­rios se desplomaban. Hoy en todos lados los capitalistas reempla­zan a los obreros por máquinas; en las fábricas automotri­ces, por ejemplo, en muchas líneas de montaje los robots hacen el trabajo de varios obreros.

Así se generan más y más desocupados, es decir, se crea un EJÉRCITO DE DESOCU­PADOS, que es la principal arma que tiene el capital para derrotar las luchas sindicales. Por eso Marx decía que la maquinaria se ha transformado en un arma poderosa contra la clase obrera. La maquinaria debería ser un instrumento para liberar al ser humano de las penalidades del trabajo manual, pero bajo el dominio del capital se convierte en un instrumen­to para esclavi­zar más al obrero; porque crea desocu­pados, pero también porque los que conservan el empleo son sometidos a mayores ritmos de producción, a peores salarios.

Pero existe otra vía por la cual se crea desocupa­ción. Cuando los capitalistas ven que las ganancias están dismi­nuyendo, comienzan a interrumpir sus inversio­nes. Por ejemplo, el empresario que vende el hilado, en lugar de contratar de nuevo a los obreros, guarda el dinero a la espera de que mejoren las condi­ciones para sus negocios. Cuando muchos capitalistas hacen lo mismo, hablamos de una crisis, y por todos lados aparecen obreros sin trabajo. En estos períodos se crean enormes masas de desocupados.

En el mundo capitalista desde hace por lo menos 20 años que ha estado creciendo la masa de desocupados, porque se frenaron las inversiones y porque se introdu­cen maquina­rias que desplazan a los obreros. Cuando se habla de la cantidad de robos que existen actualmente, de que no hay seguridad en las calles, de que las cárceles están llenas, se pasa por alto la raíz del fenómeno: la explotación capitalista y las leyes de la acumula­ción. Estos desocupados y marginados por el sistema presionan hacia abajo los salarios; y los capitalistas chantajean a los que tienen trabajo con la amenaza de mandarlos a la miseria si no se someten a sus exigencias.

El capitalismo crea constantemente una masa de marginados, de pobres absolutos, que son utilizados como arma de dominación contra la clase obrera.

Tomar conciencia de los límites de las luchas por las reivindica­ciones económicas es fundamental para que la clase obrera no siga atada a los políticos de la burguesía y para empezar a forjar su independencia de clase, esto es, sus propias organizaciones, con un programa y una estrategia que apunten contra la explotación del capital.

8. Hablan defensores del sistema capitalista
Hace años, cuando el sistema capitalista estaba surgiendo, los defensores del sistema capitalista eran bastante conscientes de lo que estaba sucediendo.

Para verlo, volvamos un momento al señor Mandeville, quien escribía:[4]
La única cosa que puede hacer diligente al hombre que trabaja es un salario moderado: si fuera demasiado pequeño lo desanimaría o, según su temperamento, lo empujaría a la desesperación; si fuera demasiado grande se volvería insolente y perezoso…”

Observemos en esto tan importante: hay que mantener a la gente de manera que esté siempre “a raya”; si los salarios son altos, los obreros son “insolentes”, o sea pueden desafiar al patrón. Mandeville continúa:
“… en una nación libre, donde no se permite tener esclavos, la riqueza más segura consiste en una multitud de pobres laboriosos”

Efectivamente, “pobres laboriosos”, esto es, gente que trabaja y es pobre. Vean más abajo cómo éste es un rasgo típico del sistema capitalista actual.

Otro autor defensor del sistema capitalista, llamado Morton Eden, escribía:
Las personas de posición independiente deben su fortuna casi exclusivamente al trabajo de otros, no a su capacidad personal, que en absoluto es mejor que la de los demás. Es… el poder de disponer del trabajo lo que distingue a los ricos de los pobres…”

Morton Eden también decía que lo que convenía a los pobres no era una situación “abyecta o servil”, sino “una relación de dependencia aliviada y liberal”. Esto para que estén más entusiasmados por trabajar. Pero que nunca ganen lo suficiente como para liberarse del capitalismo.

Otro teórico, llamado Storch, escribía:
El progreso de la riqueza social engendra esa clase útil de la sociedad que ejerce las ocupaciones más fastidiosas, viles y repugnantes, que echa sobre sus hombros todo lo que la vida tiene de desagradable y de esclavizante, proporcionando así a las otras clases el tiempo libre, la serenidad de espíritu y la dignidad convencional del carácter.”

Una clase hace las tareas más “fastidiosas”, para que la otra clase tenga tiempo libre para disfrutar sus countries, Punta del Este, recreaciones de todo tipo y puedan, además, cultivar sus exquisitos espíritus.

Un reverendo, llamado Towsend, agregaba:
“… el hambre no sólo constituye una presión pacífica, silenciosa e incesante, sino que además… provoca los esfuerzos más intensos

Este señor “lo tenía muy claro, como se dice hoy: la amenaza del hambre es una “presión silenciosa” que hace trabajar intensamente. ¿Qué trabajador no se siente reflejado en estas palabras?

Pero además, estas viejas ideas, ¿se siguen defendiendo hoy? La respuesta es que sí, que se siguen defendiendo. Por ejemplo, a los alumnos de Ciencias Económicas se les enseña, en los cursos que dictan los docentes que adhieren a la doctrina “oficial”, que:

a) Debe existir un nivel de desempleo, que ellos llaman “natural”, para que la economía funcione de mil maravillas.
b) Que por lo tanto el gobierno no debe intentar bajar esa tasa natural; lo único que puede hacer es deteriorar más las condiciones de trabajo y bajar salarios.
c) Que el que está desocupado es porque quiere, porque no acepta trabajar por el salario que se le ofrece. Hace algunos años, en 2001, un alto funcionario del Ministerio de Economía dijo que la desocupación en Argentina era voluntaria. Lo dijo cuando millones de seres humanos estaban desesperados buscando un trabajo.

Estas teorías justifican entonces la desocupación y los bajos salarios, porque de lo que se trata es de mantener sobre los obreros esa “presión pacífica, silenciosa e incesante” para que hagan los “esfuerzos más intensos”, de manera que siga aumentando la acumulación de riqueza y el goce de la clase propietaria de los medios de producción.

9. El racismo, la discriminación, la xenofobia, ayudan al capital
El capitalismo no sólo ha dominado a través de la desocupación y la amenaza del hambre. O de la represión abierta de los trabajadores cuando éstos quisieron cuestionar seriamente el sistema (aunque este aspecto del problema no lo vamos a tocar en este curso).

El sistema capitalista también ha dominado con las divisiones que se producen entre los trabajadores a partir de la discriminación. De múltiples maneras en la sociedad se inculca la idea de que, por ejemplo, los negros son inferiores. Expresiones como “negro villero” son comunes, y meten la idea de que una persona de piel oscura puede ser sometida a las peores condiciones de trabajo porque “es un ser inferior”.

De la misma manera las mujeres son discriminadas sistemáticamente. Por ejemplo, está comprobado que en promedio, y por igual trabajo, una mujer gana un 30% menos de salario que el hombre.

Otro ejemplo es lo que sucede con nuestros hermanos paraguayos, bolivianos, peruanos. Constantemente en los medios se los presenta como “sucios”, “ladrones”, incluso como “no ciudadanos”. Hace un tiempo el diario Crónica tituló una noticia: “Mueren tres ciudadanos y dos bolivianos en un accidente de tránsito”. De esta manera también a ellos se los presiona para que acepten las peores condiciones de trabajo.

Todo luchador social debería combatir por todos los medios estas formas de discriminación, que dividen al pueblo. Toda división del pueblo trabajador sólo favorece el dominio del capital. Y no habrá liberación de los trabajadores de la explotación del capital en tanto no superemos estas lacras.  

10. La competencia y la concentración de la riqueza

Si bien los capitalistas están unidos cuando se trata de mantener la explotación, entre ellos existe la más feroz compe­tencia. Cada empresario trata de vender más que sus competidores, sacarle clientes. Para eso, cada uno busca aumentar la explotación de sus obreros y tecnificarse. Si un capitalista descubre una técnica mejor para producir, procura que la competencia no la conozca, con la esperanza de bajar los precios y arruinar a los otros. Los capita­listas que no logran seguir el ritmo de la renovación tecnológica, se arruinan y son absorbi­dos por la competencia o van a la quiebra.

Por eso Marx decía que la competencia es como un látigo, que obliga a cada empresario a ir hasta el fondo en la explotación de sus obreros. Esta es una ley de hierro en la sociedad actual. Por esta razón la explotación no tiene que ver con la buena o mala voluntad de algunos empresa­rios indivi­duales. Puede haber dueños de empresas que consideren inhumanas las condi­ciones en que viven los trabajado­res, pero seguirán manteniendo los salarios bajos y exigiendo más y más ritmo de trabajo, argumentan­do que "si no lo hacemos la competencia nos va a arruinar". Por eso no hay que esperar que los capitalistas "compren­dan" las necesidades de los trabajadores y modifiquen voluntaria­mente sus comporta­mientos.

Hoy este impulso del sistema capitalista se ve multiplicado por la competen­cia inter­nacional. Los capitalistas de todos los países están lanzados a una carrera desespe­rada por bajar los costos, por aumentar la explotación, para sobrevivir en el Mercosur y en otros mercados mundializados. Los empresarios hacen un chantaje a los trabajado­res porque dicen: "si no aceptan todas las condicio­nes de trabajo que impongo, voy a invertir en otro país".

Esta lucha entre los capitalistas por aumentar la explotación para sobrevivir es la razón principal por la cual en el capitalismo existe un impulso permanente a aumentar la explotación.

En la lucha entre los capitales, inevitablemente muchos caen, y son "comi­dos" por los más fuertes. Como dice el dicho popular, el pez gordo se come al pez chico. Todos los días se fusionan capita­les, hay empresarios que compran fábricas en quiebra, hay comercios y bancos que caen en problemas y no pueden sobrevi­vir. Millones de cuentapropis­tas, de peque­ños campesi­nos, aun de pequeños empresarios, se funden, y van a la pobreza absoluta o a trabajar de obreros. Un ejemplo es lo que sucedió con la entrada de los hipermercados. Miles y miles de almaceneros, panaderos, carniceros, se arruina­ron y ellos, o sus hijos, tuvieron que emplearse como asalariados, muchas veces en los mismos supermer­cados que los hundieron.

Así los capitales cada vez más se concentran en pocas manos. Hoy, las 200 corpora­ciones más grandes del planeta tienen ventas equiva­lentes al 28% de la activi­dad económica del mundo­. En cada país podemos ver cómo un puñado de 300 o 400 empresas tiene un peso descomunal en la economía; algunas compañías transna­cio­nales tienen ventas anuales por sumas que superan larga­mente los presu­puestos de la mayoría de los países. En manos de algunas decenas de miles de grandes capitalistas se concentra el poder de dar trabajo o no a cientos de millones de desposeí­dos.

11. ¿Qué es el capitalismo hoy?
Lo que explicamos teóricamente tiene su reflejo en la realidad del mundo. El sistema capitalista impulsa a aumentar la explotación. Tengamos entonces una visión global.

En todos los países se procura que cada producto “contenga el máximo posible de trabajo impago” y para eso todo capitalista busca acelerar los ritmos de trabajo y reducir el valor de la fuerza de trabajo. Se desarrolla de así un hambre incesante por el plusvalor, por el tiempo de trabajo excedente. ¿Por qué puede el capital imponer esto?

Una razón es la amenaza de mudar plantas o de no invertir si la fuerza laboral no se allana a las exigencias del capital. Los empresarios muchas veces dicen: si los sindicatos de este país no aceptan tal o cual condición laboral, o tal o cual salario, nos vamos a otro país. O sea, es el chantaje de la llamada huelga de inversiones. “Si no se allanan a lo que pido, no invierto”. También está la presión de las importaciones. Es que hay empresarios que dicen: “si no se aceptan estos salarios y condiciones de trabajo, cierro la empresa porque me conviene importar más barato desde otro país”.

En segundo lugar, como hemos dicho, por la presión que ejercen el ejército de desocupados. Según la Organización Internacional del Trabajo, en 2004 había unos 188 millones de desocupados en el mundo. En Argentina la desocupación, a pesar de que bajó en los últimos años, sigue siendo muy alta.

A esto se suman las corrientes migratorias de mano de obra, especialmente hacia los países adelantados. Y la incorporación a la fuerza laboral de mujeres, niños, inmigrantes y minorías que en su mayoría tiene bajos índices de sindicalización.

De esta manera reaparecen formas de explotación que nos retrotraen a las escenas de Inglaterra de los siglos 18 y 19 en los orígenes del capitalismo industrial. Por ejemplo, en las fábricas de computadoras de China se imponen condiciones que pueden calificarse directamente de “carcelarias”; en muchas empresas los trabajadores o trabajadoras no pueden hablar, no pueden levantarse para ir a tomar agua o al baño; existen regímenes de castigo durísimos por faltas leves o distracciones, con jornadas de trabajo que pueden prolongarse hasta 16 horas. En muchas fábricas las trabajadoras duermen en las empresas, en condiciones extremadamente precarias. El desgaste físico y nervioso es tan grande que a veces son “viejas” con apenas 30 años; además hay problemas auditivos y visuales, debido a las largas horas que pasan probando monitores y equipos. Sobre los salarios, escuchemos este testimonio de C., trabajadora en una empresa china de productos electrónicos:
He estado en la fábrica desde hace dos años y medio y lo más que he ganado ha sido un poco más de 60 dólares (por mes). Eso fue lo que obtuve después de haber trabajado más de 100 horas extra. … ¿Cómo puede ser eso suficiente para nosotros? Uno tiene que comprar por lo menos las provisiones diarias y si me compro algo de ropa se me termina el sueldo. Es incluso peor en la temporada baja, cuando no tenemos horas extra. Cuando nos obligan a tomar un día porque no hay pedidos y no tenemos trabajo que hacer, nos lo deducen del sueldo”.

En muchos sectores y países se repiten estas situaciones. El siguiente es un testimonio de K., un trabajador del vestido de Bangladesh:
No he tenido descanso en dos meses y trabajo desde las 8 de la mañana hasta las 9 o 10 de la noche; algunas veces incluso toda la noche. Por eso estoy enfermo. … Tengo fiebres y no tengo energía. … No pagan las horas extras, dicen que he trabajado 30 o 40 horas en un mes cuando en realidad he hecho 150. No hay registro, de manera que pueden decir lo que quieren”.

Y el siguiente es el testimonio de Helena, ex trabajadora nicaragüense de una maquila:
Los malos tratos eran permanentes. Cualquiera pue­de cometer un error: si te equivocabas, te golpeaban en las manos, en la cabeza, te trataban de burra, de animal. Si parabas un segundo para tomar un vaso de agua, aullaban. El salario de base era de 22 dólares por semana. Yo llegaba a las 7 de la mañana y salía, en general, a las 9 de la noche; hacía cuatro horas extras, pero me pagaban dos 

Seguramente cada uno de ustedes puede encontrar testimonios semejantes en Argentina. Indaguemos cómo se trabaja en talleres, en comercios, en empresas del transporte. Ausencia de derechos sindicales, falta de respeto a cualquier norma de seguridad o higiene, desconocimiento de francos y licencias por enfermedad, salarios que muchas veces no alcanzan siquiera para mantenerse con el mínimo de subsistencia.
Por otra parte se calcula (datos de 2000) que en el mundo trabajan unos 186 millones de niños y niñas de entre cinco y 14 años; de ellos, 5,7 millones realizan trabajos forzados; 1,8 millones están en la prostitución y 0,3 millones en conflictos armados.
Pero si se toman los que trabajan en forma intermitente, la cifra se eleva a entre 365 y 409 millones, y si se agrega el trabajo no contabilizado de las niñas –en su mayoría hogareño- la cifra oscila entre 425 y 477 millones. Los niños y niñas realizan trabajos tan diversos como agricultura, confección, fabricación de ladrillos, actividades mineras, armado de cigarros, cosido de pelotas de béisbol o pulido de piedras preciosas, entre otros. Casi por regla general están sometidos a condiciones infrahumanas, son prácticamente esclavos privados de su niñez y, por supuesto, de todo acceso a la educación; en los países subdesarrollados uno de cada siete niños o niñas en edad escolar no concurre a la escuela. Dicen dos economistas del Banco Mundial:
En los noventa, luego de la Convención de los Derechos del Niño (1989) y una confluencia de factores desde la globalización a la recolección sistemática de estadísticas por la Organización Internacional del Trabajo, el Banco Mundial y diversos países, el mundo se hizo consciente de que desde una perspectiva global la situación del trabajo infantil no era mucho mejor de lo que había sido durante la Revolución Industrial.”
Aclaremos que durante al Revolución Industrial, ocurrida en Inglaterra a fines del siglo 17, se registraban abusos terribles de explotación del trabajo infantil. Desde entonces se nos ha dicho que aquellas épocas habían quedado definitivamente en el pasado, que en el capitalismo moderno ya no sucedían. Pero vemos que no es así, que siguen sucediendo y a una escala mayor, porque ahora se trata del capitalismo en todo el mundo.
Incluso en países desarrollados como Gran Bretaña, Francia o Estados Unidos muchos menores en edad escolar están trabajando. En Gran Bretaña algunos estudios consideran que en los últimos 35 años entre un tercio y dos tercios de los niños en edad escolar estuvieron en trabajos remunerados; si se toma en cuenta a quienes alguna vez trabajaron (en lugar de a quienes están trabajando en el momento de la encuesta) la cifra se eleva a entre el 63 y 77%.
En la Unión Europea de conjunto en los noventa aproximadamente un 7% de los niños de entre 13 y 17 años trabajaba.

En lo que respecta a las mujeres, en promedio reciben un salario equivalente a las dos terceras partes de lo que reciben los hombres, muchas veces carecen de protección frente a malos tratos y abusos; y sufren más agudamente la precarización laboral que los hombres, además de estar obligadas a realizar trabajos por los que no reciben en absoluto remuneración alguna.

En los países desarrollados también se registra la tendencia al aumento de la explotación de la clase obrera en su conjunto. Por ejemplo en Gran Bretaña en los últimos años se facilitó y abarató el despido de trabajadores, se estableció que los chicos de 13 o 14 años pueden ser empleados hasta 17 horas semanales, se extendió el contrato temporario, se redujeron las licencias, se suprimió el salario mínimo, se extendieron los “períodos de prueba” (hasta 24 meses), se suprimió el límite a la jornada de trabajo (incluso para los jóvenes de 16 a 18 años) y se dio plena libertad para trabajar los domingos. En algunos sectores los salarios apenas permiten reproducir el valor de la fuerza de trabajo. Un obrero típico de la industria de la confección de Birmingham, con 17 años de antigüedad, a mediados de la década de 1990 debía destinar dos terceras partes de su salario a pagar el alojamiento y las facturas de electricidad. En la industria del vestido son “normales” jornadas de 12 horas por día de lunes a viernes y 8 horas los sábados, y es común encontrar empresas que no pagan las horas extras ni los días de ausencia por enfermedad. Como resultado de la caída general de los ingresos de los trabajadores y de la desocupación de largo plazo, a mediados de la década se constataba que el número de gente sin hogar se había duplicado, que el 26% de los niños dependía de la ayuda social para vivir, que 13,7 millones de personas vivían en la pobreza, que había 1,1 millones menos de empleos a tiempo completo que en 1990, que 300 mil personas ganaban menos de 1,5 libras por hora y aproximadamente 1,2 millones menos de 2,5 libras por hora.

En lo que respecta a Estados Unidos, a mediados de la década de 1990, sobre los 38 millones de estadounidenses que vivían por debajo de la línea de la pobreza, 22 millones tenían un empleo o estaban ligados a una familia en la cual uno de sus miembros trabajaba; esto dio origen a la expresión “hacerse pobre trabajando”. Además, y obligados a compensar los bajos salarios, casi 8 millones de personas tenían doble empleo. Por otro lado la duración media anual del trabajo aumentó el equivalente de un mes desde la década de 1970; en algunas empresas del automóvil había asalariados que trabajaban hasta 84 ho­ras por semana.
En lo que hace a los procesos de trabajo, a partir 1988 se extendió toyotismo. Con esta forma de organización de organización laboral la dirección de la empresa fomenta la competencia entre los trabajadores y debilita la solidaridad sindical; introduce la multiplicidad de tareas; reduce las calificaciones y aumenta la “íntercambiabilidad” de los puestos; disminuye la importancia de la antigüedad o incluso la abandona o modifica; descarga en los obreros una mayor responsabilidad por el cumplimiento de las tareas, sin compensación salarial y sin darles mayor autoridad; y  fomenta el sindicalismo de empresa en detrimento de la unión a nivel de ramaEl resultado es el trabajo súper intensivo:
Mientras en las plantas manufactureras tradicionales el proceso de trabajo ocupa al obrero con experiencia aproximadamente 45 segundos por minuto, en las plantas de producción flexible la cifra es de 57 segundos. Los trabajadores de producción en las líneas de ensamblaje de Toyota en Japón hacen 20 movimientos cada 18 segundos, o un total de 20.600 movimientos por día” (tomado de un estudio sobre el toyotismo).

El ataque a las condiciones laborales abarca también a países con fuerte tradición sindical y de izquierda. En algunos lugares la ofensiva del capital comenzó por los trabajadores inmigrantes, aprovechando la inseguridad jurídica a la que están sometidos.
En Francia, por ejemplo, el trabajo en negro y la contratación a tiempo parcial de inmigrantes están extendidos en la construcción (pública o privada), limpieza, hotelería, gastronomía, confección de ropa y agricultura, entre otras actividades. Los salarios de estos trabajadores son inferiores hasta un 50% a la media  y carecen de organización.
En Alemania el capital y el gobierno están empeñados, desde hace años, en una campaña por reducir salarios sociales y prolongar la jornada laboral.

Además, se atacan los salarios sociales, los sistemas de jubilación y salud. Italia, Alemania y Suecia son representativas de la tendencia. Y en todos lados se tiende al disciplinamiento de la fuerza laboral mediante el desempleo y a la precarización laboral.
Como resultado de estos procesos en la mayoría de los países aumentó la desigualdad. Según la OIT, que realizó un estudio (publicado en 2004) de 73 países, en 12 desarrollados, 15 atrasados y 21 países con “economías en transición”, aumentó la desigualdad entre el decenio de 1960 y el decenio de 1990; estos 48 países comprenden el 59% de la población total de los países bajo estudio. En tres países desarrollados, 12 atrasados y uno con “economía en transición”, que de conjunto representan el 35% de la población bajo estudio, la distribución se mantuvo estable. Por último, sólo en dos países desarrollados y siete atrasados (y ninguna economía en transición) mejoró el ingreso

12. Desarrollo cada vez más desigual y carencias y padecimientos sociales
Una de las teorías que se han planteado muchas veces es que a medida que el capitalismo se desarrolla, y se hace más mundial, los ingresos entre los países tienden a igualarse. Pero la realidad es otra. Según las Naciones Unidas (Informes sobre el desarrollo humano) si la diferencia entre el ingreso de los países más ricos y los más pobres era de alrededor de tres a uno en 1820, había pasado a 35 a 1 en 1950, a 44 a 1 en 1973 y a 72 a 1 en 1992; y a comienzos del nuevo siglo llegaba a 77 a 1.

Por otra parte, se puede ver la desigualdad de riqueza e ingresos que se genera en este sistema. Los datos, también de las Naciones Unidas y otros organismos internacionales, nos dicen que el 20% de los seres humanos que vive en los países más ricos participa del 86% del consumo privado total; utiliza el 58% de la energía mundial y el 84% del papel; tiene el 87% de los vehículos; representa el 91% de los usuarios de Internet y tiene el 74% de las líneas telefónicas totales.

En el otro polo, el 20% de la población que vive en los países más pobres participa con sólo el 1% del consumo total; utiliza el 4% de la energía, el 1,1% del papel, tiene menos del 1% de los vehículos y el 1,5% de las líneas telefónicas.

En Argentina también se ha producido una gran polarización social. Así, en 2006, el 10% más rico de la población tiene ingresos 31 veces más altos que el 10% más pobre. Esto significa que en el 10% más rico cada persona gana, en promedio, $2012, mientras que en el 10% más pobre cada persona gana sólo $64. En el 10% más pobre que sigue a este estrato, cada persona gana sólo $143. Esta situación se ha mantenido desde los años noventa, más o menos estable.

Más en general, agreguemos que de los 4.400 millones de habitantes que están en los países llamados “en desarrollo”, casi tres quintas partes no tienen las infraestructuras sanitarias básicas, casi un tercio no tiene acceso al agua potable, una quinta parte no tiene acceso a servicios modernos de salud; un tercio de los niños menores de cinco años sufren malnutrición, 30 mil mueren por día por causas prevenibles y uno de cada siete niños en edad de escuela primaria no asiste a la escuela.

A comienzos del nuevo siglo había 840 millones de personas en todo el mundo desnutridas, lo que representaba el 14% de la población mundial. Recordemos que en 1980 vivían en condiciones severas de desnutrición 435 millones de personas, que representaban el 9,6% del total mundial.

De los 840 millones de personas que hoy están desnutridas, 10 millones se encuentran en los paí­ses adelantados, 34 millones en los ex países socialistas en transición al capitalismo y 798 millones en los países atrasados.

En República del Congo, Somalia, Burundi y Afganistán, más del 70% de la población está desnutrida. Según la Organización Mundial de la Salud, las posibilidades de vida de un recién nacido en un país avanzado son 12 veces mayores que las de un recién nacido en un país atrasado; si éste nace en África subsahariana es 23 veces mayor.

En Argentina, un país “granero del mundo”, que puede alimentar a 300 millones de personas, hay hambre crónica, millones que no alcanzan al mínimo calórico diario vital.

La Agencia Católica para el Desarrollo señala una cifra que en sí misma constituye todo un símbolo de la desigualdad: la vaca promedio europea recibe un subsidio de 2,2 dólares por día,más que el ingreso diario que recibe la mitad de la población mundial.

13. Conclusión
Hemos visto por qué y cómo el sistema capitalista tiende a generar en un polo una riqueza creciente, y cada vez más concentrada, y en el otro polo masas de gente que está obligada a hacer trabajos monótonos, repetitivos, o con salarios bajos y condiciones laborales precarias, sometidos a presión constante. Y también por qué se regeneran, periódicamente, grandes ejércitos de desocupados.

Todo esto nos obliga a ubicar las luchas reivindicativas, por mejoras laborales, por seguros de desempleo, por salud y educación, en una perspectiva correcta. Esto es, peleamos por mejorar en todo lo posible dentro del sistema; necesitamos defender  reformas que hagan más llevadera la vida bajo el sistema capitalista. Pero al mismo tiempo hay que tomar conciencia de que estas mejoras tienen un límite. Como decía una gran socialista europea de principios del siglo 20, llamada Rosa Luxemburgo, en tanto no se acabe este sistema de explotación los sindicatos y los trabajadores estarán obligados a recomenzar siempre sus luchas, porque el hambre por el plusvalor del capital es insaciable. Lo cual plantea la necesidad de tomar conciencia de que existe un problema de fondo, que es social, y a él tenemos que apuntar.

NOTAS

[1] Esto lo tomamos de un libro que escribió Carlos Marx, El Capital, donde cita a Mandeville.
[2] Esto siempre es aproximado, porque la primera mercancía puede tener un precio de 101, 102, 99, etc., y lo mismo sucede con la segunda: puede costar 48, 51, 49, 53, etc. Es decir, los precios oscilan alrededor de un promedio.
[3] Calcula que al cabo de determinado tiempo habrá recuperado esa inversión para comprar de nuevo máquinas y la fábrica.
[4] Todas las citas las tomamos de El Capital, de Marx.

7 de abril de 2016

PRIVATIZACIÓN DE LA GUERRA POR TRANSNACIONALES DE EU: EX CORONEL DEL PENTÁGONO LARRY WILKERSON

Estados Unidos es el principal vendedor de armas en el 
mundo. En la imagen, escopetas decomisadas en marzo 
pasado por la Marina estadounidense en el mar Arábigo, 
que tenían a Yemen como probable destino Foto: Ap
Alfredo Jalife-Rahme. La Jornada

El ex coronel Larry Wilkerson fustigó que los intereses de las trasnacionales se habían adueñado del aparato de seguridad de Estados Unidos (EU), al haber puesto bajo su control al complejo militar industrial: hoy es más pernicioso de lo que imaginó Eisenhower. Increpó el papel de Lockheed Martin en abastecer armas a los regímenes represivos de Medio Oriente y de incrementar deliberadamente las tensiones en la península coreana con el fin de aumentar sus ingresos (http://goo.gl/G3ysjh).

Wilkerson no es un personaje cualquiera: fue director ejecutivo del ex secretario de Estado general Colin Powell durante la presidencia de Baby Bush. Refiere un escrito de 1935 del mayor general Smedley Butler La guerra es una estafa (https://goo.gl/IhQZkR), el marino más condecorado de su generación, quien criticó la maquinaria de guerra de EU que libra sus guerras más para asegurar las ganancias de las trasnacionales de lo que lo hace para asegurar y proteger el American Way of Living.

¡El coronel comenta que su visión hoy no se encuentra lejos de la teoría de Butler de hace 81 años! Wilkerson sugiere que la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte con Bill Clinton –después de que Baby Bush y James Backer habían asegurado a Mijail Gorbachov y luego a Boris Yeltsin que no avanzarían ni un milímetro al Este– se debió a las presiones de Lockheed Martin, Raytheon y Boeing, así como de otros, con el fin de incrementar su red de potenciales ventas de armas. ¡Los mercaderes globales de la muerte!

Asevera que a partir de la mitad del siglo XX, “el complejo militar industrial de EU ha pasado de ser una simple manufacturera de armas para acoplarse con los think tanks” –al unísono de organizaciones no lucrativas legales y exentas de impuestos– que promulgan el ambiente bélico y pretenden ser imparciales, con editoriales y propuestas de política que apoyan la agenda de la infraestructura militar-industrial y que son seguidas a pie juntillas por el Congreso y la rama ejecutiva.

Afirma que existe proclividad en el Congreso para bendecir seguido la utilización de la fuerza debido al dinero que obtienen de los contratistas y cabilderos de defensa. Vienen las incendiarias frases nodales: En muchos aspectos ahora son los intereses privados quienes se benefician mayormente del uso de nuestra fuerza militar, sea con contratistas privados de seguridad que están todavía desparramados en Irak o Afganistán, o mediante los principales contratistas de defensa como Lockheed Martin.

El crítico portal Salon cita al periodista australiano Antony Loewenstein, quien detalla cómo EU privatizó sus guerras en Irak y Afganistán: Existen 30 mil contratistas militares que trabajan para el Pentágono en Afganistán y que superan a los soldados en una proporción de tres a uno. Existen miles más en Irak (http://goo.gl/SJp277).

Wilkerson arremete contra Hillary Clinton, quien declaró que es tiempo para EU de comenzar a pensar en Irak como una oportunidad de negocios para las trasnacionales de EU (http://goo.gl/uPZMZp), con el fin de beneficiar a JP Morgan y a ExxonMobil.

No constituyen ningún secreto las fétidas conexiones de Hillary con la industria del gas y el petróleo, en paralelo a las trasnacionales armamentistas de la muerte (http://goo.gl/PQCozR).

Wilkerson es muy severo con Dick Cheney, el pugnaz vicepresidente de Baby Bush, quien fue a la guerra con el fin de hacer dinero para Halliburton (http://goo.gl/cXMmXt). ¿De allí provendrá el axioma bélico de los neoconservadores straussianos sobre la guerra permanente; es decir, los ininterrumpidos ingresos de los mercaderes de la muerte como Lockheed Martin, Raytheon y Boeing?

El coronel sentencia sin tapujos que somos los mercaderes globales de la muerte. Hemos privatizado la última función publica: la guerra.

El feroz portal Zero Hedge colocó en relieve una declaración del temerario coronel de que “el imperio estadounidense se encuentra en un grave problema cuando EU sigue la trayectoria clásica del declive de los imperios, por lo que necesita pasar a una transición de ser una de las máximas potencias para enfocarse más en estrategias de cooperación internacional” (http://goo.gl/O0EVRr).

¿Qué sabe el coronel que no sepamos?

Sus axiomas son demoledores: La historia nos dice que probablemente estemos acabados cuando el resto del mundo está despertando al hecho de que EU es: 1. Estratégicamente inepto y 2. No es más el poder que solía ser. Y que la tendencia se intensificará.

Los síntomas internos del declive son notorios: La concentración de la corrupción y el papel desproporcionado de los intereses financieros –lo cual es más que obsceno en las primarias de EU, donde los rebeldes de ambos partidos, Bernie Sanders y Donald Trump, simbolizan a mi juicio el canto de cisne del imperio estadounidense.

Wilkerson comenta que los imperios al final concentran su fuerza militar como el todo (sic) y el final de todo (sic) el poder... y finalmente usan más fuerzas mercenarias que fuerzas ciudadanas cuando los imperios al final quiebran ética y moralmente... y se arrojan a los brazos de los banqueros y los financieros que conducen el imperio: cuando los imperios declinan no pueden siquiera gobernarse a sí mismos. ¡Tremendo!

Sobre la negociación nuclear de EU con Irán arremetió que el ex vicepresidente Dick Cheney había enloquecido al oponerse y haber exhibido una insana postura paranoide (http://goo.gl/Ewfyc0).

Divulga que hoy existe una ruptura entre el abordaje bélico de la CIA y el Pentágono en Siria que juzga se debe más bien a la ignorancia (http://goo.gl/R5tZ9b). ¡Otra señal más de la decadencia!

EU sigue siendo el número uno en la venta de armas del mundo con más de 50 por ciento del mercado controlado (http://goo.gl/sWM5S1). En forma aterradora, el Estado racista/ apartheid de Israel era en 2014 el séptimo exportador mundial de armas, detrás de Gran Bretaña, Alemania y Francia.

La industria de ciberseguridad es hoy uno de los principales pilares de la venta armamentista donde descuellan Intel (http://goo.gl/cVXZNq) –ingresos: 55 mil 400 millones de dólares, vinculado a Fundación Clinton y a NSA–, Lockheed Martin (http://goo.gl/nIoPDY) –ingresos: 46 mil 132 millones, vinculado a Fundación Clinton, a la hija de Cheney y NSA–, Northrop Grumman (http://goo.gl/QIT9m2) –ingresos: 23 mil 526 millones, vinculado a NSA, BlackRock y a CFR–, Raytheon (http://goo.gl/1CNr32) –ingresos: 23 mil 347 millones, vinculado a BlackRock y NSA–, Boeing (http://goo.gl/mA5FHt) –ingresos: 96 mil 114 millones, vinculada a NSA, a Fundación Clinton y a CFR– y General Dynamics (http://goo.gl/ykvyW9) –ingresos: 30 mil 852 millones de dólares, vinculado a NSA.

¡Todo queda en famiglia!

Según el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (Sipri, por sus siglas en inglés), el gasto militar global aumentó a 1.7 millones de millones (trillones en anglosajón) de dólares en 2015. EU dilapida 36 por ciento de todo el presupuesto total de armas en el mundo. Esta cifra, a mi juicio, está subestimada, ya que el Pentágono oculta otro tanto de su gasto militar en I&D de las Universidades (https://goo.gl/QnMjCw).

El negocio militar sigue siendo uno de los principales del planeta, detrás del petróleo y el narcotráfico.

6 de abril de 2016

LA RAZÓN DE SER DEL RÉGIMEN UCRANIANO: GUERRA, MUERTE Y DESTRUCCIÓN

Vadim Somadurov/Svobodnaya Pressa.Slavyangrad

Traducción de Nahia Sanzo

Pese al gran fervor militarista, en la sociedad ucraniana no han desaparecido tampoco las tendencias pacifistas. Según los datos de una encuesta sociológica realizada por el Centro Razumkov a finales de marzo, el apoyo a la separación de Donbass del resto de Ucrania ha aumentado del 17,9% al 21,5% en el último año. Hay motivos para creer que los deseos de la élite ucraniana de que ATO continúe hasta el final son imposibles debido al estado real de las fuerzas armadas del país.

Pese a los vehículos cedidos por la OTAN que ha registrado la OSCE, el Ejército Ucraniano no ha conseguido restablecer completamente la capacidad de combate tras la derrota de Debaltsevo. Los napoleónicos planes de producir 125 tanques “Oplot” al año en la planta de Malysheva de Járkov se quedaron en los planes y desde entonces la compañía ya ha reemplazado a tres directores. Pese a que el presidente del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional, Oleksandr Turchinov, prometió recientemente nuevas armas para las fuerzas del orden de Ucrania y el primer ministro Yatseniuk habló del aumento de hasta 300 millones de dólares del presupuesto para la Guardia Nacional, los oficiales tendrán que esperar para el prometido rearme de las fuerzas armadas ucranianas.

Es difícil hablar de un rearme del ejército a gran escala en un momento en que, según datos conservadores aportados por el presidente Petro Poroshenko, a finales de 2015 Ucrania había destruido el 10% de su capacidad industrial y, según datos oficiales, la producción había caído un 16,4%, con gran parte de la industria militar en permanente guerra por la propiedad. La consecuencia es que en estos momentos Ucrania no cuenta con recursos suficientes para dar un golpe definitivo que destruya las Repúblicas Populares. Además, en caso de reintegración forzosa de Donbass en el espacio ucraniano, Kiev se encontraría con tres o cuatro millones de residentes absolutamente desleales al sistema político postmedieval actual.

Incluso ahora, a pesar de las periódicas redadas del SBU, en la parte del sudeste del país controlado por Ucrania el Bloque Opositor [que sustituyó al antiguo Partido de las Regiones de Yanukovich tras el golpe de Estado de 2014-Ed] sigue consiguiendo con obstinada persistencia victorias electorales y se mantiene un fuerte sentimiento antiucraniano. Y la población de la RPD y la RPL, para los que las nuevas autoridades ucranianas traen a la memoria el desagradable recuerdo de los bombardeos de barrios residenciales y víctimas civiles, puede ser para Kiev como una bomba colocada bajo el ya de por sí frágil sistema político ucraniano.

A pesar de todos estos evidentes puntos, políticos ucranianos, líderes de partidos y funcionarios del Estado rivalizan con militaristas exigencias de que “ATO continúe hasta el final” y las tropas ucranianas infringen con envidiable regularidad la tregua exigida por los acuerdos de Minsk. Roman Bezsmertny, representante oficial de Ucrania en Minsk, habló recientemente de la “presunción de culpabilidad” de las milicias. El propio Poroshenko exigió a Moscú “salir de Donbass” y los comentaristas progubernamentales llaman a las autoridades a actuar de forma más valiente y más agresiva.

Ni la crisis política, ni el conflicto entre las diferentes facciones del Gobierno, las recurrentes huelgas y protestas o el precario estado de la economía han enfriado el fervor de los defensores de la Ucrania unida. Pero parece haber llegado el momento de dejar de mirar a Donbass y solucionar los muchos problemas que aún existen en el territorio que Ucrania sí controla. Pese al aumento del sentimiento pacifista, según una encuesta realizada en febrero por el Instituto Gorshenin, una parte significativa de la sociedad ucraniana (34,1%) sigue apoyando la idea de que las tropas ucranianas ataquen las Repúblicas Populares. Pese a las derrotas militares en Ilovaisk y Debaltsevo y los numerosos problemas internos en el país, la retórica militarista sigue encontrando fieles oyentes.

No se trata de dañar el orgullo nacional de los ucranianos. Maidan, que fue principalmente la consecuencia de la negativa del entonces presidente de Ucrania, Viktor Yanukovich, de firmar el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea (un documento similar al firmado, por ejemplo, por Túnez, lo que no supuso que el país se convirtiera en miembro de la UE), acarreó una serie de consecuencias negativas.

Tras la masacre de Odessa y los bombardeos de Donetsk y de Lugansk, la percepción general que en Rusia se tiene de Ucrania está firmemente asociada a la guerra y a la muerte. Si la agresión de Kiev se evitó en Crimea por la presencia de tropas regulares rusas, la guerra en Donbass se ha convertido en el paradigma de la política ucraniana. La existencia de las Repúblicas permite, en primer lugar, que los tozudos miembros de los batallones territoriales aprendan regularmente su lección. En segundo lugar, permite recibir pequeñas cantidades de dinero de la OTAN y, finalmente, la ley marcial que de facto existe en las regiones adyacentes a la línea de contacto abre numerosas oportunidades para diferentes tramas de corrupción.

Sigue sin saberse en qué gastó Poroshenko los millones presupuestados en otoño para la restauración de Donbass. Los soldados ordinarios del Ejército Ucraniano y de la Guardia Nacional tampoco van a la zaga del jefe de Estado: la venta de vehículos robados a la población de la llamada “zona ATO” y el reparto de “trofeos” se hace visible de vez en cuando para el público. Y de ahí a la negativa a dejar ir a las Repúblicas o a cumplir con los compromisos adquiridos con la firma del acuerdo de Minsk. Donbass se ha convertido en la razón de ser del régimen ucraniano y, por desgracia, el significado de todo ello se limita a la guerra, la muerte y la destrucción.



5 de abril de 2016

LA MARCHA APRESURADA DEL CAPITALISMO MAFIOSO

Jorge Beinstein. Alainet

En Argentina empieza a conformarse un régimen autoritario con apariencia constitucional, convergencia mafiosa de camarillas empresarias, judiciales y mediáticas monitoreada por el aparato de inteligencia de los Estados Unidos, pero lo que demuestran los primeros meses del proceso es que la tentativa tropieza con numerosas dificultades que amenazan convertirla en una gigantesca crisis de gobernabilidad. El contexto de su desarrollo es una recesión económica que se va profundizando en marcha hacia la depresión, es decir un funcionamiento económico de baja intensidad, con altas tasas de desocupación, salarios reales muy reducidos y baratos en dólares.

No se trata del retorno del viejo neoliberalismo de los años 1990 ni mucho menos de una imitación del régimen oligárquico de fines del siglo XIX, sino de la tentativa de instauración de un sistema mafioso, parasitando sobre una población desarticulada, albergando grandes espacios de marginalidad y superexplotación laboral, realizando un saqueo sin precedentes de recursos naturales. En esa dirección se van imponiendo los instrumentos esenciales del régimen dictatorial: control completo de los medios de comunicación, reconversión integral del sistema de seguridad como apéndice del de los Estados Unidos1, implantación de mecanismos de destrucción económica y social a gran escala, despliegues mediático-judiciales tendientes a extirpar a las oposiciones que no se subordinen al nuevo régimen.

Sometimiento colonial y decadencia periférica
Los tiempos han cambiado, la “doctrina de la seguridad nacional” vigente en la época de Videla y Pinochet coincidía con la visión militar-profesional del Imperio, se trataba del control milimétrico de la sociedad colonizada, administrada como un cuartel que coincidió históricamente con la última etapa del predominio en los Estados Unidos del “complejo militar-industrial” tradicional, alianza entre la gran industria armamentista y los altos mandos militares subordinando a las elites políticas. Resultado del keynesianismo militar que marcó a la superpotencia desde la Segunda Guerra Mundial y que entró en declinación en los años 19802.

Más adelante el “Consenso de Washington” reinó durante la era de Carlos Menem en Argentina, Collor de Mello y Cardoso en Brasil, señalando el auge de la financierización de la economía y de la política en los Estados Unidos y el conjunto de potencias dominantes sin por ello dejar de lado a la componente militar que comenzó a transformarse.
Esos dos momentos trágicos expresaron la afirmación del sometimiento colonial de Argentina, el primero con formato militar-dictatorial y el segundo con rostro civil-constitucional, que se correspondieron con diferentes configuraciones imperialistas: en el primer caso con un imperialismo norteamericano industrial ascendente, disputando la Guerra Fría y en el segundo con la presencia de la única superpotencia global que venía de ganar esa guerra y que se aprestaba a ejercer la hegemonía planetaria. Aunque al mismo tiempo se financierizaba, el parasitismo empezaba a corroer el sistema degradando sus pilares productivos, instalando la cultura del consumismo desenfrenado. Esa prosperidad malsana contagió a elites periféricas, en los Estados Unidos la fiesta se convirtió en ola militarista desde 2001 y la mega burbuja financiera estalló en 2008, en Argentina el show derivó en recesión la que a su vez culminó con un gran desastre económico, social e institucional en 2001.

El actual sometimiento de Argentina a los Estados Unidos no se corresponde con el auge del Imperio sino con su decadencia, su degradación económica y social, su retroceso geopolítico internacional que busca ser compensado mediante el control total de su patio trasero latinoamericano, asegurando la súper explotación de recursos naturales decisivos pero también para introducir a la región como pieza propia de su juego global: como señuelo para sus socios europeos en la OTAN o como retaguardia segura en el armado del “Acuerdo Transpacífico”.

Es un imperio comandado por una lumpenburguesía financiera, sobreviviendo con bajas tasas de crecimiento productivo, parasitando sobre el resto del mundo, que no busca instaurar una jerarquía mundial estable reproduciéndose en el largo plazo sino depredar recursos naturales, degradar o eliminar estados, destruir defensas sociales periféricas, extendiendo ofensivas desestructurantes, desintegradoras de identidades nacionales y culturales. Su instrumento de intervención militar es ahora una constelación de organizaciones guiadas por la doctrina de la Guerra de Cuarta Generación3, empleando de manera intensiva mercenarios, operaciones clandestinas de su estructura profesional, redes mafiosas, manipulaciones mediáticas y otras actividades destinadas a destruir, caotizar espacios periféricos con el fin de saquearlos.

En correspondencia con ese fenómeno las burguesías latinoamericanas fueron mutando hasta llegar a la situación actual donde grupos industriales, financieros o de agrobusiness combinan sus inversiones tradicionales con otras más rentables pero también más volátiles: aventuras especulativas, negocios ilegales de todo tipo (desde el narco hasta operaciones inmobiliarias opacas, pasando por fraudes comerciales y fiscales y otros emprendimientos turbios), transnacionalizándose, convergiendo con “inversiones” saqueadoras provenientes del exterior. En el caso argentino podríamos encontrar antecedentes en el reinado de la “patria financiera” durante la última dictadura militar, el que a su vez tiene que ser visto como resultado del fin de la era industrialista.
En síntesis, la configuración lumpenimperialista impone dinámicas decadentes en la periferia, en América Latina ha llegado la hora del lumpencapitalismo, las elites argentinas venían avanzando en esa dirección, la llegada de Macri a la presidencia expresa un enorme salto cualitativo, el país en su conjunto acaba de ingresar de manera recargada y brusca en ese proceso.

Recesión, depresión y economía de baja intensidad
Recientemente el FMI pronosticó para Argentina un crecimiento económico real negativo en 2016 del orden del -1 %, cuando observamos las caídas que ya se han producido en indicadores decisivos desde diciembre de 2015 es posible bajar aún más esa cifra hacia el -3 % o más bajo aún.

Se ha producido en muy poco tiempo una fuerte reducción de los salarios reales, causada entre otros factores por la megadevaluación, los aumentos del precio de los combustibles y de las tarifas de electricidad, gas y transportes, la eliminación o reducción de retenciones y sus impactos inflacionarios a lo que se agrega la suba de las tasas de interés y los despidos masivos en la administración pública (que empiezan a ser seguidos por el sector privado), con lo que tenemos un panorama recesivo provocado por el gobierno cuyo objetivo principal es reducir los salarios reales y su valor en dólares.

La avalancha de cambios ha desatado en algunos círculos el debate en torno del supuesto “modelo de desarrollo” que la derecha estaría intentando imponer. Decretos, endeudamientos, subas de precios y despidos se han sucedido de manera vertiginosa, buscarle coherencia estratégica-desarrollista a ese conjunto es una tarea ardua que a cada paso choca con contradicciones que obligan a desechar hipótesis sin que se pueda llegar a una conclusión mínimamente rigurosa. En primer lugar, la contradicción entre medidas que destruyen el mercado interno para favorecer a una supuesta ola exportadora, evidentemente inviable ante el repliegue de la economía global, otra es la suba de las tasas de interés que comprime al consumo y a las inversiones a la espera de la llegada de fondos provenientes de un sistema financiero internacional en crisis que casi lo único que puede brindar es el armado de bicicletas especulativas.

Algunos han optado por resolver el tema adoptando definiciones abstractas tan generales como poco operativas (“modelo favorable al gran capital”, “restauración neoliberal”, etc.), otros han decidido seguir el estudio pero cada vez que llegan a una conclusión satisfactoria aparece un nuevo hecho que les tira abajo el edificio intelectual construido y finalmente unos pocos, entre los que me encuentro, hemos llegado a la conclusión de que buscar esa coherencia estratégica constituye una tarea imposible. La llegada de la derecha al gobierno no significa el reemplazo del modelo anterior (desarrollista, neokeynesiano o como se lo quiera calificar) por un nuevo modelo (oligárquico) de desarrollo, sino simplemente el despliegue de un gigantesco saqueo protagonizado por fuerzas entrópicas altamente destructivas que convierten al país burgués en una república de bandidos.

Esto nos debería llevar a la reflexión acerca del significado del fin de la era kirchnerista visualizado por algunos como un traspié, resultado de una derrota electoral por escaso margen, y por otros como el producto de una manipulación mediática prolongada, combinada con operaciones de la mafia judicial, de grupos económicos concentrados y del aparato de inteligencia de los Estados Unidos. Esta última evaluación está más cerca de la realidad, sin embargo es insuficiente, el “golpe blando” existió (lo que pulveriza la presunta legitimidad democrática del gobierno actual) pero falta explicar porque fue exitoso.

Si nos limitamos a ciertos aspectos económicos del tema podemos observar que el motor externo empezó a enfriarse desde 2012 luego de la breve recuperación de la recesión global de 2009, la situación se agravó desde mediados de 2014 cuando los precios de las commodities cayeron en picada, la economía pasó a una etapa de crecimientos anémicos sostenidos por el mercado interno. Los grandes exportadores aumentaron sus presiones destinadas a obtener en la economía nacional beneficios que les permitieran compensar las menores ganancias externas convergiendo con intereses financieros y agrupando al conjunto de la derecha mediática, judicial y política, se trató de una jauría que se fue envalentonando a medida que su enemigo perdía espacio económico y se acentuaba la crisis global.

Los equilibrios del gobierno fueron cada vez más inestables, las compuertas neokeynesianas que bloqueaban la marea comenzaron a sufrir fisuras para finalmente desmoronarse, la candidatura presidencial de Daniel Scioli fue una opción defensiva y débil que no pudo evitar el derrumbe. Entonces se desató (fue desatada) la recesión y diversas señales nacionales e internacionales nos indican que lo hizo para quedarse, nos encontramos ante el comienzo de una depresión económica resultado de la reproducción de un sistema que ha ingresado en una fase de contracción desordenada.

Una referencia importante es la de la salida de la recesión producida desde 2003, en ese período convergieron dos factores principales: el alza de los precios internacionales de las commodities y la reanimación del mercado interno.

El “motor externo” fue impulsado por el auge de mercados emergentes como los de China o Brasil, entre otros, lo que permitió una mejora sustancial de las cuentas externas de Argentina. Los precios de las commodities experimentaron subas notables en esos años impulsadas no solo por la expansión de la demanda internacional sino también por el crecimiento de la especulación financiera, las operaciones globales con productos financieros derivados basadas en commodities llegaban en diciembre de 2003 a 1,4 billones de dólares, en diciembre de 2005 alcanzaban los 5,4 billones, en junio de 2007 llegaban a 8,2 billones y en junio de 2008 a 13,1 billones de dólares 4.

Por su parte el “motor interno” funcionó empujado por el ascenso del empleo, de los salarios reales y de los ingresos de las capas medias, en consecuencia se expandió la demanda interna y el tejido industrial, la economía argentina se recuperó creciendo a tasas excepcionales. Como es sabido, el salario real promedio experimenta en Argentina una tendencia descendente de largo plazo (desde mediados de los años 1970), sufrió una caída descomunal durante la crisis de los años 2001-2002, luego se recuperó llegando a los niveles de los años 1990 pero sin alcanzar nunca los de los años 1970, ni siquiera los de mediados de los años 19805, podríamos resumir lo sucedido señalando que la reanimación del mercado interno se apoyó en un fuerte crecimiento del empleo y en una recuperación salarial limitada.

Si el crecimiento anémico de los últimos años del gobierno anterior incentivó la voluntad de rapiña de los grupos económicos concentrados, es altamente probable que la recesión actual la acentúe mucho más, al achicarse la economía, como resultado de los ajustes y las transferencias de ingresos esos grupos intentarán al menos sostener su volumen real de ganancias apropiándose de una porción creciente del ingreso nacional, aunque empujados por su propia dinámica y por el ejercicio de la totalidad del poder es casi seguro que buscarán absorber un volumen real mayor. Además las medidas que buscan reequilibrar los desequilibrios provocados por las propias medidas económicas del gobierno causan mayor inestabilidad y empobrecimiento del grueso de la población. Es el caso de la tentativa de desacelerar la suba de la cotización del dólar subiendo las tasas de interés con lo que a veces se consigue frenar por poco tiempo esa tendencia, pero a costa del agravamiento de la recesión, o cuando se pretende achicar el déficit fiscal reduciendo el gasto público (despidiendo empleados, clausurando programas, etc.), lo que agrava la recesión y en consecuencia reduce los ingresos fiscales y aumenta el déficit. En suma, nos encontramos ante un círculo vicioso de concentración de ingresos, achicamiento del Estado y hundimiento de la actividad económica.

La caída de los salarios reales no alienta más inversión interna o externa desalentada por el desinfle de los mercados nacional y global (no hay alternativa exportadora). Mientras tanto, el gobierno aparenta aferrarse ante lo que sería la tabla de salvación de la economía: el endeudamiento externo que teóricamente le permitiría realizar inversiones reactivadoras, pero el clima enrarecido del sistema financiero internacional comprime el espacio de los potenciales acreedores cada vez más duros ante una economía nacional deprimida. En realidad esa ansiedad por endeudarse no responde a una pasión desarrollista sino a la presión de los grupos de negocios que han acumulado superbeneficios en estos últimos meses (exportadores, bancos, etc.) y que necesitan convertirlos en dólares, es la evasión de capitales y no la inversión productiva la que reclama endeudamiento externo.

Conclusión: los dos motores de la salida de la recesión en la década pasada ha dejado de funcionar, las políticas que buscaban compensar el ciclo recesivo global han sido eliminadas por las clases dominantes, antes les habían sido útiles para restablecer la gobernabilidad y acumular beneficios ahora las han destruido porque frenaban su voracidad.

Es posible elaborar un modelo excesivamente abstracto de estabilización del proceso depresivo argentino bajo la forma de “economía de baja intensidad” o de “penuria”, es decir una estructura económica dual con un sector popular contraído y una élite parasitando sobre el primero (superexplotación de los trabajadores y otros saqueos a las clases medias y bajas). Ello permitiría mantener relativamente bajos niveles de importaciones que asegurarían (no siempre) saldos positivos de la balanza comercial destinados a pagar deudas externas. Estas últimas, además de llenar las arcas de las redes financieras, podrían ser utilizadas para bloquear peligros de implosión y de revuelta social operando como una suerte de droga dosificada destinada a preservar la reproducción del sistema.

Ese modelo económico siniestro necesitaría de manera ineludible del apoyo de un aceitado mecanismo de represión y degradación de las clases inferiores, se trataría de la instalación de un régimen neofascista acorde con la doctrina de la Guerra de Cuarta Generación (restringiéndonos a la realidad latinoamericana, no está de más observar lo que ocurre en México o en países de América Central). Requeriría además de mucha estabilidad al interior de la articulación mafiosa, de la atenuación de las disputas internas ante un botín de volumen variable sujeto a numerosos factores de inestabilidad locales e internacionales. Se trata de un escenario de muy difícil (pero no imposible) realización, empalmando con tendencias depresivas globales acompañadas por el aumento de la volatilidad en mercados decisivos, la proliferación de guerras, los deterioros institucionales de los estados centrales, los derrumbes y crisis graves de estados periféricos y otros síntomas claros que describen a un planeta que se encamina hacia horizontes de alta turbulencia.

El fantasma del 2001
El gobierno macrista se comporta como suelen hacerlo los llamados “sistemas caóticos” que, a diferencia de los “inestables” (en desorden permanente) y de los “estables” (que tienden hacia el orden de manera irresistible), oscilan entre un polo ordenador, es decir un “atractor” neofascista y fuerzas que lo desordenan, que lo conducen hacia la crisis de gobernabilidad.

La marcha hacia la dictadura mafiosa está apuntalada por tres estrategias convergentes: la corrupción de dirigentes, la represión de las protestas sociales y políticas y el bombardeo mediático. Son operaciones de eficacia incierta, circulando en medio del hundimiento económico y de la pugna de intereses entre grupos dominantes, se apoyan además en una base social reaccionaria cuyo núcleo duro impulsado por una euforia neofascista está incrustado en las clases medias y altas.

La corrupción de dirigentes políticos y sindicales puede serle útil a corto plazo para imponer decisiones impopulares o frenar protestas, pero desgasta a los corruptos, erosiona sus posiciones de poder reduciendo a no muy largo plazo su capacidad operativa, las hace cada vez más vulnerables ante el descontento popular. Es lo que se percibe en los primeros meses del gobierno macrista respecto de la compra de sindicalistas, diputados, senadores y gobernadores.

La represión avanza, funciona un Ministerio de Seguridad subordinado al aparato de inteligencia de los Estados Unidos, han regresado las “policías bravas”, ha sido dictado un “Protocolo” de represión de protestas populares, aparecen las primeras expresiones, aparentemente desprolijas, de represión ilegal. Pero no es seguro que esa estrategia de amedrentamiento tenga éxito, es posible que su efecto termine siendo el opuesto del que busca el gobierno, existe en Argentina una enraizada cultura de confrontación contra la brutalidad estatal que puede resultar un catalizador del desborde opositor.

El bombardeo mediático fue un instrumento decisivo de la llegada de Macri a la presidencia, tuvo una elevada eficacia, atacando al gobierno y ampliando un vacío político que podía ser ocupado por opositores de derecha que se limitaban a denunciar al oficialismo contraponiendo promesas vagas de felicidad futura. Ahora esos medios tienen que cargar con la compleja tarea de defender a un régimen claramente antipopular. En este nuevo escenario su eficacia es decreciente y el intento por compensar ese declive aumentando la presión mediática (de por si abrumadora) produce efectos de saturación y descrédito de dichas intoxicaciones hasta generar rechazos cada vez más fuertes.

Finalmente la base social neofascista puede ser fanatizada al extremo por los medios de comunicación pero es casi imposible impedir que su área de influencia, sobre todo en las clases medias, se vaya reduciendo a medida que se prolonga la depresión económica, lo que terminará por deteriorar a ese sector reaccionario.

En síntesis, el sistema dispone de instrumentos y apoyos sociales crecientemente vulnerables, su fuerza depende en última instancia del grado de debilidad de su adversario: el espacio popular, si este se pone en marcha fortaleciéndose en la pelea, el instrumental autoritario podría sufrir fisuras, desgarramientos cada vez más importantes, su inevitable centralismo operativo acosado por una marea ascendente de ataques, resistencias y repudios iría perdiendo vitalidad, acentuándose sus contradicciones internas, el contexto global turbulento debería contribuir a dicho proceso.

Tarde o temprano la resistencia popular puede llegar a convertirse en ofensiva general contra el sistema, la acumulación de despliegues combativos de los de abajo produciendo repliegues en las élites dominantes terminaría por generar un salto cualitativo de grandes dimensiones, no sería la primera vez que ocurre ese fenómeno en Argentina, aunque su aspecto y contenido puede llegar a incluir muchas novedades.

Obviamente el deterioro grave del gobierno macrista puede llevar a una remodelación del equipo presidencial (una suerte de “gobierno-de-unidad-nacional”) o a un cambio institucional de gobierno, destinado a estabilizar la situación, aunque los mismos, aun introduciendo medidas “sociales” más o menos audaces, se enfrentarían a una crisis sistémica apabullante, mucho más grave que la de 2001 en un contexto global depresivo, una coyuntura de ese tipo difícilmente podría ser superada con aspirinas rosadas o de otro color.

Apenas llegó a la presidencia Macri lanzó a gran velocidad una andanada de decretos arbitrarios, desplegó de inmediato una ofensiva para asegurar el control derechista de los medios de comunicación, compró (o extorsionó) a dirigentes políticos y sindicales, redujo el poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones, lanzó una ola de despidos de empleados públicos, concretó enormes transferencias de ingresos hacia las elites dominantes, en suma: desplegó una blizkrieg destinada eludir las resistencias posibles antes de que estas se organicen. De todos modos no estaba en condiciones de imponer el gigantesco saqueo realizado mediante un sistema de negociaciones, el nivel de destrucción logrado en tan poco tiempo probablemente lo haya convencido de su éxito incitándolo a seguir avanzando.

La irrupción devastadora de las élites dominantes podría ser asimilada a la de un ejército penetrando en un vasto territorio, al comienzo la ofensiva es exitosa, el efecto sorpresa, la explotación de debilidades locales, la contundencia del operativo, etc. permiten avances rápidos aparentemente irreversibles, pero poco a poco las víctimas empiezan a reaccionar acosando al invasor y el espacio simplificado por mapas e informes de especialistas se va convirtiendo en un sistema complejo, crecientemente incontrolable. 
La velocidad inicial de la sucesión de victorias que en un principio aparentaba ser la clave del éxito, empieza a ser percibido por el invasor como la principal causa de sus dificultades, la rapidez operativa genera fenómenos de inadaptación, de sobre-extensión estratégica que aumentan su vulnerabilidad llevándolo finalmente a la derrota, aplastado por una avalancha humana incontenible (recordemos lo que le pasó a Napoleón cuando invadió Rusia).

Macri podría terminar descubriendo que la realidad social argentina es mucho más compleja que lo que su visión de mafioso detectaba, que la cultura popular existe y se reproduce (maltrecha, golpeada, pero existe), que los salarios no son como él dijo una vez “un costo más” que puede y debe ser comprimido al máximo como cualquier otro insumo sino el pago a seres humanos que piensan y se defienden, y finalmente que para un bandido no hay nada peor que otro bandido (los socios de hoy pueden ser los caníbales de mañana).

NOTAS:
1Horacio Verbitsky, “La transparencia del sigilo”, Página 12, Buenos Aires, 27 de marzo de 2016.
2Jorge Beinstein, “La ilusión del metacontrol imperial del caos. La mutación del sistema de intervención militar de los Estados Unidos y sus consecuencias para América Latina”, Seminario “Nuestra América y Estados Unidos: desafíos del Siglo XXI”. Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Central del Ecuador, Quito, 30 y 31 de Enero de 2013. http://beinstein.lahaine.org/?p=516
3Jorge Beinstein, art. cit.
4Fuente: “Semiannual OTC derivatives statistics”, Bank for International Settlements (BIS).
5Eduardo M. Basualdo, “La distribución del ingreso en la Argentina y sus condicionantes estructurales”, Memoria Anual 2008, del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Argentina.

Juan Kornblihtt y Tamara Seiffer, “La persistente caída del salario real argentino (1975 a la actualidad)”, Revista de la Bolsa de Comercio de Rosario, 2014, http://www.bcr.com.ar/Secretara%20de%20Cultura/Revista%20Institucional/2...

2 de abril de 2016

VUELVE EL “ILUSIONANTE” JUEGO DEL BUCLE “INDIGNADO”, AHORA EN FRANCIA

Por Marat

Conviene distinguir el grano de la paja. La huelga y manifestaciones del movimiento obrero francés de estos días van a ser "reconvertidas" de nuevo en "agitamanismo" de batucadas y asambleas de culo plano de los Erasmus europeos, de ninis (ni de derechas ni de izquierdas pero, al fin y al cabo, tan de derechas como le convenga al sistema que los alimenta ideológicamente), de grupos anarcoides, de trotskistas anticomunistas y por supuesto de mucho reaccionario anarcocapitalista. Y La Sexta y Público nos lo contarán en directo e iluminarán la “Nuit Debout”.

Los medios de desinformación del capital y casi todos los "alternativos", que cada día se parecen más al primero, ya han hecho su apuesta y han bautizado a una protesta, que inicialmente fue obrera y de clase, como el 15M francés o la de los "indignados". Pronto aparecerán caretas del andrógino Guy Fawkes portadas por cibernéticos anonymous jugando al superhéroe. Me pregunto cómo se llamarán a sí mismos los yayoflautas. Ignoro si el idioma francés será capaz de producir un término tan poco autobenevolente.    

El gran problema que hace esto posible es que la "izquierda" se ha reconvertido hace ya muchos años en pesebrera del capital, repartidora de sus migajas y, cuando han venido mal dadas y ya no hay nada que repartir, acude a las tonterías reaccionarias de pedir democracia (como si la auténtica, la social y económica fuese compatible con el capitalismo), "otra UE" (como si pudiera haber otra que no sea del capital) y se ha echado en brazos de horizontalidades disolventes, de debates en bucle, de asambleísmos en el que el primero que pasa por allí suelta su "genialidad" y cree estar haciendo historia y de inclusivismo, mucho inclusivismo, en el que el desclasado joven trabajador o universitario sobradamente preparado, y convencido, de que él merece un puesto social por encima del obtenido por la media, cree que comparte objetivos de lucha con el hijo de su patrón que echará una canita política al aire y quizá encuentre trabajo de diputado en la próxima Asamblea Nacional francesa.

Esta disidencia fabricada y controlada por el mismo sistema que la alimenta ideológicamente, que nutre a sus "no líderes" de medios, dinero y becas a través de fundaciones globalistas, volverá a retrasar el reloj de la historia, a impedir que surjan alternativas revolucionarias, de clase, que se reorganice el movimiento obrero bajo un proyecto de lucha por el socialismo, que nada tiene que ver ni con los partidos socialistas ni con los ex comunistas de facto, sino con un horizonte de revolución social y dictadura del proletariado. 

Si les sale medio bien en Francia, montarán otro Mayo, éste aún más pequeñoburgués, invitarán a hablarles en sus asambleas cumbayá a Varoufakis y su Plan B para Europa para que les cuente sus bonitas "utopías" de capitalismo de rostro humano, al estilo del que le gustaba al fallecido "revolucionario de salón" y pro-OTAN Stéphane Hessel, o quizás al antimarxista de moda Piketty o incluso a las alcaldesas del cambiazo. De paso, si les es posible, suministrarán un poquito de oxígeno para dar algo de color a los también fenecidos Democracia "Real" Ya y 15M españoles, que quizá acierten a experimentar un breve fuego fatuo, y continuarán reideologizando en clave de desclasamiento y anticomunismo a Europa. 

El capital necesita, en un momento en el que vuelve la crisis con toda su fuerza sobre el mundo capitalista y sobre Europa en particular, ganar tiempo, llenar el escenario de las calles con falsas banderas, no sea que comenzasen a rearticularse otro tipo tipo de proyectos y propuestas con el tiempo más peligrosas y llenasen ese hueco. No se puede dejar solos a quienes gustan de sentirse rebaño.

Y mientras tanto, el capital seguirá engordando su auténtica operación de recambio, el fascismo, que aún necesita tiempo para continuar creciendo y poder montar más asambleas en las plazas pero ya al estilo Maidán, ese que tanto le gusta al podemita y supuesto filósofo de saldo Santiago Alba Rico, el que dice que la OTAN estos años no ha sido particularmente agresiva. 

A otros sólo nos queda continuar trabajando silenciosamente en reorganizarnos y en reconstruir la subjetividad de clase del nosotros destruida durante los largos años de consumo a crédito y los posteriores de crisis con “ilusión democrática”. 

Por cierto, ya que les hablaba de las fundaciones globalistas del capital, aquí les dejo un ejemplo de cómo un sicario del megaespeculador y tiburón financiero George Soros (aquí anda una página difusora del Nuit Debout difundiendo el puño de OTPOR:Soros de nuevo) y de sus juguetes OeNeGeros muestra todo su apoyo a su partido Podemos.

El mortecino círculo Erasmus-podemita francés, alicaído tras las últimas crisis de amor de la dirección española vuelve a activarse en La Galia. Será cosa del "desbordamiento" del que tanto gustan hablar el ex vicediós y sus mariachis. 

Quizá estén pensando en montar algo parecido allí. ¿Alguna televisión francesa para ello? El diario Mediapart del trotskista Edwy Plenel, un medio socio de Infolibre, podría hacer el papel de Público, del que también es dueño otro trotsko. Y de paso contar con el NPA para ser la columna vertebral inicial del nuevo partido-movimiento, como aquí lo fue Izquierda Anticapitalista respecto a Podemos. ¡Cuántas similitudes y cuánto iluso que no sólo no las huele sino que volverá a reilusionarse y a sacar del armario el kit de héroe “indignado” de clase media real o autoatribuida! 

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Puede que también le interese: De Red Voltaire: «Noche en pie», un movimiento para mantenernos de rodillas (texto de Thierry Meyssan) l

1 de abril de 2016

CLASE TRABAJADORA FRANCESA PARALIZA EL PAÍS Y ANUNCIA NUEVA MOVILIZACIÓN

Librered

Francia vivió una nueva huelga general convocada contra la reforma laboral impulsada por el presidente François Hollande. La convocatoria realizada por los cuatro grandes sindicatos franceses y las dos mayores organizaciones estudiantiles fue todo un éxito.

Unos 390.000 manifestantes marcharon por las calles de las principales ciudades, según los datos oficiales del Ministerio del Interior francés y la Prefectura de París -el doble que en el anterior paro-, mientras que las centrales convocantes elevan la cifra hasta 1,2 millones.

Entre los lemas más repetidos en las manifestaciones y protestas, destacan los de “No toquéis mi ley” [laboral], “Merecemos más que eso”, “Un gran salto adelante hacia el siglo XIX” y “1916: carne de cañón, 2016: carne de patrón”.

Los convocantes exigen la retirada del proyecto de ley que lleva el nombre de la ministra de Trabajo, Myriam El Khomri, ya que -denuncian- supone “regresiones históricas” porque “facilita el despido”, permite revisar las normas sobre tiempo de trabajo para ampliar horarios y concede prioridad a los acuerdos en las empresas sobre la legislación laboral o los convenios colectivos nacionales.

Los sindicatos que reclaman la retirada del proyecto de ley han anunciado ya una nueva jornada de movilización el próximo 9 de abril.

Disturbios en las calles
En París, Nantes, Rennes y Marsella se registraron algunos incidentes. En total, unas 30 personas fueron detenidas en todo el país, algunos agentes resultaron heridos, blanco de los lanzamientos de piedras, botes de pintura y cócteles molotov, a los que respondieron con gases lacrimógenos y cargas policiales. El portavoz del Gobierno, Stéphane Le Foll, hizo un llamamiento a la calma para “no dar la ocasión a algunos de realizar destrozos o ejercer la violencia”.

Además, unos 200 liceos fueron bloqueados en toda Francia durante la mañana por los estudiantes de secundaria o fueron cerrados por sus directores.

Transporte paralizado
La huelga causó retenciones acumuladas de 430 kilómetros en las carreteras y autopistas de acceso a París, casi el doble de lo habitual.

También afectó a los ferrocarriles, en particular a los cercanías de París y los trenes regionales, solo circularon la mitad de los trenes. En la capital francesa, se redujeron las frecuencias del Metro en un 25%.

En los quiscos no hubo prensa diaria -los medios de comunicación protestaron el miércoles-, y se produjeron alteraciones en numerosos servicios públicos.

Las compañías aéreas que operan en París-Orly habían cancelado antes del arranque de la huelga un 20% de sus vuelos en ese aeropuerto y un tercio en el de Marsella. La Dirección General de la Aviación Civil (DGAC) indicó que se registraron numerosos retrasos y que el paro salpicó a los aviones que sobrevuelan el espacio aéreo francés.

La oposición a ese proyecto de ley comenzó a finales de febrero, cuando se filtraron algunos puntos, y hasta este jueves, el momento más intenso de esas protestas fue el pasado 9 de marzo, cuando entre 200.000 personas -según las autoridades- y 450.000 -según los convocantes- se manifestaron en las calles de todo el país.

“EL NIÑO” Y LA NUEVA CRISIS ALIMENTARIA MUNDIAL

Germán Gorraiz López. Alainet.net

Según Edgar Ocampo, cada año, el mundo fagocita la mitad de las reservas de un país petrolero importante (México) y dado que las energías alternativas todavía necesitan enormes subsidios como para ser viables en los países en vías de desarrollo, la práctica del fracking ( especie de panacea universal que resolverá los problemas energéticos de la Humanidad) es todavía incipiente y suscita recelos medioambientales y la inercia de los activos petroleros no permitirá que las grandes compañías abandones sus equipos e infraestructura actuales, se deduce que la economía mundial seguirá gravitando sobre la dependencia del petróleo en la próxima década. El gas natural se presenta como el único sustituto ante una presunta escasez de petróleo, pero este recurso también sigue el mismo camino de inestabilidad, por lo que los principales países desarrollados cuentan con reservas estratégicas de petróleo que destinan exclusivamente para uso en situaciones críticas para garantizar el consumo interno durante un par de meses además de implementar medidas cosméticas de ahorro de energía. Así, el presidente estadounidense, Barack Obama, anunció que el Gobierno norteamericano reducirá sus emisiones de gases con efecto invernadero un 28% para 2020 (de alcanzarse el objetivo fijado, supondría ahorrar 250 millones de barriles de petróleo para 2020) y en China, se habría fijado el Plan Energético Quinquenal 2015-2020 con el objetivo de reducir la dependencia del carbón y del petróleo aunque según Greenpeace con un “insuficiente incremento de las energías renovables del 1%", en un país donde el carbón cubre el 70% de las necesidades energéticas y si continúa la tendencia actual, la combustión actual de carbón se duplicará en 15 años.

Declive de la producción de crudo convencional (Peak Oil)
Según la Asociación para el Estudio del Petróleo y el Gas (ASPO), la producción mundial de crudo convencional habría iniciado ya su declive, fenómeno que se explica por medio de los métodos de análisis del geólogo King Hubbert sobre la producción de petróleo de los Estados Unidos, método conocido como la "curva de Hubbert". Hubbert, calculó en 1956 con extraordinaria precisión, la fecha en que los Estados Unidos no podrían producir más petróleo de forma convencional aunque se perforaran más pozos. Así, la producción de petróleo de forma convencional en EEUU alcanzó su máximo nivel en 1970 y después comenzó a declinar, teniendo que importar en el 2005 casi el doble del total de crudo producido en dicho país. La producción actual de petróleo proviene en más de un 60% de campos maduros,(que tienen más de 25 años de ser explotados de manera intensiva) por lo que las nuevas prospecciones se realizan en regiones más remotas (Ártico, Amazonas), con mayor coste productivo (120 $) y menor rentabilidad, amenazando en muchas ocasiones a reservas y parques naturales (Ártico, Alaska, Amazonas) y siendo el desfase entre el consumo mundial y los descubrimientos de nuevas explotaciones abismal (en una proporción de 4 a 1). Además, según los expertos, el tiempo necesario para poner en marcha a pleno rendimiento un yacimiento es de alrededor de 6 años, por lo que cualquier descubrimiento no podrá entrar en operación hasta después del 2018. Recordar que el 90% de la producción de crudo saudí procede de tan sólo cinco campos maduros y hasta el 60% procedería del megacampo de Ghawar y que los nuevos proyectos de infraestructura petrolera de extracción de crudo considerados como "grandes" (aquellos de más de 500 millones de barriles) en Arabia Saudí para el 2016 son prácticamente inexistentes, lo que aunado con el espectacular incremento de la producción de crudo saudí ( 10, 5 millones de barriles día) para suplir la drástica reducción de la producción de crudo de países como Libia, Siria e Irak, acelerá la fecha de caducidad de sus reservas ociosas.

Según datos publicados por la Administración de Información de Energía de EEUU (AIE), dicho país habría alcanzado una producción mensual de crudo equivalente a 6,5 millones de barriles diarios provenientes de los campos tradicionales y de las nuevas explotaciones de petróleo en roca porosa (Dakota del Norte), pero se estima que alcanzará su cenit en el 2020 y teniendo en cuenta que el consumo doméstico de EEUU se movería en la horquilla de los 16 a los 20 millones de barriles diarios, seguirá siendo importador neto de crudo (el 45% de las importaciones de crudo de EEUU proceden de Oriente Medio y Norte de África), mientras tan sólo el 8% del total importado procede de Venezuela. Por su parte, la producción mexicana también llegó a su cenit en el 2004, pues el principal yacimiento de México es el Cantarell, (que genera las dos terceras partes de la producción mexicana) tiene fecha de caducidad con la perspectiva de convertirse en importador neto de crudo en el horizonte del 2020, Venezuela necesita urgentemente nuevos hallazgos petrolíferos pues caso de seguir el ritmo actual de producción podrían agotarse sus reservas probadas en el 2021, por lo que habría firmado un acuerdo por el que la empresa petroquímica estatal china Sinopec invertirá 14.000 millones de dólares para lograr una producción diaria de petróleo en 200.000 barriles diarios de crudo en la Faja Petrolífera del Orinoco, (considerado el yacimiento petrolero más abundante del mundo) mientras Noruega aspira a explotar conjuntamente con Rusia la plataforma continental del Mar de Barents (reservas estimadas de más de 7.000 millones de petróleo y gas convencional) ante el agotamiento de sus reservas del Mar del Norte, que alcanzó su cenit en el 2009 ( 6 millones de barriles al día).

Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), la producción de petróleo en Rusia alcanzó su máximo histórico (11,41 millones de barriles diarios) en el año 1988 cuando todavía formaba parte de la Unión Soviética, pero tras el declive provocado por la crisis económica del 2008, la producción ha ido “in crescendo” hasta alcanzar los 10,59 millones de barriles por día (bpd) en el 2013 con una fecha de caducidad de 20 años. Además, el acuerdo de cooperación energética del 2010 entre Irak, Irán y Siria para la construcción del gasoducto de South Pars a Homms que conectaría el Golfo Pérsico con el Mar Mediterráneo permitiría la llegada del gas iraní a la Unión Europea y aliviaría la severa rusodependencia energética europea, relativizando de paso la importancia estratégica de Turquía dentro del Proyecto del Gasoducto Trans-Adriático (TAP) así como el papel relevante de Arabia Saudí y Emiratos Árabes como suministradores de crudo a Occidente, pero tanto Irak como Siria estarían inmersos en procesos internos destructivos fruto de la balcanización implementada por EEUU siguiendo su doctrina del caos ordenado por lo que la exportación de productos petrolíferos de dichos países se antoja harto complicada. En cuanto a Irán, posee, según los expertos, las terceras mayores reservas probadas del mundo de petróleo y gas tras Arabia Saudí e Irak , pero carece de la tecnología suficiente como para extraer el gas en los yacimientos más profundos por lo que precisa de una inversión de unos 155.000 millones de dólares para el desarrollo de la industria petrolera y gasista.

El Niño y la nueva crisis alimentaria mundial
Según cálculos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el fenómeno metereológico conocido como “El Niño”, tendría ya efectos devastadores en la seguridad alimentaria, medios de vida, nutrición y salud de cerca de 60 millones de personas en todo el mundo, por lo que sería necesaria una ayuda urgente de más de 2.500 millones $ para labores de emergencia y recuperación de infraestructuras., de lo que serían paradigma la brutal seguía padecida por Colombia, Centroamérica, California Vietnam, Etiopía, Timor Oriental y África Austral, inusuales inundaciones en Somalia, Tanzania, Estados sureños de EEUU, Argentina, Paraguay y Uruguay y devastadores incendios en California, Australia, Venezuela e Indonesia.

Por su parte, el economista de la FAO Abdolreza Abbassian, en declaraciones a The Associated Press, ha señalado que para alimentar la población mundial, (que llegará a 9.000 millones de personas en el 2050), se necesitará un incremento de 70% de la producción global de alimentos en los próximos 40 años, tarea que se antoja titánica pues mientras la población mundial crece un 1,55% anual, los rendimientos del trigo (la mayor fuente de proteína en países pobres), habrían sufrido un descenso del 1%. Mención especial merece Egipto, país en el que un tercio de sus 80 millones de habitantes vivirían en el umbral de la pobreza y que se ve obligado a destinar ocho millones de toneladas de trigo anuales ( de los que 6 millones serían importadas), para producir el pan subsidiado, imprescindible para evitar las revueltas sociales del 2007 y lastrado por un desarrollo económico suicida, caracterizado por el crecimiento desmesurado de macrourbes y megacomplejos turísticos y la consiguiente reducción de la superficie destinada al cultivo agrícola, por lo que es urgente que revise sus políticas agrícolas y retorne a la arcana costumbre de disponer de reservas propias de granos para situaciones de emergencia.

Además, la Agencia Internacional de la Energía(AIE), en un reciente informe titulado “Perspectivas mundiales de inversión en energía”, advierte que será necesario invertir 48 Billones $ hasta el 2035 para cubrir las crecientes necesidades energéticas mundiales, pero el abrupto desplome del precio del crudo hasta los 40 $ , imposibilitará a los países productores conseguir precios competitivos que permitirían la necesaria inversión en infraestructuras energéticas y búsqueda de nuevas explotaciones por lo que no sería descartable un posible estrangulamiento de la producción mundial del crudo en el horizonte del 2.020, al concatenarse la recuperación económica de EEUU y la UE con factores geopolíticos desestabilizadores (Nueva Guerra en Oriente Medio). Si a ello le sumamos la intervención de los brokers especulativos en el mercado de futuros de las commodities agrícolas, el resultado sería una espiral de aumentos de precios en las materias primas imposibles de asumir por las economías del Primer Mundo y el finiquito de los Objetivos del Tercer Milenio de reducir el hambre en el mundo, pues según la FAO, desde el 2005 el índice de precios de cereales habría aumentado al doble y el número de desnutridos crónicos en el mundo rozaría en la actualidad los 925 millones de personas.

Todo ello, originará presumiblemente una psicosis de desabastecimiento y el incremento espectacular del precio del crudo hasta niveles del 2008 (rondando los 150 $) que tendrá su reflejo en un salvaje encarecimiento de los fletes de transporte y de los fertilizantes agrícolas, lo que aunado con inusuales sequías e inundaciones en los tradicionales graneros mundiales y la consecuente aplicación de restricciones a la exportación de commodities agrícolas de dichos países para asegurar su autoabastecimiento, terminará por producir el desabastecimiento de los mercados mundiales, el incremento de los precios hasta niveles estratosféricos y la consecuente crisis alimentaria mundial que afectaría especialmente a las Antillas, México, América Central, Colombia, Venezuela, Bolivia, Egipto,Cuerno de África, Mongolia, Corea del Norte, India, China, Bangladesh y Sudeste Asiático, ensañándose con especial virulencia con el África Subsahariana y pudiendo pasar la población atrapada en la inanición de los 800 millones actuales a los 1.500 millones en el horizonte del 2.020.