4 de octubre de 2013

[VÍDEOS] ¿PARA QUÉ SIRVE 'EL CAPITAL'? UN BALANCE CONTEMPORÁNEO DE LA OBRA PRINCIPAL DE KARL MARX

Escuela de cuadros. La Haine

Ponencias de Néstor Kohan, Iñaki Gil de San Vicente, Vladimir Lazo y Rubén Zardoya entre otros, en el 2º Encuentro Internacional de Escuela de Cuadros

Entre el 30 de mayo y el 1 de junio se realizó el 2do Encuentro Internacional de Escuela de Cuadros con el título “¿Para qué sirve 'El Capital'? Un balance contemporáneo de la obra principal de Karl Marx”.


JORNADA 1: ORDEN / ÉNFASIS DE EL CAPITAL














JORNADA 2: MÉTODO / DIALÉCTICA EN MARX













JORNADA 3: HORIZONTE HISTÓRICO / VIGENCIA DE EL CAPITAL







2 de octubre de 2013

LOS FONDOS BUITRES HACEN SU SELECCIÓN NATURAL ENTRE LA CARROÑA DE LA CRISIS

Marcos Lamela. Cotizalia

Ni todos los gatos son pardos ni todos los buitres son iguales. Esto viene al caso para hablar de los denominados fondos buitres, los vehículos de inversión oportunistas. La etiqueta fondo buitre ha triunfado en el periodismo económico porque sirve para explicar una realidad nueva, en este caso la de inversores internacionales que vieron en el derrumbe del mercado inmobiliario un mercado de gangas a bajo precio.

Pero ni todos los buitres son iguales ni todos los fondos buitres actúan del mismo modo. Este mes de septiembre en el que varios fondos han cerrado operaciones significativas vale la pena analizar, con pasión de zoólogos, los tipos de fondo buitre, identificándolos por el tipo de estrategia de inversión que despliegan. Como en la naturaleza, podemos encontrar transferencia de actitudes de una especie a otra. Y como todas las clasificaciones, tiene algo de arbitraria.

En todo caso, son estos vehículos los que están reactivando el mercado inmobiliario español. En los últimos meses se han invertido casi 500 millones sólo en bienes inmobiliarios, sin contar compras de banco y recompras de deuda. Es decir, después de un año sobrevolando España, este tipo de inversores ha optado por bajar a tierra y llenarse el buche. Como dice un empresario del sector inmobiliario que prefiere no dar su nombre "el problema no es que te entre un fondo buitre en la empresa, el problemas es con qué tipo de buitre te has de jugar las lentejas".

Ésta sería una primera clasificación en clave de propuesta naturalista con pretensiones financieras de unas especies de criadero anglosajón, cebadas con fondos especulativos y que hace un par de años que se pueden avistar en nuestros cielos.

Buitre alimoche. Como en la naturaleza, es el más ágil. Y sus puntos fuertes son la visión y la rapidez de sus actuaciones. En esencia, buscará operaciones de entrar y salir. Pases de ciclo corto, con plusvalías muy altas. Posiciones meramente financieras poco implicadas en la gestión de las empresas en las que se convierte en socio.

Algunos casos: Cerberus sería el prototipo de este tipo de fondo. La operación modelo respondería a la compra de Talecris en Estados Unidos, con la que dio un pelotazo fantástico al vender el grupo a Grifols por 2.800 millones de euros. Además, pudo estirar la plusvalía al cobrar una parte en acciones de la propia Grifols, de las que luego se ha ido desprendiendo progresivamente aprovechando la evolución alcista del valor.

En el mercado inmobiliario, recientemente, Cerberus (*) ha comprado Bankia Habitat por 90 millones, una operación que depende, sobre todo, de la rentabilidad que ofrezca el contrato de gestión de activos con la Sareb. En la misma línea, el fondo texano TGP ha adquirido Servihabitat a La Caixa por 185 millones, asegurándose una alta rentabilidad, fruto del contrato de gestión. Anchorage es otro buen ejemplo. Recientemente ha comprado junto al grupo Värde, por 100 millones, un lote de seis edificios en Madrid y Barcelona procedentes del quebrado banco alemán Eurohypo. Anchorage también se encuentra en guerra con el grupo BA Vidrio por el control de La Seda de Barcelona. Pese a ser derrotado en la junta de accionistas, fuentes financieras explican que sigue comprando deuda de esta empresa química y que ya cuenta con el 40% del crédito sindicado.

Buitre troceador. Este tipo de fondo buitre, compre lo que compre, siempre obtiene su beneficio troceando la compañía, vendiendo sus activos por separado y, en resumen, fileteando el balance. Eso le obliga a implicarse mucho en la gestión, ya que normalmente este tipo de fondo suele chocar de manera frontal con el equipo directivo que heredan de la época anterior.

Algunos casosOaktree en Panrico, por ejemplo, con la venta de la división de galletas. En el sector inmobiliario ésta es la estrategia de fondos como REEF, que compró a BBVA 948 sucursales por 1.540 millones, o Moor Park, que adquirió 378 oficinas de Banco Sabadell por 403 millones. En sendas operaciones de sale & lease back, estos grupos ya están revendiendo las oficinas en pequeños paquetes y con rentabilidades menores. Ellos consiguieron más del 6% y ahora ofrecen cerca del 5%. Troceando, siempre se gana. H.I.H Capital sería otro buen ejemplo. Este grupo se ha hecho recientemente, junto con su fondo especializado Bayside Capital, con un paquete con 939 viviendas de la Sareb  por 100 millones de euros. La previsión es que en breve estos pisos se empiecen a revender de manera separada.

Buitre picofino. Este fondo rapaz puede parecer inofensivo porque nunca ataca a su objeto de compra. Normalmente el vendedor sale ileso, una vez que asuma el descuento que se pacte. En cambio será un tercero, el tenedor de la deuda, por ejemplo; o un comprador final del activo el que reciba su temible picotazo, que siempre se traduce en jugosas ganancias para esta familia de carroñeros.

Algunos casos: Uno de libro sería el que está planteando Lone Star con Vallehermoso. La operación se está negociando, pero a Sacyr sólo le costaría un euro la venta de su inmobiliaria. Lone Star asumiría en la transacción los 1.217 millones de deuda. Pero resulta evidente que los bancos tenedores de esta deuda serán los que tendrán que asumir los costes de una renegociación de la misma a cara de perro.

Buitre quebrantahuesos. Variedad poco conocida pero no por ello menos peligrosa. Su especialidad es la compra de pequeños paquetes minoritarios que le permitan acceder a consejos de administración divididos, de manera que su peso específico sea clave para formar las mayorías. Luego se trata de poner en venta su voto. Una táctica habitual es bloquear las refinanciaciones, algo que también puede hacer adquiriendo paquetes de deuda con descuento.

Algunos casos: este tipo de jugadas no trascienden pero, como las meigas, haberlas haylas. En el sector inmobiliario y entre los bancos, este espécimen es muy temido, sobre todo por el tiempo que te puede llegar a hacer perder. Y entre los propios gestores, estas tácticas están mal vistas: una cosa es que te llamen fondo buitre, cosa que el sector sobrelleva más mal que bien, y otra, utilizar tu fuerza de bloqueo para sacar tajada. Incluso entre los buitres hay clases.

Buitre leonado. Es uno de las mayores aves rapaces. Sus características definitorias son el tamaño y la paciencia. Invierte más a largo plazo y a menudo su plan pasa por engordar el activo adquirido con nuevas compras para luego obtener más cuando se produzca su salida del capital. También juega con el tiempo, de manera que una mejora de la coyuntura revalorice su cartera.

Algunos casosBlackstone, que es el mayor fondo del mundo. Cuenta con más de 900.000 millones en activos. Incluso ha salido a bolsa. Junto con Magic Real Estate ha comprado por 125 millones las 1.860 vivienda de la EMVS (Empresa Municipal de la Vivienda Social) al Ayuntamiento de Madrid. La rentabilidad depende de los alquileres. Otro ejemplo sería Apollo, que ha conseguido Evo pagando 60 millones a Nova Caixa Galicia. O Autonomy, que se ha hecho con dos edificios de oficinas del Parque Omega, provenientes de Lar, y que estudia adquirir otros activos de este complejo terciario.

(*) José María Aznar Botella, hijo del Presidente de la Cofradía del Vino, José María Aznar López y de la señora "relaxing cup of café con leche", Ana Botella, es el asesor en España del fondo buitre Cerberus


30 de septiembre de 2013

JAQUE AL 25-S. LA TERCA VOLUNTAD DE LA DERROTA

Por Marat

1.-Hagamos un poco de memoria
Desde su primera convocatoria el 25 de Septiembre del pasado año, lo que inicialmente se conoció por la apelación a diversas tentativas –ocupar, rodear, sitiar, tomar el Congreso-, ha ido derivando hacia la más patética plasmación del ridículo, nacido ante todo del alcance de sus planteamientos políticos centrales y, en menor medida, de la enorme distancia entre sus pretensiones y sus logros.

Desde el lenguaje golpista de sus primeras convocatorias y la presencia de algunos grupos ultras entre sus convocantes (pueden ustedes acceder a mis anteriores artículos sobre estas convocatorias en este mismo blog) hasta la actual de “Jaque al Rey” del 28-S han cambiado tanto el tono de las convocatorias como los objetivos de las mismas y la composición real de una parte de las organizaciones convocantes.

Del mismo modo ha variado, fundamentalmente en este último 28-S, el tratamiento dado a los convocados. En la anteúltima convocatoria, una especie de “comandancia secreta de la revolución ciudadana” animaba al “pueblo” a acudir a su movilización calculando un alto grado de represión (pedían hasta médicos y enfermeras para el evento), mientras dicho colectivo (“En Pie”) se mantenía, prudentemente, en el anonimato, por eso de que si hay que hacer sacrificios que caigan los peones pero nunca los autoproclamados generales. Como la siniestra Brigada Provincial de Información de la Policía Nacional en Madrid los tenía controlados, decidieron presentarse y autoidentificarse en los juzgados de Plaza Castilla. Afortunadamente no parecen haber sufrido una represión particularmente severa.

Por el contrario, en esta última convocatoria, dirigida ya no contra el Parlamento sino contra el Borbón y la Monarquía, la coordinadora 25-S, que tantos enfrentamientos internos y con los iniciales convocantes del 25-S del pasado había vivido, no planteaba especiales sacrificios a su convocatoria de manifestarse y ocupar “indefinidamente” la Plaza de Oriente, si bien a última hora y ante la evidencia de un fracaso anunciado aclaraba que “indefinidamente” significaba no fijar la hora de finalización de su manifestación. La idea de emular al 15M plantando en la plaza tiendas de campaña fue abandonada sin que oficialmente se admitiese haberla planteado. 

En cualquier caso, la movilización fue un fracaso de varios cientos de personas, frente a 1.400 policías de las UIP; un fracaso incluso anunciado, por mucho que sus convocantes afirmen como éxito haber reunido al principio de la manifestación a 8.000 personas, disminuidas en número luego por la torrencial lluvia. Magra convicción y energía es esa a la que el agua disuelve. Las cifras es lo que tienen: cualquiera puede dar las que le dé la gana pero la realidad es que ni con las anteriores convocatorias cayó el gobierno de extrema derecha liberal ni se disolvieron las cortes ni en ésta se ha avanzado un solo milímetro en el destronamiento de los Borbones. Y esos eran los objetivos explícitos y proclamados de tales llamamientos a la movilización. Ni el ambiente previo en la calle y en las redes sociales anunciaba otra cosa ni los objetivos de la convocatoria –y ésta es la razón clave de su fracaso- permitían esperar algo distinto, salvo quizá para una parte de los cambiantes a lo largo de un año grupos convocantes, para los que la reflexión acerca de su menguante capacidad de atracción no parece merecer autocrítica ni análisis algunos. Baste para ilustrar esta afirmación el comunicado de autodisolución de la Plataforma ¡En Pie! Ni el menor atisbo o tentativa de explicación real del porqué de su fracaso, que no fuera culpar a la sociedad de no aceptarles su papel de guías.

No me voy a referir a la evidente contradicción de una movilización, de forma más acentuada la última, que dice pedir la abolición de la Monarquía pero que en ningún momento afirma su voluntad de proclamar la III República española y se limita al eufemismo de aludir a una “forma de gobierno republicana”. Cuando uno se la agarra con papel de fumar en su lenguaje y no es claro y decidido en sus propuestas no merece otra cosa que el más profundo desprecio por su cobardía En cualquier caso, no está aquí el motivo de un fracaso en la movilización sino en la evidente desconexión entre la realidad terrible que vive la clase trabajadora y las reformas, por mucho que las vendan como rupturas radicales, institucionales que proclama esta gente.

2.-Razones del fracaso de cierto modelo de protesta social y la quincalla teórica del reformismo
Lo que una y otra vez viene fracasando desde hace meses es una determinada forma de protesta social y unos contenidos concretos de esa protesta.

Es la permanente apelación al “ciudadano”, figura inoperante como sujeto político al que enfrentar a las consecuencias sociales de la crisis capitalista, porque la llamada ciudadanía está compuesta tanto por explotados como por explotadores, por favorables a las reformas liberales como por partidarios a resistirlas, la que está condenada a la derrota. Cuando la empresa privada aplica un ERE a cientos o miles de sus empleados no se la está aplicando a los ciudadanos sino a los trabajadores. Cuando la enseñanza y la sanidad públicas son degradadas al máximo por los gestores políticos, para justificar su privatización, no es el genérico e indiferenciado “ciudadano” el que sufre sus consecuencias, porque una parte de esos “ciudadanos” pueden pagarse tanto una enseñanza como una sanidad públicas, sino la clase trabajadora en su conjunto, que es la auténtica víctima tanto de la crisis capitalista, como de las medidas de austeridad que sólo a ella se le aplica o de la traición de clase de las izquierdas sistémicas.

Por otro lado, la reivindicación de la ciudadanía y de la figura del ciudadano como ejes de la protesta se asienta en un supuesto falaz e intencionadamente tramposo. La de que el poder “de los mercados” –la obsesión por no llamar a las cosas directamente por su nombre, capitalismo, es ridículamente enfermiza- acaba con la soberanía de la política y con el respeto a la voluntad ciudadana propia de las democracias.

Cualquier estudiante de bachillerato, no necesariamente brillante ni mucho menos, sabe que los derechos políticos democráticos y su extensión –el derecho de ciudadanía y la consideración de ciudadano- son un fenómeno no estático y perenne sino una conquista de tipo histórico que ha sido compatible tanto con los modelos económicos liberales como con los mal llamados de “economía mixta” del Estado del Bienestar.

Lo que se dirime en la contrarrevolución liberal no es el derecho de ciudadanía ni el ataque a la democracia por parte de “los mercados”. A lo que el capitalismo –porque se trata del capitalismo. El mercado también existe en una sociedad socialista- ataca primordialmente es a las conquistas sociales de una clase, la trabajadora, por mucho que de esas conquistas se hayan beneficiado también las clases medias.

Los derechos de ciudadanía son ante todo políticos y de igualdad ante la ley, no necesariamente económicos y sociales. No lo fueron con la revolución francesa de 1789 ni con las revoluciones burguesas de mediados del siglo XIX. Tan sólo fueron reconocidos en la práctica esos derechos económicos y sociales durante un breve período periodo posterior a la II Guerra Mundial, empezando a naufragar con el inicio de la revolución conservadora de Reagan y Thatcher a principios de los años 80 del pasado siglo. El auge y los fundamentos legales del Estado del Bienestar duraron no más de 35 años, aunque sea ahora cuando se esté firmando “legalmente” su acta de defunción.

Las reglas del juego han cambiado en cuanto al fin de la universalización de los servicios sociales y de los derechos sociales y económicos. No así los derechos políticos de ciudadanía que permanecen, del mismo modo en el que lo hicieron durante todo el siglo XIX y la primera mitad del XX en gran parte de los países europeos y en Norteamérica.
Serían las luchas obreras durante esos siglos, junto con la revolución bolchevique de 1917 y la Gran Depresión los que obligarían a políticas expansivas de Estado, ya fueran en su versión del New Deal o en la de los fascismos europeos.

Será Marx quien cuestione el hecho de que la revolución francesa y las revoluciones burguesas creen un marco jurídico de derechos democráticos y de ciudadanía pero se detengan en la propiedad como piedra de toque sagrada sin extender la igualdad jurídica entre los seres humanos a una igualdad real en lo económico, al mantener la burguesía la posesión de los medios de producción. Apuntando más lejos, Marx afirmará que los derechos de ciudadanía bajo el Estado burgués, lejos de ser un avance hacia la igualdad real –la económica y social-, consolidan la desigualdad entre los seres humanos porque la encubre y legitima bajo un manto humanista y de apariencia democrática. Es obvio que Marx no está proponiendo remedios de hipócrita plañidera, como hacen las “izquierdas” vergonzantes actuales con toda esa chatarra intelectual del “bien común”, la “democracia económica y social”, el comercio justo, la renta básica universal o la banca social, todas ellas de un origen más que sospechoso en teóricos liberales o de corte “humanizador” del capitalismo. La propuesta de Marx no era poner paños calientes al cáncer capitalista sino la de realizar una revolución social que destruyera su desorden para instaurar uno moralmente superior, el socialismo.     

La obstinación en el rechazo y la renuncia a la lucha de clases al dirigir intencionadamente, y en compañía del afortunadamente ya moribundo movimiento indignado, la protesta social sólo contra el Estado, los gobiernos y las instituciones y negarse  a orientarla también hacia las grandes empresas y corporaciones, auténticos diseñadores de las políticas que aplican los gobiernos contra la clase trabajadora, resulta cuando menos sospechosa.

Sin lucha de clases carece de sentido alguno una protesta social cuyo origen, parece que hay que recodarlo a todas horas, es la crisis capitalista que está provocando la mayor concentración de riqueza en menos manos y el mayor expolio de sus conquistas sociales que haya sufrido la clase trabajadora en toda su historia. Y no hay lucha de clases si las luchas no son proyectadas a la vez y con la misma entereza contra el empresariado capitalista y contra sus gobiernos, que no actúan por maldad caprichosa de los políticos, como infantilmente se nos pretende hacer creer, sino como instrumentos al servicio de la clase a la que representan, la burguesía.  

Sin lucha de clases no será posible debilitar a la clase que impone las políticas contra la inmensa mayoría de la población, que es la asalariada y la que ha dejado de serlo al convertirse en parada, ni será posible cambiar las políticas gubernamentales ni la composición de los gobiernos. Sólo desde la fuerza de la clase trabajadora, a la que colaboracionistas sindicales y las pseudoizquierdas mantienen fuera de del combate, es posible transformar la realidad y esa realidad no se cambia sin afrontar de manera directa las cuestiones de la propiedad, en el ocaso final de lo público, de la distribución de la riqueza y de su origen.

En ellas se encuentra el nudo gordiano que hace posible una correlación de fuerzas tan desequilibrada entre trabajo y capital. Sólo unos objetivos y unos contenidos ideológicos que las sitúen en el centro mismo de la protesta pueden empezar a revertir la situación hacia una posición más ventajosa de los oprimidos frente a la dictadura de la burguesía.
Sin duda, éste es el camino más difícil. Situar la lucha en el espacio de la producción y del poder económico y en sus proximidades es un desafío plagado de obstáculos, no sólo por el dominio del empresariado y sus estructuras corporativas de poder vertical sino también, y de modo muy importante, por la cooperación desmovilizadora que les prestan las burocracias antisindicales de los que aún son sindicatos mayoritarios, de las izquierdas sistémicas y sus aliados de la “democracia líquida” y de una indignación con ideología de clase media, cuya función está siendo la de desviar la correcta orientación de la lucha social hacia un destino inútil y frustrante para los incautos que participan de ellas. Pero si las trabas para emprender esta reorientación de la protesta social son enormes, el fracaso de las movilizaciones precedentes respecto a sus propios objetivos muestran, como mínimo, la necesidad de replantearse porqué siguen y con qué objeto.

De la mano del ciudadanismo interclasista que no ahonda en las raíces históricas y estructurales de la desigualdad, basada en la contradicción entre una producción social y  una apropiación individual del beneficio y de la riqueza, derivado de la propiedad privada de los medios de producción, va la pantomima de los “procesos constituyentes/ destituyentes”. Entre los cándidos bienintencionados del ciudadanismo y de los procesos constituyentes, que los hay, se asienta la falsa creencia en que basta la participación política y el éthos (para entendernos, moralina) “democrático” para luchar contra el capitalismo, por supuesto sin tocar, o haciéndolo en pequeña medida, las bases estructurales de la desigualdad. Pero lo cierto, y ahí se les pilla como a pardillos, es que sus medidas y propuestas van encaminadas, antes que a nada, al cambio del marco jurídico y político institucional; una mero programa democrático burgués. Hace ya mucho tiempo que sabemos que, salvo el poder, todo es ilusión, y la crisis capitalista ha hecho más evidente, si cabe, para quien no se arranque los ojos con el objeto de no cambiar su ciega creencia, que el auténtico poder es el económico y que los gobiernos son sólo  los brazos obedientes del capital.  Luchar “contra las privatizaciones, los recortes, la corrupción y el expolio al que nos somete el capital financiero” e incluso mostrarse partidario de algunas privatizaciones de sectores estratégicos es un brindis al sol, que en nada cambia la naturaleza del sistema económico si las luchas y los cambios no se insertan en una transformación socialista que expropie a los capitalistas las propiedades de sus empresas y las convierta en propiedad social de sus trabajadores. En la Francia de De Gaulle el 40% de la gran empresa era pública y ello no hizo que la economía francesa dejase de ser capitalista. La mayor parte de la gran empresa durante el franquismo perteneció a un organismo público, el INI, pero el sistema económico era capitalista, tanto por sus bases jurídicas como por las relaciones sociales de producción imperantes en esa economía.

Dicho de otro modo, “procesos constituyentes” sin lucha de clases y sin proyecto de sociedad socialista y de economía de propiedad colectiva es un quítate tú para ponerme yo, un cambio de actores políticos, la sustitución de un régimen de partidos por otro en el que gobiernen aquellos que no pudieron hegemonizar la transición política. Gatopartismo de la peor factura. En una etapa de mayor bienestar para las clases trabajadoras tal proceso político sería un avance, por lo que supondría de ruptura con un sistema político democráticamente mejorable. En una etapa de tremenda dualización social, depauperación del nivel de vida de la clase trabajadora, agudización de las contradicciones fundamentales del capitalismo y hegemonía brutal de la burguesía en la lucha de clases, por incomparecencia de las pseudoizquierdas y el sindicalismo amaestrado, un proceso constituyente limitado básicamente al cambio del marco político es sencilla y llanamente traición a la clase trabajadora.    

Desde hace decenios, las izquierdas y las organizaciones sindicales han ido renunciando a su identidad ideológica, basada en ser representantes de los intereses de la clase trabajadora, para ir adquiriendo capa a capa otro ropaje político, el suministrado por los augures demoscópicos al servicio del régimen capitalista, que machacaban de manera continuada con la gran mentira de que las sociedades modernas lo eran de clases medias y con la correspondiente cantinela de sociedades orientadas al centro político. ¿Qué clases medias son esas que se ven amenazadas de desaparecer en una crisis económica? ¿Qué rigor analítico existe en una teoría de las clases medias que integra dentro de las mismas a asalariados con altos sueldos, propietarios de medios de producción de la pequeña y mediana empresa y profesionales liberales de alta cualificación? Cuando lo que articula dicha definición es la capacidad adquisitiva ante el consumo y la posibilidad de generar patrimonio, la confusión y el engaño están servidos pero poco importa a los sociólogos de turno del sistema porque el objetivo no es otro que crear ideología conservadora y justificar el consentimiento social y el consenso de valores alrededor de un modelo de capitalismo avanzado. Lo cierto es que el salario, aun siendo elevado no conforma clase media porque su origen no es independiente para el beneficiario sino que depende del contrato por cuenta ajena y ser asalariado es una de las bases definitorias clave de la pertenencia a la clase trabajadora. En el caso de los altos asalariados cabe hablar de “aristocracia obrera”, que constituye una fracción dentro de una clase social pero no una clase en sí porque las clases se definen por su posición en la producción. Podríamos aludir también a la tendencia, previa a la crisis actual, hacia una posición subalterna a través de la salarización de importantes sectores de los profesionales liberales de alta cualificación pero no nos detendremos en ella por no ser objeto de este artículo.

Es fácil desmontar la argucia de la teoría del predominio de las clases medias en la estructura social de las sociedades de capitalismo avanzado. Es más difícil desmontar la hegemonía del discurso ideológico de clase media, sencillamente porque el desclasado que cree pertenecer a ella, sin serlo, no está dispuesto a permitir que le sitúen en un lugar tan poco brillante socialmente y de tan escasa proyección aspiracional como la de trabajador. Es sabido que cuando el tonto coge la linde, y la linde se acaba, el tonto sigue. Pero será la crudeza de los hechos y de la pérdida de nivel de vida la que ponga en su sitio a estos adoradores de becerritos de oro porque su realidad no les da para becerros grandes.
Requiere más esfuerzo resistir que plegarse a la orientación dominante del viento y esto último es lo que han hecho desde entonces las organizaciones que en el pasado lo fueron de la clase trabajadora y que hoy están al servicio de un discurso reaccionario de clase media que lo único que desea es mantener su amenazado “bienestar” económico sin alterar su lealtad al sistema capitalista.

Esas pseudoizquierdas, penetradas hasta los tuétanos por lo peor de la ideología liberal a la que dicen combatir, perseveran en un discurso que las conduce de fracaso en fracaso porque han asumido, pusilánimes, el principio de que no deben radicalizarse para lograr ser hegemónicas, porque la sociedad es muy moderada. De ahí su ridículo discurso del 99% contra el 1%, que absuelve a las clases medias patrimoniales propietarias de medios de producción, de su condición de verdugos de la clase trabajadora, subordinando los intereses de ésta a los de la lucha por la supervivencia del pequeño y mediano empresario. ¿De qué sirve tener la hegemonía, que están cada vez más lejos de adquirir porque no convencen a la clase trabajadora, de un discurso que no es el suyo de origen?

El fracaso de las movilizaciones ciudadanistas, interclasistas, sólo de reivindicación institucional y de los distintos eventos del 25-S se produce no porque la clase trabajadora sea revolucionaria (no le corresponde a ella serlo sino a sus organizaciones) sino porque sus reivindicaciones no tienen nada que ver con ella. Si durante un tiempo funcionó, bajo la marca indignada del 15M era porque la gente estaba lo bastante airada como para salir a protestar. A pesar de ello  las protestas movilizaron sobre todo a sectores de las mal llamadas clases medias. Cuando empezó a hacer aguas no es porque se radicalizara –admitir la dación en pago no es ser radical; es asumir el imperio del derecho del usurero a cobrar la deuda sobre el derecho humano a la vivienda- sino porque se agotó, al no ser un elemento que hiciera avanzar propuestas que supusieran una auténtica conexión con las necesidades reales, cotidianas y vitales de los golpeados por la crisis y las políticas de austeridad.


La República es una aspiración natural de las izquierdas, claro que sí. Pero, ¿de qué les serviría a los 4.000 trabajadores de Panrico, que no cobran sus nóminas para que la empresa pague a proveedores, que verán rebajadas sus salarios, cuando los cobren, en un 45% o que asistirán al dramático despido de 1.900 compañeros, que el Jaque al Rey lograse la sustitución de un Borbón tarado por el Presidente de una República que permitiese las políticas antisociales y el chantaje terrorista de los empresarios que hoy padecemos? Señores constituyentes: piensen la respuesta y luego me la cuentan.  

21 de septiembre de 2013

LA COMPLICIDAD DE ALGUNOS INTELECTUALES EN LA GUERRA IMPERIAL CONTRA SIRIA

Ángeles Diez Rodríguez. La Haine

Incluso se permiten enmendar la plana a los gobiernos latinoamericanos que, defendiendo la soberanía y el principio de no injerencia, se oponen a la guerra contra Siriahttp://www.lahaine.org/skins/basic/img/espaciador.gif

El caso de Siria es uno de los más paradigmáticos en los que desde el 2011 se evidencian con claridad el papel legitimador de la guerra jugado por ciertos intelectuales de izquierda. Una parte importante de éstos ha optado por servir de coro a la guerra mediática contra Siria investidos de una áurea ilustrada y cargados de principios morales de factura occidental. Desde sus púlpitos en los medios alternativos pero también en los masivos elaboran explicaciones, justificaciones y relatos que presentan como principios éticos cuando en realidad se trata de su opción política. Ridiculizan y simplifican, manipulan y tergiversan la opción de los militantes antiimperialistas e incluso se permiten enmendar la plana a los gobiernos latinoamericanos que, defendiendo la soberanía y el principio de no injerencia, se oponen a la guerra contra Siria.

En junio del 2003 en el marco de la guerra y ocupación de Iraq no fue muy complicado, en el ámbito universitario, en el de la cultura y en la militancia de izquierdas, que se alzaran cientos de voces contra la guerra, fuimos capaces de reconocer las trampas discursivas, capaces de descubrir los intereses del imperio y sus socios, de desvelar las mentiras mediáticas y sobre todo de establecer prioridades en la movilización y la denuncia. No pudimos parar la guerra ni la ocupación de Iraq pero pusimos los cimientos de un movimiento antiimperialista que podría haber sido el freno de mano de la barbarie bélica y que, de alguna manera, aplazó el objetivo de continuar la neocolonización de la zona.

Si en el 2003 nos fue relativamente fácil movilizarnos contra la guerra en Iraq y los planes imperiales, lo cual no significaba apoyar ninguna dictadura, muchos nos hacemos ahora la pregunta ¿qué ha pasado para que no surja o para que no se dé continuidad al movimiento que emergió en el 2003? Seguramente haya diversas razones entrecruzadas pero me gustaría destacar dos que me parecen centrales: los medios de comunicación masivos han hecho un buen trabajo disuasorio y una parte de los intelectuales de izquierdas que antes eran referentes políticos contra la guerra han optado por servir en el otro bando.

Intelectuales de izquierda al servicio de la legitimación bélica.
Que los medios masivos mienten, tergiversan, ocultan, señalan, dan forma y rostro a nuestros enemigos es una evidencia repetida una y otra vez en la historia. Lo hacen no porque sean instrumentos del imperio, no, lo hacen porque son parte consustancial del poder. Pero la justificación de las guerras, la “fabricación del consenso” que diría Chomsky, no sólo se hace a través de las corporaciones mediáticas. La propaganda es un sistema en el que se insertan las empresas mediáticas, la clase política y sus discursos, la cultura occidental prepotente y colonialista, los periodistas, los artistas, los intelectuales, los académicos y los filósofos mediáticos. Todos estos intelectuales se han convertido en un “clero secular” que “optan por jugar un papel fundamental en la interiorización de la ideología de la guerra humanitaria como un mecanismo de legitimación” (Bricmont, 2005). Unos conscientemente otros no tanto se han puesto al servicio de la propaganda de guerra del imperio.

Lo interesante es que esta cohorte creadora de opinión pública antes se reclutaba en las filas conservadoras, en las liberales y una parte en las de los socialdemócratas (recordemos la campaña del PSOE con “la OTAN de entrada No”) pero desde la guerra de Yugoslavia (1999) son cada vez más los grupos de intelectuales que proceden o se reclaman revolucionarios de izquierda, anticapitalistas y antiimperialistas. Se explican a sí mismos con argumentos morales universalistas y humanitarios: luchar contra las dictaduras (estén donde estén) y defender la causa de los pueblos (siendo éstos las mujeres afganas, los insurgentes libios, los manifestantes sirios o la parte de pueblo que los medios masivos señalen como víctima de las dictaduras).

Algunos de estos intelectuales enarbolaron el “No a la guerra” contra Iraq en el 2003, sin embargo, desde el inicio de las llamadas “primaveras árabes” tocan en la misma orquesta que sus gobiernos llamando al derrocamiento de tirano B. Al-Assad y a la Transición democrática en Siria; incluso hay quien reclama la intervención militar de Occidente como la novelista Almudena Grandes: “Al fondo está El Asad, un dictador, un tirano, un asesino en serie que resultará el único beneficiario de la no intervención”.

Suponemos que para ellos S. Huseim era menos dictador que B. Al-Assad o quizá se trate de que en esa guerra había cientos de miles de ciudadanos en las calles gritando “No a la guerra”, caso que no se da ahora.

El papel que juega este “clero secularizado” es doble, por un lado suministran argumentos justificadores de la intervención armada, por otro dividen, debilitan o bloquean cada vez con mayor intensidad el surgimiento de una oposición fuerte a las guerras imperiales.

Unas veces por ignorancia política, otras por confusión pero la mayoría de las veces por un sentido subyacente de superioridad moral como intelectuales del mundo desarrollado, esta “izquierda” ha interiorizado los argumentos de la derecha. Según Bricmont se ha movido en dos actitudes: a) lo que llama el imperialismo humanitario, que se apoya en creer que nuestros “valores universales” (la idea de libertad, democracia) nos obligan a intervenir en cualquier lugar. Sería una especie de deber moral (derecho de ingerencia) b) el “relativismo cultural” que parte de que no hay costumbres buenas o malas. Tendríamos el caso de que si hay un movimiento wahabista o fundamentalista que se revela contra la represión hay que aplaudirlo porque “los pueblos no se equivocan” o, como me explicó un filósofo español “cuando los pueblos hablan la geoestrategia calla”.

Extrañas coincidencias por la libertad y la democracia
La dominación imperial es siempre militar pero necesita una ideología que la justifique para eliminar resistencias en la retaguardia. Hoy día, gracias a la complejidad del sistema de propaganda cada vez más sofisticado, tecnificado y efectivo, una gran parte de la construcción de esta ideología legitimadora está en manos de una izquierda, ahora ya respetable, que cuenta con credibilidad para la opinión pública crítica gracias a su currículo como defensora de la causa Palestina. El núcleo duro de los discursos legitimadores se ha desplazado de la ya clásica “libertad” a la críptica “dignidad” y mantiene la “democracia” y los derechos humanos como consignas. La democracia como “la intervención soñada” del filósofo Santiago Alba sirve de utopía light para sumar adeptos y confundir los deseos con la realidad.

Sin embargo, hay ocasiones en las que la consigna de la libertad emerge cual ave fénix cuando el público al que se dirigen es demasiado occidentalizado para desentrañar el enigma de la “dignidad”. Dice Bricmont que justo cuando el imperio abandona el lenguaje de la libertad porque ya no resulta creíble lo retoma este clero humanitarista. Así, en el llamamiento de la Campaña de solidaridad global con la Revolución Siria firmado entre otros por G. Achcar, S. Alba y Tariq Ali cuyo título es “solidaridad con la lucha Siria por la dignidad y la libertad”, en apenas dos páginas se utiliza 14 veces la palabra libertad.

A medida que la guerra mediática contra Siria se ha ido recrudecido han aumentado las coincidencias entre los relatos imperiales y los discursos de los que dicen apoyar a los “revolucionarios sirios”. Sigamos con los ejemplos ilustrativos y comparemos el “llamamiento de Solidaridad global con la Revolución Siria” con la declaración conjunta sobre Siria que firmaron 11 países en el marco de la reunión del G20, a propuesta de EEUU, para forzar un frente de Estados que apoyen la intervención armada.

En el llamamiento del clero humanitarista se apuntan los siguientes argumentos:
1) En Siria hay una revolución en marcha 2) El único responsable de las muertes, de la militarización del conflicto y de la polarización de la sociedad es B. Al-Assad 3) Hay que apoyar a los revolucionarios sirios porque “luchan por la libertad a nivel regional y mundial” 4) Hay que “apoyar una Transición pacífica hacia la democracia para que decidan los propios sirios” 5) Se pide una “Siria libre, unificada e independiente” 6) Se pide ayuda a todos los refugiados y desplazados internos sirios

En la Web de la Campaña se introduce el texto del llamamiento especificando que “la revolución del pueblo debe ser apoyada por todos los medios”, suponemos que todos los medios significa todos los medios, y se exige que B. Al-Assad dimita, sea juzgado y se ponga fin al apoyo militar y financiero al régimen sirio, sólo al “régimen sirio”.

Por su parte la declaración conjunta de EEUU y sus socios, entre los que curiosamente no se encuentra ningún país latinoamericano y el único árabe es Arabia Saudita, expone los siguientes tópicos: 1) Condena exclusivamente al gobierno sirio al que hace responsable del ataque con armas químicas 2) La guerra contra Siria es para defender al resto del mundo de las armas químicas evitando su proliferación. 3) La intervención trataría de evitar males mayores: “un mayor sufrimiento del pueblo sirio y la inestabilidad regional” 4) Se condena la violación de los Derechos humanos “por todas las partes” 5) Se pide una salida política, no militar y se dice: “Estamos comprometidos con una solución política que se traduzca en una Siria unida, incluyente y democrática” 6) Se llama a la asistencia humanitaria, a los donantes y a la ayuda a las necesidades del pueblo sirio.

En la comparación de ambos textos lo sorprendente es que en el primero se destila un aire mucho más belicista, no se reconoce que haya dos bandos en el conflicto, el conflicto se reduce a B. Al-Assad, se justifica el apoyo a los “revolucionarios sirios” porque están haciendo la revolución mundial y no se plantea una salida política sino la derrota del gobierno sirio. Pareciera que este llamamiento hubiera sido redactado precisamente por uno de los bandos en conflicto que se arroga la portavocía del pueblo sirio en su conjunto.

Las trampas del lenguaje: “Condenamos la intervención, ni con unos ni con otros, los pueblos siempre tienen razón”
La construcción de la ideología del imperialismo humanitario ha tenido distintos recorridos. Como decíamos al inicio de esta intervención, ha sido el estandarte de la izquierda bienpensante (parte de ella vinculada al trotskismo de la Cuarta Internacional) que desde la guerra contra Yugoslavia (1999) fue dando forma a un discurso moralista cómodo que la homologaba como “izquierda respetable” aunque se declarara “anticapitalista”.

Si analizamos algunos de sus discursos sobre Siria encontramos las pautas que se repiten. En primer lugar hay que dejar claro constantemente el punto de partida antiimperialista, y negar que se esté con “la intervención militar extranjera” como hace G. Achcar en el artículo “Contra la intervención militar extranjera, apoyo a la revuelta popular siria”, o S. Alba en “Siria, la intervención soñada” que termina con un “condeno, condeno, condeno, la intervención militar estadounidense”. Decía V. Klemperer en su obra “La lengua del Tercer Reich” que “el lenguaje saca a la luz aquello que una persona quiere ocultar de forma deliberada, ante otros o ante sí mismo, y aquello que lleva dentro inconscientemente”. El clero humanitarista no está a favor de la intervención militar pero se ve obligado a repetirlo constantemente en sus escritos y conferencias como si el público al que se dirigen no estuviera del todo convencido. Tampoco conviene hablar de guerra y por tanto se utiliza constantemente el eufemismo “intervención militar extranjera” o “intervención militar estadounidense”.

Ni con EEUU ni con B. Al-Assad. La equidistancia es sin duda un refugio ideal para las buenas conciencias y tiene la ventaja de la ambigüedad que permite posicionarse en un lado o en otro según discurran los acontecimientos. Se trata de una falsa simetría que coloca en el mismo plano al agresor y al agredido. Si en una situación en la que un Estado o un conjunto de Estados amenazan y declaran la guerra a otro nos declaramos neutros, en realidad, apoyamos la opción del más fuerte. No ha sido Siria quien ha declarado la guerra a EEUU o a Europa y comparativamente el poderío y la capacidad bélica de Siria respecto al imperio y sus socios (armas químicas, nucleares y convencionales) es incomparable.

Al clero humanitarista no le convence el posicionamiento “ni-ni” y trata por todos los medios de decantar las opiniones hacia el lado del bando donde se encuentran los llamados “revolucionarios sirios”. En ese intento no escatima adjetivos contra el gobierno Sirio y su presidente y se sitúan por encima de la realidad o la veracidad de los hechos; tenemos así a S. Alba diciendo que es un hecho irrefutable que “con independencia de que haya usado o no armas químicas contra su propio pueblo, el régimen dictatorial de la dinastía Assad es el responsable primero y directo de la destrucción de Siria, del sufrimiento de su población y de todas las consecuencias, humanas, políticas y regionales que se deriven de ahí”; o a Almudena Grandes calificando a El Assad como “asesino en serie”. Pero lo cierto es que como dice Bricmont “En tiempos de guerra denunciar los crímenes del adversario, aun suponiendo que estén sólidamente fundamentados, algo que con frecuencia no es así, acaba contribuyendo a estimular el odio que hace que la guerra sea aceptable”.

Otro de los tópicos clásicos es estar del lado de los pueblos. Aquí tenemos un escollo difícil de salvar ya que, en el caso de las primaveras árabes, los gobiernos imperiales se han posicionado claramente a favor de los pueblos y han sido los primeros en señalar su apoyo a los “revolucionarios” sirios. La explicación más rocambolesca de estos intelectuales humanitarios es la pura casualidad, el cinismo o las intenciones perversas del imperio que le lleva a apoyar a los pueblos árabes para luego apropiarse de las revoluciones e imponer sus propios intereses. La realidad es, según ellos, que ni EEUU ni a Europa le interesa intervenir militarmente en Siria. Pero cuando los “rebeldes y los refugiados sirios”, como antes hicieron los rebeldes libios, manifiestan que “anhelan el ataque de EEUU a Siria” se complica la definición de “revolucionarios” y la de “pueblo” pues ¿Quién es ese pueblo revolucionario o parte del pueblo que clama por un ataque militar de otros estados?

Dada la complejidad de la situación refugiémonos en nuestros principios.
Podemos denunciar a las corporaciones mediáticas, a los políticos y publicistas que nos siguen vendiendo la guerra con la misma retórica moralista y con prácticas cínicas, el problema es que les sigue funcionando, por lo menos con la gente poco concienciada. La novedad es que ahora disponen de una cohorte de filósofos, intelectuales y artistas que se venden como estrellas mediáticas, aunque sea en medios alternativos, que incluso se creen lo que dicen, creen defender realmente los derechos humanos y estar del lado de los pueblos, pero su labor ha sido la de acompañar los discursos imperialistas y bloquear el surgimiento de movimientos de oposición a la guerra enfangándonos en discusiones estériles sobre su propio posicionamiento.

Sus textos, conferencias e intervenciones mediáticas han tenido una gran eficacia para confundir, persuadir y culpabilizar a los activistas contra la guerra, a la gente más dispuesta a ofrecer resistencia efectiva a la guerra imperial y a la propaganda de guerra. Para curarse en salud suelen afirmar que todo es más complejo, impredecible, de modo que la única opción que nos queda como gente buena que somos es refugiarnos en nuestra buena conciencia. Si nuestros conocimientos y retórica son tergiversados y utilizados para favorecer el apoyo a la guerra será un efecto no querido, un daño colateral por el que no se nos puede responsabilizar.

Lo cierto es que los discursos, los llamamientos y las exigencias del clero humanitarista no tienen la más mínima repercusión sobre los gobiernos occidentales pero también es cierto que sí afectan a la posibilidad de un movimiento antiimperialista. Quisiera terminar con unas palabras de R. Sánchez Ferlosio sobre la guerra “aparte de unos pocos exaltados todos vemos la guerra con matices pero en momentos decisivos los matices no pueden ser el lastre que nos impida oponernos a la guerra con la contundencia necesaria. Ni debemos dejar que se conviertan en munición en nuestra contra. Es nuestra responsabilidad política”.

18 de septiembre de 2013

MASIVAS PROTESTAS EN POLONIA CONTRA LAS POLÍTICAS NEOLIBERALES DEL GOBIERNO

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Después de un período de vino y rosas, inducido por salarios bajos y por la ayuda de los fondos estructurales de la UE, la clase trabajadora polaca va descubriendo que hay algo que hay algo del capitalismo que no es como les contaron y hasta el sindicato vaticanista Solidarność que contribuyó al fin del llamado socialismo real en Polonia y aupó en su día a la derecha se revuelve ahora, presionado desde la base, contra las políticas liberales de la derecha y el capital. Bienvenid@s a la realidad, tras despertar de un "bonito sueño", trabajador@s polac@s. De momento, lo que hace falta es que no os corráis políticamente aún más hacia la extrema derecha, como las encuestas avecinan.  

Librered/Telesur
Unas 100.000 personas salieron este sábado a las calles de Varsovia, la capital polaca, para protestar contra las políticas capitalistas del Gobierno del primer ministro Donald Tusk.

Se trata del cuarto día de protestas en la capital polaca, y este sábado se sumaron a las manifestaciones las principales organizaciones sindicales del país, que consideran que las políticas neoliberales del Gobierno están afectando duramente a las condiciones de vida de la clase trabajadora, por lo que piden la dimisión de Tusk, principal responsable de los últimos recortes sociales.

Los cambios propuestos por el gobierno de Donald Tusk a las leyes laborales del país, han motivado el desarrollo de la masiva protesta, además de la creciente precariedad del empleo, aunado a la propuesta de ampliar los horarios laborales.

“No vamos a aceptar cualquier política que sólo conduce a la miseria y la pobreza. Vamos a sacar a este gobierno que no está actuando en interés de los empleados”, dijo el jefe del sindicato Solidaridad, organizador de la marcha, Piot Duda.

Bajo la consigna “No despreciar la sociedad”, los jubilados, funcionarios de bancos, profesores y los que trabajan en el sector financiero se concentraron en la capital de Polonia para llamar la atención del gobierno.

Los trabajadores exigen una mayor seguridad en los empleos y contratos que garanticen la atención sanitaria. De igual manera, piden al gobierno que la edad de la jubilación, elevada a 67 años por el actual gobierno, se rebaje de nuevo a los 65 años.
En septiembre de 2012, se realizó una movilización similar, donde unas 40.000 personas se manifestaron en contra de la política del Gobierno.

Por otro lado, la popularidad del gobierno de Donald Tusk , quien se encuentra en el poder desde hace seis años, se ha reducido en las encuestas. Analistas aseguran que sólo tiene una frágil mayoría en el Parlamento, mientras que la economía polaca se ha estancado.

16 de septiembre de 2013

EL DÍA EN EL QUE ZARA DESAPARECIÓ DE LOS DIARIOS

Postdigital    

Una empleada de Zara se niega a prestar una manta para apagar las llamas de un bonzo. Poco después la información desaparece misteriosamente

Que los medios de prensa tradicionales dependen del dinero de sus patrocinadores y empresas anunciadas en sus páginas es un hecho. Que se modifique el contenido de una noticia en cuestión de minutos para eliminar un dato que podría perjudicar a un patrocinador en concreto, también, y sobradas muestras tenemos de ello. Pero que todos los periódicos se pongan de acuerdo en que el enfoque total de la noticia pervierta la realidad para favorecer la imagen general de la sociedad de consumo y evitar, así, que los lectores-consumidores se planteen el sistema en el que están inmersos es ya algo que raya la conspiranoia, y nos deja envueltos en el más tórrido de los ambientes distópicos. Sin embargo, eso es lo que ha ocurrido.

El día en el que Zara desapareció de los medios. Ayer por la tarde se prendía fuego a sí mismo en el centro de Murcia un hombre que reclamaba a los Servicios Sociales la devolución de la custodia de sus hijas.

Hasta ahí llegan los titulares de los muchos medios que se han hecho eco de la escabrosa noticia. Una noticia triste y alarmante, sí, pero, obviando que se desconocen los motivos por los que le fue retirada la custodia (y que pueden resultar ser aún más escandalosos, o no), el verdadero titular y el fondo de lo noticioso debió haber surgido de otro asunto, a mi parecer, mucho más alarmante.

Lo importante del suceso se halla en los instantes inmediatos que siguieron a las llamas. Tras desplegar el protagonista del suceso una pancarta con sus reivindicaciones, rociarse con cinco litros de gasolina y prenderse fuego, varias de las personas que presenciaron el horror de la escena acudieron sin pensarlo a socorrer a la víctima, como parece lógico suponer que ocurra. Sin embargo, no todas lo hicieron.

Y aquí viene el punto matriz de este escrito: una dependienta de un comercio próximo, a la que se le solicitó una manta para poder extinguir las llamas que devoraban en ese justo momento el cuerpo del hombre, se negó a entregar la prenda porque, según sus propias palabras, “yo no puedo hacer eso”.

Ella no podía hacer “eso”.

Según aparecía anoche en el artículo de 'La Opinión' de Murcia, una de las primeras personas que acudió a atender al herido envuelto en fuego fue un chico que en ese momento se encontraba trabajando en la calle realizando encuestas para alguna ONG. El muchacho corrió hacia una de las tiendas más próximas al suceso –desde la que podía contemplarse todo lo ocurrido– y solicitó una manta para poder apagar el fuego del cuerpo del inmolado.

Entrevistada por un periodista de 'La Opinión' posteriormente, la empleada de la tienda expresó lo siguiente: “Ha venido corriendo y me ha dicho que si le podía dejar una manta, y eso que el chico es cliente de aquí. Pero yo no puedo hacer eso y le he dicho que no se la dejaba”. 'La Opinión' añadía: “reconocía Mari Luz, la empleada de la tienda, en declaraciones a este periódico”.

Pues bien, la tienda en cuestión es Zara. Es de suponer que semejante comportamiento bovino por parte de una de sus empleadas ha hecho plantearse a la empresa que su imagen de marca podría resultar perjudicada. Poco después desaparecía todo rastro del incidente de la manta de Zara del diario 'La Opinión', y era sustituido por anécdotas de benevolencia del resto de comercios: que si Mango prestó un extintor, que si El Corte Inglés cedió otro, que si las dependientas de Stradivarius acudieron por si podían prestar ayuda (por cierto, Stradivarius pertenece a la misma cadena que Zara, el gigante Inditex de Amancio Ortega, y no tenía mención en el artículo original).

'La Opinión' no es el único medio de prensa en el que la palabra Zara desaparecía de entre las líneas de su artículo-bonzo, el resto de diarios importantes actuaban de igual manera, después de que algunos lectores comentaristas pusieran el grito en el cielo por la actuación desalmada de la dependienta.

Y aquí surgen dos cuestiones. Una y principal es ¿qué tipo de empleados está generando esta sociedad, que actúan como autómatas al servicio de la empresa y, siguiendo sus dictados de no pienses-obedece, dejan de ser personas con ideas y sentimientos propios para convertirse en maquinaria útil y servil?, ¿acaso tenía miedo a perder el empleo por ofrecer una simple manta en una situación de emergencia?, ¿ni siquiera se planteó la posibilidad, humana, de pagar ella misma la prenda para socorrer a un herido mortal? No, ella “no podía hacer eso”. No estaba contemplado en el manual de buenas prácticas del buen empleado que le darían en arenga al incorporarse a la empresa.

La otra cuestión es la relativa a la prensa. ¿En qué tipo de sociedad vivimos que, con una simple llamada telefónica de una multinacional, la realidad desaparece de todos los diarios y es sustituida por un embellecedor muy al estilo de la novela 1984?

Se volatiliza en un click el dato negativo referido a Zara y es sustituido por el dato positivo protagonizado por Stradivarius. Pocos lectores se habrán dado cuenta y, además, no importa, sus voces son menores. Así, las grandes empresas que nos movilizan como hormiguitas a las colas de sus cajas de pago pueden seguir contando con nuestro beneplácito y, sobre todo, con nuestra ausencia de crítica, para que podamos continuar siendo magníficos trabajadores no pensantes, maquinitas de vender y comprar sus productos, engranaje de un sistema consumista que, bovinamente, no nos cuestionaremos.


El herido, por cierto, a falta de manta, acabó siendo envuelto en su propia pancarta, cuyo texto íntegro reivindicativo desconocemos.

PD: El herido que se quemó a lo bonzo ya ha muerto (http://inagist.com/all/378123280764264448/y no parece que se vayan a pedir responsabilidades por negación se asistencia a la víctima ni por ocultación de la verdad en prensa