10 de febrero de 2011

FRENTE AL DERROTISMO, RESISTENCIA Y ESPERANZA


Por Marat

Y lucha. En estos días de revoluciones, las plazas públicas se han convertido en un emblema de rebelión frente a la opresión, la injusticia, la falta de democracia real, la desigualdad,....el PODER, que siempre acaba siendo económico antes que de otra naturaleza, por mucho que se intente escamotear la visibilidad de su crimen.

Tiananmen en el pasado, Mayo en Argentina mucho antes, Tahrir en estos días, la del Sol en la voluntad de recuperar la Memoria Histórica de los españoles. Las plazas públicas son el corazón de la protesta, el espacio en el que se concentran todas las ansias de ruptura con el tiempo para siempre establecido, marcado por un presente eterno que pretende negar que el cambio es parte esencial a la vida y por grandes relojes que encierran el movimiento dentro de una inamovible circularidad sin fin.

En las plazas públicas las voces se convierten en un millón de ecos. La solidaria humanidad hace de la solitaria individualidad una voluntad colectiva plagada de sentido.

La discontinuidad, la quiebra de la perenne lógica de la dominación del hombre por el hombre es posible. Sólo necesita de ese instante mágico en el que los hombres arrancan de manos de los dioses la cualidad de crear aunque, más tarde, toda revolución parezca condenada a sucumbir ante su Thermidor o ante el aplastante peso del realismo político de quienes le ponen un corsé a la vida y a la esperanza.

Empero, esa chispa de luz, que siempre vuelve a sobreponerse al plano erial que crea la ficción de un mundo oscuro sin transformaciones, no nace del azar, por mucho que éste aparezca gobernando el destino de los hombres. Nada sucede por azar. Todo tiene su germen y su impulso. Y esa fuerza germinal nace de la capacidad de sobreponerse a las derrotas, de la convicción de que nada es imposible si existe el deseo de hacerlo posible, de la certidumbre de que lo justo puede realizarse, de la permanencia en el terreno de la batalla diaria, de buscar en cada uno de nosotros la racionalidad crítica que nos dice que tenemos razones para rebelarnos, de encontrar confluencias en la batalla, de organizarnos en la rebeldía, de no dejarnos vencer por aquellos que quieren que nos demos por vencidos.

Hace sólo unos días se consumó en este país, que vitorea llena de orgullo patrio a “la roja” y se empequeñece ante el reto de la dignidad colectiva, uno de los hechos más graves que llegaremos a vivir en nuestras vidas, por mucho que la gran mayoría de las gentes hayan actuado como si fuera un hecho menor o una cuestión ante la que resignarse por su inevitabilidad. Para algunos, los más ignorantes, un hecho necesario que los sagrados, y siempre bien manipulados, “datos” convirtieron en ciencia y oráculo: la contrarreforma de las pensiones. Ésta, que venía precedida de una reforma laboral que hacía del despido laboral un derecho irrestricto, ha significado que nos roben 2 años de nuestras vidas (jubilación a los 67 años), sin que el capital considere suficiente su proyecto vampírico (1)

Esa indecente decisión política, que ha contado con la repugnante y mal disimulada entrega entusiasta de los sindicatos verticales de “la Corporación” (2) significa la ruptura de la solidaridad intergeneracional, justo lo contrario que la extrema derecha del PPSOE nos vendió siempre como base de la SS: salvan a los que se jubilarán antes de 10 años y largas carreras laborales para condenar a sus hijos, que no podrán reunir los 38,6 años necesarios para jubilarse con el 100% de su pensión, especialmente si consideramos las sucesivas reformas de des-empleo juvenil que les condenan a largas permanencias sin cobrar el desempleo (en cuyo caso no cotizan para su jubilación) entre trabajo basura y trabajo basura. El resto de los colectivos de trabajadores verán reducida su pensión en cuantías que oscilarán entre el 7 y el 26%. Ello sin considerar la penalización que sufrirán los que se jubilen a los 61 o a los 63 años.

Pero ninguna cobarde claudicación pone fin a las agresiones. Los hechos siempre demuestran que, a mayor mansedumbre voluntaria, más grande es la humillación recibida. Cuando las renuncias corresponden a los privilegios -Esperanza Aguirre reduce a un tercio los liberados sindicales en la administración de la CAM- (3) de esos “sindicaleros”que venden derechos que no son suyos sino de unos trabajadores que masivamente les repudian, el resultado podría acabar siendo sano para el auténtico sindicalismo de clase. Reduce el número de gandules y vendeobreros que no nos defienden sino que nos apuñalan. Menor golfos que nos vendan. Y, a su vez, puede hacer más evidente la diferencia entre los vividores y los auténticos sindicalistas.

Lo grave de toda esta indignidad está en que, tras la cobarde entrega de lo que no les pertenece –la representación de un recorte de derechos para el que jamás nos pidieron permiso-, ahora viene una vuelta de tuerca más, como si la rosca pudiera ser tan infinita, al menos, como nuestra capacidad de soportar su presión o de ignorarla.

Las consecuencias de intentar mantener institucionalmente la fuerza que se pierde en la calle, al abandonarla, no se han dejado sentir y han tenido un efecto inmediato:
·        Sustitución de la ligazón de los salarios a la inflación por salarios según productividad, correspondiendo a las “peticiones” que hizo la canciller Merkel tras su reciente visita a España para apoyar a su aplicado discípulo Zapatero.
Ante la propuesta de Merkel, todos los agentes que pactaron la reforma de las pensiones (Gobierno, testaferros sindicales y patronal) respaldaron el día en que la canciller alemana expresó su “edicto” la idoneidad del sistema de actualización salarial que vincula los sueldos a inflación. Convenía aún un instante-paréntesis de paz social en el que los conjurados en el atentado contra nuestras pensiones manejasen los tiempos antes del siguiente asalto a nuestros derechos sociales. El lunes 7 de Febrero, la CEOE ya exigía que los salarios se vinculasen a la productividad. El martes 8, Valeriano Gómez, ex “sindicalista” converso a Ministro de Trabajo, ya aceptaba ligar salarios y productividad (5) Le respondía, con su mesura habitual, el secretario general de OgeTe, Cándido Méndez, preocupado por la salud del tejido empresarial español, que no lo veía conveniente, dado que ello exigiría mayor transparencia por parte de las empresas sobre su gestión y beneficios (6). Loable interés por parte de quien le importan un comino los trabajadores, sino es para descontarles mensualmente su cuota sindical. El ex ministro de Economía Solbes ya se ha sumado a la demanda de desligar salarios de inflación.
¿Cuánto tardarán estos nobles sindicalistas verticales de CCOO y OGeTe en dar por buena esta nueva acometida contra los derechos de la clase trabajadora? Se admiten apuestas pero no tarden en hacerlas, no sea que estos combativos líderes, dispuestos a tragarse una trirreme romana con la tripulación  puesta en pie y los remos en alto, les dejen sin posibilidad de ganarse unos eurillos por anticiparse a su envite. Veremos como, con su concurrente complacencia, descienden nuestros salarios ya que la productividad siempre será un concepto manejado por la empresa a su antojo. Y, de paso, un medio para acabar con la globalidad de los convenios colectivos. 
·        Nuevos pasos hacia la privatización de la Sanidad Pública en las CCAA. Concretamente los más conocidos, pero no los únicos, son las recetas con información sobre el precio de los medicamentos para “concienciar” al paciente sobre su coste (7) y el documento técnico de la Consejería de Sanidad de Madrid que propone excluir, limitar o aplicar el copago en el futuro a algunas de las prestaciones y servicios financiados por la sanidad pública, como la vacuna contra el virus del papiloma humano, las endodoncias infantiles, las comidas ofrecidas en hospitales, las ligaduras de trompas y las vasectomías, la inseminación artificial, la fecundación in vitro, el consejo genético para el cáncer familiar o incluso el cambio de sexo” (8). Pero también para eliminar la gratuidad de las tiras reactivas para diabéticos, la asignación de bastones para la tercera edad y muletas para personas de movilidad restringida o las sillas de ruedas para minusválidos, según hemos podido saber gracias a la denuncia de la Coordinadora Antiprivatización de la Sanidad Pública de Madrid, a través de su web http://casmadrid.org/ El progresista tripartito catalán ya era uno de los más privatizadores de su sistema de salud público, no menos que Esperanza Aguirre, gobernadora de la ínsula Barataria matritense. Pero ahora ambos dan nuevos redobles de tambor.
·        Y acompañando al productivo personaje invicto de Esperanza Aguirre nos encontramos con el segundo ERE municipal de la historia “memocrática” española (la primera fue en una mancomunidad de municipios de Cataluña, según dictamen de febrero de 2011 del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña). La marquesa consorte de Murillo ha tenido la genial idea de tratar al Ayuntamiento de Fuente el Saz del Jarama (PP) como si fuera una empresa privada –lo que iguala a la baja los derechos de los trabajadores- y suspende temporalmente de empleo a 17 de sus empleados. La Alcaldesa, Mónica García, en un alarde de imperturbable arrojo (“no me temblará el pulso”) ha dicho:  No es motivo de celebración que esto salga adelante pero nos va a ayudar a poder cuadrar el presupuesto de este año" (9)
Éste es sólo el principio de lo que les espera a funcionarios y empleados públicos a manos de las administraciones centrales, autonómicas y municipales del PPSOE. Retrocedemos hacia una equiparación de derechos de todos los trabajadores del Estado español hasta el nivel 0. Y habrá más de un imbécil que se frote las manos viendo que los palos les vienen ahora a los funcionarios. 
¿Frente a esto cuál ha sido la respuesta de los sindicatos verticales? La vía judicial, como en el caso de la represión tras la huelga del metro de Madrid o en la huelga de bomberos del Ayuntamiento de la capital. Ardiente combatividad la suya.

Las derechas económicas y políticas saben que cuando los trabajadores, y sus “dignos representantes sindicales” renuncian a la lucha, apretarles las clavijas al máximo es un juego de niños.
·   Nuevo, y enésimo en la historia “memocrática” española, Plan de Empleo Juvenil. Zapatero venía anticipándonos su genialidad desde Noviembre de 2009 (es hombre de reacciones mentales lentas). De momento, la misma opacidad que ha presidido las negociaciones sobre la Reforma de las Pensiones acompaña a este engendro futuro que “endulzará” las vidas de los jóvenes sin empleo. Nada se sabe sobre él, lo que nos hace temernos lo peor.
Pero las experiencias de anteriores planes de Des-Empleo Juveniles, desde la aciaga era González nos sugieren la trazabilidad y horma del nuevo: incentivos fiscales a los empresarios, salarios por debajo del mínimo interprofesional, concurrencia de ETTs, empleos por debajo de la cualificación profesional del candidato, contratos temporales,...y otras delicatessen para mayor placer del entramado empresarial español.


Se nos ha vendido de todas las maneras posibles que la clase trabajadora española no tenía deseos de salir a la calle, que las huelgas generales de Francia y Grecia –punta de lanza de los trabajadores movilizados- habían sido inútiles para frenar la ofensiva del capital y sus gobiernos, como si encamarse con estos rindiera un fruto menos amargo, que con el pacto se corregían las peores voluntades de gobierno y patronal, como si al día siguiente de la foto de los miserables no hubiéramos empezado a recibir noticias de que se había levantado la veda de la caza a los restantes derechos de la clase obrera.

Ahora pretenderán vendernos, quienes tienen interés en ello (PSOE, CCOO y OGeTe) –a la CEOE y el PP le es indiferente porque saben que, corriendo los días, obtendrán mucho más-, las bondades de la reforma de las pensiones y de esas otras cosillas de las que nos iremos enterando, en propias carnes. 

Quizá la derrota inflingida por los traidores de clase que buscaron en el Pacto Social su propia supervivencia como casta burocrática y la de las estructuras de unas marcas con notoriedad negativa pueda haber dejado un amargo sabor de derrota a una parte de quienes hicimos del 27-F una fecha de combate y dignidad.

Ni la desorientación, ni la desmovilización, ni el desánimo o el espíritu de derrota son una respuesta válida ni realista. Son comprensibles desde la inmediatez del impacto recibido tras el rebufo inmediato del crimen pero son inútiles para poner en pie nuestra negativa a ser sacrificados como borregos en el matadero. ¿A quién beneficia nuestro abandono de la lucha? A NUESTROS ENEMIGOS DE CLASE ¿Qué ganamos, incluso personalmente, renunciando a nuestra rebeldía que nos coloque en mejor situación que manteniéndola? NADA. LO PERDEMOS TODO.

Habrá quien contemple las jornadas de lucha previas al 27-E, las del mismo día, que incluyeron Huelgas Generales de notable repercusión en 4 de las 17 CCAA y en 12 de las 51 provincias del Estado español, así como las posteriores –recomiendo un seguimiento de todas las movilizaciones posteriores al 27-E en el blog o-ellos-o-nosotros.blogspot.com, se sorprenderían de su elevado número- como el canto del cisne de lo que pudo ser y no fue.

El 27-E no ha significado ninguna oportunidad perdida porque la realidad es que el sindicalismo alternativo, con la excepción del bien musculado soberanista –LAB, CIG, SAT,..-, estaba aún empezando a mostrar su capacidad de pasar de las palabras a los hechos. Y hasta dónde ha podido, lo ha hecho de modo digno y apreciable. 

El 27-E es la Némesis (diosa de la justicia redistributiva y la venganza) que cae sobre el sindicalismo vertical, que se cubre de mierda y descrédito ante amplios sectores de la sociedad que no se agotan, ni de lejos en la izquierda y el sindicalismo combativos.

Tras su pacto hay una amplia percepción social de traición de clase y de entrega de derechos colectivos que nadie les dio permiso para gestionar y menos aún para disponer de ellos en beneficio de su continuidad como miembros mafiosos de “la Corporación”.

Tras su pacto hay una visión social, no mayoritaria, ni mucho menos, pero sí más amplia de la que cabe imaginar a primera vista de que el sindicalismo sigue siendo necesario para defendernos como clase social y de que es necesario reconstruirlo bajo otros mimbres y al margen de esta gentuza.

Tras el 27-E emerge la imagen entre importantes segmentos sensibilizados de trabajadores, no digo radicales, ni especialmente activos, sino informados, de que en todo el territorio del Estado español se han dado respuestas, en grado diverso, a la traición de clase perpetrada y al nuevo golpe recibido a manos del capital y sus esbirros políticos.

Tras el 27-E hay una posibilidad objetiva de articulación de las grandes y pequeñas resistencias al capital, basada en la unidad de acción, la difusión de todo lo que se mueve en el Estado español y la respuesta a las nuevas agresiones que se nos vienen encima (golpe a los salarios, asociándolos a la productividad, galopante privatización de la sanidad, nuevas modalidades de contratos basura en formato de fomento del empleo, avance hacia el despido libre en la administración,...).  Ahora es el momento de aguantar la acometida de los posibilistas, de quienes ven en el oportunismo su motivo de supervivencia política.

Me refiero a la posición de IU, y no sólo de IU, readaptando su discurso a las nuevas realidades. Crítica del Pacto Social y de la Reforma de las Pensiones SI, crítica a los indeseables de CCOO y UGT que lo pactaron NO (10). Bajo el lenguaje de los viejos estalinistas del PCE que hablaban en el pasado de la famosa “interacción de factores” o que deformaban, para meter con calzador, la expresión de Lenin “el análisis concreto de la situación concreta” dentro de sus claudicantes tesis neosocialdemócratas, encontramos una razón mucho más espuria:  IU sigue necesitando la complicidad de esas centrales para fortalecer política y electoralmente la federación de esa casa mal avenida. La clave de su actuación no está en el intento de supervivencia de una organización pretendidamente de izquierda, lo que sería oportunismo, sino en el empeño de mantener sus puestos de trabajo por parte de una burocracia de bajo perfil ideológico y político, cuya perspectiva laboral real no superaría el de responsables de las secciones de charcutería de las peores cadenas de alimentación del país. Eso convierte a IU en una organización de aventureros con una tropa afiliada de escasa exigencia política respecto a su dirección y su proyecto.

Otros, dentro de la izquierda, nos hablan de resistir dentro de CCOO y de concentrar el descontento para darle expresión y hacerlo coincidir con las posiciones del sindicalismo alternativo.

Puro acomodo de quienes han confundido el giro institucional a la derecha con la necesidad de redefinir el modo en el que se continúan articulando unas relaciones que debieran haber sido rotas definitivamente con una organización (CCOO) cuyos actos la sociedad no ha avalado y con unos acuerdos que la mayoría de los trabajadores han rechazado.

Reto a los diferentes posibilistas de “izquierda” a demostrar con encuestas realizadas por los medios de comunicación –las únicas disponibles hasta el momento- en qué opiniones sociales sobre la Reforma de las Pensiones basan su giro posibilista; eso que ellos preferirían definir como realismo político pero prefieren no ponerle nombre porque, en cualquier caso, suena muy mal.

Por otro lado, quienes esperan reacciones dentro de CCOO, ya que en OGeTe no existen otras que las del acomodo sanchopanzista de sus bases, olvidan que hace mucho tiempo la composición ideológica y política de su base social se convirtió en la misma que los usuarios mantienen con las tarjetas affinity de cualquier marca comercial: algo que se tiene porque dan puntos. En ese territorio no hay nada que reconquistar. Sólo rutina entre sus bases y acomodamiento a seguir dentro sin poder explicar de verdad porqué se está. “Siempre viene bien, por si acaso”. Es esa una mina agotada en la que algunos pretenden extraer pobres pepitas de oro de baja ley, que no un filón. Queden ellos en paz con su defectuoso proyecto de redimir almas y sanar cuerpos.  

Frente a todo este estado de cosas, es necesario mantener e impulsar el camino sindical emprendido por quienes dicen NO al robo de nuestros derechos laborales, sociales y salariales.

Ello supone afrontar algunos desafíos que la experiencia de las luchas nos imponen:
  • Romper el silencio mediático a nuestras resistencias: las movilizaciones previas, en el día y posteriores al 27-E han sido ocultadas por toda la estructura mediática de falsimedia (incluidos los “progres”), salvo para relacionarlas con actos violentos, enfrentamientos con la policía o cualesquiera otros contenidos que trataran de deslegitimar la resistencia contra las medidas del capital.
Frente a ello sólo hemos podido oponer las paredes de las calles, el boca-oído o los medios online, muy dispersos y apenas seguidos por otros que no fueran los ya convencidos de la lucha.
Es necesaria una mayor coordinación y centralización de la información que, asumiendo la pluralidad del movimiento y haciendo de ella virtud, sea capaz de romper el cerco de silencio y llegar a amplios sectores de la población, superando la barrera crítica de los previamente movilizados. Necesitamos centralizar las luchas de los trabajadores contra el derribo de nuestros derechos en un medio dedicado expresamente a tal fin y volcar en él todos nuestros esfuerzos logrando que, a su vez, éste transcienda más allá de lo que es un ámbito de difusión minoritario. Atender a este objetivo es tan vital como mantener encendida la llama de la protesta y representa la primera vía para lograrlo.
  • Superar el oportunismo de tratar de crecer particularmente por encima del colectivo. Alrededor del 27-E se han dado algunos llamamientos a movilizaciones y manifestaciones realizados, en ocasiones, por una sola organización y declaraciones públicas que justificaban la “imposibilidad” de llegar a acuerdos de convocatorias unitarias. Dentro del sindicalismo alternativo esto sólo puede deberse a un patrimonialismo de las siglas sobre el movimiento. El pez no puede crecer si quiere ser más grande que la pecera en la que nada. La unidad de acción por encima de la particularidad de los objetivos de cada grupo es la base del crédito social y de la fuerza.
  • Evitar convocatorias que nuestra fuerza no pueda mantener, esperando de quienes no nos van a acompañar una respuesta que no se producirá. Si algo dejaron claro nuestros “compañeros” mayoritarios es usaron en su día la Huelga General sólo para que sus gordos culos de sátrapas pudieran volver a aposentarse en las mesas de entrega de nuestros derechos. Adelantarse a ellos, para forzarlos a asumir una Huelga General que no iban a realizar, si no se estaba en condiciones de mantenerla en su ausencia, no favoreció la credibilidad de la lucha. La debilitó, al transmitir la sensación de miedo a mantenerla si ellos nos fallaban, como acabó sucediendo. Se entiende en una lógica de presión pero la perspectiva de su comportamiento tras el 29-S debiera habernos hecho más sabios.   
  • Centrar esfuerzos de concienciación en los grupos sociales que están siendo y serán más castigados por las medidas antisociales. Los jóvenes jamás reunirán 38, 6 años de cotización para jubilarse con el 100% de su pensión. La demora en incorporarse al mercado de trabajo y la precariedad laboral de empleos discontinuos se lo impedirá. Van a ser los próximos castigados por el futuro Plan de Des-Empleo Juvenil en forma de contratos aún más basura, salarialmente más baratos, con menor cobertura de paro, de despido sin indemnización y de peores condiciones laborales. Los parados, por naturaleza no reivindicativos, ya que centran sus esfuerzos en dejar de serlo, verán agotados sus susbsidios de desempleo de larga duración de 426 € por otros de 350 de absoluta miseria, ligados a cursos de formación y situaciones que les dificultarán encontrar nuevos empleos y acceder a ellos. La calle, el descontento social con un régimen político antisocial, se siente airada pero no encuentra articulación de sus motivos de protesta. Son sólo tres ejemplos de segmentos en los que trabajar las resistencias a la acometida antiobrera pero hay otros muchos que articular en lo sindical, en lo social y político. Las dos últimos áreas no son menores en importancia.
  • Dotar de importancia y crédito a lo pequeño. Una de las razones por las que se niega utilidad al sindicalismo alternativo es su escasa representatividad, lo que se afirma obviando que las elecciones sindicales se realizan clandestinamente ante la opinión pública española -bien encerradas dentro de cada centro de trabajo-, evitando que adquieran eco social para facilitar que los sumisos continúen siendo mayoritarios e impedir que se articule una opinión publica opuesta a los becarios del sistema. Pero incluso el discurso sobre las mayorías hace aguas en Euskal Herría (LAB), en Galiza (CIG) y parcialmente en Andalucía, donde la afiliación al SAT crece en proporción directa a la desafiliación a CCOO y OGeTe.
En el resto de las CCAA, el sindicalismo combativo es débil, cada vez menos, y los neoverticalistas son aún imperantes. Pero, ¿cuál es la utilidad para la clase trabajadora de su hegemonía? ¿En qué se benefician de ella? ¿Cuáles los réditos obtenidos? ¿Quiénes son los que luchan y defienden al trabajador? ¿Los pequeños y los soberanistas? Pues en ellos está el camino de las luchas futuras.
·        Crear memoria sobre toda la trayectoria de los derechos arrebatados. Cada nuevo atentado contra los derechos de los trabajadores entierra el recuerdo de lo que nos ha sido hurtado. Es necesario construir un Memorial sobre la situación de la clase trabajadora en derechos y en realidades antes de la crisis capitalista y lo que nos han robado, quiénes lo han hecho, con qué objeto, con qué complicidades, beneficiando a qué sectores y con qué proyección futura de nuevas pérdidas. Sólo se aprecia lo que se conoce y sólo se añora lo que se sabe perdido. No se trata de hacer una reivindicación de vuelta a una etapa anterior que no regresará. Nuestro proyecto se enfrenta al sistema globalmente, no se limita a revindicar una vuelta a un pasado mejor pero hacer que los trabajadores conozcan y recuerden es luchar contra la amnesia que quieren instalar en nuestros cerebros y en nuestros corazones.

Los retos que el sindicalismo alternativo tiene por delante son enormes pero jamás ha contado con un aliado tan poderoso: el tamaño de los crímenes cometidos contra los trabajadores es realmente difícil de ocultar. El futuro es nuestro, si queremos.





NOTAS:

JUBILACIÓN A LOS 70 Y PARO JUVENIL

VIDEO DE ARCADI OLIVERES: EL PARO Y EL FRAUDE FISCAL. EL BOTÍN DE BOTÍN

9 de febrero de 2011

LA DETENCIÓN DE UN ESPÍA ISRAELÍ EN EGIPTO SUGIERE LO QUE SE JUEGAN WASINGTHON Y TEL AVIV



Finnian Cunnigham. La Haine

Israel está viendo cómo pierde a un aliado y colaborador clave para la ejecución de una guerra criminal contra el pueblo palestino

Un vídeo amateur en el que se muestra la detención en Egipto de un supuesto espía perteneciente a la Unidad de Reconocimiento del Estado Mayor Israelí, el Sayeret Matkal, indica lo preocupado que está Tel Aviv por el torbellino en el que está inmerso el régimen de Mubarak y sugiere que hay ya en marcha intentos de desestabilizar la revolución popular egipcia por parte de fuerzas externas.
Mientras tanto, el sabotaje del principal gasoducto egipcio-israelí, llevado a cabo en la madrugada de hoy (sábado) por atacantes desconocidos en la ciudad de El Arish, situada al norte del Sinaí, podría ser el comienzo de una campaña para desestabilizar Egipto y legitimar otra intervención extranjera en ese país, intervención que favorecería los esfuerzos israelíes y estadounidenses para salvar al régimen que tan lealmente ha servido sus intereses y que ahora está escapando a su control.
El vídeo (1), que se ha transmitido por el canal iraní Press TV (2), muestra cómo el ejército egipcio se lleva a un hombre no identificado en medio de los gritos de los manifestantes contra el gobierno. Hay informaciones que advierten que fueron los manifestantes quienes inicialmente apresaron a dos israelíes cuando viajaban en un coche en medio de un escenario de violentos enfrenamientos en la capital del país, El Cairo.
Esos incidentes se producen tras los recientes comunicados del gobierno israelí en los que afirma que “sigue muy de cerca” el levantamiento popular en Egipto, levantamiento que, tras once días de manifestaciones en la calle desafiando el toque de queda por todo el país, amenaza con derrocar al régimen de treinta años de duración de Mubarak, que ha contado con tanto apoyo de EEUU. A pesar de los intentos del régimen para sacar a la gente de la calle a golpes, con piedras, cuchillos, armas y bombas de gasolina, el movimiento de protesta sigue firmemente adelante negándose a claudicar, de hecho es cada día más fuerte.
Sólo hace unos días se informaba de que Israel había enviado equipamiento para dispersar a las multitudes a la asediada dictadura de Mubarak, con la que Tel Aviv y Washington cuentan como “importante aliado”.
Según el Middle East Monitor, fuentes del gobierno israelí dicen que el estado de Israel ha puesto “todas sus capacidades” a disposición del General Omar Suleiman, el recién designado vicepresidente por Mubarak y desde hace mucho tiempo colaborador del Mossad, para “proteger al régimen de Egipto” (3). Los medios occidentales están vendiendo a Suleiman como el aparente heredero designado por Washington para un régimen post-Mubarak.
Desde una perspectiva más amplia, queda claro que Tel Aviv, y sobre todo su patrocinador de Washington, están petrificados por la amenaza que el levantamiento egipcio representa para todos sus intereses vitales en Oriente Medio, África del Norte y más allá. Esto explica las febriles comunicaciones militares y diplomáticas de la pasada semana entre esas dos capitales y El Cairo. Si piensan en ello, las vehementes comunicaciones del presidente estadounidense Obama y todos los altos funcionarios de su gobierno, las seguridades de ayuda militar desde Washington y Tel Aviv, la descarada intromisión en los asuntos de un estado supuestamente soberano, y ahora, al parecer, la implicación de agentes secretos, todo ello nos habla de una cosa: pánico.
Israel está viendo cómo pierde a un aliado y colaborador clave –el Egipto del aparato militar de Mubarak- para la ejecución de una guerra criminal contra el pueblo palestino y sus agresiones contra el Líbano, Siria e Irán. Sin su cómplice egipcio, la capacidad de Israel para emprender guerras en la región se ve significativamente debilitada.
Para Washington, las apuestas son incluso más altas. Tanto Egipto como Israel son piedras angulares de las ambiciones imperiales. Para el redil estadounidense, la pérdida de Egipto –con una población de más de 80 millones de habitantes, la mayor del mundo árabe- supondría la misma clase de trauma del que Washington está aún recuperándose desde que perdió al Shah de Irán a causa de la revolución iraní de hace 32 años. Con la inminente pérdida añadida de Egipto –un líder natural para el mundo árabe cuyo papel positivo ha sido distorsionado y suprimido por EEUU mediante su títere Mubarak-, el trauma que se apoderará de los diseños geopolíticos de EEUU será aún mayor.
Un Egipto verdaderamente independiente y democrático asestaría un golpe fatal a la injerencia y el belicismo imperialista. Sin el régimen de Mubarak o de cualquier otro que Washington pueda manejar, el efecto dominó de un Egipto liberado de la dominación estadounidense enviaría otro golpe fatal, menos formidable, que ayudaría a que se vinieran abajo los regímenes de la zona apoyados por EEUU.
Esto, desde luego, serían buenas nuevas para la región y más allá en aras al establecimiento de gobiernos que sirvan a los intereses económicos de sus pueblos en oposición a las pequeñas elites corruptas y a sus amos de Washington. Podría también ser positivo para una nueva era de relaciones pacíficas en una región asolada por el conflicto donde hay especialmente un pueblo, el palestino, que tanto tiempo lleva luchando y esperando justicia.
Serviría de intensa lección para todos aquellos que puedan pensar ingenuamente de otra manera. Washington, con sus maquinaciones y prevaricaciones, está demostrando que se opone firmemente a todas las posibles virtudes y resultados que una revolución democrática en Egipto podría acarrear. El enmascarado que tanto tiempo lleva atormentando a esta región está siendo descubierto.
El pueblo de Egipto no sólo está derrocando a un tirano y su régimen despótico. Está, por mor de la fuerza de su lucha por la democracia, revelando la brutal realidad de la implicación del gobierno de Estados Unidos en su país y en el mundo.
Por todas estas razones, tenemos que asegurarnos de que el imperio no devuelva arteramente el golpe. Además de la edulcorada diplomacia de ida y vuelta para ayudar a Egipto en una “transición ordenada” (lo que significa restaurar el orden en función de los intereses estadounidenses), podemos también esperar más operaciones secretas en ese país por parte de las fuerzas de contrainsurgencia israelíes y estadounidenses que tratarán de hacer cuanto esté en su mano para frustrar que el pueblo egipcio consiga sus derechos democráticos. Si miramos hacia atrás, podemos ver por qué los iraníes tuvieron, por necesidad, que adoptar una posición hostil hacia EEUU tras su revolución. El eje israelo-estadounidense es la fuerza más desestabilizadora y amenazante para la paz en Oriente Medio y en todo el mundo.

NOTAS:
(1)






(2) http://vodpod.com/watch/5499912-israeli-spy-detained-in-egypt-amid-unrest
(3) http://www.middleeastmonitor.org.uk/news/middle-east/2009-israel-places-resources-at-suleimans-disposal-qto-protect-the-egyptian-regimeq
Finnian Cunnigham es periodista y músico. Puede contactarse con él en: finianpcunningham@yahoo.ie.
Global Research. Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

6 de febrero de 2011

ANGUITA LE CANTA LAS CUARENTA A CCOO Y UGT


Denuncia que son "cadenas de transmisión" de las políticas que han llevado a cabo los distintos gobiernos

El ex Coordinador General de IU y actual militante del PCE, Julio Anguita, denunció este viernes en TeleMadrid la traición de los sindicatos, "especialmente los dos mayoritarios", Comisiones Obreras (CCOO) y Unión General de Trabajadores (UGT), al afirmar "rotundamente" que no están haciendo lo que deben y que se han convertido en "un apéndice del Estado".

Anguita ha denunciado la traición de los sindicatos a sus bases y los ha acusado de haberse incorporado al Estado, refiriéndose a que, a cambio de dinero y privilegios, secundan las políticas del gobierno de turno, anteponiéndolas a los intereses de los trabajadores a los que dicen defender.

Afirmó que los sindicatos han vendido su independencia, su libertad y hasta el sentido de su existencia, que es la defensa de los trabajadores, y se han sometido al gobierno a cambio de dinero abundante y de privilegios, lo que constituye una traición en toda regla. Anguita ha afirmado que al ser "un apéndice del Estado" y de constituir una "cadena de transmisión" de las políticas que han llevado a cabo los distintos gobiernos.

Sobre las medidas que ha tomado el Gobierno para afrontar la situación económica, Anguita ha dicho que éste "actúa como el pianista de un salón del oeste", que toca para que "no se oigan los tiros".

"No es una crisis cualquiera", ha subrayado, y va más allá de una simple recesión económico-financiera, porque, según ha señalado, también es una crisis "alimentaria, energética, de valores y de política internacional", en definitiva, "una crisis de civilización".

Además, ha descalificado la política fiscal porque ha asegurado que no se está ingresando dinero "y se les está perdonando impuestos a los ricos".

Sólo en gastos "inútiles" de las instituciones, ha afirmado que se podrían ahorrar más de 18.000 millones de euros.
http://www.larepublica.es/spip.php?article23086

31 de enero de 2011

"LA CORPORACIÓN" Y LA IZQUIERDA ESPAÑOLA



 
Por Marat

1) El Estado –corporativo- del Bienestar:

Los modelos de Estados surgidos tras la Segunda Guerra Mundial en el occidente capitalista tuvieron en su matriz refundacional un doble génesis:
§         La necesidad de superar las crisis sistémicas del capitalismo, y sus efectos de inestabilidades sociales y políticas, aceptando como inevitables las de tipo cíclico, siempre útiles para la regeneración del edificio económico. La experiencia de la crisis del 29, la Gran Depresión USA y su correlato en la Europa de entreguerras tuvieron un efecto desestabilizador de las democracias liberales, de grandes conflictos de clases y de auge de los movimientos obreros, las izquierdas revolucionarias y los fascismos. Se trataba de incorporar a las clases trabajadoras al consumo de masas, creando una gran base de compradores de bienes y servicios que fuesen una sólido sustento económico para la reproducción del sistema y, a la vez, se incorporasen a la “ideología del propietariado”, aburguesando su conciencia social
§         La necesidad de legitimar el nuevo orden surgido tras la gran conflagración mediante la creación elementos de consenso social y cuyo hito más sobresaliente fue la aprobación a finales de 1948 de la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”. Ésta, llamada también “Carta Internacional de los DDHH, incorpora un menú declarativo que integra jurisprudencia de tipo social y económico: derecho al trabajo, a la vivienda, a la protección contra el desempleo, a las vacaciones periódicas pagadas, a la sanidad, a la educación, a la cultura, a la protección en caso de enfermedad, invalidez y vejez (pensiones). El matiz de menú declarativo no es ocioso. Forman parte de la declaración fundante de los DDHH pero no necesariamente se convierten en efectivos. Dependen de la voluntad del ejecutivo. Por su carácter universal era Naciones Unidas la que comprometía a los Estados firmantes de dicha declaración pero ya sabemos cómo funciona la ONU y cuándo y qué cosas son para ella de obligado cumplimiento y cuáles y cuándo no.

En todo caso, en los dos puntos anteriormente señalados se encuentran las principales fuentes de origen de los Estados del Bienestar, si bien hay otros antecedentes de los que ya hemos hablado en alguna otra ocasión (1) pero que por lo que respecta al contenido del presente texto no vienen al caso.

Para su funcionamiento de un modo estable la forma capitalista del Estado del Bienestar requería de órganos estables que dieran refuerzo al consenso o pacto social permanente en que el nuevo modelo de Estado necesitaba asentarse. La contrapartida del “bienestar social” para amplios sectores de la población había de ser la paz social o el pacto tácito o expreso de que los límites del sistema político, social y económico no serían desbordados por ninguno de los actores que conformaban dicho pacto social y especialmente por las organizaciones de los trabajadores: sindicatos y partidos de izquierda.

Lo que originariamente, por razón y naturaleza estaba llamado a romper el status quo pasará, de este modo, a convertirse en parte de la estructura legitimadora del Estado y el sistema económico capitalista.

Acompañando a los poderes ejecutivo, legislativo y judicial surge la corporativización del Estado del Bienestar, a través de asociaciones empresariales y sindicales, con entidad consultiva y de creación de consenso, mediante pactos a tres bandas con los gobiernos. Múltiples órganos dan vida al modelo corporativo de Estado del Bienestar: mesas de negociación empresarios-sindicatos-gobierno, elecciones sindicales y de directivas empresariales, para dar ritual democrático y legitimar su papel, las negociaciones colectivas de los convenios, Consejos Económicos y Sociales, sistemas opacos de financiación de los sindicatos mayoritarios, etc.

Un tercer elemento de la corporativización del Estado del Bienestar estaría en los partidos políticos, a los que se integraba en el sistema por la puerta de atrás: pensiones de los diputados, posibilidad de los altos gobernantes provenientes de los partidos de actuar como lobbystas una vez abandonado su puesto político, financiaciones de campaña y de partido poco transparentes, intereses de partido en la elección de órganos judiciales de origen, en los más de los casos, no democrático,...

Durante mucho tiempo este sistema funcionó, con sus más y sus menos (mayo del 68 en varios países europeos en los que los sindicatos mayoritarios y los partidos de la izquierda oficial actuaron como fieles desactivadores, inicio de los ataques liberales del tatcherismo durante la década de los 80 del pasado siglo,...). Todo iba bien hasta que estalló la madre de todas las crisis capitalistas (financiera, industrial, de consumo, energética, medioambiental, alimentaria).

2) Toma forma “La Corporación”
Al tipo más común de negocio cuando hay múltiples socios se le llama corporación.

Más de 50 años de cooperante integración de objetivos entre los miembros que componen las elites políticas, empresariales, sindicales y burocráticas han creado una comunidad de intereses, valores y creencias –proclamadas o tácitas-, un espíritu corporativo de casta.
Equipos de trabajo, debate y relación que mantienen entre sí más puntos de contacto, vivencias, aficiones,... que con las bases que les han encumbrado hasta los ámbitos de poder que ocupan, grupos humanos cooptados por los aparatos administrativos del Estado corporativo del Bienestar, largas curricula de agentes sociales profesionalizados en su función, estructuras cuyos miembros están más preocupados por sus supervivencias y por su proyección dentro de ellas,...conforman hoy lo que sin ánimo de exageración en el análisis ni riesgo de falta de rigor en su definición podemos llamar “La Corporación”.

“La Corporación”, una especie de megaestructura que integra el proceso consensual de la suma de entidades desde las que sus miembros ascienden, no se limita a ser una cúpula en el vértice de la pirámide del poder. Se ramifica vertical y horizontalmente en un entramado complejo de delegaciones, ámbitos territoriales y niveles hasta las pequeñas migajas ( tarjetas VISA del partido/sindicato, comidas de negociación,...sueldos de liberado en un mercado laboral difícil, acceso a pequeños privilegios que dependen de estar cerca de los canales de información sobre el modo de obtenerlos) que compran voluntades y actúan como catapulta de lanzamiento de nuevos cachorros que renueven y perpetúen la pervivencia de “la Corporación”, clave para la paz social en el Estado capitalista. 

“La Corporación” tiene intereses objetivos ligados a la pervivencia del sistema capitalista, de donde nace y a cuya perpetuación e intereses sirve pero posee también apegos y objetivos propios de sus miembros, una especie de aventureros políticos que, ante el cambio de escenario hacia el fin del Estado del Bienestar, buscan su propia conservación como casta de poder, ante la constatación de que el futuro puede obligarles a abandonar la palestra histórica. Conforman, por tanto, un núcleo de poder evidentemente reaccionario.

“La Corporación” no tiene sede social,  o tiene tantas que ninguna aparece como la sede principal, ni está legalizada en el Registro de Asociaciones del Ministerio del Interior, ni es miembro activo y declarado de las diversas asociaciones y grupos de presión. Nunca escucharán a quienes a ella pertenecen admitir su existencia. Su nombre circula sigilosamente, entre susurros, de boca a oído de sus “hermanos numerarios”. “La Corporación” se envuelve en un espeso manto de silencio que la protege. Su ley máxima es la “omertá”.

Pero no nos equivoquemos, “la Corporación” no es una balsa de aceite, carente de tensiones internas. En su interior se viven pequeñas guerras civiles, luchas de poder, enfrentamientos entre las diversas facciones que la componen y que tienen que ver con el mantenimiento o ampliación de las cuotas de poder obtenidas por cada grupo en litigio y no con factores de tipo ideológico, al menos para una parte de sus componentes, por lo que a esto último se refiere.

Aclaremos este último punto, tomando como referencia el caso español, que nos es más próximo, porque es crucial para entender qué se mueve hoy dentro de “la Corporación” y cuál es el carácter de sus luchas internas.

La estrategia de los países de capitalismo avanzado, y específicamente de la UE, –los socios más recientes, provenientes del “socialismo real”, accedieron al capitalismo por la vía de descapitalizar socialmente el Estado y de recapitalizar privada de sus servicios antes de entrar en la Europa de los mercaderes- para afrontar la crisis sistémica es la de la voladura del Estado del Bienestar y la progresiva conversión en servicios de pago de los que antes fueron públicos.

En este contexto de ruptura con las bases materiales en las que se basaba el pacto social –los derechos y las conquistas sociales- la permanencia del sindicalismo mayoritario y burocratizado dentro de las estructuras de poder de “la Corporación” se hacía muy difícil y presentaba rasgos de disfuncionalidad, no porque aquél se sintiese incómodo en el pacto social o con su modelo sindical negociador. La razón principal era que el Gobierno nada tenía que ofrecer sobre el mantenimiento del Estado del Bienestar o la retirada de sus planes de recortes sociales que el sindicalismo domesticado pudiera presentar a su base social como un éxito de su política de concertación.

Pero como en un pacto entre cojos y mancos, el Gobierno PSOE, para aplicar su programa social reaccionario necesitaba del simulacro socialdemócrata del pacto social como CCOO y UGT precisaban con urgencia ser entronizados de nuevo como los interlocutores decisivos para que el plan pudiese ser aprobado con alguna “legitimidad” (2).

Lo decisivo no estaba en el intercambio de cromos del pensionazo por una reforma laboral modificada bajo la fórmula de un despido por causas estructurales, que siempre acabarán siendo estructurales para justificar dicho despido, ni en una supuesta flexibilidad de la edad de jubilación, en un mercado laboral de empleo precario, discontínuo, escaso y “flexible” que impedirá reunir los 38,5 años necesarios para jubilarse con el 100% de la pensión y que supondrá tener que hacerlo muy por encima de los 67 años aprobados, si no se quiere cobrar una pensión de mierda.

La clave está en el ataque antisindical desde patronal, PP y Gobierno, que en su reforma laboral ya había dañado la obligatoriedad y universalidad de los convenios colectivos, y en la evidencia de que el Gobierno no negociaría nada que limitase el impacto de las medidas antisociales previstas. Ello convertía al modelo sindical de negociación y concertación en irrelevante para los sectores más a la derecha de “la Corporación”: oposición del PP y patronal de la CEOE. Eso ponía en peligro el estatus de casta de quienes después de muchos años de no pisar un centro de trabajo más que para calentar a la galería afiliada, aún esperaban jubilarse de sindicalistas. Dicho de otro modo, el fin próximo del Estado del Bienestar tiende a negar la necesidad de pertenencia a la hermandad de “la Corporación” a unas burocracias caras para el Estado y la patronal a las que han perdido hace tiempo el miedo porque su aburguesamiento de larga trayectoria les había convertido en gordos tigres de papel que más que miedo daban risa o lástima a sus socios corporativos.

No en otra clave se entiende la convocatoria de Huelga General del pasado 29-S, en la que a pesar de la resistencia a luchar y la apatía de buena parte de sus cuadros sindicales de empresa, CCOO (UGT es sólo el aparcadero de los poco cualificados “socialistas” que no sirven para hacer política en el partido) echó el resto en esa jornada.

El objetivo era dar un toque de atención a sus socios de “la Corporación” y decirles: “aun somos necesarios. Todavía podemos hacer una Huelga General. Si nos mandáis al paro, nos echamos al monte”.

Ni que decir tiene que esa gente nunca se echará al monte porque no hay en ellos otra aspiración que no sea la de encontrar un acomodo al sol del sistema capitalista, trabajar poco y mantener sus privilegios de casta. En realidad mientras ellos sigan bien instalados el retroceso de los derechos de los trabajadores hacia el siglo XIX les importa más bien poco.

De este modo se entienden a quienes justificaban que no se hiciera una nueva Huelga General con “argumentos” basados en que eran los trabajadores los que no deseaban movilizarse, cuando fueron los dirigentes de sus sindicatos y ellos mismos quienes se ocuparon de tirar por la borda el capital de lucha acumulado el 29-S con su denodado esfuerzo desmovilizador desde el día siguiente hasta el día del acuerdo sobre pensiones. O la “inteligente” descalificación de las luchas griegas y francesas contra las políticas de recortes sociales, en base a que, en su opinión no habían logrado nada. Si algo ha logrado ese rosario de huelgas generales ha sido despertar la conciencia de la clase trabajadora de una parte de los países europeos y hacerles ver que las luchas deberán ser sostenidas en el tiempo porque la crisis capitalista será muy larga y profunda.

Los discursos antihuelga de los “sindicalistas” lacayunos contra las organizaciones que sí estuvieron en lucha y movilización los días previos y posteriores al 27-E son casi calcados a los de los esquiroles que actuaron como piquetes tóxicos antihuelga antes del 29-S. “La historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa”

Lo que un día fue un sindicalismo luchador (me refiero a CCOO. UGT no tiene categoría, ni siquiera como material de esquirolaje, para ser mencionada) se ha convertido en una cueva de parásitos en riesgo de paro porque el Estado capitalista y el patrón empiezan a no necesitarlos. Y, después de la traición a los trabajadores efectuada con el acuerdo sobre el pensionazo aún menos, ya que si poca legitimidad moral conservaban entre los trabajadores antes de la pasada Huelga General del 29-S, ahora la que tienen es ninguna y sí un gran rechazo entre asalariados y parados.

Para amortiguar el impacto de su descrédito han escenificado un ritual del cortejo con avances y retrocesos, amagos de riña de novios y requiebros mimosos, de gestión de los tiempos en las palabras y en los silencios, de momentos de supuesta tensión y peligro del acuerdo. ¿Se acuerdan del numerito aquél montado con la propuesta del Gobierno de prolongar la vida las centrales nucleares a cambio de prolongar la edad de jubilación y de las declaraciones tan “dignas e irritadas” de Fernández Toxo de que “alguien en el Gobierno está trabajando para no llegar a un acuerdo”? (3) Convenía transmitir el mensaje de “escollos en la negociación” para disimular la evidencia de que estos apuñaladores del sindicalismo y la movilización hacía ya mucho que habían decidido  dejar la dignidad de los trabajadores con los pantalones y calzoncillos muy por debajo de sus rodillas.

Mientras tanto la derecha oficial del PP, aparentemente incómoda por un triunfo del Gobierno, disfrutaba de saber que tras esta entrega indecente del derecho al disfrute de una vejez digna, a cambio de la supervivencia de una casta mafiosa, será mucho más difícil movilizar a los trabajadores contra las agresiones que perpetrarán contra ellos cuando alcancen el poder próximamente, una vez que el sindicalismo de clase ha recibido el más duro golpe de quienes debieran proteger su dignidad y combatividad.

3) Eso que llamamos izquierda:  
El papel de la izquierda es el de transformar la sociedad en el sentido del progreso, la justicia social, la igualdad y la profundización de unos valores democráticos que no sean un mero ritual de representación política sino que alcancen de lleno el orden económico. Los límites de esa transformación no son los mismos durante los períodos de paz social –Estado del Bienestar- que en momentos en los que la crisis del capitalismo implica el acoso y derribo de todas las conquistas sociales duramente arrancadas por la lucha de clases de generaciones y generaciones de trabajadores.

En el primer caso, la transformación social se ve limitada por las posibilidades de lucha que deja el sistema, que rara vez van más allá de pequeños avances de tipo gradual. En el segundo, la necesidad de agudizar la lucha de clases y la confrontación contra el sistema capitalista exige giros marcados a la izquierda.

En cualquier caso, la posición que adopte la izquierda en relación con el constructo al que hemos dado el nombre de “la Corporación” define qué es hoy izquierda y qué derecha.

Izquierda y derecha mantienen una relación dialéctica entre sí, en la que las premisas que una defienda frente a la otra, y viceversa, definen el lugar que ocupa cada una de ellas. Y en esa relación dialéctica “la Corporación” actúa como segmentadora de lo que cada actor político es, más allá de sus enunciados públicos.

En este sentido cabe avanzar que la izquierda es, recurriendo al lenguaje de la otrora nueva matemática, un conjunto vacío. Ese conjunto tiene nombre pero le faltan elementos. Explicaré porqué digo esto.

El PSOE hace muchos años que dejó de ser un partido de izquierda. Su progresismo se limita a ser una respuesta a las demandas expresivas de libertades civiles (derechos de los homosexuales, ampliación de la ley del aborto, mayor presencia de la mujer en los órganos de poder político,...). Lo mismo que en los años 80 del pasado siglo reivindicaba el Partido Radical Italiano o que suelen asumir los partidos liberales. En los económico ha sido un modernizador de las estructuras productivas (reconversión industrial), un muñidor de la concentración del poder financiero (bancario) y un poder político con el que el que los plutócratas han convivido muy gustosamente (Emilio Botín: “a mí con los socialistas me va muy bien”, dicho durante el período de Gobiernos de Felipe González). 

Sus políticas de igualdad (cheque bebé, ley de dependencia, hoy ambos sin fondos) son formas de captación clientelista del voto por cuotas o segmentos sociales. Las auténticas políticas de igualdad habrían tenido que ocuparse, entre otras cuestiones, de la dignificación de los salarios en un país con un 70% de la población activa ocupada mileurista y menos que mileurista, en el que el salario mínimo interprofesional es de 641,50 €. Políticas que hiciesen que la crisis la pagase quien la había producido tampoco formaban, obviamente, parte de su agenda.

En la actual crisis ha asumido, con la más absoluta desvergüenza, las demandas de los 37 grandes del Ibex (reunión de Noviembre de 2011) sobre pensiones, cajas de ahorros y sector energético.

Su reforma laboral está a la altura de las realizadas por los principales gobernantes europeos, subordinados a las exigencias del FMI, el BCE y Bruselas.

Respecto al clan de “la Corporación” el PSOE es su principal promotor, potenciando el oscurantismo en las deliberaciones reales y los pactos a largo plazo que se han venido produciendo y se producirán en los próximos tiempos con sindicatos y patronal. Tanto uno como otros miembros de ese grupo de chantaje sobre los trabajadores españoles sustraen la capacidad de decidir a los afectados sobre cuestiones que, por su envergadura, les competen directamente (reforma laboral, pensionazo, próximo plan  de empleo juvenil) y sobre lo que debieran tener voz y voto (capacidad de decidir en referéndum), ya que será la amplia masa laboral del país la sacrificada por el saqueo de sus derechos en beneficio del capital. El PSOE es el principal auspiciador de este grupo mafioso, que actúa como expresión política de los intereses del capital.

A su izquierda, Izquierda Unida, es la expresión más palmaria de las contradicciones entre el discurso político, de izquierda, y su práctica, cercana a un sector de la cúspide  de “la Corporación” (CCOO y UGT) y copartícipe de la misma en sus estratos inferiores, de acuerdo a su baja representación política.

Para IU, el paulatino deterioro que habían conocido las relaciones entre la organización y CCOO, impulsada en sus primeros años de vida por el PCE (principal organización de IU), durante la etapa de Antonio Gutiérrez como secretario general del sindicato y, de modo aún más marcado, durante la de Fidalgo, significó un hecho dramático. Suponía perder su principal área de influencia y su conexión más directa con el “movimiento obrero” organizado y la casi ruptura con uno de sus principales rasgos de identidad.

Con la llegada de Fernández Toxo a la dirección de CCOO, la de IU establece algunos acercamientos al núcleo dirigente del sindicato, acercamientos que habían sido imposibles durante el “mandarinato” de José María Fidalgo. Toxo, que hasta su nombramiento había sido un jerarca obediente a Fidalgo se destapaba ahora, no como sindicalista de izquierda, que nunca lo fue, sino como un nuevo secretario general algo menos indigno que el “apaleado (por vendeobreros) de Sintel”. Ahora vemos lo que ha dado de sí su recorrido. La salida de Julio Anguita, demasiado radical para estos sindicalistas de alfombra, de la Presidencia de IU y el posterior período “realista” de la nueva dirección de IU, más próxima a entendimientos con el PSOE (referencia política de CCOO y UGT) facilitaría dicha aproximación.

El período previo a la Huelga General del 29-S pasado, con una larga etapa de abandono del trabajo sindical de base, el aletargamiento de la vida interna de las secciones sindicales, la sustitución de la movilización y la lucha por la influencia mediática, buena parte de ella de dudosa eficacia (videos del Chiquilicuatre, declaraciones de Toxo de que “la huelga general es una gran putada”), la convocatoria de la huelga de funcionarios por correo electrónico, el aburguesamiento y el gandulismo sindical de buena parte de los delegados de empresa...hicieron más necesario que nunca el apoyo de los partidos de izquierda y los movimientos sociales y ciudadanos a dicha convocatoria. Sin ese apoyo la huelga, probablemente, habría fracasado.

La presencia de Toxo y Méndez en la fiesta del PCE, unos días antes (18 de Septiembre pasado) de la Huelga General, pudo crear a este partido y a IU el espejismo de que el acercamiento a los sindicatos mayoritarios era aún mayor del previsto. Nada más lejos de la realidad. Simplemente, como en otras ocasiones, son la muleta de la que se sirven cuando han de aparentar el simulacro de presionar por la izquierda al Gobierno PSOE.

Pero aquí no hay víctimas ingenuas ni inocentes sino utilizaciones mutuas. Entre pillos anda el juego.

CCOO y UGT sabotearon, desde el día siguiente de la Huelga General, sabotear todo la fuerza social recogida en esa jornada de lucha. Se trataba de desmovilizar con su silencio sospechoso (mientras tanteaban su regreso a las mesas negociadoras de “la Corporación”), de acallar y pacificar a sus afiliados, algo bastante fácil, por otro lado, de hacer que el tiempo fuese convirtiendo en retazos de un sueño borroso que un día no lejano hubo una Huelga General en España. Eran las 30 monedas de plata de su traición, el coste que debían pagar para volver a convertirse sus dirigentes en personajes estrella de un “sindicalismo del sí señor”.

En todo ese tiempo la dirección federal de IU criticó la política del Gobierno del PSOE, opinó que era necesaria otra Huelga General y no dijo esta boca es mía respecto a la actitud desmovilizadora de CCOO y UGT. ¿Casualidad? ¿Ustedes lo creen? Yo no. ¿Hizo presión desde la movilización, como en su día realizó (28 de Junio de 2010), tras su asamblea de refundación, en la que concentró a 15.000 personas en la Plaza Mayor de Madrid? Yo no he visto muchas en ese período. ¿Y ustedes? Lo cierto es que a IU no se le pueden pedir las mismas exigencias que a otras organizaciones políticas a su izquierda mucho más débiles.

Pero la cosa no acaba aquí.

El 8 de Enero del presente año se iniciaron las conversaciones sobre la reforma de las pensiones entre Gobierno, por un lado, y CCOO y UGT, por el otro. Desde el principio se hizo palpable una “extraña sintonía” que indicaba que habían existido contactos previos y que los tiras y aflojas, los entendimientos y desencuentros, iban a ser algo así como el tongo de un combate de pressing catch entre “Demoledor Man” y “La Bestia Parda de Barbate”: torpe espectáculo para la galería. Negarlo entonces y negarlo ahora es estupidez o cinismo, o ambas cosas a la vez. Y eso se entendió muy bien cuando llegaron las rebajas de Enero y Gobierno y sindicatos mayoritarios hablaron de pactos globales que fueran más allá de la reforma de las pensiones. Se trataba de que los últimos se hicieran para el Estado más necesarios que nunca, no fuera que acabase cerrándose el grifo de las subvenciones.

Pues bien, IU volvió a las andadas, cuando lo que estaba sucediendo era algo más que claro y su dirección lo sabía porque muchos de sus cuadros políticos lo son, a su vez de CCOO: crítica a las propuestas del Gobierno sobre los años de cotización necesarios para cobrar íntegramente la pensión y los 67 años de edad de jubilación, alusión a la necesidad de una Huelga General, sin mucho entusiasmo (de nuevo, ausencia de campaña federal al respecto). Mutismo sobre la actuación de CCOO y UGT. Vale, admitimos confianza y respeto a las decisiones de los sindicatos mayoritarios como mentira piadosa.

¿Y una vez alcanzado el pacto entre Gobierno y CCOO y UGT sobre la reforma de las pensiones, que dijo Cayo Lara o IU Federal al respecto? “Miró al soslayo, fuese y no hubo nada”, que diría Cervantes.

¿Qué explica este comportamiento de IU? Sencillamente que la máxima de “pillar cacho” se impone sobre el ser consecuente, que perder la mínima influencia que creen haber recuperado sobre CCOO está por encima de un comportamiento realmente de izquierda, que supondría no dejar de denunciar la traición de clase cometida por estos quintacolumnistas del capital y romper con ellos, para apostar por un auténtico sindicalismo de clase, aunque sea más débil. Al fin y al cabo, el argumento de que la mayoría de los trabajadores organizados estén en CCOO y UGT para justificar su no ruptura con ellos es tan bueno como el de que la mayoría de los trabajadores votan PSOE y PP.

Es lo mismo que sucede cuando se critica la política del Gobierno PSOE pero se callan sus corruptelas urbanísticas (Sevilla), porque IU ostenta una tenencia de Alcaldía en la ciudad, o se mantienen pactos municipales y autonómicos en “gobiernos de progreso” que aplican recortes sociales (Asturies) como lo hace el Gobierno de la nación. Demagogia y oportunismo, decir una cosa y hacer otra. ¿Es eso izquierda? Yo creo que no.

Es obsceno estar obsesionado con no perder la escasa presencia parlamentaria, autonómica y municipal, estar todo el día con el raca-raca de pedir que a uno le voten (como si en un Parlamento futuro dominado por el PP tener más escaños cambiase algo), no hacer nada para ganarse a pulso de luchas en la calle ese voto y no ser consecuente cortando en cualquier escala de la representación pública las relaciones con los neoliberales a los que condenan.

Más bien lo que se detecta es un discurso antineoliberal, sin ir mucho más allá, con propuestas puramente keynesianas, como las del PSOE antes de la crisis (pretendiendo heredar su voto, en vez de impulsar una conciencia radical de izquierda), de una organización con una visión pequeñoburguesa (compartida por toda su dirección, no por una parte de ella) de lo que significa izquierda, que se obsesiona por no perder su cuota ínfima de poder en los alrededores de “la Corporación”.

Cuando la crisis sistémica del capitalismo demuestra que no hay salidas dentro del mismo, entender que la demandada “dictadura de los trabajadores” (Cayo Lara.13 de Noviembre de 2010) pasa por porque se aplique la Constitución deja bien a las claras que el carácter izquierdista de sus dirigentes se agota en el ratón que produjo el parto de los montes.

¿Y la izquierda a la izquierda de la izquierda?

En ella hay de todo, como en botica. Pero en general, se observa un esfuerzo por colocar la lucha de clases en el centro de las resistencias contra los recortes de derechos sociales que impone el capital y sus esbirros políticos y sindicales, una voluntad de lucha y confluencia con las múltiples movilizaciones que se han experimentado alrededor de la fecha del 27-E y que parecen tener intención de continuar, con las dificultades derivadas de hacerlo tras la imposición del pensionazo. Sin su concurso, la importancia de las movilizaciones, acalladas por falsimedia y los “periodistas” en nómina de los poderes económicos, políticos y mediáticos, hubiera sido indudablemente menor.

Le faltan muchas cosas imprescindibles –claridad estratégica, definición de objetivos políticos más allá de las consignas, reforzamiento de la unidad de acción, superación de sectarismos entre todos los que sí luchan,...- pero en ella están los mimbres de las revueltas que, más temprano que tarde, han de venir, a medida que se agudice la crisis y las contradicciones sociales que su agudización estimulará.

En lo sindical, las organizaciones de tipo alternativo necesitan ahondar mucho más en sus esfuerzos por superar la división en múltiples grupos atomizados que, unidos en un proyecto que vaya más allá de la mera confluencia de luchas, más o menos unitarias, podrían poner en jaque al desacreditado sindicalismo de burócratas, vividores y pisaalfombras de edificios nobles. Es necesario avanzar desde la unidad de acción a la unidad orgánica, superar las divisiones provenientes de estériles diferencias que, las más de las veces, ocultan un espíritu del chiringuito y un temor a superar el síndrome de Peter Pan. Cuando hay unidad de acción se pone en evidencia que es posible mover la calle, al menos casi tanto como lo han hecho CCOO y UGT en esa penosa procesión de delegados sindicales del 18 de Diciembre en la que Toxo amago con la Huelga General.   

No quiero dejar pasar por alto la incongruencia de un sector de la izquierda alternativa que, si aunque critica abiertamente el pacto de las pensiones y la actitud sindical durante las negociaciones, así como el rechazo de CCOO y UGT a realizar una segunda Huelga General, diversifica riesgos, apostando a su vez por el sindicalismo combativo y permaneciendo dentro del burocrático y entreguista de CCOO.

Como si se tratase de jóvenes “skaters” montan a la vez sobre dos monopatines que se mueven simultáneamente en direcciones opuestas. La posibilidad de que su credibilidad política acabe por trastabillar y darse el gran morrón contra el suelo, quedando en evidencia el discurso sobre el “hacer lo que se dice y decir lo que se hace”, y que todo el mundo pueda ver su doble apuesta como puro oportunismo, es casi certera.

Establecer una equidistancia crítica, modulada, hacia la derechización más vil del sindicalismo de CCOO y UGT y el “sectarismo” existente en el sindicalismo combativo, desautorizando a ambos a similar nivel es falaz y sucio. Nunca alcanzarán las evidentes insuficiencias y defectos del sindicalismo alternativo la abyección de la que son poseedores exclusivos estos nuevos sindicatos verticales.

Si se admite, en privado, que CCOO y UGT son irrecuperables para la lucha, como han demostrado la limitación y escasez de las disensiones internas provocadas por el acuerdo sobre la ley de pensiones, ¿para qué permanecer dentro cuando hacerlo es dar un aval, por acción u omisión, a sus prácticas internas? ¿Qué utilidad tiene para la clase trabajadora no hacer un llamamiento a abandonarlos en masa para afiliarse al sindicalismo alternativo? ¿Qué eso no pasa porque lo que hacen muchos de los que se desafilian de CCOO es pasarse al sindicalismo gremialista y amarillo? ¿Cuál es la diferencia HOY entre la práctica sindical de los mayoritarios y los llamados amarillos? ¿Qué eso suceda no indica hasta qué punto la práctica sindical de CCOO y UGT derechiza a sus afiliados? ¿Acaso debilitarlos no sería, quizá, la única posibilidad de que tomaran nota sus miembros más conscientes y dieran una batalla por cambiarlos? ¿No será que los motivos por los que se diversifican riesgos, poniendo los huevos en cestas distintas son otros y menos explicables de un modo airoso?

Cuando no se está abierta y decididamente enfrentado a un tipo de práctica antiobrera y cuando se calla, ante lo que debiera convertirse en denuncia activa, se está haciendo, consciente o inconscientemente, un guiño desde fuera de “la Corporación” a ésta. No se transforma el mundo si no se entiende que éste ha de ser cambiado de base y que contemporizar, en lo más mínimo, con quienes nos traicionan tiene un punto de complicidad. El sistema nos integra cuando permitimos que lo haga. Pactar con él, siquiera treguas para tomar aire o los términos y límites de la confrontación, lleva directamente a acabar siendo parte del mismo. Y CCOO y UGT son el sistema, en su brazo sindical.

Para terminar, volvamos a la definición de la izquierda hoy como conjunto vacío. Cabe hablar de partidos que se dicen tal y son pura derecha, de partidos que pretenden ser de izquierda pero están integrados en el sistema porque les preocupa más el cacho institucional que hacer de la institución sólo un barómetro del crédito ganado en la calle y de partidos que, desde fuera del sistema, lo condenan y combaten pero mantienen un píe dentro de su puerta, a través de una relación con lo que es parte intrínseca e irrecuperable para la lucha. Esa es hoy la realidad de la práctica totalidad de lo que culturalmente llamamos izquierda, su drama y su limitación para llegar a ser.

A riesgo de ser acusado de moralista diré que la base moral de un proyecto revolucionario y anticapitalista y la consecuencia con ella es tan importante como el proyecto mismo porque nos señala la práctica a seguir.

Sólo desde una regeneración moral de la izquierda, desde la constatación de que ser antisistema no puede ser simplemente una bonita etiqueta sino una práctica necesaria, desde una ruptura absoluta con lo que ha unido su supervivencia como organización a la pervivencia del propio sistema, porque de él se alimenta en dinero, poder e influencia, será posible ganarse la credibilidad y el respeto de una creciente mayoría que ha deslegitimado ya a esa “Corporación”, que no es otra cosa que la parte más parasitaria de las estructuras políticas y económicas del capitalismo. Y ese es el primer reto para reconstruir hoy a la izquierda, sus valores y su praxis: la credibilidad.     





NOTAS:


28 de enero de 2011

UNA REFORMA QUE REDUCIRÁ LA CUANTÍA DE LAS PENSIONES UN 20%


Los sindicatos aceptan una propuesta denostada hace sólo unos días. El Ejecutivo lo tiene en bandeja: además del consenso político, Zapatero podrá exhibir un pacto social.

Expansión.com
Los sindicatos han pasado página. A pesar de que las centrales han venido calificando la medida del Gobierno de retrasar la edad de jubilación como una “ofrenda a los mercados” a todas luces “injusta e innecesaria”, finalmente han dado su brazo a torcer al apalabrar un “principio de acuerdo”, según anunció ayer triunfante el Gobierno, para reformar el sistema público.
Aún se desconoce la letra pequeña de este acuerdo, pero las dos medidas que ya están atadas –elevar a los 67 la edad legal de retiro y ampliar el periodo de referencia para calcular la pensión– supondrán en conjunto un recorte medio de las futuras prestaciones del entorno del 20%, según los primeros cálculos de los analistas.
La primera dentellada viene por la vía de subir de 15 a 25 años el periodo de referencia para calcular la pensión. Eso es así porque, habitualmente, un trabajador acumula el mejor salario en los últimos años de su vida. Al ampliarse esa horquilla, se incorporan ejercicios con bases más pequeñas, lo que presiona a la baja la pensión. Diego Valero, profesor de la Universidad de Barcelona, estima que cuando entre de lleno esta novedad –que se implantará gradualmente a partir de 2016 ó 2018– las prestaciones perderán de media un 10,7%, aunque matiza que el recorte exacto dependerá de la carrera profesional de cada uno.
Así, para una pensión media de 887,6 euros al mes, la bajada será de 94,9 euros mensuales, más de 1.100 euros en un solo año. Por contra, la Seguridad Social ahorrará con la medida dos puntos del PIB, según se desprende de los cálculos que envió el propio Ejecutivo a Bruselas a principios del pasado año.
El segundo ingrediente estrella de esta reforma, la jubilación a los 67 (de la que sólo se podrán librar los trabajadores que demuestren tener 38,5 años cotizados), también tendrá un impacto importante. Gracias al retraso en dos años de la edad de retiro, las arcas públicas ahorrarán dos puntos de PIB, pero la peor parte se la lleva el trabajador, que verá reducida su pensión entre el 12% y el 15% de media, según los autores de un estudio realizado conjuntamente por la Universidad de Extremadura y la de Valencia premiado por la Fundación Edad & Vida y Vida Caixa.
En conjunto, las dos medidas citadas se traducen en un recorte del 22,7% de las pensiones, una cifra algo inferior a la que llegan los profesores del IESE Díaz-Giménez y Díaz-Saavedra cuyos cálculos, por cierto, citó el histórico sindicalista de UGT José María Zufien en La Factoría.
Para estos economistas, aumentar la base reguladora hasta los 20 años (la que sirve para calcular la cuantía de las pensiones) reduciría la prestación media un 6%. Éste fue el primer escenario que barajó el Gobierno, pero finalmente la franja se ha subido a los 25 años, lo que equivaldría a una reducción del entorno del 8%. A la vez, según estos economistas, al retrasar dos años la edad legal de jubilación se estaría hablando de un ajuste equivalente a otro 10% adicional. En total, apuntan a un recorte del 26% de las pagas, sin tener en cuenta posibles efectos correctores que suavicen su impacto.
Con este apretón de tuercas el Gobierno espera poder ahorrar cuatro puntos de PIB a partir de 2030 (40.000 millones). De este modo, el gasto en pensiones, que está previsto que se sitúe en el entorno del 16% hacia 2050, se conseguiría mantener en el 12%. Actualmente, supera el 9% del PIB.
La reforma de la que todos renegaron ante los micrófonos
-13 de febrero de 2010. La vicepresidenta Salgado aclara a la opinion pública que “ampliar el periodo de cotización para el cálculo de la pensión no es ni va a ser una propuesta del Gobierno”. Salía así al paso de las críticas vertidas sobre la “ambiciosa” reforma que el Ejecutivo prometió a Bruselas.
-18 de diciembre. Los secretarios generales de CCOO y UGT, Fernández Toxo y Cándido Méndez, alertan de que el conflicto social se “recrudecerá” si el Gobierno sigue adelante con la intención de elevar la edad de jubilación a los 67 años, tal y como había señalado Zapatero un día antes.
-18 de febrero de 2011. Los sindicatos insisten en que la ampliación de la edad de retiro es una “línea roja” en las negociaciones. Toxo señala que Zapatero “tiene en sus manos evitar una nueva huelga general”. “Es una medida injusta e innecesaria”, apunta. Y acto seguido añade que la jubilación a los 67 es “una ofrenda a los mercados”.
-5 de enero. “No tenemos ninguna intención de convocar una huelga general”, admitía el secretario general de UGT de Catalunya, Josep Maria Álvarez. “Pero si el Gobierno busca la confrontación, entonces tendremos que estudiarlo”.
La letra pequeña
La mitad de los trabajadores afiliados a un sindicato tiene más de 50 años; no les afectará la jubilación a los 67.

Las centrales podrían justificar así una reforma incómoda para sus bases.
http://www.expansion.com/2011/01/28/economia/1296171369.html