27 de enero de 2012

MANIFESTACIÓN EN APOYO A GARZÓN Y CONTRA LOS CRÍMENES DEL FRANQUISMO




LAS RAÍCES IDEOLÓGICAS BURGUESAS DEL CIUDADANISMO

Marcelo D. Cornejo Vilches. Kaosenlared.net

Fue Alfred Marshall quién en 1873 en su obra “El futuro de la clase obrera” planteó las bases de la vasta literatura en la que se funda el actual sustrato ideológico “ciudadanista” tan de moda en algunas regiones del planeta.

Sin embargo, es necesario recordar previamente que Alfred Marshall es parte principal de aquel movimiento teórico desatado por la burguesía decimonónica inglesa, contemporánea de Marx, la que se vio bastante complicada por el ascenso teórico y político del movimiento obrero, por lo que comenzó a buscar nuevos explicaciones para los problemas económicos poniendo proa a una singular campaña de silenciamiento y persecución de la teoría valor-trabajo y de la explotación capitalista para, de este modo, generar las condiciones de incorporación de los trabajadores al sistema político en un marco de progresiva participación en el consumo masivo que suponía la fe en el crecimiento del mercado capitalista. Si la Iglesia Católica había proscrito las teorías de Copérnico y había condenado a muerte a Galileo, la burguesía acometía similar crimen contra la teoría del valor y de Marx.

En esta perspectiva, aparecieron una serie de obras, entre las que destaca “Principios de Economía” (Alfred Marshall, Inglaterra 1890). El principal argumento de este libro se sintetiza en la idea de que todo comportamiento humano está presidido por el deseo de maximizar el placer obtenido de las cosas. Sería ocioso nombrar a la totalidad de teóricos que trabajaron tras este juicio, pero esencialmente todos convergieron en las siguientes conclusiones: a) La economía debía calcular matemáticamente la relación psicológica entre el hombre y las cosas. De esta manera se desarrolla el concepto de utilidad marginal. b) La sociedad se compone de individuos egoístas que buscan aumentar el placer que generan los bienes y maximizar sus ingresos monetarios. c) La economía deja de estudiar la producción y distribución desde el punto de vista de las relaciones sociales (hombre-hombre) y pasa a ocuparse del estudio de las relaciones entre hombre-cosa. Es decir, comienza a estudiar la actitud del hombre con necesidades ilimitadas frente a la ley de la escasez. Con esto desaparece el concepto de economía política y pasa a llamarse simplemente economía. En consecuencia, la ciencia económica pasa a estar presente en todos los dominios de la vida humana en tanto los hombres deban jerarquizar fines en un plano de necesidades ilimitadas y medios siempre escasos.

Pero además, Marshall subrayó la necesidad de contar con un fuerte sistema educacional cuyo fin último era dotar a los individuos de la suficiente capacidad analítica para discriminar y rastrear la información sobre los precios. Si se conoce la información, el individuo elige bien y el mercado funciona de manera óptima. El principal mecanismo de medición de precios es el dinero, sostenía A. Marshall, que “es con mucho una medición de motivos tan inmejorable que ninguna otra puede competir con ella”. Este principio económico extrapolado al ámbito político describe a una clase obrera camino hacia la desaparición frente al robustecimiento y profundización de la educación. La clase obrera terminaría convirtiéndose en una clase de caballeros que con mayor educación reclamarían su ciudadanía y participación en la toma de decisiones públicas.

El idealista y aristocrático Marshall afirmaba que los obreros se caracterizaban por soportar una carga de trabajo pesada y excesiva. A su juicio, los trabajadores están desarrollando “cada vez más una independencia y un respeto hacia sí mismos, y, con ello, un respeto cortés hacia los demás; están aceptando cada vez más los deberes privados y públicos de un ciudadano”. Agregaba que, “Cuando el avance técnico ha reducido el trabajo pesado a un mínimo y este mínimo se reparte en pequeñas proporciones entre todos, entonces, en tanto en cuanto las clases obreras son hombres que tienen que hacer ese trabajo excesivo, las clases obreras habrán desaparecido”.

La discusión sobre la ciudadanización quedó planteada en esos términos hasta que medio siglo más tarde otro Marshall, esta vez Thomas Humphrey Marshall, catedrático y director del Departamento de Ciencias Sociales en la London School of Economics, precisaría la relación entre economía y política iniciada por Alfred. Su magistral y fundacional Conferencia “Ciudadanía y Clase Social”, está construida en un contexto de épicas luchas por dotar a la sociología de estatus científico y académico dentro de las ciencias sociales. Su problemática derivaba de las aportaciones de Alfred Marshall y su método para entender la economía: la combinación de modelos matemáticos y la psicología.

Este destacado sociólogo inglés le respondía a Alfred en 1949 que “A riesgo de parecer un sociólogo típico, comenzaré proponiendo una división de la ciudadanía en tres partes, pero el análisis no lo impone, en este caso, la lógica, sino la historia. Llamaré a cada una de estas tres partes o elementos, civil, política y social. El elemento civil se compone de los derechos necesarios para la libertad individual: libertad de la persona, de expresión, de pensamiento y religión, derecho a la propiedad y a establecer contratos válidos y derecho a la justicia. Éste último es de índole distinta a los restantes, porque se trata del derecho a defender y hacer valer el conjunto de los derechos de una persona en igualdad con las demás, mediante los debidos procedimientos legales. Esto nos enseña que las instituciones directamente relacionadas con los derechos civiles son los tribunales de justicia. Por elemento político entiendo el derecho a participar en el ejercicio del poder político como miembro de un cuerpo investido de autoridad política, o como elector de sus miembros. Las instituciones correspondientes son el parlamento y las juntas del gobierno local. El elemento social abarca todo el espectro, desde el derecho hasta la seguridad y a un mínimo bienestar económico al de compartir plenamente la herencia social y vivir la vida de un ser civilizado conforme a los estándares predominantes en la sociedad. Las instituciones directamente relacionadas son, en este caso, el sistema educativo y los servicios sociales.”(1)

En consecuencia para T.H. Marshall el concepto de ciudadanía tiene, por tanto, tres componentes: el civil, el político y el social. Los derechos civiles surgieron con el nacimiento de la burguesía, durante el siglo XVIII, en su lucha contra los privilegios de la aristocracia, y se fraguaron alrededor de la propiedad privada, la igualdad ante la ley, la libertad de comercio y de expresión. Los derechos políticos se alcanzaron a lo largo del siglo XIX con el acceso paulatino al sufragio universal, que reflejó en buena medida las reivindicaciones de la clase trabajadora, y por último, los derechos sociales a la educación, el trabajo, la salud y las pensiones se han ido adquiriendo a lo largo del siglo XX con el desarrollo del Estado de bienestar y la conquista de las reivindicaciones sociales.

Por consiguiente, la extensión de los derechos de ciudadanía reduce ciertas desigualdades sociales, especialmente las que van unidas al mercado, de tal manera que la posesión de la propiedad ya no es el determinante de su renta real. Esta se ve notablemente modificada por la redistribución de bienes y servicios a través del Estado. Los efectos de esa política darían pie a nuevas formas de consenso y cooperación social en una sociedad caracterizada por la división de clases y la economía de libre mercado.

Por eso, la teoría de la ciudadanía pone un énfasis especial en la igualdad, subrayando la importancia y el respeto a la dignidad humana más que a la igualdad material. Es partidaria y apoya la democracia y trata de extender el principio de la participación de los ciudadanos en todas las esferas de la vida pública y sobre todo en el mundo del trabajo. En este sentido, el Estado es considerado como un instrumento de armonía social, puesto que todos formamos parte de él y debe estar comprometido con nuestro bienestar.

Sin embargo, detrás de este corpus teórico está el “socialismo Fabiano” o “socialismo ético”, concepción ideológica caracterizada por: a) Un compromiso claro con los principios de libertad, igualdad y fraternidad, y la fe en el poder de las virtudes morales para perfeccionar a las personas y ennoblecer a las naciones. b) Sus representantes luchan por la igualdad de las condiciones sociales como fundamento del progreso y del respeto a la persona humana, base del desarrollo de los derechos del individuo, tanto civiles como políticos. c) Su sentido de la historia, su teoría de la personalidad y de la sociedad sitúan la motivación moral como el móvil principal de la conducta personal y de la organización social, pero son contrarios tanto al determinismo evolucionista liberal como al historicismo, porque los seres humanos son libres en cualquier circunstancia para forjar su propia historia, por tanto ni el socialismo es inevitable ni las conquistas sociales y políticas que se han alcanzado hasta hoy son irreversibles. Por eso consideran el proceso histórico como una lucha continua para alcanzar el desarrollo de sus principios morales. (Aquí enlaza con el relativismo cultural). En definitiva el socialismo Fabiano se propone avanzar en la aplicación de los principios del socialismo utópico mediante reformas graduales. En este sentido el socialismo deja de ser un movimiento revolucionario, para convertirse en “una etapa” en el desarrollo y la evolución tranquila y pacífica de las instituciones existentes. Por esta razón, los fabianos son partidarios de la propiedad pública de los medios de producción para acabar con el desorden económico y los abusos provocados por el capitalismo. También desean la extensión de la sanidad y la educación gratuita para todos los ciudadanos, así como la regulación detallada de las condiciones de trabajo para acabar con la lacra de la explotación infantil y los accidentes de trabajo.

¿Por qué es importante recordar los antecedentes teóricos del concepto “ciudadanía”?
En la actual coyuntura de lucha ideológica y de clases sociales es fundamental poner las cosas en su lugar.

Uno de los ejes de ofensiva teórica e ideológica de la burguesía en la sociedad dice relación con el concepto ciudadanía y ciudadanización de la política a contrapelo de la comprensión de la historia y la sociedad en perspectiva de lucha de clases. En este sentido, la ciudadanía vendría a ser un valor esencialmente democrático que trasciende las diferencias sociales y que “integra” a partir de “la diversidad”. Una “ciudadanía movilizada” puede forzar sin mayor costo social y sin violencia a los dueños del poder para conceder mayores espacios de participación y libertad. Tal como nos planteaba Alfred Marshall, para los “ciudadanistas” la clase obrera se ha ido diluyendo con el progreso cultural y tecnológico, perdiendo su sitial como gestor y motor de la historia universal. El ciudadanismo ha ido tomando diversos rótulos y formas, entre los más “de moda” ha estado el “movimiento de los indignados”, “los Foros Sociales”, “la sociedad civil”, “las multitudes”, “las ONGs”, “las clases medias”. Estos grupos auto organizados en lo local son la fuerza motriz que dirige la emancipación de la sociedad adaptándola de este modo a la lógica democrática. Se evita así el enfrentamiento directo con los centros de poder y sus fuerzas materiales y subjetivas. En consecuencia, los asambleístas y ciudadanos descubren que la política y la potencia del cambio social están en las calles, en los barrios, en la iniciativa popular, en las cooperativas y centros culturales.

Pero, al escarbar un poco más en la teoría ciudadanista nos encontramos con los preceptos básicos de la “economía moral”, sustancia básica de todo el discurso que pone como principal agente de cambio histórico al “ciudadano”. Este concepto fue elaborado por el historiador británico E.P.Thomson que a su vez es referencia fundamental de historiadores que actualmente sustentan la teoría ciudadanista como Gabriel Salazar. La “economía moral” es la base explicativa del comportamiento social frente a los problemas económicos e históricos tales como la inflación, el estancamiento, la cesantía. De aquí derivan las exigencias por “el derecho al trabajo”, “el salario ético”, “sueldos justos”, “precios justos”. Su entelequia reside en la equidad y justicia conseguidas por comunidades cuyos principios de cooperación mutua y subsistencia priman sobre la búsqueda individual de ventajas materiales. No se busca el beneficio a cualquier precio. En esta economía moral es esencial la “transparencia” conseguida con información oportuna y cualificada que, los individuos y comunidades, usan para escoger y elegir “el bien o el servicio” con menor impacto posible en las tradiciones, culturas, medio ambiente, etc. De este modo, tanto la independencia individual como la atomización local comunitaria en pequeños grupos, son objetivos a conseguir por sobre cualquier consideración colectivista que implique “alterar” las particularidades de cada individuo o comunidad. Por ejemplo, no se persigue apoyar proyectos sociales y políticos macros, tampoco se busca transformar la estructura social global, ni menos aún se busca la instalación o construcción de proyectos de desarrollo con carácter de clase, aún cuando estos persigan un aparente beneficio o bienestar colectivo. La “multitud”, ese gran espectro de individuos y comunidades locales carentes de esas pesadas cargas orgánicas y políticas propias de “los antiguos movimientos populares”, o “los antiguos movimientos obreros”, viene a reemplazar conceptualmente a la “antigua lucha de clases”, diluyendo y superando la heterogeneidad y desarticulación orgánica propias de aquellas individuos y comunidades que se rebelan o amotinan en defensa de la subsistencia o su nicho ecológico.

A este moralismo se le debe asociar también el “maltusianismo”, incluso cierto “catastrofismo milenario”, toda vez que es un mito arraigado en los círculos ciudadanistas y ecologistas, una supuesta progresión geométrica en el ritmo de crecimiento de la población en contraste y tensión con el aumento aritmético de los recursos para su supervivencia. Por esta razón, el nacimiento de nuevos seres humanos aumentaría la pauperización gradual de la especie humana e incluso podría provocar su extinción y catástrofe. A partir de aquí se deriva también la idea de construir “una economía solidaria” mediante la caridad y ayuda a los pobres “carentes de recursos”.
En esta misma línea debe asociarse también “el desarrollo sustentable” y “el capitalismo verde”, toda vez que el capital requiere ajustar mecanismos que aminoren el impacto degradador en los ecosistemas. De este modo, la necesidad de garantizar la acumulación y reproducción del capital a futuro, exige que el mercado enfrente la crisis ambiental creando ramas de producción y patrones de consumo “verdes y limpios”, todo lo cual permite dar una salida viable o “sustentable” a la crisis ambiental y energética en los marcos tradicionales del capitalismo. Todo esto por cierto, sin necesidad de recurrir a una profunda transformación en las relaciones sociales y de producción así como de las estructuras económicas. En este sentido este “capital sustentable” es un concepto de riqueza propio de la post modernidad que se propone un uso sostenible y racional de la naturaleza y el medio ambiente. De esta manera, por ejemplo, la actual crisis alimentaria es explicada por el excesivo consumo de algunos grupos humanos en detrimento de otros que se reproducen más aceleradamente. En esta concepción no se vislumbra como problema fundamental las leyes internas de la reproducción y ampliación de la acumulación del capital que destina una mayor proporción de medios de producción y mercancías a ramas que aseguran mayores cuotas de plusvalía y tasas de ganancia en detrimento de la satisfacción de necesidades sociales globales.

Pero, el moralismo económico de los ciudadanistas se ve robustecido con la antropología social en tanto se consagre como silogismo el conocimiento social obtenido por medio del rescate a las especificidades y particularidades antes ignoradas como hojarasca por el modernismo vanguardista, tales como las costumbres, relaciones parentales, medios de alimentación, salubridad, mitos, creencias y relaciones de los grupos humanos con el ecosistema. La búsqueda de lo particular previamente desechado por las estructuras omnipresentes será una de las cualidades que tanto florecimiento tendrá en la constelación post modernista.

Si combinamos las ideas anteriores con el post modernismo, pronto entenderemos nítidamente por qué el ciudadanismo es un subproducto ideológico esencialmente burgués. Y esto es así porque el post modernismo declara fracasados todos los proyectos históricos de emancipación global simplemente porque es imposible lograr la revolución. Bajo distintas condiciones históricas, todas las revoluciones o intentos revolucionarios fracasaron, nos interpelan los post modernistas. En consecuencia, desaparece todo compromiso con los grandes proyectos políticos. Los grandes relatos se hunden, las “vanguardias fracasadas y derrotadas” ya no pueden seguir tutelando a los “sujetos sociales de carne y hueso”. Se termina así con una de las facetas del modernismo a saber, el verticalismo histórico. Emergen así la hibridación, la cultura popular, el descentramiento de la autoridad intelectual y científica, la desconfianza ante lo colectivo, la deslocalización comunitaria, la desconexión social, la virulencia de lo particular sobre lo general, el autoconocimiento por sobre el conocimiento colectivo.

Este marco ideológico sirve para el predominio del “relativismo cultural”, aquella actitud o análisis que se esfuerza por comprender la realidad a partir de las particularidades propias y profundas que cada cultura tiene. En este sentido, todos los puntos de vistas son válidos porque no existe un patrón moral o cultural superior a otro, pues los valores están determinados por el medio social y geográfico concreto en que surgen. Se combate así “el universalismo” al que tiende el modernismo y todos sus proyectos históricos globales asociados, incluyendo a las revoluciones y sus aspiraciones “totales” y finales. De este modo, los individuos juzgan a otros grupos en relación a su propia cultura o grupo particular. Se niega de esta manera la uniformización del modernismo. Por consiguiente, el contenido de lo que significa “racional” y lo “sensato” deja de tener validez universal. Cada cultura valora de acuerdo a su propia experiencia lo que es racional o sensato. ¿Tiene alguna cabida la revolución social, la lucha de clases, la política de la vanguardia en este tipo de concepción ideológica? No, simplemente porque a este relativismo moral le es muy fácil asociarle el “nihilismo existencial” donde nada tiene un valor o significado intrínseco y donde la vida, en tanto juego, tiene como único alcance válido lo “lúdico”, el azar y el hedonismo. Por esta razón hay que “deshacerse” de todas las ideas preconcebidas para dar paso a una vida con opciones abiertas de realización, una existencia que no gire en torno a cosas inexistentes y utópicas como “la revolución”. Si se sigue por este camino, a los ciudadanos sólo les basta asumir que son ellos el poder de donde emana la soberanía para que puedan realizarse los cambios y deseos que reclaman. Esto viene a ser una posibilidad concreta, sin mayor costo social y compatible con la idea de que todo individuo puede conseguir sus propósitos con sólo desearlos. No vale la pena sacrificar la satisfacción existencial inmediata por proyectos ideológicos ya derrotados. Es mejor luchar por un petitorio de demandas concretas realizables aquí y ahora con el menor costo social posible.

Peor aún, si antes los partidos políticos cumplían el rol de conductores de los grandes movimientos de masas, hoy, bajo las concepciones deslocalizadoras y desuniversalizadoras, el vacío dejado por las vanguardias y partidos políticos es llenado por las ONGs, verdaderas vértebras de los movimientos ciudadanos. Sin embargo, las ONGs concebidas como estrategia amortiguadora de los conflictos sociales frente a las súper estructuras, que generan fuentes de trabajo e ingresos para numerosos intelectuales, profesionales y técnicos; pronto caen en lo que uno de los destacados políticos latinoamericanos aliado de las tesis ciudadanistas, el Canciller boliviano García Linera, denomina “oenegismo” o “enfermedad infantil del derechismo”. Esta descripción subraya cómo las ONG´s van absorbiendo y sistematizando una forma de pensamiento suplantadora de la sociedad, practicando una lógica prebendal de colonización de las dirigencias sociales. Al buscar suplantar el pensamiento y acción organizativa de los sectores populares, las ONGs consiguen defender diversos intereses asociados a la pequeño-burguesía, la burguesía y el imperialismo. Estas ONGs que se camuflan para servir de brazo operativo de intereses de clases específicos, usan el financiamiento obtenido “desinteresadamente” por diversas instituciones que impulsan la circulación de recursos “donados” por el capital con el fin de evitar la construcción práctica de nuevas estructuras de poder estatal antagónicas con los intereses de las burguesías y el capital.

Dada la imposibilidad de la revolución, la desaparición del universalismo totalizante, la crisis y derrota de los grandes relatos, no tiene ningún sentido plantearse el problema de los medios para realizar el cambio social. En este contexto, los largos y profusos debates en torno al papel de la violencia en la acción política o en la transformación social quedan ausentes por completo. Despareciendo de la discusión política modernista uno de los ejes centrales a saber, la revolución y el rol de la violencia, queda en la mesa instalada de manera incólume y solitaria la gran panacea del pacifismo. Dicho de otra manera, al desaparecer uno de los miembros de la ecuación, queda como válido el único sobreviviente, a saber, el pacifismo. El pacifismo como pilar sobreviviente en la vieja discusión cuando las revoluciones no eran cuestionadas, queda como única potencia alumbrando al ciudadanismo que, cándida y plácidamente, lo toma como fibra esencial de su praxis. La no violencia activa, la diplomacia, la desobediencia civil, el boicot, la objeción de conciencia, las campañas de divulgación y la educación por la paz pasan a constituir un repertorio programático recurrente en el ciudadanismo. A este respecto es necesario precisar que, si bien es cierto que los medios y métodos se valoran en función del proyecto político al que sirven, en perspectiva estratégica de lucha el problema no son los medios sino los fines a los que sirven. En este sentido, ¿a qué proyecto sirven el periodismo, la diplomacia, las campañas culturales, la objeción de conciencia, entre otras, en un ciudadanismo desvinculado de toda lógica de lucha de clases?

NOTAS Y FUENTES:

(1) MARSHALL, Th.; BOTTOMORE, T. (1998): Ciudadanía y clase social. Madrid. Alianza, p. 22-23

24 de enero de 2012

CORTAFUEGOS PARA ESPAÑA E ITALIA

Enrique Quemada Clariana. Expansión


Christine Lagarde pidió ayer, alarmada, un mayor cortafuegos para evitar que España e Italia deban ser rescatadas. La directora gerente del FMI considera fundamental aumentar las dimensiones del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), incorporándole los recursos del actual Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF). ¿Por qué?

El precio al que cotiza la deuda de un Estado (prima de riesgo) se basa en la capacidad que tiene ese Estado de repagarla. Cuando los acreedores llegan a la conclusión de que un país no va a poder devolver su deuda, convencen a este país de que pida un rescate.

Los que rescatan imponen que el país tome medidas para que sus ingresos sean suficientes para devolver el dinero que les van a prestar y los intereses: es decir, les exigen duros recortes de gastos y subidas de impuestos, que inevitablemente meten al país en recesión.
Esto ha sucedido en Grecia y el propio esfuerzo para recortar el déficit les ha metido en una durísima depresión. El país decrece un 6% y están abandonándolo capitales a ritmos del 2% del PIB cada mes.

Los gobernantes de Europa pensaron al principio que si a Grecia, Portugal e Irlanda se les daba más tiempo, podrían controlar sus déficit y acceder de nuevo al mercado de bonos. En verano del año pasado se dieron cuenta de que no había un problema de liquidez en los países débiles, sino de solvencia.

Entonces optaron por exigir una quita “voluntaria” del 50% para los acreedores privados sobre la deuda griega. Esto ha traído terribles consecuencias, pues los inversores se han sentido estafados, ya que pensaban que compraban, como todos, bonos del Estado griego, y han descubierto que tenían bonos junior (de segunda categoría) y que por delante suyo se encuentran el BCE y el FMI en prioridad de cobro. Es como si te dan una hipoteca sobre otra hipoteca que ya existe (y que desconoces).

Ante la incapacidad de los griegos de repagar sus deudas, se reunió ayer el Eurogrupo para estudiar una quita más agresiva a inversores privados (pues, al no estar afectados los organismos europeos ni el FMI en la quita del 50%, el recorte real es tan sólo del 30% y el país sigue siendo insolvente). Imagínense la opinión que se están forjando los inversores internacionales sobre Europa.


Portugal e Irlanda, los siguientes

Los inversores (y los ciudadanos portugueses) pensarán: si Grecia recibe una quita, ¿por qué no la va a recibir Portugal? Como consecuencia, a los bonos portugueses a 10 años se les exigió el pasado martes una rentabilidad del 14,39%. A pesar de que los líderes de Europa han dicho que en ningún caso habrá default de Portugal, los inversores ya no les creen y anticipan uno de, al menos, el 30%.

Aunque todos los ojos están puestos en Grecia, va a ser Portugal quien determine el futuro de Europa, porque si se hace una quita sobre Portugal, ¿por qué no sobre Irlanda? Los ciudadanos irlandeses están convencidos de que es una injusticia que ellos tengan que asumir todas las deudas que tenían los bancos de su país con los ingleses, alemanes o franceses, y piensan que sería más justo que se realizase una quita sobre su deuda.

Italia tiene una deuda pública del 120% del PIB y su economía registrará este año una contracción del 2,2%. Como consecuencia, el coste de los seguros de impago de Italia está hoy justo donde estaban los de Portugal el año pasado en esta misma fecha. Actualmente, Italia no puede captar deuda (a precios que pueda pagar) sin la respiración asistida del BCE. Si Merkel y Sarkozy dejasen de ayudarles (prestando de manera ilimitada dinero el BCE a los bancos italianos para que compren bonos de Italia), el país necesitaría un rescate ya. Los bancos franceses tienen el 45% de la deuda italiana, y si Italia cayese muchos quebrarían de manera inmediata.

España, por su lado, con un endeudamiento entre todos los actores del 420% de su PIB y un 23% de paro, se enfrenta este año a un decrecimiento del 1,7% según el FMI. El déficit del 8% incrementa el nerviosismo de los ya asustados inversores, y el propio FMI se empieza a alarmar, pidiendo un aumento del cortafuegos.

Europa tiene tres problemas: el primero es que cada vez hay más países insolventes (hoy lo son Grecia, Portugal e Irlanda); el segundo es que también los bancos europeos tienen problemas de capital y, como consecuencia, el mercado interbancario está roto y todos aparcan su dinero en el BCE; pero el problema más grave, y que no se está afrontando, son los importantísimos desequilibrios comerciales entre los países del centro y de la periferia.

Con el euro al tipo de cambio actual, los del centro son capaces de exportar, pero los de la periferia no son competitivos. Sin poder devaluar la moneda, los países de la periferia (incluidos España e Italia) no pueden salir del hoyo y sus economías se deterioran inevitablemente. Sólo a través de exigentes reformas estructurales estos países podrán escapar de su agonía competitiva (en España se han cerrado 170.000 empresas desde el inicio de la crisis) y eso requiere, de entrada, una contundente reforma laboral.

El Eurogrupo está intentando solucionar el primer y segundo problema, pero, aunque lo consigan, si no se soluciona el tercero volveremos a la casilla de inicio.

23 de enero de 2012

NUEVOS ESTEREOTIPOS PARA PROMOVER EL AJUSTE

Reino Unido: "chavs", la demonización de la clase trabajadora británica

Marcelo Justo. Página 12

La demonización de la clase trabajadora británica tiene un acrónimo indescifrable: “Chavs”. Nadie sabe qué significa, pero en páginas webs, en programas televisivos y en análisis mediáticos populares o “serios” sirve para estigmatizar a jóvenes que viven en viviendas municipales y tienen un tipo específico de acento y aspecto físico. “En realidad es una manera oblicua de definir al conjunto de la clase trabajadora y responsabilizar a los pobres de ser pobres”, escribe Owen Jones, autor de "Chavs", un libro clave sobre el tema. En medio de la actual crisis, la justificación cae al dedillo. La pobreza no se debe a los problemas de la economía sino a las fallas del propio individuo o de su familia: a los hogares dislocados, a la falta de ambición o inteligencia.

Las tres décadas de neoliberalismo, inauguradas por Margaret Thatcher con una drástica desindustrialización en los ’80, marcaron el triunfo de un individualismo que hundió el sistema de valores solidarios de la clase trabajadora. En 1979 había 7 millones de obreros con un fuerte peso de los mineros, portuarios y automotrices. Hoy, hay dos millones y medio, las minas han desaparecido y solo la empresa automotriz, en manos extranjeras, está creciendo.

En este vacío de identidad de una clase obrera en retirada surgen los “chavs”. Objeto de escarnio en la prensa o de burla en programas televisivos y cenas de clase media, los “chavs” son presentados como parásitos enquistados en el tejido social. Según el estereotipo son desempleados crónicos, adolescentes que se embarazan para acceder a los beneficios sociales por hijo, responsables del déficit fiscal y moral, virtuales delincuentes con un coeficiente de inteligencia por el suelo y una familia disfuncional. “Lo que llamábamos la respetable clase trabajadora prácticamente ha desaparecido. Hoy la clase trabajadora en realidad no trabaja para nada y está sostenida por el Estado de bienestar”, señala el comentarista conservador Simon Heffer.

El estereotipo ha ayudado a justificar el draconiano ajuste fiscal de la coalición conservadora-liberal demócrata que encabeza el primer ministro David Cameron, pero también ha servido de base para propuestas decimonónicas de limpieza social. En 2008 un concejal conservador, John Ward, llamó a la esterilización obligatoria de las personas que tuvieran un segundo o tercer hijo mientras cobraban beneficios sociales, medida apoyada con entusiasmo por los lectores del conservador Daily Mail escandalizados por “estos aprovechadores y sinvergüenzas que están hundiendo el país”.

La obsesión clasista y el estereotipo han llevado a confusiones cuasicómicas. En un panfleto para las elecciones de 2010, los conservadores aseguraron que en algunas zonas pobres, “el embarazo adolescente de menores de 18 años es de un 54 por ciento”. En realidad era un 5,4 por ciento, cifra que representaba una caída respecto a lo que sucedía durante el thatcherismo. En el departamento de prensa conservador nadie se percató del error tipográfico. A pesar de que estaba hablando de más de la mitad de las menores de 18 años de esas zonas, el fenómeno ya había sido naturalizado por el prejuicio.

Una de las curiosidades es que se usa el término “chavs” con certeza de concepto sociológico, a pesar de que nadie puede decir a ciencia cierta qué significa el acrónimo. El diccionario de Oxford por Internet define al “chav” como “un joven de clase baja, de conducta estridente y patoteril (*) que usa ropas de marca, reales o imitadas”. Otro diccionario de 2005 los define como “joven de clase trabajadora que se viste con ropa deportiva”. Un mito popular lo hace pasar como “Council Housed and Violent” (violento que vive en casas municipales)

Esta vaguedad permite englobar a amplios sectores sociales. En un libro que va por la novena edición y vendió más de 100 mil ejemplares, The Little book of Chavs, se identifican los típicos trabajos “chavs”. La “chavette” –mujer chav– es una aprendiz de peluquería, limpiadora o camarera mientras que los hombres son guardias de seguridad o mecánicos y plomeros “cowboys” (chantas). Según el libro, “chavs” de ambos sexos suelen ser cajeros en los supermercados o empleados de hamburgueserías.

Esta tipificación laboral corre paralela a los cambios que ha vivido la clase trabajadora británica en los últimos 30 años. Hoy una cuarta parte de la fuerza laboral trabaja part time y más de un millón y medio se encuentra en empleos temporarios. El salario medio de unas 170 mil peluqueras (“chavettes”) está apenas por encima de la mitad del promedio salarial de la población, medida que define la línea de la pobreza en el Reino Unido. En ciudades que alguna vez giraron en torno de la actividad fabril o minera, los escasos trabajos que hay son en supermercados o farmacias. “No solo son trabajos más inseguros. Están mucho peor pagos. Cuando Rover quebró en Birmingham con la pérdida de 6500 puestos, el ingreso promedio que cobraron los que consiguieron trabajo era una quinta parte menos que lo que ganaban en la automotriz”, apunta Owen Jones.

La paradoja es que en una sociedad tan clasista como la británica, en la que el acento y la universidad (Oxford, Cambridge) define el futuro de una persona, conservadores y nuevos laboristas propagan el mito de que hoy todos los británicos son “clase media”, salvo esa pequeña subclase disfuncional y patológica a la que le falta ambición o fibra moral: los “chavs”. En 1910 Winston Churchill, entonces ministro del Interior del Partido Laborista, propuso la esterilización de más de 100 mil personas a las que consideraba “débiles mentales y degenerados morales” para salvar al país de la decadencia. Un siglo más tarde la decadencia sigue amenazando al Reino Unido, pero la fórmula es más “civilizada”: un estigma que niega la existencia y el significado social de la clase trabajadora.


(*) NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: PATOTERIL: expresión proveniente del español usado en algunos países de América Latina (Argentina, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Perú y Venezuela). La patota es en el diccionario de la RAE un “grupo, normalmente integrado por jóvenes, que suele darse a provocaciones, desmanes y abusos en lugares públicos”. Patoteril sería por tanto un tipo de comportamiento provocador y tendente a los abusos y desmanes.

20 de enero de 2012

CON GARZÓN, SIN EXCUSAS BARATAS

Por Marat

Garzón no es santo de mi devoción. No lo puedo evitar. Tiene algo que hace que no acabe de caerme bien. Puede que sea su vedettismo o su modo de ir por libre sin que uno sepa exactamente en que postura política ubicarle.

Pero resulta que es un juez con su particular sentido de la justicia y, por lo que he podido comprobar, esto le ha llevado con frecuencia a enfrentarse a la arbitrariedad del poder, a su arrogancia y a su impunidad.

Juzgó diversas responsabilidades en el terrorismo de Estado de los GAL. Estrechó el círculo sobre diversos responsables de crímenes de Estado de las dictaduras de Argentina y Chile, estando a punto de encausar a un Pinochet que tuvo que salir de Inglaterra sentado en una silla de rueda con su mantita sobre las piernas para dar pena y tratar de hacer olvidar su repugnante condición de asesino genocida. Fue un elemento clave en la investigación sobre la red de corrupción gürteliana del Partido Podrido (PP), intrínsecamente corrupto. Quiso aplicar la Ley de la Memoria Histórica desde la Audiencia Nacional, abriendo la causa contra los crímenes del franquismo lo que era signo evidente de quijotismo voluntarista en un país de cobardes que dejó morir a Franco en la cama.

Es cierto, y no puedo ni quiero olvidarme de ello, que Baltasar Garzón ha mostrado particular inquina contra la izquierda abertzale, actuando como azote contra sus derechos democráticos, a través de su particular teoría del “entorno”, arbitraria figura jurídica donde las haya, mediante la que persiguió e ilegalizó a todo tipo de organizaciones sociales, culturales (AEK), mediáticas (Orain S.A, Eguin, Eguin Irratia, Egunkaria) y políticas (Batasuna, Xaki, Ekin, Jarrai, Haika y Segui) de Hego Euskal Herria, negándose así los derechos políticos de cerca de doscientos mil vascos.

Pero también es cierto que no es la izquierda abertzale la que ha conducido a Baltasar Garzón al banquillo de los acusados. Han sido los herederos del franquismo (PP, Falange Española de las JONS, Manos Limpias) y los corruptos (PP, asociación con ánimo delictivo), en alianza con el PSOE -éste a través primero de Luciano Varela y ahora de Joaquín Jiménez García, colaboradores necesarios en dicha coalición-, que buscaba castigar el atrevimiento de juzgar su papel en los GAL. A todos ellos los ha asistido una casta de jueces fascistas, infalibles, inviolables y no sujetos a responsabilidad, en cuyas estrechas mentes jamás entró la palabra democracia.

La acusación contra Garzón de quebrar el derecho a la intimidad en las grabaciones a los corruptos de la trama delictivo-PPera Gürtel y la de interpretar libremente hechos del pasado que ya fueron amnistiados –por quienes se autoamnistiaron a sí mismos en una transición hacia una democracia vigilada y menor de edad-, en el caso de la Memoria Histórica, es un trampantojo que oculta una actuación bastarda de fondo y de forma.

Lo es de forma porque, como se está demostrando Baltasar Garzón jamás orilló la legalidad en ninguno de los dos casos a los que me estoy refiriendo y lo es de fondo porque este juicio está hecho sólo para inhabilitar a un juez molesto para unos poderes ilegítimos de origen. La transición política se produjo sin la depuración de los aparatos franquistas. Ello ha permitido que sean esos franquistas quienes hoy le juzgan. Tampoco los españoles pudieron decidir sobre la forma de Estado.

Es llamativa la diferencia en el esfuerzo de los apoyos que recibe Garzón en esta ocasión respecto a las que recibió en abril de 2010, cuando se conoció la decisión de los citados poderes de encausarle.

Entonces el PSOE estaba en el Gobierno. Los ataques venían del entorno de la ultraderecha PPera y adláteres. En ese contexto el PSOE se vio obligado a actuar contra la venganza que le pedía el cuerpo –inhabilitar a Garzón como juez- sencillamente porque el querellado se convertía en un punto nuclear del viejo simulacro de enfrentamiento PSOE-PP. Garzón fue para el PSOE en abril de 2010 un simple juguete político con el que representar el papel de valedor de una Memoria Histórica a la que traicionó desde su diseño y aprobación. Lo hizo limitando sus contenidos y alcance, evitando la depuración de responsabilidades de los franquistas en la Guerra Civil y en el período de la dictadura, y no dotándola de medios ni de recursos.

Pero mientras hacía esto el PSOE empleaba a los Varela, los Leguina, los Carlos Carnicero y los Miguel Ángel Aguilar aludiendo a la supuesta pretensión de Garzón de “situarse por encima de la ley”.

Ahora el PSOE ya no está en el Gobierno. Ya no necesita utilizar la imagen de Garzón para aparecer como partido progresista ni para rentabilizarla en forma de voto. Quedan muy lejos las próximas elecciones.

Cuando uno ve las caras de la plataforma “Solidarios con Garzón” encuentra básicamente el compromiso del los artistas, a los miembros de IU, algún juez a título personal, las asociaciones de la Memoria Histórica y poco más. Otros que en Abril de 2010 tuvieron una presencia más notable, ahora han preferido un perfil presencial más bajo o directamente ausente. Puede que ello tenga que ver con el estado de derrota, abatimiento y resignación de la sociedad española tras el triunfo del PP en las elecciones locales y autonómicas del 22-M y especialmente tras su barrida en las generales del 20-N. O puede también que este brutal giro a la derecha de la sociedad española haya provocado un “ataque de realismo” en algunas organizaciones y personalidades que les lleve a no irritar a los vencedores, apoyando acciones que no sean de su agrado. En todo caso, es lamentable que Baltasar Garzón no esté recibiendo todos los apoyos necesarios cuando más los necesita.

Llamativo igualmente que los que tanto reclamaban hasta hace nada “democracia real” como los que reclamaban “democracia contra los mercados” hagan un silencio tan espeso sobre este juicio a la democracia que se esta haciendo en la persona de un juez que en buen número de ocasiones –no siempre, es cierto- la ha defendido. Dice mucho de la calidad democrática de tales demócratas. El argumento de inhibirse ante la cuestión por el pluralismo en la composición de tales “movimientos” no es válido; salvo que alberguen, en aras a esa pluralidad, también a no demócratas en su interior.

Otros que en el pasado reivindicaron la ruptura frente a una transición que dejaba todo atado y bien atado y que preestablecía los límites del juego y las fronteras infranqueables, hoy callan frente a este atropello contra quien abrió un proceso que quizá nos hubiera permitido avanzar a los demócratas y a las izquierdas más allá de esos límites. Quizá no sea ajeno a este hecho una oculta satisfacción con lo que en sus mentes pudiera parecerse a la venganza poética por las actuaciones más criticables del juez respecto a la izquierda abertzale. El sectarismo –y no me refiero a la izquierda abertzale- suele ir unido a un sentimiento de pureza dentro del que no cabemos casi nadie, salvo las exiguas mesnadas de quienes este camino eligen.

Sean el interés calculado, la ambigüedad en las posiciones, los motivos inconfesables o el espíritu de la venganza los que subyacen en quienes toman distancia hoy ante la defensa de Baltasar Garzón, todos ellos ignoran o desprecian el hecho de que con el apoyo al juez no se está reivindicando su figura ni sus errores sino condenando y rechazando que sean las libertades democráticas, el antifranquismo, la verdad, la justicia y la reparación las que estén siendo sentadas en el banquillo de los acusados por parte de una derecha fascista e intrínsecamente corrupta y delictiva.

Por este mismo motivo yo estaré el domingo 29 de Enero, a las 12 del mediodía, en la Plaza de las Salesas de Madrid para manifestarme en apoyo a Garzón y en defensa de las libertades democráticas que hoy, de nuevo, vuelven a amenazar los fascistas desde su Tribunal Supremo y desde su Gobierno. Cada palo que aguante su vela y sus propias coherencias.

18 de enero de 2012

EUROPA DEL ESTE, ¿REGRESO A LOS AÑOS 30?

Rafael Poch. La Vanguardia

Estonia rehabilita a sus nazis, Lituania convierte en tabú el holocausto judío y en Budapest se sueña con la gran Hungría.


El parlamento de Estonia aprobará en marzo, por amplia mayoría, conceder el título de "luchadores de la libertad" a los miembros de la "Legión SS" estonia que combatió al lado de Hitler contra los soviéticos en la segunda guerra mundial.

Los veteranos estonianos de la SS, unos 12.000 hombres en 1944, glorifican desde hace años su participación en la guerra en actos oficiales concurridos por veteranos de las SS y jóvenes neonazis de otros países, pero la de marzo será la primera ley en materia de "luchadores por la libertad".

Algo parecido ocurre en Ucrania Occidental, donde se glorifica desde hace años a los combatientes de la división "Galizia" de las SS.

En Budapest, cada 11 de febrero se reúnen ultraderechistas de Alemania, Eslovaquia, Bulgaria y Serbia para conmemorar el llamado "Día del honor". La jornada recuerda el fin de la batalla por Budapest en la que un ejército de 100.000 soldados, alemanes y húngaros, rodeados por los soviéticos mantuvieron la posición durante 52 días, en 1945.

"Occidente se defendió de las hordas rojas de las estepas de Asia con un inmenso tributo de sangre y heroísmo", señala la convocatoria de grupos neonazis alemanes para acudir este año al acto de Budapest.

El cerco de Budapest tuvo entre sus consecuencias la aniquilación de gran parte de los últimos judíos que aun quedaban en la ciudad, a manos de los fascistas húngaros.
"En muchos países del antiguo bloque oriental se está abriendo paso una unilateral versión de la historia a la medida de la ultraderecha", constata el periodista rumano-alemán William Totok.

El fenómeno supera lo meramente histórico para manifestarse en una creciente hegemonía política derechista que parece estar calcando el mapa de los años treinta, cuando la región estuvo dominada por regímenes ultraderechistas.

Regreso a un mapa conocido
Los países bálticos, Rumanía, Bulgaria, Hungría, la Ucrania occidental y la católica y conservadora Polonia, vuelven a destacar en papeles en los que ya se les vio en vísperas de la segunda guerra mundial.

En la segunda guerra mundial seis países europeos fueron aliados militares de Hitler: Finlandia, Hungría, Rumanía, Italia, Eslovaquía y Croacia. Sólo Finlandia, que no se identificó con la ideología racista que animaba la guerra, mantuvo un sistema democrático dentro de aquel bloque y contó hasta el final con soldados y oficiales judíos en su ejército.

Otro grupo de países oficialmente "neutrales" u ocupados como, España, Francia, Bélgica, Holanda, Dinamarca y Noruega, enviaron voluntarios a luchar con Hitler.

En los países bálticos, en el Cáucaso del norte, en Polonia, Ucrania y Bielorrusia, así como en la misma Rusia, los agravios históricos del dominio imperial ruso, de la represión y deportación estalinistas, de la colectivización agraria y la cuestión nacional, o los ecos de la propia guerra civil rusa, se tradujeron en luchas activas contra la URSS de Stalin, que Hitler instrumentalizó en su favor de diversas maneras.

Nuevo "macartismo" europeo
La llamada "Declaración de Praga" de junio de 2008, iniciada por Vaclav Havel y otros disidentes anticomunistas del antiguo bloque del Este, y parcialmente bendecida por la Unión Europea, dio alas a no pocas tendencias internas en esos países al equiparar nazismo y comunismo. Con el paquete del anticomunismo regresa el antisemitismo y el maltrato al gitano.

En Lituania, por ejemplo, desapareció de la visión, la aniquilación del 95% de los 220.000 judíos locales, entre 1941 y 1944. Los alemanes daban las órdenes, pero la mayoría de los ejecutores del exterminio fueron voluntarios lituanos. La memoria de ese colaboracionismo criminal no existe.
Los lituanos, que sufrieron mucho a manos de los soviéticos, se han escudado en los 30.000 de ellos que fueron deportados a Siberia en 1941, y en las decenas de miles que volvieron a serlo o fueron ejecutados al concluir la guerra, para construir una conciencia nacional limpia y sin tacha, pese a que tiene 195.000 cadáveres judíos en el armario.

En el Museo Nacional de Vilnius la narración salta desde el periodo 1939-1941 hasta 1944, sin detenerse en los años claves del holocausto y el colaboracionismo. Desde junio de 2010 el código penal lituano criminaliza la puesta en cuestión del "doble genocidio".

En 2008 se estableció la prohibición de símbolos nazis y comunistas, pero un tribunal de Klaipeda sentenció en 2010 que la esvástica pertenece al "patrimonio cultural lituano".
Por la misma equiparación, en Rumanía una organización no puede denominarse "comunista" sin exponerse a ser considerada, "amenaza para la seguridad nacional".

El gobierno rumano prepara una ley que prohíbe actos públicos que "propaguen ideas totalitarias, es decir fascistas, comunistas, racistas o chovinistas".

En Chequia el Partido Comunista está amenazado de ilegalización por la misma idea. La situación en Polonia quedó ilustrada el pasado diciembre cuando el periodista polaco Kamil Majchrzak, redactor de Le Monde Diplomatique, una publicación de izquierdas, pidió, durante una conferencia pronunciada en Berlín, que no le hicieran fotos por estar amenazado por la extrema derecha en su país.

En Hungría, los miembros del ex partido comunista, muchos de ellos ahora en el partido socialista, podrán ser perseguidos judicialmente por "delitos comunistas" cometidos antes de 1989, de acuerdo a las nuevas normas introducidas por el gobierno de Viktor Orban.

Revanchismo nacional
El nuevo derecho electoral contemplado por Budapest para los húngaros residentes en el extranjero, es decir en primer lugar para las abultadas minorías húngaras existentes en Eslovaquia, Serbia y Rumania, es una invitación al revisionismo de las fronteras, a cuestionar el Tratado del Trianon, que, después de la Primera Guerra Mundial, restó a Hungría casi la tercera parte de su territorio.

Tal revisionismo es impensable, o muy difícil, en el cuadro de la Unión Europea, y por esa razón hay que vigilar las tendencias anti Unión Europea que comienzan a aflorar al calor de la crisis.
En Hungría, la degradación socio-económica ha liberado el sueño de la "Gran Hungría", explica el periodista y experto en cultura magiar, Bruno Ventavoli.

"Los valores de la democracia, del pluralismo, del diálogo o de la diversidad parecen superfluos, cuando en la vida cotidiana no hay dinero para hacer la compra o pagar facturas. Así nace la tentación de replegarse sobre si mismos, soñando con una Gran Hungría, aderezada con una sospecha de victimización por las heridas de la historia; desde las guerras contra los turcos a la invasión soviética, pasando por el tratado del Trianon", dice Ventavoli.

Bruselas y Budapest
En Bruselas no pasó gran cosa mientras el primer ministro húngaro, Viktor Orban, se limitaba a restringir la democracia con medidas y proyectos que atentan contra la libertad de prensa o la división de poderes, o a purgar la administración y los medios de comunicación de voces críticas y afirmar una constitución que recuerda a la época del Almirante Horthy.

El Partido Popular Europeo, al que pertenecen los partidos del gobierno de Sarkozy y Merkel, no se inmutó por ello.

El problema empezó de verdad cuando Orban apuntó medidas como: modificar el sistema fiscal, nacionalizar los fondos privados de pensiones, dar al parlamento derecho de veto sobre la legislación europea y, sobre todo, someter a su banco central al control directo del gobierno.
Fue entonces cuando Bruselas clamó que "los valores europeos" están en peligro en Hungría y comenzó a urdir, en compañía del FMI, el propósito de desplazar a Orban del gobierno.
La banca austriaca está muy expuesta en la economía húngara, que está al borde de la quiebra. Aunque Hungría no esté en el euro, esa conexión austriaca es vista con prevención.

Fraguando el tercer golpe
Pero realizar un tercer golpe de estado tecnocrático en Europa, después del griego y el italiano, es complicado, señala el diario "Népszabadság". "No es fácil destituir a un primer ministro desde el exterior cuando ha resultado electo y cuenta con dos tercios de los escaños del Parlamento, y aun lo es más si la oposición está fragilizada", observa.

Orban llegó al poder en 2010 como reacción al desencanto con una coalición de gobierno anterior encabezada por los socialistas.

Aquel desencanto también consagró al partido fascista Jobbik como tercera fuerza del país. En 2008 los socialistas y sus socios iniciaron duras medidas de ajuste y de desmonte del sector público bajo el dictado del FMI que Orban ha continuado.

El primer ministro tiene una sólida mayoría apoyando su proyecto retrógrado-populista, frente al escenario europeo, que responde a lo que la canciller alemana, Angela Merkel, define como una "democracia acorde con el mercado".

Los cien mil húngaros que salieron el 2 de enero a la calle en Budapest contra Orban, están aprisionados entre dos escenarios antidemocráticos, el nacional derechista de su gobierno y el europeo tecnocrático de Berlín y Bruselas, en muchas cosas redundantes, que disuelven ambos la democracia y la soberanía nacional.

"Además de querer conservar un régimen representativo y constitucional, las potencias occidentales y la Comisión Europea quieren que Hungría adopte una política económica que no sirve a los intereses del pueblo magiar", dice el filósofo Gáspár Miklós Tamás.

"Decepcionado en muchas ocasiones, el pueblo húngaro podría no ver en la "causa democrática" de Bruselas más que un mero adorno puesto como colofón a unas medidas de austeridad cada vez más pesadas, impuestas por las potencias occcidentales preocupadas por la estabilidad financiera", dice. Esa contradicción convierte en "muy frágil" la situación de la oposición húngara, concluye.

La extrema derecha puede liderar
"El gobierno debe repensar varias leyes, sobre todo las que conciernen a la independencia del Banco Central", señala el Financial Times Deutschland, una declaración en la que lo más significativo es ese "sobre todo".

Cuestionar la "independencia" bancaria, que no es más que servicio al sector privado y que en el caso del Banco Central Europeo condena a la eurozona a la miseria especulativa con los bonos de la deuda pública, es un peligroso precedente europeo de rebeldía y desafío a la nueva seudodemocracia europea "acorde con el mercado".

La paradoja es que ese precedente de rebeldía lo está sentando un gobierno populista con tendencia de extrema derecha, no un gobierno de izquierda. El mensaje no puede ser más claro: En Europa la crisis está creando agujeros negros.

El caso húngaro advierte, de la forma más clara, que la extrema derecha, con su desprecio al débil, su racismo, su xenofobia y su propensión al militarismo, está dispuesta a rellenar ese agujero con programas y propuestas perfectamente capaces de conquistar la calle y el liderazgo.