3 de junio de 2016

CARTA ABIERTA A LOS CHARLATANES DE LA "REVOLUCIÓN" SIRIA

Bruno Guigue. La Haine.org

La justificación del drama sirio de muchos intelectuales y militantes de "izquierda" franceses y españoles coincide con la política exterior de la UE y EEUU

Ahora que un dirigente histórico de la resistencia árabe libanesa (Mustafa Amin Badreddin, N. de T.) acaba de morir en Siria bajo el ataque del ejército sionista, envío esta carta abierta a los intelectuales y militantes de «izquierda» que tomaron partido por la rebelión siria y creyeron defender la causa palestina mientras soñaban con la caída de Damasco.

En la primavera de 2011 nos dijisteis que las revoluciones árabes representaban una esperanza sin precedentes para los pueblos que sufrían el yugo de déspotas sanguinarios. En un exceso de optimismo os escuchamos, sensibles a vuestros argumentos, hablar de esa democracia que nacía milagrosamente y vuestras proclamas sobre la universalidad de los derechos humanos. Casi lograsteis convencernos de que aquella protesta popular que derrocó a los dictadores de Túnez y Egipto borraría la tiranía en todo el mundo árabe, tanto en Libia como en Siria, en Yemen como en Bahréin y más allá.

Pero tras ese bello arrebato lírico rápidamente aparecieron algunos fallos. El primero, enorme, en Libia. Una resolución adoptada por el Consejo de Seguridad de la ONU «para auxiliar a las poblaciones civiles amenazadas» se convirtió en un cheque en blanco para derrocar manu militari a un jefe de Estado que se había vuelto una molestia para sus socios occidentales. Digna de los peores momentos de la era neoconservadora, aquella operación de «cambio de régimen» llevada a cabo -por cuenta de EEUU- por dos potencias europeas, a falta de la afirmación neoimperial, desembocó en un desastre del que la desgraciada Libia sigue pagando el precio. El hundimiento de aquel joven Estado unitario entregó el país a las ambiciones desenfrenadas de las facciones y las tribus, envalentonadas deliberadamente por la codicia petrolera de los carroñeros occidentales.

Pero había entre vosotros buenas almas para brindar circunstancias atenuantes a esa operación. Lo mismo que había, todavía más, para exigir que se infligiera el mismo tratamiento al "régimen" de Damasco. Porque el viento revolucionario que soplaba entonces en Siria parecía validar vuestra interpretación de los hechos y justificar, a posteriori, el belicismo humanitario desencadenado contra el "potentado" de Trípoli. Sin embargo, lejos de los medios de comunicación dominantes, algunos analistas señalaban que el pueblo sirio no era unánime, que las manifestaciones antigubernamentales se desarrollaban sobre todo en algunas ciudades, bastiones tradicionales de la oposición islamista, y que el ardor social de algunos sectores pauperizados por la crisis no implicaba necesariamente la caída del Gobierno sirio.

Ignorasteis esas sensatas advertencias. Como los hechos no se acomodaban a vuestro relato los ordenasteis como os pareció conveniente. Donde los observadores imparciales veían distintos sectores de la sociedad vosotros quisisteis ver un tirano sanguinario que asesinaba a su pueblo. Donde una observación desapasionada permitía discernir las debilidades, pero también la fuerza del Estado sirio, vosotros abusasteis de la retórica moralista para acusar a un Gobierno que está lejos de ser responsable de las violencias. Visteis las numerosas manifestaciones contra Bachar Al-Assad, pero no las gigantescas concentraciones de apoyo al Gobierno y a las reformas que abarrotaban las calles de Damasco, Alepo y Tartús. Habéis dirigido la contabilidad macabra de las víctimas del Gobierno, pero habéis olvidado a las víctimas de la oposición armada. Según vosotros hay víctimas buenas y víctimas malas, las que merecen reconocimiento y las que no se mencionan. Deliberadamente habéis visto a las primeras y habéis permanecido ciegos ante las segundas.

Al mismo tiempo, a ese Gobierno francés, cuya política interior criticáis encantados para mantener la ilusión de vuestra independencia, le habéis dado la razón totalmente. Curiosamente vuestro relato del drama sirio coincidía con la política exterior de Fabius, capataz del servilismo que mezcla el apoyo incondicional a la guerra israelí contra los palestinos, la alineación «pavloviana» con el líder estadounidense y la hostilidad recocida a la resistencia árabe. Pero vuestro ostensible idilio con el Quaid’Orsay no parece avergonzaros. Defendéis a los palestinos de cara a la galería y por detrás coméis con sus asesinos. Incluso habéis llegado a acompañar a los dirigentes franceses en visitas de Estado a Israel. Ahí estáis embarcados, cómplices, asistiendo al espectáculo de un presidente que declara que «siempre querrá a los dirigentes israelíes». Pero no os escandalizáis y subís al avión del presidente, como todo el mundo.

Condenasteis, con razón, la intervención militar estadounidense contra Irak en 2003. La excusa de bombardear para llevar la democracia no os convenció y dudasteis de la eficacia de los ataques quirúrgicos. Pero vuestra indignación con respecto a esa política de las cañoneras de alta tecnología parece extrañamente selectiva. Porque reclamabais a grito pelado que se aplique contra Damasco en 2013 lo que os parecía intolerable diez años antes contra Bagdad. Bastó un decenio para volveros tan maleables que considerabais que lo mejor para el pueblo sirio era una lluvia de misiles de crucero sobre ese país que no os ha hecho nada. Renegando de vuestras convicciones antiimperialistas abrazasteis con entusiasmo la agenda de Washington.

Sin vergüenza no solamente aplaudisteis de antemano a los B52, sino que además recuperasteis la propaganda estadounidense más burda de la que el precedente iraquí y las mentiras memorables de la era Bush deberían haberos inmunizado.

Mientras inundabais la prensa francesa con vuestras estupideces un periodista estadounidense e investigador excepcional (Seymour Hersh , N. de T.) hizo pedazos la patética operación de «falsa bandera» destinada a cargar a Bachar Al-Assad la responsabilidad de un ataque químico del que ninguna instancia internacional le acusó y que los expertos del Instituto Tecnológico de Massachussets y la Organización para la prohibición de las armas químicas atribuyeron a la parte contraria. Ignorasteis los hechos y los tergiversasteis a conveniencia. En esa ocasión desempeñasteis vuestro miserable papel en la cacofonía de mentiras.

Peor todavía, seguís haciéndolo. Mientras el propio Obama da a entender que no lo cree vosotros os obstináis en reiterar esas sandeces como los perros guardianes que siguen ladrando tras la desaparición del intruso. ¿Por qué motivo? Para justificar el bombardeo de vuestro propio Gobierno a un pequeño Estado soberano cuyo mayor error es su rechazo al orden imperial. Para acudir en ayuda de una rebelión siria cuyo verdadero aspecto habéis enmascarado fomentando el mito de una oposición democrática y laica que solo existe en los salones de los grandes hoteles de Doha, París o Ankara.

Habéis exaltado esta «revolución siria» pero habéis apartado los ojos pudorosamente de sus prácticas mafiosas, de su ideología sectaria y de su financiación turbia y dudosa. Habéis ocultado cuidadosamente el odio interreligioso que la inspira, su aversión sañuda a las demás confesiones directamente inspirada en el wahabismo, que es su cimiento ideológico. Sabéis que el Gobierno baasista, porque es laico y aconfesional, constituye un seguro de vida para las minorías, pero no rectificáis, llegando incluso a calificar de «cretinos» a los que tomaban la defensa de los cristianos perseguidos. Pero eso no es todo. A la hora del balance todavía quedará una última ignominia: habéis avalado la política de Laurent Fabius para que Al-Nusra, la rama siria de al Qaida, «haga un buen trabajo». Qué importan los transeúntes destripados en las calles de Homs o los alauitas de Zahra asesinados por los cipayos, para vosotros solo son morralla.

Entre 2001 y 2016 caen las máscaras. Os llenabais la boca con el derecho internacional pero aplaudíais su violación contra un Estado soberano. Pretendéis promover la democracia para los sirios pero os habéis convertido en furrieles del terrorismo que padecen. Decís que defendéis a los palestinos pero estáis en el mismo bando que Israel.

Cuando cae un misil sionista sobre Siria nadie grita, nunca golpeará a vuestros amigos. Gracias a Israel, gracias a la CIA, y gracias a vosotros, esos «valientes rebeldes» van a seguir preparando el radiante futuro de Siria bajo el emblema del takfir. El misil sionista habrá asesinado a uno de los dirigentes de la resistencia árabe que habéis traicionado.


2 de junio de 2016

TASA DE GANANCIA Y NEOLIBERALISMO

Alejandro Nadal. La Jornada

En su evolución, las economías capitalistas siempre han mostrado que su necesidad de crecer es acompañada por periodos de crisis y estancamiento. Esta es la historia del capital: que las mismas fuerzas que impulsan su desarrollo son las que conllevan un ingrediente de inestabilidad y crisis. Y la era moderna no es ninguna excepción.

El surgimiento del neoliberalismo no es el resultado del triunfo del capitalismo, como siempre se le ha presentado, sobre todo a partir del colapso de la Unión Soviética. En realidad la historia es muy diferente. El neoliberalismo es la respuesta a un gran fracaso de dimensiones históricas, a saber la incapacidad del capital para mantener tasas de ganancia “adecuadas”.

La economía estadounidense proporciona un excelente caso de estudio de laboratorio. Otras economías capitalistas siguen trayectorias similares. Los tiempos y magnitudes varían, pero en esencia estamos hablando de un proceso general. En Estados Unidos el capital comenzó a percatarse a finales de la década de 1960 que la tasa de ganancia ya no era lo que había sido en las dos décadas anteriores. Al tomar conciencia de este hecho el primer reflejo del capital fue el que siempre le acompaña: buscó por todos los medios a su alcance aumentar la tasa de explotación de la fuerza de trabajo. El pacto social que había mantenido mejores prestaciones salariales y sociales para la clase trabajadora y que había nacido a raíz de la Gran Depresión comenzó a ser percibido como un estorbo por la clase capitalista.

En la década de 1970 la clase capitalista comienza a desplegar una vigorosa campaña para desmantelar poco a poco ese paquete social que perduró durante la primera fase de la posguerra. El primer paso fue desencadenar una ofensiva en contra de todo lo que fuera sindicatos y oliera a organizaciones relacionadas con negociaciones salariales. El resultado es que a partir de 1973 comienza en Estados Unidos un periodo de estancamiento del salario real. Pero no tardó muchos años la clase capitalista en darse cuenta que se requería algo más.

El capital necesita expandirse constantemente. Es por así decirlo, su esencia y para lograrlo utiliza dos caminos importantes (no son los únicos). El primero consiste en eliminar las restricciones institucionales que frenan su expansión. La desregulación en todos los ámbitos, pero sobre todo en lo que concierne a la circulación del capital, fue una de las primeras prioridades en los años de 1970. El colapso del sistema de Bretton Woods abría nuevas esferas de rentabilidad, pero para aprovecharlas era necesario eliminar los obstáculos a la circulación del capital. Entre 1973 y 1995 se desencadena un gigantesco proceso para desregular la cuenta de capital de la balanza de pagos en casi todos los países del mundo.

El segundo camino consiste en ocupar los espacios de rentabilidad que anteriormente habían sido ocupados por otro tipo de arreglos institucionales. Con la privatización el capital privado irrumpió en el ámbito de todo tipo de actividades que anteriormente habían sido responsabilidad de instituciones públicas. Privatizar y desregular fueron los dos grandes arietes con los cuales el capital emprendió la ofensiva contra el antiguo pacto social heredado de la Gran Depresión.

El neoliberalismo pudo restablecer niveles más aceptables (desde la perspectiva del capital) de la tasa de ganancia. Esto es claro en las diversas mediciones sobre tasas de remuneración al capital: la caída que se registra desde 1966 se mantiene hasta los años 1980, pero se recupera entre 1984-1997. La tasa de ganancia crece 19 por ciento entre 1982 y 1997 y alcanza su punto más alto en varias décadas hacia finales del milenio. Diversos factores explican esta evolución en la tasa de ganancia, pero destacan tres: la mayor explotación de la fuerza de trabajo en Estados Unidos, la ampliación de las relaciones de explotación de otros componentes de la fuerza de trabajo a escala mundial mediante la “globalización” y, por supuesto, la canalización de las inversiones hacia sectores improductivos (especulación y desarrollo de bienes raíces).

Pero las fiestas no duran para siempre. A partir de 1998 la tasa de ganancia comienza a erosionarse nuevamente: en los diez años que van de 1998 a 2008 se reduce 6 por ciento. La canalización de inversiones hacia la especulación inmobiliaria y en el sector financiero puede maquillar la caída en la tasa de ganancia, pero no la puede detener. Los episodios de inflación en el precio de las acciones de las empresas de “alta tecnología” y después en la esfera inmobiliaria acabaron por llevar a los estallidos (y recesiones) de 2000 y ahora de 2007. La súper crisis que sufre la economía mundial el día de hoy es resultado directo de esta serie de mutaciones en las formas de acumulación de capital bajo el neoliberalismo en su afán por contrarrestar la caída en la tasa de ganancia. Desde esta perspectiva, las explicaciones de la crisis en términos de deficiencia de la demanda agregada se quedan en la superficie.

30 de mayo de 2016

EL PLAN B DE VAROUFAKIS DIO EL GOLPE DE GRACIA A LAS MARCHAS POR LA DIGNIDAD

Por Marat

Las Marchas por la Dignidad del 28 de Mayo han sido un fracaso estrepitoso. 1.000 personas en Madrid, 200 en Valladolid, 200 más en Córdoba, aproximadamente 1.000 en Sevilla y lo que reste de otras ciudades, no permiten otro calificativo más compasivo.

Estas cifras nada tienen que ver con aquella impresionante manifestación de alrededor de un millón y medio de personas de 2014 que probablemente superase a las mayores manifestaciones antiOTAN de la transición, las del NO a la Guerra y las del Prestige.


¿Qué ha pasado para que hayamos llegado a esto?
No hay una única respuesta. La manifestación del 22 de Marzo de 2014 fue el último canto del cisne de una movilización contra las medidas antisociales de los dos gobiernos de la crisis -PSOE y PP- que venía dando síntomas de cansancio.

La falta de claridad política en las propuestas, la ausencia de una organización fuerte de la clase trabajadora en las luchas con una radicalidad clara en su proyecto y en sus demandas, el ciudadanismo interclasista y transversal nacido del 15M, disolvente de la conciencia de clase entre los trabajadores, y su bucle permanente en un viaje a ninguna parte, junto con la gestión claudicante y pactista de las huelgas convocadas por CCOO y UGT, generaron un sentimiento de frustración y posterior pasividad entre los sectores populares golpeados por la crisis capitalista. Esto por lo que se refiere a la protesta social en general.

En el caso de las Marchas por la Dignidad hay además factores propios que explican el hundimiento de las mismas.

La finalización de la primera edición de las mismas con una provocación fascista que sirvió a la policía de la ex Delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, para llevar a cabo una represión salvaje contra los manifestantes que nada tenían que ver con la violencia ejercida por el reducido grupo de los Bandera Negra infiltrados en la manifestación.

Ello seguramente produjo un fondo de temor entre un sector de personas que probablemente no habían acudido con anterioridad a una manifestación. El altísimo número de manifestantes, que en muchos casos incluían familias con niños da, en mi opinión, fuerza a esta hipótesis.

La criminalización posterior de la protesta social a través de la reforma del Código Penal y de la Ley de Protección de la Seguridad Ciudadana, con penas de cárcel y multas de hasta 600.000 € sería otro de los factores fuertemente disuasorios para las posteriores Marchas de la Dignidad. Ello también afecto a otras movilizaciones, como las reformistas, constituyentes y poco más que limitadas a exigencias de cambios institucionales de las distintas convocatorias de Rodea el Congreso. Éste además tuvo el añadido de verse reprimido de manera brutal, como sucedió a la primera Marcha, mediante golpes, cargas, detenciones multas y condenas.

Al desinfle contribuiría también la sensación de que las movilizaciones que, no olvidemos, fueron planteadas siempre como meras luchas de resistencia, sin proyecto real de avance, no habían logrado arrancar a ninguno de los dos gobiernos del capital concesiones concretas, retiradas de leyes regresivas y mucho menos dimisiones de ministros o de gobierno. Se amplificó este ambiente interesadamente, difundiéndose un discurso de cesión de la soberanía activa de la lucha a la delegación pasiva mediante el voto a “opciones de cambio”. Como si cualquier gobierno, independientemente del signo que diga tener, fuese a ser más garantista de una política progresiva hacia las clases trabajadoras sin presión que con presión. El objetivo del relato naciente sobre la inutilidad de la movilización era el de desactivar ésta para hacer cómoda la gestión de otros gobiernos por venir y dejarlos las manos libres a futuro.

No es necesario un ejercicio intelectual excesivamente intenso para deducir que aquella campaña de “las manifestaciones no sirven para nada, lo que hace falta es votar estaba orquestada por sectores del reformismo claudicante que ha convertido a sus insensatos apóstoles en propagandistas fervorosos del poder mágico de las urnas. Todo ello a pesar de que el obsceno cambiazo, no tan imprevisible en cualquier caso, de Syriza tras llegar al gobierno, demostró lo ilusorio de creer en proyectos que conduzcan al cacareo parlamentario.

Mientras tanto, llegó la segunda Marcha por la Dignidad, la de 2015, que fue ya un primer fracaso, aunque algo menos rotundo que este último.

Por entonces se notaban ya los efectos de la desmovilización con la que los nuevos gatopardos del sistema regaban a la opinión pública. La tensión que en la coordinación de las marchas se había manifestado entre rupturistas y posibilistas en la primera de las marchas (PCE/IU, Podemos y otros especímenes: ATTAC, EQUO,…).

La consolidación de Podemos como partido tras las elecciones municipales ( a través de sus marcas blancas) y autonómicas traería el discurso de la “ilusión” política, el concepto más irracional que pueda existir pues no se sustenta sobre ningún argumento mínimamente racional ni sobre hechos probados. Todo lo contrario, un año más tarde hemos podido ver en el comportamiento prepotente en sus protagonistas (Kichi: “yo tengo una carrera y usted no”), condescendiente con el capital (Carmena: “vamos a convocar a corresponsales económicos extranjeros para hacer todo lo posible por animar las inversiones”), insensible y despótico con los débiles (Colau: manteros, huelga del metro de Barcelona).

Mientras tanto, alguno de los grupos supuestamente rupturistas de las Marchas empezaba a fraguar alianzas tácitas en ámbitos concretos como las plataformas de parados, ciertos espacios pacifistas o las propias marchas, con los nuevos gatopardos. El oportunismo de cierta supuesta izquierda radical es algo tan viejo como la existencia del reformismo.

Y en esto apareció el esforzado campeón de la defensa de “otro capitalismo es posible”, Varoufakis
Tras su salida intempestiva y teatral del gobierno Tsipras, Varoufakis se presentó en un primer momento como sacrificada víctima en el altar de la Troika para pasar a representar durante unos brevísimos instantes el papel de Tisífone vengadora de la tragedia griega y, finalmente, se destapó como compinche de refresco del capitalismo europeo: “La cuestión que concierne a los radicales es esta: ¿deberíamos darle la bienvenida a esta crisis del capitalismo europeo como una oportunidad para reemplazarlo por un mejor sistema? ¿o deberíamos estar preocupados respecto a como embarcarnos en una campaña para estabilizar al capitalismo europeo?"). Por si hubiera dudas, con un mohín de repugnancia de vieja beata ante lo que supuestamente escandaliza a su moral, proclamó:

[Debemos] "defender a un repugnante capitalismo europeo cuya implosión, a pesar de sus muchos males, debe ser evitada a toda costa".

Pero el fariseo Varoufakis no nos explica cuáles son esos muchos males del capitalismo y, de ser tantos, por qué se toma la hercúlea tarea de salvarlo y, sobre todo, por qué debemos creer que los males del capitalismo a los que alude compensarán el sostenerlo, sobre todo cuando no serán los políticos como él y sus secuaces quienes los sufran sino las clases trabajadoras europeas.

Como todo tendero que alaba las excelencias de sus mercancías caducadas, Varoufakis se saca de la manga una de esas categorías abstractas mitoflolklóricas: “la identidad europea”, que el mismo reconoce que no existe. Objetivo: salvar a la UE, que como la casa Usher amenaza ruina y hundimiento: “Los problemas y las luchas de los europeos son tan comunes que se puede crear una identidad paneuropea. Si no lo hacemos, la UE se romperá. Somos la mejor oportunidad para que la UE sobreviva”.

Y tras tantos peregrinos “argumentos” a favor de que otro capitalismo y otra UE son posibles, como aquí afirman los cipayos IU y Podemos, Varoufakis inventó su Plan B para Europa, algo así como un botiquín de últimos recursos para contingencias mayores.

Conferencias generosamente pagadas, viajes, entrevistas, actos de presentación del nuevo divertimento varoufakiano, dejan la sensación de que estamos ante una marca (Plan B para Europa) empleada como reclamo publicitario pero carente de otro producto real que no sea la venta de humo de artificio que oculte la realidad de la naturaleza explotadora e irreformable del capitalismo europeo expresada en unas siglas de dos letras: UE.

De momento, una parte de los promotores del Plan B hablan de salir del euro, mientras otros no aclaran su posición al respecto. Lo que parece claro es que no muestran dudas sobre su permanencia en la UE, otra UE dicen ellos, porque en cualquier caso, según afirman, la UE ha impulsado el “internacionalismo”. E invocan la “democracia” como talismán salvador de todos los males; su democracia burguesa y representativa, por supuesto. Tampoco explican cómo acabar con las políticas de austeridad, ni su hoja de ruta para rechazar el pago de la deuda. Lo fían todo a un hipotético cambio de signo de unos cuantos gobiernos en Europa, como si el capital necesitara pasar por las urnas o como si el poder no residiese en él sino en las instituciones políticas.

Este brindis al sol es un señuelo para no ir a ningún lado y echar las energías de la protesta social en saco roto.

No insistiré sobre los vínculos de algunos de los participantes en la reunión de febrero pasado para presentar el Plan B de Varoufakis en Madrid con fundaciones globalistas, algunas de ellas ligadas a George Soros, dado que en su momento escribí sobre ello. Sólo esta cuestión debiera ser ya causa de repudio del Plan B desde una posición no ya revolucionaria sino simplemente de izquierda, un concepto tan secuestrado en los últimos años. Eso sin contar con la carencia absoluta de planes de algo que se hace llamar Plan B para Europa, nombre que sugiere que aparece cuando un Plan A ha fracasado. No estaría de más preguntarse a quiénes les ha fallado, a quiénes interesa el Plan B que no sea la propia UE, y si no está pensado para sacarle las castañas del fuego a través de personajes, turbios unos, vedettes otros, aventureros y arribistas todos ellos.

Merece la pena que nos detengamos en dos acciones concretas que promueve el Plan B para Europa para que comprendamos sus intenciones reales respecto a los llamados “movimientos sociales”:

1. “Reforzar y ampliar la red de movimientos europeos contra la deudocracia y la austeridad”
4. “Promover espacios de confluencia entre movimientos sociales, técnicos y grupos políticos para compartir metodologías y experiencias en realización de auditorías ciudadanas".

No hace falta ser un lince para detectar en ellas el deseo de influir e incluso de “orientar” a los movimientos sociales en una determinada dirección, algo legítimo para cualquier grupo, si no fuera por las evidentes intenciones de llevarlos -es el caso de las Marchas de la Dignidad- a un terreno que no es el suyo.

A tal fin, el Plan B para Europa hacía coincidir la fecha de la manifestación en Madrid (28 de Mayo) con la convocatoria de las Marchas en la misma ciudad, sabedores los primeros de que la notoriedad del ex ministro griego y de su muy publicitada nueva marca eclipsarían, con la complicidad de los medios de desinformación del capital, en buena medida a las propias Marchas. Al ponerse el foco mediático sobre la capital de España la envolvente sería perfecta.

La alianza de una parte de los despojos del 15M, los minireformistas de IU/PCE/UJCE, Frente Cívico, Podemos, Anticapitalistas y algún oportunista convidado de piedra, que usa las luchas de los trabajadores para sus propias orientaciones políticas, daría el golpe de gracia a las Marchas.

Y así fue. Les salió la jugada mejor de lo que creían. Dos días antes de la manifestación del 28M, las Marchas de la Dignidad de Madrid informaban en algún medio alternativo de su desconvocatoria. Y se reafirmaba dicha desconvocatoria en un comunicado realizado en el propio blog de las mismas.

En general se criticaba el oportunismo de los convocantes del Plan B para Europa al hacer coincidir ambas movilizaciones, se explicaba que el peso mediático de algunos participantes en la primera de ellas (en alusión indirecta a los dos protagonistas del pacto Unidos Podemos) no garantizaba la independencia de las Marchas respecto “al proceso electoral en curso” y se rechazaba su intento de salvar a la UE desde posiciones reformistas.

El éxito del golpe de los promotores del Plan B estaba asegurado. No sólo se había echado de la carretera a las Marchas en Madrid sino que se las había dividido, pues en el resto de territorio español se mantenía su convocatoria, en ocasiones con la firma de los del Plan B. Peor aún, la unidad de la coordinadora de las Marchas de Madrid, siempre muy frágil por la tensión entre rupturistas y posibilistas, ha quedado rota.

A esa tarea se han aplicado algunos medios indignos como Cuarto Poder, una especie de voz de su amo mixta entre los medios “alternativos”, de los que una parte cada vez lo son menos, y los del capital.

Sería un error pensar en que el propio Plan B para Europa ha fracasado también en número de convocantes. Su objetivo no era llenar Sol. Es evidente que aunque el poder movilizador de Podemos e IU haya caído muchos enteros, no así su proyección electoral, son capaces de juntar más de mil personas en Madrid. En realidad su objetivo era dar la puntilla a las Marchas, con el fin de desacreditarlas a futuro y de lograr que la calle sea una balsa de aceite ante un posible gobierno de “cambio”. Lo irán haciendo, o al menos lo intentarán, con todas las organizaciones, plataformas y coordinadoras que consideren un obstáculo. En esta ocasión lo han logrado precisamente porque las Marchas ya estaban muy debilitadas. Pero que no se descuiden los del caballo de Troya porque, si llegan al gobierno, su obediencia a la Troika, más que segura cuando les toque continuar con los recortes que, de momento, ya son de más de 8.000 €, puede que deje los silbidos de hace 15 días en Sol en un sutil reproche.

Mientras tanto no estaría de más pedirle a cierta organización, que se dice comunista y de izquierda radical, y a determinado sindicato pastoreado por Podemos y con algún dirigente ambicioso por saltar a la política nacional, explicaciones por su doble juego de reivindicaciones combativas y aproximaciones a los nuevos gatopardos.  

27 de mayo de 2016

LA ESTRATEGIA DEL GOLPE DE ESTADO GLOBAL

Danlio Minucci. Il Manifesto

Si bien Estados Unidos ha comenzado a tratar de economizar sus medios militares bajo la presidencia de Barack Obama, no por ello ha cesado de actuar militarmente en todo el mundo. La potencia imperial sigue disponiendo de un amplio sistema, a la vez abierto y secreto, que le permite intervenir casi en cualquier lugar del mundo, sistema que pone en marcha cada vez que se le ofrece la menor ocasión.

¿Qué relación existe entre sociedades geográfica, histórica y culturalmente lejanas, desde Kosovo hasta Libia y Siria, desde Irak hasta Afganistán, desde Ucrania hasta Brasil y Venezuela? Lo único que tienen en común es el hecho de verse arrastradas por la estrategia global de Estados Unidos, ejemplificada en la «geografía» del Pentágono, que divide el mundo en «áreas de responsabilidad». Cada una de esas áreas está «en manos» de uno de los seis «mandos combatientes unificados» de Estados Unidos:

- el Mando Norte (NorthCom) cubre Norteamérica,
- el Mando Sur (SouthCom) cubre Sudamérica [1],
- el Mando para Europa (EuCom) cubre la región que incluye la Unión Europea y Rusia,
- el Mando para África (AfriCom) cubre el continente africano,
- el Mando Central (CentCom) cubre el Medio Oriente y parte de Asia,
- el Mando del Pacífico (PaCom) cubre la región Asia/Pacífico.

A los 6 mandos geográficos se agregan otros 3 que operan a escala mundial:
- el Mando Estratégico (StratCom) a cargo de las fuerzas nucleares,
- el Mando de Operaciones Especiales (SoCom),
- el Mando de Transporte (TransCom).

Al frente del Mando Europeo [EuCom] se encuentra un general o un almirante nombrado por el presidente de Estados Unidos. Este alto jefe militar estadounidense asume automáticamente el cargo de Comandante Supremo de las fuerzas de la OTAN en Europa. La OTAN se ve así automáticamente incluida en la cadena de mando del Pentágono, lo cual implica que opera fundamentalmente en función de la estatregia de Estados Unidos. Esa estrategia consiste en la eliminación de todo Estado o movimiento político-social que constituya una amenaza para los intereses políticos, económicos y militares de Estados Unidos, país que, aunque sigue siendo aún la mayor potencia mundial, está perdiendo terreno ante la aparición de nuevos actores estatales y sociales.

Son numerosos los instrumentos de esta estrategia y van desde la guerra abierta –como los ataques de fuerzas aeronavales y terrestres contra Yugoslavia, Afganistán, Irak y Libia– hasta las operaciones secretas realizadas en esos países y en otros, últimamente en Siria y Ucrania. Para la realización de estas operaciones, el Pentágono dispone de las fuerzas especiales, alrededor de 70 000 especialistas que «cada día operan en más de 80 países a escala mundial». Y también tiene a su disposición un ejército secreto de mercenarios. En Afganistán, según documenta Foreign Policy [2], el número de mercenarios del Pentágono se eleva a 29 000, o sea 3 mercenarios por cada soldado estadounidense. En Irak hay unos 8 000… 2 mercenarios por cada soldado estadounidense.

A los mercenarios del Pentágono se agregan los de la tentacular comunidad de inteligencia, que incluye, además de la CIA, otras 15 agencias federales. Los mercenarios son doblemente útiles ya que pueden asesinar y torturar sin que tales actos se atribuyan a Estados Unidos. Y cuando resultan muertos en acción, sus nombres no aparecen en la lista de bajas. Además, el Pentágono y los servicios secretos disponen de grupos a los que arman y entrenan, como los grupos islamistas utilizados para atacar Libia y Siria desde adentro y los neonazis utilizados en el golpe de Estado de Ucrania.

Otra herramienta de esta misma estrategia son las «organizaciones no gubernamentales» [ONGs] que, disponiendo de enormes medios, son utilizadas por la CIA y el Departamento de Estado para montar acciones de desestabilización interna en nombre de la «defensa de los derechos ciudadanos». En ese marco se inscribe también la acción del grupo de Bilderberg [3] –que el magistrado Ferdinando Imposimato denuncia como «uno de los responsables de la estrategia de la tensión y de las masacres» en Italia [4]– y la de la Open Society del «inversionista y filántropo George Soros», artífice de las «revoluciones de colores» [5].

En la mira de la estrategia golpista de Washington están hoy Brasil, para torpedear al grupo BRICS, y Venezuela, para socavar la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Para desestabilizar Venezuela, indica el SouthCom en un documento recientemente revelado [6], hay que crear «un escenario de tensión que permita combinar acciones callejeras con el empleo dosificado de la violencia armada».

NOTAS:

[1] El SouthCom, United States Southern Command, es más conocido en Latinoamérica bajo la denominación “Comando Sur”. Nota de la Red Voltaire.

[2] “Mercenaries Are the Silent Majority of Obama’s Military”, Micah Zenko, Foreign Policy, 18 de mayo de 2016.

[3] «Lo que usted no sabe sobre el Grupo de Bilderberg», por Thierry Meyssan, Komsomolskaya Pravda (Rusia) , Red Voltaire, 15 de abril de 2011.


[5] «George Soros, especulador y filántropo», Red Voltaire, 3 de febrero de 2004.

[6] «Operación Venezuela Freedom-2», Red Voltaire , 22 de mayo de 2016.


26 de mayo de 2016

LAS HUELGAS CONTRA LA REFORMA LABORAL PONEN EN JAQUE AL GOBIERNO FRANCÉS

Telam

El gobierno francés reconoció que está utilizando las reservas estratégicas de carburantes para tratar de garantizar el aprovisionamiento frente a las huelgas y bloqueos en refinerías y depósitos petrolíferos contra su reforma laboral, que han agotado los tanques de centenares de estaciones de servicio en todo el país.

El secretario de Estado de Transportes, Alain Vidalies, explicó que se ha extraído el equivalente de tres días de consumo de esas reservas estratégicas, que son de 115 días, pero insistió en que no hay riesgo de agotamiento.

Vidalies, en declaraciones a los medios al término del Consejo de Ministros, se esforzó en señalar que se están utilizando esas reservas “de forma marginal”, al tiempo que reconoció que la situación en las gasolineras había empeorado en la región de París, donde un 40% se habían quedado sin carburante, mientras en el oeste del país ha “mejorado”.

En total, son más de 4.000 las estaciones de servicio en las que se había agotado total o parcialmente la nafta, lo que equivale a un tercio de las estaciones que hay en Francia, informó el funcionario, quien vinculó la situación con el comportamiento de los automovilistas, que realizan compras de combustible por precaución.

El responsable de Transportes insistió en que el problema no es de disponibilidad de carburante, sino de acceso a los depósitos donde está almacenado -en muchos casos bloqueados por piquetes de huelguistas-.

A ese respecto, señaló que las fuerzas del orden han procedido hoy al desbloqueo de 11 complejos petroleros y el vocero del gobierno, Stéphane Le Foll, había indicado anteriormente que esas operaciones van a continuar “con responsabilidad”.

El primer ministro Manuel Valls afirmó hoy ante la prensa que van a continuar las operaciones policiales para levantar los bloqueos, de los que se habían llevado a cabo once hasta esta mañana.

Valls reafirmó su posición de que no se retirará el proyecto de ley de reforma laboral, ni se modificará sus artículos más polémicos, y denunció la actitud de la Confederación General del Trabajo (CGT, que lidera la protesta), “una organización minoritaria que quiere hacer plegar al gobierno”, consignó la agencia de noticias EFE.

La CGT no dicta la ley en este país”, advirtió el primer ministro, que argumentó que si bien “el derecho de huelga y de manifestación son derechos absolutos, esta radicalización (…) es inaceptable”, como también sus amenazas con paralizar una central nuclear.

Ante las perturbaciones que la escasez de carburante está empezando a causar en varios sectores económicos, y ante el riesgo de que las protestas se extiendan a la electricidad -hay una convocatoria de huelga desde hoy en, al menos, una central nuclear-, las organizaciones patronales reclamaron al gobierno que garantice la libertad de circular y trabajar.

En un comunicado conjunto, seis de esas organizaciones empresariales señalaron que “frente a esta situación, corresponde al Estado velar por el respeto del derecho y tomar las medidas que garanticen el interés general, la libertad de trabajar y de circular libremente”.

Pierre Gattaz, presidente de la principal de todas ellas, el Movimiento de Empresas de Francia (Medef), calificó de “irresponsables” a las centrales que bloquean los centros petroleros para tumbar la ley de la reforma laboral, que a su juicio “no servirá para nada” en su redactado actual.

Más allá del sector petrolero, el paro en los ferrocarriles hoy tuvo un seguimiento inferior al de la semana pasada, con un 10% de huelguistas, frente al 15% el miércoles de la semana pasada, según los datos presentados por la empresa SNCF.

Tras más de tres meses de protestas, mañana habrá una nueva movilización nacional en decenas de ciudades de todo el país, una jornada importante para las centrales sindicales que exigen la retirada de la reforma laboral.

También se han convocado huelgas intersectoriales, entre ellas en el control aéreo, que va a obligar a las compañías que operan en el aeropuerto parisino de Orly a cancelar un 15% de sus vuelos.

La CGT ya ha preparado para la semana próxima una batería de paros indefinidos en los ferrocarriles y en el transporte metropolitano de París, a los que se sumará otro de tres días (el 3, el 4 y el 5 de junio) de los controladores aéreos (en este caso por motivos propios de su convenio colectivo).

El inicio de la Eurocopa de fútbol, el 10 de junio, aparece como una fecha clave, porque según una encuesta publicada hoy, si las protestas tuvieran impacto en ese evento -con consecuencias negativas para la imagen del país-, un 61% de los franceses considerarían responsable al gobierno de Valls.


LA OLA DE PROTESTAS PONE EN JAQUE A HOLLANDE

Eduardo Febbro. Página12

En Douchy-Les-Mines, los policías antidisturbios 
rodean el piquete de trabajadores de una refinería en 
contra de la reforma laboral. Imagen: AFP
Las protestas contra la reforma de la ley laboral desembocaron en Francia en una crisis mayor que supera en mucho las manifestaciones que se vienen llevando a cabo desde el pasado 31 de marzo e, incluso, el nacimiento del movimiento de ocupación de las plazas NuitDebout. La huelga en las refinerías y las trabas a la distribución de combustible obligó al Estado a utilizar sus reservas estratégicas al tiempo que, de manera inesperada, la CGT lanzó un amplio movimiento de huelga en las centrales nucleares. Según Alain Vidalies, Secretario de Estado para los transportes, poco más de 20% de las estaciones de servicio de Francia tienen dificultades para abastecerse. Además de la distribución de carburante y la energía nuclear, los ferrocarriles, la aviación civil, el personal portuario y los conductores de camiones se sumarán en los próximos días a esta ola de huelgas convocada principalmente por la CGT y a la cual se han asociado otros sindicatos potentes.

La trama de la impugnación de la reforma de una ley que modifica algunos puntos hasta ahora intocables del mundo laboral se complicó cuando la misma CGT anunció que al menos 16 centrales nucleares de las 19 que hay en Francia habían votado a favor de una huelga que comenzará hoy 26 de mayo. La central sindical llamó a un movimiento de acción “lo más fuerte posible”.

Desde el pasado martes ya se advirtieron focos de paro en varias centrales que dejaron sin luz a tres zonas del país. El primer ministro francés, Manuel Valls, denunció en la Asamblea Nacional estos llamados a la huelga como “chantajes” y dijo que no era la CGT quien “establece las leyes en Francia”. Gobierno y sindicatos juegan en este conflicto su propia partida. Con la reforma de la ley laboral, el Ejecutivo zanja el antagonismo entre las dos izquierdas que acompañó todo el mandato del socialista François Hollande. Entre la llamada izquierda social y la izquierda reformista liberal, el jefe del Estado y su primer ministro optaron por la segunda. A su vez, los sindicatos, en plena crisis de representatividad y con un pasivo de militantes cada vez más elocuente, se meten en la pelea para demostrar que siguen vivos y con un fuerte poder de movilización.

Como lo resalta en un editorial el semanario de centro izquierda Le Nouvel Observateur, “la tasa de adhesión sindical en Francia es una de las más débiles de Europa y el patronato local sigue siendo sin dudas uno de los más arcaicos”. El Ejecutivo navega entre la debilidad de ambos y inserta su reforma en ese contexto. El mundo sindical percibe sin embargo una oportunidad de llevar la bandera opositora detrás de la cual buena parte de la sociedad cierra filas. Un sondeo realizado por la consultora Elabe indica que 69 por ciento de los franceses se pronuncia por un retiro de la reforma laboral para evitar así “un bloqueo de todo el país”. La misma encuesta aporta además un dato que los sindicatos han leído con mucha atención:59% de los franceses designan a François Hollande y a Manuel Valls como “los principales responsables de las tensiones” debido a que “rehúsan introducir nueva modificaciones al proyecto de ley”. Esta, sin embargo, ya fue aprobada de forma expeditiva por el jefe del Ejecutivo. Valls recurrió al artículo 49.3 que le permite hacer pasar una ley por decreto, es decir, sin debate parlamentario. La división en el seno de los Diputados socialistas es tal que era muy probable que la reforma de la ley no obtuviera la mayoría. De ser haber sido así, el gobierno hubiese quedado en minoría. Valls evitó la caída pero no acalló las discordias que, cuando falta un año para las elecciones presidenciales de 2017, han desfigurado a la izquierda francesa. Entre reformistas que se autocalifican de modernos y socialistas tratados por los primeros de vivir en un museo del pasado, las relaciones se han empañado.

Ahora, el conflicto ha pasado a mayores. La CGT y el otro sindicato importante que respalda las huelgas, Fuerza Obrera, afirman al unísono que no tienen la más mínima intención de “detener” el movimiento. En cuanto a Philippe Martinez, el secretario general de la CGT, éste promete que “irán hasta el final, y sin límites”, es decir, hasta que el Ejecutivo retire o modifique substancialmente la reforma laboral.

Lo cierto es que la nueva batalla entre el gobierno y los sindicatos empieza a amenazar a los sectores claves de la economía. Dos terceras partes de las poco más de 12.000 estaciones de servicio con que cuenta el país atraviesa serios problemas de suministro. El hecho de que la CGT haya logrado implicar en las protestas al personal de las centrales nucleares es tanto más decisivo cuanto que la energía nuclear cubre el 75% de las necesidades eléctricas de Francia. De las 12.000 estaciones de servicio, 4.000 han visto su aprovisionamiento perturbado y han decidido limitar la venta de combustible a 20 litros por vehículo. Hay que remontar a la reforma del sistema de jubilaciones de Francia decidida por el entonces presidente Nicolas Sarkozy (2207-2012) para encontrar una crisis semejante y, sobre todo, el hecho de que se hayan tenido que tocar las reservas estratégicas del país para cubrir las necesidades vitales. Tal y como lo hubiese hecho la derecha, Valls calificó de “ilegales” las trabas a la distribución de combustible y los paros en las refinerías. El primer ministro advirtió que el Estado actuaría con “firmeza” para estabilizar la situación. El anuncio y las medidas de fuerzas decididas para levantar las barreras en cerca de 19 refinerías y depósitos han tenido el efecto contrario. La respuesta sindical fue una insurrección aún mayor, con más problemas en la distribución. El cuadro llegó a tal extremo que las distintas patronales de Francia se dirigieron al gobierno advirtiéndole que se está llegando a un extremo inadmisible y que ya hay varias fábricas que, por falta de combustible, están “viendo su existencia amenazada”. La confrontación social ingresó en una zona muy densa. Ante un gobierno que repite que no cambiará la ley, la acción sindical hizo pasar el antagonismo desde la calle, o sea, las manifestaciones y las acciones testimoniales, a golpear con fuerza el corazón de la economía.