Por Marat
¿Se han fijado ustedes que ya no
decimos coronavirus, que el término COVID-19 está en retirada y que ahora todos
hablamos de “pandemia”?
El ser humano destaca por muchas
cosas. Una de ellas es la estupidez gregaria de repetir los términos que se
emiten desde el poder. El mediático, que es un poder eco del empresarial (los
medios de comunicación y los emisores de bulos son empresas), ha fijado ya el
término, al que los políticos del sistema capitalista (todos los que tienen
representación electoral porque no la alcanzarían de otro modo) se han unido en
Santa Alianza.
Decir pandemia es ir normalizando
la excepción que nace del nombre concreto y específico de un tipo de epidemia
concreto: el coronavirus SARS-CoV-2 (COVID-19). Cuando la anomalía emerge hay
una necesidad de nombrarla. Es la manera de acercarse a lo que es, a su
naturaleza, de indagar en su etiología, buscando el modo de combatirla.
Cuando esto no es posible porque
no se disponen de los recursos económicos, aunque hayan miles de millones dispuestos
para salvar, pongamos por caso al sector del automóvil (3.750 millones), ni de
los técnicos, como la Comunidad de Madrid para incorporar rastreadores de la
COVID-19, cuando bastaría no más de 800 encuestadores, como siempre mal
pagados, pero bien formados mediante un correcto briefing técnico para hacer el
seguimiento de los contactos de un infectado pero se duda durante más de un mes
si se debe imponer la obligación de llevar mascarilla, que no palía lo que no
se haga en inversión preventiva en equipos y medios técnicos, para no afectar
negativamente al sector de la hostelería y el ocio madrileños, es mejor hablar
de pandemia que de coronavirus o de COVID-19. Son fieles seguidores de lo que
se ocultaba bajo la expresión “nueva normalidad” que inventó el gobierno de la
nación, sugiriendo lo que éste acabaría haciendo después: la doctrina Sinatra
del “My way” (a mi manera) para cada
autonomía, sabiendo que cada una de ellas buscaría el beneficio economico de su
clase empresarial (no importa quién gobierne. Todo gobierno bajo el capitalismo
responde a la máxima de servir a la ganancia del capital) antes que la protección
de la vida.
Hay quien pretende que la
inacción del gobierno español, que tan bien respondió durante el Estado de
Alarma, protegiendo antes la vida que el beneficio empresarial, es un modo de
demostrar que la dirección del Estado contra “el bicho” era eficaz y que los
que tanto le criticaron desde la oposición política en sus gobiernos autónomos
iba a mostrarse ineficaz. Seguro que hay algo de eso pero no deja de ser un
comportamiento criminal por pasividad.
Sin embargo, no es esa la razón
profunda de la “nueva normalidad”, consistente en mezclar preocupación en los
nuevos datos de rebrote de la COVID-19 con esta especie de “laissez faire” de
la descoordinación. La real es que estamos ante la peor crisis económica, que pronto
será social (ya aparecen signos de protesta de sectores de trabajadores
afectados por los despidos y la nueva miseria que se les viene encima), del
capitalismo que hayamos conocido desde el final la II Guerra Mundial. Y hay que
levantar la economía, mueran los que mueran.
Hay que agradecer al Presidente
Trump su sinceridad cuando afirmó que “hay
que tomar una decisión. Perdemos miles y miles de personas todos los años por
la gripe, pero no apagamos el país por eso. [Hoy,
29 de Julio de 2020, Estados Unidos suma ya 148.066 muertos por el coronavirus
COVID-19]. En promedio mueren 37.000
personas al año. ¿Pueden creerlo? Perdemos muchas más personas por accidentes
de tránsito, pero no llamamos a las compañías a decirles que dejen de hacer
autos por eso. Tenemos que volver a trabajar”.
La derecha capitalista es siempre
más cruda pero más sincera sobre los intereses que defiende que la izquierda,
que siempre es capitalista desde su origen en la Revolución Francesa, cuando su
marca su diferencial fue cuestionar el poder del rey de vetar las decisiones de
la Asamblea Nacional, no rechazar el régimen de propiedad burgués que entonces
emergía. Pero explicar que comunismo e izquierda son antagónicos es como
intentar destruir un acorazado con un tenedor. Los conceptos pueden contener
tal nivel de ceguera emocional que impiden cualquier reflexión histórica.
La izquierda europea se inclinará
por Biden, como antes lo hizo con Obama, dejando de lado lo que ya sabe: que en
el circo político del capital todos responden a su mismo credo, se llamen Trump,
Biden, Obama, Casado, Abascal, Sánchez o Iglesias, que se traga una trirreme
romana con los galeotes en pie y los remos en alto, con tal de seguir manteniendo
su estatus de representante público del capital.
Nos están vendiendo una mentira
indecente de “ayudas”, que no defensa de las necesidades vitales de la clase
trabajadora ni de sus derechos, con la basura de 462 € (come, paga tu hipoteca
o tu alquiler y el agua, luz y gas de tu hogar, sin hablar del resto de necesidades,
con eso) del Ingreso Mínimo Vital y resulta que de los 600.000 que dice el Ministro
de la Seguridad Social (SS), el que decía que había que separar las prestaciones
no contributivas de las contributivas de la SS para asegurar su futuro, que lo
han pedido se han quitado a la mitad de candidatos a cobrarlo de encima. Rechazos,
personas que desisten por dificultad de comprender o llevar a cabo el proceso
de petición de la ayuda, imposibilidad de ser atendido por el teléfono de contacto,
negativa al anunciado derecho a cita previa,…. que ha
dejado de ser un derecho ligado al trabajo y a las conquistas de la clase
trabajadora. Sugiero, para entender lo que significa esta mentira que sustituye
derechos por asistencialismo el siguiente enlace: https://encuentrocomunista.org/articles/comprender-el-ingreso-minimo-vital/
¿Les atienden en el SEPE? La
oficina del paro, para entendernos. En Madrid ya están negando las citas
previas para cualquier demanda, incluida la Renta Activa de Inserción (RAI) de
la Comunidad de Madrid, como estará sucediendo en otras Comunidades Autónomas. Eso
sí, si vuelves a pedir cita porque la negativa a tus derechos no aparece
justificada en el correo electrónico que los funcionarios del SEPE te envían,
te dejan claro que el medio para reclamar es pedir la cita que te impiden tener
con ellos. Y son muy amables: acaban el correo con “un saludo”.
Quizá haya que seguir hablando de
ello y seguramente este post no lo lea casi nadie y, si lo lee, se conforme con
decir ¡qué cabrones!, en lugar de organizarse en defensa de los derechos que
son pisoteados a muchos de nosotros que no queremos saber que somos parte de la
clase que se traga lo que haga falta con tal de no tener problemas, la clase trabajadora.
De los trabajos que no están
asegurados, no de los que son fundamentales para la continuidad de la actividad de las
grandes empresas y de la administración, los que aparezcan como nuevas
oportunidades, serán aún más crueles con tu necesidad de supervivencia y de
respeto a tu dignidad. Entiendo por lo que pasas. Sé de ello. Pero no podría
entender tu resignación.
No voy a hablar de los
desgraciados, con o sin papeles, sobre los que hace una semana se cargaba la
prueba de los nuevos infectados. Es gente que solo quiere sobrevivir. Lo
indecente es que, atribuyendo al hacinamiento en su pernoctación, tras sus
horas de sobreexplotados (sin contrato legal, mal pagados, con horas excesivas
de trabajo, sin protección en sus condiciones de trabajo,…), esa gente que ha
asegurado que tendríamos alimentos durante el confinamiento, sean ahora la
oportunidad de abaratamiento de sus condiciones de vida para el empresario que
los sobreexplota cuando se propone que ayuntamientos, comunidades autónomas , Estado
y empresarios se repartan el coste de sus habitáculos. En Francia, incluso con
Franco, nos trataban mejor a los españoles durante la vendimia.
Ningún organismo les va a dar una cifra real de parados. Ya se han encargado desde el SEPE en impedir la cita para apuntarse al desempleo pero sospecho que estamos entre 4 y 5 millones parados reales, no de adscrit@s por aburrimiento. Entre ellos, muchos desesperados que tienen sus cuentas a cero.
Vivimos en un tiempo de propaganda. Quizá sea necesario que usted mire sobre su propia realidad y deje aparte sus simpatías políticas electorales, hoy tan pobres. Tal vez deba empezar a pensar por sí mismo sobre lo que se nos viene encima y sobre si ello tiene algo que ver con el sistema económico en el que vive.
Elige si prefieres ser un esclavo
que llora y se queja en el bar o alguien que se da cuenta de que comparte con
muchos su rabia social y cree, con ellos, que ya basta. Es hora de organizarse.