TIEMPO DE PESIMISMO (NO EXAGERAR LOS ADJETIVOS), TIEMPO DE ESPERANZA
SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
PROPUESTA DE EXIGENCIAS AL POSIBLE PRÓXIMO GOBIERNO DE AMPLIAS ALIANZAS
HASTA LOS COJONES DEL ASUNTO LUIS RUBIALES Y DE TODO EL SHOW
TIEMPO DE PESIMISMO (NO EXAGERAR LOS ADJETIVOS), TIEMPO DE ESPERANZA
SUMAR Y PODEMOS JUNTOS A LAS GENERALES ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
8 de junio de 2016
MANIOBRAS DE LA OTAN EN POLONIA: EN LOS ANILLOS DE LA “ANAKONDA”
Manlio
Dinucci. Il Manifesto
La
OTAN prosigue su campaña de propaganda para hacer creer que existe
una amenaza rusa y que hay que prepararse contra ella. En
contradicción con sus propios principios, que estipulan que la
alianza atlántica se apoya solamente en sus fuerzas regulares, la
OTAN está creando en Polonia –como ya lo hizo en Ucrania– una
fuerza paramilitar de 35 000 hombres, que incluso participa en las
maniobras Anakonda 16. La OTAN parte del principio que, después de
haber participado en ese ejercicio militar, los miembros de esa
fuerza paramilitar ayudarán a difundir el mito de la amenaza rusa.
Comienza
hoy en Polonia Anakonda 16, «el mayor ejercicio aliado de este año»
[1], con la participación de más de 25.000 hombres de 19 países de
la OTAN (como Estados Unidos, Alemania, Reino Unido y Turquía) y de
6 asociados: Georgia, Ucrania, Kosovo (considerado como Estado a
pesar de que no es miembro de la ONU pero que ya es, de hecho,
miembro de la OTAN, bajo el mando estadounidense), Macedonia (que no
es aún miembro de la OTAN sólo debido a su oposición con Grecia
por causa de su nombre [2]), así como Suecia y Finlandia, dos países
que se aproximan cada vez más a la OTAN (en mayo pasado incluso
participaron en la reunión de ministros de Relaciones Exteriores de
la alianza atlántica).
Oficialmente,
el ejercicio se desarrolla bajo la dirección de Polonia (lo cual
explica la “k” que aparece en el nombre del ejercicio), lo cual
es sólo una forma de satisfacer el orgullo nacional de Varsovia. Sin
embargo, el ejercicio se desarrolla en realidad bajo el mando de las
fuerzas militares estadounidenses desplegadas en Europa, cuya «área
de responsabilidad» abarca 51 países, incluyendo toda Rusia. y cuya
misión oficial consiste en «promover los intereses estratégicos
estadounidenses en Europa y Eurasia». Esas fuerzas militares
estadounidenses realizan cada año 1.000 operaciones militares en más
de 40 países de esa área.
Las
fuerzas militares estadounidenses presentes en Europa participan en
Anakonda 16 con 18 unidades, entre ellas la 173 brigada
aerotransportada, con base en la provincia italiana de Vicenza. Ese
ejercicio, que durará hasta el 17 de junio, está claramente
dirigido contra Rusia y prevé, entre otras, «misiones de asalto de
fuerzas multinacionales aerotransportadas», a realizarse incluso en
la región báltica, al borde del territorio ruso.
En
vísperas del inicio de Anakonda 16, el gobierno polaco anunció que
en 2017 aumentará las fuerzas armadas de Polonia de 100.000 a 150.000 efectivos, constituyendo una fuerza paramilitar de 35.000
elementos denominada «Fuerza de Defensa Territorial». Distribuida a
través de todas las provincias polacas, comenzando por el este del
país, esa fuerza paramilitar se encargaría de «impedir que Rusia
se apodere del territorio polaco, como hizo en Ucrania».
Los
miembros de la nueva fuerza paramilitar polaca, que recibirán un
salario mensual, comenzarán a entrenarse en septiembre con
instructores estadounidenses y de la OTAN, siguiendo el esquema ya
utilizado en Ucrania, donde esos instructores ya entrenan la nueva
Guardia Nacional creada por Kiev, incluyendo los batallones neonazis.
La asociación paramilitar polaca Strzelec, que aportará 10 000
hombres a la nueva fuerza, ya comenzó a entrenarse, participando en
Anakonda 16. La creación de la nueva fuerza paramilitar, que en el
plano interno representa para el presidente Andrzej Duda un nuevo
instrumento de represión contra la oposición [3], forma parte del
fortalecimiento militar de Polonia, con un costo previsto de 34.000
millones de dólares de aquí al año 2020, estimulado por Estados
Unidos y la OTAN y dirigido contra Rusia.
Ya
comenzaron los trabajos para la instalación en Polonia de una
batería terrestre de misiles del sistema estadounidense AEGIS,
similar a la que funciona en Rumania, capaz de lanzar tanto misiles
interceptores como misiles nucleares de ataque. En espera de la
cumbre de la OTAN a realizarse en Varsovia, del 8 al 9 de julio de
2016, donde se hará oficial la escalada anti-rusa, el Pentágono se
prepara para desplegar en Europa una brigada de combate de 5.000
hombres, que circulará entre Polonia y los países bálticos.
Al
mismo tiempo, Estados Unidos y la OTAN intensificarán los ejercicios
dirigidos contra Rusia. El 5 de junio, dos días antes del inicio de
Anakonda 16, comenzó en el Báltico el ejercicio Baltops 16, con la
participación de 6 100 militares, 45 navíos de guerra y 60 aviones
de 17 países, bajo el mando de Estados Unidos. También participan
bombarderos estratégicos estadounidenses B-52… a sólo 100 millas
del enclave ruso de Kaliningrado.
Se
trata de una evidente escalada en la estrategia de la tensión, que
empuja Europa a una confrontación no menos peligrosa que la que
vimos en tiempos de la guerra fría. Y todo eso se encubre bajo el
manto de silencio político-mediático de las «grandes democracias»
occidentales.
NOTAS
[1]
Sitio web oficial.
[2]
El autor se refiere a la antigua república yugoslava de Macedonia,
que al proclamar su independencia reclama la misma apelación que la
región griega de Macedonia. Nota de la Red Voltaire.
[3]
«La OTAN hace arrestar al líder opositor polaco Mateusz Piskorski»,
Red Voltaire, 21 de mayo de 2016.
7 de junio de 2016
LOS NUEVOS MIEDOS
Ignacio
Ramonet. cubadebate.cu
El
susto ha sido grande. Y aunque finalmente, el pasado 22 de mayo, en
Austria, Norbert Hofer, el candidato de la extrema derecha, no fue
elegido (por un pelín… [1]) presidente de la República, cabe
preguntarse qué miedos están sintiendo los austríacos para que el
49,7% de ellos haya optado por votar a un neofascista.
“En
la historia de las sociedades –explica
el historiador francés Jean Delumeau–,
los miedos van cambiando, pero el miedo permanece”.
Hasta el siglo XX, las grandes desgracias de los seres humanos eran
causadas principalmente por la naturaleza, el hambre, el frío, los
terremotos, las inundaciones, los incendios, la escasez de alimentos,
y por pandemias epidémicas como la peste, el cólera, la
tuberculosis, la sífilis, etc. Antaño, el ser humano vivía
expuesto a un entorno siempre amenazante. Las desgracias le acechaban
incesantemente…
La
primera mitad del siglo XX estuvo marcada por el terror de las
grandes guerras, las de 1914-1918, de 1936-1939 y de 1939-1945. La
muerte a escala industrial, los éxodos bíblicos, las destrucciones
masivas, las persecuciones, los campos de exterminio… Tras la
Segunda Guerra Mundial y la destrucción atómica de Hirosima y
Nagasaki en 1945, el mundo vivió bajo la preocupación constante por
el apocalipsis nuclear. Pero este miedo fue extinguiéndose poco a
poco con el final de la Guerra Fría en 1989 y tras la firma de
tratados internacionales que prohíben y limitan la proliferación
nuclear.
Sin
embargo, la existencia de estos tratados no ha hecho desaparecer los
riesgos. La explosión de la central nuclear de Chernóbil, en
particular, reavivó el terror nuclear. Más recientemente también
tuvo lugar el accidente de Fukushima, en Japón. La opinión pública,
estupefacta, descubrió entonces que incluso en un país conocido por
su alta tecnología como es Japón se trasgredían principios básicos
relativos a la seguridad, poniendo así en peligro la salud y la vida
de cientos de miles de personas.
Los
historiadores de las mentalidades se preguntarán algún día por los
miedos de nuestra década (2010-2020). Descubrirán que, a excepción
del terrorismo yihadista que continúa golpeando a las sociedades
occidentales, los nuevos miedos son más bien de carácter económico
y social (desempleo, precariedades, despidos masivos, desahucios,
nuevas pobrezas, inmigración, desastres bursátiles, deflación),
así como de naturaleza sanitaria (virus del Ébola, fiebres
hemorrágicas, gripe aviar, chikungunya, zika) o ecológica
(desajustes climáticos, transformaciones profundas del medio
ambiente, mega-incendios incontrolados, contaminaciones, poluciones
del aire). Éstos conciernen de la misma manera tanto al ámbito
colectivo como al ámbito privado.
En
este contexto general, las sociedades europeas se encuentran
especialmente conmocionadas, sometidas a seísmos y a traumatismos de
gran violencia. La crisis financiera, el desempleo masivo, el final
de la soberanía nacional, la desaparición de las fronteras, el
multiculturalismo y el desmantelamiento del Estado de Bienestar
provocan, en el espíritu de muchos europeos, una pérdida de
referencias y de identidad.
Una
encuesta reciente, llevada a cabo en los siete principales países de
la Unión Europea por el Observatorio Europeo de Riesgos, constata
que el 32% de los europeos tienen mucho más miedo hoy de atravesar
dificultades financieras que hace cinco años; el 29% tienen más
miedo de caer en la precariedad; y el 31%, de perder su empleo. En
España, la pobreza ha aumentado de “manera
alarmante”
en los últimos años, con 13,4 millones de personas –esto es, el
28,6% de la población– en riesgo de exclusión y de recaída en la
miseria… Porque estos temores hacen nacer un sentimiento de
desclasamiento: el 50% de los europeos tienen la sensación de
encontrarse en regresión social con respecto a sus padres.
Así
pues, los nuevos miedos están muy presentes hoy en Europa. La crisis
actual bien pudiera marcar el punto final del poderío europeo en el
mundo. Tras la llegada masiva de cientos de miles de migrantes
provenientes de Oriente Próximo (Siria, Irak) durante estos últimos
meses, el miedo a la “invasión
extranjera”
ha aumentado. Se extiende la sensación de estar amenazado por
fuerzas externas que los Gobiernos europeos ya no controlarían, como
el auge del islam, la explosión demográfica del Sur y las
transformaciones socioculturales que difuminarían su identidad. Y
todo esto se produce en un contexto de crisis moral grave en el que
se multiplican los casos de corrupción y en el que la mayoría de
los que gobiernan, muy impopulares, ven cómo se desmorona su
legitimidad. En toda Europa, estos miedos y esta “podredumbre”
son explotados por la extrema derecha con fines electorales. Como lo
demostró la victoria, el pasado 25 de abril, de la extrema derecha
en la primera vuelta de las elecciones legislativas en Austria. En
donde, además, se produjo el derrumbe histórico de los dos grandes
partidos tradicionales (el SPÖ, socialdemócrata, y el ÖVP,
democristiano) que habían gobernado el país desde 1945.
Ante
la brutalidad y el carácter repentino de tantos cambios, las
incertidumbres se acumulan para muchos ciudadanos. Les parece que el
mundo se vuelve opaco y que la historia escapa a cualquier tipo de
control. Numerosos europeos se sienten abandonados por sus
gobernantes, tanto de derechas como de izquierdas, los cuales,
además, son descritos sin cesar por los grandes medios de
comunicación como especuladores, tramposos, mentirosos, cínicos,
ladrones y corruptos. Perdidos en el centro de semejante torbellino,
muchos ciudadanos comienzan entonces a entrar en pánico y les invade
el sentimiento, tal y como decía Tocqueville, de que, “puesto
que el pasado ha dejado de aclarar el futuro, la mente camina entre
las tinieblas”…
En
este caldo de cultivo social –compuesto por miedos, por amenazas
sobre el empleo, por desarraigo identitario y por resentimiento–
vuelven a aparecer los viejos demagogos. Aquellos que, sobre la base
de argumentos nacionalistas, rechazan al extranjero, al musulmán, al
judío, al romaní o al negro, y denuncian los nuevos desórdenes y
las nuevas inseguridades. Los inmigrantes constituyen los chivos
expiatorios ideales, y los objetivos más fáciles porque simbolizan
las profundas transformaciones sociales y representan, a ojos de los
europeos más modestos, una competencia indeseable en el mercado
laboral.
La
extrema derecha siempre ha sido xenófoba. Pretende paliar las crisis
designando a un único culpable: el extranjero. Esta actitud se ve
fomentada en la actualidad por las contorsiones de partidos
democráticos reducidos a preguntarse por la importancia de la dosis
de xenofobia que pueden incluir en su propio discurso.
Con
la reciente ola de atentados odiosos en París y en Bruselas, el
miedo al islam se ha reforzado aún más. Cabe recordar por ejemplo
que hay entre 5 y 6 millones de musulmanes en Francia, el país que
cuenta con la comunidad islámica más importante de Europa. Y
alrededor de 4 millones de musulmanes en Alemania. Según una
encuesta reciente del diario francés Le Monde, el 42% de los
franceses considera a los musulmanes “más
bien como una amenaza”.
El 40% de los alemanes piensan lo mismo. En estos dos países, una
mayoría de la población considera que los musulmanes no están
integrados en sus sociedades de acogida. El 75% de los alemanes
estima que no están “en absoluto” integrados o que “apenas lo
están”; y el 68% de los franceses piensan de la misma manera.
Hace
unos meses, la canciller alemana Angela Merkel –que luego acogió
en su país a más de 800.000 migrantes solicitantes de asilo en
2015– afirmaba que el modelo multicultural según el cual
convivirían en armonía diferentes culturas había “fracasado
por completo”.
Y un panfleto islamófobo escrito por un ex dirigente del Banco
Central alemán, Thilo Sarrazin, que denunciaba la falta de voluntad
de los inmigrantes musulmanes para integrarse, ha sido un éxito
rotundo en las librerías alemanas, y se han vendido nada menos que
1,25 millones de ejemplares.
Un
número cada vez mayor de europeos hablan del islam como de un
“peligro
verde”,
a la manera en la que antaño se imaginaban los avances de China
hablando del “peligro
amarillo”.
La xenofobia y el racismo están aumentando en toda Europa. A esto
contribuye sin duda el hecho de que algunos musulmanes de Europa
están lejos de ser irreprochables. Especialmente –en un momento en
el que los medios de comunicación evocan la brutalidad de la
Organización del Estado Islámico (OEI), o Daesh, en Irak y en
Siria– los activistas islamistas, que aprovechan el clima de
libertad que reina en los países europeos para desplegar un
proselitismo salafista. Predican el adoctrinamiento de sus
correligionarios o de jóvenes cristianos conversos. Los más
extremistas han participado en la reciente ola terrorista en Francia
y Bélgica.
En
el ámbito político, son numerosos los discursos dramáticos que
despiertan la preocupación y la angustia de los electores. Durante
las campañas electorales, es común encontrar discursos que recurren
al instinto de protección de los individuos. Se apela al miedo de
forma habitual. Se trata de una manipulación. Y, en la utilización
de este sentimiento, los populistas de derechas –en el contexto
actual de crisis social– se han convertido en expertos. No solo en
Austria. En Francia, por ejemplo, no hay ni un discurso del Frente
Nacional y de su dirigente, Marine Le Pen, en el que no se mencione
el miedo. Le Pen evoca de forma constante las “amenazas”
que se cernerían sobre la seguridad física y sobre el bienestar de
los ciudadanos. Y presenta a su partido, el Frente Nacional, como un
“escudo
protector”
frente a estos “peligros”.
En
todos sus documentos, el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ por
sus siglas en alemán) y su líder Norbert Hofer insisten en la
persistencia de un pasado idealizado y una identidad que hay que
preservar. Promueven el miedo mencionando regularmente a un “enemigo
exterior”:
el islam, contra el cual la “nación
austríaca”
tiene que actuar como un bloque. Denuncian al Otro, al extranjero,
como un peligro para la cohesión de la comunidad nacional. En todos
los discursos populistas de derechas se encuentra este miedo al Otro
que, obligatoriamente, es el enemigo. Se rechaza al Otro porque no
comparte los valores de la “Patria eterna”.
En
sus discursos, los líderes de las nuevas extremas derechas también
atacan a la Unión Europea (UE). La acusan de todos los males, sobre
todo de “poner
en peligro”
a los Estados-nación y a sus pueblos. La UE se designa como culpable
de la fragmentación de las naciones. Al mencionar “las
tinieblas de Europa”,
Norbert Hofer sumerge a sus oyentes en la inquietud. Porque, en la
cultura occidental y cristiana, las “tinieblas” designan por lo
general la nada y la muerte. Así pues, el FPÖ se presenta como un
partido “salvador”,
aquel que conseguirá llevar a la nación austríaca hacia la luz.
La
mayoría de los populistas de derechas en Europa, actualmente,
proceden a una amplificación de los peligros y a una dramatización
de los peligros. Sus discursos sólo proponen ilusiones. Pero en un
periodo de dudas, de crisis, de angustia y de nuevos miedos como el
actual, sus palabras consiguen captar mejor a un electorado
desconcertado y presa de pánico.
Nota
(1)
Tras el recuento de 900.000 sufragios por correo, el candidato
ecologista Alexander Van der Bellen, catedrático emérito de
Economía, de 72 años, resultó elegido nuevo Presidente de Austria
con un 50,3% de los votos frente al 49,7% del aspirante
ultraderechista, Norbert Hofer, quien había resultado vencedor de la
primera vuelta con el 35% de los sufragios.
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