NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Es reconfortante que en un diario digital tan hipermoderado y ciudadanista como Nueva Tribuna se abra paso un tipo de discurso como el que se presenta a continuación.
Pero, con ser valioso este texto por lo que representa de apertura de un discurso que hasta el momento hemos sostenido muy pocos, casi siempre desde espacios marginados de los mayoritarios, incluidos de los de “izquierdas”, no deja de estar aquejado de “ciudadanitis”.
Afirma el texto “la derecha neocon invierte miles de millones para manipular a la ciudadanía anulando su pensamiento crítico”. No es cierto. Es rotundamente falso. Contra quienes emplea esos miles de millones, no la derecha neocon, que sólo es intermediaria del asunto, sino el capital, es contra la clase trabajadora, con el fin de mantenerla enajenada de su realidad social. Los ciudadanos en genérico no pueden ver “anulando su pensamiento crítico” porque ese pensamiento no puede existir en un universo (los ciudadanos) diverso y hasta antagónico en sus intereses y composición interna. ¿Acaso no son ciudadanos Botín, Amancio Ortega, y los grandes empresarios y banqueros de este país?
Mientras se mantenga el discurso estúpido, fabricado por reaccionarios para consumo de imbéciles papagayos ,que lo repiten como un mantra, de hablar desde la ciudadanía y no desde las clases sociales se estará contribuyendo a oscurecer la división social en clases y el antagonismo de intereses entre éstas.
Mientras se mantengan consignas inventadas por “listillos” anónimos (OWS) del tipo “somos el 99%” para repetición acrítica por parte de cretinos acríticos se estará negando el hecho de que dentro de ese 99% hay un sector de clases medias reales (propietarios de medios de producción pequeños y medianos, PYMES) que explota laboralmente a la inmensa mayoría de esa gran mentira “unitaria” llamada 99%. Que la clase trabajadora necesite en momentos históricos determinados de políticas de alianzas no significa que deban subordinarse sus intereses a “propuestas o programas de mínimos” o a estrategias o proyectos “inclusivos” que lo que hacen es buscar horizontes políticos que simplemente endulcen el futuro de esas clases medias reales (las que tienen medios de producción propios), utilizando la fuerza de la clase trabajadora como ariete de presión en sus propios beneficios y dejando a ésta como mera convidada de piedra por lo que se refiere a sus intereses como clase.
La estupidez ciudadanista suele dejar el conflicto social como una lucha meramente contra los bancos, nunca dentro de las relaciones sociales de producción. Lógico porque el correlato de ciudadano es el de consumidor/cliente pero el de trabajador es el de explotado. Miren las contrarreformas en leyes de relaciones laborales, los EREs, las leyes de pensiones, las coberturas de paro, los nuevos contratos y condiciones de despido,…Añadan luego las endurecidas condiciones de trabajo, los salarios de miseria, la sobrecarga de trabajo de quienes aún mantienen sus empleos y entenderán de que les hablo.
Pero este discurso molesta a parte de ese llamado 99% en el que están las pequeñas y medianas empresas, que son la inmensa mayoría del tejido productivo en cualquier país y no es cuestión, piensan los mamarrachos que han inventado esos discursos reformistas, cortafuegos de una auténtica lucha de clases, de ofender a una parte del tejido social que apoya una ridícula indignación que disuelve las contradicciones de clase sólo en una lucha contra lo institucional y los bancos –los blancos fáciles contra los que disparan hasta buena parte de los voceros del capitalismo-, pero que niega la necesidad de dar la batalla sobre la cuestión de la propiedad social de los medios de producción.
Dicho todo lo anterior, reproduzco el texto aludido, con las salvedades establecidas, porque creo cada vez más necesario ir reorientando el discurso, el sentido de la protesta social y el protagonismo de la clase trabajadora en dicha protesta.
¡ES LA LUCHA DE CLASES… ESTÚPIDOS!
Gustavo Vidal Manzanares. nuevatribuna.es
Si Bill Clinton, durante sus campañas electorales, aplicó la consigna “¡es la economía, estúpidos!”, hoy, la mayoría de los ciudadanos españoles deberían escribir en la cabecera de su cama “¡es la lucha de clases, estúpidos!”.
Y digo la mayoría dado que, al menos, el 60% de los españoles percibe remuneraciones por debajo de los mil euros al mes para que los multimillonarios sean cada día más ricos y paguen menos impuestos.
Pero, desgraciadamente, la derecha neocon invierte miles de millones para manipular a la ciudadanía anulando su pensamiento crítico o, simplemente, su pensamiento.
Así, una de las más sangrantes tomaduras de pelo consiste en hacer creer que “todos defendemos idénticos intereses” ya que “hoy en día no puede hablarse de ricos o pobres” pues “la lucha de clases es algo del pasado”, etc.
Según esto, el presidente de la patronal y el pinche del bar, el banquero y la señora de la limpieza, el constructor especulador y el chofer del bus… todos viven en una arcadia donde desaparecieron los intereses contrapuestos y quien alegue lo contrario es un frustrado, un mediocre, un envidioso y, por supuesto, “un progresista trasnochado que ladra su rencor por las esquinas”.
Tras repetirlo miles de veces, el engaño suele funcionar y muchos ciudadanos acaban creyendo que la lucha de clases (o sea, los intereses contrapuestos) es algo “obsoleto” y propio de fracasados “incapaces de forjar su propio destino en una sociedad libre”.
Entonces, curiosamente, la gran patronal comienza a reclamar que los empleados trabajen más horas y por un sueldos más bajos. También exigen rebajas fiscales “para que no se incremente el gasto público”. Incremento que, milagrosamente, no se produciría cuando las ayudas se dirigieran a ellos.
Y, doloroso es reconocerlo, con su estafadora utilización del lenguaje, los neocon nos han tomado varios cuerpos de ventaja. Aquello que los beneficia—aunque perjudique a los trabajadores—se asocia con palabras agradables: bajar los sueldos no es bajar los sueldos, sino “moderación” salarial. Por el contrario, las retribuciones obscenas de los directivos son “incentivos a la producción”. En la misma línea, los derechos consolidados de los trabajadores se motejan de “rigideces” mientras que la ausencia de derechos se etiqueta de “flexibilidad”, “modernización” o “dinamización del mercado”. Los impuestos, lejos de constituir un mecanismo de redistribución y justicia social, se transforman en “presión” fiscal…
Los ejemplos serían numerosos y, por desgracia, resultan muy efectivos en el plan de eclipsar una realidad flagrante: la lucha de clases (los intereses contrapuestos entre sectores sociales) como algo existente, actual y tangible. Los necon han sabido endulzar sus aviesas mentiras, nosotros no hemos sido capaces, por el momento, de transmitir esta palpitante evidencia.
Por ello, en España ha fraguado el cruel engrudo del ideario neocon. Aunque, en cierta medida, es lógico. Somos un país con mente de hidalgo que pasea su “dignidad”… y sus tripas vacías. La mayoría, pomposamente, se autocalifica de “clase media” cuando esto es un engaño maquinado desde arriba… ¡la mayoría de los españoles son o-bre-ros, tra-ba-ja-do-res! Guste o no guste. Pero así es.
Y mientras esa mayoría no reconozca su realidad (“tomar conciencia de clase”, se decía antes) y comience a actuar en consecuencia, el fruto de su trabajo engordará cada día más las arcas de los millonarios. Dicho de otro modo, las dificultades para llegar a fin de mes, afrontar los gastos escolares, de vivienda, de transporte, etc, son la consecuencia de los regales fiscales a los ricos (perdón, me habían dicho que ya no existen), supresión de impuestos, fraude fiscal, “flexibilidad” laboral…
En conclusión, ¡es la lucha de clase, estúpidos!, y mientras se camine con ínfulas de noble arruinado o “clase media” a la mayoría le seguirán robando la cartera mientras le palmean la espalda. Las carcajadas de los sectores sociales altos ya no se escucharán. Se disimulan. De momento.