Olmedo
Beluche. Kaosenlared
Goldstein utiliza estadísticas oficiales y citas de reputados analistas burgueses, combinándolas con las categorías económicas de Carlos Marx, para producir un análisis brillante, ameno, que cualquier trabajador puede comprender, para producir una perspectiva novedosa de la actual crisis mundial del capitalismo. De salida afirma: "Estamos ante una crisis histórica". Con elementos similares a otras, pero en un nivel completamente nuevo que lo lleva a la conclusión de que el sistema está ante "un callejón sin salida". No se trata de una crisis cíclica como las que han caracterizado al capitalismo desde el siglo XIX.
En su Introducción, Goldstein, compara la crisis abierta en 2007 con dos grandes crisis anteriores, las de 1873 y 1929. Éstas constituyen las únicas crisis ("callejones sin salida") con las que encuentra similitudes el actual momento, porque fueron crisis de "larga duración" (aunque no usa este concepto) y de las que sólo se salió mediante la guerra y la expansión imperialista del mercado.
La primera se extendió hasta 1896 y se inició con la crisis de los ferrocarriles y la especulación de tierras, llegando la tasa de desempleo a dos dígitos, pese a un ligero repunte en 1879. Bajo su influjo se produjeron grandes movimientos huelguísticos, como el de Haymarket por las ocho horas de trabajo (1886), la huelga del acero en Homestead (1892) y la de los ferrocarriles Pullman (1894). EE UU sólo la superó cuando inició su expansión imperialista de fines de siglo (Guerra de 1898 con España).
La segunda tuvo el año 1929 como referencia, con el Crack Bursátil, pero había iniciado antes con quiebras bancarias y el colapso de la especulación de tierras, se extiende hasta 1939, con un ligero repunte en 1934. Durante esta fase también sobrevino una oleada de huelgas en San Francisco, Minneapolis y Toledo, y ocupación de fábricas, como la de Flint, que dio origen al sindicato de General Motors. Sólo fue superada con la inmensa destrucción de Guerra Mundial.
"En ambas, el funcionamiento automático del mercado capitalista, el ciclo normal de auge y caída del desarrollo capitalista, se quedó exhausto. El capitalismo llegó a un punto en el que ninguna medida de carácter económico podía por sí sola mantener el sistema en movimiento ni hacerlo avanzar por más tiempo. Estaba sumido en la parálisis económica; el desempleo masivo sobrepasaba la capacidad del sistema."
Ambas estuvieron precedidas por períodos de prosperidad e innovaciones tecnológicas, como la actual. En las tres (1873, 1929 y 2007) las fases de auge han estado caracterizadas por su debilidad y su carácter central es la "recuperación sin empleo". En las anteriores la superación de la crisis llegó de la mano de la expansión imperialista. La diferencia con la actual reside justamente en eso, un mundo "globalizado", donde no hay nuevos mercados de los que apoderarse y un desempleo crónico internacional que limita objetivamente la capacidad de recuperación.
"A medida que la clase dominante se queda sin opciones y avanza hacia la aventura militar y la reacción política, las medidas tradicionales de recuperación ya no podrán reinvertir la crisis. Eso hace que la situación sea históricamente favorable a la intervención de la clase obrera y de los oprimidos para resolver la crisis de manera revolucionaria... El sistema basado en las ganancias está entrando en una fase que únicamente puede arrastrar hacia atrás a la humanidad. Las masas están llegando a un punto en que les resulta imposible continuar por el viejo camino, porque el capitalismo bloquea su supervivencia. La humanidad solo puede avanzar si limpia el camino para sobrevivir, lo cual significa nada menos que la destrucción del capitalismo".
En el Capítulo 1, titulado
"Una crisis sistémica", Goldstein aborda el tema de la falsa
recuperación de 2009-2010, citando a un analista del Banco Lehman, Allen Sinaí,
para establecer que el endeble crecimiento económico se está haciendo sin la
creación de puestos de trabajo, lo cual no permitirá sostenerlo por la lógica
contracción de la demanda, dado el alto desempleo y los bajos salarios. En dos
años se han destruido 7 millones de empleos en EE UU, a los cuales hay que
agregar 4 millones de jóvenes que han accedido al mercado de trabajo.
Justamente, "el callejón sin salida", se produce cuando la tasa de
contrataciones es menor a la tasa de despidos. Pese a los billones de dólares
inyectados para el salvamento de los bancos, esta medida no conlleva creación
de puestos de trabajo.
Goldstein aporta cifras sobre la alta tasa de desempleo en todo
el mundo, sobre todo entre la juventud trabajadora, que en EE UU llega al 20%,
en España al 40%, en Egipto o Túnez y otros países de África supera el 50%. "El desempleo juvenil es el signo más dramático de la
capacidad cada vez menor del capitalismo para absorber la mano de obra en todo
el mundo. La nueva generación de trabajadores que ingresan en la fuerza de trabajo
está mayoritariamente excluida y si trabajan es a cambio de bajos salarios. El
desempleo juvenil es una medida clave del estancamiento de un sistema en
franca decadencia", dice.
El Capítulo 2, se titula
"Capitalismo de bajos salarios y recuperación con desempleo", en el
cual demuestra cómo la relativa recuperación de 2009, y el aumento de la
productividad, se están dando no sólo sin empleos, sino destruyendo el nivel de
vida de las familias trabajadoras en EE UU: con 40-50 millones de pobres (extremos)
y una caída del ingreso familiar del 6,7%; que entre los afrodescendientes
llega al 10% y en los latinos al 7,2%. Cita a la "Ley general de acumulación
capitalista" de Marx para explicar el fenómeno por cual el capitalismo
crece gracias al desarrollo tecnológico pero a costa de crear un ejército
industrial de reserva que, a la larga, produce las crisis de
"sobreproducción", dada la incapacidad de los asalariados de absorber
las mercancías por sus bajos ingresos.
Al respecto cita al director de la Reserva Federal, Bernanke: “Esto se debe a un incremento récord en la productividad. Con los
años, las nuevas tecnologías, los procesos y los productos han permitido que
las empresas manufactureras produzcan cada vez más con menos trabajadores.”
El Capítulo 3, titulado
"Tecnología avanzada y desempleo masivo", aborda la crisis de 2001
para señalar que su superación se basó en una expansión artificial del crédito
y la promoción de hipotecas a intereses variables para los consumidores,
gracias a una serie de juegos financieros promovidos por Alan Greenspan, ex
director de la Reserva Federal en beneficio de los bancos. Junto a ello, y
manteniendo una baja recuperación del empleo, hubo un aumento exponencial de la
productividad en la industria, basada en el desarrollo tecnológico, que alcanzó,
en 2003, un incremento en horas/trabajador de 5,7%, y a fines de ese año
llegaba a 9,7%, para ubicarse en 24% entre 2001 y 2006. Hay una sección
interesante que explica cómo la informática permite aumentar demencialmente la
explotación (productividad) por trabajador incluso en las tiendas minoristas.
Al final de la recuperación posterior a 2001, el aumento de la
productividad llevó a que la crisis se expresara como una típica crisis de
sobreproducción en el esquema previsto por Marx: respecto a la capacidad de
absorción del mercado se habían producido 1,3 millones de viviendas de más; el
parque automotriz, con capacidad de producir 18 millones de autos anuales, vio
reducida la producción a 11 millones, en 2009; igual para el acero y otros
productos. Conclusión: "El sistema se ha vuelto
tan productivo que ya no puede producir. Esta es la última contradicción del
capitalismo, cuya trayectoria hasta su final científico y lógico Marx describió
en la ley general de la acumulación capitalista".
El Capítulo 4, "La
productividad está estrangulando la producción", empieza citando a Morton
Zuckerman, editor de U.S. News & World Report, que estable que durante la primera década
de este siglo, luego de la crisis 2000-2001, la creación de empleo fue CERO!. Lo
alarmante de la situación se evidencia cuando se compara con las décadas
precedentes: en los años 40 se crearon 38% más empleos respecto a la anterior;
en los 50 fue 24%; en los 60 se crearon 31% puestos de trabajo; en los 70
fueron 27%; en los 80 se llegó al 20%; y en los 90 se crearon 20% más de
empleos.
Goldstein
achaca la pérdida de 11 millones de puestos de trabajo en la presente década a
la alta productividad impulsada por la revolución tecnológica. Pone algunos
ejemplos: en Ohio, la DuPont crea una planta de fabricar materiales para
producir energía solar a un costo de 175 millones de dólares, pero sólo crea 70
empleos (2,5 millones por puesto de trabajo); En Midland, Michigan, la Hemlock
Simiconductor, crea otra planta de células fotovoltáicas a un costo de 1,000
millones de dólares, pero sólo crea 300 puestos de trabajo (3,3 millones por
cada empleo).
Una sección interesante de este capítulo se titula "La
educación no es la respuesta", y en ella desmiente las versiones usuales
de que es con la educación se supera la crisis y la gente accede a los puestos
de trabajo. La realidad norteamericana demuestra que hay millones de jóvenes
con títulos universitarios que no encuentran lugar en el mercado de trabajo. "El capitalismo está llegando a un punto en el que basta un
aumento de la producción para que ésta se vea superada por la sobreproducción.
Eso hace que la patronal utilice su dinero para la especulación, los préstamos,
la recompra de acciones, el aumento de los dividendos, etc., mientras que más
de treinta millones de trabajadores sufren de desempleo y subempleo en
EE.UU."
El Capítulo 5, aborda un tema en boga en Europa y en EE UU
con el llamado "abismo fiscal": "Los banqueros saquean el
erario, se hace un llamado a la austeridad". Citando a Andrew Haldane, del
Bank of England, este capítulo aborda la tortuosa relación histórica entre los
bancos y el Estado y cómo, en tiempos de crisis, los tenedores de bonos y dueños
de la deuda, impulsan la "austeridad" como doctrina porque lo que más
temen es que el gasto social, en tiempo de contracción, lleva a mayor emisión
de moneda, depreciación e inflación. Por lo cual, para ellos, es preferible
recortes masivos del gasto social y despidos de empleados públicos para
asegurar el cobro de la deuda y sus intereses. En EEUU, se han perdido 600 mil
empleos públicos en el último lustro. No les importa si la austeridad sume al
sistema aún más en la espiral de la crisis, para los bancos lo principal es
cobrar y no en moneda devaluada.
El Capítulo 6, se titula
"El capitalismo ha superado la capacidad de regeneración del
planeta". Aquí empieza, sin proponérselo, desmitificando aquello de que
las economías de los BRIC representen un "capitalismo alternativo".
Por el contrario, la expansión de las BRIC se basa en la extensión de las
transnacionales imperialistas en el proceso de globalización. Aquí la
referencia metodológica es la "Ley de la tendencia decreciente de la cuota
de ganancia", de Marx, para establecer tres cosas relacionadas: la
competencia capitalista, la cual motiva la carrera tecnológica y la expansión
global en busca de mercados y fuentes de materias primas. Se han vencido las
fronteras nacionales y el capitalismo alcanzó sus límites planetarios. ¿A dónde
más expandirse? Goldstein concluye: "El capitalismo ha hecho de
cada rincón del globo un espacio propio de explotación y sin duda ha superado
su capacidad de regeneración. No solo amenaza la supervivencia económica de la
población mundial, sino la fuente misma de la vida, la naturaleza y el medio
ambiente. Solo el socialismo puede salvar al planeta".
En el Capítulo 7, "El
capitalismo amenaza la vida en el planeta", se establece el principio de
que el sistema ya no es sólo producción, sino también "polución". Un
ejemplo dramático de la amenaza ambiental del sistema lo es el masivo derrame
de petróleo en el Golfo de México producido por la British Petroleun, en 2010. ¿Cómo
se explica que una empresa con un capital de 290 mil millones de dólares,
presente en 80 países, con ganancias 8 mil millones en 2011, decidió no gastar
500 mil dólares en un disparador acústico de seguridad que habría evitado el
desastre ambiental?
Lo de la B.P. no es nada, comparado con los daños ambientales
producidos por Chevron-Texaco en la Amazonía del Ecuador, donde vertieron
toneladas de desechos de hidrocarburos de manera irresponsable directamente en
suelos y ríos. Ni hablar de la industria minera y maderera que arrasa los
bosques desde Amazonas a Indonesia, sabiendo que son los principales
productores del oxígeno que respiramos los seres vivos. O las emisiones de CO2
que están derritiendo los glaciares. "Este desdén por el planeta
y todo lo que en él se encuentra ilustra, una vez más, la irracionalidad y las
contradicciones inherentes al capitalismo en tanto sistema económico",
nos dice Goldstein. Y concluye: "Desde un punto de vista puramente ambientalista, el
capitalismo ha dejado de ser históricamente viable. En tanto no derroquemos al
capitalismo la vida en el planeta estará amenazada".
El Capítulo 8, lleva el
interesante título de "Materialismo histórico: robots y revolución".
Aquí se aborda el problema de la creciente tecnificación, en especial de la
informática y la digitalización, cuya aplicación no se restringe a una sola
rama de la economía, y está produciendo el masivo "desempleo tecnológico",
el cual, llegado a cierto punto, plantea el dilema "¿De dónde saldrá el
mercado?". Goldstein cita los libros "Race against the machine"
de Brynjolfsson y McAfee, "The age of turbulence", de Martin Ford y
al propio Greenspan, quienes están preocupados por este asunto. Pero agrega que
ninguno de ellos entiende lo que Marx ya dijo desde El Manifiesto Comunista, el problema no es la máquina,
sino la burguesía.
"Parafraseando a Marx, la burguesía ha conjurado a un brujo –la robotización,
la producción automática, el software y las tecnologías de la comunicación–
cuyo único propósito es desembarazarse de la mano de obra",
nos dice. Pero, contrario al pesimismo de esos autores, Goldstein confía en la
capacidad de clase obrera para actuar y cambiar el sistema.
El Capítulo 9, y último,
se titula "La nueva etapa del Imperialismo y la perspectiva de la
lucha" y empieza recordando que Lenin fue uno de los primeros en analizar
el fenómeno del imperialismo como fase superior del capitalismo, y que uno de
sus principales aportes teóricos lo fue el señalar que las enormes riquezas
extraídas por las potencias del mundo colonial, habían servido para comprar a
la élite superior de la clase obrera de los países imperiales, creando una
"aristocracia obrera", privilegiada y políticamente conservadora, que
aportaba estabilidad al sistema. La diferencia con el momento actual es que la
globalización neoliberal el imperialismo actúa en sentido contrario, está
destruyendo los privilegios de la aristocracia obrera de los países del Norte
al ponerla a competir con los trabajadores peor pagados del Sur.
Al respecto cita un libro anterior
suyo, "Low-wage capitalism": “Mientras que antes la exportación de capital solía utilizarse para
fomentar un estrato superior de la clase obrera en los países imperialistas,
suavizar la lucha de clases y promover estabilidad social, con la nueva división
mundial del trabajo la exportación de capital se utiliza para bajar los niveles
de vida de los trabajadores de los países imperialistas, diezmar las capas
superiores de los trabajadores y algunos sectores de la clase media y destruir
la seguridad laboral y las prestaciones sociales.
”Esto socavará
inevitablemente los cimientos de la estabilidad social y sentará las bases para
el renacimiento de la lucha de clases en el interior de los gigantes corporativos
explotadores. Por otra parte, la expansión a escala planetaria de la
socialización del proceso del trabajo y el rápido crecimiento de una clase
obrera internacional están haciendo que la solidaridad de clase transfronteriza
se convierta en algo obligatorio contra el imperialismo".
La Adenda está dedicada a reflexionar para el
movimiento Ocuppy Wall Street (OWS), muy semejante a los Indignados de
España, que se movilizó en 2011-12, bajo la consigna "Somos el 99% frente
al 1%", para denunciar la creciente desigualdad social de un sistema
capitalista en el que una minoría de la sociedad acapara de manera obscena la
riqueza contra la mayoría. Goldstein le pregunta al OWS cuál es el objetivo
de la lucha, ¿sólo reducir un poco la desigualdad social? ¿Poner algunas
restricciones a los banqueros?
"¿Debemos
parar en la lucha para reducir la desigualdad en el capitalismo, vamos a
luchar para ayudar a forjar las “cadenas de oro” con las que el capital
arrastra a los trabajadores o vamos a llevar la lucha contra la desigualdad
hasta sus últimas consecuencias y luchar para romper las cadenas de la
dominación de clase? La desigualdad entre las clases sólo podrá abolirse con la
eliminación de la clase capitalista junto al sistema de explotación sobre el
que construye toda su obscena riqueza".
El reformismo dentro de los marcos del capitalismo no puede
solucionar ningún problema de fondo, porque el sistema está montado con el único
fin de sostener la lógica infernal de la ganancia capitalista, que ya amenaza
la vida en el planeta. La única alternativa es una revolución social que
establezca una forma humana, racional y ecológica de economía: el socialismo.
"El ser determina la
conciencia, pero no de forma automática ni necesariamente a corto plazo. De
hecho, la conciencia va a la zaga de los acontecimientos, pero termina por
ponerse al día cuando la vida ya no puede seguir siendo como antes", nos dice Goldstein, para
concluir un panorama tan negativo con una actitud optimista, respecto a que la
clase trabajadora terminará asumiendo la tarea histórica de superar al
capitalismo.
Leyendo a Fred Goldstein no podemos dejar de recordar a León
Trotsky, cuando en el marco de otra "crisis sin salida", en los años
treinta, afirmaba: "En general, los requisitos económicos previos para la revolución
proletaria han llegado ya al punto más alto de madurez... Las fuerzas
productivas de la humanidad están estancadas. Ya las nuevas invenciones y los
nuevos progresos técnicos no pueden elevar el nivel de la riqueza material. Las
bajas repentinas y cíclicas de los valores..., imponen a las masas privaciones
y sufrimientos siempre mayores. El crecimiento de la desocupación ahonda a su
vez la crisis financiera... Las condiciones objetivas de la revolución
proletaria no sólo están maduras, sino que han empezado a descomponerse. Sin
una revolución socialista en el próximo período histórico, la civilización
humana está bajo la amenaza de ser arrasada por una catástrofe. Todo depende
del proletariado, es decir, principalmente de su vanguardia revolucionaria. La
crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis histórica de la dirección
revolucionaria" (El Programa de Transición).
Panamá, 27 de diciembre
de 2012.
El libro se puede conseguir en
el enlace http://www.rosa-blindada.info/?p=1876