Jean-Claude
Paye. El viejo topo
A
pesar de las apariencias, los “stress tests” organizados
por la Autoridad Bancaria Europea para evaluar la posible
vulnerabilidad de los bancos europeos en caso de crisis financiera no
son concluyentes. Los criterios de esas “pruebas de resistencia”
no permiten garantizar que no se repitan situaciones crisis como las
ya vistas en el pasado. Más que nunca, después del considerable
declive de los grandes bancos, registrado a principios de 2016, se
plantea el problema de la fragilidad de todo el sector.
El
29 de julio de 2016, después del cierre de los mercados bursátiles
estadounidenses, la Autoridad Bancaria Europea (BEP) entregó los
resultados del stress test (“prueba de resistencia”)
aplicado a los bancos de la Unión Europea para evaluar su
vulnerabilidad en caso de crisis. La BEP dio a conocer datos sobre 51
bancos europeos que representan el 70% de los activos bancarios del
Viejo Continente. Por su parte, el Banco Central Europeo (BCE) pasó
revista a otros 56 establecimientos de la eurozona, sin divulgar los
resultados.
La
Autoridad Bancaria Europea no se pronunció en cuanto a saber si cada
uno de los bancos sometidos a esos exámenes sería capaz de resistir
una degradación abrupta del entorno económico. Después del examen
no hubo advertencias ni órdenes dirigidas a los bancos donde se
descubrieron problemas. Los datos simplemente fueron transferidos a
las autoridades que supervisan el proceso, el Banco Central Europeo y
las autoridades nacionales.
Esta
serie de pruebas de resistencia es la tercera realizada desde la
crisis financiera de 2008, en la que se invirtieron fondos públicos
para “salvar” bancos de varios países miembros de la
Unión Europea. Pero esta vez las pruebas de resistencia no
incluyeron parámetros específicos que permitieran determinar si los
establecimientos sometidos a prueba habían fracasado o no en estos
“stress tests”.
El
hecho de que nadie quiera hablar del fracaso de ciertos bancos hace
pensar que se trata ante todo de una operación destinada a
tranquilizar a los ahorristas y a los diferentes actores económicos.
Las conclusiones, que hablan sobre todo de una sensible mejoría de
la situación en los bancos sometidos a las pruebas, destacan una
forma de pensamiento positivo con la esperanza de que se autorealice,
como un método de autosugestión tendiente a convencer de que los
problemas actuales no son graves, lo cual recuerda el método Coué
[1]. Pero esto no es más que el resultado de una primera mirada
sobre la parte visible de esta operación publicitaria.
Efecto
de sideración
Si
vamos más allá de la presentación, una segunda mirada al contenido
del estudio permite observar otra cosa. El estudio no tiene
absolutamente nada de tranquilizador, pero no por sus resultados –que
en realidad no hacen más que anunciar lo que ya todo el mundo sabía–
sino sobre todo por el método utilizado. Este último es ante todo
una operación de negación de la realidad de lo que es una crisis
económica y financiera. Por ejemplo, para Peter Garnry, analista de
Saxo Banque citado por Bloomberg:
«El
problema con estas pruebas de resistencia es que son demasiado suaves
ya que sólo plantean una recesión liviana o moderada. Lo cual
significa que los resultados finalmente no demuestran casi nada y que
no es sorprendente que la mayoría de los bancos hayan pasado esas
pruebas.» [2].
Las
pruebas sólo muestran lo que es evidente (fundamentalmente, las
dificultades del banco Monte Paschi), pero, debido a la manera cómo
han sido concebidas, resultan más bien inquietantes. Una fuerte
recesión es el tipo de escenario que no puede preverse. Además, el
método utilizado, en aras de poder presentar resultados aceptables,
ignora la naturaleza misma de la realidad económica, como la
conexión y la interdependencia de los diferentes agentes
financieros. Lo principal es que los cálculos efectuados no se basan
en los precios del mercado sino en el valor que se atribuye a los
activos en la contabilidad, lo cual indica que la realidad no es
integrable a las pruebas, además de mostrar lo preocupante de una
situación que no se puede ver. Así que el resultado no tranquiliza
a los actores económicos sino que los sume en la sideración,
indicándoles que lo mejor es no provocar movimientos bruscos.
En
todo caso, parece que el mensaje no cayó en oídos sordos ya que la
oleada –anterior a las pruebas– de declaraciones sobre el
preocupante estado del sistema bancario se vio sustituida por una
especie de pensamiento positivo que permite, por ejemplo, a la bolsa
considerar favorablemente proposiciones que hasta los mismos
protagonistas consideraban irrealizables, como una fusión entre el
Deutsche Bank y la Commerzbank [3], dos establecimientos que
mostraron debilidades en las pruebas de resistencia.
Descubrir
lo que ya se esperaba
Según
los tests, sólo dos establecimientos dieron pruebas de gran
febrilidad. El banco italiano Monte dei Paschi di Siena, cuyo fracaso
ya se esperaba, obtiene ampliamente el peor resultado. Su ratio de
solvencia se derrumbó en más de 14 puntos, cayendo a -2,44%. Ese
resultado se produce poco después de que este banco lograra un
acuerdo de salvamento de último momento en el sector privado para
recapitalizarse.
El
establecimiento irlandés Allied Irish Bank tampoco logró un
resultado satisfactorio en materia de solvencia ya que se situó en
4,31%. El mínimo aceptado en los tests realizados el año pasado
correspondía a un ratio de fondos propios duros de 5,5% y puede ser
considerado como la tasa «oficiosa» de éxito en esas
pruebas. Pero es importante saber que la última versión del
documento del comité de supervisión bancaria de Basilea recomienda
un ratio de 7% [4]. Esa última tasa es también el límite más allá
del cual empiezan a perder valor las obligaciones subordinadas que
los bancos emiten para reforzar sus fondos propios. Sin embargo, el
Banco Popular, el Bank of Ireland y el banco Raiffeisen terminaron
las pruebas de resistencia con ratios inferiores a ese nivel (6,62%,
6,15% y 6,12 % respectivamente).
De
los 51 bancos sometidos a las pruebas de resistencia, 10 –como el
español Banco Popular, el irlandés Bank of Ireland, el primer banco
de Italia Unicredit y el Deutsche Bank, considerado este último como
«el banco más riesgoso del mundo» por el Fondo Monetario
Internacional (FMI) (con 72 000 millones de dólares de productos
derivados en su cartera, lo cual es 20 veces el PNB de Alemania) [5]
presentan puntos frágiles, aunque pasaron los tests.
El
Deutsche Bank obtuvo, al igual que el Commerzbank, un ratio CET1
inferior a 8%. Pero en los años 1980, el Banco de Pagos
Internacional (BPI [6]) adoptó una regla que los establecimientos
bancarios están obligados a respetar. Según esa regla del BPI, los
bancos pueden obtener préstamos que representen 12,5 veces el monto
de sus capitales propios para financiar sus activos, lo cual
corresponde al ratio llamado CET 1, que debería ser superior al 8%.
Después de las turbulencias de la crisis financiera de 2008, Alan
Greenspan, entonces presidente de la FED –el banco central
estadounidense–, elevó sus exigencias proponiendo un múltiplo de
endeudamiento de sólo 10 [7]. La gran mayoría de los bancos
sometidos a los stress test están muy por debajo de esa exigencia.
Negación
de la realidad
El
stress test o “prueba de resistencia” es una forma de
evaluar la falta de capital de los establecimientos bancarios
europeos en una situación crítica. Sin embargo, el informe no
ofrece cifras sobre las necesidades de capitalización de los bancos.
Lo que hace es establecer un conjunto de ratios de fondos propios que
expresa la evolución de la solvencia de los bancos ante una
situación de «stress». El guión corresponde a una recesión
que afectaría la economía de la Unión Europea, durante un periodo
de 3 años, comenzando a finales de 2015, y plantea una caída de
7,1% del PIB de la Unión Europea para los 3 próximos años y una
reducción de 20% de los ingresos correspondientes a los intereses. O
sea, no simula una crisis financiera como la de 20008.
Además,
la prueba de resistencia atribuye un valor constante a los activos
financieros de los bancos durante ese periodo de 3 años de recesión,
lo cual no es lo que realmente sucede en una crisis financiera como
la de 2008, en la que se registró una importante reducción del
valor de esos activos. Por cierto, en los cálculos efectuados, el
precio real de los activos, según se fija en los mercados, no es
importante ya que sólo se tiene en cuenta su valor contable. Esa
opción permite trabajar partiendo de las cifras de capitalización
bancaria de diciembre de 2015. En cuanto al valor de las acciones de
la Deutsche Bank, lo cierto es que disminuyó en más del 60% en un
año.
El
valor contable de los activos tiene, por consiguiente, un carácter
ficticio. Y no es el único elemento virtual que sirve de base a la
evaluación realizada por la Autoridad Bancaria. Los bancos de Grecia
y de Portugal, los dos países más frágiles de la Unión Europea,
no aparecen en el informe. Los resultados de las pruebas de
resistencia de esos bancos no serán publicados.
Esas
pruebas también resultan problemáticas en la medida en que no
tienen en cuenta un prolongado periodo de tasas bajas, incluso
negativas, a pesar de ser ese un factor esencial que socava la
rentabilidad del sector. Se trata incluso del factor que señala el
Deutsche Bank para explicar la caída de sus ganancias en 98%. Las
pruebas tampoco tuvieron en cuenta las consecuencias del Brexit.
Esas
pruebas también subestimaron los peligros más importantes. Por
ejemplo, los riesgos que representan los derivados se calculan
basándose en la bancarrota del comprador y/o del vendedor, pero en
caso de bancarrota el peligro raramente concierne sólo a esas dos
partes sino que se extiende a toda la cadena [8].
Se
subestima el problema de las deudas “tóxicas”
El
hecho que el resultado de las pruebas haya mostrado el inevitable
fracaso de Monte Paschi, al que se agregó un banco español, es una
manera de dejar de lado todo el problema de las deudas “tóxicas”.
Ese problema es particularmente grave en Italia, donde el monto bruto
de esas deudas se eleva a 360 000 millones de euros, lo cual equivale
a un 22% del PIB.
En
Italia las deudas “toxicas” representan un poco más de un
17% del total de los préstamos. Pero en Grecia representan un 47%.
Mientras tanto, en Portugal représentan un 19%, también un 19% en
Irlanda, un 4% en Francia y sólo un 2% en Alemania. [9].
Según
el Fondo Monetario Internacional (FMI) hay en Europa unos 1 100
millardos [10] de deudas “toxicas”. También según esa
institución internacional esas deudas se multiplicaron por dos desde
2009, aumento que amenaza la solidez de los bancos europeas, como
denuncia el propio FMI en un informe publicado el 24 de septiembre de
2015 [11].
Las
deudas “toxicas” normalmente se contabilizan en el balance
de un banco hasta que se liquidan y consumen poco capital. Cuando
pasan a la cuenta resultante, las pérdidas aparecen pero se cubren a
un nivel del 60%, según una investigación del Banco de Italia. Los
bancos prevén recuperar de esa manera un promedio del 40% del valor
de la deuda en el momento de liquidarla. Pero el precio del mercado
está más cerca de un 20% del monto de la deuda bruta del balance.
Se plantea así el problema de la evaluación de los activos sobre
bases ficticias en vez de utilizar parámetros correspondientes a su
verdadero valor en el mercado. Podemos considerar, por consiguiente,
que estas pruebas de resistencia subestiman ampliamente el peligro
que representan las deudas tóxicas ya que sólo tienen en cuenta el
valor estimado por los bancos mismos, o sea cerca del doble de su
valor real.
Otro
tipo de análisis
El
Centro de Gestión del Riesgo de la Universidad de Lausana ha
perfeccionado un modelo diferente de evaluación, no basado en los
valores contables sino en los precios de mercado de los activos
bancarios. Sus resultados son mucho más negativos que los anunciados
por la Autoridad Bancaria. Al registrar las pérdidas acumuladas
desde diciembre de 2015, las necesidades de recapitalización de los
bancos estarían, según la Universidad de Lausana, alrededor de los
882 000 millones de euros en junio de 2016 [12].
También
hay que ver que, según Diane Pierret, de la Universidad de Lausana,
si se hubiesen aplicado las reglas estadounidenses de evaluación,
igualmente basadas en los valores contables pero más estrictas, 29
bancos europeos no habrían logrado pasar el test. Sólo los grandes
bancos públicos tendrían que ser recapitalizados con unos 92 000
millones de euros [13].
El
instituto alemán de investigaciones económicas ZEW, que realizó
pruebas de resistencia según este método estadounidense, confirma
esos resultados. Ese instituto estima que
«Los
bancos europeos no disponen de fondos suficientes para compensar las
pérdidas previsibles en caso de nueva crisis financiera»
[14].
El
estudio del ZEW indica que las faltas de fondos más importantes se
elevan a 19 000 millones de euros, en el caso de la Deutsche Bank, a
13 000 millones, en el caso de la Société Générale, y a 10 000
millones de euros en el caso de BNP Paribas. Según ese mismo
estudio, los 51 establecimientos europeos sometidos a la prueba
necesitarían entre todos un total de 123 000 millones de euros.
Y
no se trata de estudios aislados. Estos estudios son consecuencia de
otras investigaciones que demuestran que el sistema bancario europeo
es más frágil y menos resistente ante un choque importante que los
bancos estadounidenses. Ya en 2012, una investigación sobre el
riesgo sistémico en Europa, realizada de forma conjunta por la
Facultad de Altos Estudios Comerciales de Lausana (HEC) y la Stern
School of Business de la Universidad de Nueva York, mostraba en
varios países europeos una significativa insuficiencia de capitales
en caso de crisis. Los riesgos sistémicos eran particularmente
importantes en Francia y en el Reino Unido. Estos dos países
representaban juntos cerca del 52% de la exposición total de las
instituciones financieras europeas.
En
2012, las 5 instituciones que más riesgo presentaban eran el
Deutsche Bank, el Crédit Agricole, Barclays, el Royal Bank of
Scotland y BNP Paribas. El estudio se actualizó en diciembre de 2014
y la clasificación fue similar, con BNP Paribas, el Deutsche Bank,
el Crédit Agricole y Barclays en los cuatro primeros lugares y el
Royal Bank of Scotland en sexto lugar después de haber dejado el
quinto lugar a la Société Générale [15].
Este
doble estudio ofrece un enfoque alternativo a los stress tests del
Banco Central Europeo: un enfoque basado en la realidad del valor de
mercado, como una instantánea del riesgo sistémico de las
instituciones bancarias de Europa en un momento determinado.
Para
que nada cambie
Durante
la presentación de los resultados de las pruebas de resistencia o
stress test, el 29 de julio de 2016, la Autoridad Bancaria Europea
afirmó insistentemente que la salud global del sector bancario
mejoró muchísimo desde la crisis de 2008. Pero los mercados
financieros no parecen haber quedado muy convencidos sobre la
evaluación de los resultados. A pesar de una recuperación de las
bolsas, los valores bancarios no siguen el ritmo.
Ante
los buenos resultados de los establecimientos bancarios franceses en
las pruebas europeas de resistencia, el ministro [francés] de
Finanzas Michel Sapin estimó que «Los bancos franceses se han
fortalecido como respuesta a las crecientes exigencias que la crisis
impone y hoy se hallan entre los más sólidos» [16].
Pero
si se utiliza el método de la Universidad de Lausana, si ciframos
las necesidades en capital (cálculo que la Autoridad Bancaria
Europea no hace) en base a los actuales valores de mercado, las cosas
resultan ser todo lo contrario y aparecen entonces a la cabeza de la
clasificación de bancos con problemas 3 establecimientos franceses
–siendo el primero BNP Paribas– con el Deutsche Bank en cuarto
lugar.
Por
ejemplo, según los cálculos semanales del centro de crisis
helvético, ante una crisis severa –o sea, ante pérdidas de un 40%
en 6 meses en los mercados mundiales de las acciones– las
necesidades de recapitalización de BNP Paribas ascenderían a 93 000
millones de euros [17].
Sin
embargo, la Federación Bancaria francesa, bajo la influencia del
poder político, ve en los resultados de estos tests de resistencia
una prueba de «la solidez de los bancos franceses» y, sobre
todo, una confirmación de «la eficacia de su modelo de banca
universal», una estructura que fusiona bancos de negocios y
bancos de depósitos.
Marie-Anne
Barbat-Layani, directora general de la Federación, llegó a declarar
incluso que ese modelo «garantiza una buen diversificación de
los riesgos y los ingresos y un buen financiamiento de la economía»
[18]. Pero fue precisamente esa la estructura incriminada como una de
las principales causas de la crisis de 2008, señalándose entonces
la absoluta necesidad de reformarla. Se trata, en efecto, de una
forma de organización que permite a los bancos utilizar el dinero de
los ahorristas para multiplicar por diez la especulación en los
mercados financieros, poniendo así en peligro todo el sistema
financiero.
Esas
diferentes reacciones, políticas y profesionales, sacan a la luz los
objetivos de los stress tests. Tales reacciones hacen pensar que todo
debe seguir como antes, que el sector no debe ser radicalmente
reformado y que la política «ultra-complaciente» del Banco
Central Europeo no pone en peligro la rentabilidad de los bancos, a
pesar de los llamados de estos.
NOTAS
[1]
En el siglo XIX, el psicólogo francés Emile Coué concibió un
método terapéutico –preventivo y curativo– basado en la
autosugestión.
[6]
También conocido por su siglas en inglés como BPI o por sus siglas
en francés como BRI. Nota de la Red Voltaire.
[10]
1 millardo = 1 000 millones
[13]
«Les banques européennes ont besoin de 882 milliards d’euros»,
Op. Cit.
[15]
Robert Engel, Eric Jondeau , Michael Rockinger, Systemic Risk in
Europe Swiss, Review of Finance, 2015, p. 19(1), 145-190. «Systemic
Risk in Europe».