Por Marat
El martes en el que conocimos la intención de presentar una moción de censura en Murcia toda la política institucional del país pareció corresponderse con lo que los medios titularon como “terremoto político”. La respuesta de Ayuso en la Comunidad de Madrid, protegiéndose, mediante convocatoria a elecciones anticipadas autonómicas, contra lo que ella misma anunciaba como traición de Ciudadanos parecía corroborar ese “terremoto”, agrandado mediáticamente con una supuesta réplica del primero en Castilla-León y hasta con las dudas sobre la estabilidad del gobierno de la derecha en Andalucía.
Pero el souflé se vino abajo mediante la cooptación del PP a diputados de ese partido, gran parte de cuyos dirigentes nacionales habían sido incorporados mediante un proceso de selección de “head hunters”.
De un partido como Ciudadanos, que nunca lo fue, con 6 diputados autonómicos, el presidente murciano, hombre de probada credibilidad moral, incorpora como consejeros de su gobierno autónomo de taifas, a 78.000 euros al año, a la mitad de ellos. A esta gente seguro que le tiemblan las piernas como las de un puber de 13 años a punto de echar un polvo.
En esa alianza de intereses particulares que se hace llamar Ciudadanos hace tiempo se ha gritado “maricón el último“ y “el que quede que apague la luz“
En un Madrid en el que la derecha extrema y la derecha fascista han hecho su bastión, envuelta en la bandera de los cojones, que ha pasado de los balcones a las mascarillas, en el que la batalla ideológica sobre la libertad ha logrado traspasar las trincheras de los miles de muertos para instalarse en la libertad de negocio por encima de la vida y en la que se ha tocado, con acierto evidente, tanto las necesidades de venta de los tenderos y dueños de bares como, y eso es jodido de asumir para los que se definen de izquierda, entre los desesperados de la clase trabajadora que en las autonómicas oscilarán entre PP, por Ayuso, y VOX, la moción de censura era imposible porque Ciudadanos la hubiera rechazado y las elecciones serán la derrota definitiva de esa izquierda.
“Terremoto político”. Cambiar caras, siglas en los gobiernos y beneficiarios profesionales de esos cambios a tanto el kilo de nuevo aliado, y no políticas reales que mejoren la realidad de quienes están cansados de perder, no es un terremoto político. Es un insulto que, por repetido, acaba siendo cansino entre quienes se han acostumbrado a ser espectadores del “reality”.
Si un efecto profundo ha tenido ese supuesto “terremoto”, que refuerza a la derecha más reaccionaria, es el de un nuevo descuelgue de sectores de las clases trabajadoras y populares que venían abandonando a la izquierda desde hace decenios, y su deriva hacia las posiciones más contrarias a sus intereses, representadas por los sectores más ultras del PP y por VOX.
Claro, “no hay nada más idiota que un obrero de derechas”. Y se quedan tan anchos, tras tan brillante afirmación en la que se esconde un desprecio hacia el trabajador y el parado “desclasado” e ignorante que no comprende la importancia de ser quien pague las subidas de los carburantes y de la energía en sus hogares, que soporta la vergüenza en las colas del hambre para recibir una docena de huevos y un kilo de garbanzos, que ha visto convertirse el Ingreso Mínimo Vital en una mala broma con escarnio y que se siente humillado y derrotado.
Ese trabajador precario “desclasado” que no entiende qué coño es eso del “relato” y de la lucha por la “hegemonía”; esa madre, trabajadora por horas en un supermercado que desconoce qué es el heteropatriarcado o la discusión sobre identidades, el cisgénero o el feminismo de clase que solo es un lema, son quienes no os entienden, no porque sean tontos, ignorantes o reaccionarios, como en el fondo pensáis, sino porque saben que os importan un carajo. Están solo en vuestros programas electorales, en el mejor de los casos en vuestros demagógicos discursos, no en vuestra práctica del día a día, ni en vuestra procedencia de clase.
A esos sectores y clases no les ha traicionado tanto el PSOE como vosotros, los pijo-progres.
Del PSOE nunca esperaron demasiado. Les bastaba con subsidios y ayudas sociales para saber que eran algo mejores que la derecha de toda la vida, la que había humillado y empobrecido a sus padres. No es que les haya traicionado después. Es que el “socialismo” al que ahora insulta Ayuso al denominar así a lo que hace el PSOE cuando gobierna, ya no tiene de dónde sacar dinero de los Presupuestos Generales del Estado porque hace mucho que asumió el fin del Estado del Bienestar y el principio del “no hay más cera que la que arde”. El gasto social es opuesto al beneficio empresarial. Eso lo ordena todo.
De vosotros, los podemitas no esperaban mucho. Erais pijos de la universidad y de las clases medias (funcionarios, gente especialmente parasitaria, y profesionales, principalmente), niñatos de la generación Netflix, que interpreta el mundo como si fuera una de sus series de ficción preferidas, pero os montasteis sobre los últimos resquicios de clase que les quedaban a los reformistas de IU. Tenían un pedigrí de origen más creíble que el vuestro, aunque hacía mucho que venían deteriorados. En los barrios eso os funcionó un tiempo breve, hasta que os vieron las hechuras de aspirantes a políticos profesionales.
Y ahora tú, Pablo Iglesias, que ibas romper el orden establecido, que fuiste rebajando tu programa hasta desde el peronismo (acusarte de comunista solo tiene sentido como espantajo que conjura al futuro porque nunca lo fuiste), a aceptar los límites de la acción política, nos ofreces una nueva alarma antifascista, una de las tuyas.
Ya no funciona. Has ido perdiendo toda la credibilidad que un día recibiste. Podemos eres tú y nadie más que tú. Una diarrea peor que la de Ribera con Ciudadanos.
De tu base social real, la de las clases medias en descomposición, quienes no se hayan ido al PSOE lo habrán hecho hacia VOX.
Entre la clase trabajadora, la confianza limitada que tenías cuando el PSOE estaba descabezado, en medio de la crisis de dirigencia y la que te prestó IU antes de terminar de degenerar del todo, ya no existe.
Has pasado de casi alcanzar en parlamentarios al PSOE, soñando con lo que los socialdemócratas del eurocomunismo llamaban el “sorpasso”, a tener menos de la tercera parte de sus diputados. como si el número de diputados, o incluso alcanzar el gobierno, sirviera para hacer autónoma la gobernabilidad respecto al capital. Los hechos, siempre los hechos.
En los ayuntamientos y parlamentos autónomos has ido perdiendo representación tras representación. A nivel autonómico no eres nada.
Sales del gobierno después de hacer el ridículo. No hay en tu labor gubernamental una sola actuación que puedas vender como éxito. Eso sí, has gesticulado de vicepresi como un histrión de tercera regional.
Frente al fascismo, cualquier candidatura que no contemple romper en la práctica con el capital, organizar la solidaridad interna desde la clase, crear poder popular al margen de lo institucional, dar juego autónomo, no partidista ni pensado para un rédito inmediato, es repetir el viejo esquema fracasado. Lo que ata proyectos colectivos, pensados para una larga caminata, a los objetivos inmediatos del juego institucional está destinado a la manipulación del capital, por vía directa o indirecta.
Al fascismo se le combate desde el terreno de los hechos concretos, no desde las “guerras culturales” que él ha planteado como el escenario en el que se siente seguro.
Desde mi punto de vista no te has vendido porque nunca he considerado que te pasases de un lado a otro. Jamás he creído que estuvieras en mi lado de la trinchera, el de la gente que las está pasando putas y que cree en otra realidad, en otro sistema que no consista en que alguien explote, o sobreexplote (la diferencia entre una cosa y otra no existe para vosotros los progres).Tu mentira no puede sostenerse durante mucho tiempo..
Te presentas ahora -tal vez mañana todo cambie- como candidato a las elecciones de la Comunidad de Madrid, con la intención de unir tu candidatura a la de tu peor enemigo, Errejón. Vended como altura de miras lo que solo es el miedo a desaparecer de dos miserias unidas por similar ambición personal. No habrá candidatura unitaria porque entre dos mezquindades, más preocupadas por sus enfermizos narcisismos y por la venganza contra el hasta ayer amigo, la condición de alacranes les lleva a destruirse mutuamente
Dices que lo haces para frenar a la reacción y al fascismo. Me pregunto con qué crédito y qué, de lo que hayas hecho mientras has estado en el gobierno, puede sustentar tus razones. La clase a la que nunca has defendido en tu práctica política está desnuda. No cree en nada que no sean sus necesidades inmediatas. Hoy nadie la representa pero, dentro de ella, ha crecido la rabia. Una rabia inútil que irá contra si misma cuando apoye a su peor enemigo, el fascismo. Lo hace porque ningún político de izquierda fue parte de su realidad.
Has buscado una forma de salir del gobierno como si fuera un sacrificio antifascista, cuando tu práctica lo ha alimentado, aunque solo fuera por pasividad, para preparar tu próximo escenario de líder contra la traición histórica del PSOE y de un Sánchez paciente con quien es semejante en ambición pero no en inteligencia. No eres fiable ni has presionado en la práctica. Se presiona desde la calle, no desde los ministerios
Tu tramoya se descompone. A esa angustia responde tu candidatura, confiado aún en el supuesto magnetismo que ya no te funciona. .
Vas a pasar a la historia reciente (afortunadamente no a la de largo plazo) como alguien que aprovechó el encumbramiento organizado de su persona para hundirse con más odio hacia sí mismo del que otros hayan podido tener hacia sí.
Cuando Ayuso haya abierto el camino de VOX hacia la gobernabilidad, pregúntate si tu hiperventilación ultramegarevolucionaria ha contribuido a que las clases populares sientan que has conectado con sus temores, problemas y preocupaciones. Ahí es donde el fascismo te comió la tostada, convirtiéndose en el canal de expresión de una indignación que ya no diriges sino que provocas.
Acabarás de candidato a Presidente de la Cofradía de la Santísima Virgen de la Soledad.