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13 de octubre de 2014

MIRANDO A UNAS IZQUIERDAS DESORIENTADAS, ACOBARDADAS Y AGONIZANTES

Por Marat

Mucha agua ha corrido bajo los puentes de las izquierdas desde que éstas se felicitaron por la rápida extensión del Estado del Bienestar tras la II G.M., que mucho antes había comenzado el Canciller alemán Otto von Bismark. 

Desde al menos 1948 las izquierdas han gestionado el resultado del pacto social con el capitalismo. Un Estado del Bienestar que logró en primer lugar niveles elevados de consumo entre las clases trabajadoras y medias, cierta redistribución social de las rentas nacionales y formas de salario indirecto que protegían sus vidas. Todas ellas fueron posibles, dentro de una estructura mundial capitalista, porque existía un interés mutuo entre el reformismo de un sector de las izquierdas y el proyecto de desarrollista y de crecimiento del capital. Ese interés compartido se llamó pacto social.

Tampoco debemos olvidar que una parte de la plusvalía que el capital cedía a la clase trabajadora europea para poner en píe los Estados del Bienestar era compensada con una sobreexplotación desde el centro a la periferia del sistema capitalista.

Para ganar espacios de poder o frenar tentativas de recortes de conquistas sociales a las izquierdas les bastaba esgrimir amenazas de movilización sindical. El capital solía ceder en las migajas para no poner en peligro el mantenimiento de altos niveles de beneficio empresarial.

Eran tiempos en los que frente a la “planificación económica socialista” se aplicaba la “planificación económica capitalista” o el llamado capitalismo monopolista de Estado. El capitalismo trataba de mostrarse inmune a y superador de sus crisis del pasado.

Durante decenios el invento funcionó. Las izquierdas jugaron a ser gestoras, según su nivel de representación electoral y su capacidad de presión sindical y, en mucha menor medida, política. Tampoco querían forzar nada. 

Mientras tanto el discurso pseudoizquierdista coincidía con el de los reformistas en que la clase trabajadora se había aburguesado. A los segundos se les escapaba que ellos se habían convertido en aristocracia obrera que decía representar a los trabajadores pero cada vez lo hacía más a los intereses de las mal llamadas clases medias. Los primeros olvidaban que para hablar de la realidad de la clase trabajadora no está de más vivir sus vidas y su intrahistoria y no las de la pequeña burguesía pseudoradical. 

Pero llegó el primer capítulo -crisis de 1973- de una larga serie de crisis capitalistas que desde entonces se han producido en distintas partes del planeta y han replicado en otras o que se expandían en fuertes sacudidas de intensidad creciente y mundial. Lo que en aquél momento era presentado como crisis energética (del petróleo) pronto se vería que expresaba los límites de crecimiento sistémico y de realización del capital.  

Y las “izquierdas” no supieron responder en aquél momento:
El capitalismo, con la complicidad de las políticas gubernamentales comenzó su desregulación y los Estados empezaron a perder el control del sistema financiero internacional y comercial, a producirse la deslocalización de empresas, la brutal inmersión en la economía sumergida, con la consiguiente pérdida de derechos del trabajador, el inicio del desmonte del Estado del Bienestar en países como Gran Bretaña, las primeras reformas liberalizadoras de los sistemas públicos de pensiones y de la sanidad.

Este ataque brutal de hoy a lo público en realidad comenzó 40 años atrás en Europa, sólo que los españoles comenzamos a extender el Estado del Bienestar ya con fuertes influencias de los intereses privados cuando en el Viejo Continente comenzaba su desmonte. 

Las huelgas sindicales en los países europeos de los años 70-80 y de parte de los 90 del pasado siglo fueron ante todo resistenciales: de defensa de la estabilidad en el empleo, de los derechos sociales y básicamente salariales, por la pérdida de capacidad adquisitiva que entonces ya se estaba produciendo en términos relativos. 

Las izquierdas se fueron tornando más y más reformistas. La vieja socialdemocracia europea se hizo social-liberal y admitió el decálogo de la competitividad, de la alianza de lo público con lo privado y de las incipientes políticas de austeridad y realismo económicos. Laboristas y socialistas franceses darían la puntilla al reformismo “progresista” de unos PPSS cuyo objetivo era volver a ocupar los gobiernos, si bien como zombies, desde entonces, sin proyecto alguno. Los partidos comunistas se hicieron ya abiertamente socialdemócratas (años del eurocomunismo) y trataron de competir con los ex socialistas en un espacio político-electoral cada vez más plano y estrecho dentro de un institucionalismo que cada vez gestionaba menos -caminábamos sin prisa pero sin pausa hacia el Estado mínimo- y más justificador de  políticas antiobreras. 

Derrotados los sectores históricos, más organizados, conscientes, sindicalizados y con mayor capacidad de movilización de la clase trabajadora (ejemplo de las huelgas de mineros y ferroviarios británicos), el movimiento obrero y las organizaciones de la izquierda política comenzarían ya a entrar en una espiral de desconcierto, renuncias, crisis y virajes tacticistas sin respuesta estratégica que han llevado hasta la debacle agonizante de las izquierdas de hoy.

En todo el período desde el inicio de la crisis del 73 hasta nuestros días, frente al sindicalismo reformista de la CES, el alternativismo sindical europeo ha sido incapaz, salvo excepciones particulares, de erigir un modelo de organizaciones de trabajadores amplio, sólido y con presencia significativa en una clase trabajadora que se ha ido ampliando pero, a la vez, descentralizando en unidades productivas mucho más reducidas que las del “obrero masa” de las grandes concentraciones fabriles.  

Las llamadas izquierdas radicales o alternativas acabarían pasando desde el 68 pequeñoburgués a un variado abanico de posiciones -situacionismo, violencia urbana, radicalismo democrático, intelectualismo, obrerismo nominal sin anclaje real, movimientismo,...- para finalmente caer la mayoría de ellos en un radicalismo verbal de tipo interclasista y antiglobalización que convirtió a una parte de ellos antes en coordinadora de movimientos sociales transversales que en organizaciones de clase y de vanguardia.

En la izquierda revolucionaria de cultura política más dogmática sólo sobrevivieron como opciones con posibilidad de resistencia las que se asentaron sólidamente en sindicalismos combativos, en su anclaje como organizaciones de clase, en una cultura de resistencia al capitalismo y en tradiciones societarias que mantuvieran la conciencia de clase en determinados segmentos de los trabajadores. 

La perdida de iniciativa de la clase trabajadora europea en las luchas de clases de los años 70-80 y 90 del pasado siglo tendría un momento especialmente significativo en torno a la aprobación del Tratado de Maastrich de la Unión Europea y ello por diversas factores, todos ellos de gran relevancia:

a) Porque constituía un momento de inflexión especialmente importante en cuanto a la pérdida de soberanía de los Estados respecto a la UE, lo que habría de crear especiales dificultades al movimiento obrero europeo, apenas articulado a nivel continental, y de las posibilidades de actuación desde los gobiernos de los países miembros para unas izquierdas reformistas débilmente coordinadas en el mismo plano supranacional

b) Porque conllevaba un salto cualitativo enorme que acentuaba el carácter de Europa de los mercaderes que ya tenía de origen la  UE y la subordinación de la unión política a unos objetivos económicos del gran capital.

c) Por la ceguera en unos casos de la gran mayoría de la la izquierda reformista europea, aceptación en otros e incapacidad de movilización continental y de alternativa política global del conjunto de las izquierdas frente a la estrategia de los capitalistas europeos y sus gobiernos conservadores y social-liberales.

d) Por las consecuencias posteriores que dicho tratado tendría con posterioridad en lo relativo al Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE, al Tratado de Lisboa, el BCE, la instauración del euro y las sucesivas Cumbres de jefes de Estado europeos auténticos pilares de las políticas de austeridad, recortes sociales y salariales y desmonte de los Estados del Bienestar europeos, impulsadas desde la fase de la crisis capitalista de los años 90 del pasado siglo hasta nuestros días.

Durante todo este período, caracterizado por la pérdida de iniciativa de las antaño organizaciones de “izquierdas” y del movimiento sindical y la consiguiente recuperación de la hegemonía del capital en la lucha de clases, se habían producido importantes transformaciones sociales, económicas y políticas entre las que cabe destacar: la privatización de las grandes empresas públicas de los Estados, la ruptura de la homogeneidad estructural de la clase trabajadora, una paulatina pérdida de capacidad adquisitiva de los salarios en términos relativos, una tendencia hacia la salarización y pérdida de estatus de determinados sectores profesionales, el inicio de la entrada paulatina de capital privado en el espacio de los servicios sociales, los primeros ataques al pacto social en las negociaciones colectivas entre trabajo y capital en las grandes corporaciones europeas, la desregulación y flexibilización del mercado laboral, la externalización de ramas enteras de la producción industrial y de los servicios, la deslocalización de las grandes multinacionales en Europa hacia Asía principalmente, el cambio de la arquitectura legal europea y su consiguiente repercusión en los marcos legales que sustentaban los modelos de constituciones con contenido social en los Estados miembros de la UE, la tendencia hacia un incremento del paro que se iría haciendo paulatinamente estructural,...

Por el camino los partidos socialdemócratas se habían convertido ya en partidos social-liberales y estos finalmente en partidos de centro y centro-derecha en la práctica. Los partidos comunistas, golpeados en su psicología política por el fin del socialismo real en el este de Europa y la disolución de la URSS, intentaban resituarse hacia la derecha, tratando de ocupar el espacio político de los ex PPSS, con más fracaso electoral que éxito y el alternativismo a su izquierda era ya una especie de mezcla de socialdemocracia y radicalismo al estilo del antiguo Partido Radical Italiano de Panella y Bonino.

Todos ellos habían ido siendo cada vez menos representantes de los intereses de la clase trabajadora para dirigirse hacia un electorado interclasista, a “toda la sociedad” (los PPSS), pivotando centralmente sobre los sectores profesionales asalariados, el funcionariado y la pequeña y mediana burguesías. En la práctica, las “izquierdas gobernantes”, en realidad ex izquierdas, lo hacían ya de facto para los intereses del gran capital, combinando estos con algunos guiños a sus electorados de rentas medias y medias-bajas.  

A partir de aquí se inicia la imparable agonía de las izquierdas europeas: 
Y llegó la crisis de finales de 2007 y las izquierdas, que se habían hecho conservadoras para mantener sus posibilidades de gobierno y ser aceptadas por los poderes reales del capital, se encontraron ante la gran paradoja de la mayor crisis estructural del capitalismo que, sin embargo, desaprovecharon sin recuperar la iniciativa de lucha social y política. 

Pero ¿porqué han fracasado las izquierdas en su papel transformador al menos durante estos 7 últimos años de la crisis capitalista mundial que afecta a Europa?

La respuesta no es sencilla y, por mi parte, evitare caer en la simpleza de los calificativos morales, tan aplaudidos ahora por la masa airada, porque sirven para desahogarse al que los emite y para lograr el aplauso fácil pero son inútiles para comprender la realidad y para cambiarla.

En cualquier caso, y con la conciencia de que el listado es inevitablemente incompleto, las razones del fracaso de las izquierdas en su respuesta ante la crisis capitalista son múltiples:

1.- Los Partidos de nombre Socialista, que ya están dejando de gobernar en casi toda Europa, siguen pensando en los gobiernos como palancas de acción política cuando ya hace mucho tiempo que ha muerto la escasa autonomía de la política sobre la economía. Hoy los gobiernos y los Estados carecen de mecanismos para impedir los paraísos fiscales, la deslocalización de las grandes corporaciones empresariales (salvo dando todas las facilidades fiscales, bajos salarios y despido libre) o la capacidad coercitiva de una fiscalidad realmente progresiva, si quieren permanecer en los gobiernos y no caer rápidamente por la presión del capital y sus múltiples medios.

2.-No existe un espacio para políticas económicas socialdemócratas, ya sean de los PPSS o cualesquiera otras organizaciones a su izquierda porque las políticas socialdemócratas de tipo keynesiano exigen un  pacto social entre trabajo y capital que éste ya no necesita porque está ganando la lucha de clases por goleada.

3.-Las ex izquierdas que han gobernado durante este último período de crisis han realizado políticas económicas propias de las derechas liberales, lo que les ha extrañado de su base social original, la clase trabajadora, y también de aquellas en las que luego se asentaron, las llamadas clases medias. Ello ha impedido una conexión con sectores populares que esas ex izquierdas pudieran haber utilizado como aliados de presión y movilización para enfrentar un contrapoder a la hegemonía de fuerzas del capital y suavizar en alguna medida dicha coacción. 

4.-Por otro lado, esta posible estrategia hubiera exigido una escalada de tensión social que las izquierdas con posibilidad de alcanzar los gobiernos no estaban dispuestas a asumir en toda la radicalidad que la dinámica de lucha de clases les hubiera podido llegar a exigir. Las izquierdas políticas, pasadas o presentes, se han hecho temerosas, gestoras en sus declinantes espacios de gobierno y conservadoras como consecuencia de la función que se niegan a sí mismas.

5.-Los sindicatos reformistas agrupan a la mayor parte de la clase trabajadora organizada y actúan como freno a una dinámica de movilización sostenida en el tiempo, entre otros motivos porque carecen de perspectiva y estrategia en cuanto al modo de lograr unos objetivos siquiera de reparto de la carga de la crisis que dicen pretender. Pero también porque temen que, si se radicalizan, tras años de sindicalismo de concertación y paz social, sus bases no les sigan ante la capacidad de imposición y chantaje de los empresarios. El descrédito creciente que han ido acumulando les impide recuperar unas energías que están perdiendo a chorros. Y la posibilidad de realizar sindicalismo en las pequeñas empresas y en la economía sumergida es realmente difícil.  

6.-Ante la evidencia de la dificultad de movilizar a la clase trabajadora golpeando contra la producción, cuando el consumo presenta una línea plana, los sectores a la izquierda de los PPSS han establecido programas de acción política dirigida hacia lo institucional y el énfasis en el déficit democrático de los Estados y las sociedades, vinculando Estado de Bienestar con democracia, lo que sólo es parcialmente cierto, y planteando estrategias constituyentes que alteren la correlación de fuerzas sociales, mediante un bloque antihegemónico al capital (al que no suele apenas aludirse en los programas ni en las consignas de lucha sino a los Gobiernos), y conformen un nuevo régimen de partidos. Pero éste es  un camino cerrado por varios motivos:

6.1) Vuelve a repetir el esquema erróneo del fetichismo parlamentarista y la acción institucional como mecanismos de cambio político, cuando es evidente que gobiernos y Estados perdieron hace mucho las palancas de acción sobre la economía y cuando los países han perdido en gran medida su antonomía frente al BCE, la UE y las grandes corporaciones multinacionales.

6.2) Para que un esquema de acción política reformista de este tipo tuviera al menos una mínima posibilidad de éxito habría necesitado de una movilización sin precedentes en masividad y sostenimiento en el tiempo en estos años de crisis capitalista pero la realidad es que la movilización social se ha venido abajo. La clase trabajadora, que es la única que podría aportar esa masividad, no siente que los 15M, los Jaques al Rey, los 25-S, las exigencias de más democracia, de denuncia contra la corrupción o los cansinos discursos anticasta vayan a resolver los problemas de 6 millones de parados o la situación bajo el umbral de pobreza del 21% de la población española. Saben que la respuesta a sus necesidades tiene una expresión claramente económica y no de nueva política institucional. Y ello supone dar alternativas al capitalismo; alternativas a las que casi nadie se atreve a dar nombre porque eso de “otro sistema” o de “sociedad postcapitalista” suenan a fraude porque no significan nada y lo de “economía del bien común”, el “procomún”, la “economía colaborativa” y demás conceptos no les llegan a la clase trabajadora y, si les llegasen, probablemente los vería como ideas bienintencionadas, con ruido pero sin las nueces que impliquen una auténtica redistribución de la riqueza que resuelva  sus situaciones vitales.

6.3) Pero además esa capacidad de movilización sin precedentes tendría, para tener alguna posibilidad de imponerse sobre la férrea voluntad del capital, que estar dispuesta a llegar hasta el choque de trenes. Ello supone dejar claro que se asume llevar a cabo posiciones de fuerza hasta un grado cuasi-insurrecional. Pero lo que hoy repite el reformismo como un mantra es que las revoluciones y las tomas de la Bastilla pasaron a la historia.

7.-Mientras los dirigentes y los partidos de las ex izquierdas o de las izquierdas reformistas mantengan intereses personales o de grupo vinculados de algún modo con los del capital serán vistos como parte del sistema. No voy a volver entrar en la cuestión de las tarjetas black de Bankia porque es un asunto muy obvio en relación con lo que digo.

Prefiero hablar del hecho de que Alexis Tsipras, Presidente de Syriza, la principal organización del Partido de la Izquierda Europea, al que pertenecen tanto IU como Podemos, haya sido patrocinado, pagado su viaje y estancia en USA por "The Institute For New Economic Thinking" (INET) del bimillonario, buitre especulador financiero internacional, promotor de revoluciones de colores como la de Maidan en Ucrania, de movimientos reaccionarios y secretos como Otpor y “benefactor” de las izquierdas reformistas mundiales (también, entre otros, del Transnational Institute de Susan Georges), George Soros. 

Espero que ningún lector pretenda tomarme por bobo de solemnidad y contarme aquello de que los servicios secretos alemanes durante la I GM y en colaboración con Alexander Helphand, el millonario marxista, más conocido como Parvus, permitieron que un tren blindado atravesara Alemania con Lenin y otros camaradas bolcheviques hasta la Estación de Finlandia en Petrogrado y que eso no comprometía en absoluto a Lenin porque la cuestión primera no tiene punto de comparación con la segunda. 

Soros no es marxista como era Parvus sino un intrigante criminal que además con sus especulaciones ha provocado la ruina de miles de familias en el mundo y Tsipras no va a hacer una revolución comunista en Grecia sino a  establecer un gobierno socialdemócrata de corte kesynesiano, cuyos límites ya pactó en su día con Alemania y con buena parte de los embajadores de países de la UE en Atenas, y es partidario de los eurobonos en cuya emisión está particularmente interesado George Soros, el hombre que en su día hundió la libra esterlina y que provocó la crisis financiera de los Tigres Asiáticos. 

No, lo que hizo el señor Tsipras se parece, mucho más que al tren blindado que llegó con Lenin a la Rusia revolucionaria, al viaje de Santiago Carrillo en 1977 a la Universidad de Yale en USA. Los viajes de Tsipras y de Carrillo representaron su homologación por el imperio como izquierdas “serias y sensatas” y el deseo de ambos de tranquilizar al corazón del sistema capitalista mundial, afirmando que no caerían en aventuras revolucionarias ni arriesgadas. Meras abejas sin aguijón.

No quiero saber a qué otras organizaciones del Partido de la Izquierda Europea alcanzan el largo brazo de las decenas de “ONGs” injerencistas que maneja el señor Soros, las cuáles indefectiblemente acaban en los servicios secretos USA, pero temo que acabaré sabiéndolo, que acabaremos muchos sabiéndolo, excepto aquellos que nunca quieren saber nada que rompa su “ilusión” o pueda decepcionarles. 

La izquierda que un día fue reformista hace tiempo que ya es sólo derecha democrática. La izquierda que un día fue comunista hace mucho que se transformó en socialdemocracia. Una parte de la que que en su día fue izquierda radical es hoy también socialdemocracia con un neolenguaje transformista y extraño y unas derivaciones francamente peligrosas hacia un populismo que aún no sabemos en qué acabará. Pero ninguna de ellas  es ya motor de revolución social ni bandera de la clase trabajadora. 

En su lugar son los populismos, las extremas derechas y los neofascismos los que hoy levantan la bandera de la rabia, de una rabia que, de nuevo, será empleada contra los trabajadores. Mientras, las izquierdas agonizan defendiendo los intereses de unas clases medias que, temerosas por su pérdida de estatus, se rebelan para no proletarizarse, sin comprender que no pueden ser motor de cambio porque el que desean mira a un pasado que no volverá, sus demandas empiezan y acaban en una clase que sólo se mira a sí mima, y tampoco se reconocen en esas izquierdas porque lo que queda de ellas ni siquiera es capaz de garantizarles su continuidad como estrato; algo que, de cualquier modo, el capitalismo hará desaparecer en una dualización cada vez más radical entre poseedores y desposeídos. Pero no se sienten explotados -a lo sumo expropiados, algo muy distinto- porque su cultura política y vivencial de origen es otra. Hasta el trabajador menos consciente sabe, en cambio, qué es ser explotado porque lo vive desde su propia condición aunque ello, en la mayoría de los casos, no le permita por si sólo elevarse a un nivel de conciencia política superior que sólo la organización colectiva de la propuesta puede aportarle. 

Las izquierdas, entendidas en su sentido histórico y matriz corren el peligro de desaparecer de Europa porque se han negado a sí mismas y sienten vergüenza y miedo al futuro en lugar de levantar sus banderas caídas y agitarlas con la energía emancipadora de quienes saben que el futuro les pertenece.

No ha muerto la idea de lo que representa la izquierda. No ha muerto su significado de igualdad, fraternidad, esperanza emancipadora, racionalidad, justicia y libertad. Habita en la mente de los encadenados, como concepto muy básico y primitivo, como conciencia de que sigue habiendo oprimidos y opresores.

Pero si esas ideas básicas, esos reflejos instintivos de base moral, no toman cuerpo organizado, forma estructurada de proyecto y lugar en la barricada, permanecerán flotando en el inconsciente colectivo y en la aspiración personal de los sueños humanos sin posibilidad de llegar a materializarse en un futuro.   

Ante este panorama tan desolador, de nuevo es pertinente la pregunta ¿Qué hacer?      
Desde la más plena conciencia de las limitaciones de quien esto escribe, siento el casi irrefrenable deseo de responder al perenne interrogante leninista con un atropellado “todo lo contrario de lo hecho en los últimos 40-50 años”.

Pero, además de que ello sería falso y enormemente injusto porque en este tiempo también se dieron luchas, expresiones y formas válidas y enriquecedoras como aprendizajes para el presente y el mañana, una respuesta así sería algo inútil, un mero desahogo que de muy poco sirve porque la negación es sólo el primer nivel de la conciencia, aquella que nos permite saber qué rechazamos, pero carece de la utilidad para construir a partir de propuestas concretas que nos permitan saber qué queremos ser y a dónde queremos ir. 

No me dirijo a los dirigentes de las organizaciones de izquierdas. Es inútil. Se que la gran mayoría de ellos ni me leen ni comparten mi diagnóstico, atrapados entre su electoralismo de cortos vuelos, su sectarismo particular o su diagnóstico de que el diluvio de esta crisis capitalista capeará y será posible volver a los viejos tiempos de la abundancia, o bien que si estamos ante la gran crisis capitalista sólo hay que sentarse y ver pasar el cadáver del enemigo, mientras es el propio el que se descompone.

Me dirijo a la mayor parte de sus militancias, a quienes están dispuestos a volver a empezar, conservando los mejores aprendizajes del pasado y sin medio a experimentar de nuevo, a los que no son miembros de ninguna organización pero se consideran de izquierda y, como a mí mismo me pasa también, no se reconocen en las izquierdas actualmente existentes y mucho menos en los telepredicadores de ilusión que se dedican a vender humo envuelto en consignas fáciles más cercanas a un libro de autoayuda inmediato que a un tratamiento de la enfermedad que a todos nos devora. 

Trataré de apuntar algunas cuestiones que considero claves para empezar a caminar, mientras se continúa en la pelea cotidiana. Un camino que será inevitablemente lento porque lo desandado y destruido es mucho. 

Entre esas claves para recuperar la identidad y la función de la izquierda que, a la altura de los tiempos sólo veo posible si es revolucionaria, porque el reformismo es un camino cerrado, creo necesarias las siguientes:

  • Recuperar la lucha ideológica como elemento central de la acción política. Posiblemente nunca como hoy los reaccionarios, la derecha política, el pensamiento teórico y la propaganda del capitalismo hayan llevado una iniciativa tan ventajosa frente a quienes defendemos la lucha de clases y un proyecto de sociedad socialista. Dispone de medios, fundaciones, aparatos ideológicos, educativos, religión, transmisión a través de la cultura y el ocio, etc. La pedagogía político-ideológica revolucionaria necesita ser sencilla a la vez que muy explicativa, muy apegada a la realidad, donde la teoría encaje como elemento elucidatorio y no como listado de consignas y dogmas, como textos de difícil comprensión o como “literatura” pedante del neolenguaje que ahora tanto se prodiga. 
  • Invertir un esfuerzo especial en la formación de cuadros militantes de la organización. Siempre fue fundamental para el partido revolucionario formar intelectualmente a sus miembros en aspectos políticos, económicos, culturales, filosóficos,... para invertir esos cuadros en un trabajo como activistas capacitados que transmitan reflexiva y críticamente sus posiciones y las de su organización en el entorno social (frentes de lucha, movimientos sociales, relaciones personales,...) donde desarrollan sus actividades militantes y dentro de la propia organización, enriqueciéndola y siendo dinamizadores de la misma. Hoy el cuadro político y la formación de cuadros son más necesarios que nunca. Y ese esfuerzo de formación ha de ser aún mayor. Aunque la comunicación capitalista ha transformado a las personas en consumidores de un discurso previamente elaborado por los transmisores de la ideología dominante, la realidad es que las personas hoy son menos ignorantes que hace 40 años y requieren respuestas menos simplistas en la comunicación interpersonal. Desde los medios de comunicación del capital y sus aparatos ideológicos la falacia de la idea simplista, lanzada como un trallazo y repetida obsesiva y sistemáticamente acaba operando como verdad indiscutible. Pero en la comunicación del tú a tú, donde el cuadro político puede operar con mayor éxito, es fundamental su capacidad para responder a preguntas más complejas y menos evidentes. El cuadro político no puede ser formado dogmática sino crítica y reflexivamente, de modo que pueda elaborar por sí mismo, aunque dentro de la corriente de pensamiento de la organización, y contribuir a renovar permanentemente la tensión necesaria entre teoría y praxis, base de un marxismo vivo. 
  • Superar el concepto de partido de masas para recuperar el del partido de cuadros. La dinámica política, social e histórica de los partidos políticos actuales demuestra que las organizaciones de masas son inoperantes porque acumulan afiliados sin que muchos de ellos lleguen a dar el salto a un compromiso activo tan necesario hoy y, a su vez, tienden a fomentar la figura del afilado acrítico, poco formado pero con exceso de devoción de partido, propio de quien suple su escasa formación con un dogmatismo derivado de la fe casi religiosa y no de la reflexión y el debate colectivos. En el sentido práctico, el afiliado pasivo sólo es un proveedor de cuotas y una persona que suma muy poco a la energía colectiva de la organización.    
  • Afirmar las organizaciones como partidos de la clase trabajadora, abandonando un ciudadanismo interclasista que pretende representar a todos (pueblo, ciudadanos) desde donde no es posible apuntar a unas contradicciones de clase que son la base de una lucha anticapitalista real. Pero la condición de partido de clase no debe quedarse en una declaración de principios. No se trata de recuperar la idea de clase como consigna sino de hacerla real. Un partido de izquierda para los trabajadores debe volver al centro de trabajo como espacio en el que conectar con la realidad del mundo obrero, al escenario que aporta toda la realidad de una explotación a partir de la que puede hacerse pedagogía concienciadora.
  • Pero ese asentamiento en el principal espacio de las contradicciones sociales del capitalismo, la empresa (con el reconocimiento de la dificultad que encontraron en el pasado quienes hicieron esto mismo y la añadida de que hoy las empresas son mucho más pequeñas), es también un espacio de aprendizaje para el militante revolucionario y su organización, al acercarle a la realidad de la vida del trabajador, a las limitaciones de su conciencia política, a sus esperanzas y miedos, a su desconfianza hacia el compromiso o a su necesidad de sentirse colectivo para defenderse, aún cuando él mismo no llegue a comprenderlo. Quien piense que ese trabajo es arduo e inútil o que los trabajadores están tan alienados de su realidad que no hay modo de hacer labor militante con ellos, que se vaya con quienes creen que la conciencia política se adquiere en las tertulias televisivas porque de militante revolucionario tiene muy poco ya que se niega a operar en el terreno de lo concreto. No es aceptable que hoy sea más difícil hacer labor política que en el siglo XIX cuando no había televisión ni ocio pero sí analfabetismo, ignorancia profunda, religión alienante, temor al patrón y dura represión hacia la labor agitativa; peor incluso que hoy, pero entonces se hacía. Quizá el éxito consistía en que el militante revolucionario escuchaba sin anteojeras y sin llevar ya cargada la escopeta con el consignazo antes de escuchar. Sabiendo que en la relación dialéctica con nuestra clase hay un aprendizaje mutuo, que es el que enriquece la labor de concienciación. En un marco como el laboral, frente al reformismo sindical imperante es un error canalizar la actuación militante sólo desde el mundo sindical.
  • Prolongar la labor militante entre nuestra clase más allá del mundo del trabajo. Desde los ateneos populares que ya existen hasta el mundo del asociacionismo solidario de clase. La crisis económica es una oportunidad que puede ser especialmente fértil para formar los lazos de solidaridad buscando recrear los aprendizajes de las sociedades de socorros mutuos, las mutualidades obreras, las experiencias del Socorro Rojo...actualizando sus formas a las necesidades y condiciones de hoy. Se están llevando a cabo muchas experiencias de este tipo pero, en mi opinión, algunas de ellas muy desconectadas de una labor ideológica o con una matriz política muy ciudadanista y desde el discurso interclasista de “la gente” y el buenismo naïf. 
  • Priorizar, no sólo por economía de medios y limitación de las capacidades humanas, el trabajo en los frentes de lucha y movimientos con mayor potencial anticapitalista. No se trata de abandonar otros espacios de lucha sino de tener claro cuáles ofrecen por su naturaleza o posibilidad de orientación un mayor posibilidad de hacer un trabajo militante en el que prosperen las ideas socialistas.
  • Emplear toda la fuerza de la crítica económica que conlleva la denuncia de lo que representa el capitalismo para para la vida de la clase trabajadora y de la humanidad en general en punto de arranque que eleve esa crítica a un nivel de negación y de conciencia superior, con el finde que sea posible hacer deseable la necesidad de socialismo.
  • Generar argumentario y elaboración política que contribuyan a desarmar la propaganda anticomunista de la derecha y a potenciar el atractivo del socialismo como proyecto. Es necesario que las organizaciones revolucionarias sean capaces de abanderar la rabia de la protesta social pero también que esa rabia vaya acompañada de una idea clara, sincera y categórica, que no oculte lo que somos y a lo que aspiramos sino que lo explicite con claridad. Del mismo modo, es necesario que el proyecto de sociedad socialista muestre sin ambages su compromiso con las mismas libertades democráticas que exigimos para nosotros mismos y que tengamos la valentía de defender los elementos positivos, que fueron enormes, de las experiencias socialistas anteriores, sin negar los errores, pero destacando aspectos atractivos como las formas de democracia obrera en la organización del trabajo y la toma de decisiones, las experiencias como la autogestión, los consejos obreros y los soviets, etc y toda la cobertura y protección social que las experiencias de socialismo en el pasado dieron a sus sociedades desde la niñez a la vejez, mientras hoy la destrucción de las conquistas de la clase trabajadora por el capitalismo la devuelve a marchas aceleradas a una proletarización de sus condiciones de vida propia del siglo XIX.
  • Plantear la línea política de un partido revolucionario actual desde la amplia avenida del marxismo abierto, superador de las callejuelas sectarias de las distintas capillitas y hasta callejones sin salida en que la dogmática de sus ortodoxias negadoras de su esencia lo ha convertido. Es necesario recuperar un  marxismo sin guiones que por su propia naturaleza es revolucionario, sin necesidad de añadirle listas de apellidos que lo encajonen o lo limiten. La importancia de otros pensadores marxistas fue la de continuar aportando a un acervo que debe ser común. Ello no significa negar las corrientes internas de la organización sino entenderlas como enriquecimiento colectivo del pensamiento e intercambio de perspectivas respetuoso y leal; nunca como coartadas para cuotas de poder interno o para ajustes de cuentas que tanto daño han hecho al pensamiento y a las organizaciones de izquierda revolucionaria.       

Seguramente este listado de enunciados sea menos que insuficiente, le falten muchos otros elementos, posiblemente haya a quienes no les convenzan, otros los considerarán irrelevantes pero quiere ser una contribución al objetivo de buscar la identidad perdida de la izquierda para que ésta pueda volverse a afirmar en el sentido de las palabras finales que escribió en la última noche de su vida Rosa Luxemburgo:

“¡El orden reina en Berlín!' ¡Estúpidos secuaces! Vuestro 'orden' está construido sobre la arena. Mañana la revolución se levantará vibrante y anunciará con su fanfarria, para terror vuestro: ¡Yo fui, yo soy, y yo seré!”  

23 de marzo de 2014

22M: NO LO LLAMES INDIGNACIÓN. LLÁMALO LUCHA DE CLASES

Varios miles de manifestantes, para la prensa del capital
Por Marat

Si algo dejó claro la descomunal manifestación del 22M en Madrid es que los protagonistas y el contenido de la protesta social han mutado de forma radical desde el 15 de Mayo de 2011 hasta hoy, para orgullo de la gran mayoría y el desconsuelo oculto de algunos; entre ellos del partido gobernante y del poder económico capitalista del país.

Frente a aquellas consignas imperativas y censoras del “sin banderas porque nos dividen”, un mar de banderas rojas, rojas y negras, sindicales y tricolores. Nunca habían desfilado tantas de estas últimas en Madrid, algo sobre  lo que la decadente y degenerada Monarquía borbónica habrá tomado buena nota. Y marchaban las rojas, rojas y negras, sindicales y tricolores sin otra separación que la de los cortejos en los que se integraban pero con un profundo sentimiento de “unidad de clase”.

Frente al anodino “no somos mercancía en manos de políticos y banqueros” del pasado,  los gritos rotundos del presente de “obrero despedido, patrón colgao”

Frente a la estúpida, desclasada y desclasante apelación a los “ciudadanos” y a la “ciudadanía”, con las que se nos ha machacado durante estos últimos años, las voces, ya roncas de un largo día, que proclamaba la identidad de quienes allí estábamos bajo el lema que recorría de un lado a otro de la manifestación: “Viva la lucha de la clase obrera”.

Frente a los postmodernos carteles de la ideología informatizada middle class de la “revolución de color” de la plaza que antaño decían aquello de “Fallo del Sistema”, la ocupación completa de Madrid con centenares de pancartas que proclamaban “el capitalismo no funciona”. No éste ni aquél capitalismo, no el capitalismo malo de los banqueros, como si capitalismo sólo fuera el poder financiero, frente al “de rostro humano” de los buenos años de consumo para aquellos que mientras sonó la música bailaban al ritmo del amodorrante tecnopop de la ideología trans del sistema, sino el capitalismo de la explotación laboral, de las relaciones alienantes de producción, del paro como horizonte de no vida. Del capitalismo como sistema económico con nombre y producción de dolor, lágrimas y sangre de la clase trabajadora. 

Frente a la morralla ideológica “inclusiva” y sin apelación a la lucha de clases del “somos el 99%” (incluyendo, pero sin la honestidad de proclamarlo, a los empresarios pequeños y medianos, tan chupasangres de sus empleados como los propios propios plutócratas) la evidencia de que la voz cantante la llevaban los mineros asturianos y leoneses, los bomberos madrileños, los aún trabajadores de Coca-Cola de Fuenlabrada, los trabajadores de la limpieza, los parados de toda España, los de Salvemos Telemadrid, los desempleados de la RTVV, los maestros y profesores, los trabajadores de toda condición de la sanidad a la que están privatizando, aunque conservando, por ahora, el cartel de “pública, los humillados pero dignos trabajadores de Sniace, los trabajadores precarizados de las tierras y pueblos del Estado español. Éramos ayer más que conscientes de que no necesitábamos incluir en ningún mentiroso 99% a nuestros patrones. Nos bastaba con la conciencia de nuestra fuerza y de que el asalariado, el parado y el autónomo dependiente son la inmensa mayoría de este país. Ayer se hizo evidente que la primera alianza que hay que sostener es la solidaria e indestructible unidad de clase que proclamaban banderas con las siglas U.H.P.

La imagen del rasfari, del perroflauta y del extravagante de la nariz roja de payaso, del antipolítico, de derechas, que grita contra los políticos y los partidos en general, se convirtieron en evidente minoría eclipsada por la verdad de las decenas de miles de pancartas y banderas de organizaciones políticas de las izquierdas y sindicales, evidenciando que no todos los políticos son iguales, entre otras cosas porque cualquiera que haga política, incluso desde la humilde militancia de a pie en organizaciones de las izquierdas no es igual a la gentuza del PP y de sus aborregadas huestes y votantes, por mucho que algunas ingenierías políticas del sistema (Partido X, Podemos, Equo) se hayan sumado a la cantinela del ni-ni “ni de izquierdas ni de derechas”, con el único fin de reorientar la protesta social y el cambio de escenario político contra las trampas del Mar de los Sargazos de un neopopulismo sin proyecto transformador. 

Todo este cambio, que venía gestándose desde la Marcha Minera de hace dos años, y que detonó ayer en la composición social y en la carga política de las Marchas de la Dignidad que se unieron en una  inmensa riada humana con la clase trabajadora madrileña, era conocido por el gobierno actual del capital.

Por eso el largo apagón informativo primero sobre el 22M en la gran mayoría de los medios del capital -al fin y al cabo son empresas- , por eso la utilización de la agonía del expresidente Suárez, embalsamado mediáticamente aún en vida, con el fin de hacer luz de gas sobre las marchas. Por eso la andanada del mermado mental y corrupto Ignacio González, que comparó hace días a las marchas  con los neonazis de Amanecer Dorado, como si su partido no apoyase con entusiasmo a los neonazis de Svoboda en el gobierno fascista de Kiev. Por eso más de 100 autocares fueron parados ayer por guardia civiles en las entradas de Madrid con el fin de que ya que no era posible impedir la marcha, al menos poner su grano de arena a las decenas de provocaciones (incluidas las de la página de Antidisturbios UIP en twitter el día anterior) de la caverna mediática y política del Partido Podrido.  Por eso mismo, la Delegada del Gobierno en Madrid, frau Cifuentes calentaba el ambiente dos días antes afirmando que algunos grupos provocarían violencia en Madrid, anunciando ya que emprendía el camino, como e ocasiones anteriores, de la profecía autocumplida, al estilo de Randolph Hearst. 

Por eso anoche, la “progre” Sexta, de la derechista Antena 3 (Editorial Planeta), en su infumable programa “laSextaNoche” se empeñaba una y otra vez, a través de su presentador, en dar carnaza a la dóberman madrileña y señora de las porras Cristina Cifuentes para “recrear” el final de la manifestación, escamoteando la verdad de que la brutalidad de la carga policial se produjo cuando un grupo numeroso de manifestantes se preparaban para acampar en Recoletos, de que las cargas se iniciaron una hora antes de que se cumpliese el plazo legal de duración de la manifestación, de que la violencia la iniciaron los robocops de las UIPs, de que la respuesta de aquellos manifestantes agredidos por el lanzamiento de pelotas de goma a bocajarro y apuntando con el arma por encima de la altura del pecho (hay vídeos de ello) fue defensiva, para convertir en la noticia del día los disturbios y no la inmensa manifestación de Madrid.

Por eso mismo el indecente engendro al servicio del imperialismo llamado EL PAÍS, que despide a sus trabajadores, emplea hoy domingo la sucia pluma de sus esbirros Jerónimo Andreu, Marién Kadner y J.J. Gálvez, que titulan su vómito del día con el rótulo de “La Marcha de la Dignidad toma el centro de Madrid con miles de personas”, escribiendo sin rubor que sólo 2.000 personas entraron a pie en la ciudad, cuando sólo la columna noroeste que entró por Moncloa estaba compuesta por muchas más, cuando esas “miles de personas” formaron la mayor manifestación que haya conocido la ciudad desde la muerte del dictador. ¡Qué lejos queda el empotramiento de “periodistas” en el desclasado 15M y de portavoces de Democracia I-rreal Ya en los medios de PRISA. Por eso hoy la SER, que patrocina a golpistas neonazis y fascistas en Ucrania y en Venezuela, señala, como chivato criminalizador, a grupos independentistas y a la Coordinadora Antifascista como culpables de la violencia, callando que la violencia pretendidamente legitima del Estado es la que incendió la respuesta defensiva. Pero tranquilos, aún les queda el Público de Roures, fabricante de mesías mediático televisivos que quieren ser un bote de Colón para salir en la TV y ser eurodiputado en Bruselas, que se empeña en decir que los que allí estábamos éramos “ciudadanos indignados”. No, no éramos ciudadanos, no nos limitamos a indignarnos, ni somos clase media. Somos clase trabajadora y fuimos por lo nuestro, la lucha de clases.

Lo que ayer hizo el poder del capital, a través de su brazo tonto del Gobierno es lo que ya hizo el día 12 de Julio de 2012 en la Castellana contra la Marcha Minera. Conocemos bien sus procedimientos. Tenemos memoria. Pagaran por sus actos más temprano que tarde.

El miedo está empezando a cambiar de bando. El capital y su gobierno saben que los agitamanitas han sido desplazados por la clase trabajadora, lo quieran o no los sindicatos verticales (bastaba ver la cantidad de banderas de CCOO que, a pesar del silencio cobarde y cómplice de la Ejecutiva Confederal de su sindicato para con las marchas, que días antes había protagonizado su enésima indignidad al sentarse con Rajoy, Rosell y UGT a actuar, una de tantas veces, como apagafuegos y muñidor de la paz social, estaban allí proclamando que las bases sindicales no tenían porqué seguir en su indecencia a sus dirigentes). Una nueva radicalización de las luchas apunta ya hacia el poder económico de la burguesía y sus esbirros, estén dentro o fuera del Gobierno. 

Si la ocupación de empresas y de los medios de desinformación del capital empieza a producirse, quizá entonces empiece a saltar la cera de sus oídos pero, para entonces, puede que, venturosamente, sea ya demasiado tarde para ellos, por mucha represión que impulsen.

Por eso, del mismo modo que ayer estuve en las marchas por la dignidad en defensa de mi clase, el 28 de Marzo estaré aquí contra la represión.

18 de septiembre de 2013

MASIVAS PROTESTAS EN POLONIA CONTRA LAS POLÍTICAS NEOLIBERALES DEL GOBIERNO

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Después de un período de vino y rosas, inducido por salarios bajos y por la ayuda de los fondos estructurales de la UE, la clase trabajadora polaca va descubriendo que hay algo que hay algo del capitalismo que no es como les contaron y hasta el sindicato vaticanista Solidarność que contribuyó al fin del llamado socialismo real en Polonia y aupó en su día a la derecha se revuelve ahora, presionado desde la base, contra las políticas liberales de la derecha y el capital. Bienvenid@s a la realidad, tras despertar de un "bonito sueño", trabajador@s polac@s. De momento, lo que hace falta es que no os corráis políticamente aún más hacia la extrema derecha, como las encuestas avecinan.  

Librered/Telesur
Unas 100.000 personas salieron este sábado a las calles de Varsovia, la capital polaca, para protestar contra las políticas capitalistas del Gobierno del primer ministro Donald Tusk.

Se trata del cuarto día de protestas en la capital polaca, y este sábado se sumaron a las manifestaciones las principales organizaciones sindicales del país, que consideran que las políticas neoliberales del Gobierno están afectando duramente a las condiciones de vida de la clase trabajadora, por lo que piden la dimisión de Tusk, principal responsable de los últimos recortes sociales.

Los cambios propuestos por el gobierno de Donald Tusk a las leyes laborales del país, han motivado el desarrollo de la masiva protesta, además de la creciente precariedad del empleo, aunado a la propuesta de ampliar los horarios laborales.

“No vamos a aceptar cualquier política que sólo conduce a la miseria y la pobreza. Vamos a sacar a este gobierno que no está actuando en interés de los empleados”, dijo el jefe del sindicato Solidaridad, organizador de la marcha, Piot Duda.

Bajo la consigna “No despreciar la sociedad”, los jubilados, funcionarios de bancos, profesores y los que trabajan en el sector financiero se concentraron en la capital de Polonia para llamar la atención del gobierno.

Los trabajadores exigen una mayor seguridad en los empleos y contratos que garanticen la atención sanitaria. De igual manera, piden al gobierno que la edad de la jubilación, elevada a 67 años por el actual gobierno, se rebaje de nuevo a los 65 años.
En septiembre de 2012, se realizó una movilización similar, donde unas 40.000 personas se manifestaron en contra de la política del Gobierno.

Por otro lado, la popularidad del gobierno de Donald Tusk , quien se encuentra en el poder desde hace seis años, se ha reducido en las encuestas. Analistas aseguran que sólo tiene una frágil mayoría en el Parlamento, mientras que la economía polaca se ha estancado.

22 de junio de 2012

FRAGMENTOS DE LA LUCHA DE CLASES EN GRECIA Y ESPAÑA HOY

Por Marat

1.-EL MOMENTO GRIEGO:
El resultado de las elecciones generales el domingo 17 de Junio en Grecia sitúa aparentemente las cosas en el mismo lugar en el que estaban meses atrás, antes del anterior intento fallido de formar gobierno en el pasado mes de Mayo.

Grecia acaba de formar Gobierno mediante el pacto la derecha liberal de Nueva Democracia (ND), en coalición con los socialiberales del PASOK y de la escisión por la derecha de SYRIZA, Izquierda Democrática (DIMAR).

Los mismos partidos que ocupaban el gobierno cuando estalló la crisis capitalista y se produjo el rescate griego –primero PASOK, después ND- son, de nuevo, los encargados de repetir el papel de Caronte que lleva las sombras errantes de los griegos a la otra orilla del Hades o Aqueronte, según las fuentes, previo pago de una moneda que los trabajadores helenos están abonando un millón de veces más, tras el rescate de su país, a los mercuriales capitalistas europeos.

Si entonces fracasaron al afrontar la crisis griega, que no es sólo económica, sino política, institucional, social y moral, fracasarán de nuevo ahora, ya que sus “recetas” continúan siendo las mismas: austeridad, recortes sociales, sacrificio para los trabajadores y hambre, dolor y miseria para sus familias.

El caballo blanco ganador de la “izquierda sistémica”; esto es, de reformistas y posibilistas se llamaba Syriza, a la que el complejo mediático del capitalismo llamaba “izquierda radical”, como si el término aludiera a peligrosos revolucionarios que pudieran poner en peligro al sistema económico griego y, dada la presión de voto antiSyriza de las grandes potencias económicas, al capitalismo europeo en su conjunto.

Pero “izquierda radical” es tan sólo el nombre que se da Syriza a sí misma (Coalición de la Izquierda Radical) y a estas alturas todo el mundo –o al menos los informados- debiera saber ya que el nombre no hace a la cosa, no la convierte en lo que realmente es.

Son los hechos, las posiciones políticas, los pasos que se dan, los que ubican a una organización política en un espacio concreto del espectro, teniendo siempre en cuenta que el lugar político de quien contempla a una organización concreta tiene mucho que ver con la percepción que de ella se forma.

Por este motivo conviene acudir a los datos reales para evitar caer en los subjetivismos, basados en la ignorancia unas veces, en el interés en otras y en las falsas percepciones en las más de ellas.
Synaspismos es el nombre de la organización mayoritaria de Syriza y le presta la S (o sigma en griego) a la primera de las iniciales de esta coalición electoral. Synaspismos es la organización de la que es Presidente Alexis Tsipras, el candidato de Syriza a la presidencia del gobierno griego en las últimas elecciones generales del pasado domingo.

Aunque en su origen Synaspismos fue la coalición electoral entre el KKE exterior (marxistas-leninistas) y su escisión del KKE interior (eurocomunistas) lo cierto es que la evolución posterior de dicha coalición, los enfrentamientos entre sus componentes más tradicionales y los más “renovadores”, la salida de algunos de los sectores más próximos a la socialdemocracia y del propio KKE exterior de la coalición, la debilitaron enormemente.

Aún así Synaspismos se convertiría en 1991 en partido político, ya con influencias netamente socialdemócratas, eurocomunistas, ecosocialistas y cercanas al ecologismo y el feminismo; algo muy parecido a la IU española, con la que comparte pertenencia al Partido de la Izquierda Europea (PIE), a través de Syriza. El PIE es la más evidente muestra de la renuncia de muchos partidos de la izquierda a su identidad comunista del pasado.

El resto de componentes de Syriza son diversos grupos escindidos, por la derecha, del KKE exterior, varios grupos trotskistas y maoístas, cuya práctica política se sitúa en un reformismo de tintes pretendidamente “izquierdistas”, al estilo del Bloco de Esquerra portugués, escisiones de izquierda del PASOK (lo que no es mucho decir en términos de izquierda) y algún otro de similar orientación.

Hoy Syriza se sitúa entre una posición de socialdemócratas de izquierda y los grupos de orientación “anticapitalista”, pasando por los ecosocialistas y los antiglobalización (movimiento en el que predomina claramente una corriente mayoritaria netamente reformista).

En el contexto de una socialdemocracia a la que la crisis ha convertido en liberales en la práctica y que ha visto morir su modelo de Estado del Bienestar y de unos PPCCs huérfanos y desnortados tras la desaparición de la URSS y de los países del “socialismo real”, Syriza es el proyecto más acabado de una posición aparentemente centrista entre ambos polos pero, que en gran medida representa el intento de ser los “auténticos” socialdemócratas y de sustituir, en el caso griego al PASOK.

Conviene recordar que Synaspismos, antecedente de Syriza, votó en 1990 a favor del Tratado de Maastrich, antecedente estratégico del ataque liberal contra los derechos de los trabajadores, de las políticas de austeridad, de los recortes de derechos sociales y de los procesos de privatización de lo público que hoy sufrimos.

Ese intento de Syriza de convertirse, como Iznogud el Magnífico, en el Califa en el lugar del Califa o en la nueva socialdemocracia en lugar de la vieja socialdemocracia se puso en evidencia con el intento fallido de ser recibido por François Hollande y con la reunión de Alexis Tsipras con los embajadores y diplomáticos de los países del G-20 en Grecia durante la última campaña electoral, con el fin de tranquilizarles sobre los límites de su disidencia frente a las recetas del capital (1)

Este recibimiento por parte de representantes de los principales gobiernos del capitalismo mundial recuerda demasiado al modo en que Santiago Carrillo viajó a USA en noviembre de 1977 para explicar el abandono del leninismo por parte del entonces su partido, el PCE, sin contar con la opinión de la militancia. El IX Congreso del Partido en 1978 ratificaría el abandono del marxismo-leninismo y ahondaría la crisis de un partido que perdió su identidad y su peso político para no recuperarlo jamás. No creo que la única forma válida de ser comunista la represente el leninismo en su versión dogmática pero aquel comportamiento era indicativo de hasta dónde llegan las renuncias de la inmensa mayoría de las organizaciones a la izquierda de los PPSS y, más grave aún, de hasta dónde moderan sus discursos para alcanzar el gobierno o un mayor grado de apoyo electoral. No es sorprendente que el referente del PCE en Grecia sea Syriza y no el KKE.

Sin embargo, y a pesar de que Syriza sea la opción reformista de las aristocracias obreras y clases medias “progresistas” que pretenden no la revolución social sino la minoración de los efectos de la crisis sobre los asalariados y las capas populares de la sociedad griega, lo cierto es que para amplios sectores de los trabajadores helenos Syriza representaba una cierta aspiración de la soberanía nacional frente a los diktats de la Troika y una esperanza de que la crisis no la pagasen sólo los trabajadores, renegociando el pago de la deuda griega. Olvidar esto puede conducir a graves errores que la izquierda revolucionaria y comunista (KKE) ha pagado muy caro, reduciendo su apoyo electoral a la mitad de la obtenida en las elecciones de Mayo, en las que un importante sector de los trabajadores griegos vieron en los comunistas posiciones de clase y de lucha firmes. En aquel momento Syriza ya había doblado el apoyo obtenido por el KKE y le disputaba con fuerza la hegemonía dentro del espectro a la izquierda del PASOK. Hoy ha multiplicado por 6 esa hegemonía.

Que la posición estratégica general sea la correcta –impulsar una revolución social para el derrocamiento del capitalismo y la instauración del socialismo, como defiende el KKE- no significa que el desarrollo táctico lo sea necesariamente.

El KKE contaba con que en las elecciones de junio se impondría electoralmente Syriza y, al formar gobierno, desvelaría su condición puramente reformista dentro del sistema, al sucumbir a las primeras presiones del capital.

Pero lo cierto es que ese escenario no se ha producido porque, aún siendo Syriza lo que el KKE ha denunciado muchas veces que es, ni la Troika, ni las cancillerías europeas, ni Merkel, ni la señora Lagarde, ni los grandes grupos mediáticos de información general y económica, ni los propios grandes poderes del capital organizado, estaban dispuestos a correr el menor riesgo. Para “disidente” oficial ya tienen bastante con Hollande, la versión francesa de Obama. Alguien que sólo les hable de combinar austeridad con inversión y crecimiento; esto es, la vía keynesiana, que nació ya muerta en esta crisis porque el capital es incontrolable desde unas instituciones políticas que no estén dispuestas a romper con el capitalismo.

Con su presión sobre la población griega acerca de los grandes males que aquejarían al país en caso de ganar las elecciones generales Syriza –corte del grifo del euro, expulsión de Grecia de la UE y de la moneda única, lo que recordemos no desea la mayoría del pueblo heleno-, combinado con el filtraje de que los sondeos de opinión, no publicados desde dos semanas antes, mostraban una tendencia al triunfo de ND por la mínima, golpeaban sobre la opinión pública y, específicamente, sobre los trabajadores griegos, los grandes perdedores de la crisis del capital, extenuados por años de resistencia en soledad y sin el apoyo de lucha de los trabajadores europeos y sus sindicatos reformistas. Lo mismo les sucedió a los trabajadores franceses en las huelgas heroicas que sostuvieron en 2010.

Al no haberse producido el escenario del triunfo de Syriza queda ésta como la esperanza incumplida pero aún deseada por más de un millón y medio de trabajadores griegos. Se mitificará por parte de las izquierdas reformistas su derrota y aparecerá como el gran sacrificado por la dictadura burguesa del capital. Éste no es la mejor perspectiva de futuro para la izquierda revolucionaria y comunista griega.

El KKE y su combativo sindicato PAME han sido piedras angulares de la resistencia y lucha de los trabajadores griegos. Han sido el principal bastión, frente a posiciones pactistas de otras izquierdas y de sindicatos menos combativos, el desafío al capital durante estos años y han alimentado la rabia y el espíritu de lucha ante la depredación capitalista sobre las viejas conquistas obreras. Han sido contemplados con orgullo de clase y admiración por los sectores más conscientes de las clases trabajadoras europeas, como hoy lo son los mineros españoles, que reciben la solidaridad de sus compañeros gremiales de muchos lugares del mundo.

Ese caudal de energía revolucionaria que el KKE contribuyó a crear no debía haber sido desaprovechada, convirtiendo a Syriza en su principal oponente de la campaña anterior y de la última –lo que en lo ideológico puede marcar gran distancia, en lo electoral puede serlo mucho menor- porque cientos de miles de trabajadores apostaron por el posibilismo de una izquierda que se opusiera a las peores medidas impuestas por Alemania y la UE y para ellos esa izquierda era Syriza en aquellos momentos.

La clase trabajadora, como cualquier ser humano, suele optar a corto plazo por las vías posibilistas, aquellas que supongan una menor dosis de sacrificio en la lucha y a las que vea mayores posibilidades en lo inmediato, en algo que tiene mucho que ver con la economía del esfuerzo, por mucho que la realidad a largo plazo muestre que esas no son más que vanas ilusiones de un reformismo de cortos vuelos que acabará estrellándose ante la realidad de que el mundo capitalista sólo se cambia por la fuerza. Pero esa circunstancia exige la modulación de los tiempos por parte de un partido revolucionario.
El KKE hizo muy bien en negarse a la coalición preelectoral con Syriza pero debió haber explicado, de un modo didáctico para los trabajadores, el porqué de este rechazo.

Oponerse a Syriza en los términos de traición de clase en que lo hizo le ha supuesto extrañarse el apoyo de centenares de miles de trabajadores que en las anteriores elecciones le habían apoyado, potenciando un “voto útil “ que el triunfo de la derecha no ha convertido en voto inútil sino en esperanza de que en un próximo intento el triunfo de los pseudoizquierdistas fuese posible.

Habría sido posiblemente muy distinto que el KKE se hubiera dirigido a los trabajadores griegos diciéndoles: “saludamos vuestra voluntad de resistencia ante los sacrificios que los capitalistas europeos pretenden imponer al pueblo griego, voluntad de resistir que hoy creéis ver representada en Syriza. Desafortunadamente no vemos las cosas como vosotros porque sus antecedentes y su práctica política no nos permiten confiar en ella. Por eso no nos integramos en su llamamiento a una nueva mayoría de izquierdas. Pero si Syriza llega al gobierno y se propone resistir a la Europa de los mercaderes y rechazar que sean los trabajadores griegos quienes paguen la crisis, nos encontrará a su lado, en la calle y en el parlamento; lo mismo que nos encontrará enfrente y denunciando su traición si abandona sus promesas de defender a la clase trabajadora y ello sucederá tanto en el parlamento como en la calle. Votar KKE es la mejor garantía de que no permitiremos una traición a los trabajadores”. Ante unos argumentos de este tipo muchos trabajadores hubieran sentido la necesidad de continuar apoyando al KKE por su actitud de no oponerse a las esperanzas populares pero a la vez actuar como garante de la continuidad de la lucha.

Matizar los mensajes es muy necesario para un partido revolucionario que se encuentra aislado por el “cinturón sanitario” creado contra él por los partidos burgueses y los reformistas. Si la política de alianzas es un elemento decisivo en la conformación de una nueva hegemonía de la clase trabajadora en un bloque social de lucha contra el capital, la primera alianza sagrada que los comunistas no deben romper jamás es la que conforma el partido con su clase. Si ésta falla, el futuro del partido puede verse amenazado porque, como a un planta, le falta la tierra en la que se asienta.

Aunque de forma tardía, el KKE debiera reflexionar sobre el modo en que ha actuado en este último período porque vienen tiempos aún más difíciles y duros para los trabajadores griegos y europeos. Necesita de toda su inteligencia colectiva para ser capaz de romper ese “cinturón sanitario” creado a su alrededor, distinguiendo enemigos de clase estratégicos de aquellas fuerzas que, dentro de su reformismo, puedan contener en su interior elementos sanos y combativos a los que atraerse desde una posición consecuente buscando, a la vez, crear fisuras entre quienes defienden un capitalismo salvaje y un capitalismo “de rostro humano” pero capitalismo al fin y a la postre. Lo que no puede conformarse como unidad de acción política no significa que no pueda encontrar aliados tácticos de lucha social y en las calles contra el capital, siempre que estos aliados se sustenten en una posición de clase, incluso dentro del reformismo izquierdista de fondo socialdemócrata.

Sólo de este modo los trabajadores griegos pueden volver a recuperar la confianza en un partido que por su trayectoria histórica ha marcado las más dignas etapas de la historia antifascista, revolucionaria y de clase griegas.

2.-ANTE EL RESCATE DE ESPAÑA, SER GRIEGO AÚN TIENE MUCHAS VENTAJAS: La primera de ellas, para la mayoría de los trabajadores griegos, es la de reconocer e identificar a su enemigo. No el abstracto poder, no simplemente los políticos, no la simpleza de los bancos o de Alemania sino el capitalismo, con todas las implicaciones y manifestaciones que ello tiene en las relaciones entre las clases sociales.

La segunda ventaja es que, una vez identificado el enemigo, la mayoría de los trabajadores griegos han mostrado que tienen conciencia de clase, sentido de lucha y disponen de algunas organizaciones que han dirigido esas luchas, al frente de las cuales ha estado el combativo sindicato PAME.

La tercera es que sus reivindicaciones han tenido un carácter de clase y no han caído en un ciudadanismo vacuo e interclasista en pro de los intereses de unas clases medias y de la superviviencia del capitalismo que nada hubiera tenido que temer ante planteamientos de ese tipo.

Aquí, en el Estado español tenemos sindicatos mayoritarios que hacen una huelga general frente a las consecuencias sociales de la crisis capitalista cada dos años, y eso bajo presión, que organizan movilizaciones convocadas casi clandestinamente (20/06/2012), como si los propios dirigentes que las convocan quisieran hacerlas fracasar para justificar no volver a salir a la calle en mucho tiempo; manifestaciones sindicales en las que uno de sus dirigentes madrileños (Javier López de CCOO de Madrid) reivindica la condición de “perroflautas” (comeflores cuidadosamente desaliñados al estilo “rebelde” de los hijos de la burguesía) para los trabajadores que habíamos acudido a manifestarnos contra la reforma laboral, las medidas de ajuste y los recortes públicos del gobierno. No me sorprendió demasiado el apelativo que quería echarnos encima ese “sindicalista” a los trabajadores. Era obvio que no se trataba de una simple ironía frente a las palabras de Lucía Figar, portavoz del PP de Madrid en las que aseguraba despectivamente en Mayo pasado que “cualquier perroflauta moviliza a más gente que el señor Javier López”.

Escuchar después a Fernández Toxo disipó cualquier duda que el más escéptico pudiera tener respecto a la cuestión. Toxo citó 20 veces más la palabra ciudadanos que trabajadores –algo que él y Méndez ya venían haciendo desde hace tiempo- limitó las responsabilidades respecto a las consecuencias de la crisis sobre los trabajadores al PP, el capital financiero, Rato y Bankia, la Troika, Merkel y el BCE –obviando el modo en que las relaciones sociales entre capital y trabajo habían profundizado la salvaje lucha de clases de los empresarios contra la clase trabajadora- y mostró un empeño reformista en el mero control del flujo de capitales desde unas instituciones financieras europeas que impusieran otra política, consistente simplemente en recuperación e inversión.

Y en esto llegó el “referente” indignado. Julio Anguita, el hombre orquesta, se ha propuesto a sí mismo para liderar un “frente cívico interclasista”.

“Estoy evitando hablar de izquierdas, de derechas, de socialismo, de comunismo, de república” (2) ha dicho el místico eternamente jaleado por la Brunete mediática de El Mundo y Tele5 desde que era Coordinador General de IU y hoy colaborador de ABC Punto Radio. El mismo personaje público que un día dijo: "Lo único que os pido es que midáis a los políticos por lo que hacen, por el ejemplo, y aunque sea de la extrema derecha si es un hombre decente y los otros son unos ladrones votad al de la extrema derecha. Eso me lo manda mi inteligencia de hombre de izquierdas. Votad al honrado, al ladrón no lo votéis aunque tenga la hoz y el martillo" (3). No se puede pasar por alto la integridad política –“es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad”, dijo Marx en su “Tesis sobre Feüerbach”- pero hacer abstracción de las ideas que se defienden es propio de quien un día fue un joven falangista y ganó el Premio José Antonio Primo de Rivera y que ahora, cuando la senectud está próxima, vuelve por sus fueros.

Julio Anguita es otro que quiere, como los de Democracia Real Ya y el 15M, superar las diferencias ideológicas, unir a la “inmensa mayoría de la población” (99%), por encima de categorías de clase y contradicciones entre las clases sociales (“de una manera transversal”) “en base a un programa de mínimos”. Puesto que no habla de socialismo, ni de comunismo, ni de república, ni de izquierdas o de derechas y se limita a expresar conceptos populistas como “corrupción de los políticos” o abstractos y descontextualizados como “poder” (3), como los decisivos problemas del presente, bien podemos pensar que nos encontramos ante un populista al estilo de Rosa Díez o ante un caudillo de peor jaez: “He empezado la guerra. El que quiera que me siga”. Discúlpeme, invicto líder pero tengo un hernia discal que me impide coger la cruz y seguirle en su camino hacia la cumbre de su columna de profeta.

Este hombre lleva demasiado tiempo proclamando la suprema estupidez de que “cumplir la Constitución es revolucionario”. Una constitución monárquica, que proclama la unidad indivisible de la nación y niega el derecho de autodeterminación de los pueblos, una Constitución que consagra la propiedad privada, el derecho a la herencia y la economía capitalista no tiene nada de potencialmente revolucionaria porque incluya el derecho al trabajo, a la vivienda, a la educación y la sanidad pública o a la percepción de una pensión en la vejez por el simple hecho de que cualquier persona con dos dedos de frente sabe que son derechos meramente enunciativos, que no vinculan a sus gobernantes. Anguita, en su epístola a los amantes de la demagogia y las soluciones simplistas para analfabetos políticos y desclasados, sabe que la Reforma Constitucional del pasado verano que subordinó dichos derechos al cumplimiento de los objetivos de déficit y del pago de la deuda pública, mediante el pacto PSOE-PP, terminó por convertir en papel mojado unos derechos que ya antes sólo estaban en la Constitución para hacerla más digerible, no para ser cumplidos.

Este maestro Siruela, con aires de telepredicador, dice también en respecto al proyecto amorfo y todoterreno en lo ideológico, ciudadanista y transversal, que no de clase, que pretende dirigir, y a sus relaciones con las formaciones en las que todavía milita: “Soy militante del PCA, partido al que pienso pertenecer hasta que desaparezca y de izquierda unida, mientras siga la línea del proyecto que inicié. No estoy por la labor de irme. Estoy haciéndolo al margen de, no en contra de. No voy a participar de ninguna lista electoral ni fuerza política que se constituya en rival de Izquierda Unida. Lo mío va por otro camino". Todo se andará y, según funcione, Anguita encabezará una secesión, como antes hicieron quienes le precedieron (Carrillo, la Nueva Izquierda de Almeida y López Garrido, Equo) o bien será fagocitado como experiencia piloto de uno de los mil proyectos de regeneración de IU, está vez en versión ya manifiesta y no encubiertamente “indignada”, como fueron las Mesas de Convergencia.
"Cuando propongo todo esto no tengo la contienda electoral en el horizonte. ¿Por qué me ofrezco de referente? Yo no pienso ir a ningunas elecciones, ni por mi edad, ni por mi estado de salud pero también por la convicción de que segundas partes nunca fueron buenas. Si esto cuaja y cabe esa posibilidad de que andando el tiempo ese frente concurra a unas elecciones, ya vería qué voto. Presentarme al frente del mismo, queda totalmente descartado. Intento poner algo en marcha e intervendré ahí como uno más, discutiendo o usando la capacidad de ascendiente”. Todo se andará. Quien no ha podido dejar de enredar tras abandonar sus cargos en el PCE y en IU porque su ambición y su descomunal ego desbordan la tranquilidad de la reflexión política o de la aportación no protagónica, no podrá sustraerse fácilmente, tras varios años de querer ser salsa de todos los platos, de encabezar algo, aunque sea en el cuerpo de un ratón antes que formando parte de la cola de un león.


El mundo sindical (mayoritario y minoritario) y el conjunto de las falsas izquierdas políticas han acabado de converger, desde su reformismo vergonzante (por encima del ropaje que adopten), con los liberales que diseñaron un proyecto “indignado” de revolución de naranja desideologizada y que rechaza definir un proyecto de sociedad para instalar la protesta social en un bucle permanente sin avance hacia ninguna parte.


Combatir a quienes manejan marionetas que se niegan a definir al enemigo de clase, su dominación ideológica, el carácter de su movimiento y la orientación de un proyecto concreto es cada vez más combatir también a esas sindicalismos de megáfono sin firmeza en la lucha y a las “izquierdas sistémicas”, desde el reformismo hasta los pseudoizquierdistas, que aligeran al máximo su perfil ideológico para coincidir con los que rechazan las identidades políticas, mientras venden para consumo interno o autojustificación un supuesto izquierdismo al que renunciaron en lo real hace ya mucho tiempo.

Por desgracia, y dada la ausencia de una organicidad que asegure la autonomía de clase para sí de los trabajadores, esa lucha deberá hacerse en gran medida –pero también desde fuera- desde los sindicatos existentes y desde las “izquierdas” nominales pero poniendo un ojo en la reconstrucción de un sindicalismo y de una izquierda revolucionaria y comunista de y para los trabajadores y no para ninguna “amplia mayoría” hegemonizada por unas clases medias que se conforman con volver al status quo de la casilla de salida previa a la crisis capitalista.

No puede haber descanso en el intento de recuperar la identidad de clase, el proyecto de construcción del socialismo y el desenmascaramiento del potaje light que nos venden desde las organizaciones obreras clásicas (sindicatos y partidos) cuando más necesario es levantar una bandera de firmeza y clarificación frente a un capitalismo que sí tiene claro quienes son sus auténticos enemigos: los trabajadores.

Las realidades de Grecia y España, como del resto de países de la UE, son diferentes. Las velocidades a las que se deteriora el clima social y las situaciones económica y política también lo son en los diversos países de la vieja Europa. Pero las clases trabajadoras del continente tienen una misma necesidad -adquirir conciencia de clase y de lucha contra el capital, construir una solidaridad internacionalista de clase que derribe las fronteras de las divisiones nacionales, organizarse en partidos y sindicatos que defiendan de verdad sus intereses- y un mismo e inevitable horizonte –acumular fuerzas en la lucha para destruir el capitalismo e implantar una sociedad socialista, única democracia de los iguales- Eso o esperar que sea el fascismo el que dé su “alternativa”, como ya lo está haciendo, en una forma que no constituirá ningún Amanecer Dorado para nuestra clase sino una aberrante nueva era de horror para la humanidad.

Mientras tanto, a preparar el más caluroso y combativo recibimiento en Madrid el 19 de Julio a los heroicos mineros, que sí tienen identidad y la defienden con la fuerza que el presente histórico reclama a nuestra clase.





NOTAS:
(1) http://wap.elpais.com/index.php?module=elp_gen&page=elp_gen_noticia&idNoticia=20120614elpnepint_18.Tes&seccion=int
(2) http://www.publico.es/espana/437723/julio-anguita-yo-no-pienso-ir-a-ningunas-elecciones
(3) http://es.wikiquote.org/wiki/Julio_Anguita
(4) http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=B8fRSAPMXbQ